sábado, 25 de octubre de 2008

Carol Wojtyla Papa y Rodolfo Livingston arquitecto argentino que señala la Cuba real que el Papa polaco no vió Chaubloqueo toto Museo Che Guevara

































CARTA ABIERTA AL PAPA WOJTYLA

“Una de cal y otra de arena”, fue el acertado comentario de la prensa sobre los discursos del Papa en Cuba condenando tanto al capitalismo neoliberal como al marxismo genérico.

Cuba incluida, como si se tratara de dos bandos “simétricos”.

“Que Cuba se abra al mundo y que el mundo se abra a Cuba”, fue su síntesis final.

“El mundo” serían los Estados Unidos pues Cuba comercia con todos los países que puede y necesita para sobrevivir, luchando contra el acoso criminal al que la somete el imperio más poderoso que ha existido sobre la tierra: guerras biológicas, atentados terroristas, leyes y mas leyes por completo ilegales con las que intentan suprimir el contacto de la isla pequeña con cualquier otro país del planeta.

Goliat es para el Papa, igual que David.

Entre la razón y la injusticia, entre el mal y el bien, el Papa se muestra impreciso.

Nada más distante de Jesucristo, quien desde la elección de su nacimiento optó por los pobres; una familia obrera en lugar de una familia opulenta en Roma.

Optó siempre por los débiles, por los niños antes que por los mercados y los mercaderes.

¿Por qué no dijo el Papa que Cuba es el país mas cristiano que ha visitado?

Cristo son los pobres y los débiles, ha dicho Teresa de Calcuta. No decirlo es negar a Cristo, como lo hizo Pedro.

Como miembro de la Iglesia desconozco públicamente la autoridad del Papa como representante de Cristo y frente a sus invocaciones a la libertad abstracta, reclamo libertad concreta para que los creyentes podamos elegir libremente un nuevo Papa entre tantos sacerdotes y monjas dignas que habitan los tres continentes hasta hoy relegados: Africa, Asia y América.

Creo que es hora de terminar con el europeocentrismo y con el machismo en el trono papal, y hasta tener como candidata, por qué no, a una mujer, negra, joven y valiente, elegida libremente por el pueblo, sin la intervención de las jerarquías ni de los partidos políticos como son elegidas las diputadas cubanas, un modelo de ejercicio de la libertad muy concreto, que también ha pasado desapercibido para el papa Wojtyla.

Arquitecto Rodolfo Livingston

Se me ha perdido la izquierda quien ayuda a encontrarla pide Uruguayo José Miguel González desde Argentina Toto González adhiere Chaubloqueo Cuba

































La inmoralidad del sistema financiero global, y otras peores inmoralidades del capitalismo. ¿Cuál es la respuesta que está dando la Izquierda aggiornada ante esto? ¿No habrá llegado la hora de construir el socialismo y también, de una nueva Izquierda?

El crac humano permanente.

Esta crisis global del capitalismo que estamos viviendo, si es que ha tenido algún mérito, seguramente haya sido haber desnudado completamente la inmoralidad intrínseca de uno de los pilares básicos del modelo: la de su aparato financiero.

No es que no lo supiéramos. Ni siquiera que esto sea lo más malo que le debemos al sistema, porque tiene cosas mucho peores.

Pero, sin duda, este modo casi obsceno en que ha quedado expuesto el capitalismo, “agarrado con las manos en la masa” a ojos vista de todos, exige respuestas categóricas de quienes desde siempre hemos creído que otro Mundo es posible.

Una batalla ideológica y cultural. Quizás esa sea la gran tarea del momento: dar una enérgica batalla ideológica y cultural, que grabe a fuego en el inconsciente colectivo de nuestros pueblos, la esperanza de que una alternativa al modelo capitalista es posible, es viable, y más que nada, es imprescindible.

Bien sabemos que quien más, quien menos, reconoce que el capitalismo (neoliberal, neokeynesiano, progresista o como se lo quiera tildar) ha sido y sigue siendo una pésima forma de organización socio-económica para este Mundo. Más que nada, cuando pensamos en la casi absoluta mayoría de la Humanidad, esa que no pertenece a las clases dominantes.

Si a esto le agregamos que los efectos de la crisis (desocupación, recesión, recortes en las prestaciones “sociales” del Estado), serán vividos en carne propia por los trabajadores y por los más desposeídos, entonces, al descontento contra las injusticias naturales del modelo, se le debe sumar estos agravantes puntuales. Por lo tanto, se avecinan tiempos fermentales para abonar la idea de que el cambio es imperioso, y de que el socialismo es la mejor opción que tiene el Hombre en ese camino de transformaciones, no sólo para salvarse a sí mismo, sino también, para preservar a este generoso Planeta de la depredación de la que está siendo objeto.

Porque, recordemos, que el capitalismo salvaje de estas últimas dos décadas, que no ha tenido contraposición de ningún tipo (ni política, ni ideológica, ni cultural), se ha vuelto mucho más voraz de lo que siempre lo fue, y hoy ya no le alcanza con explotar al Hombre, necesita también esquilmar a la Tierra. Ese afán de lucro descomunal, de competencia feroz y de consumo desmedido que impone el sistema, que jamás se detuvo ni siquiera ante la vida humana arrasada, es el mismo que en su lógica insaciable va dejando agotados, uno a uno, a todos sus recursos naturales.

Y la Tierra, tengámoslo presente, no es un recurso renovable.

¿Única inmoralidad? Ahora, no nos dejemos enredar en esta maraña: que esta crisis haya puesto de manifiesto la indecencia del sistema financiero global no quiere decir que con mayores controles, que con bancos centrales que verdaderamente fiscalicen, y con cierta participación estatal, todos los males del sistema se van a acabar.

No. De ninguna manera. Para nada es así.

Esto que ha pasado es simplemente un “accidente” secundario al lado de las calamidades que venimos padeciendo gracias al capitalismo desde tiempos inmemoriales.

¿No son infinitamente peores las inmoralidades “estructurales” del sistema? ¿No es una inmoralidad de marca mayor que el capitalismo que nos rige a nivel global condene día a día, con crisis o sin ella, a casi 1500 millones de hombres y mujeres (un cuarto de la población mundial) a que subsistan en la más absoluta indigencia y con una esperanza de vida que no supera los 29 años? ¿No es indecente que esta forma de organización económico-social relegue a otros 1500 millones de seres humanos a que vivan en la pobreza, y no con muchas más esperanzas que la de los anteriores, ni de vida, ni de ninguna otra especie?

Acaso, ¿no es este un crac mucho más indigno que el de Wall Street?

Claro que sí.

Este es el crac permanente y silencioso del hambre, de la desnutrición, de la mortalidad infantil y de la muerte por enfermedades curables que se podrían prevenir con unos pocos dólares por persona (ni que hablar de lo que haríamos con los dos millones de millones que gasta el sistema para salvar a bancos que fueron fundidos sin ninguna clase de escrúpulos por banqueros multimillonarios).

Este es el crac que día a día nos debe impulsar a dar la gran contienda por derrocar del trono del Mundo a este sistema expoliador y asesino; el crac que nos dé el valor y la fuerza para desterrar definitivamente de entre nosotros al capitalismo.

¿Dónde está la Izquierda? Acaso, ¿no son estos los principales motivos por los que, desde siempre, hemos luchado contra el sistema? ¿No son éstas las verdaderas razones que nos llevan a dar la batalla?

Y esta batalla no se gana con parches al modelo, ni con “progresismos” que nos quieren vender la versión beta del capitalismo humanista (que contrasentido, como si el humanismo alguna vez hubiera ido de la mano del capitalismo).

Es que ya estamos cansados de todas estas pruebas híbridas que para nada mejoran la especie, tan sólo la degradan un poco más.

Por eso, el instante es ahora: no estamos viviendo el fin de la Historia, sino el principio de un tiempo nuevo. Tiempo nuevo donde volver a anidar a la esperanza bien adentro de la utopía.

Necesitamos de un valiente protagonista que salga a enfrentar a un contendiente que parecía inexpugnable y todopoderoso, pero que ahora mismo, se encuentra con la guardia baja y muestra sus grandes debilidades.

Pero, desgraciadamente, la inmensa mayoría de la Izquierda en el Mundo (salvo honrosas excepciones), esa Izquierda aggiornada que es gobierno en todo el Conosur americano, y que también es la que domina en toda Europa, que se ha enquistado en el capitalismo para no modificarlo en nada, esa Izquierda moderna que reniega hasta de sus principios básicos, sigue cruzada de brazos sin dar ninguna respuesta ante tamaña crisis. Simplemente acomoda el cuerpo y espera a que pase el temporal.

Por eso no dejamos de preguntamos: ¿dónde se quedó la Izquierda contestataria de la que antaño mamábamos?; ¿donde están las repuestas contundentes de esta hora, las que nos llevan a plantear las opciones ineludibles, y a gritar a los cuatro vientos que el socialismo es el único futuro posible para la Humanidad?

¿Dónde se quedó esa Izquierda? ¿Dónde está?

Aquí en el Uruguay y en todo el Conosur americano, la buscamos y la rebuscamos sin poder encontrarla. Y que sea así, para nosotros, en una verdadera desgracia.

Quizás también, al tiempo que vamos derrumbando los pilares del sistema, debamos ir construyendo los cimientos de una nueva Izquierda. Izquierda de pura cepa, que vuelva a abrazar los principios básicos de la doctrina socialista, que muchos, aún desde las antípodas de nuestra ideología, en estas horas de zozobra, no dudan en aplicar.

Por algo será.



José Miguel García González

jomigarcia@hotmail.com

http://jomigarcia.blogcindario.com

http://blogs.montevideo.com.uy/bloghome_705_1_1.html

Poesía arma necesaria a los pueblos salud espiritual, física y mental Cuba José Martí cónsul argentino en Nueva York y corresponsal Diario La Nación

























Sin palabras.
¿Para qué más?
A ustedes,
Cristina Castello
http://www.cristinacastello.com

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José Martí: «Valor de la poesía»

«¿Quién es el ignorante que sostiene que la poesía no es necesaria a los pueblos? Hay gentes de tan corta vista mental que creen que toda la ruta se acaba en la cáscara.

La poesía que congrega o disgrega, que fortifica o angustia, que apuntala o derriba las almas, que da o quita a los hombres la fe y el aliento, es más necesaria a los pueblos que la industria misma, pues ésta les proporciona el modo de subsistir, mientras que aquélla les da el deseo y la fuerza de la vida.

¿Adónde irá un pueblo de hombres que haya perdido el hábito de pensar con fe en la significación y el alcance de sus actos?

Los mejores, los que unge la naturaleza con el sacro deseo de lo futuro, perderán en un aniquilamiento doloroso y sordo todo estímulo para sobrellevar las fealdades humanas; y la masa, lo vulgar, la gente de apetitos, los comunes, procrearan sin santidad hijos vacíos; elevaran a facultades esenciales lo que debe servirles de meros instrumentos y aturdirán con el bullicio de una prosperidad siempre incompleta, la aflicción irremediable del alma, que sólo se complace en lo bello y grandioso».