martes, 25 de marzo de 2014

Cacique Hatuey quemado vivo por los españoles evangelizadores día cultura indígena en Cuba Victor Hugo Parés Lores Chaubloqueo Museo Che Guevara



CIERTA  LUZ  QUE  NOS  ALUMBRA


Sin la menor duda,  debe declararse el 2 de febrero (1512)
como  Día de la Cultura Indígena.

La quema vivo del rebelde cacique Hatuey
como  cruel y bárbaro escarmiento a su insurrección  y liderazgo,
lo convirtió en  el verdadero Adelantado por nuestra libertad
frente,  a los sanguinarios invasores de nuestras tierras.

La extensa lucha   socio - económica, política - ideológica,
las leyendas, mitos y caprichos,  llevaron mi mano
para escribir los tres últimos versos de  la cuarta décima
cubana de este poema.
I
Huestes  civilizadoras
de  majestades  cristianas,
contra  flechas  y  macanas
fueron  viles  vencedoras.

Arriban  rojas  auroras
y  la  sangre  de  inocentes,
fueron  sumando  torrentes
al  paso  de  los   incultos;
hoy   son  eternos  insultos
tallados  en  nuestras  mentes.





I I

Los  bateyes  placenteros
sin  la  codicia  del oro
tenían  un  gran  tesoro:
tierra , mar, sol  y  luceros.

Sembrando  tras  aguaceros
yucales  para  el  casabe,
sin  apuros,  bien  se  sabe,
los  indígenas  de  Cuba

no  probaron  vino   de  uva,
de   amor  hacían  jarabe.

I I I

Mal decir  -   descubrimiento” -
la  genocida  conquista
se  ensañó  por  ser  racista,
sembró  muerte  su  escarmiento.

No  cabe  en  mi  pensamiento
el  asesino,  Don  Diego
Velázquez,  por  oro  ciego,
su  espada  negó a  la  cruz;

tanta   sangre  se  hizo   luz
y  ejemplar  rebelde  un  fuego.




I V

Cada  vida  asesinada
provocó  más  rebeldía,

y  Quisqueya  cierto  día
envío  la  luz  sagrada.

En  convulsa  zona  amada
donde   Hatuey  al  ser  cautivo,
fue  a  la  hoguera  estando  vivo
haciéndose  luz,  declara

mi  cuerpo  rebelde  en  Yara
será  mambí   y  verde  olivo.

Víctor Hugo Parés Lores


 La Habana, 20 de Marzo / 2014

Bahía Blanca La Nueva Provincia Enrique Heinrich y Miguel Angel Loyola Sindicato Artes Gráficas Cabildo Restauración El Fortín la ESMA



EL PAIS › CUANDO MASSOT ADMITIO SU ACTUACION “EN LA GUERRA CIVIL DE LOS ’70”

“Yo también tuve participación”

El director de La Nueva Provincia, Vicente Massot, está imputado por violaciones a los derechos humanos. Ante un auditorio de militares retirados, confesó que “no era un bebé de pecho” y que participó de “los hechos que jalonaron la vida argentina hace 40 años”.
 Por Diego Martínez
El empresario Vicente Massot, imputado por delitos de lesa humanidad en Bahía Blanca, admitió su actuación en lo que él denomina “guerra civil de los años ‘70” y el resto del mundo define como genocidio o terrorismo de Estado. “Yo no era un bebé de pecho. Y yo también tuve participación en esos hechos”, dijo el director del diario La Nueva Provincia, rodeado de amigos, durante la presentación de su libro El cielo por asalto. Fue el 25 de abril de 2013, dos semanas antes de que los fiscales José Nebbia y Miguel Palazzani pidieran su detención para indagarlo. Menos sonriente que aquella tarde, y lejos de los tiempos en que se paseaba ostentando armas por los pasillos de la empresa de la familia, el martes último le temblaban las manos mientras guardaba el DNI con el que debió acreditar su identidad como imputado, y por la ventana del juzgado se filtraban las voces de un centenar de bahienses que cantaban “Massot, fascista, vos sos el terrorista”. El juez federal subrogante Alvaro Coleffi declaró el secreto de sumario en la causa y ahora analiza los pedidos del Ministerio Público Fiscal.
Columnista de La Nación y profesor en la Universidad Católica Argentina, Massot está imputado por el rol de La Nueva Provincia (LNP) como auxiliar de la inteligencia militar en las operaciones de acción psicológica al servicio del genocidio, y como coautor de los asesinatos de los obreros gráficos Enrique Heinrich y Miguel Angel Loyola, del Sindicato de Artes Gráficas de Bahía Blanca. La acusación incluía a su mamá, Diana Julio de Massot, a su hermano Federico y al ex jefe de redacción Mario Gabrielli, pero los tres murieron antes de ser juzgados.
“Voy a empezar diciendo lo que no quise escribir, aquello que conscientemente traté –si con éxito o sin éxito, no me toca a mí juzgarlo– de exorcizar al momento de tomar la pluma”, arrancó Massot su exposición en el Consejo Argentino de Relaciones Internacionales (CARI), secundado por sus admiradores Julio Bárbaro y Abel Posse. “Lo que no quise hacer es fulminar condenas, levantar cadalsos, cargar a uno u otro contendiente con culpas. No porque no tenga una idea acabada, pero que vale solamente para mí, de los hechos que jalonaron la vida argentina hace 40 años”, agregó en tono solemne. “Yo no era un bebé de pecho. Y yo también tuve participación en esos hechos”, confesó ante un auditorio de militares retirados que incluyó al ex intendente bahiense Cristian Breitenstein, actual ministro de la Producción de Daniel Scioli. Sus palabras las registró el periodista Federico Randazzo, que investiga la historia del diario.
Massot es socio de LNP desde 1974, cuando tenía 22 años y era un activo militante del nacionalismo católico. En 1970 había participado de la creación de la organización integrista Guardia de San Miguel, apuntó Luis Fernando Beraza en su libro Nacionalistas. En mayo de 1973, una semana antes de la asunción del presidente Héctor Cámpora, publicó el primer número de la revista Cabildo. Antes que secretario de redacción fue su “inspirador y financista” gracias a un préstamo de LNP (léase de su madre), contó Horacio Verbitsky en Vigilia de armas. La revista Cabildo, donde hizo pública su admiración al fascismo, nació “con el objetivo de aglutinar a las fuerzas nacionalistas dispersas”, explicó Beraza. Su influencia “fue fundamentalmente ideológica en muchos sectores de las Fuerzas Armadas y de la Iglesia Católica”, escribió. Igual que LNP, fue “un espacio donde llegaban y se publicaban informaciones de los servicios de inteligencia”.
Cuando el peronismo clausuró Cabildo, sus responsables sacaron El Fortín, que también fue cerrada por “atentar contra la institucionalidad”. Entre junio del ’75 y hasta el mes previo al golpe, Massot escribió en Restauración, también abocada a promover la toma del poder por las Fuerzas Armadas. Las tres revistas por las que pasó apuntaron a “legitimar la destrucción del orden democrático y su reemplazo por soluciones de corte autoritario”, resumió la historiadora Patricia Orbe en su ponencia “Entre mitines y misas. La revista Cabildo y la red de sociabilidad nacionalista católica (1973-1976)”.
Entrevistado por la historiadora Belén Zapata cuando ya se sabía imputado, Massot dijo que su primer cargo en LNP fue “en marzo de 1976 como redactor editorialista”. Sin embargo, dos años antes, en marzo de 1974, la revista Militancia había dejado constancia de su influencia en la línea editorial del diario. “El nacionalismo ultrafascistoide le ‘brotó’ a LNP cuando uno de los nenes (el que está en el fino humor de Cabildo) comenzó a incursionar en el ‘periodismo’”, apuntó la publicación que dirigían Eduardo Luis Duhalde y Rodolfo Ortega Peña, asesinado ese año por la Triple A.
La escritura no le impidió poner el cuerpo a las batallas de la familia en el pago chico. Los gráficos de LNP recuerdan al Colorado, en reuniones ante el Ministerio de Trabajo, con armas para amedrentarlos en los pasillos de la empresa y provocándolos para que “hagan paro ahora”, el día del golpe de Estado. El 28 de septiembre de 1975, la mamá le encomendó ante escribano “todo trato con el personal”. Poco antes, un editorial del diario había anunciado que “LNP se encuentra en guerra” y se había presentado como víctima de “la infiltración más radicalizada”. Por esos meses, la sección Informaciones de Prefectura zona Atlántico Norte elaboró su informe sobre “guerrilla sindical” en LNP, que concluyó con una lista de “personal a ser raleado” (sic). La encabezaban Heinrich y Loyola, e incluía las direcciones de las casas donde los secuestraron para torturarlos y matarlos.
Consumado el derrocamiento del gobierno, Massot dijo haber hecho la conscripción en Campo de Mayo, el Primer Cuerpo de Ejército y la Capellanía Mayor Castrense, datos que Página/12 intentó corroborar sin suerte. Sí hay constancias de su paso por la ESMA: el ex capitán Adolfo Scilingo, amigo de su hermano Federico, lo recuerda visitando al almirante Rubén Chamorro, director de la ESMA, en la planta baja del Casino de Oficiales por el que pasaron miles de desaparecidos.
Hasta el momento, Massot sólo está imputado en Bahía Blanca. Los jueces foráneos que encabezaron los dos procesos de lesa humanidad en la ciudad no dudaron en poner la lupa sobre La Nueva Provincia: destacaron su “campaña de desinformación y propaganda negra” para “imponer la versión de los victimarios”, y crear “un estado de anomia legal en la sociedad que permitió el ejercicio brutal de violencia irracional” desde el Estado, y ordenaron investigar a sus directivos. La actuación de los jueces locales fue la que permitió morir impune a Gabrielli y ganar tiempo a Massot. El juez subrogante Santiago Martínez sostuvo que las pruebas no permitían siquiera hablar “de algún grado de complicidad”, y se negó a indagarlo. La Cámara Federal se tomó un semestre para reflexionar, no se animó a tanto, pero ideó una original maniobra para que Massot pudiera exponer como imputado (con derecho a mentir) antes de prestar declaración indagatoria. Ese paso se concretó seis días atrás e incluyó una puesta en escena con calles cortadas, vallas, perros, prefectos, servicios y policías pertrechados para la guerra. El juez Coleffi dictó el secreto de sumario y ahora deberá pronunciarse. La dirigencia política de Bahía Blanca mantiene un estruendoso silencio.