viernes, 23 de noviembre de 2007

Enrique Stola perseguido por su ética como médico Psiquiatra y Psicólogo por ser firme con Grassi, y abusadores,golpeadores y violadores argentinos

Buenos Aires, viernes 23 de noviembre de 2007.
Colegas, pacientes/as, estudiantes, amigos/as:
En los últimos dos meses se ha acentuado la fuerte ofensiva contra mi persona a raíz de mi práctica profesional como médico psiquiatra y de mi firme actitud ética de no negociar con los imputados de abuso sexual a niños, niñas o adolescentes, con los imputados de violación sexual, con los hombres imputados de ser golpeadores ni con la complicidad de estamentos políticos, empresariales y religiosos que apoyan a estos individuos. Así ocurrieron ataques en mi domicilio y se suceden amenazas de muerte a mi y a mi familia hechas reiteradamente a través del portero eléctrico; cartas con mensajes amenazadores; denuncias penales afirmando que no soy psiquiatra (como la del Sr. Cardano en Mar del Plata), cadena de mails escritos por un tal Fernando Bobio fbobio@hotmail.com haciendo afirmaciones increíbles, publicaciones en el blog del imputado de abuso sexual cura Julio César Grassi www.causagrassi.org en donde podrán leer todas las denuncias que me han hecho, etc.etc.
Yo no tengo medios económicos, no puedo pagar solicitadas ni Mariano Grondrona o Hadad son mis amigos (¡ni jamás querrían serlo!), por lo que solo puedo comunicarles por Internet que he presentado hace ya dos semanas en la Fiscalía de Mar del Plata los títulos originales detallados más adelante, sin agregar los estudios de grado y posgrado que vengo realizando.
Y dado que el Poder Judicial en Capital Federal hasta el momento no ha respondido a ninguna de las 5 denuncias realizadas (que serán 6 mañana sábado 24.11.07), mi única defensa es sostenerme firme en mis principios y que este mail circule.
Mil gracias a todos/as ustedes,
Enrique Stola
Médico especialista en Psiquiatría y Psicología Médica MP 61.237
Médico especialista en Psicología Clínica MN 50.747


- Diploma de Médico Cirujano, expedido por la Facultad de Ciencias Médicas de la Universidad Nacional de Córdoba, a los 28 días del mes de abril de 1977. Inscripto en el libro Nº 74 Médicos. Folio 208, Matrícula 50747, Buenos Aires 23 de junio de 1977. Depto. Contralor del Ejercicio Profesional. Inscripto en el Colegio de Médicos de la Provincia de Buenos Aires – Distrito VI, Matrícula Nº 61.237, Libro II, Folio 239, en Junín, el 23 de mayo de 1977.


Diploma de Médico Especializado en Psicología Clínica, expedido por la Facultad de Filosofía y Letras, Pontificia Universidad Católica Argentina Santa María de los Buenos Aires, a los 10 días de diciembre de 1981. Inscripto en Carácter de Especialista en Psicología Clínica, Buenos Aires, 22 de diciembre 1981. Ministerio de Salud Pública y Medio Ambiente. En la Dirección Nacional de Universidades Privadas y Provinciales registrado bajo el Nº 2085-81.

Diploma de Especialista en Psiquiatría y Psicología Médica, matrícula profesional 61.237, en razón de haber acreditado los recaudos exigidos en el Reglamento de Especialidades del Decreto – Ley 5413/58 – Colegio de Médicos de la Provincia de Buenos Aires. Región VI. Distrito Junín, Agosto 31 de 1982.

Diploma de Magíster en Psiconeuroendocrinología otorgado por el Instituto Universitario de Ciencias Biomédicas Fundación Favaloro, Buenos Aires, 30 de junio de 1995. Area de control administrativo títulos, certificados y exámenes, registro 463-95 – Código Universidad A14. Firma Juan Carlos Cosentino. Poder Ejecutivo Nacional. Ministerio de Cultura y Educación.
Diploma de Especialista en Metodología de la Investigación Científica, expedido por la Universidad Nacional de Lanús, el 23 de abril de 2003. Registrado en el Libro General de Posgrado con el Nº 0037 bajo el Folio Nº 005 UNLA / Lanús, Provincia de Buenos Aires, República Argentina.
Diploma de Profesor Universitario en Medicina, otorgado por la Facultad de Artes y Ciencias – Instituto de Formación Docente – Universidad Católica de Salta, a los 3 días del mes de junio del año 2002. Área de Control Administ. Tit. Certif. y Exámenes, Registro Nº 8474 – 2002- Código Univ. 21. Firma Juan Carlos Cosentino.

Enrique Stola
Rodríguez Peña 582, Piso 2º
Buenos Aires, Argentina (1020)

Neruda Pablo, poesía, Pido Castigo, Los Enemigos, Chile, Plan Cóndor, Madres Plaza de Mayo, Esma, Etchecolatz, Argentina, tortura, desaparición Patti,


Pablo Neruda

LOS ENEMIGOS


Ellos aquí trajeron los fusiles repletos
de pólvora, ellos mandaron el acerbo exterminio,
ellos aquí encontraron un pueblo que cantaba,
un pueblo por deber y por amor reunido,
y la delgada niña cayó con su bandera,
y el joven sonriente rodó a su lado herido,
y el estupor del pueblo vio caer a los muertos
con furia y con dolor.

Entonces, en el sitio
Donde cayeron asesinados,
Bajaron las banderas a empaparse de sangre
Para alzarse de nuevo frente a los asesinos.
Por estos muertos, nuestros muertos
Pido castigo.

Para los que de sangre salpicaron la patria,
Pido castigo.
Para el verdugo que mandó esta muerte,
Pido castigo,
Para el traidor que ascendió sobre el crimen
Pido castigo.

Para el que dio la orden de agonía,
Pido castigo.
Para los que defendieron este crimen,
Pido castigo.

No quiero que me den la mano
Empapada con nuestra sangre.
Pido castigo.

No los quiero de embajadores,
Tampoco en su casa tranquilos,
Los quiero ver juzgados,
En esta plaza, en este sitio.
Quiero castigo.

Pablo Neruda.

(*) Este poema fue musicalizado por Quilapayun, bajo el nombre de "Pido Castigo".

Papa, condenó a Guantánamo, la cárcel norteamericana en tierra cubana, deben devolverla y no lo hacen, allí torturan a sus prisioneros impunemente


Manual de cárcel militar estadounidense divulgados en Internet

Washington, 15 nov (PL) El Pentágono recibió hoy la mala noticia sobre una
filtración en Internet de un documento que revela procedimientos
operativos, militares y administrativos realizados a diario en la base de
Guantánamo.

Camp Delta Standard Operating Procedures (procedimientos operativos en el
Campo Delta) es el título del manual de 238 páginas "sólo para uso
oficial", según la noticia presentada por la revista Wired y difundida por
numerosos medios de prensa.

El texto descubre en detalles operaciones e instrucciones cotidianas
efectuadas por soldados estadounidenses destacados en la base militar
enclavada por Washington al oeste de Cuba, contra la voluntad del gobierno
y pueblo de la Isla.

Se trata de un documento con fecha de 2003 y firmado por el General
Geoffrey Miller, que incluye bocetos de la instalación y listas de
provisiones presuntamente destinadas a los prisioneros.

Hasta la fecha, el Departamento de Defensa se ha resistido a proporcionar
información sobre la unidad de Guantánamo y la cárcel colocada en ese
territorio, pese a reiteradas exigencias de varias organizaciones civiles.

El gobierno estadounidense está tratando de reducir cautelosamente la
población carcelaria de la prisión de Guantánamo para aplacar críticas
internacionales, afirmó la pasada semana el The Washington Post.

Un reporte del diario capitalino explica que la administración del
presidente George W. Bush recortó casi a la mitad el inventario de
prisioneros en la mazmorra caribeña, que en 2003 llegó a encerrar a unos
600 convictos.

Para enfrentar una presión multinacional que demanda el cierre de la
penitenciaría, el gobierno de Bush ha identificado docenas de detenidos
que podrían ser liberados este año o transferidos a otros países.

Después de los atentados de 2001 contra Nueva York y Washington, Estados
Unidos activó este centro de detención, en cuyas galeras mantiene a 300
detenidos que califica como "combatientes enemigos" sin derechos
judiciales.

Negros, negros, racismo, negros, segregación, negros apartheid, negros desprecio, negros odio, negros Jorge Majfud, Argentina sin negros



Me atrevo a decir que no leer este texto brillante de Julio Carmona y el siguiente de Jorge Majfud,
es un crimen de lesa humanidad.
Vivamente lo recomiendo !

Cristina Castello
http://www.cristinacastello.com

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----- Original Message -----
From: Julio Carmona
Sent: Sunday, October 21, 2007 3:19 AM
GUAMÁN POMA EN EL DEBATE RACIAL

El siguiente texto, difundido como noticia por Internet, ha motivado varias reacciones. Aquí incluyo un comentario muy sagaz sobre el tema, porque tiene concomitancia con el ya publicado en torno a Guamán Poma de Ayala (Ver http://www.papelesparalahistoria.blogspot.com . Veamos, primero, la noticia y, luego, el texto crítico que pertenece al estudioso Jorge Majfud .

"El profesor estadounidense James Watson, que ganó el Premio Nóbel por ser uno de los descubridores de la estructura del ADN, está suscitando varias críticas por asegurar que las personas negras son menos inteligentes que las blancas. El Doctor James Watson estaba programado para que diera un discurso en el Museo de Ciencias de Londres, en Gran Bretaña, pero su conferencia fue cancelada luego de que se publicara en un periódico británico la respuesta de Watson a una pregunta sobre el futuro a largo plazo de África. Watson dijo: "Todas nuestras políticas sociales se basan en el hecho de que su inteligencia es igual a la nuestra, cuando en realidad todas las pruebas demuestran que no es así". El laboratorio de investigaciones de Watson, el Cold Spring Harbor Laboratory, lo suspendió por haber proferido esos comentarios.

Breve historia de la idiotez ajena

por Jorge Majfud

19-10-2007

Esta semana el biólogo James Watson volvió a insistir sobre la antigua
teoría de la inferioridad intelectual de los negros. Esta antigua teoría fue apoyada por un estudio en los '90 de Charles Murray y Herrnstein sobre "ethnic differences in cognitive ability" que mostraban gráficas de coeficientes intelectuales claramente desfavorables a la raza negra. Ahora Watson, de paso, ha propuesto la manipulación genética para curar la estupidez, pero no menciona si es conveniente curar la estupidez antes de realizar cualquier manipulación genética. También los nazis —y quizás Michael Jackson— eran de la misma idea que Watson. Ni Hitler ni los nazis carecían de inteligencia ni de una alta moral de criminales. Como recordó un personaje del novelista Érico Veríssimo, "durante a era hitlerista os humanistas alemães emigraram. Os tecnocratas ficaram com as mãos e as patas livres".

Veamos dos breves aproximaciones al mismo problema, uno filológico y otro biológico. Ambos ideológicos.

Por sus denuncias a la opresión de los indígenas americanos, Bartolomé de las Casas fue acusado de enfermo mental y sus indios de idiotas que merecían la esclavitud. Es cierto que sus crónicas y denuncias fueron aprovechadas para acusar a un imperio en decadencia por parte de la maquinaria publicitaria de otro imperio en ascenso, el británico. Pero esto es tema para otra reflexión.

El erudito español Marcelino Menéndez Pelayo en 1895 calificó a de las
Casas de "fanático intolerante" y a Brevísima Historia, de "monstruoso delirio". Su más célebre alumno y miembro de la Real Academia Española, Ramón Menéndez Pidal, fue de la misma opinión. En su publicitado y extenso libro, El padre Las Casas (1963) desarrolló la tesis de la enfermedad mental del sacerdote denunciante al mismo tiempo que justificó la acción de los conquistadores, como la muerte de tres mil indios en Cholula a manos de Hernán Cortés porque era una "matanza necesaria a fin de desbaratar una peligrosísima conjura que para acabar con los españoles tramaba Moctezuma". Según Menéndez Pidal, Bartolomé de las Casas "era una víctima inconsciente de su delirio incriminatorio, de su regla de depravación inexceptuable". Pero al regresar a España para denunciar las supuestas injusticias contra los indios, "se encontró con la gravísima sorpresa de que su opinión extrema sobre la evangelización del Nuevo Mundo tenía enfrente otra opinión, extrema también, en defensa de la esclavitud y la encomienda. Esa opinión estaba sostenida muy sabiamente por el Doctor Juan Ginés de Sepúlveda [a través de] un opúsculo escrito en elegante latín y titulado Democrates alter, sirve de justis belli causis apud Indos". Una nota al pié dice: "Publicado con una hermosa traducción, por Menéndez Pelayo en Boletín de la Real Acad. De la Historia, XXI, 1891". Ginés de Sepúlveda, basándose en la Biblia (Proverbios), afirmaba que "la guerra justa es causa de justa esclavitud […] siendo este principio y concentrándose al caso del Nuevo Mundo, los indios 'son inferiores a los españoles como los niños son a los adultos, las mujeres a los hombres, los fieros y crueles a los clementísimos, […] y en fin casi diría como los simios a los hombres'". Con frecuencia, Pidal confunde su voz narrativa con la de Sepúlveda. "Bien podemos creer que Dios ha dado clarísimos indicios para el exterminio de estos bárbaros, y no faltan doctísimos teólogos que traen a comparación los idólatras Cananeos y Amorreos, exterminados por el pueblo de Israel". Según Fray Domingo de Soto, teólogo imperial, "por la rudeza de sus ingenios, gente servil y bárbara están obligados a servir a los de ingenio más elegante". Menéndez Pidal insistía en su tesis de la incapacidad mental de quienes criticaban a los conquistadores, como "el indio Poma de Ayala, [que] mira con maliciosos ojos a dominicos, agustinos y mercedarios, mientras advierte que franciscanos, jesuitas y ermitaños hacen mucho bien y no toman limosna de plata". Según Pidal, esto se debía a que "a esos indios prehistóricos, venidos de la edad neolítica, no era posible atraerlos con la Suma teológica de
Santo Tomás de Aquino, sino con las Florecillas Espirituales del Santo
de Asís".

En su intención de demostrar la enfermedad mental del denunciante, Pidal se encuentra con indicios contrarios y resuelve, por su parte, una regla psicológica que lo arregla todo: "el paranoico, cuando sale del tema de sus delirios, es un hombre enteramente normal". Luego: "Las Casas es un paranoico, no un demente o loco en estado de inconsciencia. Su lucidez habitual hace que su anormalidad sea caso difícil de establecer y graduar". Que es como decir que era tan inteligente que no podía razonar correctamente, o por su lucidez veía ilusiones. Bartolomé de las Casas "vive tan ensimismado en un mundo imaginario, que queda incapaz para percibir la realidad externa, que es la desbordante energía desplegada por España en los descubrimientos geográficos". Una confesión significativa: "Las Casas hubiera sido, dada su extraordinaria actividad, un excelente obispo en cualquier diócesis de España, pero su constitución mental le impedía desempeñar rectamente un obispado en las Indias". De aquí se deducen dos posibilidades: (1) América tenía un efecto mágico-narcótico en algunas personas o (2) los obispos de España eran paranoicos como de las Casas pero por ser mayoría era tenido como algo normal.

Esta idea de atribuir deficiencias mentales en el adversario dialéctico, se renueva y extiende en libros masivamente publicitados sobre América Latina, como Manual del perfecto idiota latinoamericano (1996) y El regreso del idiota (2007). Uno de los libros objetos de sus burlas, Para leer al pato Donald (1972) de Ariel Dorfman y Armand Matterlart, parece contestar esta posición desde el pasado. El discurso de las historietas infantiles de Disney consiste en que, "no habiendo otorgado a los buenos salvajes el privilegio del futuro y del conocimiento, todo saqueo no parece como tal, ya que extirpa lo que es superfluo". El despojo es doble, casi siempre coronado con un happy ending: "Pobres nativos. Qué ingenuos son. Pero si ellos no usan su oro, es mejor llevárselo. En otra parte servirá de algo".

Sócrates o Galileo pudieron hacerse pasar por necios, pero ninguno de
aquellos necios que los condenaron pudieron fingir inteligencia. Eso en la teoría, porque como decía Demócrates, "el que amonesta a un hombre que se cree inteligente trabaja en vano".

En Examen de ingenios para las ciencias (1575), el médico Juan Huarte compartía la convicción científica de la época según la cual el cabello rubio —como el de su rey, Felipe II— era producto de un vapor grueso que se levantaba por la fuerza de la inteligencia. Sin embargo, afirmaba Huarte, no era el caso de los alemanes e ingleses, porque su cabello rubio nace de la quema del mucho frío. La belleza es signo de inteligencia, porque es el cuerpo su residencia. "Los padres que quisieren gozar de hijos sabios y de gran habilidad para las letras, han de procurar que nazcan varones". La ciencia de la época sabía que para engendrar varón se debía procurar que el semen saliera del testículo derecho y entrase en el lado derecho del útero. Luego Huarte da fórmulas precisas para engendrar hijos de buen entendimiento "que es el ingenio más ordinario en España".

En la Grecia antigua, como dice Aristóteles, se daba por hecho que los
pueblos que vivian más al sur, como el egipcio, eran naturalmente más sabios e ingeniosos que los bárbaros que habitaban en las regiones frías. Alguna vez los rubios germánicos fueron considerados bárbaros, atrasados e incapaces de civilización. Y fueron tratados como tales por los más avanzados imperios de piel oscurecida por los soles del Sur. Lo que demuestra que la estupidez no es propiedad de ninguna raza.
Jorge Majfud
The University of Georgia
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Julio Carmona
Miembro de la Directiva (Vicepresidente) del Gremio de Escritores del Perú
Miembro del Comité de Redacción de la Revista Digital argentina

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Ernesto Che Guevara, argentino, protagonista, argentino, joven, argentino altruísta, argentino alfabetizador, argentino libertador


La tarea intelectual de Ernesto Che Guevara

Por Graziella Pogolotti*, E-Mail: serviex@prensa-latina.cu

La Habana (PL).- El rostro del Che perdura, como encarnación viviente de la utopía posible en generaciones de jóvenes, nacidos después de su caída. Sus detractores tarifados se han esforzado inútilmente por desarmar el mito. En otra orilla, se reconoce al guerrillero, al combatiente internacionalista, al organizador, al estadista. No suele valorarse en igual medida al intelectual oculto tras el hombre de acción. En aquella larguísima noche mexicana, el médico y fotógrafo argentino Ernesto Guevara estaba empezando a convertirse en Che. Por caminos aparentemente distintos, Fidel y el Che convergían en un mismo lugar. Ambos habían atravesado un fecundo aprendizaje, estimulado por los libros y por el riguroso empeño por tocar con las manos la realidad de nuestra América. El recorrido del Che por buena parte del Continente le permitió conocer el múltiple rostro de los excluidos.
Luego, en Guatemala tuvo la vivencia personal del zarpazo imperialista que marcó a una generación entera en esta parte del mundo. La experiencia de vida se inscribía en la formación de un pensador de raigambre humanista, lector infatigable de filosofía, de historia y también de poesía.
Como José Martí, Ernesto Guevara no abandonó la escritura en los momentos más difíciles del combate guerrillero. Capturar la palabra era un modo de fijar la experiencia, de ir eslabonando el análisis de la realidad a través de un proceso dialéctico de ininterrumpido desarrollo del pensamiento.
La atenta lectura de los apuntes apresurados, esbozos surgidos en la continuidad del día a día, revelan la dimensión íntima del autor, pudorosamente oculta tras su imagen pública. Muestran la vitalidad de un pensar siempre activo, antidogmático por naturaleza, afianzado en la recepción crítica de fuentes diversas.
Integrados al conjunto de su obra, Los Diarios evidencian el propósito último de su acción revolucionaria. Enfrentar la explotación humana, borrar el rastro de la miseria, socavar el dominio del imperio eran las vías indispensables para alcanzar el pleno crecimiento de la persona, protagonista de la historia, hechura de sí mientras vive, trabaja y lucha.
Por eso, tal y como lo atestiguan sus colaboradores más cercanos, el Che fue, ante todo, un educador.
En la Sierra Maestra, joven todavía, se rodeó de quienes tenían menos edad, apenas salidos de la adolescencia. La instrucción militar, vital en aquellas circunstancias, se complementaba con la alfabetización de los iletrados, con la iniciación a los temas históricos y, sobre todo, con la
siembra de valores éticos fundada, más que en la prédica, en la rigurosa observancia de los principios de ejemplaridad.
No perneada de moralina pequeñoburguesa, la eticidad se sustentaba en valores de solidaridad, de equidad, de respeto por el trabajo, en la práctica de una esencial honestidad.
El método implantado en las precarias condiciones de la guerrilla se convirtió en programa sistemático cuando asumió la dirección del Ministerio de Industrias. En medio de peligros inminentes, soslayando obstáculos de toda índole, la Revolución imponía ahora un gigantesco
desafío intelectual.
La mayoría de los técnicos formados por la burguesía siguió el camino de sus patrocinadores. Preparar dirigentes para el desarrollo industrial del país era una prioridad de primer orden. Pero tenía que hacerse eludiendo la tentación de un enfoque tecnocrático.
En medio de la tensa faena cotidiana, el Che encabezaba el imprescindible estudio sistemático. A las 7:00 a.m. recibía clases de matemática del profesor universitario Salvador Vilaseca. Junto a sus colaboradores más cercanos, se enfrascaba en el análisis crítico del Capital de Marx. Era un ejercicio del pensar, a la antípoda de la incorporación mecánica de un recetario de fórmulas.
Solitario en Praga, en vísperas de la partida hacia Bolivia, llevó a cabo una lectura implacable del manual de economía política de la URSS.
El gran proyecto humano inspiró dos textos fundamentales, los Pasajes de la guerra revolucionaria y El socialismo y el hombre en Cuba. A pesar de lo que pudiera sugerir el título, el primero no se detiene en la descripción de los combates.
En el contexto de situaciones extremas, entre el riesgo y la precariedad, diseña perfiles transidos de humanidad, en constante crecimiento y autosuperación. El heroísmo y la disposición al sacrificio supremo no provienen de una gracia recibida de Dios. Nacen de la refundación de una cultura para la cual cada gesto, en lo grande y en lo pequeño, está cargado de sentido. En la equidad del pan compartido y en el arrojo sin límites del Vaquerito se forja la más alta expresión de la solidaridad, porque de la conducta de uno depende la supervivencia de todos.
Los personajes de sus relatos no son figuras renombradas. Casi anónimos, han surgido del pueblo para hacerse semilla de una memoria fecunda. Lejos de constituir un conjunto informe, los grandes movimientos masivos resultan de la conjunción de rostros reconocibles, dotados de una biografía personal y portadores, como cada uno de nosotros, de un héroe potencial. La conciencia se ilumina cuando el existir descubre una razón de ser.
En Pasajes de la guerra revolucionaria, el relato se estructuraba a partir del estrecho entrelazamiento entre teoría y praxis, en un pensar hecho de intensas lecturas y la insustituible vivencia personal.
Así ocurre también con El socialismo y el hombre en Cuba, ensayo libérrimo en forma de carta dirigida al director de Marcha. Constituye el testamento político del hombre que había protagonizado la lucha insurreccional y los prolegómenos de la construcción del socialismo en Cuba, eslabones primarios de un proyecto de mayor envergadura.
Transcurridos más de cuarenta años desde su publicación, el texto conserva una vigencia estremecedora. Despojado de afeites retóricos adopta, a pesar de su destino público, un tono confidencial. Imantado por la voz confesional, por la afirmación del sentimiento de amor que mueve al revolucionario, el lector se sumerge en los meandros de un discurso atravesado por interrogantes fundamentales en torno al desafío planteado por la edificación consciente del socialismo.
Sujeto de la historia, el ser humano modela su espíritu a la vez que se empeña en modificar el mundo que lo rodea. En ese bosque de incógnitas e incertidumbres, puede desviarse de un camino que va trazando sobre la marcha.
Formulada a mediados de la década del sesenta en el pasado siglo, momento de auge de las fuerzas de izquierda, la advertencia parece hoy, después del derrumbe de la Europa del este, singularmente premonitoria. Resulta, pues, un documento indispensable para los protagonistas del cambio en las condiciones de la contemporaneidad.
A los 40 años de su caída, el pensamiento del Che permanece, palpitante de vida, generador de inquietudes. Urge rescatar, en su correspondencia, en sus trabajos de ocasión y en las polémicas que animó las piezas de un conjunto forjado en el calor de la batalla y en la decantación de la experiencia práctica. Como su mirada en la célebre foto de Korda, esos textos traspasan el horizonte.

* Prestigiosa crítica y ensayista. Premio Nacional de Literatura 2005.
Colaboradora de Prensa Latina.

Vuelta de Obligado, Juan Manuel de Rosas, Almirante Brown, Montevideo, Botnia, Uruguay, José Garibaldi, Vicente López y Planes



“…en lucha desigual con los poderes más fuertes de la Tierra, supieron grabar con sangre que no se borra los derechos indestructibles del honor y de la gloria de la nación”

LA SOBERANÍA NACIONAL

(Somos hijos de Tigres)


Investigación histórica de Adolfo Saldías

En 1845 la Confederación Argentina, gobernada por Juan Manuel de Rosas, sufrió la alevosa agresión militar de las dos principales potencias de la época: Gran Bretaña y Francia, que venían cebadas de sendas apropiaciones coloniales en China y Argelia.

Contaban con el apoyo explícito del bando unitario emigrado a Montevideo y el de Fructuoso Rivera, que había derrocado en esa ciudad al gobierno legítimo de Oribe. Este, a su vez, sitiaba la ciudad por tierra y, desde hacía meses, por el río lo hacía la flota del viejo y glorioso almirante Brown.

Los europeos también especulaban con el apoyo eficaz del Imperio del Brasil, interesado en la Mesopotamia y en la Banda Oriental.

Por su parte, los Estados Unidos de Norteamérica, que ya habían proclamado la doctrina Monroe, la dejaron de lado para otras oportunidades más propicias: estaban demasiado ocupados en la anexión del estado mejicano de Texas.

La flota anglo-francesa primero ocupó Montevideo, exigió la libre navegación de los ríos interiores argentinos, y se apoderó mediante su artillería de grueso calibre –sin previa declaración de guerra- de la débil escuadra de Brown, quien le escribió a Rosas: “Tal agravio demandaba imperiosamente el sacrificio de la vida con honor, y sólo la subordinación a las supremas órdenes de V.E. para evitar aglomeración de incidentes que complicasen las circunstancias, pudo resolver al que firma a arriar un pabellón que durante treinta y tres años de continuos triunfos ha sostenido con toda dignidad en las aguas del Plata”.

La enseña azul y blanca de los buques argentinos fue reemplazada por la francesa o inglesa, y todos sus marinos apresados. El mando de la escuadra apoderada se le otorgó al aventurero José Garibaldi.

Después de recurrir a la última ratio, las potencias imperiales se dispusieron a internar el Paraná y el Uruguay, declararon el bloqueo de todos los puertos, apresaron los barcos mercantes y se prepararon a ocupar los puntos dominantes del litoral argentino.

La unidad de Garibaldi cañoneó, incendió, arruinó, tomó por asalto y saqueó la Colonia del Sacramento, luego tomó la isla Martín García, por el río Uruguay atacó al pueblo puramente comercial y desguarnecido de Gualeguaychú, saqueándolo durante dos días, a Paysandú, donde fueron rechazados, igual que en Concordia.

Pero a pesar de los atropellos, depredaciones y crueldades, la intervención no podía ocupar los puntos guarnecidos regularmente por la Confederación.

Es así que las potencias resolvieron que sus escuadras combinadas forzasen a cañonazos el paso del Paraná hasta llegar y tomar a Corrientes, a fin de dominar ese gran río.

Hasta entonces sólo se habían producido actos de fuerza para intimidar al gobernante nativo, método con el que en otros países habían obtenido amplias concesiones.

Pero aquí y ahora, iba a comenzar la verdadera guerra.

Salvo el puñado de doctores emigrados, todo el país acompañó a Rosas en la lucha donde se comprometía la honra y la integridad nacional.

Los gobernadores, las legislaturas del interior, los héroes militares de las campañas por la independencia, los hombres principales y acaudalados, los gauchos que podían manejar un fusil, los representantes diplomáticos acreditados en Buenos Aires, todos ratificaron de un modo inequívoco ese apoyo. Igual que la prensa de toda América y la de la propia Europa.

El brigadier general don Juan Manuel de Rosas se convirtió así en el representante armado de la independencia que alcanzaron con tanto sacrificio las naciones sudamericanas, y del principio republicano que miraban con desprecio las monarquías signatarias de la Santa Alianza.

Era el consenso unánime manifestado de un modo elocuente el que así lo comprendía en toda la nación y en toda la patria grande.

Era la bandera del río del Juramento y de los Andes que tremolaba en manos de los mismos que se habían batido en Salta, Chacabuco, Maipú y Lima. Era el padre de la patria, el Libertador don José de San Martín, ofreciendo sus servicios a Rosas, en defensa de la independencia amenazada. Y para que ningún eco de gloria faltase en ese concierto del patriotismo y del honor, la lira del autor del himno nacional llamaba así al sentimiento generoso de los argentinos:

Se interpone ambicioso el extranjero,

su ley pretende al argentino dar,

y abusa de sus naves superiores

para hollar nuestra patria y su bandera,

y fuerzas sobre fuerzas aglomera

que avisan la intención de conquistar.



Morir antes, heroicos argentinos,

que de la libertad caiga este templo:

¡daremos a la América alto ejemplo

que enseñe a defender la libertad!

[...]

(Vicente López y Planes, Oda patriótica federal recitada en el teatro de la Victoria la noche del 5 de noviembre de 1845).

En la costa norte de Buenos Aires, a unos 160 kilómetros de la Capital, poco más allá de San Pedro, el río Paraná forma un recodo que se conoce como la Vuelta de Obligado. A esa altura el río tiene unos setecientos metros de ancho, y por ahí debía pasar necesariamente la flota extranjera para llegar a Corrientes.

En ese lugar levantó sus principales baterías el general Lucio Mansilla, jefe del departamento del Norte, miliciano de la reconquista con Liniers, oficial de la campaña oriental con Artigas, comandante del ejército de los Andes con San Martín, de Maipú y la campaña del sur de Chile con Las Heras, héroe de la guerra con Brasil, un probado veterano de la Independencia con dotes singulares para sacar ventajas de cualquier situación de armas.

Sin embargo, carecía de los recursos naturales para desenvolver esas cualidades: es el momento en que el águila enjaulada tiende inútilmente sus alas y devora el espacio con los ojos.

Hizo lo que pudo para conseguir esos recursos –municiones de artillería e infantería para las dotaciones completas-, pero éstos nunca llegaron. Mucho patriotismo y pocas municiones.

Mansilla montó cuatro baterías en la costa firme: la denominada Restaurador Rosas mandada por Alvaro Alzogaray, la General Brown por Eduardo Brown, el hijo del almirante, la General Mansilla por Felipe Palacios, y la Manuelita por Juan Bautista Thorne.

Eran servidas por un total de ciento sesenta artilleros y otros sesenta de reserva, parapetados tras merlones de tierra pisada entre cajones.

Guarnecían las cuatro baterías quinientos milicianos de infantería al mando de Ramón Rodríguez y otra cantidad similar, con varios cañones, en los espacios entre ellas.

De reserva, apostados en un monte, seiscientos infantes y dos escuadrones de caballería al mando de José Cortina.

Detrás de ellos, unos trescientos vecinos de San Pedro, Baradero, San Antonio de Areco y San Nicolás, reunidos a último momento. La custodia del general, setenta hombres al mando de Cruz Cañete.

En la orilla, en un mogote aislado, estaban apoyadas unas anclas, a las que se asieron tres gruesas cadenas que atravesaban el río hasta la orilla opuesta, donde quedaron sujetadas a un bergantín armado con seis cañones al mando de Tomás Graig, estribor con frente al enemigo.

Las cadenas se corrían sobre las proas, cubiertas y popas de veinticuatro buques desmantelados, hundidos y fondeados en línea. Con esto se propuso Mansilla mostrar a los anglo-franceses que el pasaje del río no era libre, y obligarlos a batirse si intentaban pasarlo.

La flota enemigo fondeó dos millas más abajo y durante dos días ambas fuerzas hicieron reconocimientos e intercambiaron algunos disparos de cañón. A las ocho y media de la mañana del 20 de noviembre de 1845 avanzaron sobre las baterías de Obligado once buques enemigos con noventa y nueve cañones de grueso calibre, de los cuales treinta y cinco eran Paixhans, de bala con espoleta y explosivos, acreditados por los estragos que habían hecho en los bombardeos de Méjico. Media hora después rompieron sus fuegos.

La banda del batallón Patricios hizo oír el himno nacional. Mansilla, de pie sobre el merlón de la batería Restaurador Rosas invitó a los soldados a dar el tradicional grito de ¡viva la patria! Y a su voz arrogante y entusiasta, el cañón de la patria lo ilumina con sus primeros fogonazos. Otra media hora después y el combate se generaliza, entrando todos los buques en acción.

Los pechos de los soldados argentinos sienten por primera vez la lluvia de bala y metralla, pero sin embargo las baterías de tierra ponen fuera de combate dos bergantines ingleses.

Al mediodía Mansilla comunica a Rosas que el enemigo no ha podido acercarse a la línea de atajo, pero que dada su superioridad, cree que lo harán, porque a él le faltan las municiones para impedirlo.

Efectivamente, pocos minutos después el capitán Tomás Graig, comandante del bergantín argentino Republicano, que sostenía esa línea de atajo, quema su último cartucho.

Cuando pide más municiones a tierra y le responden que ya no hay, hace volar su buque para no entregárselo al enemigo, y va con sus soldados a tomar el puesto de honor en las baterías de la derecha. Los buques de la alianza imperial avanzan hasta la línea de atajo, sufriendo todos los fuegos de las baterías.

Como un volcán arrojando serpientes de fuego en todas direcciones, el agua cubierta de nubes de pólvora quemada, entre estrépitos de muerte, el Paraná se convierte en un infierno.

En lugar prominente de este cuadro está Mansilla; y su esfuerzo prodigioso, y su vida que respeta la metralla, y su espíritu, pendiente de una probabilidad halagüeña, concentrados en ese punto del río Paraná, donde se juegan el derecho y la honra de la patria que él defiende.

Hay un momento en que esa probabilidad parece sonreírle: es cuando los cañones de las baterías hacen retroceder algunos buques, ponen fuera de combate algún otro y apagan los fuegos de varios cañones enemigos.

Simultáneamente una lancha con un contingente inglés logra cortar las cadenas y hacer pasar del otro lado algunos buques.

A las cuatro de la tarde Alzogaray, con casi todos sus artilleros muertos, quema en su cañón el último cartucho. La batería de Thorne es un castillo incendiado. Allí se sienten las convulsiones estupendas del huracán que ilumina con sus rayos una vez más la vida y que a poco fulmina la muerte entre sus ondas.

El estampido del cañón sacude la robusta organización del veterano de Brown. El mismo Thorne dirige las balsas y los cañones, que hacen estragos al enemigo. Se fractura un brazo y se golpea la cabeza, de tal manera que perderá el oído para siempre. Desde entonces sus viejos compañeros le llamarán el sordo de Obligado.

Después de ocho horas de bombardeo incesante, los patriotas se quedan completamente sin municiones. Mientras los cañones de los buques enemigos siguen disparando, se lanza la infantería de desembarco sobre las diezmadas fuerzas argentinas. Mansilla se pone a la cabeza y manda calar bayonetas.

Al adelantarse, es derribado por la metalla en el estómago y queda fuera de combate. El coronel Ramón Rodríguez lleva otra carga con los Patricios y repele al enemigo; pero éste finalmente logra controlar el campo.

Los europeos contaron ciento cincuenta bajas en la Vuelta de Obligado y sus mejores buques quedaron bastante averiados.

Los argentinos sufrieron seiscientos cincuenta hombres fuera de combate y perdieron dieciocho cañones. Durante casi ocho horas, no se dejó de hacer fuego de parte a parte. Fue un brillante hecho de armas para ambos bandos.

La victoria que alcanzaron los anglo-franceses resultó pírrica; quizás confiaron demasiado en lo que aseguraban los emigrados unitarios, su prensa y sus libros: que ante su presencia en las costas, los pueblos “sacudirían el yugo de Rosas y harían causa común con ellos”.

Forzaron el pasaje del río y tal vez podrían dominarlo, pero supieron que no podrían avanzar tierra adentro, ya que se sublevarían contra ellos todas las fibras de un pueblo viril atacado en sus hogares.

El desengaño de los aliados fue tan grande, como impotente de ahí en más la prédica de los emigrados. Y después de Obligado, todos en la Confederación se pusieron sin reservas al servicio de la patria y de los principios que Rosas sostenía, ancianos de las luchas de la Independencia, gauchos viejos de la edad de oro, opositores y muchos unitarios conspicuos, como el coronel Martiniano Chilavert, el artillero más científico de la época.



Pero además en toda América y en Europa se consideró a Rosas como el único jefe americano que había resistido las violencias y agresiones de las dos mayores potencias mundiales. Desde entonces será llamado el grande hombre de la América.

Es que en un recodo del Paraná, un 20 de noviembre de 1845, la entereza del general Lucio Mansilla, rigiendo el sentimiento nacional, en lucha desigual con los poderes más fuertes de la Tierra, supo grabar con sangre que no se borra los derechos indestructibles del honor y de la gloria de la nación.

A pedido del historiador José María Rosa y por medio de la Ley Nº 20.770, se ha instaurado el 20 de noviembre como Día de la Soberanía Nacional, en conmemoración de la batalla de Vuelta de Obligado.

NO PERTENECE MÁS A LA MARINA

En el camino de montar una escuela de las Madres en la ESMA

El presidente Néstor Kirchner y su esposa Cristina Fernández, encabezaron el acto mediante el cual fue cedido a los organismos de derechos humanos el predio que ocupaba la ESMA. La Asociación Madres de Plaza de Mayo levantará allí un Centro de Educación Popular, que honrará “la vida para la memoria fértil”.

Por Demetrio Iramain (del Periódico Madres de Plaza de Mayo)

“Ganamos”, le dice un joven a una de las Madres besándola en la mejilla. El militante lleva en sus manos una bandera azul con el pañuelo blanco en el centro, de la Asociación Madres de Plaza de Mayo, y por única inscripción la consiga “Ni un paso atrás”. Acaba de terminar el acto oficial por el cual la Escuela Mecánica de la Armada pasa a ser patrimonio de las organizaciones que supieron enfrentar a la dictadura, hasta vencerla.
En el predio del barrio de Núñez funcionó el campo de concentración más emblemático del plan genocida. Por él pasaron miles de desaparecidos, entre ellos las tres Madres de Plaza de Mayo iniciadoras del movimiento. Sólo unos 200 lograron sobrevivir.
Al acto oficial de “recuperación” de ese espacio, asistieron todos los ministros del gabinete nacional, secretarios de Estado y altos funcionarios de gobierno, y los familiares de las víctimas que sucumbieron en la ESMA. Una veintena de Madres de Plaza de Mayo se ubicó en un palco lateral, y la presidenta, Hebe de Bonafini, compartió la mesa del escenario junto al mandatario Néstor Kirchner, su esposa Cristina Fernández, el vicepresidente Daniel Scioli y el todavía jefe de gobierno porteño, Jorge Telerman. También se sentó allí la titular de Abuelas, Estela de Carlotto.
El acto se desarrolló en la Plaza de Armas de la guarnición, ante miles de militantes de organizaciones populares que colmaron el predio. Podían verse banderas del MUP, Frente Transversal, Patria Libre, Movimiento Libres del Sur, FTV, PT, y cientos de insignias y carteles de la Asociación Madres de Plaza de Mayo, que portaron sus militantes y trabajadores de las obras de construcción de viviendas, fácilmente reconocibles por sus cascos amarillos y azules. Los jóvenes que acompañaron a las Madres se autoconvocaron tras escuchar por la radio propia de la Asociación, en el 530 del dial, que saldrían micros desde la puerta de la sede de la Universidad Popular.
Las Madres ocuparán el edificio del Liceo Naval, un espacio por demás significativo debido a que allí se formaban y asistían a clases de adoctrinamiento y técnicas represivas los marinos que actuaban en los crímenes. Los pañuelos blancos convertirán al lugar en un Centro de Educación Popular, donde habrá cursos de formación primaria y secundaria y talleres artísticos, para honrar “la vida para la memoria fértil”, como explicó Hebe de Bonafini.
"La ESMA ha sido recuperada", dijo Kirchner en el tramo central de su discurso, mientras que Cristina Fernández ratificó "un proyecto político con memoria, verdad y justicia" y resaltó el hecho de que las causas contra ex represores se llevan adelante "como dicen las Madres, sin odio ni rencores, pero con justicia y memoria, para que podamos ver ante la justicia a los cobardes y asesinos que tuvieron encerrados a nuestros hermanos".
El acto reunió a todos los ministros del gabinete, y además del matrimonio presidencial habló el jefe de gobierno porteño Jorge Telerman.
El ente que estará a cargo del predio, que ahora fue formalmente oficializado, será administrado en forma conjunta por el Estado nacional, el gobierno de la Ciudad de Buenos Aires y la Asociación Madres de Plaza de Mayo, entre otros organismos de derechos humanos.
En tono pausado y dirigiéndose a la militancia que colmó el lugar, el presidente Kirchner señaló que "cuando los escucho cantar me acuerdo de cuando con la misma fuerza, las mismas ganas, cantábamos con los compañeros y compañeras hace tres décadas, por un país mejor".
El mandatario se refirió a los desaparecidos en la ESMA como "héroes anónimos" y se emocionó al agregar que "el espíritu de ellos estará pensando: volvimos, estamos, todavía podemos ganar".
"Creo que desde algún lado deben estar diciendo que por fin se movió la Justicia, que por fin la Cámara de Casación dio un paso trascendente", expresó el Presidente refiriéndose a las últimas novedades en el juicio sobre la represión en la ESMA.
La cuestión de la Justicia fue abordada, también, por el discurso de la mandataria electa, Cristina Fernández. "Esperamos que haya muchos más pasos trascendentales en todas las áreas de la Justicia", apuntó, y enseguida enfatizó que “un país sin Justicia es desequilibrado. Lo que repara es la Justicia, con derecho a la defensa, al debido juicio, que no concedieron (los genocidas) a otros miles de argentinos".
Cristina Fernández recordó sus anteriores visitas a la ESMA y dijo que la segunda vez que estuvo en el lugar, el 24 de marzo de 2004, sintió una "conmoción" que "nunca olvidaré". También subrayó que "me encanta escucharlos cantar el himno con alegría. Para construir la Patria hay que hacerlo con mucha alegría en el corazón".
La mandataria electa se refería a aquella histórica jornada del 24 marzo de 2004, a 28 años del golpe, cuando el presidente Kirchner sorprendió con el anuncio del traspaso, que ahora se concreta. En la oportunidad, la Asociación Madres de Plaza de Mayo asistió al acto, pero ubicándose sobre la vereda de la ESMA, sin ingresar, debido a que el lugar todavía era ocupado por las Fuerzas Armadas.
Esta vez, los oficiales de la Marina de Guerra fueron desalojados por completo, sus edificios abandonados, y ningún militante se cruzó siquiera con uno de ellos, aunque más no sea para hacerle sentir todo el desprecio ante el horror, la prepotencia y la impunidad que guiaron los últimos 30 años de injerencia militar en la vida política del país.
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Prostitución, mujer mercancía, Marc Augé antropólogo francés,


''La mujer es una mercancía como otra cualquiera''
Por Marc Augé (*)


Para el antropólogo francés Marc Augé ''la prostitución desvela la verdadera faz del utilitarismo capitalista. Y el espectacular incremento del número de prostitutas en los últimos tres lustros, ''es hijo de la globalización''. Le entrevistó para Il Manifesto Simone Verde.
Marc Augé, antropólogo francés, autor de la fórmula ''no ha lugar'', que tanto éxito ha tenido a la hora de representar y aclarar algunas dinámicas de la sociedad contemporánea. Preguntado por las formas de explotación que hoy afectan a 500 mil personas en toda Europa -a más de 30.000 en Italia-, lanza su acusación: ''El tráfico de esclavos del tercer mundo es el producto de nuestras sociedades. Se alimenta de necesidades consubstanciales con el actual sistema económico en el que todo, también los seres humanos, se reduce ya a mercancía''.

-¿Por qué, tras años de disminución, en los últimos tres lustros ha crecido de manera exponencial el número de prostitutas?
-Se trata de unos de los sesgos negativos de una globalización en la que todo se convierte en objeto de comercio. También la vida humana. Es un fenómeno que se da en ambos sentidos: a través de la importación de esclavas que se venden en las aceras de nuestras calles, pero también, gracias al turismo sexual, en países en los que la pobreza es tan grande, que fuerza a muchas mujeres a poner el propio cuerpo en almoneda. Un fenómeno que se ha desarrollado incluso en concomitancia con la ampliación de las economías nacionales y de los mercados.

-Así pues, ¿la prostitución como el negativo de nuestro sistema económico y social?
-La prostitución es un fenómeno extremo, y precisamente por eso permite reconocer más fácilmente las estructuras sociales dominantes. En el caso de la Europa de hoy, refleja de manera particularmente explícita y clara la cultura netamente utilitarista y comercial del capitalismo. Un cultura en la que todo, hasta la existencia individual misma, se convierte en instrumento de satisfacción del consumo. Una cultura que teoriza la libre circulación de las mercancías, obligando así a las personas que quieren llegar a Occidente a transformarse en bienes de consumo.

- Con todo, las nuestras son sociedades en las que hay una relativa libertad sexual.
-Es verdad, pero la ilusión de una transformación antropológica, característica de los Sesenta, era eso, una ilusión. Desaparecida, por ejemplo, la perspectiva de una paridad completa hombre-mujer, determinados modelos ancestrales han reaparecido con todas su raóces intactas. Razón por la cual muchos clientes sostienen que andar con prostitutas les permite hacer con ellas cosas que no pueden hacer con sus mujeres. Con la diferencia de que, hoy, aquellas pulsiones ancestrales asumen características típicas de nuestro tiempo, y se expresan en relaciones troqueladas por el sistema en que vivimos. La cultura consumista, por ejemplo, estimula la prostitución llenando nuestra vida cotidiana con un sinnúmero de imágenes eróticas, a fin de generar nuevas necesidades, nuevas exigencias y nuevas tajadas de mercado.

-En un reciente estudio francés aparece una elevadísima tasa de violencia de los clientes sobre las prostitutas.
-Se trata de un fenómeno muy complejo, en el que entran en juego los clásicos mecanismos de dominación machista. En el caso específico, el hecho de que estas mujeres no sean prostitutas, sino verdaderas esclavas, personas que no han elegido desarrollar esa actividad, sino a las que se les ha impuesto por la fuerza, las hace todavía más atractivas para un cierto sadismo que se nutre de la imagen del blanco dominante que maltrata a la mujer, ser más débil, y encima, perteneciente a poblaciones consideradas inferiores. Tal es el esquema, alimentado y difundido por los medios de comunicación y por la naturaleza archicomercial del actual capitalismo. Razón por la cual, hoy, las prostitutas no son ya seres humanos, sino objetos de usar y tirar, una vez usados.

- ¿Cómo analiza usted el fenómeno fuera de los grandes centros habitados, en el campo o en los centros provinciales?
-Es una prueba más de un tipo de globalización consistente en someter el territorio a las exigencias del consumo. Un fenómeno que coincide con las desaparición, cada vez más clara, de la distinción entre campo y ciudad. Para darse cuenta de eso, basta viajar: no existen ya oasis o discontinuidades en la explotación del territorio. Las prostitutas-esclavas no son una excepción; están disponibles por doquier.

(*) Es un reconocido antropólogo francés. (Il Manifesto - Italia)

Che Guevara su compañero cubano en la guerrilla, en la sierra, en Africa y en Bolivia hasta el último día. Padrino del Museo Argentino al Che Guevara


“El Che murió como vivió: lleno de optimismo”
HARRY VILEGAS (POMBO) SOBREVIVIENTE DE LA GUERRILLA DEL CHE EN BOLIVIA


Los diez años más importantes de la vida del General de Brigada Harry Villegas Tamayo fueron al lado de Ernesto Che Guevara. Ese es uno de sus mayores orgullos. Oriundo del poblado de Yara, es conocido mundialmente como "Pombo", nombre que utilizó en las guerrillas internacionalistas en el Congo y Bolivia. También le llamaron de esa manera en las ocasiones en que durante 12 años estuvo cumpliendo otras misiones internacionalistas. En un libro que publicó y que lleva como titulo: "Pombo: un hombre de la guerrilla del Che", ofrece una amplia información de la gesta boliviana basado en su diario de campaña. Durante sus estancias en Cuba ha desempeñado diversos cargos en las Fuerzas Armadas, desde participar en Ciego de Ávila en la "Operación Mambí", hasta permanecer durante siete años como Jefe de la Brigada de la Frontera, después su labor educativa como Jefe de la Sección Política del Ejército Occidental o actualmente cuando se desempeña como Secretario Ejecutivo de la Asociación de Combatientes de la Revolución Cubana. Este militar tan sencillo como audaz; tan valiente como sincero; tan temerario como leal, muestra orgulloso en su pecho la Estrella de Héroe de la República de Cuba. Si el Che pudiera verlo estaría feliz de que este hijo suyo no haya olvidado las patrióticas lecciones que él comenzó a darle en la Sierra Maestra y terminaron en la Quebrada del Yuro
(Tomado del libro Secretos de Generales)
LUIS BÁEZ
—¿Qué imagen guarda de sus padres?
Fidel condecora al General de Brigada Harry Villegas con el título de Héroe de la República de Cuba.
—Recuerdo a mi padre leyendo, especialmente sobre temas históricos, aunque su oficio era la carpintería. También gustaba mucho del ajedrez. La gente le tenía mucho cariño, quizás porque siempre lo daba todo, era muy extrovertido. Una persona sumamente sincera.
En cambio mi mamá era distinta, ella era muy reservada; quizás por su origen campesino o por su descendencia africana directa por parte del padre. Pero era muy trabajadora, llegó a tener pequeños negocios en Yara, Las Tunas y Palma Soriano. A los dos los recuerdo con un amor inexpresable.
—¿De dónde es usted?
—Mi origen es campesino, nací en las inmediaciones de la Sierra Maestra, en el pueblo de Yara. Me crié en un ambiente muy particular, ya que la historia que rodeaba nuestra zona influía directamente en cada habitante: en Yara quemaron al indio Hatuey, recordado por su resistencia ante los conquistadores de España, y allí también se dio el "Grito", el primer combate por la Independencia de Cuba. Todo eso creaba un sentimiento patriótico en la juventud. Recuerdo que la celebración del 10 de Octubre era algo muy solemne, de gran importancia.
Particularmente para mí, nacer en Yara fue esencial para el desarrollo posterior de mi vida.
—¿Dónde pasó sus primeros años?
—La enseñanza primaria la hice en la escuela Carlos Manuel de Céspedes. Después continué los estudios en Manzanillo, a la par que trabajaba en un comercio. Estuve un tiempo con los boy scout de la Iglesia Católica, aquí me daban un ticket que iba reuniendo y al final del año podían ser cambiados por juguetes, por otra parte asistía a los cultos de la Iglesia Protestante, porque aquí me daban un dulcecito. Estas eran las cosas que los muchachos de mi edad hacían. También me sentía atraído por el cine y como no le podía pedir todos los días una peseta al viejo para ir a ver una película, conseguí que me dejaran pegar en las paredes los pasquines de los filmes; de esa manera tenía asegurada mi entrada. Incluso durante un tiempo fui el locutor del cine del pueblo, anunciaba la película y me pagaban un peso.
La guerrilla de Bolivia. De izquierda a derecha: Gustavo Machín, Harry Villegas, Leonardo Tamayo, Eliseo Reyes, Comandante Ernesto Guevara, Carlos Coello, René Martínez y Octavio de la Concepción de la Pedraja.

Llegué a ser posteriormente el administrador de este. También me gustaba jugar pelota.
—¿Qué base?
—Jugaba la primera base. Una tarde fuimos a San Ramón y cuando llegamos me encontré que el juego estaba suspendido por lluvia. Se negaron a pagarnos el pasaje y tuvimos que hacer una colecta entre los vecinos para regresar. Pero sobró dinero y nos dimos unos tragos antes de volver. Cuando llegué a mi pueblo, era tarde para abrir el cine y el dueño me botó.
—¿Qué hizo el 10 de marzo de 1952?
—Yo tenía un hermano que militaba en el Partido Ortodoxo, era concejal y se metió en la lucha contra la tiranía. De esa forma, caigo también en el enfrentamiento a Fulgencio Batista.
Me incorporé a una célula en la que se encontraban Leopoldo Cintra Frías (Polo), Teté Puebla, Manuel Lastre y otros compañeros. Empezamos a realizar diferentes actividades: interrumpir el alumbrado eléctrico, regar tachuelas, etc.
—¿En qué momento decidió irse para la Sierra Maestra?
—En esa lucha me detuvieron tres veces. Era muy peligroso mantenerme en el pueblo y decidí irme para la Sierra Maestra en unión de siete compañeros.
—¿Se encontraron con los rebeldes?
—Nos tropezamos con Gerardo González (le decían El Sapo), él comandaba un pelotón de escopeteros que operaba en la zona. Con ellos participo en mi primera acción de guerra.
—¿En qué consistió?
—Hicimos una emboscada a una patrulla que se movía en la carretera de Manzanillo a Bayamo. Logramos capturar algunas armas, aunque los soldados tiraron varias al río.
En un momento del combate aparecieron unas tanquetas pintadas de negro que nos abrieron fuego. Eso nos obligó a darnos a la fuga. Algunos cogieron hacia Bayamo. Yo me fui para Manzanillo con la intención de internarme en la Sierra. No fue fácil agruparnos. Me quedé merodeando por el llano.
El ejército, que nos había seguido, logró cercarnos. En la noche, logré escabullirme y tomé camino a las montañas.
—¿Hacia qué zona?
—Llegamos a Canabacoa, a casa de un campesino que tenía una panadería. Comimos pan y al otro día continuamos la marcha. Nos encontramos a un grupo de combatientes del Ejército Rebelde. Era un pelotón dirigido por el chino Idelfredo Figueredo, de Santiago de Cuba. Pertenecían a la Columna del Che.
—¿Qué sintió cuando estuvo frente al Che?
—Una impresión muy fuerte. Ya el Che era una leyenda viva. Me hizo varias preguntas. Le dije que era hermano de Diógenes Villegas, que estaba en el mortero con Pepín Quiala. Le pedí que me aceptara. Yo llevaba un fusil 22. Se resistió. Me dijo que no podía quedarme: ¿Crees que vos vas a poder combatir con ese fusilito? Con eso no se puede hacer la guerra; allá en el llano están los soldados, baja y desármalos.
—¿Bajó?
—Qué remedio me quedaba. Pero con tan mala suerte de que me vio un chivato y me denunció.
—¿Adónde se dirigió?
—A hacer contacto con mi familia. Estando en casa, tocaron a la puerta. Eran los soldados. Pude irme por una salida trasera y me escondí en un platanar. De ahí me marché para la vivienda de uno de mis hermanos.
A los pocos días me fui para el antiguo central Sofía. Logré, con algunos amigos, conseguir unos revólveres y una escopeta. Con ese armamento regresé al monte. Localicé nuevamente al Che.
—¿Y lo aceptó?
—Esta vez sí. Me dejó en el pelotón de la Comandancia. Empecé a cargar mochilas, servir de mensajero, o sea, ganándome la posibilidad de ser guerrillero, a la vez que asistía a la escuelita que él había organizado. En esos momentos estaba en la Pata de la Mesa.
—¿Quién impartía las clases?
—El propio Che.
—¿Qué materias?
—Historia de Cuba. Nos hablaba de Antonio Maceo, Máximo Gómez y otros patriotas, de la grandeza de sus acciones desde el punto de vista militar, la táctica empleada, etc.
También estudiamos las obras de Marx, en forma comentada. Nos explicaba detalladamente cada concepto. Igualmente nos enseñaba Matemáticas. Hasta que lo designaron para Minas del Frío.
—¿Qué tareas realizaron?
—Comenzamos a levantar casas para instalar la escuela, el hospital, etc. El enemigo detectó, desde el aire, esas construcciones.
Trajo como consecuencia que diariamente recibíamos una lluvia de balazos de ametralladoras y racimos de bombas procedentes de los aviones.
El Che lo sabía y lo tenía como un elemento de depuración de la tropa, porque nos formaba y la gente al escuchar la presencia de la aviación se aterraba.
Rompíamos la formación y se formaba un correcorre tremendo. En todo ese tiempo no hubo heridos por los aviones, pero sí hubo cientos de lesionados por la desbandada que se armaba.
Después que pasaban los aviones siempre había un grupo que decidía abandonar la guerrilla. En ese campamento varios compañeros tuvimos un fuerte encontronazo.
—¿Con quién?
—Con un norteamericano llamado Herman Mark, que había sido combatiente de la guerra de Corea. Era una gente que tenía dominio de la táctica y lo pusieron a entrenarnos. Muy exigente, déspota y además glotón. Un gran hp... Le teníamos un odio del carajo.
Eso provocó que se formara una especie de sedición. Nos negamos a seguir recibiendo sus instrucciones. El Che se hallaba de recorrido. Al regresar al campamento se encontró esa situación.
—¿Qué hizo?
—Tomó medidas muy drásticas, propias de su carácter. Al responsable de la insubordinación planteó fusilarlo. A mí y a otros compañeros, tres días sin comer. En medio del problema, llegó Fidel.
—¿Se enteró de lo ocurrido?
—Sí. El Che se lo informó. Después que hablaron un largo rato, el Comandante en Jefe decidió rebajarle la sanción a todo el mundo. Al que tenían previsto fusilar, lo castigaron a tres días sin comer y al resto un día sin ingerir alimentos. A los que no estaban muy involucrados los exoneraron de responsabilidad. Para mí constituyó una importante enseñanza. Después tuve otro altercado con el Che.
—¿Cuál fue la causa?
—Me mandaron al llano, por la parte de Campechuela, a buscar miel. Subí cargado de miel. Llegué a casa de un campesino y me brindó café. Le pedí que me diera una botella y la llené de miel y se la regalé para endulzarlo.
Cuando llegamos al campamento uno de los acompañantes se lo informó al Che. Como era el Jefe del grupo me pasó la cuenta.
Me llamó, reprimió y me dijo que cómo era capaz de coger algo que era propiedad del colectivo y distribuirlo. Fue una nueva lección. Después me mandó un tiempo con Fidel.
—¿Con qué intención?
—A fortalecer, en unión de otros compañeros, las fuerzas rebeldes que estaban combatiendo en El Jigüe y para que nos fogueáramos ya que éramos muy jóvenes.
—¿En qué lo pusieron?
—Fidel nos mandó a que todas las noches teníamos como tarea hostigar al ejército: tirándole tiros, hacer sonar latas para no dejarlos dormir.
En un momento determinado me enviaron a reforzar la emboscada que estaba ubicada en La Plata para rechazar a un batallón de la tiranía que venía en apoyo de la tropa del comandante José Quevedo. Tuvimos que combatir duramente.
No se me olvidará que iba por la loma y sentía que me caían los cañonazos al lado. Miraba y no veía a nadie. Me preguntaba cómo podían saber dónde estaba. Tuve que abandonar el camino y meterme a campo traviesa, hasta que llegué a la Comandancia.
Después me explicaron que los disparos provenían de una Fragata que contaba con un equipo de visión larga (GMT).
—¿Cómo le fue en la Comandancia?
—Nos encontramos con un tipo llamado Puebla que era muy anticomunista. Al vernos dijo: "Llegaron los comunistas del Che". Yo no tenía ninguna noción del comunismo pero ese anticomunismo nos lo quiso cobrar a nosotros.
—¿De qué manera?
—El primer día nos dio un cubo de congrí con malanga. Al otro nos puso el mismo cubo y al tercero repitió la operación. Ya esa comida tenía muy mal olor. No había quien se la comiera. La rechazamos. Nos dijo: "bueno, ya no hay más comida".
Fuimos a ver a Celia Sánchez y le explicamos que llevábamos varios días sin comer. Enseguida mandó a darnos alimentos a la vez que nos comentó: "Miren, niño que no llora no mama".
—Después de la victoria en El Jigüe, ¿se quedó con Fidel?
—No, fuimos enviados nuevamente para la tropa del Che. Antes de irnos Fidel nos entregó algunas armas. Cogí un fusil ametralladora Browning con un montón de peines. Yo era muy flaquito, Fidel se quedó mirándome y me preguntó: "¿Tú crees que puedas con eso?" Le respondí: "¡cómo no voy a poder!" Nunca me había echado una cosa así al hombro.
Cuando estaba sentado no lo sentía pero al subir las lomas me lo sentía en el alma.
—¿Dónde estaba el Che en esos momentos?
—Había tirado un cerco desde Las Vegas a las Mercedes para impedir que el ejército avanzara. Me quedé atrás debido al enorme peso que cargaba.
Al llegar me metió una nueva bronca. Le comentaron que me había quedado durmiendo en casa de un campesino. Me volvió a castigar.
—¿En qué consistió el castigo?
—En no portar armas durante toda la guerra.
—¿Lo cumplió?
—Afortunadamente no. Cuando se le quitó el encabronamiento le expliqué lo ocurrido. Lo comprendió y me cambió la Browning por una ametralladora San Cristóbal de origen dominicano.
Posteriormente participé en los combates de Las Vegas de Jibacoa, Las Mercedes y otros, hasta que vinimos en la Invasión.
—¿Tenía alguna responsabilidad en la Columna?
—Formé parte de la Comandancia, tenía la misión de enlace. Iba constantemente de un extremo a otro de la Columna a buscar información. Por eso siempre digo que hice la Invasión dos veces.
La hicimos en condiciones muy difíciles, adversas, complejas, caminamos en las peores condiciones.
Pasamos por momentos muy peligrosos, como fue el cruce de la trocha de Júcaro a Morón y el combate en Cuatro Compañeros. Además, sin comida. Recuerdo que traía un paquete de gofio, pero no podía tocarlo. El Che me lo controlaba. —¿Cómo está el gofio?— Cuando se lo entregué, lo revisó para ver si le faltaba una onza.
Antes de la toma de Santa Clara tuvimos combates muy duros. Uno de ellos fue la toma del cuartel de Cabaiguán. Los guardias hicieron una fuerte resistencia. En un gesto de temeridad el Che me dijo que lo acompañara. Lo miré y me soltó: "¿Estás apendejado?" Le respondí que no.
Subimos al techo descubierto de una casa que estaba frente por frente al cuartel. Desde ahí observamos las posiciones del enemigo, que mantenía un fuego cerrado de ametralladora que impedía que pudiéramos avanzar.
Bajamos. El Che trató de brincar un muro. Resbaló. Ahí es donde se rompió el brazo.
Aquello de apendejado me mortificó. Había que tomar unas casas donde estaban refugiados elementos masferreristas. Nos tiraban granadas. Me quedé con los compañeros. Traté de sacar a un rebelde herido. Lo logré. Al no verme junto a él, me recriminó. Le manifesté que como me había dicho lo del apendejamiento, me había quedado junto a mis compañeros combatiendo.
Me puntualizó que esa no era mi tarea y que tenía que aprender a hacer lo que se me ordenara en cada momento. Durante la Invasión, me mandó unos días para el pelotón de los Descamisados.
—¿Qué infracción cometió?
—Me quedé dormido arriba de un caballo y se me fue un disparo. En los Descamisados me dieron una olla gigante. Me la tiré arriba, con la cantimplora y todo lo que llevaba. A los tres días me mandó a buscar y me incorporó a la Comandancia.
El pelotón de los Descamisados, el Che lo concebía como algo educativo. Ahí eran enviados todos aquellos que cometían indisciplinas: el que se dormía en una posta, el que incumplía alguna orden, etc.
Primero hizo la Escuadra de los Descamisados en la Columna 4 y después en la Invasión lo convirtió en pelotón. Al frente puso a Armando Acosta.
—¿Sabían para dónde iban?
—Sabíamos que íbamos rumbo a Las Villas. Se hablaba del Escambray, pero desconocía dónde quedaba. Estaba seguro de que era en Cuba, pero el Escambray propiamente, no lo tenía como una cosa concreta.
—¿Perteneció al pelotón suicida?
—No. Eso lo creó estando ya en Las Villas. Era de manera voluntaria. Me propuse, al igual que Juan Alberto Castellanos y Leonardo Tamayo. Aceptó a los dos últimos. A mí me dijo que era necesario en la Comandancia. El Che siempre nos hablaba de que había que ser valiente y audaz como Camilo.
Nos contaba cómo Camilo se había tropezado sorpresivamente en una carretera con un camión lleno de soldados. Se paró frente al vehículo y comenzó a disparar con su ametralladora. El desparramo de guardias fue tremendo. El Che admiraba y quería mucho a Camilo.
—¿De qué manera se concibió la toma de Santa Clara?
—Bajo el principio de ir aniquilando al enemigo por partes e ir fijándole los puntos de resistencia. Los guardias brindaron tenaz oposición. Incluso la aviación desató feroces bombardeos a la ciudad.
Para tomar la estación de policía fue necesario ir atravesando el interior de las casas, rompiendo las paredes, para poder acercarnos al objetivo.
Los guardias del tren blindado no querían rendirse. Hubo que levantar las líneas para que se descarrilara. Después tuvimos que lanzarles cócteles Molotov para que el fuego y el calor los obligara a salir. A medida que se entregaban, eran enviados a una fragata que estaba anclada en Caibarién.
Este tren venía cargado de soldados y armamentos para reforzar a las tropas del ejército que estaban operando en la región oriental.
También tuvimos que desalojar a elementos masferreristas que se habían atrincherado en habitaciones del hotel Clory (Santa Clara Libre) como francotiradores. Fuimos pegando candela piso por piso para que salieran.
En los bajos del hotel, en horas de la madrugada me enteré de la huida de Fulgencio Batista.
—¿Con qué grados terminó la guerra?
—De Primer Teniente. Ya era Jefe de Pelotón.
—¿En qué viajó para La Habana?
—En el propio vehículo con el Che. Yo pensaba hacerlo en el auto de un esbirro que había requisado en Remedios.
Cuando el Che me vio con el automóvil me dijo: "¿Caballerito, qué hace con ese carro?" Le expliqué dónde lo había capturado. Me dijo que lo dejara. Me montó con él y así entré a La Habana.
—¿Qué sintió al verse en la capital?
—En mi vida había visto una ciudad tan grande. Resultó impresionante. Solamente conocía Manzanillo, Bayamo y algo de Santa Clara.
El Che nos buscaba mucho la lengua. Al ver el mar nos comentaba: "¿Vieron qué bosque más grande?" Nos impactó mucho el paso por el túnel de la Bahía. No queríamos creer que íbamos por debajo del agua.
Ya en La Cabaña tenía un terror inmenso de ir a la ciudad.
Hasta que un día, a varios compañeros y a mí, el Che nos obligó a salir. Para no perdernos, nuestro punto de referencia fue el malecón. A la ahora de regresar a La Cabaña, siempre buscábamos el litoral habanero para orientarnos.
Lo primero que hizo el Che fue conseguirnos un maestro para superarnos culturalmente. Yo había aprobado la primaria, no así la mayoría de los compañeros. Además, siguió enseñándonos a jugar al ajedrez. Me mantuve junto a él en el Departamento de Industrialización del Instituto Nacional de la Reforma Agraria (INRA), el Banco Nacional, el Ministerio de Industrias. Como jefe de su escolta dondequiera que se movía lo acompañaba.
Al regreso de su segundo viaje al exterior, nos reunió y analizó cómo nos habíamos portado los integrantes de su escolta. A Castellanos y a mí nos sancionó a sembrar, por no haber seguido los estudios. Al resto del personal que sí había asistido a las clases, lo ascendió.
Cuando me casé me fui a vivir a mi casa, pero seguía de responsable de la suya.
—¿Dónde lo sorprendió Playa Girón?
—Me encontraba al frente de las inversiones de la fábrica de cerámica "Sanitarios Nacional". Me presenté al Che. Me dijo que me mantuviera en la fábrica. En dos o tres oportunidades estuvo a punto de botarme.
—¿Por qué razón?
—Era una fábrica compleja. Trabajaban ingenieros checos, brasileños, mexicanos, cubanos. Cada uno tenía una escuela para hacer la cerámica. También puse en práctica mis fórmulas.
Había leído que un estudiante en México construyó un horno circular. Consideré que era el ideal y mandé a comprarlo. Contaba con un fondo de sesenta mil dólares para la construcción de naves y almacenes. Cogí cuarenta mil para comprar el horno.
Cuando el Che se enteró me mandó a buscar y me dijo que había violado la disciplina financiera. Me tiró los caballos encima.
Le expliqué. Comprendió. Cada vez que me veía me preguntaba si el horno ya había empezado a producir.
—¿Y en la Crisis de Octubre?
—Estaba pasando la Escuela de Administradores de Empresas que radicaba en Vento. En esa ocasión me fui con el Che para su puesto de mando en la Cueva de los Portales, en la provincia de Pinar del Río. Después me incorporé a la zafra.
—¿En qué provincia?
—En Camagüey, en el central Brasil, antiguo Jaronú. Convivíamos con los haitianos. Era impresionante verlos cuando se levantaban con deseos de pelear cómo se fajaban a machetazos.
También formé parte de las comisiones para la construcción del Partido y posteriormente me designan Jefe de Personal del Ejército Occidental (me reintegré a las Fuerzas Armadas Revolucionarias en la División de Infantería 2350, en el Ejército de Occidente) hasta que me comunicaron la misión en el Congo.
—¿Quién le dio la noticia?
—Tuve una reunión con Manuel Piñeiro y me preguntó si estaba en disposición de cumplir una misión internacionalista. Respondí que sí. Me manifestó que posteriormente el Comandante en Jefe me informaría del contenido de la tarea.
Al poco tiempo, Ramiro Valdés me dijo que el Che estaba fuera del país y me había mandado a buscar. No reveló dónde se encontraba. Después de permanecer varios días en una casa en el reparto Cubanacán, en unión de Carlos Coello (Tuma), vimos a Fidel.
—¿Qué les planteó?
—Nos informó que el Che estaba al frente de un grupo de combatientes cubanos en la guerra de liberación del Congo Belga y que nuestra misión consistía en garantizar su seguridad. Al despedirnos nos regaló un reloj.
Nuestro tránsito hacia África fue vía Moscú, El Cairo, Dar es-Salaam. En nuestros documentos aparecíamos como técnicos agrícolas que íbamos a ayudar al desarrollo agropecuario de Tanzania.
—¿Qué impresión se llevó al llegar a África?
—Tremenda. Me percaté enseguida que estaba en otro mundo. El cruce del lago Tangañica fue impresionante. Lo hice en una pequeña chalupa. Las marejadas eran peligrosas. Aquello era prácticamente un mar.
Me costó mucho trabajo llegar al campamento de Luluaburg, donde se encontraba el Che. El lugar, conocido como "La Base", estaba a una altura de casi dos mil metros. Como no me había entrenado, tuve enormes dificultades en el ascenso. Además, llevaba una mochila que pesaba setenta y cinco libras. A la mitad del camino me agotó.
El Che mandó a uno de los hombres de su escolta a auxiliarme. Este me dio a tomar té con azúcar. Cuando me recuperé reinicié la marcha. No permití que me cargaran la mochila. Solo le entregué al compañero el fusil y la canana.
Ya el encuentro con el Che fue muy emotivo. Encontré un campamento que no estaba estructurado militarmente. La gente de la zona vivía en pequeñas chozas. Desde ese instante no me separé de él en ningún momento, cumpliendo las instrucciones del Comandante en Jefe.
A los pocos días de estar en el campamento salí con unos compañeros a buscar mercancías al lago. La gente bajaba las lomas a gran velocidad. Quise hacer lo mismo y se me aflojaron las piernas a mitad de camino. Eran como las seis de la tarde.
De repente me vi rodeado de mandriles (monos africanos) que empezaron a gritar y a darme vueltas, tratando de reconocerme. Eso me atemorizó, pero saqué fuerzas de no sé dónde y continué la marcha. Esa noche dormí en el campamento del lago.
—¿Con qué nombre era conocido el Che?
—Tatu.
—¿De qué año está hablando?
—1965. Permanecimos varios meses en territorio congoleño, pero debido a los planteamientos de la Organización de Estados Africanos (OUA) de prestar solamente colaboración a aquellos movimientos que luchaban contra la colonia, tuvimos que marcharnos.
El Che exigió que se le diera por escrito la solicitud de retirada de nuestras fuerzas, para dejar bien esclarecido ante la historia el papel desempeñado por Cuba en la prestación de ayuda internacionalista al pueblo congoleño.
—¿En qué condiciones hicieron la retirada?
—En las peores. El Che tuvo que tomar enérgicas medidas. La mayoría de los combatientes africanos se querían ir con nosotros, pero solo contábamos con tres lanchas ligeras, en las que ni siquiera cabíamos todos los cubanos; les habló a los congoleños y les solicitó que se dispersaran, que no esperaran la llegada de los mercenarios, pues serían asesinados. Seleccionó a algunos de los combatientes para que vinieran a prepararse y a superarse a Cuba.
—¿En qué momento el Che le habló de la nueva misión internacionalista?
—Increíble, pero fue en medio del lago Tangañica.
—¿Cómo ocurrió?
—Estábamos cruzando el lago en condiciones muy peligrosas. Por un lado asediados por lanchas rápidas tipo Petit, francesas, y por el otro el mar muy encrespado.
En medio de esa situación el Che nos preguntó a Papi (José María Martínez Tamayo), a Tuma y a mí nuestra disposición de continuar con él la lucha revolucionaria por la independencia de los pueblos sudamericanos. Nos explicó que era una tarea difícil, en la cual íbamos a arriesgar nuestras vidas y que era una decisión estrictamente voluntaria. Los tres respondimos que continuaríamos luchando a su lado.
—¿Les reveló el país?
—No. Ni siquiera nos dio la más mínima referencia. Me cruzaron muchos sitios por la mente pero no llegué a tener la menor idea de que sería Bolivia. Solo nos orientó que al llegar a Dar es-Salaam nos separamos del resto de los cubanos.
Hubo un momento en Dar es-Salaam en que palpé la discriminación a que son sometidos esos pueblos: fui a una barbería para indios y se negaron a pelarme. Allí las barberías están repartidas: blancos, indios y negros. Fue una proeza convencerlos para que me pelaran. De ahí seguimos para Francia.
—¿Qué tiempo estuvo en París?
—Varios días. También viajaron Osmany Cienfuegos y Emilio Aragonés. Por cierto, durante nuestra estancia en el Congo había llegado a un acuerdo con Aragonés de darle el cincuenta por ciento de mi ración de carne a cambio de un reloj de platino que él tenía. Ya en París me fue a entregar el reloj, pero no se lo acepté. En definitiva no era justo cobrarle tan cara la carne.
Hicimos una vida ordinaria. Visitamos a un gallego amigo de Osmany y lugares de interés cultural e histórico. De ahí nos trasladamos a Moscú.
—¿Qué tal la estancia?
—Normal. Aunque nos ocurrió algo muy gracioso. Estábamos alojados en el hotel del Partido y un funcionario le preguntó a Tuma si él era miembro del Comité Central, y este, que no era militante, le respondió que "él no sabía ni en dónde se hacía el Partido".
Ahí mismo nos botaron a Tuma y a mí del hotel. Nos pusieron en la calle en medio de tremendo frío. En esa situación permanecimos hasta que llegó Osmany e intercedió por nosotros y nos permitieron entrar nuevamente en el hotel. Posteriormente partimos para Checoslovaquia.
—¿Con qué objetivo?
—Reunirnos con el Che. Nos instalamos en una finca en las afueras de Praga, en un área rodeada de lagos. Diariamente hacíamos caminatas. A veces marchábamos hasta veinte kilómetros. También teníamos nuestras prácticas de tiro. Igualmente jugábamos voleibol.
En una ocasión en que estábamos celebrando un partido de voleibol contra el Che, Pachungo (Alberto Fernández Montes de Oca) que ya se había incorporado al grupo, nos planteó que había que dejarlo ganar porque era el jefe, a lo que nos opusimos.
Se formó una tremenda discusión. Intervino el Che. Nos dio la razón y señaló que tenía que ganar el que mejor jugara.
En otro momento nos percatamos de que la señora que cocinaba diariamente se llevaba un poco de carne. Hablamos con ella y le dijimos que eso no era correcto. Le explicamos lo que era el socialismo. La vieja nos increpó. Nos dijo que de cuál socialismo hablábamos, pues ella no tenía oportunidad nunca de comer carne.
Se lo comentamos al Che y tomó la medida de comer carne solo algunos días de la semana, para que no se estableciera esa diferencia tan grande, que la vieja nos había señalado.
Una vez que Tuma y yo caminábamos por la Avenida Wenceslao nos tropezamos con un negro grande que iba con tremenda rubia. Pensamos que era un africano. Cuando le pasamos por al lado le dijimos: "Negro, aprovecha, que eso no se da todos los días". El tipo resultó cubano. Empezó a gritar: "cubano, cubano". Nos echamos a correr. Y él detrás de nosotros queriendo establecer contacto. Cuando se lo contamos al Che montó en cólera, pues estábamos haciendo una vida clandestina y lo menos que podíamos hacer era mantenernos callados para que no se notara nuestra nacionalidad.
Después de ese hecho comenzó un régimen más estricto de compartimentación. Él salía solo con Pachungo. Tuma y yo por nuestro lado. De manera tal, que nunca estuviéramos los cuatro juntos.
—¿En algún momento volvieron a La Habana?
—El Che nos autorizó a viajar una semana a Cuba para ver a nuestra familia. De regreso a Praga, nos informó que nuestro próximo destino sería Bolivia.
Antes de partir me entregó un maletín preparado que llevaba dentro una pistola con su respectivo parque y treinta mil dólares. En los momentos de la despedida cogió nuestro Sansonite y lo agitó en el aire. Se percató de que algo se movía en su interior. Me cambió el maletín. Me dio el suyo, que tenía más o menos una composición similar al mío pero estaba mejor preparado. Entonces, sonriente, me comentó: "hasta en estas cosas los negros son discriminados".
—¿Con quién hizo el viaje a Bolivia?
—En unión de Tuma. En el avión nos sentamos separados. A Tuma le cayó al lado un cura que trató de establecer conversación con él. Le habló en francés, inglés, español y Tuma no contestaba. El sacerdote seguía insistiendo.
En un momento Tuma me gritó: "Pombo, dile a este señor que yo no hablo español, sino swahili. Al cura no le quedó más remedio que echarse a reír.
—¿Qué lo llevó a escribir un diario de la guerrilla en Bolivia?
—El diario no fue escrito con la intención de que se publicara, ni con la idea de escribir posteriormente un libro. Además, no tengo pretensiones literarias.
Esas páginas recogen desde el catorce de julio de 1966, en que llegué a La Paz, hasta el seis de marzo de 1968, cuando los sobrevivientes de la guerrilla regresamos a Cuba.
Mi interés inicial fue ir plasmando aquellos hechos que tuvieron una connotación que me permitiera explicarles a mis hijos y nietos esa etapa de mi vida, con un poco más de detalles, ya que con el decursar del tiempo la memoria empieza a fallar y los hechos comienzan a olvidarse o a tergiversarse.
El primer cuaderno de este diario —14 de julio de 1966 a 28 de mayo de 1967— estaba en la mochila del Che cuando fue capturado en la Quebrada del Yuro.
Una copia mecanografiada del mismo fue hecha llegar a Cuba por Antonio Arguedas, en esa época Ministro del Interior de Bolivia.
La segunda parte la comencé a escribir el veintinueve de mayo de 1967 pero me fue incautada al entrar en territorio chileno. Salvador Allende, por esos años presidente del Senado de Chile, le entregó fotocopias a las autoridades cubanas.
Antes de hacerlo público, mediante mis anotaciones y documentos de la época, le hice una profunda revisión sin cambiar ni modificar lo escrito al calor de la lucha revolucionaria.
—¿Cuándo vio al Che por última vez?
—Cuando detectamos la presencia del ejército, el Che organizó todas las acciones combativas.
A mí me dio la tarea de defender un extremo de la quebrada, la parte más alta, conjuntamente con Urbano, y nos explicó dónde teníamos que volvernos a reunir con él. Esa fue la última vez que vi con vida a Ernesto Guevara.
—¿Cómo era su estado de ánimo?
—Bueno. No hubo un solo momento en que el Che perdiera el control, entusiasmo y la confianza en la victoria.
Todavía el propio día 8 de octubre, él pensaba en las posibilidades del éxito y por eso estaba analizando cómo salir de la zona y buscar otra parte del territorio boliviano en donde continuar la lucha.
—¿En algún momento el Che les habló de la muerte?
—Nunca. Él no la concebía. Como una cosa hipotética, sí. En la guerra se llevan dos jabas: la de ganar y la de perder. Pero hablar de la muerte como tal, jamás la mencionó.
El Che murió como vivió: lleno de optimismo.

Pombo, Harry Villegas, sobreviviente de la guerrilla en Bolivia, acompañó a Guevara su último día de vida, Padrino del Museo Argentino al Che Guevara


Harry Villegas (Pombo), sobreviviente de la guerrilla en Bolivia

Mi jefe, el Che Harry Villegas (Pombo)

A los 14 años ya combatía junto al Che Guevara y Fidel Castro en la Sierra Maestra. Luego del triunfo de la revolución, Guevara lo seleccionó para la misión internacionalista en el Congo para luego volver a luchar en el Cono Sur, en busca de la revolución continental. Tras la caída del Che en Bolivia, comanda el grupo que logra llegar a Chile superando el cerco de la CIA. De vuelta en Cuba, marcha nuevamente al Africa, donde combate en Angola contra el régimen racista de Sudáfrica. Por todo lo anterior, ha recibido la condecoración “Héroe de la República de Cuba”. A sus 64 años es general de brigada de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR), miembro del Partido Comunista Cubano, vicepresidente y secretario ejecutivo de la Dirección Nacional de la Asociación de Combatientes de la Revolución Cubana. Hablamos de Harry Antonio Villegas Tamayo, más conocido como “Pombo”, su nombre de guerrillero, uno de los combatientes que acompañó a Ernesto Che Guevara durante trece años en diferentes escenarios de la lucha revolucionaria.
¿Cómo un niño pobre se convierte en guerrillero?
“Yo soy de origen campesino, de las estribaciones de la Sierra Maestra, donde comienza el proceso de la revolución cubana. Los jóvenes siempre tienen la inquietud de buscar nuevos horizontes y un sentido a la vida, aunque uno sea un humilde campesino. La atracción del proceso revolucionario nos fue llamando a incorporarnos. La misma revolución nos dio más elementos, más preparación, más cultura. Al tener una cultura política más amplia, te vas radicalizando”.
¿A qué edad tomó por primera vez un arma y cuál fue su motivación?
“A los 14 años, en una célula de acción y sabotaje en un poblado chiquito de la Sierra Maestra. Nuestras acciones eran pintar consignas, poner banderas del Movimiento 26 de Julio, cortar la electricidad y otras acciones que iban creando efervescencia política y ayudando a la toma de conciencia del pueblo. Pero mi motivación era fundamentalmente contra el dictador Batista. Si te dijera que en esos momentos estaba luchando por el socialismo sería una mentira. Yo luchaba por la caída de la tiranía de Fulgencio Batista, que fue lo que motivó a los jóvenes cubanos. Después conocimos el programa del Moncada que tenía reivindicaciones como que la tierra fuera de quien la trabaja, erradicar el analfabetismo, trabajo para todos, abolir la discriminación racial y que las mujeres tuvieran igualdad de derechos con los hombres”.
¿Era muy fuerte la discriminación racial en esa época?
“Sí, a pesar de que la esclavitud se derogó en 1868, realmente no se materializa hasta mucho después. El negro supuestamente era libre. Pero no había igualdad, ni de educación ni de cultura, y eso te segrega, porque no puedes desempeñarte como los blancos por no tener preparación. Seguías trabajando en un plano de servidumbre. Después, en la seudo república, se fue creando una forma metamorfoseada de esta discriminación. Pero siempre estaba latente que los negros se juntan con negros, los mulatos se juntan con mulatos y los blancos con los blancos. Y había lugares -como las plazas- que estaban divididos. La parte externa para negros y mulatos y la parte interior para los blancos. Ahora en Cuba ya no se dan estas manifestaciones brutales de racismo, pero se mantienen algunas muy sutiles”.
¿Cuándo conoció al Che y a Fidel?
“Luego de algunas acciones, nos vimos obligados a subir a la Sierra Maestra. Allí tuve la suerte de caer en la columna del Che y Fidel, que ya eran símbolos para los cubanos. Yo tenía 14 años y el Che unos 27. El Che nos explicaba que la guerrilla tenía dos momentos estelares: uno, esporádico, era el combate y otro era la comida, que también era esporádica. Esos dos momentos le daban sentido a la vida del guerrillero. Para el Che, el guerrillero era un reformador social, no sólo un hombre que porta un arma, sino un hombre con un objetivo: cambiar la sociedad. Para él tenía gran importancia educar a la gente de su columna, que por lo general éramos campesinos y no teníamos una formación ideológica definida. El Che trataba por vías como lecturas comentadas, de irnos formando. Nos decía que la libertad se sustenta en un hombre pleno, un hombre culto, que domine las ciencias sociales y otros conocimientos”.
¿Cómo es el día normal de un guerrillero?
“La guerrilla es una de las formas más difíciles y complejas de la guerra revolucionaria. Requiere de gran capacidad de sacrificio y tenacidad. Hay un momento en que uno tiene que renunciar a todas las comodidades de la civilización. Te conviertes en un animal de la montaña, y eso requiere convicciones muy fuertes. Por eso el Che decía que la guerrilla permite alcanzar el escalón más alto de la especie humana. En la primera fase tienes una vida nómade, eres muy débil y tienes que desconfiar de todo. Es una etapa de continuo movimiento, de estar vigilando, listo para combatir en cualquier momento, para romper el contacto con el enemigo. La guerrilla no debe dar batallas que no le convengan, por eso su táctica se denomina ‘muerde y huye’.
Luego hay un momento en que quien debe dominar el terreno eres tú. Eso es determinante. Hay que caminar mucho para conocer el terreno, saber si estás en un lugar firme y si viene el ejército, por dónde te puedes ir o cómo puedes sorprenderlo. Hay que ser muy hábil para dominar el terreno: buscar las ventajas, aprovechando la información y estar listo a desplazarte, caminar, tener disposición para no agotarse, porque el enemigo tiene posibilidades y ventajas como los helicópteros. Y la comida del guerrillero es muy escasa: sólo la que va apareciendo en el camino”.
¿Dónde y cómo dormían?
“Cuando se monta un campamento, tienes que organizar la guardia con observadores en varios ángulos, para que no te sorprendan. Pero también depende de los jefes. Por ejemplo, el Che tendía a ser más sedentario, por las características de su enfermedad (asma). Entonces, buscaba lugares que fueran muy difíciles de acceder para el enemigo y organizaba avanzadas. Si el ejército llegaba, chocaba con esos pelotones y daba tiempo a reaccionar. Fidel, por el contrario, se movía todos los días y a toda hora. Por lo tanto, con él no sabías cuándo ibas a poder dormir, dependía de cómo estuviera pensando en ese momento. Si creía que tenía que moverse, así lo hacía y eso lo salvó un montón de veces.
En la invasión al occidente de la isla, por ejemplo, dormíamos dos o tres horas, prácticamente parados, porque traíamos detrás al ejército. Pero a veces nos quedábamos dormidos incluso cercados, cuando ya no dábamos más, porque la resistencia humana también tiene límite”.
CHE EXIGENTE Y AUTOCRITICO
En cuanto a la muerte del Che en Bolivia, usted ha señalado que no fue mérito del enemigo.
“Yo pienso que él pudo escapar. Pero traía un grupo de gente enferma que no se podía desplazar a la misma velocidad que él. Cuando el ejército comienza la persecución, decide pararse y dice a los enfermos que sigan. Entretanto el cerco se va cerrando. Sin embargo, los enfermos logran salir. O sea el enemigo fue más lento que los enfermos. A los que venían en la persecución directa, el Che los aguanta. Cuando él va a continuar, el cerco se cerró y entonces se produce el enfrentamiento directo. Pero si él hubiese salido con los enfermos, se habría salvado. Fue por el factor moral, de no abandonar a los compañeros que lo habían seguido, que el Che cayó”.
Se dice que el Che era muy crítico, muy exigente. Que incluso los obligaba a aprender otras lenguas, como el quechua…
“Es cierto. Pero el Che era fundamentalmente autocrítico. Esa inconformidad lo llevaba al constante perfeccionamiento. Por ejemplo, cuando estuvo dirigiendo la economía de Cuba, él consideraba que no lo podía hacer sin tener dominio absoluto de las matemáticas. Aunque tenía un buen nivel en eso, no se conformó y empezó a estudiar matemáticas superiores. En las cuestiones filosóficas tenía como norma leer, subrayar y luego comentar. Desde muy joven intentó escribir un diccionario filosófico, lo estuvo redactando pero no lo finalizaba nunca porque tenía una sed insaciable de perfeccionamiento. Quería que la gente a su alrededor se preparara para ser más útil. Quien tenía que dirigir la revolución, decía, era quien la había hecho. Por eso, había que preparar a la gente, dotarla de posibilidades culturales e intelectuales para que tuviera conciencia de por qué se hacían las cosas. Para el Che esto era fundamental. Como en Bolivia íbamos a actuar en una zona de cultura quechua, la mejor forma de llegar era a través de su idioma, aprender el quechua era determinante”.
¿Alguna vez discutió con el Che?
“Muchas veces, pero nada grave. Una vez, durante la invasión al occidente de la isla, yo marchaba en la escolta como enlace. Tenía que moverme entre cinco pelotones y el Che determinó que no fuera a caballo hasta que sobrara uno. Pero los caballos no iban a sobrar nunca. Llegó un momento en que no aguanté el cansancio y me subí a las ancas del caballo de un compañero. Pero el caballo tropezó, yo caí, se me escapó un tiro y estábamos cercados por soldados. Entonces, el Che me mandó al ‘pelotón de los descabezados’, que era para la gente que cometía errores, cargando una olla de cocina más grande que yo, más mi equipo y tres o cuatro libros, porque teníamos una biblioteca ambulante. Todos los soldados llevaban libros que el Che distribuía. Mandé a decirle que ya tenía tres días en ese pelotón y él me respondió que quién me había dicho que el castigo eran tres días. Pero al cuarto me mandó a buscar. Se sentó conmigo y me explicó que yo había cometido una indisciplina que podía haber ocasionado la muerte del pelotón. Me dijo que era imprescindible que nada quedara impune, porque la impunidad crea elementos para que se vuelvan a repetir los errores. Y ustedes, chilenos, cuídense de dejar impunes a los que aquí asesinaron”.
¿Qué le parece que la figura del Che se haya convertido en una especie de icono popular, incluso comercial?
“Yo pienso que no es un icono, él es un héroe, un ejemplo, un paradigma. Tenemos que lograr que no lo esquematicen. Sin embargo, pienso que en estos momentos la comercialización no es mala, porque logra que la gente sepa que hubo un Che Guevara, que simboliza al héroe. Quien se lo pone en el pecho en una polera, en algún momento va a tener inquietud por saber quién es, qué hizo, cómo lo hizo, qué representa. Se empieza por moda, sin saber de su altruismo, de su sacrificio. Pero en algún momento se irá al fondo del asunto. Los jóvenes chilenos que he podido contactar demuestran una gran admiración por alguien que fue capaz de darlo todo por el ser humano sin pedir nada a cambio”.
LA SITUACION TIENE QUE REVENTAR
¿Qué pasó con su ex compañero de revolución Daniel Alarcón (Benigno), otro sobreviviente de la guerrilla del Che?
“Se fue de Cuba en el marco de nuestras limitaciones económicas. El tenía una finquita, un buen trabajo, y lo más importante, el reconocimiento y cariño de nuestro pueblo. Pero, bueno, no le bastó con eso. Recuerdo que el Che hacía evaluaciones y en ellas decía que Benigno era simple, sin matices, sin dobleces y con problemas con la comida. En el fondo no era un revolucionario. Indiscutiblemente Benigno era una persona muy fuerte, muy útil abriendo trochas, era valiente en combate, pero también tenía problemas con la comida, a veces se robaba latas de comestibles. Si no estás dispuesto a pasar las necesidades que pasa nuestro pueblo, el estómago te lleva a buscar en otro lado, como Francia, donde está ahora, humillándose como ser humano yendo frente a la embajada cubana a protestar contra Fidel. Yo creo que en el fondo ni él mismo sabe por qué se fue. Lo han manipulado y le han hecho un libro, Vida y muerte de la revolución cubana, que es una grosera mentira, propaganda que han esquematizado los órganos de prensa internacional. Personalmente, me duele lo que pasó. Porque en varios momentos estuvimos juntos en la invasión desde la Sierra Maestra, después estuvimos en Bolivia, y todo esto me llevó a tener muchos vínculos con él, desde el punto de vista de la lucha, de la organización, del combate. Yo tenía confianza en él, por lo tanto me duele que nos haya traicionado a mí y a mi pueblo”.
¿Concuerda usted con que Allende murió como debería haber vivido?
“Pienso que sí, por lo que he visto y hablado con muchos compañeros. Cuando Allende se percató que estaba realizando una transformación profunda y verdadera y que el enemigo no se lo iba a permitir, trató de reaccionar y crear condiciones para que el pueblo pudiera defenderse del golpismo, pero ya era tarde. Murió heroicamente, pero el golpe es la culminación de un proceso. Durante ese proceso Allende podía haber generado fuerzas para defenderse. Pienso que se confió mucho, porque si hubiese organizado la defensa, y hubiese llamado a las masas a salir a la calle con respaldo armado, podía haber ganado”.
Usted ha dicho que mientras persistan las condiciones sociales que dieron origen a la lucha armada en los 60 hay posibilidad de que surja un movimiento revolucionario. Pero la desigualdad social y la pobreza aumentan y no se vislumbran nuevas revoluciones…
“Hoy los problemas son más grandes: hay más pobreza, más hambre, más analfabetismo. El continente de mayores desigualdades es América Latina. La distribución de la riqueza es muy desigual. Ustedes los chilenos tienen unos poquitos que tienen bienestar y que son la vitrina que quieren mostrar los norteamericanos para convencer al resto. Pero puedes estar seguro que no hay mal que sea eterno. En algún momento esto tiene que reventar por algún lado, y puede ser una gran explosión revolucionaria de los pueblos, porque ya no se trata de salvar sólo la independencia de un país, sino de salvar a la humanidad. Hay necesidad de controlar la depredación del planeta, las emanaciones de gases, los cambios climáticos, etc. Y llegará un momento en que la gente tendrá que volver a luchar”.
Se dice que en Cuba no hay democracia…
“Primero hay que explicar bien qué es democracia. Porque democracia no son sólo elecciones y pluripartidismo. Democracia es el gobierno del pueblo. Los griegos tenían un concepto limitado de pueblo. Nosotros los cubanos tenemos un concepto muy amplio de pueblo. Son todos los ciudadanos que tienen derecho a voto, pero no tenemos pluripartidismo porque no lo concebimos así desde la lucha organizada por Martí. No tenemos por qué renunciar a nuestras raíces para complacer a algunos. El pluripartidismo nos produjo división, debilidad, y cuando ves el principio del imperio de dividir para vencer, te das cuenta que eso es lo que quieren los norteamericanos: que no haya nada que esté unido, sino varias partes para manipularlas como les dé la gana”
Jimmy Alexis Quintana