Con la caída del Emirato Islámico (Daesh), los dirigentes del mundo entero se plantean ahora una serie de interrogantes sobre la reconstrucción de Irak y de Siria. Pero hay en suspenso otras cuestiones mucho más difíciles, de las que no se plantean en público.
Al término de toda guerra de carácter ideológico, como las guerras de religión europeas del siglo XVI o la Segunda Guerra Mundial en el siglo XX, se plantea la cuestión del futuro de los soldados vencidos. Muchos de ellos han perpetrado crímenes atroces y no parece entonces posible reintegrarlos a las sociedades victoriosas.
Después de haber perdido sucesivamente la ciudad iraquí de Mosul y las ciudades sirias de Raqqa, Deir es-Zor y Bukamal, el Califato ya no controla territorios. El fin del «Estado Islámico», otra de las denominaciones que Daesh recibió en Occidente, es consecuencia del abandono –por parte de Estados Unidos– del proyecto de «Sunnistán» que debía bloquear la Ruta de la Seda en Irak y en Siria (se trata del plan publicado en 2013 por Robin Wright [1], que fue cancelado por el presidente Donald Trump en mayo de 2017). En definitiva, los yihadistas fueron derrotados por los ejércitos de Irak y Siria.
Durante 3 años, la coalición anti-Daesh encabezada por Estados Unidos alternó sus bombardeos aéreos ineficaces con lanzamientos en paracaídas de cargamentos de armas que "por error" terminaban en manos de los yihadistas, práctica ampliamente demostrada y denunciada por el Parlamento iraquí. Esa coalición sólo tuvo un papel decisivo en la batalla de Mosul, donde trató de exterminar a los yihadistas arrasando por completo la ciudad.
En 2015, el Califato disponía de unos 240 000 combatientes:
40 000 yihadistas, miembros de Daesh;
80 000 miembros de la Orden de los Naqchbandis, ex soldados del ejército iraquí licenciados por Paul Bremer desde el inicio de la ocupación de Irak por la coalición creada por Estados Unidos para invadir ese país;
120 000 miembros de las tribus sunnitas del oeste de Irak, descendientes de combatientes yemenitas.
No hay cómo determinar actualmente cuántos de esos elementos murieron en combate ni cuántos nuevos yihadistas fueron trasladados al teatro de operaciones durante la guerra. A pesar de lo que dicen diferentes actores, lo cierto es que no se sabe cuántos son actualmente y que la única referencia existente son las cifras anteriores.
Si bien los 200 000 iraquíes que se habían unido a Daesh se han fundido nuevamente con la población sunnita iraquí, cabe preguntarse ¿qué hacer con los 40 000 criminales ya experimentados y curtidos que son los yihadistas extranjeros?
Combatir el Califato
A modo de comparación, al final de la Segunda Guerra Mundial, la Wehrmacht (las fuerzas armadas de la Alemania nazi) fue desmovilizada sin grandes problemas. Pero ¿qué había que hacer entonces con los miembros de las SS (la organización paramilitar del partido nazi, reconocida como organización criminal por el Tribunal de Núremberg)? Las SS contaban 900 000 individuos y, evidentemente, nadie habló de matarlos, ni siquiera de juzgarlos. Muchos de ellos sólo regresaron a sus lugares de origen, tratando de no llamar la atención.
Pero los oficiales de las SS fueron recuperados en masa por Estados Unidos para utilizarlos en la lucha contra la Unión Soviética, ya fuera para sabotear su economía o para instalar regímenes anticomunistas en los lugares del «mundo libre» donde se presentara la ocasión. Algunos rechazaron la paz y prosiguieron la guerra durante 2 años más. Estos últimos fueron llamados «lobos solitarios», una expresión que ha resurgido en nuestros días.
Los artífices del "reciclaje" de los SS fueron el primer director de la CIA, Allen Dulles, y su hermano, el secretario de Estado John Foster Dulles. No se supo del asunto hasta que el Congreso de Estados Unidos descubrió la envergadura y las consecuencias de aquella operación. Las comisiones Church y Nedzi-Pike, así como la Comisión Presidencial sobre las actividades de la CIA en Estados Unidos, demostraron los hechos de manera irrefutable a partir de 1975. El presidente James Carter decidió entonces poner fin a aquel programa mientras que el almirante Stanfield Turner se encargaba de "limpiar" la CIA.
La imagen que la opinión pública retiene es que durante unos 30 años Estados Unidos fue una criptodictadura donde cientos de miles de ciudadanos fueron perseguidos al extremo de no poder ejercer tal o más cuál profesión mientras que se espiaba a millones de estadounidenses. Pero la opinión pública ha olvidado que países tan diversos como Arabia Saudita, Bolivia, Sudcorea, Guatemala, Filipinas e incluso Taiwán vivían bajo crueles dictaduras y que esas dictaduras se mantenían en el poder gracias a la «experiencia» de los SS "reciclados" por la CIA [2]. Los programas de manipulación mental, los experimentos con uso de drogas y las escuelas de torturadores se mencionan a veces separadamente, cuando en realidad todo eso era parte de un conjunto coherente que prologaba lo que se ha designado como la «ciencia nazi» (sic).
Es por lo tanto importante reflexionar ahora sobre la solución del problema de los yihadistas para evitar que se reproduzca con ellos el mismo error y preservar a nuestros hijos de una prolongación de los crímenes de Daesh.
Cierto es que la situación actual es diferente a la del fin de la Segunda Guerra Mundial. Por un lado, parece más fácil ya que los yihadistas son mucho menos numerosos que los SS. Sin embargo, es también más compleja ya que, al final de la Segunda Guerra Mundial, Hitler había sido derrotado, pero no ha sucedido lo mismo con los patrocinadores de los yihadistas.
1. Pasemos por alto a los que huyen de manera aislada. Esos no pasan de ser un asunto de la policía.
2. También están los que escapan en grupos y tratan de hacerse con nuevos territorios donde convertirse en líderes, ya sea en las cercanías del antiguo Califato, o en sus países de origen, pero sin participar en una estrategia global.
- Unos 200 se han replegado hacia la provincia siria de Idlib, bajo control de al-Qaeda, donde se enfrentan a diferentes grupos armados.
- Otros se replegaron hacia África. Están presentes en el Sinaí, donde luchan contra la alianza militar egipto-israelí [3]. También están presentes en Libia, donde controlan la región de Tripolitania, y en Nigeria, donde se enfrentan a la alianza entre ese país y Chad.
3. Pero la mayor parte de los yihadistas de Daesh se ha divido en 2 grupos a los que Estados Unidos –a través de los anarquistas kurdos– y Turquía están tratando como combatientes profesionales, ofreciéndoles un futuro como mercenarios.
a) El primer grupo es el que el representante de Estados Unidos ante la coalición internacional contra Daesh, Brett McGurk, y el general estadounidense Joseph Votel recuperaron para convertirlos en la mitad de los efectivos de una «Fuerza de Protección de la Frontera Siria». El secretario de Defensa James Mattis se pronunció contra ese proyecto y esa fuerza no ha llegado a crearse. Esos hombres están en la localidad de Kasham, cerca de una base secreta estadounidense en suelo sirio [4].
La semana pasada, el Partido de la Unión Democrática (PYD), o sea el partido anaquista kurdo creado en Siria, amnistió a esos yihadistas y comenzó a incorporarlos a su brazo armado, las Unidades de Protección del Pueblo (YPG), lo cual fue denunciado ante el Consejo de Seguridad de la ONU por el embajador de la Federación Rusa, Vassily Nebenzia. Dado el hecho que las YPG están siendo oficialmente armadas y asesoradas por militares estadounidenses, los yihadistas amnistiados por el PYD kurdo se encuentran de hecho bajo el mando del Pentágono, a pesar de que no ha llegado a crearse la «Fuerza de Protección de la Frontera».
b) El segundo grupo de yihadistas ha sido reciclado por el presidente turco Recep Tayyip Erdogan bajo la bandera del «Ejército Libre Sirio» (ELS). Presentado en 2011 por la prensa atlantista como una fuerza de desertores del Ejército Árabe Sirio, el llamado «Ejército Libre Sirio» se componía en realidad de libios miembros de al-Qaeda bajo la dirección de militares franceses [5]. Dispersado antes por dos veces, el «Ejército Libre Sirio», o más bien su etiqueta, reaparece ahora junto a las tropas turcas que arremeten contra Afrin, en suelo sirio.
En todo caso, la división de los yihadistas entre en un grupo que lucha junto a los anarquistas kurdos de las YPG apadrinados por Estados Unidos y otro que lucha contra los kurdos, junto las tropas de Turquía, es muestra del desmoronamiento de la alianza turco-estadounidense.
- Brett McGurk fue miembro del equipo de John Negroponte y Donald Rumsfeld que concibió y organizó el Emirato Islámico en Irak (lo que luego sería Daesh) para romper la unidad de la resistencia iraquí contra la ocupación militar estadounidense y convertirla en una guerra civil entre sunnitas y chiitas.
- Al inicio de su carrera política, cuando era uno de los dirigentes de la Milli Gorus –organización islamista irako-germano-turca creada por el iraquí Ezzat Ibrahim al-Duri (el Gran Maestro de la Orden iraquí de los Naqchbandis) y el turco Necmettin Erbakan–, Recep Tayyip Erdogan supervisaba el suministro de armas a los yihadistas chechenos que operaban contra Rusia. Mucho más tarde, siendo ya primer ministro, el propio Erdogan ayudó a los yihadistas que luchaban contra la República Árabe Siria y apoyó a Daesh sin reservas [6].
En todo caso, la repartición de yihadistas parece depender tanto de las oportunidades surgidas como de los orígenes étnicos de esos elementos. Por ejemplo, Abdullah Sufuni, ex emir de Alepo, al parecer se pasó al bando de Estados Unidos para vengarse por las pérdidas sufridas durante la intervención turca en Irak. Por su parte, los yihadistas provenientes del Cáucaso se ponen del lado de Turquía porque mantienen estrechas relaciones con ese país desde hace 30 años.
4. Aunque el Pentágona ha renunciado a crear un Estado para bloquear la vía de comunicación que conectaría la región del Mediterráneo con Irán y China, eso no quiere decir que abandone la estrategia del almirante Arthur Cebrowski tendiente a destruir las sociedades y Estados del «mundo no globalizado» [7] y algunos combatientes de Daesh han sido recuperados para seguir adelante con ese plan, utilizándolos como fuerzas especiales de sustitución.
En ese contexto, los ejércitos de Estados Unidos han trasladado yihadistas al subcontinente indio, Afganistán, Pakistán, la India, Bangladesh y Myanmar (pero no a Sry Lanka), como ha revelado Zamir Kabulov, el enviado especial del presidente Vladimir Putin en Afganistán.
El jefe del estado mayor iraní, general Mohammad Baqeri, ha confirmado que la fuerza aérea de Estados Unidos (US Air Force) estaba trasladando parte de los miembros de Daesh de Irak y de Siria hacia Afganistán. El presidente de Irán, el jeque Hassan Rohani, incluso se comunicó telefónicamente con su homólogo ruso, Vladimir Putin, para confirmarle esa información. Posteriormente, al dirigirse a la prensa, el propio Rohani reveló que propuso a Afganistán la ayuda de Irán contra los yihadistas proestadounidenses de Daesh.
Según el senador pakistaní Rehman Malik, la India organizaría una colaboración entre los yihadistas y el Rashtriya Swayamsevak Sangh (RSS), la milicia del primer ministro indio Narendra Modi. El objetivo sería infiltrarse entre los insurgentes musulmanes de Cachemira para acabar con ellos. El RSS, es el grupo que asesinó al mahatma Gandhi y tiene una larga tradición de extrema violencia. Rehman Malik no es un simple senador sino que fue nombrado jefe del contraespionaje pakistaní por Benazir Bhutto y se convirtió después en ministro del Interior. Ahora acaba de iniciar un procedimiento para que la ONU lleve el caso a la Corte Penal Internacional y lograr que el primer ministro indio Narendra Modi sea juzgado.
El Alto Comisionado de la ONU para los Derechos Humanos, Zeid Ra'ad Al-Hussein, declaró la semana pasada que la crisis de los rohinyas en Myanmar [8] podría convertirse en un conflicto regional. Si eso llegara a suceder, el conflicto comenzaría por Bangladesh y Malasia, donde residen numerosos refugiados.
También se cuentan varios cientos de yihadistas que han regresado a Latinoamérica. Originarios principalmente de Trinidad y Tobago, estos elementos trataron de organizar un gran atentado que debía tener lugar en pleno carnaval, los días 13 y 14 de febrero. Pero fueron arrestados 5 días antes de la fecha prevista para la operación. La misión del comando detenido era reactivar la tradición islamista en ese archipiélago caribeño, siguiendo la línea del fallido golpe de Estado de julio de 1990. Y posteriormente debían aprovechar la situación de desorden creada por la extrema derecha en Venezuela para sumir ese vecino país en una guerra comparable a la de Siria.
Combatir la ideología del Califato
Al final de la Segunda Guerra Mundial, los occidentales fracasaron en la reinserción de los antiguos miembros de las SS, pero sí lograron erradicar, casi en todas partes, la ideología que habían defendido: el nazismo. Esa ideología se mantuvo sólo a través de los SS reciclados en las redes stay-behind, encargadas de sabotear la economía soviética en los países bálticos y en Ucrania, tierras donde hoy está resurgiendo.
En el momento de su creación, las Naciones Unidas fueron ante todo una coordinación internacional para la desnazificación y la lucha contra la propaganda de guerra. Todos sus miembros prohibieron los símbolos y las publicaciones nazis. El partido nazi, NSDAP, fue disuelto y se censuró la propaganda de guerra.
En cambio, hoy en día, nadie, con excepción de la Federación Rusa y sus aliados, parece interesado en luchar contra la ideología del islam político ni contra su partido: la Hermandad Musulmana [9].
Veamos un ejemplo. En Francia existe una institución encargada de representar a los musulmanes del país. El Estado francés logró introducir en esa institución 2 representantes de la Hermandad Musulmana y sacar de la presidencia a un funcionario argelino para poner en su lugar un miembro de la Milli Gorus turca. Al mismo tiempo, Francia organiza una campaña de prensa a escala mundial contra Tariq Ramadan, nieto del fundador de la Hermandad Musulmana, actualmente objeto de una acusación de índole criminal. Lo que se busca es focalizar el debate sobre une persona en particular y sacar ese símbolo incómodo de la vista del público, sin enfrentar por ello la ideología de la cofradía.
La Hermandad Musulmana ya fue disuelta, en Egipto, al final de la Segunda Guerra Mundial, tanto por haber perpetrado asesinatos políticos en ese pais como por haber entregado información de inteligencia a la Alemania nazi. Pero no se hizo nada contra su ideología. Peor aún, el MI6 británico aprovechó el encarcelamiento de los principales dirigentes de la Hermandad Musulmana para reorganizarla en función de sus propios intereses. Y nada cambió. Después del desastroso episodio que fue la presidencia de Mohamed Morsi, Egipto volvió a prohibir la Hermandad Musulmana. Pero el presidente Abdel Fatta al-Sissi, preocupado por la pacificación de su país, deja que su esposa se pliegue a la "obligación" de portar el velo islámico, que no tiene nada que ver con el islam y que apareció solamente con los califas de Bagdad.
Los iraquíes y los sirios acaban de poner fin al Califato de Daesh, pero la batalla está lejos de haber terminado. Parte de los yihadistas prosiguen su misión y su ideología sigue tratando de ganar adeptos sin que nadie se decida a enfrentarla.
Hay que decirlo otra vez: a los occidentales, les resulta difícil abandonar un instrumento tan útil para su estrategia.