viernes, 18 de marzo de 2011

Malvinas Argentinas Memoria Madres caídos EDUCACION Y MEMORIA

 

BUENOS AIRES, 16 de Marzo de 2011

EDUCACIÓN Y MEMORIA

La Comisión de Familiares de Caídos en Malvinas estuvo presente en la presentación del libro "Puentes de la Memoria en el campo educativo", de Claudio Altamirano, que registra la labor desarrollada por el Programa Educación y Memoria de la Ciudad de Buenos Aires.

 

La presentación se realizó el martes 15 de Marzo en el Parque de la Memoria, y contó con la presencia de organizaciones defensoras de los Derechos Humanos, organizaciones sociales, de Familiares de Caídos y Ex Soldados Combatientes en Malvinas, y multitud de docentes y alumnos.

"Puentes de la Memoria" da cuenta de una intensa labor pedagógica, desarrollada con enormes dificultades presupuestarias e institucionales, pero que supo aliarse con las "organizaciones libres del pueblo", para cumplir con los objetivos trascendentes de construir Memoria, con Verdad y Justicia.

Lo singular de la experiencia, es la apertura ideológica, genuinamente democrática, que supo darle Claudio Altamirano y su eficiente equipo de trabajo.

La inclusión de la cuestión Malvinas en las aulas por parte del Programa Educación y Memoria, a partir de la presencia de Familiares de Caídos y Ex Soldados Combatientes en las aulas, se constituyó en una experiencia pionera en la concreción de la Ley Nacional de Educación en lo atinente a la Causa de Malvinas y que a pesar de haberse sancionado hace más de cuatro años, sigue sin implementarse en la mayoría de las jurisdicciones educativas.

Para cumplir con este mandato constitucional, legal y moral, la Comisión de Familiares de Caídos en Malvinas constituyó junto a la Universidad Nacional de Lanús, el Observatorio Malvinas, quien próximamente anunciará la presentación de un material didáctico dirigido a alumnos secundarios de todo el país, bajo el título "Malvinas en la Historia". El Observatorio Malvinas cuenta con el apoyo presupuestario del Ministerio de Educación de la Nación y el pasado año realizó el Primer Congreso Latinoamericano "Malvinas, una Causa de la Patria Grande".

Dicho esfuerzo se inscribe en el firme compromiso asumido por la Presidenta Cristina Fernández de Kirchner para modificar los contenidos educativos existentes sobre Malvinas, para que las nuevas generaciones puedan acceder a una Causa que, al decir de la mandataria "es parte esencial del proceso identitario argentino y suramericano".

 

Dalal Abd de Massad----Delmira de Cao

Vicepresidenta ----------Presidenta



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Publicado por Blogger en EL PERIODIST@ DIGIT@L el 3/18/2011 07:08:00 PM

Mujeres cubanas de la FMC en Argentina

Compañeros de la Embajada de Cuba en Argentina.

 

Solicito hagan llegar de alguna forma a las tres compañeras cubanas que nos enriquecieron

Con su plática revolucionaria y fraternal en la Casa de la Amistad de Alsina, en el día de ayer,

Esta salutación del diputado argentino.

 

Muchas gracias y saludos.

 

                               Eladio González   toto    director

 

De: Marcela Arellano [mailto:prensadiputadopuy@gmail.com]
Enviado el: Viernes, 18 de Marzo de 2011 04:57 p.m.
Para: Eladio Gonzalez
Asunto: Re: Federacion Mujeres cubanas en Buenos Aires Margarita Vallejo [Archivos adjuntos 2] polit9

 

                           CABA,18 de marzo de 2011

Federación de Mujeres cubanas en Bs.As.

Margarita Vallejo

S                               /                           D

 

            Mi adhesión y admiración a las mujeres representantes de los paises letinoamericanos.

            En su lucha por el proceso de cambio nos encontramos hermanados en el respeto por las raices  y la dignidad de nuestros derechos, avasallados desde hace siglos  por los imperialismos de turno.

                                

 

                                      Un abrazo socialista

 

                                         Raúl  Puy

                                          Diputado  

 

                       Ciudad Autónoma de Buenos Aires



 

El 16 de marzo de 2011 21:05, Eladio Gonzalez <museocheguevara@fibertel.com.ar> escribió:

[Más abajo se incluyen archivos adjuntos de Eladio Gonzalez]

Copia de adolescente cubana y banderas.JPGAdhiere y difunde el Museo Ernesto Che Guevara de Buenos Aires. 

La participación de la mujer en procesos de cambio Latinoamericanos. 

Encuentro latinoamericano y caribeño. 

Yolanda Ferrer, cubana Secretaria de la Federación de Mujeres cubanas.

Margarita Vallejo,  ecuatoriana Secretaria de la Embajada del Ecuador.

Representante de la República Oriental del Uruguay. 

Viernes  18  de  marzo  de  2011  a  las  19  horas  

Lugar  Avda. Entre Ríos  1039 , Ciudad Autónoma de Buenos Aires.   

 

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Archivos adjuntos de Eladio Gonzalez

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Archivo 1 de 1

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Carta de un Leon a otro Tolstoi Trotsky bib1

Ediciones Espíritu Libertario (Santiago de Chile) [mailto:ediciones.espiritu.libertario@gmail.com]

 

León Tolstoi según León Trotsky

El terrateniente y el campesino, ésos son a fin de cuentas los únicos tipos que Tolstoi ha acogido en el santuario de su trabajo creador. Nunca, ni antes ni después de su crisis, se ha liberado ni ha tratado de liberarse del desprecio auténticamente feudal por todos los personajes que se interponen entre el terrateniente y el campesino u ocupan un lugar cualquiera fuera de esos dos polos sagrados del antiguo orden de cosas: el intendente alemán, el comerciante, el preceptor francés, el médico, el "intelectual" y, por último, el obrero de fábrica con su reloj y su cadena. No experimenta jamás la necesidad de estudiar estos tipos, de mirar en el fondo de su alma, de interrogarlos sobre sus creencias, y pasan ante sus ojos de artista como personajes sin importancia alguna y cómicos la mayor parte del tiempo. Cuando se le ocurre representar revolucionarios de los años '70 u '80, como en Resurrección, se contenta con variar en el nuevo medio sus viejos tipos de nobles y de campesinos, o nos da esquemas superficiales y cómicos. Su Novodvorof puede pretender representar el tipo de revolucionario ruso tanto como el Riccaut de la Marliniére de Lassin el de oficial francés.

La hostilidad de Tolstoi a la vida nueva

A principio de los años '60, cuando Rusia fue sumergida bajo la ola de las nuevas ideas y –lo que es más importante– de las nuevas condiciones sociales, Tolstoi tenía tras él, como hemos visto, un tercio de siglo. Desde el punto de vista psicológico y moral, se hallaba, pues, completamente formado. No es necesario decir aquí que Tolstoi no ha sido nunca un defensor de la servidumbre como lo era su amigo íntimo, Fet (Chenchín), el aristócrata y el fino lírico en cuya alma el amor hacia la naturaleza sabía codearse con la adoración por el látigo. Lo cierto es que Tolstoi experimentaba un odio profundo por las condiciones nuevas que estaban a punto de sustituir a las antiguas. Personalmente –escribía en 1861–, no veo a mi alrededor ningún endulzamiento de las costumbres, y no estimo necesario creer la palabra de quienes afirman lo contrario. Por ejemplo, no me parece que las relaciones entre los fabricantes y los obreros sean más humanas que las relaciones entre los nobles y los siervos.

El desorden y el caos por doquier y en todo, la decadencia de la vieja nobleza, la del campesinado, la confusión general, las cenizas y el polvo de la destrucción, la confusión y el desorden de la vida ciudadana, el cabaret y el cigarro en la aldea, la canción trivial del obrero fabril en lugar del noble canto popular, todo esto lo descorazonaba como aristócrata y como artista a un tiempo. Por esto se alejó moralmente de ese proceso formidable y le privó de una vez por todas de su aprobación de artista. No tenía necesidad de convertirse en defensor de la esclavitud, para ser con toda su alma partidario del retorno a esas condiciones sociales en las que veía la prudente simplicidad y encontraba la perfección artística. Allí, la vida se reproduce de generación en generación, de siglo en siglo, en una constante inmovilidad, y reina todopoderosa la santa necesidad. Todos los actos de la vida están determinados por el sol, la lluvia, el viento, el crecimiento de la hierba. En este orden de cosas no hay lugar para la razón o la voluntad personal. Todo está regulado, justificado, santificado de antemano. Sin responsabilidad alguna ni voluntad personal, y por tanto tampoco para la responsabilidad personal. Todo está regulado, justificado, santificado de antemano. Sin ninguna responsabilidad ni voluntad propias, el hombre vive simplemente en la obediencia, dice el notable poeta de El poder de la tierra, Glieb Uspensky, y es precisamente en esta obediencia constante, transformada en esfuerzos constantes, lo que constituye la vida, la cual en apariencia no lleva a resultado alguno, pero que, sin embargo, contiene en sí misma su resultado... Y, ¡oh milagro!, esta dependencia servil, sin reflexiones y sin elección, sin errores y por tanto sin remordimiento, es precisamente la que ha creado la "facilidad" moral de la existencia bajo la dura tutela de la "espiga de centeno". Micula Selianinovich, el héroe campesino de la vieja leyenda popular, dice de sí mismo: "¡La Madre Tierra me ama!".

Está ahí el mito religioso del "narodnitchestvo" ruso, del "populista" que dominó durante largos decenios el alma de la intelligentsia rusa. Completamente adversario de estas tendencias radicales, Tolstoi permaneció siempre fiel a sí mismo, y en el seno de la "narodnitchestvo", representó el ala aristocrática, conservadora. Para poder pintar como artista la vida rusa, tal cual la conocía, comprendía y amaba, Tolstoi debía refugiarse en el pasado, a principios del siglo XX. Guerra y Paz (1867-1869) es, en este sentido, su mejor obra, aún inigualada.

Este carácter de masa, impersonal, de la vida y su santa irresponsabilidad lo encarnó Tolstoi en la persona de Karataiev, el tipo menos comprensible para el lector europeo y, en cualquier caso, el que más extraño le resulta. La vida de Karataiev, como él mismo percibía, no tenía sentido alguno como vida individual. Lo tenía como parte de un todo, que él sentía siempre como tal. Las inclinaciones, las amistades, el amor tal cual Pedro los comprende, eran ignorados por Karataiev totalmente, pero amaba y vivía en el amor de todo lo que encontraba en la vida y en particular en los hombres... Pedro (el conde Bezukhoi) sentía que Karataiev, pese a toda su ternura amistosa para con él, no se habría afligido un solo minuto si hubiera tenido que separarse de él. Es éste el estado en que el espíritu, para emplear el lenguaje de Hegel, no ha adquirido todavía la naturaleza íntima y en que aparece por consecuencia solamente como espiritualidad natural. Pese al carácter episódico de sus apariciones, Karataiev constituye el pivote filosófico, si no artístico, de todo el libro. Kutuzof, a quien Tolstoi hace un héroe nacional, es Karataiev en el papel de un general en jefe. Contrariamente a Napoleón, no tiene ni planes ni ambiciones propios. En su táctica semiconsciente, y por consecuencia salvadora, no se deja dirigir por la razón, sino por algo que está por encima de la razón, el sordo instinto de las condiciones físicas y las inspiraciones del espíritu popular. El zar Alejandro, en sus mejores momentos, al igual que el último de sus soldados, obedece indistintamente y de la misma forma a la profunda influencia de la tierra. Es en esta unidad moral donde precisamente reside todo lo patético de la obra.

Tolstoi, pintor de la vieja Rusia

Como esta vieja Rusia es miserable en el fondo, con su nobleza tan rudamente tratada por la Historia, sin orgullo pasado de casta, sin cruzadas, sin amor caballeresco, sin torneos, e incluso sin expediciones de bandidaje románticas por las carreteras. ¡Qué pobre es en belleza interior, qué profundamente degradada está la existencia borreguil y semianimal de sus masas campesinas!

¡Pero qué milagros de transformación no crea el genio! De la forma bruta de esta vida gris y sin color, él saca a la luz del día toda su belleza oculta. Con una calma olímpica, con un verdadero amor homérico por los hijos de su espíritu, consagra a todos y a todo su atención: el general en jefe, los servidores del terreno señorial, el caballo del simple soldado, la hija pequeña del conde, el mujik, el zar, la pulga en la camisa del soldado, el viejo francmasón, ninguno tiene privilegio ante él y cada uno recibe su parte. Paso a paso, rasgo a rasgo, pinta un inmenso fresco, cuyas partes todas están vinculadas por un lazo interior, indisoluble. Tolstoi crea, sin apresurarse, como la vida misma que desarrolla ante nuestros ojos. Rehace el libro enteramente siete veces. Lo que asombra más en este trabajo de creación titánica es, quizás, el hecho de que el artista no se otorga a sí mismo, y no permite tampoco al lector conceder su simpatía a tal o cual personaje. Jamás nos muestra, como hace Turgueniev, a sus héroes –a los que, por otra parte, no ama–, iluminados por luces de bengala o por el resplandor del magnesio, jamás busca para ellos una pose ventajosa. No oculta nada y nada pasa en silencio. Al inquieto buscador de verdad, Pedro, nos lo muestra al fin de la obra bajo el aspecto de un padre de familia tranquilo y satisfecho. A la pequeña Natacha Rostov, tan conmovedora en su delicadeza casi infantil, la transforma, con una ausencia de piedad completa, en una mujercita limitada con las manos llenas de pañales sucios. Es precisamente esta atención apasionada por todas las partes aisladas la que crea el poderoso patetismo del conjunto. Puede decirse de esta obra que toda ella está penetrada de panteísmo estético, que no conoce ni belleza, ni fealdad, ni grandeza, ni pequeñez porque para él sólo la vida en general es grande y bella, en la eterna sucesión de sus diversas manifestaciones. Es la verdadera estética rural, impiadosamente conservadora, según su naturaleza, y lo que acerca la obra épica de Tolstoi al Pentateuco y a la Ilíada.

Dos tentativas hechas con posterioridad por Tolstoi con vistas a situar sus tipos psicológicos preferidos en el marco del pasado, y especialmente en la época de Pedro I y de las decabristas, fracasaron a causa de la hostilidad del poeta hacia los influjos extranjeros que dan a estas dos épocas un carácter tan neto. Incluso allí donde Tolstoi se acerca más a nuestra época, como en Ana Karenina (1873), permanece completamente extraño a la perturbación introducida en la sociedad y despiadadamente fiel a su conservadurismo artístico, restringe la amplitud de su vuelo y no distingue de la masa de la vida rusa más que los oasis feudales que han permanecido intactos, con su viejo castillo señorial, los retratos de los antepasados y las bellas alamedas de tilos a cuya sombra se desarrolla, de generación en generación, el ciclo eterno del nacimiento, de la vida y de la muerte.

Tolstoi describe la vida moral de sus héroes igual que su mundo de existencia: tranquilamente, sin prisa, sin precipitar el curso interior de sus sentimientos, de sus pensamientos y de sus conversaciones. No se apresura jamás y nunca llega demasiado tarde. Tiene en sus manos los hilos a que está vinculada la suerte de un gran número de personajes y no pierde de vista a ninguno. Como un amo vigilante e infatigable, tiene en su cabeza la cuenta completa de todas las partes de sus inmensos bienes. Se diría que se contenta sólo con observar y que es la Naturaleza la que hace todo el trabajo. Echa la semilla en el suelo y espera, como un prudente cultivador, que mediante un proceso natural el tallo y la espiga broten fuera de tierra. Podría casi decirse que es un Karatiev de genio, con su resignación muda ante las leyes de la Naturaleza. No pondrá nunca las manos sobre la yema para desplegar violentamente las hojas. Espera hasta que la propia yema las despliegue bajo la acción del calor del sol. Porque odia profundamente la estética de las grandes ciudades, que por su ambición se devora a sí misma, violenta y martiriza la Naturaleza, al no pedirle más que extractos y esencias y al buscar en la paleta, con dedo convulso, colores que no contiene el espectro solar.

La lengua de Tolstoi es como su genio mismo, calma, poseída, concisa, aunque sin exceso, musculoso, a veces algo pesada y ruda, pero siempre sencilla y de una efectividad incomparable. Se distingue a un tiempo del estilo lírico, cómico, brillante y consciente de su belleza de Turgueniev, y del estilo retumbante, precipitado y áspero de Dostoievski.

En una de sus novelas, el urbano Dostoievski, ese genio de corazón incurablemente herido, el poeta voluptuoso de la crueldad y de la piedad, se opone a sí mismo de forma muy profunda y muy sorprendente, como el artista de las "novelas familiares rusas", al conde Tolstoi, el poeta de las reformas caducas de un pasado noble: "Si yo fuera un novelista ruso y tuviese talento –dice por boca de uno de sus personajes–, escogería siempre mis héroes entre la nobleza rusa, porque sólo en ese medio cultivado encontramos al menos la apariencia exterior de una hermosa disciplina y de nobles motivos... Lo digo muy seriamente aunque no soy noble, como sabéis... Porque, creedme, es en esos medios donde se encuentra todo cuanto entre nosotros existe de belleza; al menos todo lo que es, en cierto modo, belleza acabada, completa. No digo esto porque esté completamente convencido de la perfección y de la justificación de esta belleza, sino porque nos ha dado, por ejemplo, formas fijas de honor y de deber que no se encuentran en ninguna parte de Rusia salvo entre la nobleza... La vía por la que ese novelista debería adentrarse –prosigue Dostoievski, que piensa irrefutablemente en Tolstoi sin nombrarlo– es a todas luces nítida: no podría escoger más que el género histórico, porque no hay en nuestra época bellas y nobles siluetas, y las que aún perviven en nuestros días han perdido ya, según la opinión actual, su antigua belleza".

La crisis moral de Tolstoi

Al tiempo que desaparecían las "bellas siluetas" del pasado, no desaparecía sólo el objeto inmediato de la creación artística, sino también las bases mismas del fatalismo moral de Tolstoi y de su panteísmo estético comenzaban a oscilar: el santo "karataievismo" del alma de Tolstoi se derrumbaba. Todo lo que hasta entonces había constituido una parte integrante de un todo completo e indisoluble se transformó en un fragmento aislado y, por consiguiente, en una cuestión. La razón se convirtió en absurdo. Y como siempre, precisamente en el momento en que la vida perdía su viejo sentido, Tolstoi se interrogó sobre el sentido de la vida en general. Es entonces (en la segunda mitad de los años '70) cuando comienza la gran crisis moral, no en la vida de un Tolstoi adolescente, ¡sino de un Tolstoi de cincuenta años! Vuelve a Dios, acepta las enseñanzas de Cristo, rechaza la división del trabajo, la civilización, y aboga por el trabajo agrícola, la sencillez y el principio de la "no existencia del mal".

Cuando más profunda era la crisis interior –se sabe que, por confesión propia, el poeta cincuentenario estuvo dándole vueltas durante mucho tiempo a la idea del suicidio–, tanto más sorprendente debe resultar que Tolstoi volviese a fin de cuentas a su punto de partida. El trabajo agrícola ¿no es la base sobre la que se desarrolla la epopeya de Guerra y Paz? El retorno a la sencillez, al principio de la fusión íntima con el alma popular, ¿no consiste en eso toda la fuerza de Kutuzov? El principio de la no resistencia al mal ¿no es lo que está en la base de la resignación fatalista de Karataiev? Si esto es así, ¿en qué consiste entonces la crisis de Tolstoi? En esto: en que todo lo que hasta entonces había permanecido secreto y oculto bajo la tierra aparece en adelante a la luz del día y pasa al campo de la conciencia. Habiendo desaparecido la espiritualidad natural con la "naturaleza", a la que se había incorporado, el espíritu se esfuerza ahora por conseguir la naturaleza íntima. A la armonía automática, contra la que se ha rebelado el automatismo de la vida misma, tenía que defenderla y conservarla con ayuda de la fuerza consciente de la Idea. En su lucha por su propia conservación moral y estética, el artista llama en su ayuda al moralista.

¿Cuál de los dos Tolstoi –el poeta o el moralista– ha obtenido mayor popularidad en Europa? Esta cuestión no es fácil de zanjar. Lo que resulta incontestable en cualquier caso es que la sonrisa de condescendencia benévola del público burgués hacia la santa sencillez del viejo de Iasnaia-Poliana oculta un sentimiento de satisfacción moral particular. He ahí a un poeta célebre, a un millonario, a uno de los "nuestros", es más, a un aristócrata que por motivos de orden moral lleva una blusa y zapatillas de paja trenzada y una sierra de madera. En ello se ve en cierto modo un acto mediante el cual el poeta toma sobre él los pecados de toda una clase, de toda una cultura. Naturalmente, esto no impide en modo alguno al filisteo mirar a Tolstoi desde la altura de su grandeza e incluso expresar algunas dudas sobre la integridad de sus facultades intelectuales. Así es, por ejemplo, como un hombre que no es ningún desconocido, Max Nordau, uno de esos señores que adoptan la filosofía del buen viejo Smile, sazonada con un poco de cinismo, con traje de arlequín de folletín de domingo, ha hecho, con la ayuda de su Lombroso de bolsillo, este descubrimiento notable: que León Tolstoi lleva en él todos los estigmas de la degeneración. Porque para esos mendigos la locura comienza donde cesa el beneficio.

La filosofía social de Tolstoi

Cualquiera que sea el modo en que sus admiradores burgueses lo juzguen, con suspicacia, con ironía o con benevolencia, siempre quedará para ellos un enigma psicológico. Si exceptuamos el corto número de sus discípulos –uno de ellos, Menchikov, juega ahora el papel de un Hammerstein ruso–, puede comprobarse que el moralista Tolstoi, durante los treinta últimos años de su vida, ha permanecido siempre completamente aislado. Es en realidad la situación trágica de un profeta que habla solo en el desierto. Desde la influencia de sus simpatías rurales conservadoras, Tolstoi defiende incansable y victoriosamente su mundo moral contra los peligros que lo amenazan por todas partes. De una vez para siempre traza una demarcación profunda entre él y todas las variantes del liberalismo burgués y rechaza en primer lugar la creencia, general en nuestra época, en el progreso. Por supuesto –exclama–, la luz eléctrica, el teléfono, las exposiciones, los conciertos, los teatros, las cajetillas de cigarros y las cerillas, los tirantes y los motores, todo eso es admirable. Pero malditos sean por toda la eternidad no sólo ellos, sino también los ferrocarriles y los tejidos de algodón en todo el mundo, si es que para su fabricación es preciso que las noventa y nueve centésimas partes de la Humanidad vivan en la esclavitud y mueran a millares en las fábricas.

La división del trabajo nos enriquece y embellece nuestra vida. Pero mutila el alma viva del hombre. ¡Abajo la división del trabajo!

¡El arte! El arte verdadero debe agrupar a todos los hombres en el amor de Dios y no dividirlos. Vuestro arte, por el contrario, está destinado sólo a un pequeño número de iniciados. Divide a los hombres, porque la mentira está en él, y Tolstoi rechaza virilmente el arte "mendaz": Shakespeare, Goethe mismo, Wagner, Bšcklin.

Aleja de sí toda preocupación de enriquecimiento y se viste los hábitos del campesino, lo que para él simboliza su renuncia a la cultura. ¿Qué se oculta tras este símbolo? ¿Qué opone a la "mentira", es decir, al proceso histórico?

Podemos resumir en las siguientes tesis la filosofía social de Tolstoi:

1. No son leyes sociológicas de una necesidad de bronce las que determinan la esclavitud de los hombres, sino los reglamentos jurídicos establecidos arbitrariamente por ellos.

2. La esclavitud moderna es la consecuencia de tres reglamentaciones jurídicas que conciernen a la tierra, a los impuestos y a la propiedad.

3. No sólo el gobierno ruso, sino cualquier gobierno, sea el que fuere, es una institución que tiene por objeto cometer impunemente los crímenes más espantosos, con la ayuda del poder del Estado.

4. El verdadero mejoramiento social se obtendrá únicamente mediante el perfeccionamiento moral y religioso de los individuos.

5. Para librarse de los gobiernos no es necesario combatirlos con medios exteriores, basta con no participar en ellos y no apoyarlos. Especialmente no hay que:

a) aceptar las obligaciones de un soldado, de un general, de un ministro, de un estadista, de un diputado;

b) suministrar voluntariamente al gobierno impuestos directos o indirectos;

c) utilizar las instituciones gubernamentales o solicitar una ayuda financiera cualquiera del gobierno;

d) hacer proteger su propiedad privada por alguna medida del poder del Estado.

Si dejamos a un lado de este esquema el punto relativo a la necesidad del perfeccionamiento moral y religioso de los individuos, que según toda apariencia ocupa un lugar aparte, obtenemos un programa anarquista bastante completo. En primer lugar, tenemos una concepción puramente mecánica de la sociedad como producto de una mala reglamentación jurídica. Luego, la negación formal del Estado y de la política; en general, por último, como método de lucha, la huelga general, el boicot, la revuelta de brazos cruzados.

Si excluimos las tesis moral y religiosa, excluimos de hecho el único nervio que religa todo este edificio nacionalista con su creador, es decir, el alma de Tolstoi. Para él, conforme a todas las condiciones de su desarrollo y de su situación propias, el deber no consiste en sustituir la anarquía "comunista" por el régimen capitalista, sino en defender el régimen de la comunidad campesina frente a cualquier influencia "exterior" perturbadora. En su "narodnitschestvo", como en su anarquismo, Tolstoi representa el principio rural conservador. Al igual que la francmasonería primitiva, que se proponía restablecer y reforzar por medios ideológicos la vieja moral corporativa de ayuda mutua, arruinada bajo los golpes del desarrollo económico, Tolstoi querría resucitar por la fuerza de la idea moral y religiosa el modo de vida primitivo basado en las condiciones de la economía natural. Así es como se convierte en un anarquista conservador, porque lo que le importa, ante todo, es que el Estado no alcance, con las vergas de su militarismo y los escorpiones de su fisco, a la comunidad salvadora de Karataiev. La lucha universal entre los dos mundos antagonistas: el mundo burgués y el mundo socialista, de cuyo resultado depende el destino de la Humanidad misma, no existe para Tolstoi. El socialismo ha sido siempre para él una simple variante, de poco interés en su opinión, del liberalismo. A sus ojos, Marx y Bastiat son los representantes de un solo y mismo "principio mendaz": de la cultura capitalista, del obrero sin tierra, de la presión del Estado. La Humanidad, una vez encarrilada por una vía falsa, poco importa que vaya más allá o más acá. La salvación no puede venir más que de un retorno completo hacia atrás.

Tolstoi no encuentra términos suficientemente despreciativos para fustigar a la ciencia, la cual dice que si continuamos viviendo durante largo tiempo de forma pecadora, según las leyes del progreso histórico, sociológico, etc., nuestra vida terminará por mejorar considerablemente.

El mal –dice Tolstoi– debe ser inmediatamente exterminado, y para ello basta reconocerlo como mal. Todos los sentimientos morales que vinculan a los hombres históricamente unos con otros, así como todas las ficciones religiosas y morales a las que estos vínculos han dado nacimiento se convierten en Tolstoi en los mandamientos más abstractos del amor, del éxtasis y de la no resistencia al mal, y como sus mandamientos están despojados por él de todo contenido histórico y por consiguiente de todo contenido, sea el que fuere, le parecen apropiados a todo tiempo y a todos los pueblos.

Tolstoi no reconoce la historia. Es la base de todo su pensamiento. La libertad mecánica de su negación, así como la ineficacia práctica de su prédica, reposan ahí. El único género de vida que acepta, el modo de vida primitivo de los cosacos cultivadores de vastas estepas del Ural, transcurre precisamente fuera de la historia. Se ha reproducido sin transformación alguna, como la vida de los enjambres de abejas o de los hormigueros. Lo que los hombres llaman historia le parece como el producto de la locura, del error, de la crueldad, que desfiguran el alma verdadera de la Humanidad. Con una lógica despiadada, al tiempo que rechaza la historia rechaza igualmente todas las consecuencias. Odia a los periódicos como documentos de la época actual. Todas las oleadas del océano mundial piensa detenerlas oponiéndole su viejo pecho.

Esta incomprensión total de que hace gala Tolstoi respecto a la historia explica su impotencia infantil en el terreno de las cuestiones sociales. Su filosofía es una auténtica pintura china. Las ideas de las épocas más diversas no están clasificadas por él según la perspectiva histórica: todas aparecen a la misma distancia del espectador. Se alza contra la guerra con ayuda de argumentos sacados de la lógica pura, y para darles mayor fuerza cita al mismo tiempo a Epícteto y a Molinari, a Lao-Tsé y a Federico II, al profeta Isaías y al folletinista Hardouin, el oráculo de los tenderos parisienses. Los escritores, los filósofos y los profetas no representan a sus ojos épocas determinadas, sino categorías eternas de la moral. Confucio es colocado por él en el mismo rango que Harnack y Schopenhauer se ve emparejado no sólo con Cristo, sino incluso con Moisés.

En esta lucha aislada y trágica contra la dialéctica de la historia a la que no sabe oponer más que sus sí o sus no, Tolstoi cae a cada instante en las contradicciones más insolubles. Y extrae la siguiente conclusión, digna a todas luces de su cabezonería genial: la contradicción fundamental que existe entre la situación de los hombres y su actividad moral es el signo más seguro de la verdad.

La revancha de la Historia

Pero este orgullo idealista lleva en sí mismo su castigo. En efecto, sería difícil nombrar un escritor que contra su voluntad haya sido tan cruelmente explotado por la Historia como Tolstoi.

El, el moralista místico, el enemigo de la política y de la revolución, nutrió durante largos años la conciencia revolucionaria aletargada de numerosos grupos del sectarismo popular. El, que reniega de toda la cultura capitalista, encuentra una acogida benevolente en la burguesía europea y americana, que halla en su prédica, a un tiempo, la expresión de su humanitarismo vacío y una defensa contra la filosofía de la revolución.

El, el anarquista conservador, el enemigo mortal del liberalismo, se ve transformado, con ocasión del ochenta aniversario de su nacimiento, en una bandera y un instrumento de una manifestación política ruidosa y tendenciosa del liberalismo ruso.

La Historia ha triunfado sobre él, pero no lo ha quebrado. Todavía hoy, llegado al término de su vida, ha conservado en toda su frescura su capacidad de indignación moral.

En la noche de la más miserable y más criminal reacción, que se propone ensombrecer para siempre el sol de nuestro país bajo la red apretada de sus cuerdas de patíbulo, en la atmósfera irrespirable de la cobardía descorazonadora de la opinión pública oficial, este último apóstol de la caridad cristiana, en quien revive el profeta de la cólera del Antiguo Testamento, lanza su grito obstinado: "No puedo callarme". Como una maldición al rostro tanto de quienes cuelgan como de quienes se callan ante las horcas.

Y si no simpatiza con nuestras metas revolucionarias, sabemos que es porque la historia le ha negado toda comprensión de sus vías.

No lo condenaremos por ello. Y admiraremos siempre en él no sólo al genio, que vivirá tanto tiempo como el arte mismo, sino también el valor moral indomable que no le permite permanecer en el seno de su Iglesia hipócrita, de su sociedad, de su Estado, y que lo condenó a permanecer aislado entre sus innumerables admiradores.

* Este artículo originalmente fue publicado en Neue Zeit, el 15 de septiembre de 1908, en alemán, en ocasión de los ochenta años del nacimiento de Tolstoi. Hemos extraído esta publicación del periódico argentino Página 12, fechado el día lunes 29 de diciembre de 2008.

 

Ediciones Espíritu Libertario

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Che Guevara y su Fidel Castro

Fidel habla sobre Ernesto Che Guevara (I)
La coincidencia de ideas fue uno de los factores que más ayudó a mi afinidad con el Che

(Tomado del Capítulo 7 del libro Cien horas con Fidel)

MÉXICO - EL ENCUENTRO CON EL CHE - COMPLICIDAD INTELECTUAL - PERSONALIDAD y VOLUNTAD - PREPARANDO LA GUERRILLA - ENTRENAMIENTOS - EL GRANMA

Después de pasar dos años en la cárcel, en la Isla de Pinos, usted se marcha al exilio a México, y cuando llega allí se encuentra por primera vez con Ernesto Che Guevara. Me gustaría que me dijese en qué circunstancias lo conoció.

EL ENCUENTRO CON EL CHEA mí me place hablar del Che, realmente. Es conocido el recorrido del Che cuando estaba en Argentina estudiando; sus viajes en motocicleta por el interior de su país, luego por varios países latinoamericanos, Chi-le, Perú, Bolivia y otros lugares. No olvidar que, en Bolivia, se produjo en el año 1952, después del golpe de Estado militar de 1951, un fuerte movimiento de obreros y campesinos, que dieron allí la batalla y tuvo mucha influencia.

Es conocido el recorrido del Che a punto de graduarse como médico, con su amigo Alberto Granado, durante el que visitaron distintos hospitales y terminaron en un leprosorio allá por el Amazonas trabajando como médicos. Él visitó muchos lugares de América Latina; estuvo en las minas de cobre de Chuquicamata, en Chile, donde el trabajo es muy duro; atravesó el desierto de Atacama; visitó las ruinas de Machu Picchu en Perú; navegó por el lago Titicaca, siempre conociendo e interesándose mucho por los indígenas. Estuvo también en Colombia, en Venezuela. Tenía mucho interés por todos aquellos temas. Desde su época de estudiante se había interesado por el marxismo y el leninismo. De ahí, es sabido que él se traslada a Guatemala, cuando lo de Árbenz.

El presidente Jacobo Árbenz estaba haciendo, en ese momento, reformas muy progresistas en Guatemala.

Sí. Allí tenía lugar un proceso importante de reforma agraria, en que resultaron distribuidas entre los campesinos grandes plantaciones de plátano explotadas por una importante transnacional norteamericana. Dan un golpe los militares con el apoyo de Estados Unidos, y aquella reforma agraria fue frustrada de inmediato. En aquella época hablar de reforma agraria era cosa de comunistas, era ser identificado, de manera automática, como un comunista.

En Guatemala habían hecho una y, como en todas partes, los poderosos comenzaron enseguida a oponerse. También los vecinos del Norte y sus instituciones especializadas organizaron de inmediato acciones contrarrevolucionarias para derrocar al presidente electo, Jacobo Árbenz, con una expedición desde la frontera y la complicidad de jefes militares del viejo ejército.

Cuando nuestro movimiento ataca el cuartel Moncada el 26 de julio de 1953, un número de compañeros consigue escapar del país. Antonio "Ñico" López y otros van a Guatemala. Che ya estaba allí, y sufre la amarga experiencia del derrocamiento de Jacobo Árbenz, conoce a nuestros compañeros y con ellos se va para México.

¿Su hermano Raúl lo conoció antes que usted?

Sí, porque Raúl es uno de los primeros que sale de Cuba hacia México. Estaban ya acusándolo hasta de poner bombas, y yo mismo le indico: "Tienes que salir". La idea de organizar en México el regreso armado la habíamos concebido en la prisión. Era una tradición en Cuba. Raúl va para México y allí conoce al Che por intermedio de nuestros compañeros que ya estaban allí. Bueno, aún no era el Che, era Ernesto Guevara, pero como los argentinos les dicen a los demás "iChe!", los cubanos comenzaron a llamarlo "Che", y así se le fue conociendo.

Yo pude retardarme un poco en salir porque no estaba en inminente peligro; pero no podía seguir agitando en Cuba y llegó el momento en que también tuve que partir para México. Entre otras cosas, había que preparar rápidamente el regreso. En las semanas posteriores a nuestra salida de prisión, habíamos desarrollado una intensa campaña de divulgación de ideas y formación de conciencia, habíamos estructurado nuestra propia organización revolucionaria —el Movimiento 26 de Julio— y habíamos demostrado la imposibilidad de proseguir la lucha por vías pacíficas y legales.

¿El Che simpatizaba ya con las ideas de ustedes?

El Che (primer plano en el suelo) en México, junto a un grupo de expedicionarios del Granma.
El Che (primer plano en el suelo)
en México, junto a un grupo
de expedicionarios del Granma.


 

Él era ya marxista. Aunque no militaba en ningún partido, era en esa época un marxista de convicción. Allí, en México, estaba en contacto con Ñico López, uno de los dirigentes del Movimiento, buen compañero, modesto, del Partido Ortodoxo, muy radical y valiente, a quien yo le había hablado mucho de marxismo, era ya un convencido. Participó en el ataque al cuartel de Bayamo. La coincidencia de ideas fue uno de los factores que más ayudó a mi afinidad con el Che.

¿Usted se da cuenta, cuando lo encuentra por primera vez, que el Che es diferente?

Él cuenta con la simpatía de la gente. Era de esas personas a quien todos le toman afecto inmediatamente, por su naturalidad, su sencillez, su compañerismo y sus virtudes. Era médico, estaba trabajando en un centro del Instituto del Seguro Social haciendo unas investigaciones, no sé si sobre cosas cardíacas, o sobre alergia, porque él era alérgico.

Padecía asma.

Al grupito nuestro que estaba en México le caía bien. Ya Raúl había trabado amistad con él. Lo conozco cuando llego a México. Él tenía 27 años.

Él mismo cuenta que nuestro encuentro tuvo lugar una noche, en julio de 1955, en la calle Emparan de la capital de México, en la casa de una cubana, María Antonia González. Nada tiene de extraño su simpatía, si él ha viajado por América del Sur, ha visto lo de Guatemala, ha sido testigo de la intervención norteamericana, sabe de nuestra lucha en Cuba, sabe cómo pensamos. Llegamos, conversé con él, y allí mismo se unió a nosotros.

Él sabía que en nuestro movimiento también había pequeña burguesía; que íbamos a una revolución de liberación nacional, una revolución antimperialista, no se vislumbraba todavía una revolución socialista; pero esto no fue obstáculo, se suma rápido, se enrola de inmediato.

Él se alista en la aventura.

Una sola cosa me dice: "Yo lo único que quiero es que cuando triunfe la Revolución en Cuba, por razones de Estado ustedes no me prohíban ir a la Argentina para luchar por la revolución".

¿En su país?

Sí, en su país. Es lo que me dice. Ya nosotros practicábamos una incipiente pero fuerte política internacionalista. ¿Qué era nuestra conducta en Bogotá, la lucha contra Trujillo, la defensa de la independencia de Puerto Rico, la devolución del Canal a Panamá, los derechos de Argentina sobre las Malvinas y la independencia de las colonias europeas en el Caribe? No éramos unos simples aprendices. El Che confió plenamente en nosotros. Le respondí: "De acuerdo", y no hizo falta hablar más de eso.

¿Él empezó a entrenarse militarmente con ustedes?

Asistía a un curso de táctica que nos daba un general español, Alberto Bayo, nacido en Camagüey, Cuba, en el año 1892, antes de la independencia. En los años 20 había luchado en Marruecos en el Ejército del Aire y después, como oficial republicano, combatió en la Guerra Civil española y se exilió en México. Che asistía a todas aquellas clases tácticas. Bayo decía que era su "mejor alumno". Los dos eran ajedrecistas, y allí en el campamento donde estaban antes del arresto, jugaban ajedrez todas las noches.

Bayo no rebasaba las enseñanzas de cómo debe actuar una guerrilla para romper un cerco, a partir de la experiencia de las veces que los guerrilleros marroquíes de Abdelkrim, en la guerra del Rif, rompieron los cercos españoles. Ahora, no elaboraba una estrategia, no le pasaba por la mente la idea de que una guerrilla se convirtiera en ejército, y que ese ejército pudiera derrotar al otro, que era nuestra idea esencial.

¿Eso era lo que ustedes querían hacer?

Cuando hablo de ejército, hablo de desarrollar una fuerza que derrotara a otro ejército. Era nuestra idea esencial cuando partimos hacia Méxi-co. Las proezas de nuestra pequeña fuerza en los meses iniciales de la lucha en la Sierra Maestra fortalecieron esa idea.

¿Su idea era transformar una guerrilla en ejército y hacer una forma de guerra de nuevo tipo?

Hay dos tipos de guerra: una guerra irregular y una guerra regular convencional. Nosotros elaboramos una fórmula para enfrentarnos al ejército de Batista, que poseía aviones, tanques, cañones, comunicaciones. Nosotros no teníamos ni dinero ni armas. Tuvimos que buscar y encontrar la forma de derrocar la tiranía y hacer la Revolución en Cuba. El éxito coronó nuestra idea. No voy a decir que todo fueron méritos; el azar desempeñó importantes papeles. Uno puede cometer errores o puede hacer las cosas lo más perfectamente posible y siempre hay cosas que no pueden preverse; perecer o sobrevivir por una simple cuestión de detalles, por recibir o no una información oportuna. Recuerde el dolor con que hablé de factores casuales que determinaron la frustración de nuestros planes de tomar el cuartel Moncada después de tanto esfuerzo organizativo. Ya hablaremos también de la sorpresa tonta de que fuimos víctimas después del desembarco del "Granma". ¿Cuántas vidas valiosas no habrían podido preservarse en uno u otro caso?

En México, con Bayo se entrenaron numerosos compañeros. Yo tenía que atender las tareas de organización y adquisición de armas, y entrenaba el personal en los campos de tiro. Tenía que moverme mucho. Era muy difícil para mí participar en los cursos de Bayo.

¿El Che seguía los cursos asiduamente?

Sí, los cursos teóricos, también las prácticas de tiro y era muy buen tirador. Allí, en México, nosotros practicábamos tiro en un campo próximo a la ciudad de México. Era propiedad de un antiguo compañero de Pancho Villa, y se lo habíamos alquilado. Disponíamos al desembarcar de 55 fusiles con mirilla telescópica. Practicábamos con esos fusiles el tiro a pulso sobre ovejos en movimiento que soltaban de un punto a otro a 200 metros del tirador. Podíamos romper un plato a 600 metros. Nuestra gente tiraba muy bien. Poníamos a un hombre a 200 metros, y a su lado una botella; apuntábamos con la mira telescópica; la mirilla te proporciona una gran precisión. Hacíamos cientos de disparos. Uno de los voluntarios era El Coreano. Poníamos la botella a un pie de distancia; tuve que hacer ese disparo muchas veces, y nunca un disparo cayó entre la botella y la persona, el fusil bien apoyado, desde luego; no se puede hacer eso a pulso, porque con la más leve variación hieres al compañero. Tales prácticas proporcionaban una confianza total en lo que puede hacerse con una de esas armas.

¿El Che no tenía ninguna experiencia militar cuando llega allí?

No, ninguna. No tenía.

¿Allí aprende?

Estudia y practica, pero él está con nosotros como médico de la tropa, y resultó ser un médico destacado, atendía a los compañeros. Puedo referirme a una cualidad que lo retrata, una de las que yo más apreciaba, entre las muchas que observé en él. El Che padecía de asma. En las inmediaciones de la capital mexicana se yergue un volcán, el Po-pocatépetl, y él todos los fines de semana trataba de subir el Popocatépetl. Preparaba su equipo —es alta la montaña, más de 5 mil metros, con nieves perpetuas—, iniciaba el ascenso, hacía un enorme esfuerzo y no llegaba a la cima. El asma obstaculizaba sus intentos. A la semana siguiente intentaba de nuevo alcanzar la cumbre del "Popo" —como él le llamaba— y no llegaba. Nunca alcanzó la cima del Popocatépetl. Pero volvía a subir, para intentarlo de nuevo, y se habría pasado toda la vida en el afán de escalar el Popocatépetl. Realizaba un esfuerzo heroico, aunque nunca alcanzara aquella cumbre. Usted aprecia ahí el carácter. Aporta una idea de su fortaleza espiritual y su constancia.

Una voluntad...

Cuando éramos todavía un grupo muy reducido, cada vez que se necesitaba un voluntario para una tarea determinada, el primero que siempre se ofrecía era el Che.

Otra característica de él, sin duda, era esa previsión profética que demuestra cuando me pide que por razones de Estado no se le prohíba marchar después a su tierra natal para luchar por la revolución.

¿De que quería ir a Argentina?

Sí. Y después, en nuestra guerra, yo tuve que hacer un esfuerzo para preservarlo, porque si le hubiese dejado hacer todo lo que quería hacer, no habría sobrevivido. Desde los primeros momentos se fue destacando. Cada vez que hacía falta un voluntario para una misión difícil, lograr una sorpresa, recuperar unas armas que debían rescatarse a fin de que no las ocupara el enemigo, el primer voluntario era el Che.

¿Era voluntario para ir a las misiones más peligrosas?

Era el primer voluntario para cualquier misión difícil; se caracterizaba por un extraordinario arrojo, un absoluto desprecio del peligro, pero, además, a veces proponía hacer cosas muy difíciles y riesgosas. Yo le decía: "No".

¿Porque corría demasiados riesgos?

Mire, usted manda a un hombre a una primera emboscada, a una segunda, a una tercera, y a la cuarta, a la quinta o a la sexta, seguro, es como cara o cruz: en un combate muy de cerca, a nivel de escuadra o pelotón, muere como mueren los que practican la aventura de la ruleta rusa.

¿No había problema de que él no fuese cubano?

Sí, en México lo habíamos puesto al frente de un campamento y hubo algunos que empezaron a quejarse de que era argentino, y se buscaron la gran bronca conmigo. No voy a mencionar nombres ahora, porque después cumplieron. Sí, allá en un campamento de México. Aquí en la guerra era el médico, pero por su valentía, sus condiciones, lo hicimos jefe de una columna en la que se destacó por sus muchas cualidades. Nadie lo cuestionó.

¿Humanas, políticas, militares?

Humanas y políticas. Como hombre, como ser humano extraordinario. Era, además, una persona de elevada cultura y de gran inteligencia. Y también con cualidades militares. El Che fue un médico que se convirtió en soldado sin dejar de ser médico un solo minuto. Hubo muchos combates en los que estuvimos juntos. En ocasiones yo reunía las tropas de las dos columnas y hacíamos una operación de mayor o menor complejidad, con emboscadas y previsibles movimientos de fuerzas enemigas.

Los revolucionarios aprendimos luchando el arte de la guerra, descubrimos que el enemigo era fuerte en sus posiciones y débil en sus movimientos. Una columna de 300 hombres tiene la fuerza de una o dos escuadras que van delante; los demás no disparan en los combates, o realizan solo disparos al aire para hacer ruido, no ven ni pueden ver a los que están disparando contra su vanguardia. Fue un principio elemental que usamos: atacar al enemigo cuando era más débil y vulnerable. Si atacábamos sus posiciones, teníamos siempre bajas, gastábamos balas, y no siempre tomábamos el objetivo; el enemigo, en cambio, estaba atrincherado, combatía con más información y seguridad. Fuimos desarrollando las tácticas. No le voy a hablar de eso, pero fuimos aprendiendo a combatir contra un adversario fuerte, y la Columna 1 fue escuela básica.

Ustedes en un momento en México, cuando están entrenándose, caen presos. ¿Recuerda usted aquello?

Sí. Eso tiene su historia. Caímos presos. Yo soy arrestado casi por casualidad. Un papelito por aquí u otro por allá que la policía mexicana fue descubriendo hasta en los bolsillos de los arrestados, con alguna dirección o algún teléfono. Ninguno dio ni la más mínima información.

Tuvimos suerte: habíamos tropezado con la Federal de Seguridad y no con la Policía Secreta. La dirigía un oficial del ejército. Ellos creían inicialmente que éramos contrabandistas o algo así, porque nos hicimos sospechosos por determinadas medidas de protección contra planes de secuestro por parte de agentes batistianos. Les parecieron extraños nuestros movimientos. De milagro no nos matan en el incidente posterior que se produjo.

Batista tenía influencia y el apoyo por soborno de la Policía Secreta, y también planes de secuestrarnos en México. Nosotros estábamos obligados a tomar medidas, y un día, ya casi de noche, cuando nos trasladábamos de una casa para otra, en situación de riesgo, varios agentes de la Federal, que estaban en otra cosa, viendo nuestro movimiento, decidieron arrestarnos. Actuaron con bastante habilidad. Yo me estaba desplazando a pie —porque también observamos movimientos extraños de carros—, y ubico a Ramirito a 30 ó 40 metros detrás de mí, caminando por la acera izquierda. Avanzo por esa misma acera hacia una esquina próxima. Era un área de pocas viviendas. En esa esquina había una casa en construcción. De pronto, viniendo desde atrás por la misma calle, un carro frena ruidosamente muy próximo a la esquina, y de él se baja un grupo de hombres. Me parapeto en una columna de la construcción e intento sacar una pistola automática española con peine de 25 balas. En ese instante exacto, alguien me coloca con fuerza el cañón de una pistola en la nuca. Era un hombre de la Federal. Habían capturado a Ramiro. Para nosotros comenzaba una larga odisea en México.

¿Qué había ocurrido? Cuando creo que tengo a Ramirito y a Universo [Sánchez] a mi retaguardia, los han capturado, y en el instante en que voy a defenderme de los que bajan del auto, me inmovilizan por detrás; si llego a disparar, podrá imaginarse cuántos segundos duro. En ese mismo momento en que estoy sacando el arma me arrestan. Creen que han arrestado a contrabandistas o algo parecido. Casi no existía en esa época el problema de las drogas, la atención de las autoridades se centraba más bien en el contrabando. Nos llevan para la oficina central.

A nosotros lo que nos alivia en lo inmediato es que comienzan a conversar con nosotros. Era gente dura y con una actitud bastante enérgica. Fueron realmente capaces en la acción de captura y en la investigación, porque ocupaban un papelito cualquiera y seguían el hilo minuciosamente. ¡Cuánto sufrí yo allí arrestado, al recordar que Cándido González —uno de los compañeros que siempre me acompañaba— había puesto en mi bolsillo el número de teléfono de la casa en que teníamos un importante lote de las mejores armas, que solo el otro compañero y yo conocíamos! Ni siquiera me acordaba de aquel papelito. Y menos mal que a los agentes, que siguieron todas las pistas, no se les ocurrió investigar aquel teléfono más minuciosamente todavía. Hubiera sido el golpe más fuerte. Pero nos ocuparon de todas maneras una cantidad de armas siguiendo otras pistas. Uno podía apreciar, sin embargo, que a medida que nos conocían nos respetaban más.

¿El Che no está con usted en ese momento, cuando le arrestan?

No. Al Che lo arrestan cuando está en aquel campamento donde eran entrenados, el rancho Santa Rosa, en Chalco, situado en los límites de la ciudad. Ellos estaban buscando el lugar, tenían indicios y se empeñaron en dar con él. Un día me dice el jefe: "Ya sabemos dónde está el lugar de entrenamiento". Era como un juego o un desafío. Estuvieron bastante tiempo buscando y no sé cómo agarraron alguna pista real, la empataron con la versión de alguien que por Chalco había hablado de movimientos extraños de cubanos y me dicen el lugar exacto donde estaba el rancho. Yo sabía que allí había alrededor de 20 compañeros, y que tenían armas. Ante el carácter preciso de aquella información, le digo al jefe de la Federal: "Quiero pedirle una cosa: permítame ir con ustedes adonde están ellos, para evitar allí un enfrentamiento". Estuvo de acuerdo. Fui, llegué, les pedí a los de la Federal que me dejaran solo; escalé un portón y me asomé. Los compañeros, al verme, manifestaron enorme alegría, creían que yo había sido puesto en libertad. Les digo: "No, no, ¡quietos, no se muevan!" Y expliqué lo que ocurría.

Allí es donde arrestan al Che. Hay algunos que estaban por el campo fuera de la casa o en otras tareas, y se salvan del arresto. Bayo era uno de ellos. No cae preso, no estaba allí. Como dato curioso le cuento que semanas antes había hecho un ayuno de 20 días, solo para probar el ejercicio de la voluntad. Era espartano. Había encabezado durante la Guerra Civil española una expedición a las Baleares. No pudo liberarlas de los franquistas.

Él siempre, después de cada aventura bélica y su imparable fracaso, escribía un libro, y ya estaba elaborando uno mientras estábamos presos: Mi frustrada expedición a Cuba. Era genio y figura hasta la sepultura aquel español que había nacido en Cuba y se había criado en las Canarias.

¿A él no lo detienen?

No. Bayo no cae preso, no está ahí en ese momento; pero sí ocupan varias decenas de armas, que eran las que teníamos en ese lugar, con las que los compañeros hacían allí entrenamiento, y no eran por cierto las más sofisticadas y precisas. Aquellos fusiles no tenían mirillas telescópicas. En el rancho había una producción de leche y queso de chiva, administrada por unos vecinos amistosos; era lo que camuflaba el centro de entrenamiento.

Durante los días de la prisión en México, junio-julio de 1956.
Durante los días de la prisión en
México, junio-julio de 1956.


 

Pero la policía, investigando arduamente, como expliqué, había encontrado algunos indicios, y finalmente el lugar. Ahí es donde el Che cae preso.

¿Ustedes están en la cárcel juntos?

Sí, estamos juntos casi dos meses en prisión. ¿Cuándo él nos crea un problema? Cuando al Che lo van a interrogar, y le preguntan: "¿Usted es comunista?" "Sí, soy comunista", contesta y los periódicos, allá en México, hablando de que se trataba de comunistas que estaban conspirando para "liquidar la democracia" en el continente, y no se sabe cuántas cosas más. Al Che lo llevan ante un fiscal, lo están interrogando, y él hasta se puso a discutir sobre el culto a la personalidad y la crítica a Stalin. Imagínese al Che enfrascado en una discusión conceptual con la Policía, el Fiscal y las autoridades migratorias sobre los errores de Stalin. Esto ocurría en julio de 1956, y en febrero de ese mismo año se había producido la crítica de Jruschov a Stalin. Se acogía, desde luego, a las versiones oficiales del Congreso del Partido soviético. Che les dice: "Sí, cometieron errores en esto y lo otro", defendiendo su teoría y sus ideas comunistas. ¡Figúrese!, él, que era argentino, en ese momento tenía más riesgos. Creo sinceramente que en situaciones como aquella en que todo el proyecto podía peligrar, lo más conveniente era desinformar al enemigo. Pero al Che, fuertemente influido por la épica de la literatura comunista, no se le podía reprochar por aquel enredo táctico, que no impidió su viaje con nosotros a Cuba.

Prácticamente los últimos dos que salimos fuimos él y yo. Incluso, creo que a mí me sacan unos días antes que a él. En el asunto de los cubanos presos intervino Lázaro Cárdenas, y la preocupación que mostró contribuyó mucho a nuestra liberación. Su nombre era venerado por el pueblo, y su autoridad moral era capaz de abrir las puertas de aquella prisión.

Se dice que el Che tenía más bien simpatías trotskistas. ¿Usted lo percibió en aquel momento?

No, no. Déjeme decirle, realmente, cómo era el Che. El Che ya tenía, como le digo, una cultura política. Había leído naturalmente un número de libros sobre las teorías de Marx, de Engels y de Lenin. Él era marxista. Nunca lo oí hablar de Trotski. Él defendía a Marx, defendía a Lenin, y criticaba a Stalin. Bueno, criticaba en aquel entonces el culto a la personalidad, los errores de Stalin; pero nunca le oí hablar realmente de Trotski. Él era leninista, y, en cierta forma hasta reconocía algunos méritos de Stalin. Es decir, la industrialización y algunas otras cosas.

En mi fuero interno, yo era más crítico de Stalin por algunos de sus errores. Sobre él cae la responsabilidad, a mi juicio, de que ese país hubiese sido invadido en 1941 por la poderosa maquinaria bélica de Hitler, sin que las fuerzas soviéticas hayan recibido la orden de alarma de combate. Stalin cometió, además, graves errores. Es conocido su abuso del poder y otras arbitrariedades. Pero también tuvo méritos. La industrialización de la URSS y el traslado y desarrollo de la industria militar en Siberia fueron factores decisivos en aquella lucha del mundo contra el nazismo.

Yo, cuando lo analizo, valoro sus méritos y también sus grandes errores, y uno de ellos cuando purgó al Ejército Rojo en virtud de una intriga de los nazis, con lo que debilitó militarmente a la URSS, en vísperas del zarpazo fascista.

Él mismo se desarmó.

Se desarmó, se debilitó, y firmó aquel nefasto pacto germano-soviético Ribbentrop-Molotov y las demás cosas. Ya le he hablado de eso, no voy a añadir más.

 

difunden: 1er. Museo Histórico Suramericano " Ernesto Che Guevara "  la  Escuela de  Solidaridad con  Cuba " Chaubloqueo " y el  Centro de  Registro de  Donantes  Voluntarios de  Células Madre -  Irene Perpiñal y Eladio González - directores   calle Rojas 129  local  Capital - AAC 1405 - Buenos Aires - República Argentina  telefax:  4- 903- 3285 Caballito

 

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¡Salven a los argentinos! "las ballenas"  Cinco Héroes Cubanos llevan 12 años presos en

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Che Guevara sin duda con 99 por ciento de fiabilidad

El médico forense Jorge González Pérez, jefe de la expedición cubana que trabajó en la búsqueda e investigación de los restos de Ernesto 'Che' Guevara, realiza hoy una exposición en el taller científico por el X aniversario del hallazgo e identificación de los restos. EFE/Alejandro ErnestoCuba mostró pruebas que confirman la identidad del Che con 99 por ciento de fiabilidad

El médico forense Jorge González Pérez, jefe de la expedición cubana que trabajó en la búsqueda e investigación de los restos de Ernesto 'Che' Guevara, realiza hoy una exposición en el taller científico por el X aniversario del hallazgo e identificación de los restos. EFE/Alejandro Ernesto

Santa Clara (Cuba), 26 nov (EFE).- Diez años después del hallazgo de los restos del guerrillero argentino Ernesto "Che" Guevara, científicos cubanos mostraron hoy pruebas de ADN que, dijeron, confirman la identidad del comandante revolucionario con un 99 por ciento de fiabilidad.

En el marco de un taller científico-conmemorativo con motivo del décimo aniversario del hallazgo e identificación de los restos del Che en Bolivia, expertos cubanos explicaron en Santa Clara (centro de la isla) detalles sobre el proceso que les llevó a confirmar la identidad de Guevara.

Los científicos apuntaron que las diferentes pruebas de ADN, incluidas muestras de los hijos del Che, arrojaron resultados de similitud e identidad superiores al 99 por ciento.

"Las muestras óseas analizadas como provenientes del comandante Ernesto Che Guevara muestran una alta probabilidad de coincidencia", indicó el doctor Ricardo Leonard Cruz.

Agregó que solo una persona entre 500 millones podría ajustarse a la referencia de identidad buscada.

En la presentación realizada en Santa Clara (unos 250 kilómetros al este de La Habana), donde se encuentra el mausoleo que guarda los restos del Che, se mostraron fotografías con un dentigrama de Guevara, una radiografía de su dentadura y una imagen de la parte frontal del cráneo, que no se había expuesto con anterioridad.

"Estamos convencidos totalmente" de los resultados de la investigación, dijo Jorge González, jefe del equipo cubano que realizó la búsqueda e identificación de la osamenta del Che y sus compañeros de la guerrilla boliviana.

González insistió en que las pruebas de ADN no fueron practicadas para identificar el cuerpo sino para verificar el método de autentificación utilizado previamente.

"Estamos ilustrando así para que de una vez por todas se entienda la sistematicidad, el rigor científico, con el que se trabajó", indicó a periodistas la doctora María del Carmen Ariet, integrante del equipo de científicos cubanos que trabajó en Bolivia entre 1995 y 1997 para encontrar los restos del Che Guevara.

Cuba reveló el pasado octubre que había realizado pruebas de ADN a los restos del Che.

La pasada semana, González señaló a periodistas que las pruebas se realizaron en 1997.

Según el ministro interino de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente (Citma), Fernando González, los resultados expuestos hoy habían sido presentados ya en publicaciones internacionales.

Las evidencias científicas fueron presentadas en un acto en el que estuvieron presentes el comandante de la revolución Ramiro Valdés, expertos cubanos y miembros del cuerpo diplomático acreditado en la isla.