miércoles, 31 de marzo de 2010

Aprenda a votar en serio estudie el sistema cubano democratico

Hermanos: Amigos de Cuba en cada pais de America Latina y Europa,

 

Seguimos movilizados sin tregua contra la injusticia continua que se comete contra Cuba. Por eso les enviamos este articulo de Wilkie Delgado Correa, que habla de la realidad cubana y, a la manera de Wilkie, trata la campana mediatica desatada recientemente.

Todos juntos, desde las cuatro latitudes del mundo, en defensa de Cuba: Nuestros enemigos deben saber y comprobar de que Cuba no esta ni estara nunca sola. Hagamos que se sienta el ruido de los amigos de Cuba en el mundo entero hasta callar a sus enemigos y sus campanas tergiversadoras. Recuerden que nuestros Cinco heroes nos acompanan dia a dia y en las primeras filas, en esta batalla, con su firmeza y resistencia, defendiendo tambien las conquistas de su pueblo y su Revolucion.

 

No los defraudaremos...

Hasta la victoria siempre!

La solidaridad internacional es la ternura de los pueblos! Che.

 

Con los saludos revolucionarios del

Comite Libanes de Solidaridad por la Liberacion de los Cinco Heroes

"L4C5"

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La realidad política eleccionaria y la suerte de Cuba frente al escarceo mediático y otras arremetidas

Por: Wilkie Delgado Correa
Fecha de publicación: 30/03/10

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“Deja que ladren, Cuba. Ya dejarán de ladrar, cuando vean esfumarse los fantasmas que inventaron para poder ladrar.”

Una vez más los tambores de la propaganda mediática tocan desenfrenadamente la melodía de vindicta contra Cuba. Parece que quieren cobrarle bien caro su osadía de existencia digna durante medio siglo pese a los designios del edicto imperial de los Estados Unidos que proclamó su destrucción y muerte desde el mismo nacimiento de la triunfante Revolución Cubana. Es un viejo ejercicio que se inició desde aquellos días cuando apenas estaba en su cuna. Este toque a rebato ha proseguido con mayor o menor virulencia teniendo como leit motiv hechos reales o inventados, interpretados y argumentados según la más tergiversadora alquimia de una infamia que no ha reparado en ningún límite o frontera moral. ¡Suerte que hemos tenido que así haya sido!

Lo más notorio y significativo de este fenómeno mediático es que detrás de esa bola de trapo, o globo gigantesco de mentiras grandes y pequeñas, se han ido también “ilustrísimas” instituciones representativas como el Parlamento Europeo y la ralea de políticos y personajes reaccionarios de varios países, incluyendo primeros magistrados de destinos perecederos de pompas de jabón. Lo más lamentable, es que también se han hecho eco de la vil campaña de calumnias, personajes confundidos, arrepentidos o cansados que, con sus opiniones de matices variopintas, le añaden más leña al fuego. Estos oráculos “neutrales” se muestran incapaces de discriminar, en medio del vendaval, los cuatro puntos cardinales de esta estrategia imperialista en un mundo convulso y en conflicto. ¡Ellos deben saber quienes son, y los pueblos también!

Para todos los que en estos momentos vomitan lo peor que sus conciencias de amaestrados les dicta, debe quedar claro que la suerte de Cuba no la han decidido ni la decidirán jamás, porque el país no les debe su independencia plena frente a los Estados Unidos y a cualquier potencia extranjera; ni les debe la libertad conquistada frente al régimen sanguinario y pro-yanqui al que derrotó la Revolución; ni les debe la solidaridad brindada a muchos pueblos en ejercicio soberano de una generosidad sin par en el mundo contemporáneo; ni les debe la obra creadora y fecunda de una sociedad mucho mejor, aunque perfectible, y que hubiera sido mejor y mayor si no hubiera sido por el acoso criminal que ha debido sufrir.

En todo este escarceo hay mucho de ladridos de jauría, y se les puede responder con una frase del Quijote: “Deja que ladren, Sancho”, o con unas frases de Martí en el sentido de que no llegan lejos o al final del camino, quienes prestan atención a los ladridos de los perros que les salen al paso.

Sin embargo, la noticia que debería inundar los medios de prensa y las declaraciones objetivas y bien fundadas e intencionadas de cuantos opinantes quieran interesarse por Cuba, sería la relacionada con la actual realidad política que vive el país con motivo del proceso para las elecciones municipales del próximo abril.

Terminado el proceso de nominación de candidatos para delegados a las asambleas municipales, debía destacarse que, a pesar de tanta alharaca para prohijar a la disidencia y a la contrarrevolución, no han logrado los enemigos de la Revolución ninguna nominación de personajes de sus filas para tales comicios, no porque se lo impida ninguna autoridad gubernamental ni jurídica, sino, simplemente, porque esos disidentes son grupúsculos minoritarios y, por lo tanto, jamás han alcanzado ni alcanzarán una mayoría para tal nominación y menos para lograr la elección, en sus lugares de residencia.

De la fase del proceso elector recién terminado cabe destacar los siguientes datos irrebatibles. Para la elección de los 15 093 delegados que integrarán las asambleas municipales del país, se efectuaron 59 907 asambleas de nominación, en las que participaron 7 400 000 electores, o sea, el 86,84 % del electorado. Eso significa que como promedio estas asambleas barriales de nominación contaron con un promedio de 120 electores, con cifras menores o mayores según el programa establecido en las circunscripciones electorales. El número de candidatos nominados a nivel nacional fue 34 761, entre los cuales se elegirán los 15 093 delegados.

Datos que complementan el proceso de nominación son los siguientes: Un 60,9 % de los nominados son actuales delegados; 35,76 % son mujeres; 41,3 % son negros y mestizos; 75 % son de edades hasta 50 años y 22,2 % son jóvenes hasta 35 años.

Debe destacarse algunos elementos cardinales de la ley electoral cubana en relación con estas elecciones municipales.

En primer lugar, que en cada circunscripción tienen que nominarse como mínimo 2 ciudadanos, y pueden ser 3, 4 y hasta ocho, entre los cuales, en el día de las elecciones, mediante el voto secreto y directo, se elige el delegado de la circunscripción, que debe contar para ello una votación superior al 50 % de los votos válidos emitidos.

En segundo lugar, que las propuestas de nominación en cada asamblea efectuada se hacen sin intervención del Partido, que las mismas salen de la opinión espontánea y natural de cualquiera de los vecinos, quien fundamenta las razones para proponer a su representante y, además, se requiere de la aceptación voluntaria del propuesto. En cada asamblea pueden proponerse de uno a varios ciudadanos y luego, con el voto a mano alzada se elige al representante de esta pequeña asamblea de aproximadamente un centenar de electores.

En tercer lugar, que los propuestos deben ser vecinos residentes en el área donde se desarrolla la asamblea o dentro del área de la circunscripción; se trata, por lo tanto, de personas que son conocidos de ese territorio electoral por su actuación y méritos personales y sociales.

Hoy que la disidencia y la contrarrevolución parece encontrar tanto apoyo en el exterior por gobiernos, prensa, organizaciones y personalidades reaccionarias, hay que destacar lo irrebatible: la poca significación que tienen en el interior del país, incluyendo la ninguna relevancia en el ejercicio democrático establecido en el país.

Y es que los adversarios de la Revolución Cuba, tanto dentro como fuera del país, han estado unidos, desde su estado embrionario, por un cordón umbilical a los Estados Unidos. Su enfermedad mortal, desde el punto de vista político, ha sido vivir posesos de la yanquimanía más servil, han vivido delirando por la anexión física e ideológica a la potencia del Norte, y han estado dispuestos a la traición a la patria y a actuar como mercenarios y quintacolumnistas del imperio que los azuza, protege y paga. Con tales adversarios a la vista de la opinión pública del pueblo cubano, es explicable que jamás caiga en el error de poner en tales manos su confianza, y jamás levante su mano para proponer o apoyar tal espécimen de vendepatria.

Fidel ha argumentado el carácter democrático de este modelo eleccionario de la manera siguiente en su Conversación con Tomás Borge en el libro “Un Grano de Maíz”: “Nosotros concedemos, no a los partidos, sino a los ciudadanos, la facultad de postular…la facultad de elegir. No puede haber un camino ni puede haber un procedimiento más democrático…y podremos decir con todo derecho que es el procedimiento más democrático que existe en el mundo.”

“Esto, desde luego, presupone el apoyo de la mayoría y lo hicimos desde que elaboramos la Constitución, el hecho de que los vecinos postularan y eligieran. Esto supone el apoyo de la mayoría. Si la mayoría estuviera contra la Revolución, por este procedimiento la Revolución pierde el poder…”

En fin, esta es la mayor suerte que ha tenido la Revolución Cubana para mantenerse imbatible en el poder, que ha tenido Cuba para mantener su independencia, su soberanía, la unidad del pueblo y la revolución victoriosa, mantener en sus filas una inmensa mayoría entre sus defensores y adeptos para librar cuantas batallas sean necesarias. Y eso lo ha demostrado el actual proceso eleccionario que se lleva a cabo en el país, en forma democrática y con un apoyo inmenso a los representantes verdaderos del pueblo. Y con un rechazo y repudio a los representantes de las marionetas mercenarias que no son más que lamebotas y besalospiés de Estados Unidos y otras potencias europeas.

En conclusión, ante el escarceo mediático se puede responder al estilo del Quijote: “Deja que ladren, Cuba. Ya dejarán de ladrar, cuando vean esfumarse los fantasmas que inventaron para poder ladrar.



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Cinco periodistas asesinados en un mes en Honduras: ¿dónde están los titulares?

Cinco periodistas asesinados en un mes en Honduras: ¿dónde están los titulares?

 

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POR JEAN-GUY ALLARD

Cinco periodistas asesinados en Honduras en el solo mes de marzo, 150 ejecuciones extrajudiciales desde el golpe del 28 de junio, todas atribuidas a los organismos de represión y a paramilitares contratados por el régimen, no son suficientes para llamar la atención de la prensa comercial del continente que arremete contra Cuba y Venezuela.

Mientras el mecanismo de propaganda del Departamento de Estado, apoyado por las agencias internacionales, las cadenas internacionales de órganos de prensa comerciales y su red de clientes  regionales  multiplica los titulares contra las naciones progresistas y reporta a la violencia en Honduras  fuera de su contexto político, la Resistencia hondureña reclama a gritos manifestaciones de solidaridad internacional ante las ejecuciones cometidas a diario por el aparato represivo articulado por los golpistas.

En los últimos días  tanto el Frente Nacional de Resistencia Popular (FNRP) como el colectivo de Artistas en Resistencia y otras organizaciones, han emitido condenas a la escalada de violencia desencadenada por el gobierno de ¨Pepe¨ Lobo con un enorme  saldo de muertos y heridos.

La prensa hondureña ha sido la primera víctima de la ola de asesinatos de las últimas semanas.  El 1 de marzo fue baleado el periodista Joseph Hernández y herida la colega Carol Cabrera; el 10, fue asesinado David Enrique Meza; el lunes 15, Nahum Palacios Arteaga mientras José Bayardo Mairena y Manuel de Jesús Juárez fueron ejecutados el viernes 27 de marzo.

Otro periodista, José Alemán tuvo que abandonar el país precipitadamente, después de que sicarios  intentaran asesinarlo en plena calle, luego de tirotear su domicilio. Por colmo, agentes de una estación de la policía donde busco refugio le dijeron que eran incapaces de garantizar su seguridad.

Los grupos de resistencia han denunciado al Secretario de Seguridad, Óscar Álvarez, responsable del sistema de represión heredado del régimen dictatorial de Roberto Micheletti que mantiene en plena actividad.

 Poco después del asalto a la Casa Presidencial por los golpistas, el 28 de junio de 2009, cuando el Presidente Manuel Zelaya fue sorprendido en su casa y expulsado del país, con la complicidad de Estados Unidos, varios medios de prensa, entre ellos Radio Globo y el Canal 36, fueron cerrados en redadas salvajes.

Por otro lado, los dueños de todos los principales medios de comunicaciones fueron parte de la conspiración. No solo dieron a Micheletti un apoyo absoluto sino que el principal representante de esta prensa ultraderechista, Jorge Canahuati, fue hasta pagar de su propio bolsillo parte de la campaña de cabildeo que se desarrolló entonces en Washington a favor de la dictadura.

En cuanto a los autoproclamados ¨defensores de la prensa¨ tales como Reporteros Sin Fronteras, el Committee to Protect Journalists, la Sociedad Interamericana de prensa, todos observan una discreción, diametralmente distinta a la actitud constantemente agresiva y politizada demostrada contra Cuba y Venezuela, que solo confirma su  vinculación con el aparato de inteligencia norteamericano.

 Llama la atención como, de parte de estas organizaciones que se benefician de una cobertura integral de parte de las grandes agencias de prensa, se evita a todo costo politizar sus discretas solicitudes de investigaciones dirigidas a las propias autoridades hondureñas que, según la resistencia popular, generan la masacre.

Para la Plataforma de Derechos Humanos,  se trata de una "estrategia de terror, inmovilización y persecución contra opositores al golpe de Estado y gobierno de facto¨ ante la cual se pide ¨la intervención de la comunidad internacional y de los organismos internacionales de derechos humanos para que el régimen actual detenga esta ola de criminalidad e investigue las muertes¨ de las víctimas.

Para evitar del derrumbe de su régimen golpista, Micheletti y sus cómplices golpistas fueron hasta recorrer a criminales tales como Billy Joya, creador con sus asesores norteamericanos de “Los Cobras”, comandos de élite entrenados para matar, y veterano miembro del siniestro batallón 3-16 creado por la CIA que persiguió, torturó y desapareció a cientos de hondureños en la guerra sucia de los años 80.

 Joya trabajo bajo las órdenes del embajador y oficial CIA John Negroponte quién dirigía la Contra nicaragüense desde la embajada norteamericana en Tegucigalpa.

 Implicado en la coordinación del golpe de estado de junio pasado, John Negroponte.trabaja actualmente como asesor de la Secretaria de Estado Hillary Clinton.

En Miami, donde radica la colonia de ex mandatarios corruptos, torturadores y asesinos más grande del continente, el silencio mediático es casi absoluto al igual que el de los políticos que hace apenas unos meses viajaban a Tegucigalpa a elogiar a Micheletti.

Ninguna investigación acerca de un agresión contra periodista desde el golpe de estado ha llevado al arresto de un solo sospechoso.

 

FOTO

José Bayardo Mairena, de 52 años,  asesinados al salir de su programa de radio

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El FBI interroga a estadounidenses que viajan a Cuba

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El FBI interroga a estadounidenses que viajan a Cuba 

 

No confundir, la fotografía muestra a la Embajadora de ese país represor hablando a un público selecto en los Bosques de Palermo (Thays). 2010

 

 

Por Marcus Baram  (alias Toto)

Al menos 10 estadounidenses que viajaron recientemente a Cuba a través de programas de intercambio cultural han sido interrogados por agentes del FBI, ya sea en casa o por teléfono, señalaron los abogados de los grupos al Huffington Post. La mayoría de los que afirman que fueron interrogadas viajaron a Cuba a través de la Brigada Venceremos, un grupo que envía hasta 100 personas cada año a Cuba para participar en programas de intercambio, realizar trabajos voluntarios y conocer a los artistas cubanos. Los agentes visitaron en su domicilio a varios viajeros. Ellos les preguntaban sobre su viaje a la isla, que está sujeta a un embargo desde hace décadas por el gobierno de los EE.UU.


Los estadounidenses no pueden, según las leyes de EE.UU., gastar dinero en Cuba y los infractores atrapados reciben por lo general una severa carta de la Oficina de Control de Activos Extranjeros del Departamento del Tesoro,

advirtiéndoles de sanciones, que rara vez son evaluados. Pero la participación del FBI es aún más rara, haciendo preguntas sobre el propósito de las visitas. Ambos países se han acusado mutuamente de espionaje y en ocasiones han arrestado a sus propios ciudadanos. El año pasado, Kendall Myers, ex funcionario del Departamento de Estado, y su esposa Gwendolyn, fueron arrestados y acusados de revelar secretos de EE.UU. a agentes cubanos. Los grupos que abogan por una mayor apertura con Cuba expresaron su sorpresa y decepción por la participación del FBI, al considerar que la administración Obama ha suavizado las restricciones, permitiendo los viajes de los familiares de los cubanos y la despenalización de contacto por la web.


En uno de los casos, dos agentes interrogaron a un viajero que vive en el área de Nueva York. Ellos mostraron fotografías, tomadas de Internet y les preguntaron: "¿Reconoce usted a esta persona?", dijo la abogada del Centro de Derechos Constitucionales Anjana Samant, quien dijo además que tiene previsto presentar una petición de libertad de actuar con la información del Departamento de Justicia para saber más sobre las razones del interés del Buró Federal para con los visitantes a Cuba. En otro caso, un agente del FBI informó a la persona a la que estaba interrogando que los agentes formaban parte de un grupo especial de trabajo, dice Michael Tarif Warren, abogado de la Brigada Venceremos, que especuló que los agentes pueden estar operando bajo una nueva directiva del Departamento de Justicia.


Un portavoz del FBI se negó a comentar. Según Warren, por lo menos seis personas en el área de Nueva York han sido contactadas por agentes del FBI. Cuando los viajeros se negaron a responder a las preguntas, los agentes dieron su tarjeta sin explicar el propósito de las preguntas, dice Warren. Otros visitantes que han sido interrogados viven en el área de Washington, DC, y en Minneapolis, dice Samant.


La participación del FBI sorprendió Presidente del CCR Michael Ratner, que solía representar a los miembros de la Brigada Venceremos. Dijo que estas visitas fueron más frecuentes en los años 1970 y 1980 y se eliminaron durante la década de 1990 y al final de la administración Bush. "De vez en cuando, me gustaría ser informado sobre la visita a la casa o, a veces a su lugar de trabajo, horrible para ellos, donde se les preguntaría: '¿Qué has visto? y "¿Con quién hablaste?".


Ratner dijo que ninguno de los encuestados fue detenido, y que le aconsejó a los viajeros no hablar con los agentes: "Hablar con el FBI es como comer papas fritas —una vez que empiezas, no terminas."

Traducido por Sergio Alejandro

› Tomado de The Huffington Post



Publicado por M. H. Lagarde para Cambios en Cuba el 3/31/2010 05:00:00 PM


VIERNES MARCHAMOS A LA EMBAJADA PIRATA

¿Qué pasó con las Malvinas?   Malvinas celeste y blanca.gif

Esos chicos ya no están

¡ No debemos olvidarlos

Y por eso hay que luchar !      estrofa coreada por militantes de la memoria durante las marchas. 

                        (recopiló Toto) director del Museo Ernesto Che Guevara de Ciudad Autónoma Buenos Aires que adhiere y convoca al reclamo.

 

 

"MIENTRAS LOS LEGISLADORES DE LA OPOSICIÓN OSCAR AGUAD Y ADRIAN PEREZ VISITAN EL FOREIGN OFFICE, NOSOTROS NOS MOVILIZAMOS A LA EMBAJADA PIRATA";     afirmo  Luis  D'Elía 

 

El próximo día   viernes a las 14 hs,    convocó el titular de la Central de Movimientos Populares (CMP) a concentrarse

 

en Av. Pueyrredón y Rivadavia y movilizarse hasta la embajada de Gran Bretaña.

 

"Este es un día en el que todos los Argentinos deberíamos estar unidos, por la memoria de aquellos jóvenes que dieron su vida. Y en homenaje a ellos, concentrarnos en rechazar el nuevo intento neocolonial de Gran Bretaña, que pretende quedarse con los yacimientos petrolíferos descubiertos en las Islas Malvinas. Los cuales son indudable patrimonio de la Nación Argentina, al igual que la indiscutible soberanía política de la misma región."

 

"No debemos olvidar que la  guerra de Malvinas causo la terrible perdida de 649 vidas; oficiales, suboficiales y jóvenes de 18 años que cumplían el servicio militar obligatorio por aquel entonces. Una guerra que causo mutilaciones y heridas a 1.300 soldados argentinos, así como enormes secuelas psicológicas"; dijo el Prof. Luis D'Elía.

 

Setenta y cuatro días después de que aquel 2 de abril en el cual fueron recuperadas las Islas Malvinas, se produjo la rendición de las tropas argentinas en un marco de hostilidades y combates atroces, desiguales. Donde el clima imperante, la falta de previsión por parte de la cúpula militar, el hambre y los recursos obsoletos, fueron determinantes.

 

"Mientras los legisladores de la oposición Oscar Aguad y Adrián Pérez visitan el Foreign Office, nosotros nos movilizamos a la embajada pirata"; concluyó Luis D'Elía .

LUIS ANGEL D`ELÍA
155-409 7073

 

Felicitaciones

Desde el puerto mis felicitaciones a todos los vecinos, a miembros de organizaciones y hasta funcionarios que con tanta esperanza, esfuerzo, indignación, amarguras, sabio criterio social y valor personal lograron esta hermosa noticia para Bouwer y para los argentinos todos.

 

Los 45 millones de “piolas” que ocupamos el territorio patrio (a excepción de los “giles” de San Andrés de) no tenemos ahora excusas, cuando algo o alguien amenaza la salud mental, física ó espiritual del barrio, ciudad, provincia ó país debemos actuar, jugarnos, pelear y trabajar hasta lograr lo que haga falta. 

 

El ejemplo lo dio  Bouwer,  ¡¡ aplaudan todos viejo !!

 

                                                                             Eladio González   toto    director del Museo Dr. Ernesto Che Guevara de Capital Buenos Aires

Calle Rojas 129, Barrio Caballito

Ciudad Autónoma Buenos Aires

Tel. 4 903 3285

museocheguevara@fibertel.com.ar

 

 

De: FUNAM Prensa [mailto:funam.prensa@hotmail.com]
Enviado el: Miércoles, 31 de Marzo de 2010 06:14 p.m.
Para: Lista distribución
Asunto: {posible spam} Bouwer: acto por cierre de vertedero. En 10 horas no entra más basura.

 

FUNAM INFORMA          

Fundación para la defensa del ambiente

Córdoba (Argentina), Miércoles 31 de marzo de 2010

 

Bouwer: la cuenta regresiva llega a su fin

 

FALTAN MENOS DE DIEZ HORAS PARA QUE NO ENTRE MÁS BASURA A BOUWER

 

TRAS 28 AÑOS DE RECIBIR RESIDUOS, BOUWER SIN BASURA CONSIGUIÓ QUE LA MUNICIPALIDAD DE CÓRDOBA CIERRE DEFINITIVAMENTE EL VERTEDERO.

 

A LA MADRUGADA, VECINOS DESPEDIRÁN EL ÚLTIMO CAMIÓN QUE DESCARGUE EN EL PREDIO.

 

ASEGURAN QUE SEGUIRÁN LA PELEA POR LA REMEDIACIÓN.

 

A LAS 11 DE LA MAÑANA HABRÁ UN ACTO SOBRE LA RUTA 36.

 

 

Bouwer (Córdoba, Argentina), 31 de marzo de 2010.- Es la víspera del 1° de abril. La cuenta regresiva que hace un año iniciaron los integrantes de Bouwer Sin Basura esperando el cierre definitivo del predio de residuos ahora descuenta las últimas horas. Una larga protesta encabezada por los vecinos de Bouwer, la Comuna de Bouwer y la Fundación para la defensa del ambiente (FUNAM) consiguió que en abril de 2009, el intendente de la Municipalidad de Córdoba, Daniel Giacomino, estableciera un plazo máximo de un año para el cierre definitivo del vertedero de residuos donde la ciudad descarga diariamente 2.000 toneladas de basura.

 

Bouwer es la comuna cordobesa localizada 17 kilómetros al sur de la ciudad capital que desde hace 28 años recibe los residuos de Córdoba y otras 18 localidades de la provincia. El predio donde se disponen los desechos tiene 9 fosas rellenas de basura y una montaña de desperdicios de 900 metros de largo, 350 metros de ancho y aproximadamente 40 metros de altura. Los olores nauseabundos que desprende esa montaña alertaron a los habitantes del lugar, que se movilizaron y buscaron asesoramiento técnico con el objetivo de que no ingrese más basura a Bouwer. La pelea incluyó participación en audiencias públicas, creativas protestas callejeras, pedidos de intervención a distintos organismos, piquetes a los camiones de basura, volanteadas, utilización de carteles ruteros y hasta el uso de las nuevas tecnologías a través de un reloj virtual que restaba hasta los segundos que faltaban para el 1° de abril.

 

ACTIVIDADES EN EL PRIMER DÍA SIN BASURA "NUEVA" EN BOUWER

 

Los días previos a la fecha de cierre se vivieron con mucha ansiedad y emoción entre los habitantes del pueblo. Esta madrugada, vecinas y vecinos de Bouwer despedirán al último camión de residuos que descargue en el predio, a metros de la Ruta Nacional 36, en Potrero del Estado: "Va a ser algo histórico, así que no nos vamos a perder la oportunidad de ver salir del predio al último camión que traiga basura", relató Mónica Rescala, que vive con su familia en Potrero del Estado desde que nació, también, hace 28 años.

 

Sin embargo, el acto de celebración por el cierre del vertedero será el 1° de abril a las 11 de la mañana en la intersección de la Ruta Nacional 36 y el camino comunal a Bouwer, al lado del cartel rutero que descontó los últimos 100 días de espera. Mañana, ese cartel anunciará que ya "no entra más basura" a Bouwer.

 

El motivo de la reunión será festejar la acción colectiva que condujo al cierre del vertedero: "Lo que se ha logrado aquí ha sido porque nos pusimos codo a codo tanto el jefe comunal Juan Lupi, nosotros los vecinos y nuestros asesores Raúl Montenegro, Nayla Azzinnari y Adolfo González", señaló Isabel Pires, que mañana oficiará como presentadora del encuentro. El acto será público y se podrá seguir a distancia a través del sitio web http://bouwersinbasura.blogspot.com/

 

"El 1° de abril es el día en que el nombre que nos agrupa, Bouwer Sin Basura, se realiza. No solamente porque ya no entrarán más residuos al pueblo, sino porque comprobamos que podemos. Nos pusimos una meta por delante y la alcanzamos. Eso nos da fuerzas para ir por más", indicó Nayla Azzinnari, comunicadora que trabaja junto a los vecinos de Bouwer. 

 

LA LUCHA CONTINÚA POR LA REMEDIACIÓN DEL PREDIO

 

No obstante, los vecinos aclararon que a partir de mañana comienza la pelea para conseguir la remediación del predio en donde se descargó basura durante casi 30 años. "A partir de mañana no entra más basura, pero la basura que ya está se va a quedar acá, no se la van a llevar. Por eso tenemos que seguir trabajando para que remedien el lugar y toda esa basura no nos siga afectando a quienes vivimos cerca del basural y respiramos los gases que emana la montaña", resumió el jefe comunal de Bouwer, Juan Lupi.

 

"Los estudios ambientales y epidemiológicos serán herramientas claves en el proceso de remediación que sigue al cierre del vertedero y nos permitirán conocer de manera más acabada cuál es la situación sanitaria de la población", recalcó el Dr. Raúl Montenegro, titular de FUNAM.

 

 

Para mayor información:

Juan Lupi
Jefe Comunal de Bouwer
Teléfono: 0351-155 103490

Verónica Ferrer
Vecina de Bouwer
Teléfono: 0351-152 425 675

Isabel Pires
Vecina de Bouwer
Teléfono: 0351-499 3165

Daniela Arce
Vecina de Bouwer
Teléfono: 0351-153 249 784

Mónica Rescala
Vecina de Bouwer
Teléfono: 0351-153 092 539

Pedro Arce
Vecino de Bouwer
Teléfono: 0351-152 430 602

Blanca Ayala
Vecina de Bouwer
Teléfono: 0351-156 333 274

Alicia Alfonzo
Vecina de Bouwer
Teléfono: 0351-153 485 718

Juana Sosa

Vecina de Bouwer

Teléfono: 0351-156 298 839

 

Fany Pedernera

Vecina de Bouwer

Teléfono: 0351-153 591 462

Dr. Raúl A. Montenegro
Biólogo, Presidente FUNAM
Teléfono: 03543-422236
Teléfono celular 0351-155 125 637
E-mail: raulmontenegro@flash.com.ar

Encargada de prensa:
Nayla Azzinnari
Teléfono: 011-15 5460 9860
E-mail: nay_azz@hotmail.com

 

http://bouwersinbasura.blogspot.com/

 

 

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Maten al Obispo Arnulfo Romero El Salvador y Arena

 

 

LA VERSIÓN ACTUALIZADA DE EL FARO SOBRE LA MUERTE DE MONSEÑOR ROMERO. 

 

Así matamos a monseñor Romero

 

El mayor D´Aubuisson fue parte de la conspiración para asesinar a monseñor Romero, aunque el tirador lo puso un hijo del ex presidente Molina, dice el capitán Álvaro Saravia. 30 años después, él y otros de los involucrados reconstruyen aquellos días de tráfico de armas, de cocaína y de secuestros. Caído en desgracia, Saravia ha sido repartidor de pizzas, vendedor de carros usados y lavador de narcodinero. Ahora arde en el infierno que ayudó a prender aquellos días cuando matar "comunistas" era un deporte.

Carlos Dada

Publicado el 22 de Marzo de 2010

 

Comienza a leer despacio, en voz alta: “Algunos años después de asesinar a monseñor Romero, el capitán Álvaro Rafael Saravia se quitó el rango militar, abandonó a su familia y se mudó a California”. En la mano sostiene varias páginas con la impresión de una nota periodística publicada hace cinco años. Se reacomoda los lentes -dos grandes vidrios sostenidos por un alambre-. Tiene las uñas rotas y sucias, y los ojos muy abiertos y agitados. Alertas. Vuelve a leer el primer párrafo. “Algunos años después de asesinar a monseñor Romero, el capitán Álvaro Rafael Saravia…” Hace una pausa y repite ese nombre, que no ha dicho en mucho tiempo: “El capitán Álvaro Rafael Saravia”.

Levanta la cabeza y me mira fijamente.

-Usted escribió esto, ¿verdad?

-Sí.

-Pues está mal.

-¿Por qué?

-Aquí dice “Algunos años después de asesinar a monseñor Romero”. Y yo no lo maté.

-¿Y quién lo mató?

-Un fulano.

-¿Un extranjero?

-No. Un indio, de los de nosotros. Por ahí anda ese.

-Usted no disparó, pero participó.

-30 años y me voy a morir perseguido por eso. Sí, claro que participé. Por eso estamos hablando. 

Tiene las manos gastadas por la miseria y el trabajo del campo. Unas manos que nada tienen que ver con las de aquel piloto de la Fuerza Aérea convertido en lugarteniente del líder anticomunista salvadoreño Roberto d´Aubuisson, y después en repartidor de pizzas, lavador de dinero para la mafia colombiana y finalmente en vendedor de autos usados en California. Ahora ya no es nada de eso. Perdió un juicio al que no asistió, en el que fue encontrado culpable del asesinato de monseñor Romero.

-Cuénteme cómo fue.

-Se lo voy a contar todo, pero despacio. Esto es largo.

 

***

 

En 1979, Saravia, un indisciplinado capitán de aviación, querido por todos sus compañeros pero demasiado inclinado por el alcohol y las reyertas, terminó convencido por el mayor Roberto d´Aubuisson de trabajar con él en la formación de un frente anticomunista. Lo convenció en las visitas que D´Aubuisson, un mayor del ejército experto en inteligencia contrainsurgente, hacía a los cuarteles de la Guardia Nacional para reclutar a los oficiales para su lucha.

El mayor D´Aubuisson fundó un par de años más tarde el partido Arena y se convirtió en el máximo líder de la derecha política salvadoreña. Fue también el presidente de la Asamblea Constituyente de 1985 y prominente miembro de la Liga Anticomunista Mundial.

El capitán Saravia aún recuerda cómo, sentados en la arena de una playa salvadoreña y con una botella de ron entre ambos, D´Aubuisson lo terminó incorporando a su movimiento. Se perdió 15 días con él, se fueron a Guatemala, y le pusieron sueldo, un carro y lo demás que necesitara para cumplir el encargo del mayor: “Me vas a llevar unas cosas a mí, particulares”.

D´Aubuisson murió en 1992 de cáncer en la lengua, tras haber llevado a su partido a la presidencia de El Salvador y poco después de la firma de los Acuerdos de Paz que pusieron fin a la guerra civil. Para entonces, el capitán Saravia ya vivía en Estados Unidos, se había librado de un juicio en El Salvador por el asesinato de monseñor Romero y de otro en Estados Unidos por lavado de dinero. Se mudó a Modesto, una pequeña ciudad en el centro de California, y ahí vendió carros usados hasta 2004.

En octubre de ese año comenzó a huir de sí mismo, cuando el Centro para la Justicia y la Rendición de Cuentas (CJA), una organización no gubernamental con sede en San Francisco, California, le metió un juicio civil que lo encontró culpable del asesinato de monseñor Romero y lo condenó a pagar 10 millones de dólares a los familiares. Saravia desapareció poco antes del juicio y ahora vive oculto. Ha vuelto a un país en el que se habla español.

De él me dijo alguna vez un viejo arenero con fama de duro: “Saravia estaba loco. Te veía con un dolor de muelas y te preguntaba qué te pasó. Le decías que un dentista te jodió y al siguiente día el dentista estaba muerto”.

El capitán Álvaro Rafael Saravia fue un activo miembro de un grupo señalado como responsable de asesinatos y torturas, un escuadrón de la muerte. “Un sicópata”, lo llama Ricardo Valdivieso, uno de los fundadores de Arena.

El Archivo Nacional de Seguridad de Estados Unidos consigna información de la embajada de ese país en San Salvador, notificando a Washington el secuestro y asesinato de Carlos Humberto Guerra Campos en 1985. Su familia pago el rescate, pero él nunca apareció. Según la embajada estadounidense, los secuestradores fueron el Capitán Álvaro Saravia y “Tito” Regalado, el hombre que posteriormente sería jefe de seguridad de la Asamblea cuando D’aubuisson asumió la presidencia del Órgano Legislativo.

Saravia vivió rodeado de secuestradores y asesinos, pero niega su participación en este u otro asesinato. “Yo no dirigí nunca una operación para ir a matar a nadie. Se lo digo francamente”. Se le olvida que estamos sentados aquí precisamente porque participó en el asesinato más trascendente de la historia de El Salvador.

No niega la participación de su jefe, el mayor Roberto d’Aubuisson, en operativos clandestinos para matar a seres humanos, pero alega que esto lo hacía mediante contactos en otros cuerpos de seguridad.

En su agenda, que le fue capturada en la finca San Luis pocos días después del asesinato de monseñor Romero, están consignadas varias listas de armas y el teléfono de un hombre llamado Andy. Andy del Caribe. Un traficante de armas estadounidense que traía desde su país, por tierra, camionetas llenas de armamento que disfrazaba bajo revistas Playboy que regalaba gustosamente a los agentes de aduanas en todas las fronteras. Esas armas, dice Saravia, eran para su uso personal y para armar a los miembros del Frente Amplio Nacional, el FAN, que lideraba D’Aubuisson antes de fundar ARENA.

De su rompimiento con el mayor al que servía hay dos versiones. Una es la suya, según la cual se cansó de esa vida agitada y no sentía ya la confianza de D’Aubuisson, por lo que partió a Estados Unidos. Otra es de Ricardo Valdivieso, fundador de Arena y ahora director del Instituto Roberto d’Aubuisson: un día, durante las largas temporadas que pasaban en Guatemala conspirando, les llamaron de una cantina en Izabal para decirles que el capitán Álvaro Rafael Saravia estaba peleándose con varios hombres. Cuando lo fueron a traer, Saravia golpeó también a D’Aubuisson, y ahí acabó la relación.

Del asesinato de monseñor Romero, Saravia alega que él no participó en la planificación, y pretende probarlo asegurando que el día del crimen él no llevaba más armas que las dos que portaba siempre. “Si usted mata es porque va a tener… anda con un machete aunque sea en la mano, un cuchillo, una gillette, un tenedor, cualquier cosa, lo que le vaya a meter, un lapicero, pero usted no me viene a mí a decir fijate que necesito un carro… “. 

No hay órdenes de captura en contra del capitán Saravia, salvo en Estados Unidos, donde lo buscan para deportación. Pero no importa porque no está ahí. Hace algunos años habló con el periódico estadounidense The Miami Herald para adelantar que había pedido perdón a la Iglesia y que contaría todo en un libro. No dijo que donde vive ni siquiera hay papel y que el vecino más cercano que sabe leer y escribir vive a 20 minutos de su casa. A falta de libro, quiere contar todo en una entrevista.

Nos citamos la primera vez en un pequeño hotel, de un pequeño pueblo, al que llegó después de cinco horas en las que combinó la caminata a campo traviesa, el aventón en pick ups y dos buses. Yo lo recordaba como aquel hombre gordo, con relieves en la papada, el bigote y el cabello rubio que aparece en el cartel de “Se Busca” que publicó el Departamento de Migración y Aduanas de Estados Unidos en 2004, “por sospechas de violaciones de derechos humanos”. Esa foto, en la que el cuello y el torso se confunden adentro de una camisa hawaiana, adornó mi refrigerador durante más de un año, mientras lo buscaba en California. Así esperaba encontrar a uno de los asesinos de monseñor Romero. Gordo, bronceado y con una camisa hawaiana. Me topo en cambio con un anciano demacrado, flaco, con la piel marchita y lacerada; el rostro oculto detrás de una barba canosa y silvestre, y con un profundo olor a rancio. Qué pequeño se ve.

 

 

-¿Y por qué quiere hablar ahora?

-Por mis hijos. Es que hasta ellos me ven como Hitler.

Por primera vez desde que empezamos a conversar, Saravia agacha la cabeza. Aprieta la boca. Está solo en esta mesa en la que también estoy yo. Y soy yo quien rompe el silencio.

-¿Hace cuánto no habla con ellos?

-¡Uffff! ¡Ufff! ¡10 años! Me recuerdo de ellos todos los días. Aunque hasta miedo tengo de hablarles yo.

Durante las siguientes jornadas el capitán Saravia confesará también otros motivos para hablar: de todos los involucrados, es el único juzgado y el único que vive escondido. Amado Garay, el chofer, también vive oculto, pero en condición de testigo protegido de Estados Unidos. Pero es preciso subrayar algo: la primera condición para vivir escondido es estar vivo. Otras cinco personas involucradas en este crimen, o en su ocultamiento, no pudieron esconderse. Una murió decapitada, otra se suicidó, otra desapareció, a otra la mataron en un retén en la carretera. Otra terminó en pedacitos. En Guatemala. Eso dicen. Pero de esta última no hay nombre ni certificado de defunción.

Es cierto, Saravia es el único que vive escondido. Ha intentado, en reiteradas ocasiones, comunicarse con algunos de sus antiguos compañeros de lucha, pero nadie le ha respondido. “30 años han pasado y sigue la misma mierda. Ya no tengo nada que ocultar. ¿Para qué? Ya más hecho mierda de lo que estoy, cómo voy a estar. ¡Nada! A mí se me hace que hay una conspiración de que no quieren saber quién putas mató a Romero”.

Él mismo ha sido parte de esa conspiración, pero ahora está solo. Su único amigo es un hombre que tiene un viejo pick up y una pequeña propiedad rural. Ahí hay una cabañita de madera, parecida a la del Unabomber, compuesta por cuatro paredes con una ventana que protegen un piso de tierra y nada más. Ahí vivió Saravia más de un año, hasta que se metieron los ladrones y le robaron un cincho y una camiseta y un machete, que era lo único que tenía.

La segunda vez que nos vemos, en el mismo hotel, baja de su cuarto 15 minutos después de la hora convenida. Viene pálido.

-¿Qué le pasa, capitán?

-Acabo de verme en el espejo. Tenía cinco meses de no verme en un espejo.

 

*** 

 

Ahora comienza a hablar. Me deja sacar una grabadora y dice: “Dele, Carlitos, que esto se va a poner bueno”. Quiere mencionar nombres. Solo hace una solicitud: “Que los capturen. ¡Que les peguen una apretada de huevos como hacían antes, a ver si no cantan!”

El juicio en su contra se basó principalmente en dos elementos: uno, el testimonio de Amado Garay, el chofer que condujo al asesino hasta la iglesia en la que monseñor Romero daba misa el 24 de marzo de 1980; y dos, la agenda que el ejército le capturó en marzo de ese mismo año, en la que se consignaba un operativo llamado Operación Piña cuyas características coinciden con las del asesinato. “No he visto esa agenda desde que me la quitaron”, admite Saravia. “Yo no podía andar en la cabeza todas mis cosas, así que las anotaba en una agendita, era natural que las anotara. Ahí estaba la Operación Piña, que la habíamos llevado desde hace tiempo, que recogíamos unas granadas en la frontera con Guatemala”.

Le enseño una fotocopia de su agenda y el capitán recibe un golpe del pasado. La observa detenidamente. La Operación Piña incluye un tirador. Extraño porque no se necesita un tirador para ir a recoger granadas a la frontera. “Sí, eso es cierto”, admite. Sigue observando esa paginita, con el título Operación Piña y, de pronto, el capitán Álvaro Rafael Saravia tiene una epifanía. “Esa no es mi letra. Esa es la letra de Roberto”.

La letra, efectivamente, es distinta a la que aparece en las demás páginas de la agenda. ¿Por qué habría consignado Roberto d'Aubuisson la Operación Piña en la agenda de su lugarteniente?  Saravia no lo sabe, pero hay alguien que sí. 

En 1980 el coronel Adolfo Arnoldo Majano era miembro de la Junta Revolucionaria de Gobierno y uno de los últimos militares que aún creían en una salida negociada al conflicto. Fue él quien ordenó la captura de D´Aubuisson y sus seguidores en la finca San Luis, de Santa Tecla, y quien primero tuvo acceso a la agenda Saravia y a su contenido.

“La Operación Piña coincide con los datos de lo que pasó”, dice Majano, “pero no estaba en la agenda de Saravia. Eso es un papel capturado a D´Aubuisson. El oficial del Estado Mayor que me ayudó a sacar las fotocopias lo juntó con las páginas de la agenda para que no se perdiera”.

La Operación Piña aparece escrita en un papel en blanco, sin impresiones de la agenda, y con un sello al borde de la página que corresponde a Mariscos Tazumal, una empresa pesquera fundada por D´Aubuisson y Fernando “El Negro” Sagrera.

Fue D´Aubuisson, y no Saravia, el autor de esa lista que, de acuerdo con la Comisión de la Verdad y la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, corresponde al homicidio de monseñor Romero. Esta es la lista:

Operación Piña

1. Starlight

1. 257 Robert*s

4. Automáticos

    Granadas

______________

1. Motorista

1. Tirador

4. Seguridad

 

El Starlight es una mira telescópica para rifles de precisión, necesarios para una operación de este tipo. De la calle al altar de la Iglesia de la Divina Providencia hay unos 35 metros, y el tirador necesitaba una mira telescópica.

El 257 Roberts es un rifle calibre 25 fabricado por la casa Remington, muy utilizado para tiro de precisión con mira telescópica. Es dudoso que haya sido el rifle con el que fue asesinado monseñor Romero. La autopsia revela que recibió un proyectil calibre 22 en el corazón. Pero el tirador no salió del equipo de D´Aubuisson, sino del otro conspirador: Mario Molina, hijo del ex presidente Arturo Armando Molina. Mario Molina aportó el asesino, el arma y el equipo de seguridad.

Los cuatro automáticos y granadas estaban en la lista como parte del armamento de los cuatro elementos de seguridad que acompañarían el operativo.

El motorista salió del equipo de D´Aubuisson, bajo la supervisión de Saravia. Amado Garay, un ex soldado oriundo de Quezaltepeque, condujo al asesino frente a la puerta de la iglesia y después lo llevó a un lugar seguro. Garay -hasta hoy el único de los participantes en la operación que había dado su testimonio- vive en Estados Unidos bajo el programa de protección de testigos.

El tirador es salvadoreño, ex guardia nacional y era miembro del equipo de seguridad de Mario Molina. El 24 de marzo, de un disparo certero, acabó con la vida del arzobispo de San Salvador.

Saravia solicita que los capturen. Hace una segunda solicitud al día siguiente. Me pide que lo lleve a la ciudad más cercana que tenga un Burger King. Cuando vivía en Modesto, California, cerraba la venta de autos y camino de su casa pasaba todos los días comprando una Whopper doble. Esta vez, aquí, me pide un favor especial:

-¿Me podría comprar dos?

-Tiene usted hambre, capitán.

-La otra es para mañana. Me la quiero llevar a la montaña.

-Pero de aquí a mañana se le va a podrir.

-Si yo todo lo que como está podrido, no se preocupe.

  *** 

Saravia en su domicilio actual.

Para encontrar a Saravia hay que bajar al infierno. Hace varios kilómetros que se terminó el mundo y en este paraje solo habitan gentes con deseos de despedazarse a machetazos y emborracharse para engrosar el número de viudas o al menos mitigar el dolor de las gusaneras. La hombría, aquí, se mide por muertos. Allá va Danilo, que ya mató a tres; Tomás acaba de regresar, andaba huyendo porque mató a su hermano.

El paisaje parece copiado de un cuadro naturalista del siglo XIX. Bosques de pino apenas interrumpidos por pequeños páramos en los que se alzan aldeas, verdes y hermosas si no fuera porque han sido levantadas por la miseria y el garrote. Los niños deambulan desnudos y las mujeres a los 30 años parecen ancianas, sin dientes, con las manos curtidas y los pechos caídos de tanto amamantar criaturas.

Una niña de cinco años se acurruca para defecar en el monte. El microcosmos que se apoderó hace tiempo de su sistema digestivo desecha los alimentos en forma de una diarrea verde, apestosa. No ha terminado cuando ya algunas moscas comienzan a invadir la escena. Al acecho, un perro espera a que la niña termine para alimentarse de esa plasta verde. Esta es la cadena alimenticia de la miseria. Aquí no se desperdicia nada.

Solo las moscas tienen la nutrición adecuada. Enormes y ruidosas, se aparean para después desovar en la espalda de las vacas, de los perros, de los niños. A los pocos días, la picadita se va abultando y adquiere vida propia. Es un tórsalo que comienza a moverse solo en la espalda de la vaca, del perro, del niño. Y pica, pica, pica con desesperación hasta que duele de tanto rasparse la espalda. Son gusanos que solo salen a pedazos, exprimiéndolos como una espinilla gigante, morada.

En esta tierra de morenos curtidos por el sol y disminuidos por el hambre y el trabajo del campo, vive El Gringo, un hombre blanco curtido por el sol y disminuido por el hambre y el trabajo del campo. Cuando llegó aquí, hace tres años, pesaba 282 libras. Ahora pesa 165, come de lo que le regala una vecina y aprovecha las pocas monedas que gana cuando le sale trabajo para comprar alcohol trasegado que le permita recordar su nombre y olvidar de dónde viene y por qué está aquí. La única persona que le ha tendido la mano en este macondo recuerda cuando apareció por aquí: “Cuando vino ni siquiera sabía usar el machete”, dice, burlándose.

El Gringo vive en una pequeña casa de bahareque, con ventanas de madera sin vidrio y con apenas tres prendas de vestir colgadas de una pita que atraviesa el cuarto. Una colchoneta roída y sucia le sirve de cama. Vive aquí de prestado. La dueña de la vivienda barre, mientras le cuenta que alguien le quiere quemar la casa. “Le estuvieron tirando piedras pero ninguna cayó en la ventana, yo pensé que se la iban a destruir”, dice. Los atacantes son algunos de los 10 hijos que ella trajo al mundo y que amamantó y crio hasta cuando tuvieron edad suficiente para asesinar a su propio padre. “De los 10, cinco me salieron buenos”, cuenta. Una noche, hace tres meses, dos de los otros cinco se sentaron a beber en familia con su padre. La conversa terminó en reyerta, hubo gritos y amenazas. “Lo salieron a perseguir y le pegaron con un palo. ¡Ay no!, les dije, ya me lo mataron. Pero no me hicieron caso. Ahí quedó el viejo. Muerto”. Ella misma los fue a denunciar a la policía, que los capturó días después pero que los dejó libres hace dos semanas. Han jurado volver para matar a su mamá.

“Tenga cuidado”, le dice la anciana al Gringo. “Una de mis hijas le va a quemar la casa para quitármela”. Esta mujer no sabe que El Gringo es salvadoreño. Ni que se llama Álvaro Rafael Saravia. Tampoco sabe que es piloto de aviones. Ella nunca ha visto un avión. Tampoco sabe que El Gringo participó en el asesinato de un arzobispo. Pegada a su falda camina su nieta, huérfana de padre, que tiene una hermosa sonrisa y una infección en un ojo.

30 años después de asesinar a monseñor Romero, el capitán Álvaro Rafael Saravia está en el infierno.

-Claro, es un castigo. Todo donde estaba metido yo era una podredumbre, todos andaban detrás del dinero como sea. Los medios no importaban, pero querían dinero. Enriquecerse.

-Usted también.

-Yo también. ¡Claro! Vaya a verme ahora. He aprendido a vivir con lo que tengo. He vivido con la gente que realmente sufre. Pero sufre una calamidad espantosa. ¡La peor desgracia del mundo! ¡La pobreza! ¿Cómo no iba a ser guerrillero el hombre si estaba viendo que sus hijos se estaban muriendo de hambre? Y cuando iban a cagar cagaban lombrices. Yo agarro mi fusil y me voy a la verga. No lo espero dos veces. Ni tres. Ni necesitan convencerme mucho.   

-Hoy la está viviendo.

-La estoy viviendo. En carne propia. Si algún día yo pudiera hacer algo por esa gente lo hago. Aún tomar las armas.

-Cómo da vueltas la vida.

-Ha dado vuelta mi vida. Terriblemente. Y he sufrido a la par de esa gente: que no hay maíz. Vayan a cortar guineos pues. En veces hay maíz y no hay con qué. Entonces a la tortilla hay que echarle sal. Entonces se come con sal. Y en veces no hay. Yo tengo una familia enfrente. A veces me dejan unas cuatro tortillas. Y si eso es ser comunista… Es comunista. En aquel tiempo para todos los que estaban es comunista. Que lo saca, lo trompea de la casa y decirle hijueputa vos andás con la guerrilla. Cambia la vida. Esto no es vida.

***Debajo de la cama de Álex “El Ñoño” Cáceres hay dos botellas de whisky y tres de champán. Las esconde cada vez que se va de viaje, pero sus inquilinos saben perfectamente dónde encontrarlas. En esta casa de la colonia San Benito,  los hombres que conforman el equipo de seguridad de Roberto d´Aubuisson pasan algunas noches aprovechando que el propietario vive en Miami.

Fernando “el Negro” Sagrera y el capitán Saravia destapan una botella de whisky y comienzan su propia fiesta. Su jefe se ha ido a San Miguel todo el fin de semana, a la casa de unos amigos. Aún no ha vuelto.

Afuera, en el parqueo y la caseta de seguridad de la casa, hay al menos 12 hombres esperando instrucciones. Es domingo, un día tranquilo para la fiesta pero agitado para la política porque es el día en que el arzobispo de San Salvador, monseñor Óscar Arnulfo Romero, celebra misa en catedral y aprovecha la homilía para hablar sobre la situación del país. “Se hablaba de que la homilía de Romero, que era un hombre que estaba alebrestando a la gente… Eso era comidilla del día en todos lados, la homilía de Romero”, recordará después el capitán Saravia.

Este domingo, 23 de marzo de 1980, monseñor Romero ha dicho unas cosas tremendas. Le habló a los soldados, a los guardias nacionales, a los policías… a todos los cuerpos de seguridad, para decirles que no deben matar a sus hermanos campesinos. Les dijo que la ley de Dios prohÍbe matar y que esa ley prevalece sobre cualquier otra. Que no deben obedecer ninguna orden de matar a nadie. “En nombre de Dios, pues, y en nombre de este sufrido pueblo cuyos lamentos suben hasta el cielo cada día más tumultuosos, les suplico, les ruego, ¡les ordeno, en nombre de Dios: cese la represión!”.

Para el grupo al que pertenecen los dos que ahora beben whisky escocés, estas palabras solo pueden provenir de un comunista. Y el comunista es el enemigo. Es hora de matarlo. Pronto. Aún hay whisky para rato, cortesía de Álex Cáceres.

*** 

Temprano en la mañana del 24 de marzo de 1980, el capitán Eduardo Ávila Ávila entra a la casa de Álex “El Ñoño” Cáceres y despierta a Fernando Sagrera y al capitán Saravia. Lleva en la mano un ejemplar de La Prensa Gráfica, abierto en la página 20, como prueba de que hoy es un buen día para matar al arzobispo. Esa página repite varias veces los dos apellidos del capitán Ávila Ávila. El periódico anuncia una misa conmemorando el primer aniversario de la muerte de la señora Sara Meardi de Pinto. Su hijo, Jorge Pinto; sus nietos y las familias Kriete-Ávila, Quiñónez-Ávila, González-Ávila, Ávila-Meardi, Aguilar-Ávila y Ávila-Ávila, entre otras, invitan “a la santa misa que oficiará el Arzobispo de San Salvador, en la Iglesia del Hospital de la Divina Providencia, a las 18 horas de este día”.

El capitán Eduardo Ávila Ávila les informa el plan: en esa misa será asesinado monseñor Óscar Arnulfo Romero Galdámez. Ya todo ha sido coordinado con Mario Molina y Roberto d´Aubuisson.

D’Aubuisson no está en esa casa. Se ha ido el fin de semana para San Miguel, a descansar a la casa de la familia García Prieto. Les dará las órdenes por teléfono. Ávila les notifica primero que ya tiene al tirador: un miembro del equipo de seguridad de Mario Molina; sólo necesita un vehículo. Eso les toca a ellos. “Mario Molina nos mandaba a pedir un carro… que había que contactar a Roberto (d´Aubuisson). El Negro Sagrera se puso a hacer unas llamadas y averiguó dónde se encontraba. Le hablamos por teléfono. El Negro Sagrera me dijo: ‘Quiere hablar contigo’ . Le dije ‘mire, mayor, ¿y de qué se trata esto? A mí me parece raro que nos vengan a pedir un carro’. Las palabras de él fueron: ‘¡Hacete cargo!’. Bueno, está bien, mayor, lo vamos a hacer. Pah. ‘Sí, ahí te lo voy a llevar, ¿a qué horas nos podemos juntar para darte el carro, pues?’, le dije (a Ávila). ‘Mirá -me dijo-, si con seguridad nos vemos unos... pongámosle una hora antes de la muerte de Romero’”. A las 5 de la tarde, en el estacionamiento del hotel Camino Real.

***Mario Ernesto Molina Contreras nació en cuna de oro. Así se refieren a él y su familia oficiales activos y retirados del ejército. Hijo del coronel Arturo Armando Molina, uno de los militares más poderosos en El Salvador del siglo XX y que presidió el país entre 1972 y 1977, Mario Molina creció con las comodidades con las que crece el hijo de un presidente militar salvadoreño del siglo XX: con seguridad, impunidad y dinero asegurado; con el sello de nobleza militar; con viajes al extranjero; con los beneficios de ser la parte más alta de la escala social de los uniformados.

Hijo del coronel Molina y hermano del general Jorge Molina Contreras, que fue ministro de Defensa del presidente Antonio Saca, Mario llevó una vida privada y apartada de la disciplina militar.

En la Casa Presidencial de su papá conoció a dos hombres con los que pocos años después coincidió en los movimientos ultraderechistas y que terminaron también involucrados en el asesinato de monseñor Romero: Roberto d´Aubuisson revisaba y ordenaba los archivos de inteligencia y Álvaro Rafael Saravia formaba parte del equipo de seguridad de avanzada del presidente Molina.

En esa Casa Presidencial, según Saravia, se reunió un grupo de guardias nacionales que posteriormente conformaron el equipo de seguridad privado de Mario Molina y de donde salió el hombre que terminó con la vida de monseñor Romero. “Eran miembros numerarios de la Guardia Nacional que le daba protección al presidente de la República. Ahí estaba gente civil. No andaban uniformados. Acompañaban al presidente en las giras. Entonces Mario Molina era el hijo menor de ellos. Ya le quedaron específicamente a él de seguridad porque ya los conocía”.

Molina, mencionado en el informe de la Comisión de la Verdad y en el de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, ha logrado mantener un bajo perfil durante todos estos años, alejado de la vida pública.

Su hermano Jorge, el ex ministro de Defensa, ni siquiera está seguro de que el hombre mencionado en el informe de la Comisión de la Verdad sea su hermano: “¿No será otro Mario Molina? Hay muchos que se llaman así”. El general informa que su hermano Mario se encuentra fuera del país.

Pocos de los involucrados han dado alguna vez su versión de los hechos. El capitán Ávila Ávila se pegó un balazo pocos años después; el mayor D´Aubuisson murió de cáncer y Mario Molina nunca ha contado su historia. Ahora habla Saravia, el lugarteniente de Roberto d´Aubuisson, quien confiesa su participación en el crimen y el involucramiento de su jefe.

***      La casa del empresario Roberto Daglio es, como varias de las casas de seguridad, un centro de diversión para algunos de los hombres que rodean al mayor D´Aubuisson. Aquí se realizan entregas de drogas, por las noches llegan camionetas con prostitutas y corren el alcohol y la cocaína. La seguridad hecha fiesta para treintañeros casados, armados y en plena fiebre anticomunista.

El dueño casi nunca está. Roberto “Bobby” Daglio, un hombre de negocios y piloto aviador, pasa la mayor parte del tiempo en Miami, Florida. Abrir su casa a los grupos ultraderechistas es solo una de sus muchas maneras de apoyar la lucha anticomunista desde la distancia.

Según documentos desclasificados del Departamento de Estado de Estados Unidos, Daglio pasó los primeros años de la década de los 80s reuniéndose en Miami con otros empresarios ultraderechistas en un grupo denominado “Miami Six”, que financiaba operaciones ilegales del grupo de D´Aubuisson. Ese grupo  se dedicaba al terrorismo: ordenaba asesinatos, secuestros y la colocación de artefactos explosivos, financiaba a los escuadrones de la muerte y tenía como objetivo destruir cualquier intento de reforma en El Salvador y acabar con todos los comunistas.

Los otros integrantes de este grupo eran, según los documentos del Departamento de Estado que datan de 1981, el propietario de El Diario de Hoy (al que identifica en algunos documentos como “Viera Altamirano”, en otros como “Enrique Viera Altamirano” y en otros más simplemente como Enrique Altamirano, quien aún es director de El Diario de Hoy, el periódico de la extrema derecha salvadoreña); Luis Escalante; Arturo Muyshondt y los hermanos Salaverría (Julio y Juan Ricardo).

En Miami, Daglio fundó con Enrique Altamirano la “Freedom Foundation”, o Fundación para la Libertad. Contrataron a la consultora Fraser para hacer lobby en Washington. Fraser se comprometió a cambiar la percepción estadounidense sobre El Salvador, influenciada por “periodistas amarillistas” que titulaban sus notas sobre El Salvador con “el asesinato de monjas estadounidenses y fotos de militares salvadoreños cometiendo excesos”, y no por el “significante esfuerzo del sector privado por responder a las legítimas aspiraciones y deseos del pueblo salvadoreño”.

El 24 de marzo de 1980, en la casa de Daglio, en San Salvador, Saravia coordina la entrega del automóvil desde el cual se disparará contra el arzobispo. Es un Volkswagen Passat, rojo, cuatro puertas, donado a D´Aubuisson meses atrás por Roberto Mathies Regalado, propietario de la agencia Volkswagen, como un apoyo a la lucha anticomunista. Nadie recuerda a nombre de quién estaba matriculado ese vehículo. Sarava también tiene que localizar a Amado Garay, su chofer, para que conduzca el carro.

“Tenía que localizar a Garay, tenía que localizar en qué carro iba a ir… Y desgraciadamente fue en ese carro rojo. O el carro que hubiera sido se hubiera sabido. No sabíamos la planificación. Íbamos a entregar un carro. Claro, sabíamos para qué se iba a ocupar el carro”, recuerda Saravia.

A las 4:30 de la tarde, en el estacionamiento de la casa de Daglio, Amado Garay espera paciente indicaciones de su jefe. Una empleada doméstica se asoma por una puerta de servicio para ofrecerle un pan y un refresco. Saravia y Sagrera están adentro de la casa.

Pocos minutos después, Saravia le ordena que conduzca el Passat hasta el estacionamiento del Hotel Camino Real. Pero antes de que Garay se suba al carro, entra a la casa un hombre fornido, bajo y con voz ronca. Es amigo de Sagrera, pero ha llegado a recoger un encargo. Este es, probablemente, el momento más estúpido en la vida de Gabriel Montenegro. El momento más equivocado, en el lugar más equivocado y con el vicio más equivocado. Una torpeza que va a lamentar el resto de su vida.

Aquí interviene, entonces, su amigo Fernando Sagrera. Le pide que los lleve a entregar el carro. Y se van, los tres, detrás de Garay, al estacionamiento del Camino Real.

No hay mucha vigilancia en el estacionamiento del Camino Real. Es un lugar movido, pero en el que a nadie le extraña ver a hombres armados en marzo de 1980. No hay restricciones de ingreso y está bien ubicado. A veces, algunos desconocidos pasan arrojando cadáveres a la entrada del hotel, pero los tiran afuera, en la calle. No entran.

Ambos carros se estacionan. Garay se queda en el Passat rojo y Montenegro en la Dodge Lancer blanca. El capitán Saravia y El Negro Sagrera se bajan a encontrarse con cinco hombres que ya están ahí, en una camioneta blanca. Un hombre alto, delgado, barbado, se sube en el asiento trasero del Passat rojo. Lleva un fusil.

-Lo metieron al carro y ahí les dije: ‘Bueno, sacate al motorista porque el motorista lo voy a llevar yo’. No, pero es que no tenemos, que tiene que manejar, porque el carro pidieron ustedes, no, que no sé qué. Entonces se metió el Negro Sagrera, como siempre, en esa mierda… ‘Mirá, hombre, dale, que no sé qué, que ya están en esto, que no puede fallar este asunto’. Por último, ¡otra vez vuelvo a meter las patas yo! Al ver que iba a fallar todo… ¡Andate, pues! Entonces viene Garay y se va. Se van para la iglesia.

-¿Y usted se queda ahí?

-No. Nosotros nos vamos a buscar la iglesia. Porque no conocía ni el Negro ni el Bibi ni yo dónde quedaba.

-¿Quiénes van a buscar la iglesia?

-Los tres que estábamos en el carro. Encontramos la iglesia después de un rato y nos parqueamos enfrente. No enfrente, aquí (a un costado de la entrada).

-Y no lo habían matado todavía.

-No. Ahí estábamos parqueados nosotros, no habíamos pasado ni cinco minutos cuando se oyó el disparo. Si es que esos fueron llegando y matándolo.

-¡O sea que usted estaba enfrente de la iglesia cuando lo mataron!

-Sí, estábamos nosotros. Ahí estaba el Negro Sagrera, Bibi Montenegro y yo en la parte de atrás del asiento del carro.

-¿Y veía?

-No, no, no. Solo la entrada se miraba. Y el carro estaba parqueado, ese Volkswagen. El carro salió para abajo y dobló a donde estábamos nosotros. De ahí se perdió y nosotros dijimos vámonos.

-¿Y por qué decidieron ir?

-Bueno, nosotros fuimos… hasta imbécil parece ser tal vez… Por saber, por curiosidad, por ir a ver. Ridículo, ¿verdad? Ridículo.

***Se presenta como un fascista. Lleva una gorra que dice “KGB. We are still watching you”, jeans y una camisa de leñador. Porta un bigote blanco y tupido, cuyos extremos rozan la barbilla, en un estilo que los expertos llaman “camionero” o “trailero”. Gabriel Montenegro, un hombre que lleva casi 30 años viviendo en Norteamérica, acude a la entrevista sin saber exactamente de qué vamos a hablar. “No soy nazi, soy fascista, que es distinto”, dice, para abrir el encuentro. “Creo en las organizaciones de los gremios, y controladas desde arriba. Como en los tiempos de mi general Maximiliano Hernández, que no había mareros. A los ladrones la primera vez el primer dedo. La segunda vez el otro, y así hasta la mano. A los violadores los castraban y a los asesinos les aplicaban la ley fuga”.

Cuando le digo que sé dónde estuvo él el 24 de marzo de 1980, su primera reacción es negarlo. “Eso es falso”, dice. Después pide acogerse a “la Quinta Enmienda”, una provisión estadounidense que da derecho a guardar silencio para no autoincriminarse. Comienza a ver nerviosamente a su alrededor. Con una paranoia que se contagia. Yo también comienzo a ver alrededor, buscando entre las mesas de esta cafetería una mirada torva ocultándose detrás de un periódico o alguien hablando solo, con la boca torcida y un alambre discreto alrededor de su oreja. No encuentro nada. Sigo la mirada de Montenegro, como quien busca algo en el cielo sólo porque la persona de al lado dirige su mirada hacia arriba. En una mesa contigua hay dos chicas que recién estrenan la mayoría de edad. Una lleva falda escocesa a cuadros y una camisa manga corta, blanca. La otra parece recién bañada, lleva jeans y una camiseta amarilla. Toman café y conversan como conversan todas las chicas de esa edad, con una seguridad adulta, madura para sostener el cigarillo y darle una bocanada, pero con la sonrisa naïf que devela que aún no han terminado de desarrollarse. Montenegro les fija el reojo. Las observa, intentando que ellas no vean que él las está viendo. A mí no me parecen agentes de nada, pero él sabe más que yo de estas cosas. Las colegialas se han convertido ya en sospechosas.

Montenegro enciende su tercer cigarro en 15 minutos, y yo comienzo a leerle el testimonio de Saravia. Da un trago a su botella de agua, observa con dureza a las agentes de la mesa contigua y fuma con intensidad. Le tiembla la quijada. Cuando termino, la sangre se le ha subido a la cabeza y parece que va a estallar en cualquier momento. “Llevo 30 años huyendo de ese día”, dice. En eso se parece al Capitán Saravia. “Ni siquiera mi familia sabe que yo estuve ahí. Pero no le voy a dar declaraciones”. Nos despedimos con su confesión sin narración. Al siguiente día, Bibi Montenegro llega al mismo café, pero dispuesto a contarme su 24 de marzo de 1980.

“Yo llegué a esa casa a recoger ciertas cosas que eran para mi consumo, ellos me pidieron un ride y yo se los di. Les dije hay que esperar a esta persona, me dijeron no te preocupés, aquí tenemos nosotros un poco, venite, danos el ride”.

Bibi Montenegro conduce su camioneta Dodge Lancer blanca hasta el estacionamiento del Camino Real. Anda armado con una Colt 45, y cargado con su medicina. A su lado, Fernando Sagrera. Ha traído un arma automática, una subametralladora Hechler & Koch MP 5. Atrás, un hombre del que Bibi Montenegro había escuchado muchas historias, pero al que mira por primera vez: Álvaro “el Chele” Saravia. Este lleva las dos pistolas que siempre carga: una en la cintura, 45 gold K, y otra en el tobillo, la 380. Cuando llegan al estacionamiento del hotel, Montenegro estaciona su camioneta muy cerca del Volkswagen Passat que conduce Amado Garay, y sus dos acompañantes se bajan a discutir con otros hombres. Bibi se queda en el carro, inspeccionando su medicina. Alcanza a ver a un hombre alto y barbado, con un rifle, meterse al Passat, y cuando Saravia y Sagrera regresan, el Passat arranca y se va. Montenegro y sus acompañantes deciden ir también a la Divina Providencia. 

-Yo creí que se iban a dar verga con algún militar o algún hijueputa que lo cuidaban. Yo andaba preocupado por mi asunto que fui a traer y nada más -dice Montenegro.

Partieron a la colonia Miramonte y se detuvieron dos veces en el camino para preguntar dónde quedaba la iglesia. Cuando la encontraron, se estacionaron a unos 50 metros de la entrada, sobre la calle.

-Me miraban a mí bastante nervioso y yo les decía: ¡Puta, miren, aquí nos puede agarrar la policía con estas cosas y va a ser un problema!

Saravia y Sagrera volvieron a bajarse del carro. No llegaron hasta la puerta de la iglesia. A casi una cuadra de distancia, esperaron apenas unos segundos hasta que se escuchó el disparo que mató a monseñor Romero. Uno solo. Un estruendo que algunos de los presentes en la misa recuerdan como un bombazo. Una explosión potente, sin silenciador. Un estallido que Gabriel “Bibi” Montenegro no alcanzó a escuchar. Él seguía adentro del carro, concentrado en su medicina.

Saravia y Sagrera se subieron y la Dodge Lancer blanca, con Gabriel Montenegro al timón, partió de regreso a la casa de Roberto Daglio. El conductor no recuerda la conversación en el carro. “Yo iba tan fuera de mí, porque yo había estado tomando mi medicina, que yo no iba poniéndole atención a eso.  Yo iba poniéndole atención a que no hubiera un retén. Y yo todavía pregunté: ‘¿Qué pasó?’ ‘No, nada, dale. Andá a dejarnos’. ‘¿Y ahí va a estar la persona?’ ‘Sí, hombre, no te preocupés, quedate con lo que te dimos.’ ‘Ah, vaya, vergón pues’”.

Tres décadas y ocho operaciones de corazón después, Gabriel Montenegro enciende otro cigarillo. Suspira y los ojos se le humedecen. Le tiemblan la quijada y el bigote. Aprieta los dientes. El cigarro parece sostenido por una mano con Parkinson. Tiene cólera, dice, contra los que le cambiaron la vida ese día.  “Si yo hubiera sabido a qué íbamos, quizás no hubiera pasado. Hubieran sido otros los dos muertos”. Otros dos, en un carro en el que iban tres. “Hubiera hecho lo imposible por evitarlo. Sin embargo, como me tuvieron a mi de pendejo ahí, a un pobre adicto dándole su droga. Pero ahora tengo 27 años de estar limpio, gracias a Dios y de los amigos que están allá arriba”.

Según él, hasta el siguiente día se enteró de dónde había estado la tarde anterior. Supo que había ido a matar a monseñor Romero y se alejó para siempre de aquel círculo de salvadores de la patria, de drogas y prostitutas.

Le pregunto si alguna vez le reclamó a D´Aubuisson y a su gente por el crimen. “Sí. Se los reclamé. Y me recordaron que todos los días aparecía gente en las calles. Después en las noticias salió de un carro blanco. Entonces yo le hablé a una amistad y le dije ‘¡Puta, mi carro es blanco, cabrón!’… ‘Deshacete de ese carro y te damos otro’, me dijo. Y ahí cambió mi vida, pues”.

***Fernando Sagrera y Álvaro Rafael Saravia eran inseparables. Así los recuerda Marissa d’Aubuisson, hermana de Roberto y creadora de la Fundación Romero. “A todos lados iban juntos, siempre los veía con Roberto”, dice. Saravia en el asiento de adelante, junto al mayor. Sagrera en el de atrás.

Una vez, coincidió con su hermano en la casa de su mamá. Afuera, en una camioneta Cherokee, Saravia vigilaba. Marissa se acercó a hablar con él. “Le dije que si estaba blindada y me dijo que sí, pero que la mayor protección era la pintura. ¿Por qué?, le pregunté. ¿Es antibalas? No, me dijo. Pero tiene tantas capas de pintura que ya resiste todo. Un día es gris y al otro día negra”.

Otro día, su hermano insistió en llevarla a su casa. Ella se negó, porque no creyó muy conveniente para su seguridad personal que los vecinos se enteraran del parentesco con el mayor. Pero ante la insistencia de su hermano, se subió a la camioneta. “No se podían poner bien los pies, porque venía forrada de armas”, dice.

Estacionaron el carro a varias cuadras. Sagrera y Saravia se bajaron, y caminaron con ella hasta su casa. En esos días los dos estaban gordos. El Chele y el Negro. “Es que Roberto no podía dar un paso sin que anduvieran estos dos atrás. Para todos lados iban juntos”.

***Fernando Sagrera siempre ha sido hombre de llegar temprano a casa. A las 7 u 8 de la noche. No sabe qué hacían sus amigos después de esa hora, pero él, dice, jamás se metió en nada. Por eso le extraña que tres personas distintas -Amado Garay; el capitán Saravia y Bibi Montenegro- lo involucren con los hechos. “Yo no tengo nada que ver”.

Le extraña más aún el hecho de que estas tres personas no tienen comunicación entre sí, y que dos de ellas coincidan en su versión “difamatoria” justo 30 años después. Le extraña tanto, dice, como cuando lo interrogaron de la Comisión de la Verdad por este mismo crimen, y él les aclaró que no había tenido nada que ver, y aún así lo mencionaron en su informe. O enterarse, justo ahora, de que también es señalado en el informe de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos. Pero todas estas acusaciones son falsas. ¿Dónde estaba, entonces, Fernando Sagrera, el 24 de marzo de 1980? “No me acuerdo. Si para mí es un día común y corriente. ¿Cómo me voy a estar fijando qué pasó?”

De Saravia nunca fue amigo, “porque estaba loco. Ese es un alcohólico demente”. Fue, eso sí, amigo de Roberto d´Aubuisson. Muy amigo. “Ese es mi pecado. A Saravia solo lo veía cuando me daban ride a algún lado”.

Tampoco ha matado a nadie, ni participó en operaciones clandestinas. “Fui borracho y pendenciero, eso sí. Pendenciero de esos de darse verga. Pero nada más”.

Sagrera tiene un rostro que no debió haber parecido inocente ni siquiera cuando era un bebé. El ceño fruncido, dos bolsas oscuras debajo de los ojos y un bigote cano componen la fachada de un hombre que durante toda su vida fue conocido como rudo, malencarado y poco sofisticado. “Siempre fue rústico”, dice un amigo suyo.

En 1979, cuando abrieron la pista de carreras de El Jabalí, Fernando Sagrera se asoció con Elías Hasbún y juntos formaron un equipo de autoracing que competía con un Aston Martin propiedad del terrateniente Juan Wright. El carro era ligero, y para llevarlo a la meta de salida Sagrera lo halaba con una cuerda y se paseaba frente a los pits de los demás corredores, amedrentándolos con el Aston Martin a cuestas. A su equipo de carreras, los demás competidores lo bautizaron como los “Really Rotten”, los verdaderamente podridos.

Tiene el cuerpo marcado por las huellas de una quemada. Cuando Napoleón Duarte ganó la presidencia sobre el candidato de Arena, que era Roberto d´Aubuisson, en 1984, Sagrera intentó hacer una barbacoa de documentos de la campaña, y el fuego se le vino encima. Tuvieron que llevarlo a Estados Unidos, a un hospital militar, a curarlo, a pesar de que él no era estadounidense y de que ni siquiera tenía visa de ese país. Lo metieron por el sistema militar.

Mientras estaba postrado, recuperándose, lo vinieron a interrogar hombres que, cree él, eran de la CIA. “Más que todo andaban detrás de las armas que entraban aquí a El Salvador, (creían) que yo las traía y yo las financiaba”. Ante la presión de los interrogatorios, dice, se fugó del hospital. “Para salirme del hospital me hice chero de un gringo, me fui a las 9 de la mañana y él me tuvo en su casa. Y me obligaron a venirme clandestinamente”.

Sagrera fue, según el capitán Saravia, “la única baja que tuvimos durante toda la guerra”. Además de la quemadura, Sagrera recibió un balazo que él mismo se pegó, sentado en una camioneta.

Sobre el asesinato de monseñor, Sagrera no recuerda mucho. A pesar de que antes ya ha dicho que le extraña haber visto su nombre en el informe de la Comisión de la Verdad, ahora dice que ni siquiera sabía que su nombre aparece en el informe de la Comisión de la Verdad. Porque no lo ha visto. “¿A usted no le sucede que cuando usted no tiene en algo que ver, usted no ocupa la palabra 'a mí me vale verga porque yo no tengo nada que ver en eso?'”

De Bibi Montenegro tampoco fue amigo. Le digo que yo sé que el 24 de marzo él iba en una Dodge Lancer blanca, rumbo a la iglesia de la Divina Providencia.

-Fíjese que no me cuadra. No me acuerdo, no tengo... no sé.

-Había una tercera persona en ese carro, un amigo suyo. ¿Lo recuerda?

-No.

-Bibi Montenegro.

-¿Este Montenegro de cuáles Montenegros?

-Bibi Montenegro, su amigo.

-Vaya le negaría que no... hoy ya me hizo clic, ¿veá? Sí lo conozco, pero no somos ni amigos ni nada. Yo lo he visto cinco veces en mi vida... tal vez, cuatro.

*** 

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Elías Hasbún recuerda con mucho entusiasmo los días de los “Really Rotten” en El Jabalí. Él y Sagrera, corriendo juntos, y el tercer amigo en el apoyo: Gabriel “Bibi” Montenegro. “Siempre llegaba, como éramos muy amigos, llegaba con su esposa a todas las carreras. El Bibi era como el fan del equipo, después nos íbamos juntos todos”.

Hasbún, conocido como “Urly” en el mundo de los automóviles, todavía corre y todavía, también, mantiene un tallercito especializado en autos de carrera. En 1980 el taller Voglione ocupaba un local alquilado en la colonia La Rábida de San Salvador, a una cuadra de la embotelladora Canada Dry. Ahí varios talleres operaban en el mismo espacio, abierto. Hoy ese edificio es la ampliación de la fábrica de plásticos Mondini. Ahí, asegura el capitán Saravia, llevaron el Passat rojo cuatro puertas desde el que fue asesinado monseñor Romero: “Se le dio la misión al Negro Sagrera, de decirle mirá que ese carro hijueputa que no… Que se bote, que se queme. Detrás de la Canada Dry hay una calle. En esa calle hay un taller. El Negro Sagrera dice que a ese se lo llevó. Que a esta persona de aquí se lo llevó para que lo destruyera”.

Hasbún dice que no recuerda quién llevó ese carro. “Sí me acuerdo que lo vi ahí, un Passat rojo. Nuevito. Un día llegó y después me enteré que estaba metido en lo de monseñor Romero, pero ya no pregunté más porque en esos días era peligroso andar averiguando. Me quedé calladito”. El carro, dice Hasbún, permaneció casi un mes en ese taller, hasta que un día desapareció y no supo nada más.

*** 

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Dos o tres días después del asesinato de monseñor Romero, el grupo de D´Aubuisson sostiene una reunión en la casa de Eduardo Lemus O´byrne. Saravia conoce de esta reunión, porque él mismo, saliendo de ahí, fue a pagarle al hombre que disparó contra monseñor Romero. Fue a pagarle por sus servicios.

“Yo no conocía al tirador. Ese día lo vi yo en el carro, meterse al carro de barba. Y después le fui a entregar yo personalmente los mil colones que le entregó, que los pidió prestados D´Aubuisson a Eduardo Lemus O´byrne. En la casa de él estábamos nosotros cuando llegaron a decirle que… ¡A cobrar! Y Roberto d´Aubuisson jamás manejaba dinero. Le prestó mil colones a este para entregárselos.”

Eduardo Lemus O´byrne es un conocido empresario salvadoreño. Ha sido presidente de la Asociación Nacional de la Empresa Privada, propietario de granjas avícolas y un hombre muy conocido en los círculos empresariales centroamericanos.

Fue un acérrimo enemigo de la reforma agraria, desde los tiempos del coronel Molina, y se acercó, casi de manera natural, al grupo de D´Aubuisson. De Saravia y Sagrera dice: “Esos eran unos matarifes. Yo con ellos nunca tuve nada que ver. Yo defiendo principios, pero estos se habían vuelto guerreros y mafiosos”.  Asegura que nunca, nunca le dio dinero a D´Aubuisson y que, si le hubiera pedido mil colones para dárselos al asesino de Romero, sin duda lo recordaría. “Y no, no recuerdo esa reunión. Esa reunión nunca pasó”.

Lemus O´byrne se separó de D´Aubuisson y los fundadores de Arena poco después. El 14 de septiembre de 1982, su cuñado, Julio Vega, piloto aviador, desapareció en una pista aérea en Guatemala. “Creo que lo eliminaron porque andaba traficando armas para el FAN”, dice Lemus. El FAN era el Frente Amplio Nacional, un movimiento paramilitar dirigido por D´Aubuisson que sentó las bases de Arena.

La viuda de Vega se casó poco después con D´Aubuisson, y Eduardo Lemus O´byrne aún no descarta que haya alguna relación entre el homicidio y la relación amorosa. Solo eso explica que, cuando uno de sus amigos comenzó a investigar el crimen, pronto fue amenazada su vida: “Lo trató de matar el grupo de D´Aubuisson, Sagrera y Saravia. Entonces yo le dije a Roberto: conmigo no estés jodiendo, que yo sí te voy a quebrar el culo”.

El capitán Saravia insiste en que el dinero lo puso Lemus O´byrne. “Dio los mil pesitos. Yo mismo se lo fui a entregar. Llegué donde él y le dije, mirá, dice Roberto d´Aubuisson que no quiere saber ni mierda de vos, que te arreglés con tu jefe”.

El dinero se lo fue a entregar al estacionamiento de un pequeño centro comercial en el oeste de San Salvador, llamado Balam Quitzé. Ahí lo esperaba el tirador, ya sin barba, acompañado de Walter “Musa” Álvarez, un extraño hombre que murió asesinado poco después.

“Dio el pisto. Dio los mil pesitos, se los fui a dejar yo y le dije lo siguiente. ¡De ahí yo jamás! De ahí lo empecé a ver a este, a cómo se llama, al, al… llegaba a las oficinas de Daglio, así pasaba. Y (Jorge) “el Chivo” Velado ya era un hombre de edad, andaba con él exhibiéndose. El tipo en la calle y él manejando. Y no sólo lo vi yo, pues. Y le ha de haber dicho a la gente “este fue el que lo mató”. Él sabe los movimientos correctos de él”.

Jorge Velado es ya un hombre mayor. Fue fundador de Arena y trabajó al lado de D´Aubuisson durante muchos años. Pero eso, dice Velado, nada tiene que ver con el asesinato de monseñor Romero. Solo después de varias semanas de intentos de hablar con él, Velado acepta hacerlo brevemente y por teléfono. “Yo no conocí a ese Saravia, y no me anduve paseando con nadie nunca. Yo de eso no tengo nada que decir”.

***Marissa d´Aubuisson recuerda otra escena: pocos días después de la muerte de monseñor Romero, comenzaron a circular los rumores de que Roberto d´Aubuisson había ordenado el asesinato.

Su hermana mayor decidió averiguarlo y confrontó al hermano paramilitar. “Roberto, dicen por ahí que vos tuviste algo que ver con la muerte de Romero”. El mayor D´Aubuisson respondió: “Mirá, mejor callate si no sabés, porque al que mató a ese hijueputa le van a hacer un monumento”.

El asesinato, y los rumores del involucramiento de D´Aubuisson en los escuadrones de la muerte, ayudaron a consolidar su liderazgo entre las filas de la extrema derecha salvadoreña, y lo convirtieron en ícono de la lucha anticomunista.

Algunos años después de participar en el asesinato de monseñor Romero, el mayor Roberto d´Aubuisson se convirtió en candidato presidencial, presidente de la Asamblea Constituyente de 1985 y figura mítica, padre y guía de la derecha salvadoreña. El partido que fundó, Arena, gobernó El Salvador durante 20 años, hasta que en marzo de 2009 fue derrotado en las urnas por la ex guerrilla, el FMLN.

Saravia, trastornado por el giro que ha dado su vida y su contacto directo con la pobreza y la marginalidad, ha cambiado ya también su manera de ver el mundo. Ahora quisiera fusilar al mismo hombre al que él le entregó mil colones. “¡Que lo fusilen!… Porque no hay pena de muerte en El Salvador, pero merece la muerte. Quisiera creerlo así y quisiera confrontarlo. Porque él sabe. Y si está vivo, ¿qué mejor que agarrarlo?”

Sobre la participación de Roberto d´Aubuisson: “Me dijo: ‘Hacete cargo’. Hacete cargo de entregar el carro, pues. ¿verdad? Ahora, que a la larga, ¿sabe qué pensé yo? Esa fue una orden de matar, pues. ¿Verdad? Yo lo pensé. Yo lo pensé. Yo no sé ciertamente si D´Aubuisson se metió en ese asunto y el pendejo fui yo, que en todo estoy yo, sabiendo lo que sé y lo que le estoy contando quiero saberlo también, y si no me cago en la madre de D´Aubuisson yo. ¿Ah? Por lo menos tengo más…”.

El padre Jesús Delgado, biógrafo de monseñor Romero y quien desde hace años promete que algún día, en un libro, revelará quiénes ordenaron el asesinato del arzobispos, asegura que el mayor Roberto d’Aubuisson fue solo una pieza operativa, no el autor intelectual del asesinato. “A Duarte se le hizo muy fácil descargar toda la responsabilidad en una sola persona. D’Aubuisson sí participó, pero no lo ordenó”, dice.

Con el capitán Saravia pactamos un nuevo encuentro en una cafetería de pueblo. Cuando él llegó, me encontró sentado a una mesa justo debajo de un cuadro que representaba la última cena. Se detuvo a verla.

-¿Por qué se vino a sentar aquí?

-Era la única mesa que quedaba libre, capitán.

-¿Ya vio? Se vino a sentar debajo de la última cena. Eso tiene que ser una señal.

Me dijo que quería una foto bajo la última cena, y se la tomé con un celular. Abusé y le pedí que posara frente al cartel de Se Busca en el que aparecía su foto, y aceptó. Ya en esas, le dije que la próxima vez vendría con un fotógrafo, y aceptó también.

La última vez que nos reunimos, recién había terminado una labor agrícola que le dejó unos cuantos reales machete en mano. Lo encontramos rasurado, con el cabello recién cortado y unas gafas nuevas. “Ahora sí, tómenme las fotos que quieran”. 

Aprovecho para ponerle la grabación de la última misa de monseñor Romero. El capitán frunce el ceño, y escucha atento. Monseñor dice sus últimas palabras: “Que este cuerpo inmolado y esta sangre sacrificada por los hombres nos alimente también para dar nuestro cuerpo y nuestra sangre al sufrimiento y al dolor, como Cristo, no para sí, sino para dar conceptos de justicia y de paz a nuestro pueblo. Unámonos pues, íntimamente en fe y esperanza, a este momento de oración por doña Sarita y por nosotros”.

Se escucha una explosión y el capitán Saravia se estremece. Da un pequeño brinco en la silla. Una corriente eléctrica recorre su cuerpo y se detiene en sus ojos, que ahora sí se abren completamente detrás de sus gafas nuevas y se humedecen. Me mira fijamente sin decir nada por un par de segundos. Respira profundamente.

-¿Ese es el disparo?

-Sí, capitán. Ese es el disparo.