martes, 24 de marzo de 2015

homenaje a Fusilado que Vive Rodolfo Walsh por Ana María Radaelli desde Cuba ESMA Prensa Latina Paco Urondo Junta Militar Chaubloqueo Museo Che Guevara Buenos Aires Eladio González toto capac5


Trece estudiantes franceses visitaron el Museo Ernesto Che Guevara de Caballito, Buenos Aires

y se llevaron una tarea a realizar. Aceptaron que en sus ciudades fotocopiarán los rostros y

biografías de los Desaparecidos Franceses en Argentina (Alice Domon, Leonie Duquet y otros)

y las irán repartiendo en bibliotecas de Universidades, Escuelas Medias y Entidades políticas

para que en Francia NO SE OLVIDEN de ellos tampoco.  El canoso de pullover azul soy yo

Eladio González  toto   director fundador del museo.

 

 

De: Ana María Radaelli [mailto:radaellianamaria@gmail.com]
martes, 24 de marzo de 2015   Mi homenaje

 

          Un  fusilado  que  vive

                                                       por   Ana María Radaelli*

(Cubadebate)

 

A 39 años del Golpe de Estado más brutal y sanguinario que registre la Historia argentina, el 24 de marzo de 1976, y a 38 del asesinato de Rodolfo Walsh, eximio periodista, inclaudicable militante revolucionario, fundador, entre otros, de Prensa Latina, autor de la Carta Abierta a la Junta Militar en el primer aniversario del Golpe.

 

Una mancha blanca se recorta contra los árboles en la noche oscura y sin embargo chispeante de estrellas. El pasto recién cortado exhala, gozoso, un aroma por encima de todos resguardado en la memoria, íntimo, entrañable, olor a tierra mojada, y los pasos de la mujer que se acerca completan la casi perfección de ese momento único, irrepetible, que sabe, saben, están viviendo en efímera eternidad. Ya son dos manchas blancas que se buscan y se arriman y se enlazan en el mayor de los silencios, ligeramente inclinadas hacia atrás para mejor escudriñar las constelaciones que un cielo por aquí diáfano, lejos de los neones obnubilantes de la ciudad que lo encharcan y empozan, despliega con natural opulencia.

Les gusta contemplarlas, sobre todo al hombre, nombrarlas, delinear paisajes, adivinar siluetas pespunteadas de burbujas diamantinas.

Detrás, la casita apenas iluminada por la luz de un candil, con sus cortinas nuevas que le dan un aire festivo y tiernamente íntimo, se les antoja el más cálido y protector de todos los refugios, aunque extrañen al río que les dio cobijo y asilo, río que se abre y se ensancha y se angosta y se hincha a cada sudestada, que se deshilacha y se corta en pedazos para renacer multiplicado, el río y sus meandros y sus islas y sus lagunas erizadas de juncos y espadañas, aroma de espinillo, fragancia de eucalipto que una brisa húmeda y amable esparce al desgaire, camalotes andarines, eternos viajeros buscando el mar, llevando en el lomo algún carpincho extraviado.

El hombre se estira, tan cansado está que hasta las pestañas le pesan, pero la satisfacción del trabajo terminado, que se amontona en cuartillas ordenadas sobre la mesa de madera basta, junto a su Olympia portátil, lo recompensa de todas las fatigas y desvelos.

En esta noche tan especial, no tiene tiempo ni ganas de hacer eso que muchos llaman un rápido recuento de su vida, que a veces fue opaca, otras con intensidad luminosa, sobre todo cuando después de tantos duros oficios, el más espectacular: limpiador de ventanas; el más

humillante: lavacopas; el más burgués: comerciante de antigüedades; el más secreto: criptógrafo en Cuba, a su regreso de La Habana encontró el que más le convenía, el violento oficio de escritor, dirá, al que ha dedicado todos sus esfuerzos, su pasión desbordada, una vida como tantas otras, por momentos áspera, ruda, cruel en estos últimos años signados por la tragedia. Por eso piensa que en lugar de recuento, preferiría hacer un inventario de lo que más anhela, lo primero, una cuota generosa de tiempo, el necesario para seguir con el oscuro trabajo en el que está empeñado, tiempo para soñar haciendo el futuro junto a los que no obedecen ni se rinden, a los que piensan y forjan y actúan, tiempo para el análisis fecundo en pos de la revelación de lo escondido, tiempo de la furia fría y de la insobornable esperanza, de la alegría general que ha de venir un día muy decidida a quedarse, la gente abrazándose, la pareja en su amor, el sumergimiento en los otros.

Tampoco quiere pensar en la muerte, que se le pega a la piel, que lleva cosida a su sombra, que lo asalta y estremece y estrangula, sin darle tregua, al menor descuido, a la vuelta de cualquier esquina, la de su hija, a la que le gustaría ver sonreír una vez más, la que usaba unos absurdos camisones blancos que siempre le quedaban grandes, niña-mujer a la que acuna y celebra, a la que envidia esa muerte gloriosamente suya, orgullo en que se afirma para renacer en ella, la de Paco Urondo, el amigo, el compañero querido, también muerto en combate desigual, el que empuñó las armas porque buscaba la palabra justa y al que agradece su inigualable lección de vida, Vos nos enseñaste que al escritor no le está prohibido dar un paso más, convertirse él mismo en un hombre del pueblo, compartir su destino, compartir el arma de la crítica con la crítica de las armas, la de tantos y tantos militantes que la noche devora y traga, insaciable, desaparecidos para siempre en la fetidez de un inmundo chupadero.

Recuerda al hombre del tren, el desdichado que hablaba solo y que le dijo sin decirle Sufro mucho. Quisiera acostarme a dormir y despertarme dentro de un año, y sintió entonces que lo decía también por y para él.

Sin embargo, a pesar del cansancio que ya le emblandece el cuerpo, se siente ligero, animoso. Mañana es el gran día. Y no porque se juegue el pellejo, ese lo tiene jugado desde hace mucho tiempo, desde el día, quizá, en el que alguien le susurró al oído Hay un fusilado que vive, una frase que le cambiaría la vida.

--¿Y si nos acostamos?

--Sí, mañana hay que madrugar.

Las dos manchas blancas desaparecen tras la puerta que se cierra. La luz del candil se balancea, se inmoviliza por unos instantes y se aleja. La casita en sombras se confunde con la silueta de los eucaliptos y del viejo laurel, apenas presentidos en la total negrura que los envuelve y arropa.

Como todas las noches de esos últimos meses, se preparan para tener todo listo ante un ataque: cargar las armas y montar las dos granadas de fabricación casera que tienen bien a mano, sobre la mesita de luz, al lado del vaso de agua. Y así, poco antes de la medianoche de ese 24 de marzo de 1977, primer aniversario del infausto Golpe de Estado, terminan de teclear las cinco copias que faltan.

Quizá él demore todavía en acostarse. Una detenida revisión de su último cuento, un ordenar de cuartillas en carpetas, en especial las notas de prensa, pero también los títulos de los relatos que tiene en mente, prolongan la vigilia.

Tardará en dormirse. A fuerza de pensarlo, escribirlo, analizarlo, pulirlo hasta el agotamiento, el texto que ha ocupado todos sus insomnios, vuelve y vuelve, porfiado, repetitivo. El primer aniversario de esta Junta Militar ha motivado un balance de la acción de gobierno en documentos y discursos oficiales, donde lo que ustedes llaman aciertos son errores, los que reconocen como errores son crímenes y lo que omiten son calamidades, sabe que todo está dicho, alto y claro, puntualmente documentado, Quince mil desaparecidos, diez mil presos, cuatro mil muertos, decenas de miles de desterrados son la cifra desnuda de este terror, a fin de que la revelación de lo escondido, la verdad descarnada hasta el huesito desbanquen la mentira y el ocultamiento dentro y fuera del país, tan devastadora es la manipulación de los medios, Han despojado ustedes a la tortura de su límite en el tiempo, complementada con la falta de límite en los métodos, han llegado ustedes a la tortura absoluta, intemporal, metafísica en la medida que el fin original de obtener información se extravía en las mentes perturbadas que la administran para ceder al impulso de machacar la sustancia humana hasta quebrarla y hacerle perder la dignidad que perdió el verdugo, que ustedes mismos han perdido… El hombre cierra los ojos. El potro, el torno, el despellejamiento en vida, la sierra de los inquisidores medievales reaparecen en los testimonios junto con la picana y el submarino, el soplete de las actualizaciones contemporáneas… En el fondo, una satisfacción inmensa, la Carta Abierta está firmada con su nombre y apellido, a los que ha añadido el número de su carné de identidad, la fecha al pie. Una duda, que no sea escuchada, leída, multiplicada. Una certeza, de que será más que nunca perseguido. Una convicción, la de ser fiel al compromiso que hace tiempo asumió: dar testimonio en los momentos difíciles.

Mañana, será mañana.

La mujer, que tampoco duerme, se abraza al cuerpo del hombre al fin rendido por el sueño.

 

Mirás sin ver el paisaje, no siempre amable, que corre veloz, o a trancos largos, detrás de la ventanilla. Con tu ingenuo disfraz de profesor jubilado, sombrero de paja incluido, carné de identidad en el bolsillo, apretás fuerte el portafolio, y sentís el bulto protector de tu pistola Walther PPK, calibre 22. Ganada la apuesta que se han hecho, concluir la denuncia en tiempo y forma, los dos están felices, y hasta le cantás bajito a tu mujer Chacarera, chacarerita… Dentro de cinco minutos llegarán a la estación. Allí se van a separar. Vos tenés que mandar la Carta, hacer unos cuantos llamados telefónicos a compañeros que ayudarán a distribuir las copias, acudir a la cita fijada… No podés evitar una sonrisa amorosa y hasta divertida cuando tu mujer te dice, al despedirse con un beso, No te olvidés de regar las lechugas, esas que plantaron la víspera. Ella también tiene varias copias que despachar.

Caminás por la Avenida San Juan, ya vas llegando a Entre Ríos, barrio de San Cristóbal, Capital Federal, cuando reparás en el silencio que pesa como una lápida sobre esta ciudad aplastada por el Terror y el Espanto. No tardás en percibir el tufo de la traición, en comprender que la cita está cantada, quizá ignores que los esbirros que te han emboscado pertenecen a un Grupo de Tareas de la Escuela de Mecánica de la Armada, te basta con saber que el enemigo está ahí, bien atrincherado, y también, y sobre todo, que no te agarrarán vivo. Es una decisión pensada, madurada. Conocés al detalle el destino que espera a los que tienen la desgracia de caer prisioneros, el despellejamiento en vida, la mutilación de miembros, la tortura que busca la degradación moral, la delación, convencido de que en una guerra como esta, el pecado no es hablar, sino caer.

Horas más tarde, te vieron tirado, ensangrentado, casi irreconocible, en un pasillo de la ESMA, con tal ferocidad ametrallado que tenías el cuerpo, técnicamente hablando, cercenado a la mirad. También técnicamente hablando, se podría decir que aquel viernes 25 de marzo de 1977 te les escapaste, que fue a Norberto Pedro Freire al que ultimaron, según el carné de identidad que llevabas en el bolsillo, aunque ellos muy bien sabían a quien habían matado.

Borracho de euforia, festejando la victoria, uno de tus asesinos dirá:

Lo bajamos al Walsh, el hijo de puta se parapetó detrás de un árbol y se defendía con una 22. Lo cagamos a tiros y no se caía el hijo de puta… Nunca apareciste, nadie supo, nadie sabe qué hicieron con tu cadáver, ¿te quemaron?, ¿te tiraron al río?, ¿al mar? ¿A qué fosa clandestina fueron a parar tus huesitos?

Al igual que tu hija, y se lo dijiste, vos también habrías podido elegir otros caminos, distintos sin ser deshonrosos, pero optaste por el que creíste más justo, el más generoso, el más razonado… Entonces,

parafraseándote: Tu lúcida muerte es una síntesis de tu hermosa vida.

No viviste para vos, viviste para otros, y esos otros son millones.

Cuando mataron a Vicki, le escribiste: Nosotros morimos perseguidos, en la oscuridad. El verdadero cementerio es la memoria, allí te guardo.

Ahí te guardo, te guardamos.

Porque desde entonces, Rodolfo, aunque te hayan desaparecido, sos vos el fusilado que vive.

 

*Periodista y escritora argentina radicada en Cuba.

 

 

informó el Museo " ERNESTO CHE GUEVARA " de Caballito, CABA

calle Rojas 129, esq. Yerbal, Buenos Aires  (AAC 1405) Argentina

Visitar lunes a viernes de 10 a 19 hs. (corrido) – entrada libre y gratuita

Escuela de Solidaridad con Cuba " CHAUBLOQUEO "

Registro donantes voluntarios de Células Madre  (INCUCAI)

Coordinador Mesa Vecinal Participativa en Seguridad de Caballito

Tel.  4 903 3285   Irene Rosa Perpiñal  -  Eladio González (Toto)  

email museocheguevara@fibertel.com.ar

Blog museo   http://museocheguevaraargentina.blogspot.com/

Blog accidentes  -  http://nomuertesevitables.blogspot.com  protege a hijos y nietos

Lea libro Cuba Existe, es Socialista y No está en Coma del Arq. Rodolfo Livingston en http://estudiolivingston.com.ar/libros/cubaexiste.php  y emocionate.

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Elecciones animales útil para argentinos desmemoriados ó colonizados Museo Ernesto Che Guevara de Caballito Buenos Aires Argentina Toto Eladio González Bagatela

   Elecciones   animales      del mexicano Guillermo Aguirre y Fierro

 

" El león falleció, ¡ triste desgracia !

y fueron, por vivir en  democracia,

a nombrar nuevo Rey los animales.

 

Aunque a algunos les  parezca tonto,

las ovejas votaron por el lobo;

 

como son unos buenos  corazones,

por el gato votaron los ratones,

 

y a pesar de su fama de  ladinas

por la zorra votaron las gallinas.

 

La paloma, inocente, votó por  la serpiente;

 

las moscas, nada hurañas,

decidieron que reinaran las  arañas.

 

No tuvo el topo duda, como tampoco queja,

mientras votaba por la  comadreja;

 

los peces, que sucumben por la boca,

entusiastas votaron por  la foca.

 

Por no poder encaminarse al trote

un pobre asno quejumbroso y  triste

se arrastró a dejar su voto por el buitre;

 

el caballo y el perro,  no os asombre,

como siempre, votaron por el hombre.

 

Amigo lector …. ¿ qué  inconsecuencias notas ?

 

Dime …  ¿ no  haces  tú  lo mismo  cuando  votas ?

 

 

Ciudadanos y medios  INTACHABLES:  no entran en un tacho de basura.

¿ QUÉ TIENEN EN COMUN ?  trabajan y te hipnotizan para que en elecciones votés por tu predador.

Ambito Financiero, diario Clarín, La Nación, Adelina Dalesio de Viola, Baby Echecopar,  Chiche Gelblung, Ernestina Herrera De Noble, González Oro, Hadad,  Feinman, Lage, Jorge Lanata, Manzano, Mariano Grondona, Mario Markic, Mirta Legrand, Nelson Castro, Openheimer, Petinato,  Rolando Hanglin, Susana Gimenez, Gerardo Sofovich, Julio Bárbaro, Leuco (padre) Chiche Duhalde,  Jorge Giacobbe, Felipe Solá,  Beatriz Sarlo,  Joaquín Morales Solá, Juan Sebrelli,  Salvia, Mauro Viale (padre), Tenenbaun, Majul, Pablo Docimo, Santiago del Moro y algunos otros.   Aunque "siniestro" es sinónimo de izquierda, entre estos comunicadores sociales, medios  y personajes políticos hay algunos de derecha (diestra).  Eso sí, todos coinciden siniestramente en denostar con fruicción a las Revoluciones cubana, venezolana, boliviana, ecuatoriana y frotarse con los Fondos Buitres.

 

 




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encuentro con Monseñor Oscar Arnulfo Romero obispo salvadoreño y Stella Calloni periodista argentina Chaubloqueo Museo Che Guevara

El encuentro con Monseñor Oscar Arnulfo Romero

 


Anochecía sobre una ciudad donde se podía percibir la muerte,

olerla, como si fuera una sombra pesada siempre detrás. Entre los

objetivos de mi viaje estaba un encuentro con el Arzobispo de

San Salvador, Monseñor Oscar Arnulfo Romero.

Buenos Aires (Argentina) | 31 de marzo de 2010

Óscar Arnulfo Romero y Galdámez (1917-1980)

Había tenido que esperar algunos días, mientras realizaba entrevistas con el gobierno del general Carlos Humberto Romero, que mantenía al país bajo el terror, por una parte y por la otra entrevistaba a la población, los campesinos, los dirigentes de Derechos Humanos y clandestinamente a algunos dirigentes guerrilleros. El general Romero, quien subió fraudulentamente al poder en 1977 dando continuidad a las dictaduras militares, sería derrocado por otro golpe militar de distinto signo en octubre de ese año.

En todos esos días me ayudaba Marianela García Villa, una maravillosa mujer joven defensora de pobres y presidenta de la Comisión de Derechos Humanos.

Cada día, a veces con un intervalo de sólo dos horas, sonaba su teléfono y las voces de los asesinos de las sombras transmitían el mensaje de la muerte. Un día de aquellos, al regresar de una zona campesina, como había un extenso operativo militar y era peligroso regresar al hotel, me quedé en su casa. Ella no se acostó, se sentó en un sillón hamaca, para estar junto al teléfono y esperar los llamados desesperados de algunas de las víctimas que debía socorrer, lo que se mezclaban con las amenazas.

A partir de aquellos días mantuvimos una amistad cálida y alguna vez se hospedó en mi casa en Managua. Casi siempre su tarea era terrible: abrir tumbas colectivas, donde se encontraban los cadáveres de niños, mujeres, hombres, ancianos. Los escuadrones de la muerte actuaban a diario en las poblaciones campesinas indefensas. Ella fue asesinada en una de esas heroicas misiones en marzo de 1983.

Estando en su casa una tarde de agosto me avisaron mediante esa increíble y conmovedora acción que rescata la antigua tradición oral- la presencia del chasque- para eludir la cacería de los servicios de inteligencia, que Monseñor Romero me esperaba en el hospital del Arzobispado.

Me indicaron que debía tomar muchas precauciones para llegar. Nunca hacerlo viajando desde la casa de Marianela o desde el hotel donde me hospedaba. No ir directamente al Arzobispado porque me seguirían seguramente. Viajar hacia un rumbo cualquiera, cambiar de taxis, entrar a un lugar salir por otra puerta. Así es que fui cumpliendo con cada uno de los consejos y finalmente viajé hasta un lugar cercano al arzobispado.

El último tramo del viaje había sido muy extraño. El chofer era un hombre muy grande y fuerte, como un luchador. Como yo hablaba con dejo mexicano me identificó como mexicana y de inmediato cambió su tono de hablar y de preguntar. Entablamos una conversación sobre la lucha libre. Como era un espectáculo tan especial en México, siempre me había interesado por su enorme irradiación popular, así que, al menos podía ufanarme de conocer a varias figuras de ese deporte tan divertidamente teatral. En un momento dado me dijo que él había sido luchador en México y que su nombre era Águila.

Había algo en el él que me causaba terror y especialmente en esa noche donde se desató una tormenta eléctrica y un aguacero que parecía una cortina de agua. Debo decir que tuve miedo ¿por qué no? .  Pero en todo momento traté de que esto no se notara. Así es que cuando abandoné el taxi eligiendo al azar un restaurante que ocupaba una esquina, sentí un enorme alivio. Mi instinto no se había equivocado. Hablando luego con unos compañeros periodistas de El Salvador, me contaron que le llamaban el "quebrantahuesos" porque era lo que hacía ayudando a los torturadores.

En el restaurante mientras bebía un café iba tratando de ver si había una puerta que diera a otra calle por temor de que "Águila" estuviera por allí donde me había dejado. Lo logré. Salí y la lluvia ayudaba porque no se veía a unos cortos metros. Así conseguí otro taxi y bajé poco antes del Hospital del Arzobispado donde me recibieron con gran calidez y toallas para secarme. Debía esperar porque Monseñor Romero estaba en una misión. Pregunté a una monja por un extraño rumor que venía desde otros cuartos. Eran refugiados para quienes llegar hasta el Arzobispado era haber salvado su vida..

Yo estaba en una habitación débilmente iluminada después de un corte de luz que había oscurecido parte de la ciudad, cuando desde el fondo en penumbras del pasillo vi avanzar la extraña figura de un hombre alto, que traía un bulto en sus brazos. Eran dos niños muy pequeños. Una monja se apresuró a recibirlos. El era Monseñor Romero que había rescatado esos y otros niños de una de las tantas masacres producidas por el ejército salvadoreño en una aldea cercana.

Monseñor tenía la túnica levantada y con ella cubría a los niños. Sus pantalones estaban enrollados para poder caminar entre el agua como lo hizo en las calles inundadas rodeado por ese pequeño grupo de sobrevivientes. Fue una imagen tan desoladora como fuerte. Se envolvió en una manta y así empapado aún, tomando un té caliente se dispuso a hablar con voz suave y tranquila, que al recordar algunos hechos tenía ciertos dejos de desesperación o impotencia.

Se veía dolido, pero a la vez con la fuerza de una decisión para enfrentar las situaciones terribles que estaba viviendo que sólo podía darle una gran fe, en lo que él creía profundamente. Nunca había visto a alguien que tomara con tanta energía su papel de pastor de almas. Y en este caso eso lo llevaba a estar enfrentando permanentemente la misma escena, de aldeas enteras masacradas, de ver asesinados en condiciones atroces, de asistir a las familias desesperadas y a un pueblo cautivo ante un ejército y sus escuadrones de la muerte, que habían sembrado el terror en todo el país.

Confesó que cuando fue enviado a El Salvador, jamás había imaginado que iba a vivir lo que estaba viviendo y que esa realidad había dado un vuelco a su vida como religioso. Lo había sensibilizado extremadamente. Dijo que sólo lo sostenía su enorme fe en Dios y su amor por el pueblo, lo que era tan real que hasta uno podía sentirlo en la piel.

Admitió, sin victimizarse, serenamente, que estaba amenazado de muerte por varios de los Escuadrones y especialmente por la paramilitar Unión Guerrera Blanca y que no tenía miedo sino impotencia ante la imposibilidad de detener aquella matanza.

"Jamás imaginé que iba a ver esta violencia, que iba a caminar entre poblados enteros víctimas de las masacres y las matanzas. Siempre debo recurrir al Señor, porque a veces el dolor y la impotencia son muy fuertes. Como clamar en el desierto" Largo tiempo platiqué con él.

Recuerdo que mi primera pregunta ya como periodista fue si existía un conflicto entre la Iglesia y el gobierno, como decían algunos medios.

Yo digo decididamente que no. Hay un conflicto entre el gobierno y el pueblo y yo como pastor de Dios debo estar con el pueblo.

En El Salvador no existe un conflicto entre el pueblo y el gobierno como quieren hacer creer muchos funcionarios. Existe un conflicto entre el gobierno y el pueblo, un pueblo que está sufriendo muchos horrores y la iglesia y sus pastores tienen que estar con el pueblo".

Esas fueron las palabras de Moseñor Oscar Arnulfo Romero cuando en Roma se entrevistó con el entonces nuevo Papa Juan Pablo II, quien ni siquiera se detuvo a mirar los informes, las fotografías y las copias de las cartas enviadas por el Arzobispo en un desesperado pedido de auxilio cristiano para detener la matanza del pueblo salvadoreño.

En aquella noche de agosto de 1979 se podía percibir la tristeza que le había causado la indiferencia del nuevo Papa, después de haber hecho enormes esfuerzos para llegar a Roma, porque "creía que algunas manos negras impedían que cartas e informes llegaran a destino":

Me habló de las penurias de su país. "De todo esto quería hablar con el Santo Padre" decía señalando luego a los refugiados en el Hospital, a los dolientes que había sobrevivido a algunas de las centenares de matanzas. Siete veces lo amenazaron telefónicamente durante la entrevista.

Allí mismo me mostró fotografías de las masacres en las aldeas, cuerpos despedazados, señales de inenarrables torturas. "Un pastor de la Iglesia debe hablar por estas voces silenciadas, un pastor de la Iglesia debe exigir justicia en nombre de Dios".

Estaba sufriendo el enorme dolor de que varios sacerdotes jóvenes habían sido asesinados por el ejército y los escuadrones de la muerte, los mismos que todos los días a todas horas amenazaban con matarlo. No quería hablar con el Papa de las amenazas contra él, sino de "los crímenes cometidos contra un pueblo indefenso"

Quería hablar de los "padrecitos" de los pastores de Cristo, los sacerdotes asesinados como Rutilio Grande, (1977), Ernesto Barrera, (1978,)"Octavio Ortiz Luna Rafael Palacios y por esos días Alirio Napoleón Macías (1979).

Su dolor era visible "ellos fueron asesinados porque estaban haciendo lo que debían, estaban cumpliendo su misión con los pobres y desamparados".

Eso mismo quiso explicarle a Juan Pablo II a través de innumerables cartas dirigidas al Vaticano. "Nadie escucha nuestras voces" decía cuando ya estaba con vencido de que Juan Pablo II no haría nada para detener la matanza en su país.

Había ido a Roma y ante la imposibilidad de ver al Papa a través de los canales normales del Vaticano, pero con excusas "increíbles y evidentes" se le iban cerrando las puertas. Ya casi a punto de tener que regresar a su país recurrió a una acción desesperada y era humildemente mezclarse con los fieles, pedir al Papa una palabra de justicia para el pueblo salvadoreño, como relató aquella noche y sólo encontró reprimendas e indiferencia.

Esa indiferencia que alentó a sus asesinos el 24 de marzo de 1980. En un domingo en que el Papa bajó al gran salón para la audiencia general, logró estar en primera fila y cuando el Papa lo saludó le retuvo la mano para implorarle una audiencia. Todavía tenía esperanzas y llevaba consigo las pruebas del horror. Pero su primera sorpresa fue un regaño de Juan Pablo II por lo "voluminoso" que era el material que traía.

María López Vigil quien escribió un libro sobre Monseñor Romero dice que el papa le dijo al Arzobispo "¡Ya les he dicho que no vengan cargados con tantos papeles! Aquí no tenemos tiempo para estar leyendo tanta cosa."

Ni siquiera quiso mirar las fotografías de los sacerdotes asesinados, con señales de torturas algunos de ellos. Recuerda María que Monseñor Romero insistió sobre el padre Octavio Ortiz , en ese entonces la víctima más reciente entre los religiosos asesinados en El Salvador."Yo lo conocía muy bien a Octavio, Santo Padre, y era un sacerdote cabal. Yo lo ordené y sabía de todos los trabajos en que andaba. El día aquel estaba dando un curso de evangelio a los muchachos del barrio… nos lo mataron diciendo que era un guerrillero."

"El Papa mira fijamente la foto y no pregunta más. Mira después los empañados ojos del arzobispo Romero y mueve la mano hacia atrás, como queriéndole quitar dramatismo -¿Y acaso no lo era? -contesta frío el Pontífice.

Monseñor Romero quería mostrar otras fotos. Nada quiso ver el Santo Padre. El sólo le quería decir "que estaban matando a los hijos de Cristo, que estaban matando a Cristo en esos sacerdotes y en esos miles de niños hombres y mujeres. Cristo estaba muriendo y él se ponía molesto. Era evidente". Y sólo para recordarle que su papel como arzobispo era mantener muy buenas relaciones con el gobierno es para lo que habló el Papa.

Desde allí volvió a El Salvador en uno de los períodos de mayores matanzas en ese país y su imagen aquel día de su asesinato abriendo los brazos parecía implorar que alguna luz iluminara al Papa. Todavía esperaba.

Stella Calloni
Fuente
NuestraAmérica.info




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Vuelos de la muerte incluían niños Proceso argentino Videla Massera Agosti Genocidio sistemático Carlos Menem mas Madres de Plaza de Mayo fliocul

Recuerdo un discurso de Carlos Menem diciendo:  tengan cuidado que no tenga

que haber aún más Madres de Plaza de Mayo de las que hay.    Eladio González toto

Civilización occidental y cristiana, obra de León Ferrari

EL PAIS › A 39 AÑOS DEL GOLPE                    

LOS OTROS VUELOS DE LA MUERTE

Por Alejandra Dandan

| | Testimonios de ex conscriptos, relevados en los últimos años por un programa de los ministerios de Justicia y Defensa, aportan revelaciones sobre los vuelos de la muerte de Campo de Mayo. Los relatos incluyen personas vendadas subiendo a los aviones, bolsas con cuerpos y hasta niños

El dictador Jorge Rafael Videla de visita en la guarnición de Campo de Mayo.

Escenas del final

Personas subiendo por la escalerilla de los aviones, incluso niños. Bolsas que aparentaban tener cuerpos adentro que pasaban de camiones a aviones. Los datos surgen de numerosos testimonios de personas que hicieron el servicio militar durante la última dictadura, en Campo de Mayo.

 Por Alejandra Dandan

Una chica muy joven, adolescente, subía muy lentamente por la escalerilla del avión, un Twin Otter canadiense con las insignias del Ejército Argentino. La chica tenía el pelo muy corto, más bien oscuro y a diferencia de otros detenidos, no estaba vendada. Mientras subía, una niña de unos cinco o seis años, de pelo más bien claro, comenzó a ascender rápido por la escalerilla del avión, pasó al lado de la adolescente y llegó hasta el último escalón. Sonriente, saltaba y abría los brazos como si estuviera volando. Se veía que estaba excitada por la situación del vuelo -contó el testigo que presenció la escena- inconsciente de lo que realmente estaba pasando. La niña volvió a bajar por la escalerilla del avión hasta llegar a la pista. La adolescente, entonces, la llamó y la nena subió. La adolescente la agarró de la mano y subieron juntas. Poco después, el avión carreteó para despegar en dirección al este, desde la pista principal del aeródromo de Campo de Mayo.

Miguel Angel Hait hizo el servicio militar obligatorio en la Compañía Helicópteros de Asalto del Batallón de Aviación de Ejército 601, de la guarnición de Campo de Mayo, entre febrero y julio de 1976. Estuvo seis meses, tres semanas y unos pocos días. En 2008 brindó su testimonio a la Justicia sobre las imágenes de ese vuelo, el único que vio, al que ubicó temporalmente entre fines de abril y comienzos de mayo de 1976, a las 8.20 de la mañana, un horario no habitual para esos despegues, que usualmente se hacían en la noche cerrada. Los prisioneros subieron al Twin Otter, una aeronave que según los testimonios de los colimbas volaba con una puerta abierta tapada por una lona y a la que ellos recuerdan que se la llamaba El Verdugo. Hait es sólo uno de los cientos de soldados que declararon en los últimos años, una vez reabierto el proceso de justicia. Su declaración es parte de un relevamiento de testimonios del Programa Verdad y Justicia del Ministerio de Justicia, que estuvo primero a cargo de Luciano Hazan y ahora de Elizabeth Gómez Alcorta, y de la Dirección de Derechos Humanos del Ministerio de Defensa, a cargo de Stella Segado.

“Que allí, después de ocurrido el golpe militar del 24 de marzo de 1976, en el mes de abril de ese año, siendo aproximadamente las 08:20, el dicente había ido a retirar las fichas de vuelo desde la Torre de Control de Vuelos que se encontraba junto al Aeródromo de Campo de Mayo y regresaba hacia la compañía de helicópteros”, dijo. Observó a la derecha dos camiones Unimog camuflados con pintura del Ejército, estacionados ante un avión marca The Havilan modelo Twin Otter, tipo Stol, de despegue y aterrizaje corto.

Un grupo de personas estaba junto a la escalerilla del avión y otras iban ascendiendo. Entre ellos, había un integrante del Ejército con campera de vuelo. Detrás subía un hombre. Chocó la cabeza contra el marco superior de la puerta, giró y, entonces, el soldado vio que tenía los ojos vendados. Se dio cuenta, sin embargo, de que era Roberto Quieto, el segundo o tercer jefe de Montoneros, explicó en su declaración. Lo conocía porque su imagen era pública aunque lo notó delgado, menos morocho, muy pálido, como quien no ve la luz del sol durante mucho tiempo. Se sorprendió de que Quieto continuara con vida. Lo habían secuestrado el 28 de diciembre de 1975. Creía que estaba muerto, supo del secuestro, pero se había comentado que lo habían interrogado y lo habían matado. Hait observaba a 35 o 40 metros de distancia. Quieto estaba bien vestido, con traje. Sus movimientos eran muy lentos. Al darse vuelta, luego del golpe con el marco de la puerta, se detuvo y una mujer, vestida de civil, posiblemente integrante del Ejército porque no tenía vendas en los ojos, lo tomó del brazo y lo ingresó con ella a la aeronave.

Luego subió otra mujer con los ojos vendados, de apariencia relativamente joven. También tenía movimientos muy lentos y fue llevada del brazo por otra mujer, tal vez otra represora, que no tenía los ojos vendados. Subieron la adolescente y la niña que se puso a jugar con las manos sobre la escalera. Y luego otra adolescente. Tenía el pelo largo, castaño y con ondas. No tenía vendas, pero también caminaba lento. El soldado entró finalmente en su oficina en el hangar de la Compañía de Helicópteros. Ya no tenía la escena a la vista, pero al bajar más tarde vio el despegue. Mientras subían los detenidos había visto que los camiones Unimog se iban retirando del lugar.

El abogado Pablo Llonto, querellante de parte de las causas de Campo de Mayo, señaló a Página/12 que todavía no se sabe quiénes son esas niñas.

“Razonablemente, Hait no debía haber visto este vuelo”, se afirma en la sentencia de diciembre de 2013, en la que se condenó al represor Santiago Omar Riveros, jefe del Comando de Institutos Militares de Campo de Mayo por crímenes de lesa humanidad. Porque ese tipo de vuelos se hacía entre las cinco y las siete de la mañana, cuando todavía no había luz y con el aeródromo apagado. En ocasiones, por razones meteorológicas, los vuelos salían un poco más tarde.

El relevamiento

El Programa Verdad y Justicia y Defensa trabajan desde hace años en la reconstrucción del Comando de Institutos Militares de Campo de Mayo, el corazón represivo de la zona operacional IV. Cuenta con análisis de los testimonios de las víctimas y, en los últimos años, fundamentalmente, de quienes integraron el servicio militar obligatorio y declararon en diversas causas. Los relatos tienen múltiples dimensiones. (Las identidades de algunos imputados son preservadas para no interferir en la labor de la Justicia.) Entre otras cosas permiten reconstruir las prácticas y metodologías aberrantes del exterminio. Los vuelos, los horarios, el tránsito de camiones. Se habla del Ketalar, esa droga con la que los adormecían, los “vuelos fantasma”, los cajones de madera, los bultos con formas humana, las persecuciones desde el aire a quienes intentan escapar.

El aeródromo de Campo de Mayo estaba ubicado entre El Campito y el polígono de tiro. Uno de los lados daba hacia la ruta nacional 202, de la que van a hablar los testimonios. La jurisdicción operativa de Campo de Mayo se extendía sobre un amplio territorio, de San Miguel a Zárate, Campana y San Isidro. El predio, de unas cinco mil hectáreas, tuvo distintos lugares de reclusión ilegal, como El Campito o Los Tordos, Las Casitas o La Casita; el Hospital Militar con la maternidad clandestina y la prisión de Encausados. Se calcula que por Campo de Mayo pasaron entre 3500 y 5000 detenidos desaparecidos, la mayor parte de los cuales no sobrevivió. Hubo prisioneros del PRT-ERP, embarazadas, integrantes de otras organizaciones políticas, y también niños. Se cree que el lugar alojó transitoriamente a prisioneros de otros lugares para incluirlos en los vuelos de la muerte. El general Santiago Omar Riveros estuvo a cargo de la zona de septiembre de 1975 a los primeros meses de 1979. Por debajo, estuvo Reynaldo Benito Bignone.

De la mano

En dos ocasiones, un sargento le ordenó a Hait limpiar un helicóptero, pero él se negó. “Suponía que debía limpiar sangre, vísceras y vómito”, explicó. Los días antes, alrededor de las 8.30, en momentos en que hacía a pie el trayecto diario hacia la Torre de Vuelo, por delante suyo, conversaban dos sargentos. Uno le decía al otro que resbaló en un helicóptero. Hablaban de una persona a la que llevaban en el aire. Un sargento hizo un gesto “como los movimientos que las personas efectuaban dentro de un helicóptero”. Había una tercera persona, que se descompuso, se mezcló todo con “la sangre y las vísceras”, y el que estaba hablando estuvo a punto de caer al agua. Otro militar lo evitó.

En mayo de 1976, mientras dormía en la cuadra, un teniente entró a los gritos. Hait podía volver a su casa, pero esa noche se quedó porque había problemas con los trenes y temía llegar tarde. El teniente pedía dos soldados artilleros. Había dos. Hait era uno. Los mandaron a la “calle de acceso” para ayudar a un sargento a instalar dos ametralladoras en un helicóptero. Cuando llegaron, el helicóptero estaba listo para despegar. Una vez instaladas las ametralladoras, tomaron su puesto de artilleros. Volaba un piloto, un copiloto y ellos a cargo de las ametralladoras, a uno y otro lado de la aeronave. El helicóptero despegó. Voló en círculos. Recorrió el predio militar e iluminaban distintos sitios con un reflector: “Iluminaron a una pareja joven –explicó Hait–. Tomados de la mano, corrían, huían velozmente. El hombre era más alto que la mujer, ambos eran de piel blanca y estaban completamente desnudos y descalzos. La pareja fue iluminada durante un breve lapso, uno o dos segundos y entonces inmediatamente el helicóptero apagó el reflector.” Al instante, desde abajo, se escuchó y se vio un disparo al aire. Hait entendió que era un aviso de los militares que estaban abajo. Habían visto a la pareja gracias al reflector. La aeronave viró. Aterrizó donde había partido. Cuando bajaron, un teniente le dijo: “¿Usted vio algo, soldado?”. Hait entendió la amenaza: dijo que no había visto absolutamente nada.

“Milicos hijos de puta”

Eduardo Bravo hizo el servicio militar entre enero de 1977 y mayo de 1978. Luego del período de instrucción, fue destinado a la Compañía de Servicios. Realizaba guardias de una semana por mes en la torre de control, llevando a cabo la función de señalero. “Durante las guardias entraban, dos o tres veces por semana, unas camionetas azules, probablemente celulares de la Policía, que sin identificarse tenían libre acceso al predio.” Un día, un sargento ayudante llevó un grupo de conscriptos, entre ellos a Bravo, a un campo en las inmediaciones de la pista auxiliar. Los dejó y se fue. Pasado un rato, salió un avión y se posicionó en la pista adonde lo alcanzó uno de los celulares azules. Desde las camionetas, tres personas empezaron a sacar bolsas que contenían cuerpos y a cargarlos en el avión. Eduardo Bravo y sus compañeros asistieron a toda la carga, que fue finalmente de aproximadamente diez cuerpos. Por esta declaración, Bravo volvió a ser llamado. En su ampliación, contó que pudo reconocer que había cuerpos por la forma de las bolsas, como así también por el modo en que las agarraban. “Quienes subían las bolsas eran oficiales o suboficiales.” No eran de ahí. Llegaban en los Unimog. Los Unimog podían cargar cerca de diez personas. Cuando vio esto, el avión no estaba en la pista central, sino en la auxiliar, que tenía árboles a uno de sus lados. “Desea agregar, dice su testimonio, que los camiones que transportaban a los cuerpos, cada vez que llegaban al lugar, lo hacían muy rápido, a una velocidad altísima.”

Roberto Loeiro también habló de estas bolsas. Estuvo entre marzo y noviembre de 1977. Luego de la instrucción, lo designaron dragoneante o cabo de reserva, por eso relevaba a los soldados de guardias. “Por el mes de septiembre del año 1977, recibió un llamado de un capitán que le dijo que a las dos de la madrugada llegaría por el puesto de ingreso a la pista número uno, que era una barrera, un furgón de color azul marca Dodge, con la caja trasera metálica, pero de tipo funerario. El capitán le dijo que lo dejara pasar a la pista. Cuando llegó el momento, el furgón se acercó a la pista a encontrarse con el avión Fiat, de origen italiano, que estaba evidentemente a la espera del furgón debido a que tenía el portón de la bodega abierto esperando la carga. A una distancia de unos 200 metros pudo observar que del furgón sacaban bolsas como las de las morgues. No recuerda la cantidad exacta, pero era más de una. Las cargaban en el avión. Como la iluminación de los hangares estaba encendida normalmente, pudo observar todo con bastante nitidez. Estos episodios ocurrieron entre julio, septiembre y octubre. En otra llegada del furgón, en similares circunstancias, observó todo igual a lo narrado pero sin ver a persona alguna escuchó una voz masculina que gritaba: `Milicos hijos de puta`”.

Los vuelos

Los datos del Programa Verdad y Justicia confirman la existencia de los vuelos a partir del golpe de marzo de 1976, e incluso antes. El relevamiento señala que hubo diferencias entre 1976 y 1977. Que en 1976, “la ejecución de los vuelos se realizó con helicópteros (Bell UH-1H) y aviones (Twin Otter) del Ejército y (Fokker F 27) de la Fuerza Aérea. Y en 1977 en adelante se utilizaron los aviones Fiat G 222, traídos de Italia en ese año e incorporados a la flota de aeronaves del Ejército, conocido como Hércules chiquito o Herculito”.

Entre otras cosas, indican que en 1976 ya se usaba el Ketalar en las cercanías de la pista de despegue de aeronaves. Que había transportes de “carga” para llevar a los cautivos a los aviones. Entre los diferentes vehículos que trasladaban prisioneros mencionan: camiones Unimog y Mercedes 1114 del Ejército; autos Falcon; camiones frigoríficos civiles; camiones de Gendarmería Nacional, camiones celulares de la Policía Federal con personas detenidas en su interior.

Los vuelos de la muerte fueron realizados por la Armada, el Ejército y la Fuerza Aérea y las fuerzas de seguridad. Las denuncias existen desde temprano. Ancla (la agencia de noticias clandestinas) distribuyó un informe sobre la ESMA a fines de 1976 con datos de cuerpos aparecidos en las costas del Uruguay. El informe lo escribió Horacio Verbitsky. En el juicio ESMA declaró que para entonces creían aún que los “traslados” se harían con barcos. En marzo de 1977, la Carta a las Juntas de Rodolfo Walsh ya describe los vuelos, la sistemática y su dimensión. Luego hablaron los sobrevivientes. En 1995, el ex marino Adolfo Scilingo confesó ante Verbitsky su participación en ellos. Las Fuerzas Armadas nunca lo reconocieron. Los testimonios de los colimbas dan acceso a lo que no había hasta ahora: las escenas oscuras de la masacre.

El verdugo

Daniel Humberto Tejeda hizo el servicio militar entre 1976 y 1977 como artillero de puerta de helicóptero. Trabajó en mantenimiento, con mecánicos. Hizo guardias en el aeródromo y hangares. Habló de los aviones. El Twin Otter y un Fokker de la Fuerza Aérea. Dijo que los dos usaban la pista. Y mencionó un helicóptero: Bell UH-1H monoturbina al que le sacaban los asientos y quedaba de “carga”. Explicó que situaban al helicóptero cerca de un lugar boscoso, en los límites del batallón, cerca de la ruta 202, en referencia al centro de exterminio El Campito. Desde allí, según la reconstrucción, salía un vehículo carrier del Ejército que se acercaba hasta la pista, al encuentro de los dos aviones, y cargaban cuerpos de personas en esas aeronaves.

Raúl Escobar Fernández hizo el servicio militar entre enero de 1976 y julio 1977, también en Campo de Mayo. Era parte del grupo Apoyo de Vuelo. Cuando no cumplía guardias, hacía mantenimiento de pista, balizamiento de campaña y corte del césped. En el césped, “había montañitas de unas ampollas que eran unos frasquitos con la tapa de goma para introducir una jeringa dentro del frasco, con una leyenda que decía `Ketalar`”, indicó. “Refiere que era mucha la cantidad de estos frascos que estaban tirados, vacíos en la punta de la pista.” Supuestamente, ésa era la zona, dijo, donde se acercaba el carrier a cargar a la gente en los aviones.

Pedro Rogelio Leguizamón estuvo entre enero de 1976 y marzo de 1977. Fue encargado de conducir el camión cisterna de combustible JP1 que se utilizaba para los aviones de gran porte y helicópteros. Debía abastecer las aeronaves. Tenía guardias de 24 horas. “En muchas ocasiones –dijo–, el avión Twin Otter correteaba hasta la punta de la pista que se encontraba más cerca del penal militar de Campo de Mayo al encuentro de camiones del Ejército en los cuales había presos civiles.”

El avión llevaba una puerta de lona, y cuando preguntaban por qué era así, le decían que era para “tirar paracaidistas”. Los vuelos eran siempre de noche. Y al Twin Otter se lo conocía como El Verdugo”. En varias ocasiones, Leguizamón vio descender de los camiones personas “medio moribundas”. Los camiones venían del camino de tierra que estaba, sin dudas, hacia el penal militar. “En una oportunidad –dijo– observó que el avión Twin Otter, en uno de sus regresos, tenía en el piso coágulos de sangre.” Los camiones que llevaban a los detenidos para introducirlos en el avión eran los comunes del Ejército, los Mercedes 1114 con techo de lona.

Las jaulas

Rubén Danilo Núñez hizo el servicio militar entre febrero de 1976 y mayo de 1977, como ayudante de mecánicos del avión jet Sabreliner, para uso y traslado del teniente general Rafael Jorge Videla. Como mecánico “seguía” al avión donde quedara estacionado, es decir que debía permanecer en el aeródromo en que estuviese dicho avión (Ezeiza, Aeroparque, entre otros).

“Había en el interior del cuartel de los bomberos pertenecientes a la Policía Federal, una especie de kiosco donde podíamos adquirir alguna comida rápida o alguna bebida.” En una oportunidad, concurrió a fin de comprar bebida. Hacía frío y era antes de las doce de la noche. En ese momento, “pudo ver en primera persona lo que va a relatar: encontrándose en el interior del hangar de los bomberos, en forma repentina se apagaron las luces del playón donde se estacionaban normalmente los helicópteros, pudiendo observar que aterrizaban dos aviones Fokker de motores a hélices, pero pertenecientes a la Fuerza Aérea. (...) Uno de los bomberos le dijo: ‘Andate, porque algo va a pasar’. En forma inmediata se retiró del lugar velozmente, aprovechando la oscuridad provocada por el corte, cuando observó que por lo menos uno de los aviones, o sea el primero que descendió, comenzó a abrir el portón de la parte trasera de la nave, como para ser cargado algo en la bodega, pudiendo observar cómo camiones del Ejército se acercaban al encuentro del avión para cargar unas cajas tipo jaulas de madera. Que esa tarea de descarga la llevaban a cabo personal del Ejército vestidos con uniformes verdes, pero es opinión de quien declara que no eran soldados conscriptos, sino suboficiales. Interrogado para que diga qué había dentro de las jaulas de madera que menciona, contestó que había unos bultos que al parecer tenían cuerpos humanos en su interior. Los cajones se balanceaban, pero no se escuchaban voz, ni gritos, ni queja alguna en su interior, por lo que no está en condiciones de manifestar si lo que estaba siendo cargado en el avión eran personas que estaban con vida o no. En realidad, tampoco puede afirmar con certeza absoluta que el contenido de las jaulas fueran personas. Solamente observó un cajón, pero infiere que habría más debido a que eran dos aviones y por lo menos dos camiones del Ejército. Al día siguiente los formaron a todos los soldados y se presentó un capitán. Era muy raro que un capitán se presentara directamente a la tropa. Los interrogó, cargándolos, sobre si alguien había escuchado algo o visto a algún monstruo. Ningún soldado emitió palabra alguna.”

Vuelos fantasma

Juan Domingo Giménez estuvo entre febrero de 1976 y agosto de 1977, como artillero de helicóptero, en la guardia, enfermería del batallón y finalmente pasó a la torre de control de los hangares donde recibía los partes meteorológicos. Su testimonio comienza a marcar diferencias entre 1976 y 1977.

“Recuerda que había un avión al que se lo llamaba Herculito debido a su semejanza con el original, que es más grande.” Giménez cumplía servicios semanales. Solía hacer guardias, pero cuando despegaba ese avión, lo hacían bajar de la torre de control “para que no viera nada”. De lo contrario, sabía, podían mandarlo al penal militar. Estos vuelos, explicó, podían ser de mañana temprano o de noche, indistintamente. El despegue se hacía sin aviso previo y el personal que cumplía funciones allí estaba muy controlado. A esos vuelos se los denominó “vuelos fantasmas”. En la torre de control tenían una planilla de vuelos en la que figuraban los planes de vuelo, pero nunca se sabía los destinos de esos vuelos. En los registros de los oficiales tampoco aparecían los destinos. Una situación que también ocurría con el avión Twin Otter, explicó. Parte de esos despegues eran controlados por personal de Gendarmería Nacional. “A la cabecera de la pista llegaban camiones Unimog u otros, pero no ingresaban por la puerta de los proveedores, sino por otra ubicada detrás del monte con una arboleda muy espesa y se dirigían directamente a las puntas de las cabeceras de la pista, donde se hacían las cargas.”

 




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11 años de bajada cuadro del genocida videla por el patriota Néstor Kirchner Chaubloqueo Museo Che Guevara

24 de Marzo de 2004

El día en que Néstor bajó el cuadro de Videla

Hace once años el expresidente Kirchner ordenaba descolgar los cuadros de los dictadores Videla y Bignone de las paredes del Colegio Militar. Un hecho histórico. 

En un acto simple pero enérgico y de gran carga simbólica el entonces presidente Néstor Kirchner decidió, un 24 de marzo de 2004, acercarse al Colegio Militar del Palomar y ordenar que se descolgaran los cuadros de Rafael Videla y Reynaldo Bignone. 

"Proceda", dijo  Kirchner al titular del Ejército, Roberto Bendini, cuando se cumplían 28 años del golpe de Estado de 1976. 

En el discurso que pronunció tras tamaño gesto, el exPresidente instó a las Fuerzas Armadas a "nunca más utilizar el terrorismo de Estado y las armas contra el pueblo argentino". 

"No hubiera querido nunca tener que estar ante esta instancia, porque recordar el 24 de marzo de 1976 es uno de los instantes más dolorosos y más crueles que le ha tocado vivir a la historia argentina en su conjunto", expresó Néstor. 

Finalmente agregó: "Quiero dejar en claro que el terrorismo de Estado es una de las formas más injustificables y sangrientas que le pueden tocar vivir a una sociedad. No hay nada, por lo grave que sea, que esté pasando en un determinado momento de la sociedad argentina o de cualquier sociedad, que habilite el terrorismo de Estado".

 

 

 




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