Después de asistir a varios Último Jueves de la revista Temas, pensaba que ya ninguno podía asombrarme. Al llegar a este, sabía perfectamente —al menos eso creía— lo que iba a ocurrir: los panelistas empezarían con las aristas teóricas, el público calentaría el debate con preguntas y opiniones tendientes a analizar, cuando no a macerar la realidad cubana (siempre asiste alguien más interesado en culpar de todo al gobierno que en dialogar con el resto de los presentes); el panel cobraría bríos y se zambulliría en los problemas de la cotidianidad. No obstante, abundaron las sorpresas.
“¿Valores en crisis?” fue el asunto planteado ante los concurrentes, quienes en sillas, asientos improvisados y hasta en las escaleras, colmaron la sala Fresa y Chocolate del ICAIC, junto con los disertantes Laura Domínguez, sicóloga y profesora de la Universidad de La Habana; Wilfredo Mederos, primero maestro emergente en la educación primaria y, en la actualidad, docente de la Facultad de Ciencias de la Educación; Monseñor Carlos Manuel de Céspedes, párroco de San Agustín, pedagogo del Seminario de San Carlos y San Ambrosio; e Israel Rojas, músico, integrante del conocido dúo Buena Fe.
Raúl Garcés, subdirector de la revista Temas y moderador del encuentro, abrió el intercambio con un llamado a “trascender los estereotipos y frases hechas” —bien abundantes, por cierto— existentes alrededor de esta problemática. La óptica general de las intervenciones que siguieron tendió a reconocer que sí existe una situación compleja respecto a los valores, una crisis no solo cubana, sino de carácter global, pero en la Isla tiene solución si actuamos de inmediato. Ni llegamos al cataclismo, ni podemos dormirnos en los laureles.
Sin conflictos no hay cambio
“Dentro de la sicología, la categoría crisis tiene dos acepciones: una es negativa, en tanto momento de desestructuración, ante determinadas circunstancias que crean tensiones; la otra, plantea que la crisis es la fuerza impulsora del desarrollo, porque las personas crecen por las contradicciones entre ellas y el medio, y consigo mismas, pues todos tenemos un ideal respecto con el individuo que deseamos ser”, precisó Laura Domínguez.
Al decir de Monseñor Carlos Manuel de Céspedes: “Se menciona la crisis de valores en Cuba como si fuera algo exótico, completamente nuevo. Podemos hablar de un mundo que se acaba, pero no se está acabando el mundo porque haya unos valores nuevos y otros, ya no se cultiven.” Recordó cuando en 1959 se realizó un Concilio Vaticano. Alguien le preguntó al Papa para qué lo había convocado y el pontífice respondió: ‘Para que entre aire fresco en la Iglesia’. "Y creo que ese aire fresco es lo que a veces llamamos crisis, pero se trata de una crisis constructiva, y es un aire fresco al que no podemos renunciar”.
Israel Rojas confiesa que luego de viajar fuera de Cuba ha reevaluado la situación nacional. “Los problemas de valores que tenemos son pequeños en comparación con los que he visto en otros países. Lugares donde la existencia no vale un medio, donde ser devoto de un equipo deportivo puede costar la vida solo por ir a ver un partido”.
El criterio de un grupo de estudiantes llegó a través de las palabras de Wilfredo Mederos. Algunos de ellos le comentaban recientemente que no percibían en Cuba una crisis de valores, sino diferencias entre la visión que ellos tienen del mundo y la de otras generaciones.
Si por un lado no debemos temer a la crisis, sí necesitamos prestar mucha atención a los valores que se relegan y a ciertos otros que emergen y son defendidos en nombre de la pluralidad y la diversidad. Sobre ello comentó desde el auditorio, entre otros, el intelectual cubano Desiderio Navarro: “Tengamos presente que la pluralidad no es en sí misma valiosa, puede ser una pluralidad de basuras. Se habla de los valores siempre en sentido positivo y eso es un error, porque también hay valores que no lo son, como el individualismo”.
Ojos nuevos sobre arenas movedizas
“No es cierto que la juventud esté perdida”, y resulta provechoso que no sea simple repetidora de las acciones de sus padres y abuelos, insistieron panelistas y concurrencia. Sin embargo, emergieron matices.
Desde hace 36 años Laura Domínguez imparte clases en la Facultad de Sicología de la UH. Allí se ha especializado en estudiar la adolescencia y la juventud, “periodos complejos, pues en ellos se produce un acelerado desarrollo de los componentes morales de la personalidad; y en la juventud, en particular, se establecen los valores como formaciones complejas de la personalidad, los cuales son realmente asumidos y reguladores del comportamiento cuando se vuelven convicciones”. Su experiencia le permite afirmar: hay jóvenes activos, pero una parte no despreciable de la masa juvenil es inerte. “Y creo que lo es —discurrió— porque se lo damos todo, sin dejar que se lo ganen ellos. Además, a nivel mundial, se produce el florecimiento de una filosofía posmoderna que incentiva a pensar en que lo que vale es el aquí y el ahora y limita la capacidad de las personas para proyectarse hacia al futuro a través de planes y metas, un importante indicador de la personalidad madura, proyección que cada quien realiza en función de los valores que posee".
“Por supuesto, hay que atender la situación de los valores en Cuba y en el mundo. En investigaciones efectuadas por el Centro de Investigaciones Sicológicas y Sociológicas, bajo la dirección de la Dra. María Isabel Domínguez, se evaluó el impacto de los años 90 sobre la juventud cubana. Y aparecían, como resultado de dicho impacto, la disminución y poco desarrollo de la conciencia de igualdad, problemas en cuanto a la socialización, deterioro en los valores, falta de motivación para la continuación de estudios, lo que dio lugar a la deserción escolar. También aumentó la pasividad juvenil hacia el desempeño de labores sociales y económicas, el éxodo migratorio alcanzó un nivel muy elevado, casi comparable con el que se produjo en los años 60; se generaron indicadores de desajuste social, como el aumento del alcoholismo, la violencia, y la aparición y desarrollo de la prostitución”, refirió.
Alguien del público ensalzó la actuación de los jóvenes en diversos sectores y tareas importantes para la Isla. Otro de los presentes aseveró: “pero ellos ven a sus mayores en crisis, además de vivir grandes cambios, hasta hace poco rechazados por la dirección del país”.
Numerosas interrogantes se formulan por el profesor Wilfredo Mederos y “los jóvenes del grupo en el que yo me desenvuelvo. Si hablamos hoy de patriotismo, ¿cómo la juventud puede ser patriota, qué alternativas tiene? ¿Asumir simplemente lo que se le orienta? Siento que nuestro país tiene muchas potencialidades para ser un mejor país, para generar valores, y eso no se explota. Me pregunto por qué no. ¿Por qué nuestras ideas muchas veces no las podemos aplicar? ¿Acaso pensar en una Cuba mejor es renunciar a la Revolución?”
Solo en los cuentos de hadas
Hombres y mujeres perfectos, resplandecientes de intachable virtud en cualquier circunstancia, nunca han morado sobre la Tierra. Entre las opiniones recurrentes en el pasado Último Jueves, escuchamos: en los seres humanos los valores no crecen ajenos al mundo exterior, sobre ellos inciden factores económicos, políticos, sociales, culturales. Incluso, una de las asistentes nos sorprendió con un pensamiento de Martí que todos los cubanos, erróneamente, creemos conocer bien: “Ser bueno es el único modo de ser dichoso. Ser bueno es el único modo de ser libre. Pero, en lo común de la naturaleza humana, se necesita ser próspero para ser bueno”.
“Hoy padecemos una crisis económica mundial y eso se expresa también en los valores de las personas —reflexionó la Dra. Domínguez—. El hombre piensa como vive, no vive como piensa. Marx afirmó que para hacer política, filosofía y arte, el hombre primero necesita comer, vestirse y poseer un techo donde guarecerse".
“Desiderio Navarro se refirió, como aspecto central en los problemas que estamos confrontando, a la contradicción entre los valores declarados y los valores practicados. Al respecto, en una investigación que acabo de concluir con estudiantes de primer año de diferentes carreras de la UH, constaté que los alumnos encuestados declaran como valores importantes en el desempeño de su especialidad, en primer lugar la profesionalidad; en segundo, la responsabilidad; en tercero, la honestidad; en cuarto, la solidaridad; y en quinto y último, ojo con esto, el compromiso social. En este sentido, tendríamos que profundizar en futuras investigaciones para poder predecir si estos valores hoy declarados, también serán valores asumidos en su futura practica profesional, ya que nuestra realidad ha conducido a que algunos le den a una persona más valor por lo que tiene, que por lo que es.”
Esa última premisa la oímos a menudo en canciones de moda muy criticadas por exaltar de igual modo el machismo, la violencia contra la mujer, la procacidad. Para el integrante de Buena Fe, el pecado original no puede achacarse al género musical, pues “el reguetón es la sombra de un fenómeno mayor, latente casi siempre en los sectores donde las concepciones sobre la escuela, la familia, están más difusas”.
Los valores no se fortalecen por decreto
Tal opinó uno de los espectadores y otros lo apoyaron. Si inquieta a los reunidos en la sala Fresa y Chocolate la manera en que los cubanos, en lo personal, vivencian determinados valores, también les preocupa la responsabilidad de quienes guían hoy al país, de las instituciones, de quienes son formadores de opinión. Al respecto, afloraron disímiles incoherencias entre lo que se pretende y lo usual en el día a día.
Acerca de una caricatura política obscena, irrespetuosa, publicada por un periódico cubano de alcance nacional, comentó una profesora de ética y sociología: “Mis alumnos me preguntaron cómo explicarlo desde los valores. Solo pude responder: ‘Es politiquería barata’. En la sociedad no solo puede haber transformaciones económicas, políticas, también son necesarias las de orden espiritual y eso era una aspiración martiana. No se logró ni se está logrando ahora”.
No cabe duda alguna a Israel Rojas, urge renovar en Cuba la manera de trasmitir los valores, las instituciones implicadas. “Conocí en la Sierra Maestra a un señor que durante 30 años trabajó en una bloquera y vivía en una casa de guano —relató—. Jamás se construyó una de bloques. Sus hijos nunca lo comprendieron, como no lo comprendería nadie, eso es obvio. Cuando se jubiló le dieron un diploma y adiós. ¿Hasta qué punto los instrumentos que tenemos para jerarquizar un modelo de hacia dónde debe ir la sociedad y cómo estimularlo, funcionan? Otro ejemplo: ¿En cuántas películas norteamericanas se escucha, e incluso si el filme está bien hecho emociona oírlo, el himno nacional?, ¿en cuántas cubanas lo escuchamos? En la TV los spot de ¿Grabaste? no llegan a los televidentes. En eso los creadores tenemos responsabilidad”.
Según el arquitecto y urbanista Mario Coyula, en muchos problemas a los que nos enfrentamos ha incidido la gran “defoliación” realizada tras el triunfo revolucionario de 1959. Entonces se eliminaron numerosos aspectos negativos inherentes a la burguesía, y a la par “buenos modales, normas de convivencia”.
Sobre ambos comentarios versó la siguiente opinión de Monseñor Carlos Manuel de Céspedes. “Un maestro de tolerancia fue José Martí, quien tenía sus ideas y las mantuvo hasta el final de su vida, pero era incapaz de expresarse de manera vituperable de quienes no pensaban como él. Tenía amigos que no fueron independentistas, entre ellos el autonomista Nicolás Azcárate".
“En cuanto a la barrida generalizada que se hizo en 1959: la Revolución barrió con valores reales de aquella sociedad, eso no debió suceder, pero es bueno que ocurran revoluciones que obliguen a cambiar cosas y a crear sociedades más justas”.
Rafael Hernández, director de Temas, acotó: “Lo del 59 no fue una defoliación, sino una chapea. Y éramos muchos los que estábamos chapeando entonces, no era la Revolución la que estaba echando un tóxico. Lo fundamental que se chapeó no fueron los valores de la burguesía, sino la desigualdad. Y se sembró la idea de la igualdad, que es un valor muy importante”. A continuación, introdujo un giro, para mí inesperado, en su razonamiento: “Eso valió la pena, siempre que ese valor pueda seguir sobreviviendo. La cuestión es cómo podemos preservarlo. ¿A través de clases de moral y cívica? Estoy a favor de ellas, pero ¿realmente creemos que podemos cambiar la mentalidad solo con conferencias? Años atrás si se establecieron nuevos valores fue porque cambiaron las prácticas; al abrirse el país a la participación de la gente, cambiaron las conductas de las personas. Ahora, ¿sin que cambien las jerarquías establecidas, el acceso al poder, pueden transformarse la mentalidad y los valores?”
Amores son acciones y no buenas razones
“Hemos pasado de los valores individuales a los valores a nivel de la nación. Pregunto: ¿qué vamos a hacer para preservar lo que queremos para Cuba?", terció en este punto Raúl Garcés.
“Una vía es la actividad que la persona realiza —propuso Laura Domínguez—, pero no cualquier actividad es formadora de valores, lo son solo aquellas que adquieren para el sujeto un sentido sicológico. Otro camino fundamental es la relación que establece el sujeto con quien le rodea (familia, escuela, amistades, vínculos profesionales, etcétera.) Toda comunicación no es formadora, para poder llegar al joven y al no tan joven, se tiene que partir del diálogo, no puede ser una comunicación basada en el monólogo. El profesor ha de ser ejemplo, si él no está convencido de una cosa, cómo va a convencer a los demás, y es uno de los grandes problemas que tenemos. Porque los maestros precisan estar bien preparados, en cualquier nivel de la enseñanza, no solo para trasmitir conocimientos, sino para formar personalidades. En esto son responsables igualmente el Estado, el Partido, la FMC, los CDR, la Asociación de Combatientes; es decir, la sociedad en su conjunto y todas sus instituciones".
Wilfredo Mederos reclamó “ser parte y a la vez formar parte, porque muchas veces nos quieren hacer partícipes de algo sin que nosotros lo hayamos decidido. Por ahí debe ir el camino: lograr mayor y verdadera participación de las personas. Mientras eso no exista, aumentará la distancia entre lo que se hace y los valores que necesitamos”.
A favor del socialismo participativo —asombrados quedaron algunos de los presentes— se pronunció Monseñor Carlos Manuel de Céspedes. “Debe haber una participación de todos: las diversas tendencias sociales, los organismos oficiales, la familia, la iglesia, las sociedades culturales, los escritores, los artistas; cada uno tiene algo que aportar. Y del diálogo entre ellos puede surgir esa sociedad en la que todos estemos de acuerdo aunque pensemos diferente sobre diversos asuntos”.
El privilegio de la última palabra recayó sobre Israel Rojas. “Lo primero es trabajar para que las placitas tengan comida. Hay que seguir haciendo todo lo posible para garantizar una independencia económica para el país, eso es una condición indispensable”, manifestó. Y para concluir —eso sí no podía esperarlo nadie— abogó por algo que los periodistas cubanos hemos solicitado en varias ocasiones: “junto con la política cultural resulta necesario acabar de establecer una ley de prensa, para a partir de ahí comenzar a crear un imaginario social creíble, y que los medios de comunicación puedan presentar de manera crítica y creíble al noble guajiro que nunca robó un ladrillo en su vida, y el valor de la honestidad vuelva a ser coherente”.
Sin dudas la vida en Cuba hoy, y las reflexiones que suscita, es mucho más rica que cualquier idea preconcebida.