viernes, 6 de agosto de 2010

Linguista procubano pero de Buenos Aires.

Obama TARRU  reducido.jpg

Estimado Giraldo aquí va la fotografía que me tomaron en las escalinatas de la Universidad de La Habana en Enero cuando la marcha de antorchas en homenaje al Apóstol José Martí.  Fraternal saludo de Eladio González  toto.

 

 

 

difunden: 1er. Museo Histórico Suramericano " Ernesto Che Guevara "  la  Escuela de  Solidaridad con  Cuba " Chaubloqueo " y el  Centro de  Registro de  Donantes  Voluntarios de  Células Madre -  Irene Perpiñal y Eladio González - directores   calle Rojas 129  local  Capital - AAC 1405 - Buenos Aires - República Argentina  telefax:  4- 903- 3285 Caballito

 

 sonrisa total de frente sin boina

email: museocheguevara@fibertel.com.ar
http://museocheguevaraargentina.blogspot.com/
doná sangre, doná órganos, doná células madre, sé solidario, SÉ VOS.
¡Salven a los argentinos! "las ballenas"

 

A pelear y ganar el Bicentenario Felipe de Jesus Pérez Cruz cubano y revolucionario historiador

Declaración del Grupo de Trabajo de CLACSO sobre el Bicentenario

"Nuestra América se construyó desde la exclusión y el desafío es el de revertir esa situación después de 200 años"

 

Felipe de J. Pérez Cruz

Rebelión

 

 

El Bicentenario de las luchas por nuestra primera independencia, su estudio, interpretación y divulgación, con una visión de proceso, de su trascendencia e importancia, en el contexto de más de doscientos años de luchas y realizaciones compartidas, constituye una tarea de importancia científica, cultural, ideológica y política. Nuestra pertenencia a un proyecto de emancipación y unidad latinoamericana, incluye el rescate del patrimonio cultural, la memoria, riqueza y experiencia histórica, que una y otra vez nos han querido arrebatar.

El Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (CLACSO) aprobó en el 2008, la creación del Grupo de Trabajo “El Bicentenario Latinoamericano: Dos Siglos de Revoluciones a la Luz del Presente”, con el propósito de problematizar en torno al nudo temático de las revoluciones y la historia que llega hasta nuestros días.

Resultado de la labor del colectivo de cientistas sociales que coordinan las compañeras argentinas Beatriz Rajland y María Celia Cotarelo, ha sido la publicación del libro “La Revolución en el Bicentenario. Reflexiones sobre emancipación, clases y grupos subalternos” (CLASO Libros, Buenos Aires, 2009) en el que participan otros 20 autores de universidades e institutos de investigación de Argentina, Bolivia, Chile, Colombia, Costa Rica, Cuba, México, Paraguay y Gran Bretaña.

En la Reunión del Grupo de Trabajo realizada en La Habana los días 16-18 de noviembre del pasado año, se debatió ampliamente sobre los presupuestos teóricos y el contenido del próximo libro, y se constituyó una comisión que ha trabajado por consulta el documento que recién se pone en circulación:

EL Grupo de Trabajo de CLACSO: “El Bicentenario y los Procesos Revolucionarios en América Latina”, ha aprobado una declaración delineada en su reunión plenaria de noviembre de 2009, realizada en La Habana, Cuba:

Entendemos que es necesario un pronunciamiento sobre el Bicentenario, que salga de la mera efemérides, y se posicione acerca del interrogante sobre el significado del Bicentenario hoy.

Ponemos a consideración de todas y todos quienes se sientan identificados con lo planteado y quieran suscribirla y pensar y actuar en consecuencia, la siguiente

DECLARACIÓN

El Bicentenario nos plantea desafíos intelectuales y políticos y una toma de posición implica situarse en el campo de la lucha ideológica.

Plantear un enfoque sobre el Bicentenario y sostenerlo, supone dar cuenta del pasado, de las situaciones presentes y de las alternativas para América Latina y el Caribe.

Nos pronunciamos desde una posición crítica y reflexiva sobre las visiones conservadoras, oficiales y colonizadoras.

Acordamos que la construcción de una historia desde abajo, proyectiva, científica, descolonizada y contrahegemónica constituye una tarea imprescindible.

Lo dicho, implica reclamar “otra historia”: la historia de las clases, grupos, sexos, etnias, religiones y culturas, todas ellas, presencias que han sido borradas del proyecto de las clases dominantes y de sus dispositivos legitimadores. De la experiencia de los sectores explotados y oprimidos queremos alimentar una historia de resistencia y autonomía, alimento de la imaginación de un mundo diferente.

Destacamos –justamente-, los procesos revolucionarios en tanto vectores de interpretación de los itinerarios históricos de las clases dominadas, explotadas y oprimidas, que nos lleven hacia el análisis de: ¿Cuál es el proyecto político emancipador, hoy? ¿Cuál es el proceso de cambio que plantea la necesidad de pensar el Bicentenario?

Queremos terminar con la mitología elaborada por la oligarquía y la burguesía, sobre los procesos independentistas del siglo XIX, para justificar la explotación.

Nuestra América se construyó desde la exclusión y el desafío es el de revertir esa situación de modo de construir finalmente, después de 200 años, una sociedad de inclusión que derribe los obstáculos para su integración y proyecte una unidad latinoamericana y caribeña fundada en la emancipación y en el antiimperialismo que erradique todas las formas de explotación y de dominación colonial y neocolonial. 

Consideramos que la urgente discusión sobre el Estado es uno de los temas fundamentales de las experiencias democrático-populares en nuestro subcontinente hoy.

Entendemos al Estado, como una instancia de lucha de hegemonías, como espacio potencial de luchas profundas orientadas a una transformación favorable a los intereses de las clases populares.

Nuestra América es una tierra de mezclas, hibridaciones y mestizajes, con sus inevitables contradicciones, en las que aspiramos a captar las promesas democráticas de la multiplicidad y la pluriculturalidad. Debemos encarar una lucha por la memoria social, crítica del pasado pero anhelante de porvenir.

En esa revisión, se impone la apertura de un nuevo y profundo debate. El Bicentenario no debe quedar anclado –como los sectores dominantes pretenden- en la temática de las independencias al punto tal de que las revoluciones del temprano siglo XIX hayan sido denominadas “revoluciones de la independencia”. En ese debate –que ya ha comenzado- debemos preguntarnos, cuál ha sido el legado emancipatorio de ese ciclo de revoluciones y cómo se las entiende en el nexo con el ciclo propio del siglo XX y con las luchas que se han venido desarrollando en lo transcurrido de este siglo.

Hoy, cuando la noción de revolución ya no está en el museo de antigüedades sino que ingresa otra vez a la palestra, proponemos repensar su sentido para tornarlo operativo para la política. Es preciso hacerlo al punto de reconsiderar su relación con la reforma o su temporalidad, sus “sujetos históricos” y su alcance geográfico.

Como el presente y los proyectos para construir el futuro, la comprensión del pasado es un territorio de disputa, porque en ello se va gestando el modelo de dominación y el de las resistencias del futuro. Asumiendo su carácter antagónico nos interesa estimular la preocupación por el Bicentenario que ponga en diálogo productivo las tradiciones emancipatorias continentales, rescate las historias olvidadas y negadas, repiense las estructuras y grandes tendencias, capte las resistencias y proyecciones revolucionarias que poblaron, no sin contradicciones, un tiempo pretérito nutriente de la vocación de una nueva Nuestra América que sea definitivamente nuestra.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.

 

 

 

Che Guevara palabras en homenaje a su gran amigo Camilo Cienfuegos el guerrillero cubano

En homenaje al Comandante Camilo Cienfuegos.

 

 

28 de octubre de 1964


Compañeros:

Los actos de recordación de los héroes caídos van constituyendo con el tiempo cierta especie de tarea disciplinaria, y más o menos -quiérase o no- se convierten en un acto mecánico. Por eso, muchas veces personalmente he tratado de hurtarle el cuerpo a la rememoración de compañeros que significan cosas muy importantes en nuestra vida, amigos forjados en la lucha, compañeros de los primeros momentos, de aquellos momentos en que apenas un poco más que los dedos de la mano alcanzaban para numerarse. El recordarlos año tras año en discursos va creando esa mecánica de que les hablaba; mecánica que, para los que han conocido íntimamente a Camilo, por ejemplo, como yo, choca.

Hoy acepté venir aquí, por el hecho de tratarse de recordar a Camilo en este salón, en este edificio, donde su hermano sigue la obra que empezara primero, por circunstancias especiales, sólo Camilo.

Yo quería decirles pocas palabras y tratar de expresarles lo que creo que significa, Camilo. Es muy difícil, casi imposible diría.

Yo, conocí a Osmani, a través de Camilo, un día de derrota, uno de los tantos días de derrota que tuvimos que afrontar. Nos habían sorprendido; en la huida yo perdí mi mochila, alcancé a salvar la frazada nada más, y nos reunimos un grupo disperso. Fidel había salido con otro grupo. Éramos unos 10 ó 12. Y había más o menos una ley no escrita de la guerrilla que aquel que perdía sus bienes personales, lo que todo guerrillero debía llevar sobre sus hombros, pues debía arreglárselas. Entre las cosas que había perdido estaba algo muy preciado para un guerrillero: las dos o tres latas de conserva que cada uno tenía en ese momento.

Al llegar la noche, con toda naturalidad cada uno se aprestaba a comer la pequeñísima ración que tenía, y Camilo -viendo que yo no tenía nada que comer, ya que, la frazada no era un buen alimento- compartió conmigo la única lata de leche que tenía; y desde aquel momento yo creo que nació o se profundizó nuestra amistad.
Tomando sorbos de leche y disimuladamente cuidando cada uno de que el reparto fuera parejo, íbamos hablando de toda una serie de cosas. En general versaba la conversación sobre comida, porque, las conversaciones de las gentes versan sobre los problemas más importantes que le aquejan, y para nosotros la comida era una obsesión en aquellos días. Así, me contó del arroz... no, de la harina, creo que la harina con cangrejo, que era una especialidad de la mamá de Camilo, y me invitó a comerla después del triunfo.

Y así conocí a Osmani, también, aquella noche de fraternidad guerrillera, mientras compartíamos la lata de leche.

Hasta ese momento, no éramos particularmente amigos; el carácter era muy diferente. Desde el primer momento salimos juntos. Desde el Granma, desde la derrota de Alegría de Pío estábamos juntos, sin embargo, éramos dos caracteres muy diferentes. Y fue meses después que llegamos a intimar, extraordinariamente.

Chocábamos por cuestiones de disciplina, por problemas de concepción de una serie de actitudes dentro de la guerrilla. Camilo en aquella época estaba equivocado. Era un guerrillero muy indisciplinado, muy temperamental; pero se dio cuenta rápidamente y rectificó aquello. Aun cuando después, hiciera una serie de hazañas que han dejado su nombre en la leyenda, me cabe el orgullo de haberlo descubierto, como guerrillero. Y empezó a tejer esa urdimbre de su leyenda de hoy, en la columna que me había asignado Fidel, mandando el Pelotón de Vanguardia.

Después, fue comandante; escribió en el llano de Oriente una historia muy rica en actos de heroísmo, de audacia, de inteligencia combatiente e hizo la invasión, en los últimos meses de la guerra revolucionaria.

Lo que a nosotros -los que recordamos a Camilo como una cosa, como un ser vivo- siempre nos atrajo más, fue, lo que también a todo el pueblo de Cuba atrajo, su manera de ser, su carácter, su alegría, su franqueza, su disposición de todos los momentos a ofrecer su vida, a pasar los peligros más grandes con una naturalidad total, con una sencillez completa, sin el más mínimo alarde de valor, de sabiduría, siempre siendo el compañero de todos, a pesar de que ya al terminar la guerra, era, indiscutiblemente, el más brillante de todos los guerrilleros.

A los pocos meses del triunfo, cuando todavía estábamos en la efervescencia de la destrucción del viejo orden y apenas comenzaba a discutirse sobre la necesidad de la organización, Camilo murió.

Pero a mí no me cabe duda de que así como rectificó aquellos primeros errores de los días nacientes de la guerrilla y se convirtió en el mejor de todos nosotros, así también se hubiera adaptado a las exigencias de esta nueva época, y hubiera sido una columna firme en la organización del Ejército, o en la organización de cualquier organismo, cualquier parte del Estado que le fuera confiada.

Sin embargo, toda esta parte, no ha podido ser ni presenciada, ni ejecutada, ni colaborar en su ejecución, por Camilo. Nos cabe sólo pensar, en lo que podría haber hecho, pensar en la ausencia que dejó, en aquellos momentos en que todavía la conjunción de las fuerzas revolucionarias no se había realizado plenamente, y el papel que jugaba cuando, con su autoridad indiscutida en toda una serie de discusiones, de malquerencias que existían entre los revolucionarios, surgía Camilo para imponer siempre el llamado a la cordura, el llamado a hacer prevalecer los principios y el espíritu revolucionario sobre cualquier querella del momento.

Toda esa etapa de Camilo tampoco se conoce, porque las historias de las revoluciones tienen una gran parte subterránea, no sale a la luz pública. Las revoluciones no son movimientos absolutamente puros; están realizados por hombres, y se gestan en el medio de luchas intestinas, de ambiciones, de desconocimientos mutuos. Y todo eso, cuando se va superando, se convierte en una etapa de la historia que, bien o mal, con razón o sin ella, se va silenciando y desaparece.

Nuestra historia también está llena de esas desavenencias, está llena de esas luchas que a veces fueron muy violentas; está llena de desconocimiento de nosotros mismos; y, producto de ese desconocimiento: desconfianzas, formaciones de grupos, luchas entre grupos y, al mismo tiempo, la reacción trabajando dentro de ella. Allí es donde hay también un gran trabajo de Camilo que se desconoce. Y fue evidentemente un factor de unidad.

Hoy se puede hablar de todo aquello porque es el pasado, porque se ha constituido el Partido, e incluso el Partido después, sujeto a una serie de errores, ha sido depurado, ha sido reestructurado y reorientado, y la unidad nueva, sobre la base del único enemigo, el enemigo común que es el imperialismo, se ha hecho en Cuba y ya se puede hablar de aquella etapa, una de las tantas etapas difíciles de la Revolución donde muchos hombres desconocidos, o poco conocidos jugaron un papel importantísimo.

Hoy estamos ligados totalmente al mundo socialista, mundo cada vez más potente, más pujante, enfrentados en una trinchera que es de primera línea pero que tiene muchas trincheras y mucha fuerza atrás y a los lados contra el imperialismo. Hoy hay todo un bloque de países no alineados que se reúnen para condenar el imperialismo y apoyar a Cuba. Y la tarea es distinta, mucho más fácil. Ahora el enemigo se visualiza y todo el pueblo lo visualiza. En aquellos momentos era necesaria la presencia de los hombres que no tuvieran la más mínima ambición personal, la más mínima desconfianza, que fueran hombres enteramente puros y dedicados a la tarea revolucionaria exclusivamente, para poder realizar lo que casi podría llamarse el milagro de la unidad. Y a esa clase de hombres pertenecía Camilo. ¡Y los hay pocos!

Todos nosotros, la mayoría, por lo menos, tenemos muchos pecadillos que contar de aquellas épocas, muchas suspicacias, desconfianzas a veces hasta malas artes empleadas con un fin que considerábamos muy justo, pero con métodos que a veces -muchas veces- eran incorrectos. Y nunca se puede decir que Camilo haya recurrido a ellos.

Claro que se puede pensar que Camilo es el muerto, y que de los muertos se puede hablar en forma distinta. Y es natural que si Camilo estuviera vivo y presente entre nosotros, un sentimiento hasta de pudor natural nos impediría decir cosas como estas, pero son absolutamente justas.

Esa es la significación que tiene Camilo para nosotros. Difícil de expresar, difícil de mostrar ante ustedes, porque definir en lo que vale un compañero, en lo que vale internamente para cada uno de los que tuvo alguna responsabilidad en la lucha revolucionaria y en el período de construcción, es algo muy difícil. Pero quería, simplemente, anotar ante ustedes, aunque fuera esa significación interna, privada, que tiene para mí, para muchos de nosotros, Camilo.

Y la seguridad, expresarles la seguridad de que aquel “¿voy bien?” de Fidel, cuando le preguntara a Camilo, en la Ciudad Militar a los primeros días o el primer día de su llegada a La Habana, no significa la casualidad de una pregunta hecha, a un hombre que de casualidad estuviera a su lado, era la pregunta hecha a un hombre que merecía la total confianza de Fidel, en el cual sentía, como quizás en ninguno de nosotros, una confianza y una fe absoluta.

Y por eso, aquella pregunta es todo un símbolo, un símbolo de lo que significara Camilo. Seguirán pasando los años, tendremos muchas luchas por delante, nuestra importancia en el mundo acrecentada día a día, hará que se escriba una historia desde perspectivas diferentes. Y aquellos dos años de lucha en la Sierra, y aquel primer año de gestación revolucionaria serán apenas unas pequeñas líneas en la historia de nuestra Revolución y de la revolución mundial.

Pero por pequeñas que sean esas líneas, por escueto que sea el comentario y la poca importancia que se le reconozca en el futuro, aquella guerra de escaramuzas de un grupo de hombres que tuvo como virtud fundamental la de tener fe, en esas pequeñas líneas, necesariamente, debe estar inscrito el nombre de Camilo. Porque aun cuando su actuación comparada ya retrospectivamente, es fugaz, y con el correr de los años será más fugaz en tiempo; su acción, su influencia, sobre los hombres que tuvieron la fortuna de participar en toda aquella serie de sucesos, fue enorme.

Y aun, cuando siempre lo digamos mecánicamente, y aun cuando parezca una de las tantas frases con que se adornan la vida de los héroes caídos, por lo menos, créanme, cuando lo digo con toda la más grande sinceridad, que para mí, Camilo no ha muerto. Y que su influencia, la de su acción, la de su comportamiento de revolucionario, sirve todavía y servirá siempre, para corregir los errores, la cantidad de errores que día a día cometemos, la cantidad de injusticias y de debilidades revolucionarias que día a día cometemos.

Y en la medida en que la acción de aquel grupo tenga también repercusión sobre la historia de Cuba -como de hecho la tiene-, en la medida de la importancia que la historia futura asigne -como de seguro asignará- a nuestro dirigente máximo, a Fidel Castro, allí también, participando de esa medida, participando también de su acción sobre Fidel, como compañero, como revolucionario al cual se le tenía la más absoluta de la fe y al cual se recurría en los momentos de peligro, también figurará Camilo.

Y ésa, es su gloria eterna. La que yo he tratado de expresar y la que creo que sobrevivirá mucho más, que incluso, el recuerdo vivido de los años de guerra.

Eso es todo, compañeros.

Fuente: Che Guevara, Ernesto: Obras. 1957-1967, Casa de las Américas, La Habana, 1970.

 

 

 

 

Armando Hart Dávalos Cuba y los principios fundacionales de su Revolución indómita e Invencible blog

   Giraldo Mazola nos envía ahora documentos elaborados por Armando Hart Dávalos, esposo de Haydée Santamaría.  

 

Principios fundacionales de la Revolución Cubana                                                                          

por  Armando Hart   Dávalos   (el padre de nuestra querida e inolvidable Celia María)

 

 

Formo parte de una generación que irrumpió en la vida política de nuestro país a fines de la década del 40 y comienzos de la del 50 del pasado siglo y poseemos, por tanto, la experiencia de haber participado intensamente, junto a Fidel, en las luchas de nuestro pueblo en la segunda mitad del siglo XX y en estos albores del XXI. Hemos acumulado un caudal de conocimientos y experiencias que debemos y queremos trasmitir a los que van asumiendo responsabilidades crecientes en la política actual de nuestro país y desarrollarán sus actividades en este terreno hasta bien entrado el presente siglo.

He venido insistiendo en la necesidad de llevar a cabo un diálogo de generaciones, lo cual ha sido muy bien acogido por la Dirección de la UJC. Ofrezco estas reflexiones como una contribución a ese diálogo imprescindible y apremiante. 

Hagamos un poco de historia. El 10 de octubre de 1868, en el ingenio La Demajagua, el Padre de la Patria, Carlos Manuel de Céspedes, liberó a sus esclavos, proclamó la independencia del país y los exhortó a luchar por la abolición de la esclavitud.  Así, tras dilatada gestación, emergía la nación cubana.  Casi seis meses después, el 10 de abril de 1869, en Guáimaro, Camagüey, se proclamó la Constitución de la República en Armas. Fue un proceso antecedido de debates y contradicciones que necesariamente están siempre presentes en toda gran historia.  El recuerdo  hermoso fue que en Guáimaro se selló la unidad de los  cubanos.  Ahí está la raíz de su importancia para todas las épocas.  Se forjó allí, por vez primera, la unión del pueblo de Cuba, y se hizo alrededor de los principios jurídicos y políticos más avanzados de la humanidad de su época.  Quedó plasmado un régimen de derecho en medio de la manigua redentora que contenía los más altos valores morales y políticos de la llamada civilización occidental.

Nuestra revolución fue forjadora de  la nación, la  de Céspedes, Agramonte, Maceo y Martí; la de Mella y del Directorio del 27 y el del 30; la de los fundadores del Partido Comunista; la de los héroes y mártires del Moncada, Girón y la Crisis de Octubre; la de los internacionalistas de las últimas décadas; la de nuestros cinco héroes. 

De esta forma —como ha dicho Cintio Vitier— este país tuvo la originalidad de ser una nación pensada, concebida y proyectada.  Presenta una identidad inconfundible que se proyecta hacia el presente y hacia el futuro con un legado ético y jurídico de enorme significación.  Veamos las diversas formas que ha tenido el Estado cubano:  la primera, la República en Armas, que con el largo intervalo de la tregua fecunda, tras el Zanjón, se extendió por 30 años, es decir, hasta 1898, cuando por presión arbitraria e ilegal del imperio naciente, se disolvió en la dramática Asamblea del Cerro.  La segunda, surgida en 1902, cuando el imperio yanqui nos impuso la Enmienda Platt para frustrar los nobles ideales de los constituyentistas y establecer en el país la dominación económica, política y social.  La República neocolonial de 1902 a 1959. Y por último la tercera República, la nacida el 1º de enero de 1959, cuando los nuevos mambises, comandados por Fidel, entraron por primera vez en la ciudad de Santiago de Cuba.  República independiente que proclamó, en vísperas de Girón, el 16 de abril de 1961, su carácter socialista.  Tres formas de estado ha tenido Cuba: la República en Armas, la neocolonial y la república independiente y socialista.

Es importante destacar que si la República en Armas tuvo una Constitución del más elevado pensamiento democrático del mundo de su época, la  neocolonial también recogió parte de esa tradición intelectual y moral,  pero que fue mancillada por la imposición de la Enmienda Platt, ajena al espíritu de los constituyentistas. 

Los propios constituyentistas, los que votaron a favor de la Enmienda, declararon que lo hicieron porque era la única manera de que los yanquis salieran de Cuba, lo  que  prueba la arbitrariedad e ilegalidad de la enmienda.  Incluso algunos mantuvieron una posición más radical y consecuente y son los que con mayor mérito recuerda la historia, simbolizados en Juan Gualberto Gómez, que constituye uno de los grandes pensadores y activistas revolucionarios de nuestra historia.  Por esto, Juan Gualberto ha quedado como el símbolo más alto de la Asamblea Constituyente de 1901 y de la oposición consecuente al engendro aprobado por el Congreso yanqui. 

Es precisamente a partir de las características singulares de la formación económico-social de nuestra nación y la conjunción de varios factores condicionantes,  que la Revolución Cubana pudo llegar a ser lo que es  y lo que su ejemplo representa para otros procesos en marcha en América Latina. Es muy importante que saquemos conclusiones que nos permitan abrir horizontes al nuevo pensamiento que  se necesita hoy para llevar a cabo las transformaciones que demanda nuestra región latinoamericana y caribeña, a partir de una interpretación antidogmática y creadora de las ideas de Marx y Engels.

Para entender la singularidad de Cuba, es necesario tener en cuenta que en la década del 20 del pasado siglo se ensamblaron definitivamente la tradición patriótica y antiimperialista que venía del siglo XIX y cuya figura descollante es José Martí, con el pensamiento socialista europeo. El pensamiento antiimperialista de Martí con su proyección universal asumió el liberalismo latinoamericano, lo trascendió y presentó las primeras ideas y programa antiimperialista. Este pensamiento fue el que se articuló con el pensamiento socialista en el siglo XX. El símbolo más representativo de esa fusión es, sin duda, Julio Antonio Mella,  junto a Rubén Martínez Villena y los fundadores del primer Partido Comunista de Cuba en 1925. 

Los ideales patrióticos, antiimperialistas y por la justicia social, inspiraron el combate de la llamada “Generación del 30” contra la tiranía de Gerardo Machado. De ese proceso emerge la figura  de  Antonio Guiteras como su más radical y consecuente representante. Sobre el fundamento de esa tradición, diversos procesos y hechos históricos de la década del 30 y principios de la del 40, influyeron decisivamente en la formación política de la Generación del Centenario. 

No fue casual que ante la pregunta del fiscal a Fidel Castro en el juicio por los sucesos del Moncada acerca del autor intelectual de aquella acción armada, él respondiera sin vacilación: José Martí. Esos hechos y procesos son, entre otros, los siguientes:

  • El pensamiento liberal latinoamericano que nos representamos en Miranda, Bolívar, Simón Rodríguez, Juárez, Alfaro y Céspedes. Ese pensamiento adquirió en nuestras tierras un sentido y una proyección bien diferente al norteamericano y al europeo. Las ideas expuestas por Benito Juárez, en enero de 1861, constituyen una buena demostración de la radicalidad alcanzada por el pensamiento liberal latinoamericano. Dijo Juárez:

-       “A cada cual, según su capacidad y a cada capacidad  según sus obras y su educación.  Así no habrá clases privilegiadas ni preferencias injustas (…)”.

-       “Socialismo es la tendencia natural a mejorar la condición o el libre desarrollo de las facultades físicas y morales”.[1]

  • Las concepciones más progresistas de la Revolución Mexicana de 1910 y 1917, tal como las representaba,  en su tiempo, Lázaro Cárdenas.
  • Las ideas nacidas de la Reforma Universitaria de Córdoba, de las cuales empezaron a emerger, con gran vigor, las concepciones sociales más avanzadas del siglo XX en América Latina.

·         Las ideas y luchas antiimperialistas de Augusto César Sandino.

·         Las ideas más progresistas en la lucha a favor de la República Española, su expresión en la presencia internacionalista cubana en aquella lucha y la continuidad de la misma en el combate contra el régimen de Franco.

·         Las luchas contra el fascismo en Alemania e Italia en la década del 30 y la solidaridad hacia las fuerzas antifascistas que participaban en la Segunda Guerra Mundial.

·         Las ideas revolucionarias que se forjaron en el proceso de la Constitución de 1940 y en su aprobación. Este texto constitucional llegó a ser el más avanzado  en su época entre los llamados países occidentales.

·         Las ideas de contenido social puestas en práctica por Franklin Delano Roosevelt en el marco del sistema capitalista y el papel del Gobierno  para combatir la recesión en Estados Unidos, junto a la política del llamado “New Deal” en las relaciones hacia América Latina.             

·         Los ideales sociales,  políticos,  antiimperialistas y  socialistas  de América  Latina  simbolizados  en  Mella,  Mariátegui  y Aníbal Ponce, entre tantos otros.

·         La lucha contra el golpe de estado de Fulgencio Batista, violatorio del orden constitucional, y el enfrentamiento a la tiranía impuesta con el respaldo del  imperialismo.

Como una expresión de ese pensamiento, característico de las nuevas generaciones que asumieron la Revolución desde una óptica esencialmente revolucionaria y de contenido socialista, reproduzco parte del contenido que, como dirigente del Movimiento 26 de Julio en 1956, expuse en una carta dirigida al presidente de México, Adolfo Ruiz Cortines:

Cuba, Honorable Sr. Presidente, está al borde de una Revolución que transformará el orden social y político y sentará las bases de una democracia socialista y revolucionaria. Nosotros representamos la vanguardia de esa revolución, ya que por imperativo de las circunstancias estamos en el deber patriótico de conducir al pueblo en este minuto incierto en que el gobierno lo ha llevado a un callejón sin aparente salida.

Cuando Batista asumió la presidencia de la República en 1940, la posición más revolucionaria la ostentaron el Partido Revolucionario Cubano Auténtico, heredero de la mejor tradición de los años 30.  Luego, gran parte de este equipo se corrompió y nació para enfrentarlo la ortodoxia al frente de la cual estaba Eduardo Chibás con su lema “Vergüenza contra dinero”.  Tras la muerte de Chibás, se produce el golpe de Estado de Batista que interrumpió el ritmo constitucional de la nación, y el combate a la corrupción se unió al combate a favor de la legalidad.  El golpe de Estado y la tiranía de Batista fueron el ejemplo más claro de que la ilegalidad y la falta de ética en Cuba provocaban, necesariamente, una revolución social.

Para el 1ro. de junio de 1952 se habían convocado elecciones generales, en las cuales iba a triunfar un partido de amplia base popular. Menos de tres meses antes, el 10 de marzo de aquel año, Fulgencio Batista, con el apoyo norteamericano, derrocó al gobierno constitucional y abolió la Constitución de 1940. De esta forma, impidió la victoria popular y afianzó el dominio de Estados Unidos en el terreno económico del país. Sin embargo, los reaccionarios deben extraer todas las consecuencias de la lección que la historia dio del cuartelazo, porque el rechazo del pueblo a aquel régimen tiránico generó un proceso revolucionario radical que culminaría con el triunfo de la Revolución. Así conquistamos la plena libertad y la independencia el 1ro. de enero de 1959.

En la lucha contra la tiranía influyó, de manera decisiva, la defensa de la Constitución de la República, la que teníamos como bandera. Ello tenía su fundamento en una tradición jurídica que se gesta desde 1868 con la República en Armas y que se ejemplificó, de manera muy evidente, en dos momentos del período neocolonial (1902-1959). Como la Revolución triunfante en 1959 fue producto de una insurrección popular, nunca se pudieron extraer todas las lecciones de los fundamentos filosóficos de interés práctico sobre el hecho de que hunde sus raíces en la larga historia nacional cubana y que ella posee alcance latinoamericano y universal. 

Si se quieren entender los nuevos caminos de Cuba, nuestra América y el mundo para salvarnos del holocausto universal que nos amenaza, invito a los juristas y a los hombres y mujeres de más alta sensibilidad cultural a meditar a partir del hecho de que en Cuba la Revolución triunfó por la vía de la insurrección armada a partir de que el golpe de estado del 10 de marzo de 1952 abolió la Constitución de 1940, una de las más avanzadas del mundo de hace ochenta años.

Hubo, en esta etapa a la que nos estamos refiriendo, dos gobiernos, que de manera clara y descarnada, violentaron la Constitución e instauraron una tiranía: el de Gerardo Machado (1926-1933), con la prórroga de poderes; y el de Fulgencio Batista (1952-1959), con su tristemente célebre golpe de estado. Ambos, generaron procesos revolucionarios radicales que tuvieron como punto de partida la lucha contra el quebrantamiento de la ley. El rechazo popular a la ilegitimidad de gobiernos tiránicos está en la médula de la cultura jurídica y política cubana.            

Los  burgueses derrocados del poder político en 1952, y los partidos políticos que los representaban, fueron incapaces de organizar la resistencia al golpe de Estado y a la ilegalidad constitucional. Entre la corrupción de las costumbres públicas, el enriquecimiento de sus principales personeros, la vacilación y entrega al imperialismo yanqui, les resultaba imposible enfrentar una tarea de restauración democrática de carácter burgués. Así las cosas, los estudiantes y trabajadores irrumpieron con fuerza propia en el escenario político en defensa del orden jurídico, quebrado por el golpe de Estado, y de la Constitución de la República. Esta es una de las lecciones que debemos subrayar: no fue la Revolución la que suprimió el pluripartidismo, sino que fueron aquellos partidos los que firmaron su acta de defunción cuando se  mostraron incapaces de oponerse a la tiranía y de luchar contra ella.  

Las ideas socialistas y patrióticas cubanas de aquellos tiempos nos guiaron hasta el 26 de julio de 1953, cuando Fidel Castro proclamó que Martí era el autor intelectual de la Revolución. El 1ro. de enero de 1959 triunfó la Revolución de Martí, y en víspera de Playa Girón, el 16 de abril de 1961,en medio de la agresión de Estados Unidos  proclamó su carácter socialista.

Han pasado más de cincuenta  años desde que iniciamos esta lucha. Por circunstancias presentes en nuestro devenir histórico, desde los tiempos de Mella y de la fundación del Partido Comunista en 1925, las ideas socialistas se interpretaron en forma radicalmente distinta a como se hizo en la Unión Soviética y en otras partes del mundo. Desde el comienzo, y en su recorrido posterior, las ideas socialistas exaltaron siempre la tradición del siglo XIX, cuya más alta expresión está en José Martí. De esta forma el pensamiento socialista se enriqueció y pudo incorporar las esencias de las ideas de los fundadores de la nación cubana. Se gestó así una estrecha relación entre ambas fuentes forjadoras de las ideas cubanas de hoy. La enseñanza de estos análisis reside en que para lograr el triunfo del socialismo es necesario articularlo con la tradición espiritual de cada pueblo; de otra forma este no podrá triunfar jamás.

Fuera de Cuba se tejió la historia de que nuestro proceso podía haber derivado hacia una revolución burguesa. A los que tal cosa han pensado los invito a que reflexionen sobre las consecuencias de la aplicación del   programa expuesto por Fidel Castro en el juicio por el asalto al cuartel Moncada y que se conoce como “La Historia me absolverá”. El programa  no tenía que proclamar ese carácter, porque además no lo poseía de manera expresa; pero su aplicación consecuente nos llevaba incuestionablemente a un enfrentamiento con el imperialismo en el orden económico y social.

La composición social de los cuadros más representativos de la dirección del Movimiento 26 de Julio y de los combatientes de filas no era burguesa; pertenecían a las masas trabajadoras, a las capas medias, en su mayoría de escasos recursos, a los campesinos pobres y a los desempleados.

Sería imposible entender el proceso ulterior de la Revolución y las posibilidades que se abrieron para su radicalización acelerada, sin tener en cuenta la transformación que se produjo en Cuba, como consecuencia de la acción revolucionaria del Movimiento 26 de Julio.

 La Revolución cubana fue la primera de inspiración socialista triunfante en Occidente. La proeza es mayor si se tiene en cuenta lo siguiente: las décadas transcurridas desde entonces, están marcadas por el declive del socialismo en Europa y en la Unión Soviética.

La ética de José Martí, sus análisis sobre el imperialismo y el aliento llegado de la Revolución de Octubre, eran patrimonio espiritual de los jóvenes cubanos. Esas y otras causas a las que ya nos referimos estaban en lo más profundo del alma juvenil cubana.

Con estos antecedentes y la formación ética de la nación cubana, la generación de Fidel sostenía desde antes del triunfo de la Revolución las siguientes ideas:

·           Libertad política

·           Independencia económica

·           Justicia social

·           Lucha y defensa de la juridicidad, y

·           Defensa de la ética.

Porque no basta con la justicia social, la independencia económica y la libertad política; hace falta el tema de la ética. La historia demuestra que los regímenes sociales perecen cuando falla el elemento moral.

Estas ideas sellaron definitivamente los principios cardinales de la política cubana: primero, la cultura, cuya más alta categoría es la justicia.

 Hay que acabar de proclamar el valor esencial de la justicia como la categoría principal de la cultura, y esto lo podemos probar científicamente; de la ética como elemento clave sin el cual no pueden perdurar las civilizaciones; del derecho como fin trascendente de la justicia, y de la política solidaria tan necesaria en nuestros días. Cultura, ética, derecho y política solidaria.

No teníamos entonces “modelo” alguno, esa fue una de las razones de nuestra fortuna. Sin desconocer el interés práctico que en el orden inmediato pueda tener un diseño acertado de las acciones humanas y de sus posibles resultados, invito a no atarse filosóficamente a modelo alguno, aunque debemos mantener principios y valores éticos. Contamos para ello con el método electivo de la tradición filosófica cubana, que se resume en todas las escuelas y ninguna escuela, he ahí la escuela; o todos los métodos o ningún método, he ahí el método. Y siempre regido por la justicia ese sol del mundo moral como lo definiera Luz y Caballero.

A nosotros se nos educó en la idea de que el sacerdote católico Félix Varela y los maestros predecesores, retomaron de la mejor tradición cristiana el sentido de la justicia y de la dignidad humana. Se nos enseñó que los padres fundadores de Cuba relacionaron todo este acervo cultural con el pensamiento científico más avanzado de su época. Se nos explicó que en las esencias de la cultura nacional no podía tener cabida la intolerancia, la cual no tiene para nosotros ni fundamentos culturales, ni siquiera religiosos; cuando se ha presentado ha sido por incultura o por dependencia a ideas ajenas a la tradición patriótica nacional. Nos enseñaron principios éticos y conocimos que el mejor discípulo de Varela, el maestro José de la Luz y Caballero, forjó a la generación de patriotas ilustrados que en unión de sus esclavos proclamaron la independencia del país y la abolición de la esclavitud en 1868. Él está en nuestro recuerdo agradecido y nos sirvió de enseñanza para promover el hilo conductor de la historia cubana. El Apóstol lo llamó el silencioso fundador. En Martí encarnaron estas ideas y sentimientos; él les dio profundidad mayor y alcance universal.

Los enemigos de la Revolución nunca han entendido que en Cuba triunfaron las ideas socialistas sobre distintos fundamentos a los proclamados entonces como válidos; nuestro país es el único en Occidente donde el ideal de Marx y Engels alcanzó la victoria revolucionaria. Esto se deriva de la tradición moral de la nación cubana; nosotros llegamos al pensamiento socialista a partir de una cultura fundamentada en el crisol de ideas martianas, la cultura de la modernidad del siglo XIX, y las raíces éticas del cristianismo.

Como he subrayado en otras ocasiones, nuestro socialismo hunde sus raíces en la tradición patriótica y antiimperialista que Martí representa en su grado más alto y ese pensamiento, ensamblado con el ideal socialista, fue mantenido y enriquecido por Fidel.

 Hoy, cuando acabamos de conmemorar  el 50 aniversario de la Revolución Cubana, podemos afirmar que lo perdurable  son las ideas que sostiene Fidel Castro desde los tiempos del Moncada, que mantuvieron hombres como Abel Santamaría, Frank País, los hermanos Saíz, Camilo y el Che.

   Hemos contado con un enorme caudal cultural para alcanzar la independencia plena del país y  forjar la unidad nacional en cuanto a las formas de hacer política, definitorias de la identidad nacional cubana.

No se trata solo de cultura política, me refiero a las maneras prácticas de su materialización y de vencer obstáculos que se levantan ante todo proyecto revolucionario. Ello constituye el fruto más útil y original de la historia de las ideas cubanas. Martí con su sensibilidad poética y dominio de la lengua lo expresa de manera elocuente y bella:

La política es el arte de inventar un recurso a cada nuevo recurso de los contrarios, de convertir los reveses en fortuna; de adecuarse al momento presente, sin que la adecuación cueste el sacrificio o la merma del ideal que se persigue; de cejar para tomar empuje; de caer sobre el enemigo, antes de que tenga sus ejércitos en fila, y su batalla preparada.[2]

La prueba más evidente de la eficacia de esta concepción la tenemos en el hecho de que en las más difíciles circunstancias y enfrentados a los más grandes obstáculos, la política cubana ha adquirido una singular influencia en el mundo de los últimos cincuenta años.

 La política concebida como un arte y regida por principios éticos es el aporte más original de Martí a la historia de las ideas, y se resume en el principio de superar radicalmente el divide y vencerás de la tradición conservadora y reaccionaria, y establecer el postulado de unir para vencer, que Fidel ha exaltado a planos superiores.

                Los invito a  reflexionar sobre el caudal de ideas de José Martí y de todos los próceres y pensadores de nuestras luchas por la independencia, de los que en la década del 20 y del 30 del pasado siglo le dieron continuidad a ese pensamiento y lo ensamblaron con las ideas de Marx, Engels y Lenin, y que  Fidel y la Generación del Centenario abrazaron y llevaron ante los muros del Moncada, trajeron en el Granma y enarbolaron en la Sierra y el Llano. Esas ideas constituyen el fundamento de la resistencia heroica y de los éxitos de nuestro pueblo. Mantenernos fieles a ellas es un compromiso de honor de todos los cubanos.

 

 

 



[1] Tomada de Benito Juárez, documentos, discursos y correspondencia”, obra en 15 tomos, compilada por Jorge L. Tamayo, editada por la Presidencia de la República Mexicana entre 1972 y 1975.

[2] Martí, José, Obras completas, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1975, t. 14, p.60.

Encuentro con el Che Guevara de Giraldo Mazola para Museos Che en Argentina

De: Eladio Gonzalez [mailto:museocheguevara@fibertel.com.ar]
Enviado el: Viernes, 06 de Agosto de 2010 04:32 p.m.
Para: Dario Fuentes; Museo Che Alta Gracia; museocherosario@yahoo.com.ar; La Pastera Museo del Che; madredelamor@yahoo.com.ar; Madres en Lucha Marta Gomez; Madres Linea Fundadora; Madres Plaza de Mayo; Madres Plaza Mayo prensa; Madres Pza de Mayo Linea Fundadora; Madres Pza de Mayo Linea Fundadora; madresdellavallol@gmail.com; madresdellavallol@live.com.ar; prensa madres; prensa Madres; Taller de Redacción ECUnhi
CC: Giraldo Mazola Collazo; museocheguevara@fibertel.com.ar
Asunto: {posible spam} Encuentro con el Che Guevara de Giraldo Mazola para Museos Che en Argentina

 

El compañero cubano Giraldo Mazola Collazo nos aporta desinteresada y generosamente una serie de relatos, sobre su experiencia al encontrarse con el argentino Ernesto Che Guevara.    Muchas gracias a quien fuera a los 21 años Presidente del ICAP de la Habana.   Eladio González toto

 

Mi primer encuentro con el Che

Muchos amigos me han sugerido, cuando he relatado alguna anécdota sobre el Che, que debía escribirlas. He acariciado esa idea varias veces durante las tres décadas que han transcurrido desde su desaparición física en Bolivia y cada año, alrededor de Octubre, he leído con avidez los relatos de sus compañeros más íntimos, de sus familiares y amigos, que nuestros medios masivos publican en el marco de las efemérides que lo unen más a Camilo en ese mes.

Leí también el profundo análisis de Carlos Tablada sobre el pensamiento económico del Che, las investigaciones de Froilán González en Bolivia relatando con un gran cúmulo de citas de prensa y declaraciones, la epopeya de la guerrilla que complementan el diario del Guerrillero Heroico. He visto varias veces la entrevista de Fidel con el periodista italiano Mina cuya versión documental con imágenes y fragmentos de documentales es sencillamente fabulosa e irrepetible.

Todas esas publicaciones, en vez de estimularme a dar el paso que en definitiva decidí dar hoy, me inhibían a hacerlo, pues me parecía que mis vivencias personales carecían de importancia y no revelaban nuevas facetas de su carismática, excepcional y relevante personalidad.

Oí mencionar al Che en términos nada halagüeños cuando citaban en las informaciones elaboradas por la tiranía su presencia entre los invasores del Granma. Luego, en los primeros meses de 1957, cuando el Comandante René Rodríguez bajo de la Sierra para dirigir los grupos de Acción y Sabotaje del Movimiento 26 de Julio, le escuché distintas referencias sobre ese médico argentino que se había unido a nosotros, había cambiado su botiquín por un rifle y comenzaba a forjar, en aquella etapa, su leyenda y realidad.

Estudiaba Medicina hasta que cerramos la Universidad a fines de 1956 y me había incorporado a los Grupos de Acción del 26 de Julio aunque seguía trabajando en la sala de ortopedia del Hospital Calixto García.

Me atrajo desde entonces la reedición en su persona de la hermosa historia de los centenares de extranjeros que habían participado en nuestras guerras de independencia. Admiraba desde muchacho a aquellos patriotas cuya consagración mambisa los convirtió en cubanos por derecho propio e intuía que de nuevo surgía una versión moderna del "inglesito" Reeve o del polaco Carlos Roloff.

Mi experiencia sobre el mundo que rodeaba nuestra isla era puramente libresca y no conocía a personas de otra nacionalidad si excluía un exiguo grupo de españoles, jamaicanos o haitianos "aplatanados" del barrio. Entonces tampoco tenía una cabal comprensión de las concepciones y principios internacionalistas que todo nuestro pueblo abrazó después y por tanto el prisma con el cual miraba la presencia suya entre nosotros tenía esas limitaciones.

Es cierto que se añadía como elemento de atracción que su profesión fuera la que yo pensaba ejercer y más tarde también sirvió como punto de interés conocer que le gustaba jugar ajedrez, mi entretenimiento favorito, bastante poco común entonces.

En vísperas de la victoria de Enero de 1959 ya el Che era un pilar de la guerra revolucionaria; estando en la cárcel, escuchaba por Radio Rebelde los relatos de sus acciones y combates, de la épica invasión a occidente, que formaban parte de la información cotidiana de nuestra emisora.

La prensa batistiana lo trataba con desprecio y con rabia calificándolo como extranjero y "comunista", incapaces de entender su desinteresado sacrificio por un país donde no nació. Por suerte ya entonces había superado bastante mis arraigadas ideas anticomunistas gracias a la paciencia de un grupo de experimentados dirigentes del Partido Socialista Popular que, en la propia cárcel, día tras día, contribuyeron a esclarecer las concepciones ideológicas de no pocos jóvenes allí detenidos, removiendo las confusiones que una sostenida campaña contra el marxismo, el socialismo y casi todos los "ismos", había logrado inculcarnos. Nos preparábamos sin saberlo para la necesaria unidad que Fidel preclaramente convirtió en la base futura de todo el proceso revolucionario.

Así, Mas Martín y José Felipe Carneado, por citar sólo algunos nombres en justo reconocimiento al rol político que jugaron, propiciaron o dicho de otro modo me hicieron ver que además de mi admiración y respeto por Fidel, Raúl, Camilo y el Che, como exponentes imbatibles de la lucha en que participaba, estuviera avalada por una coincidencia ideológica, al conocer por ellos como realmente pensaban, como las concepciones estratégicas e incluso tácticas de la lucha que librábamos estaban fundamentadas en concepciones marxistas, cuya teoría comenzaba yo a descubrir.   

No conocí personalmente al Che hasta principios de 1960. En el transcurso de 1959 a través de su incesante trabajo cotidiano que los medios masivos reproducían, de sus propios escritos sobre la guerra de guerrillas, tan gráficos y elocuentes de su dimensión y grandeza como de su sencillez, de los relatos de hombres de su columna, de los comentarios del propio Camilo, había logrado, como todo nuestro pueblo, conocer mejor al Che. Se había convertido en el transcurso de poco menos de un año en una figura sumamente conocida, querida, parte de nosotros mismos.

Quise volver a mis estudios de Medicina pero el ajetreo intenso de aquellos años hizo inevitable que asumiera otras responsabilidades y pospusiera por un breve plazo, que resulto ser hasta el día de hoy, lo que considere era mi vocación. Estaba en la dirección del 26 de Julio en la provincia de La Habana y acepté participar en la intervención de varios laboratorios farmacéuticos al mismo tiempo. Se comenzaron a producir conflictos laborales promovidos en cierto modo por las patronales de empresas norteamericanas e incluso nacionales cuyos propietarios no querían enfrentar y menos aun resolver.

La mayoría de estas entidades realmente se dedicaban a envasar las tabletas, pomadas o siropes que importaban a granel y desde luego no había en su gestión económica nada que se pareciese a un intento de transferencia tecnológica; otros, los menos, habían instalado una elemental base técnica para producir ámpulas, tabletas y pomadas con equipos ya obsoletos pero rentables en nuestro mercado y excepcionalmente uno de ellos, había recién adquirido un grupo de equipos sencillos pero más modernos que casi estaba listo para entrar en producción.

A través del Ministerio del Trabajo, que designaba los administradores que debían dirigir estas unidades productivas en conflicto laboral no era posible encontrar la forma de organizar su producción y los técnicos cubanos que allí laboraban trataban afanosamente de buscar alternativas para producir medicamentos y no depender de reenvasar muchos de esos productos cuya existencia se agotaba.

Supe entonces que el compañero Mario Zorrilla había organizado lo que denominaba "Consolidado Químico" y agrupaba varias fábricas o empresas intervenidas; enfrentaban y trataban de resolver problemas similares a los que yo tenía y me vinculé, orgánicamente si se quiere, a tal institución. Le expliqué a Mario, que era muy entusiasta y emprendedor, lo que pensaba que podía hacerse en la producción de medicamentos si organizábamos todos los laboratorios intervenidos en una especie de agrupación dedicada a tal tipo de producción.

Realmente sabía muy poco o casi nada de organización de empresas, de producción de medicamentos y de ese sector en particular, pero el interés que había visto en tantos trabajadores de esas unidades queriendo hacer algo, luchando por no paralizarse, que veían en su acción un deber, su respuesta en sus puestos de trabajo al enardecido patriotismo que se templaba en aquellos días, me hacían sentir como si dominara esos temas.

Mario compartió mis inquietudes y apoyo mis criterios y eso me dio confianza para pulir mejor lo que pensaba cuando después lo discutía con diferentes técnicos como el Dr. Epifanio Selman, farmacéutico de los Laboratorios Abbott, que era uno de los que más me estimulaba a tratar de impulsar esas ideas. Recuerdo que Selman trataba de reproducir la fórmula de una famosa pomada contra las quemadas, “Picrato de Butesin", muy utilizada entonces, que se recibía, como casi todas, a granel. La descripción de sus componentes en la prescripción no tenía la precisión de las proporciones y evidentemente contenía algún excipiente que no consignaban y de ahí que fuera tan difícil elaborarla.

Un día en que le hable nuevamente del tema Zorrilla me dijo: "El Che esta a cargo del Departamento de Industrialización del INRA y yo veo con él todos los problemas de las unidades que atiendo. Ya empieza a organizarse toda la estructura necesaria para atender la producción industrial que tenemos. Vamos a ir a verlo y le explicas tus ideas. Te advierto que conozco que él esta pensando en una idea similar pero a partir de comprar un laboratorio que es propiedad de un brasileño, Elio Dutra, amigo suyo y una gente muy progresista". Así convenido, muy pocos días después Mario me llamó para decirme el día y la hora en que el Che nos recibiría.

Había estado insistiendo en hablar con alguien de estos planes pero no había pensado que esa persona iba a ser el Che; cuando hablamos de verlo tampoco pensé que sería tan rápido y cuando tuve que  prepararme para ese momento empezaba a encontrar posibles problemas y lagunas en el proyecto que me hacían dudar y tenía que volver a darme ánimo a mí mismo. Ya entonces había sido designado Secretario de Relaciones Exteriores del 26 de Julio y mi atención a estos laboratorios se complicaba. 

Ocurrió que en la víspera Mario me llamó pidiéndome que lo acompañara a la fábrica de botellas “Owen Illinois” de San José, en la provincia de La Habana; fuimos y la intervención se realizó instalando como interventores a un triunvirato provisional escogido entre los trabajadores más combativos y revolucionarios.

Al día siguiente cuando llegamos al despacho del Che en el edificio del INRA encontramos en una especie de antesala a un viejo amigo mío de la Escuela de Medicina, de la lucha y de la prisión, Alipio Zorrilla. El "negro Alipio", como siempre le dije cariñosamente, nos explicó que se estaba preparando para ser el administrador de una fábrica de tuercas y tornillos que se iba a construir pronto en Guantánamo y estudiaba allí los planos y otros materiales para familiarizarse con el proyecto.

Bromeamos un poco diciéndole que no sabía nada de fábricas ni de producción y él ripostando que menos sabía yo. Le presenté a su tocayo blanco y antes que el Che nos llamara a su oficina le dije a Mario que Alipio podía ser el hombre para administrar la Owen Illinois. Empecé a resaltar sus virtudes diciendo exactamente lo contrario que había dicho antes y Alipio se interesó en conocer los detalles de la intervención nocturna pues conocía la fábrica y tenía amigos allí. Advirtió que la idea le gustaba pero que cualquier decisión en su caso dependía del Che pues había sido asignado para trabajar donde él determinara, añadiendo con picardía que el proyecto que tenía se demoraba un poco y lo que nosotros pensábamos era algo para empezar ya.

Le dije a Alipio delante de Mario: "No te preocupes, Mario se lo plantea ahora cuando lo veamos". Mario enseguida atajó mis ímpetus y respondió: "No, le he pedido muchas cosas al Che y no puedo venir siempre a pedirle. Tú eres el que conoce a Alipio y después que plantees lo que vinimos a ver, trata de convencerlo de que lo preste; sugiérele que le servirá de entrenamiento práctico para la tarea que piensa darle que sin dudas se demorará unos meses en comenzar".

Nos llamaron y pasamos a la oficina del hombre que admiraba, respetaba y no conocía para plantearle un proyecto y además otra cuestión surgida de forma improvisada momentos antes.

Nos saludó cordialmente y nos invitó a sentarnos. Mario le hizo una introducción muy breve y concisa, recordándole el tema que queríamos tratar y del que evidentemente habían conversado antes por teléfono. El Che prendió lo que quedaba de un tabaco, se recostó y me invitó a explicarle. No era muy ducho entonces en exponer algo de forma concreta y convincente pero había pensado tanto en ese asunto que creo que no me salió mal. Recuerdo que me hizo un par de preguntas en medio de mi intervención para precisar algo y al final dijo que le parecía interesante. Indicó que le hiciera un informe con lo que le había explicado, incluyendo las características de todas las unidades y además que me mantuviera en contacto y en vinculación con Mario. Hasta ahí todo salió bien.

Entonces comenzó mi primer y nunca olvidado "patinazo" con el Che. Con cierto apresuramiento le expliqué la intervención de la fábrica de botellas y lo que hicimos, que se necesitaba designar un interventor y acababa de ver al entrar en su oficina, un compañero que podía ser el candidato apropiado durante unos meses hasta que se encontrara la persona idónea. Era Alipio Zorrilla, se preparaba para una misión en una fábrica que empezaba a construirse y podía servirle de entrenamiento práctico. Aunque mi explicación no fue suficientemente coherente el asunto le interesó y dijo dos veces: “Alipio Zorrilla” sin recordar quien era. Para ayudar a que identificara a mi amigo le mencioné varias características de Alipio: "Es un compañero alto, de los grupos de acción de La Habana, corpulento, "de color"... y no pude seguir. Me hice la idea que con esos datos lo había recordado pues se echó hacia adelante pero me dijo bajito mirándome a los ojos: "De color somos todos, blancos, amarillos, negros. Si es negro di que es negro o es que no llamas a las cosas como son."

Realmente me sorprendí y hasta molesté. Nunca me había referido al hablar de Alipio ni de otro negro de esa forma pero queriendo ser cuidadoso y fino me salió la condenada expresión. Me sentí abochornado, -como parece que quería que me sintiera- y traté de salir de ese entuerto explicando que fue una frase involuntaria que no acostumbraba a utilizar.  Como concluyendo y dirigiéndose más a Mario que a mí dijo que estaba de acuerdo y que lo podíamos utilizar en esa tarea. Nos despedimos, también cordialmente, y salimos.

Buscamos a Alipio en una oficina contigua y le dije que recogiera sus bártulos. Mario le comunicó la decisión del Che y le sugirió que se fuera con nosotros para ir directamente a su oficina y hacer los trámites de su designación y llevarlo después a la fábrica. En el camino le conté mi versión de lo sucedido: "Buena descarga me busqué por quererme referir de ti con tanta finura; siempre te he dicho el "negro Alipio" y se me ocurrió describirte como "de color" y este hombre no deja pasar una. Enseguida me corrigió. Bien me gané la reprimenda". Mario agregaba otros elementos y los dos Zorrilla se reían.

Toda historia tiene su moraleja. Removíamos los cimientos de la discriminación racial que se enraizó cuando éramos una neocolonia yanqui y para ello, además de hacer una verdadera y profunda revolución que la erradicara para siempre, era necesario enfrentar aquellas expresiones que tenían un cierto sentido racista. Yo no era racista, pero sin darme cuenta repetía frases de ese tipo. Nunca más le he dicho a un negro que es de color.

Alipio hizo un excelente trabajo allí. Por eso el Che, ya como Ministro de Industrias, lo promovió como administrador de la fábrica de níquel de Moa, donde también trabajó bien. Después devino diplomático, fue Embajador en varios países africanos y falleció recientemente.

Mario poco después fue seleccionado como Vice Ministro del naciente Ministerio de Industrias donde laboró muchos años.

Se constituyó después la Empresa de Productos Farmacéuticos con aquellos laboratorios y otros intervenidos o nacionalizados posteriormente y Selman pasó a trabajar allí donde todavía tiene una importante responsabilidad, aunque las empresas se llaman ahora Medicuba y Eron.

Yo presenté mi proyecto. En esos días me habían designado Secretario de Relaciones Exteriores del 26 de Julio y dos meses después me encargaron crear el Instituto Cubano de Amistad con los Pueblos, ICAP, donde permanecí ocho años. Tuve que desvincularme de los proyectos de la producción farmacéutica que entre otras cosas me agradaban porque se relacionaban con mi vocación frustrada.

Muchas veces después, el Che bromeando y quizá hasta en serio, cuando nos veíamos en ocasión de una entrevista suya con una delegación extranjera, les decía refiriéndose a mí, que era un desertor de la producción y había preferido la actividad que realizaba a la concreta tarea de producir. Varias veces aclaré, -aunque él lo sabía,- que no fue una decisión mía, pero lo seguía repitiendo.

 

 

difunden: 1er. Museo Histórico Suramericano " Ernesto Che Guevara "  la  Escuela de  Solidaridad con  Cuba " Chaubloqueo " y el  Centro de  Registro de  Donantes  Voluntarios de  Células Madre -  Irene Perpiñal y Eladio González - directores   calle Rojas 129  local  Capital - AAC 1405 - Buenos Aires - República Argentina  telefax:  4- 903- 3285 Caballito

 

 sonrisa total de frente sin boina

email: museocheguevara@fibertel.com.ar
http://museocheguevaraargentina.blogspot.com/
doná sangre, doná órganos, doná células madre, sé solidario, SÉ VOS.
¡Salven a los argentinos! "las ballenas"

 

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Encuentro con el Che Guevara de Giraldo Mazola para Museos Che en Argentina

De: Eladio Gonzalez [mailto:museocheguevara@fibertel.com.ar]
Enviado el: Viernes, 06 de Agosto de 2010 04:32 p.m.
Para: Dario Fuentes; Museo Che Alta Gracia; museocherosario@yahoo.com.ar; La Pastera Museo del Che; madredelamor@yahoo.com.ar; Madres en Lucha Marta Gomez; Madres Linea Fundadora; Madres Plaza de Mayo; Madres Plaza Mayo prensa; Madres Pza de Mayo Linea Fundadora; Madres Pza de Mayo Linea Fundadora; madresdellavallol@gmail.com; madresdellavallol@live.com.ar; prensa madres; prensa Madres; Taller de Redacción ECUnhi
CC: Giraldo Mazola Collazo; museocheguevara@fibertel.com.ar
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El compañero cubano Giraldo Mazola Collazo nos aporta desinteresada y generosamente una serie de relatos, sobre su experiencia al encontrarse con el argentino Ernesto Che Guevara.    Muchas gracias a quien fuera a los 21 años Presidente del ICAP de la Habana.   Eladio González toto

 

Mi primer encuentro con el Che

Muchos amigos me han sugerido, cuando he relatado alguna anécdota sobre el Che, que debía escribirlas. He acariciado esa idea varias veces durante las tres décadas que han transcurrido desde su desaparición física en Bolivia y cada año, alrededor de Octubre, he leído con avidez los relatos de sus compañeros más íntimos, de sus familiares y amigos, que nuestros medios masivos publican en el marco de las efemérides que lo unen más a Camilo en ese mes.

Leí también el profundo análisis de Carlos Tablada sobre el pensamiento económico del Che, las investigaciones de Froilán González en Bolivia relatando con un gran cúmulo de citas de prensa y declaraciones, la epopeya de la guerrilla que complementan el diario del Guerrillero Heroico. He visto varias veces la entrevista de Fidel con el periodista italiano Mina cuya versión documental con imágenes y fragmentos de documentales es sencillamente fabulosa e irrepetible.

Todas esas publicaciones, en vez de estimularme a dar el paso que en definitiva decidí dar hoy, me inhibían a hacerlo, pues me parecía que mis vivencias personales carecían de importancia y no revelaban nuevas facetas de su carismática, excepcional y relevante personalidad.

Oí mencionar al Che en términos nada halagüeños cuando citaban en las informaciones elaboradas por la tiranía su presencia entre los invasores del Granma. Luego, en los primeros meses de 1957, cuando el Comandante René Rodríguez bajo de la Sierra para dirigir los grupos de Acción y Sabotaje del Movimiento 26 de Julio, le escuché distintas referencias sobre ese médico argentino que se había unido a nosotros, había cambiado su botiquín por un rifle y comenzaba a forjar, en aquella etapa, su leyenda y realidad.

Estudiaba Medicina hasta que cerramos la Universidad a fines de 1956 y me había incorporado a los Grupos de Acción del 26 de Julio aunque seguía trabajando en la sala de ortopedia del Hospital Calixto García.

Me atrajo desde entonces la reedición en su persona de la hermosa historia de los centenares de extranjeros que habían participado en nuestras guerras de independencia. Admiraba desde muchacho a aquellos patriotas cuya consagración mambisa los convirtió en cubanos por derecho propio e intuía que de nuevo surgía una versión moderna del "inglesito" Reeve o del polaco Carlos Roloff.

Mi experiencia sobre el mundo que rodeaba nuestra isla era puramente libresca y no conocía a personas de otra nacionalidad si excluía un exiguo grupo de españoles, jamaicanos o haitianos "aplatanados" del barrio. Entonces tampoco tenía una cabal comprensión de las concepciones y principios internacionalistas que todo nuestro pueblo abrazó después y por tanto el prisma con el cual miraba la presencia suya entre nosotros tenía esas limitaciones.

Es cierto que se añadía como elemento de atracción que su profesión fuera la que yo pensaba ejercer y más tarde también sirvió como punto de interés conocer que le gustaba jugar ajedrez, mi entretenimiento favorito, bastante poco común entonces.

En vísperas de la victoria de Enero de 1959 ya el Che era un pilar de la guerra revolucionaria; estando en la cárcel, escuchaba por Radio Rebelde los relatos de sus acciones y combates, de la épica invasión a occidente, que formaban parte de la información cotidiana de nuestra emisora.

La prensa batistiana lo trataba con desprecio y con rabia calificándolo como extranjero y "comunista", incapaces de entender su desinteresado sacrificio por un país donde no nació. Por suerte ya entonces había superado bastante mis arraigadas ideas anticomunistas gracias a la paciencia de un grupo de experimentados dirigentes del Partido Socialista Popular que, en la propia cárcel, día tras día, contribuyeron a esclarecer las concepciones ideológicas de no pocos jóvenes allí detenidos, removiendo las confusiones que una sostenida campaña contra el marxismo, el socialismo y casi todos los "ismos", había logrado inculcarnos. Nos preparábamos sin saberlo para la necesaria unidad que Fidel preclaramente convirtió en la base futura de todo el proceso revolucionario.

Así, Mas Martín y José Felipe Carneado, por citar sólo algunos nombres en justo reconocimiento al rol político que jugaron, propiciaron o dicho de otro modo me hicieron ver que además de mi admiración y respeto por Fidel, Raúl, Camilo y el Che, como exponentes imbatibles de la lucha en que participaba, estuviera avalada por una coincidencia ideológica, al conocer por ellos como realmente pensaban, como las concepciones estratégicas e incluso tácticas de la lucha que librábamos estaban fundamentadas en concepciones marxistas, cuya teoría comenzaba yo a descubrir.   

No conocí personalmente al Che hasta principios de 1960. En el transcurso de 1959 a través de su incesante trabajo cotidiano que los medios masivos reproducían, de sus propios escritos sobre la guerra de guerrillas, tan gráficos y elocuentes de su dimensión y grandeza como de su sencillez, de los relatos de hombres de su columna, de los comentarios del propio Camilo, había logrado, como todo nuestro pueblo, conocer mejor al Che. Se había convertido en el transcurso de poco menos de un año en una figura sumamente conocida, querida, parte de nosotros mismos.

Quise volver a mis estudios de Medicina pero el ajetreo intenso de aquellos años hizo inevitable que asumiera otras responsabilidades y pospusiera por un breve plazo, que resulto ser hasta el día de hoy, lo que considere era mi vocación. Estaba en la dirección del 26 de Julio en la provincia de La Habana y acepté participar en la intervención de varios laboratorios farmacéuticos al mismo tiempo. Se comenzaron a producir conflictos laborales promovidos en cierto modo por las patronales de empresas norteamericanas e incluso nacionales cuyos propietarios no querían enfrentar y menos aun resolver.

La mayoría de estas entidades realmente se dedicaban a envasar las tabletas, pomadas o siropes que importaban a granel y desde luego no había en su gestión económica nada que se pareciese a un intento de transferencia tecnológica; otros, los menos, habían instalado una elemental base técnica para producir ámpulas, tabletas y pomadas con equipos ya obsoletos pero rentables en nuestro mercado y excepcionalmente uno de ellos, había recién adquirido un grupo de equipos sencillos pero más modernos que casi estaba listo para entrar en producción.

A través del Ministerio del Trabajo, que designaba los administradores que debían dirigir estas unidades productivas en conflicto laboral no era posible encontrar la forma de organizar su producción y los técnicos cubanos que allí laboraban trataban afanosamente de buscar alternativas para producir medicamentos y no depender de reenvasar muchos de esos productos cuya existencia se agotaba.

Supe entonces que el compañero Mario Zorrilla había organizado lo que denominaba "Consolidado Químico" y agrupaba varias fábricas o empresas intervenidas; enfrentaban y trataban de resolver problemas similares a los que yo tenía y me vinculé, orgánicamente si se quiere, a tal institución. Le expliqué a Mario, que era muy entusiasta y emprendedor, lo que pensaba que podía hacerse en la producción de medicamentos si organizábamos todos los laboratorios intervenidos en una especie de agrupación dedicada a tal tipo de producción.

Realmente sabía muy poco o casi nada de organización de empresas, de producción de medicamentos y de ese sector en particular, pero el interés que había visto en tantos trabajadores de esas unidades queriendo hacer algo, luchando por no paralizarse, que veían en su acción un deber, su respuesta en sus puestos de trabajo al enardecido patriotismo que se templaba en aquellos días, me hacían sentir como si dominara esos temas.

Mario compartió mis inquietudes y apoyo mis criterios y eso me dio confianza para pulir mejor lo que pensaba cuando después lo discutía con diferentes técnicos como el Dr. Epifanio Selman, farmacéutico de los Laboratorios Abbott, que era uno de los que más me estimulaba a tratar de impulsar esas ideas. Recuerdo que Selman trataba de reproducir la fórmula de una famosa pomada contra las quemadas, “Picrato de Butesin", muy utilizada entonces, que se recibía, como casi todas, a granel. La descripción de sus componentes en la prescripción no tenía la precisión de las proporciones y evidentemente contenía algún excipiente que no consignaban y de ahí que fuera tan difícil elaborarla.

Un día en que le hable nuevamente del tema Zorrilla me dijo: "El Che esta a cargo del Departamento de Industrialización del INRA y yo veo con él todos los problemas de las unidades que atiendo. Ya empieza a organizarse toda la estructura necesaria para atender la producción industrial que tenemos. Vamos a ir a verlo y le explicas tus ideas. Te advierto que conozco que él esta pensando en una idea similar pero a partir de comprar un laboratorio que es propiedad de un brasileño, Elio Dutra, amigo suyo y una gente muy progresista". Así convenido, muy pocos días después Mario me llamó para decirme el día y la hora en que el Che nos recibiría.

Había estado insistiendo en hablar con alguien de estos planes pero no había pensado que esa persona iba a ser el Che; cuando hablamos de verlo tampoco pensé que sería tan rápido y cuando tuve que  prepararme para ese momento empezaba a encontrar posibles problemas y lagunas en el proyecto que me hacían dudar y tenía que volver a darme ánimo a mí mismo. Ya entonces había sido designado Secretario de Relaciones Exteriores del 26 de Julio y mi atención a estos laboratorios se complicaba. 

Ocurrió que en la víspera Mario me llamó pidiéndome que lo acompañara a la fábrica de botellas “Owen Illinois” de San José, en la provincia de La Habana; fuimos y la intervención se realizó instalando como interventores a un triunvirato provisional escogido entre los trabajadores más combativos y revolucionarios.

Al día siguiente cuando llegamos al despacho del Che en el edificio del INRA encontramos en una especie de antesala a un viejo amigo mío de la Escuela de Medicina, de la lucha y de la prisión, Alipio Zorrilla. El "negro Alipio", como siempre le dije cariñosamente, nos explicó que se estaba preparando para ser el administrador de una fábrica de tuercas y tornillos que se iba a construir pronto en Guantánamo y estudiaba allí los planos y otros materiales para familiarizarse con el proyecto.

Bromeamos un poco diciéndole que no sabía nada de fábricas ni de producción y él ripostando que menos sabía yo. Le presenté a su tocayo blanco y antes que el Che nos llamara a su oficina le dije a Mario que Alipio podía ser el hombre para administrar la Owen Illinois. Empecé a resaltar sus virtudes diciendo exactamente lo contrario que había dicho antes y Alipio se interesó en conocer los detalles de la intervención nocturna pues conocía la fábrica y tenía amigos allí. Advirtió que la idea le gustaba pero que cualquier decisión en su caso dependía del Che pues había sido asignado para trabajar donde él determinara, añadiendo con picardía que el proyecto que tenía se demoraba un poco y lo que nosotros pensábamos era algo para empezar ya.

Le dije a Alipio delante de Mario: "No te preocupes, Mario se lo plantea ahora cuando lo veamos". Mario enseguida atajó mis ímpetus y respondió: "No, le he pedido muchas cosas al Che y no puedo venir siempre a pedirle. Tú eres el que conoce a Alipio y después que plantees lo que vinimos a ver, trata de convencerlo de que lo preste; sugiérele que le servirá de entrenamiento práctico para la tarea que piensa darle que sin dudas se demorará unos meses en comenzar".

Nos llamaron y pasamos a la oficina del hombre que admiraba, respetaba y no conocía para plantearle un proyecto y además otra cuestión surgida de forma improvisada momentos antes.

Nos saludó cordialmente y nos invitó a sentarnos. Mario le hizo una introducción muy breve y concisa, recordándole el tema que queríamos tratar y del que evidentemente habían conversado antes por teléfono. El Che prendió lo que quedaba de un tabaco, se recostó y me invitó a explicarle. No era muy ducho entonces en exponer algo de forma concreta y convincente pero había pensado tanto en ese asunto que creo que no me salió mal. Recuerdo que me hizo un par de preguntas en medio de mi intervención para precisar algo y al final dijo que le parecía interesante. Indicó que le hiciera un informe con lo que le había explicado, incluyendo las características de todas las unidades y además que me mantuviera en contacto y en vinculación con Mario. Hasta ahí todo salió bien.

Entonces comenzó mi primer y nunca olvidado "patinazo" con el Che. Con cierto apresuramiento le expliqué la intervención de la fábrica de botellas y lo que hicimos, que se necesitaba designar un interventor y acababa de ver al entrar en su oficina, un compañero que podía ser el candidato apropiado durante unos meses hasta que se encontrara la persona idónea. Era Alipio Zorrilla, se preparaba para una misión en una fábrica que empezaba a construirse y podía servirle de entrenamiento práctico. Aunque mi explicación no fue suficientemente coherente el asunto le interesó y dijo dos veces: “Alipio Zorrilla” sin recordar quien era. Para ayudar a que identificara a mi amigo le mencioné varias características de Alipio: "Es un compañero alto, de los grupos de acción de La Habana, corpulento, "de color"... y no pude seguir. Me hice la idea que con esos datos lo había recordado pues se echó hacia adelante pero me dijo bajito mirándome a los ojos: "De color somos todos, blancos, amarillos, negros. Si es negro di que es negro o es que no llamas a las cosas como son."

Realmente me sorprendí y hasta molesté. Nunca me había referido al hablar de Alipio ni de otro negro de esa forma pero queriendo ser cuidadoso y fino me salió la condenada expresión. Me sentí abochornado, -como parece que quería que me sintiera- y traté de salir de ese entuerto explicando que fue una frase involuntaria que no acostumbraba a utilizar.  Como concluyendo y dirigiéndose más a Mario que a mí dijo que estaba de acuerdo y que lo podíamos utilizar en esa tarea. Nos despedimos, también cordialmente, y salimos.

Buscamos a Alipio en una oficina contigua y le dije que recogiera sus bártulos. Mario le comunicó la decisión del Che y le sugirió que se fuera con nosotros para ir directamente a su oficina y hacer los trámites de su designación y llevarlo después a la fábrica. En el camino le conté mi versión de lo sucedido: "Buena descarga me busqué por quererme referir de ti con tanta finura; siempre te he dicho el "negro Alipio" y se me ocurrió describirte como "de color" y este hombre no deja pasar una. Enseguida me corrigió. Bien me gané la reprimenda". Mario agregaba otros elementos y los dos Zorrilla se reían.

Toda historia tiene su moraleja. Removíamos los cimientos de la discriminación racial que se enraizó cuando éramos una neocolonia yanqui y para ello, además de hacer una verdadera y profunda revolución que la erradicara para siempre, era necesario enfrentar aquellas expresiones que tenían un cierto sentido racista. Yo no era racista, pero sin darme cuenta repetía frases de ese tipo. Nunca más le he dicho a un negro que es de color.

Alipio hizo un excelente trabajo allí. Por eso el Che, ya como Ministro de Industrias, lo promovió como administrador de la fábrica de níquel de Moa, donde también trabajó bien. Después devino diplomático, fue Embajador en varios países africanos y falleció recientemente.

Mario poco después fue seleccionado como Vice Ministro del naciente Ministerio de Industrias donde laboró muchos años.

Se constituyó después la Empresa de Productos Farmacéuticos con aquellos laboratorios y otros intervenidos o nacionalizados posteriormente y Selman pasó a trabajar allí donde todavía tiene una importante responsabilidad, aunque las empresas se llaman ahora Medicuba y Eron.

Yo presenté mi proyecto. En esos días me habían designado Secretario de Relaciones Exteriores del 26 de Julio y dos meses después me encargaron crear el Instituto Cubano de Amistad con los Pueblos, ICAP, donde permanecí ocho años. Tuve que desvincularme de los proyectos de la producción farmacéutica que entre otras cosas me agradaban porque se relacionaban con mi vocación frustrada.

Muchas veces después, el Che bromeando y quizá hasta en serio, cuando nos veíamos en ocasión de una entrevista suya con una delegación extranjera, les decía refiriéndose a mí, que era un desertor de la producción y había preferido la actividad que realizaba a la concreta tarea de producir. Varias veces aclaré, -aunque él lo sabía,- que no fue una decisión mía, pero lo seguía repitiendo.

 

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 sonrisa total de frente sin boina

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