domingo, 28 de febrero de 2016

Cortázar, los intelectuales y Cuba Raul Vallejo Bob Dylan sí , Mc Namara NO, Poe y Whitman sí Guantanamo no

Raúl Vallejo <banano59@gmail.com>


sábado, febrero 27, 2016

El diablo no es el príncipe de la materia, el diablo es la arrogancia del espíritu, la fe sin sonrisa, la verdad jamás tocada por la duda. 
(Dicho por Guillermo de Baskerville, en El nombre de la rosa, de Umberto Eco). 
sábado, febrero 27, 2016

Retamar y Cortázar, en Casa, 1979.
La relación de Cortázar con Roberto Fernández Retamar y la Casa de las Américas fue la de una amistad sólida en lo personal y nunca complaciente en la esfera de lo político, que comenzó en 1963, en los años iniciales del proceso revolucionario cubano. Existen dos cartas, en medio de la copiosa correspondencia entre Cortázar y Retamar, que he considerado emblemáticas para ejemplificar el compromiso solidario de Cortázar con Cuba y el socialismo, así como para entender su posición política despojada de sectarismo y expresada siempre con sentido lúdico.
La primera carta es del 10 de mayo de 1967 y fue publicada en la revista Casa en ese mismo año. Cortázar la incluyó en el tomo II de Último round (1969) con una nota que explicaba la incorporación de la carta bajo el título "Acerca de la situación del intelectual latinoamericano", "puesto que razones de gorilato mayor impiden que la revista citada llegue al público latinoamericano"[1]. Lo primero que hace Cortázar es quitarle solemnidad al tono de lo que implica el tratamiento de tal asunto volviéndolo coloquial y ubica su propio lugar de enunciación, que es el de un escritor de ficción y no el de un teórico de la política: "…me considero sobre todo como un cronopio que escribe cuentos y novelas sin otro fin que el perseguido ardorosamente por todos los cronopios, es decir su regocijo personal". Casi enseguida, ensaya una primera definición del asunto que sintetiza en esta frase: "En última instancia, tú y yo sabemos de sobra que el problema del intelectual contemporáneo es uno solo, el de la paz fundada en la justicia social".
En la carta, Cortázar desarrolla el tema del desarraigo del escritor. Reconoce, desde un inicio, la dificultad que entraña para él hablar sobre el intelectual latinoamericano toda vez que se marchó de Argentina en 1951 y que ha hecho de Francia su casa. Cortázar dice que en Francia, lugar con el que se siente plenamente identificado para vivir, escribir y envejecer dado su temperamento, descubrió el sentido de lo latinoamericano. "De mi país se alejó un escritor para quien la realidad, como la imaginaba Mallarmé, debía culminar en un libro; en París nació un hombre para quien los libros deberán culminar en la realidad". Cortázar reconoce que sus dos viajes a Cuba, que fueron su retorno a Latinoamérica, al mismo tiempo, marcaron su adhesión final al socialismo:

Comprendí que el socialismo, que hasta entonces me había parecido una corriente histórica aceptable e incluso necesaria era la única corriente de los tiempos modernos que se basaba en el hecho humano esencial, en el ethos tan elemental como ignorado por las sociedades en que me tocaba vivir, en el simple, inconcebiblemente difícil y simple principio de que la humanidad empezará verdaderamente a merecer su nombre el día en que haya cesado la explotación del hombre por el hombre.[2]

En esta carta a Retamar, y dado su tono coloquial, Cortázar se muestra reacio a definiciones cerradas y prefiere evidenciar sus dudas personales en lo que se refiere a su propia militancia. Esta actitud de duda permanente, de búsqueda de sus propias contradicciones, de evitar frases solemnes, es un testimonio de la sencillez de Cortázar al momento de enfrentar temas complejos. No obstante, al momento de afirmar su compromiso político deja en claro lo que significa su acción personal y lo que tiene que ver con su escritura. No está de acuerdo con "el arte al servicio de las masas" pero, al mismo tiempo, considera que todo escritor debe ser "testigo de su tiempo". Sobre esta dicotomía están asentadas sus definiciones ética y estética. Esta postura es resumida así:

Por una parte, mi hasta entonces vago compromiso personal e intelectual con la lucha por el socialismo entraría, como ha entrado, en un terreno de definiciones concretas, de colaboración personal allí donde pudiera ser útil. Por otra parte, mi trabajo de escritor continuaría el rumbo que le marca mi manera de ser, y aunque en algún momento pudiera reflejar ese compromiso (como algún cuento que conoces y que ocurre en tu tierra) ["Reunión"] lo haría por las mismas razones de libertad estética que ahora me están llevando a escribir una novela que ocurre prácticamente fuera del tiempo y del espacio históricos [62 Modelo para armar].[3]

Cortázar, en nombre de la libertad de creación literaria, no renuncia a los textos experimentales y, por esa misma libertad, tampoco renuncia a la inclusión de asuntos explícitamente políticos en sus textos. Al final de la carta, cita las declaraciones de Robert McNamara, secretario de Defensa, difundidas por la UPI, quien especula sobre la explosión de "un número relativamente pequeño de ojivas nucleares" destinadas a destruir cincuenta urbes de China para acabar con la mitad de la población urbana (algo así como cincuenta millones de personas), sus dirigentes, sus técnicos y obreros especializados. Cortázar concluye, en términos éticos, que "un escritor digno de tal nombre no puede volver a sus libros como si no hubiera pasado nada, no puede seguir escribiendo con el confortable sentimiento de que su misión se cumple en el mero ejercicio de una vocación de novelista, de poeta o de dramaturgo"[4].
Claro está, Cortázar propone una ética para los escritores que quieren comprometerse con el ser humano y la construcción de una sociedad justa y solidaria. Esta cuestión tal vez resulta inentendible hoy en que los escritores están obsesionados con el mercado editorial, con aparecer en la lista de los libros más vendidos, y con la idea de ser partícipes de la serie de premios literarios amañados para promover la carrera literaria de algún elegido, un concepto que a nuestro cronopio le es extraño. En la entrevista deLIFE, él mismo se encarga de resaltar su actitud de aficionado: "La verdad es que la literatura con mayúscula me importa un bledo; lo único interesante es buscarse y a veces encontrarse en ese combate con la palabra que después dará el objeto llamado libro"[5].

El Che, La Higuera, Bolivia, 1969.
La segunda carta, fechada en París el 29 de octubre de 1967, responde a un acontecimiento luctuoso para el movimiento revolucionario como fue la ejecución del Che en Bolivia, el 9 de aquel mes y año. Se trata de un texto íntimo, en el que Cortázar expresa toda la carga de dolor que lleva encima tras conocer la noticia sobre la muerte del Che y de qué manera la escritura se vuelve una dificultad frente a la fatalidad de los hechos. Después de contar que ha vuelto de Argel, donde ha leído una y otra vez la noticia en los diarios sin querer aceptarla como verdad, y que ha recibido el mensaje para que escriba un texto sobre el suceso, Cortázar le responde a Retamar con una reflexión cargada de profunda tristeza: "La verdad es que la escritura, hoy frente a esto, me parece la más banal de las artes, una especie de refugio, de disimulo casi, la sustitución de lo insustituible. El Che ha muerto y a mí no me queda más que el silencio, hasta quién sabe cuándo"[6]. Cortázar le cuenta que no ha podido cumplir con el pedido de Lisandro Otero de escribir 150 palabras para Cuba, "como si uno pudiera sacarse las palabras del bolsillo, como monedas", y que en Argel, en la oficina del organismo internacional donde estaba trabajando, "me encerré una y otra vez en el baño para llorar". Al final, le envía el texto que fue capaz de escribir, "esto que nació como un poema y que quiere que tengas y que guardes para que estemos más juntos", y que transcribo completo dado su valor histórico y literario:

Che

Yo tuve un hermano.
No nos vimos nunca
pero no importaba.

Yo tuve un hermano
que iba por los montes
mientras yo dormía.

Lo quise a mi modo
le tomé su voz
libre como el agua,
caminé de a ratos
cerca de su sombra.

No nos vimos nunca
pero no importaba,
mi hermano despierto
mientras yo dormía,
mi hermano mostrándome
detrás de la noche
su estrella elegida.[7]

Otro texto que ratifica el compromiso de Cortázar con el proceso revolucionario cubano se dio durante el así llamado "caso Padilla", un episodio tristemente célebre que sirvió de pretexto para que muchos intelectuales rompieran con Cuba y su revolución. El caso Padilla, a la distancia, es un ejemplo de la intolerancia y las exclusiones que se presentan durante un proceso revolucionario, y dado que el socialismo está pensando como un sistema liberador del neocolonialismo, tanto económico como ideológico, un episodio como aquel constituye un hecho que enajena la libertad del individuo y refuerza el poder represivo del Estado sobre el individuo. Pero este suceso que hizo que muchos intelectuales se espantaran del proceso cubano, tuvo en Cortázar a un escritor crítico y autocrítico que se mantuvo solidario con Cuba, a contracorriente del mundillo cultural, pues entendió que los procesos revolucionarios son hechos por seres humanos y no por ángeles incapaces de contaminarse. A Vargas Llosa, por el contrario, el "caso Padilla" le sirvió para romper no solo con Cuba sino con el socialismo. Desde entonces, el camino político de Vargas Llosa lo ha llevado a convertirse en un intelectual orgánico de los banqueros latinoamericanos y en un propagandista del capitalismo, como el sistema ideal que marca el fin de la historia.

Padilla y Roque Dalton, La Habana, 1966.
Adjunto a una nota dirigida a Haydée Santamaría, fechada en París el 23 de mayo de 1971, Cortázar le envía el texto titulado "Policrítica en la hora de los chacales", que, según sus propias palabras, "no es una carta, ni un ensayo, ni un documento político bien razonado; es lo que nace de mí en una hora muy amarga pero en la que hay sin embargo una plena confianza en muchas cosas, y sobre todo en la Revolución"[8]. El texto es una toma de partido por la Revolución cubana en el momento más complejo de su relación con los intelectuales. Su lenguaje es combativo, sin ambages, indignado; y su crítica está centrada contra la tergiversación de los hechos difundida por las agencias transnacionales de la información como parte de la propaganda anticubana, y contra la idea liberal del escritor en tanto espíritu solitario y comprometido únicamente consigo mismo. Y, al mismo tiempo, su crítica va dirigida a la manera cómo el Estado cubano asumió el "caso Padilla".
El texto se abre con una frase provocadora: "De qué sirve escribir buena prosa, / […] si al otro día los periódicos, los consejeros, las agencias, / los policías disfrazados, / los asesores del gorila, los abogados de los trusts / se encargarán de la versión más adecuada para consumo de inocentes o de crápulas"[9]. El tono del texto rezuma indignación debido a la manipulación que la prensa capitalista hizo del "caso Padilla", tergiversando, por ejemplo, la posición del propio Cortázar frente al hecho y que este cita[10]: "No me excuso de nada, y sobre todo / no me excuso de este lenguaje, / es la hora del Chacal, de los chacales y de sus obedientes: / los mando a todos a la reputa madre que los parió, / y digo lo que vivo y lo que siento y lo que sufro y lo que espero". El lenguaje indignado, más bien raro en él, que Cortázar utiliza en el texto y las sutilezas de su análisis político concreto de la realidad concreta que le ha tocado, dan cuenta de una posición que se esgrime desde el más profundo convencimiento político.
Cortázar cuestiona la noción misma del escritor en tanto un individuo que está más preocupado por su nombre y su carrera literaria., antes que por el desarrollo de los procesos sociales de su tiempo, buscando una comprensión todos los complejos conflictos que estos conllevan, toda vez que son obras de seres humanos y no de ángeles: "Todo escritor, Narciso, se masturba / defendiendo su nombre, el Occidente / lo ha llamado de orgullo solitario. ¿quién soy yo / frente a pueblos que luchan por la sal y la vida, / con qué derecho he de llenar más páginas con negaciones y opiniones personales?". Cortázar, en todo caso, no asume la posición moralista de quien critica a los demás sino que se asume como parte de ese universo de escritores que carecen de la dimensión política y humana para comprender las contradicciones de los procesos revolucionarios, es decir, asume esa mala conciencia pequeño burguesa, que nos carcome a casi todos los escritores y artistas, en toda la extensión: "y si hoy me aparto para siempre del liberal a la violeta, de los que firmas los virtuosos textos / por-que-Cu-ba-no-es-eso-que-e-xi-gen-sus-es-que-mas-de-bu-fe-te, /no me creo excepción, soy como ellos, qué habré hecho por Cuba más allá del amor, / qué habré dado por Cuba más allá de un deseo, una esperanza".
La solidaridad de Cortázar es una adhesión crítica: "Nadie espere de mí el elogio fácil, / pero hoy es más que nunca tiempo de decisión y de aguas claras: / diálogo pido, encuentra en las borrascas, policríticas diaria", que, inclusive, cuestiona aquello que hay que cuestionar en el momento coyuntural que el proceso cubano estaba viviendo: "no acepto la repetición de humillaciones torpes, / no acepto confesiones que llegan siempre demasiado tarde, / no acepto risas de los fariseos convencidos de que todo anda bien después de cada ejemplo, / no acepto la intimidación ni la vergüenza". El discurso de Cortázar es complejo en la medida en que intenta abarcar todas las aristas del problema y rehúye el maniqueísmo liberal de los que encontraron en el "caso Padilla" un suceso intolerable para su liberalismo ideológico, de ahí que, a renglón seguido señala: "Y es por eso que acepto / la crítica de veras, la que viene de aquel que aguanta en el timón […] y reconozco la torpeza de pretender saberlo todo desde un mero escritorio". En la parte final del texto, Cortázar reafirma, en medio de todos los problemas que pudiesen presentarse, su identificación con el proceso cubano desde su personal y contradictoria posición de intelectual comprometido: "Revolución hecha de hombres, / llena estarás de errores y desvíos, llena estarás de lágrimas y ausencias / […] yo soy esta palabra mano a mano como otros son tus ojos o tus músculos, / todos juntos iremos a la zafra futura, / al azúcar de un tiempo si imperios ni esclavos".

               PD: Esta es la segunda de las cuatro entregas en las que he dividido el artículo "Cortázar: revolu-cronopio-nario", Casa de las América (La Habana) # 278 (enero - marzo 2015): 10-26. 
  


[1] Julio Cortázar, "Acerca de la situación del intelectual latinoamericano", carta a Roberto Fernández Retamar, 10 de mayo de 1967, en Último round, t. 2, [1967], México DF, Siglo XXI Editores, 2009, pp. 265 – 280. A esta carta hace referencia una nota en la contratapa del tomo 1, de la que hablaré más adelante.
[2] Ibídem, p. 272.
[3] Ibídem, p. 274 – 5.
[4] Ibídem, p. 280.
[5] "Un gran escritor y su soledad", p. 49.
[6] Julio Cortázar, "Carta a Roberto Fernández Retamar,  29 de octubre de 1967", en Casa de las Américas (La Habana) No. 145 – 146 (Julio – Octubre 1984), pp. 76 – 77.
[7] Ibídem. Se puede escuchar en la voz de Julio Cortázar, enYou Tubehttp://youtu.be/udfvoE_Yygk 
[8] Julio Cortázar, "Carta a Haydée Santamaría, 23 de mayo de 1971", en Casa de las Américas (La Habana) No. 145 – 146 (Julio – Octubre 1984), p. 125.
[9] Julio Cortázar, "Polícrita en la hora de los chacales", enCasa de las Américas (La Habana) No. 145 – 146 (Julio – Octubre 1984), p. 126 – 132.
[10] "Un solo ejemplo: 'Padilla recuperó la libertad después de una declaración autocrítica en que confesó haber proporcionado informes secretos a Cortázar… etc.' (cable de UPI, Paris, 12/5/71, publicado en El Andino, periódico de Argentina).", nota al pie de la página 127.
Publicado por Raúl Vallejo Corral en 10:01 a. m. 
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sábado, febrero 20, 2016

Lezama y Cotázar, La Habana, 1966.
"Más que nunca creo que la lucha en pro del socialismo latinoamericano debe enfrentar el horror cotidiano con la única actitud que un día le dará la victoria: cuidando preciosamente, celosamente, la capacidad de vivir tal como la queremos para ese futuro, con todo lo que supone de amor, de juego y de alegría".

Julio Cortázar, Libro de Manuel, 1973.


Dijo que Julio Cortázar parecía un niño grande y que, políticamente, era un ingenuo. En La Cueva había mucha gente entusiasmada por escuchar las historias que el grupo de Barranquilla protagonizó en aquel mítico bar. Con ese sonsonete del que encubre con la fachada de chisme de vecindario lo que, en realidad, es pura y simple mala fe política, Plinio Apuleyo Mendoza comentó que los cubanos siempre utilizaron a Cortázar. En seguida, añadió que alguna vez este le contó —e imitó, con un tono bobalicón, su pronunciación afrancesada— que no entendía el porqué los diplomáticos cubanos no le quisieron recibir una ropita vieja que él mismo había llevado a la embajada de Cuba en París[1]. En medio del ambiente carnavalesco que envolvía a La Cueva, el relato de Plinio Apuleyo rezuma una perversidad política bien calculada, que se esconde tras la mascarada del cuentero de anécdotas de las que, supuestamente, ha sido testigo. Así, en el relato de Mendoza, con esa tergiversación profesional de los anticomunistas de la posguerra fría, Cortázar queda reducido a un ignorante político que actúa como una marioneta manejada por los comunistas cubanos.
Además del escritor de la experimentación permanente del texto, de la visión siempre diferente sobre los vericuetos de la realidad, de la búsqueda de todos los lenguajes, el lenguaje, Julio Cortázar también fue un escritor altamente politizado, activista de la lucha antiimperialista de los pueblos, y de aquellos que tomaron partido por el socialismo, desde la ética y sin miedo a las críticas de los ebúrneos, según su propia denominación. Pero, como era de esperarse, su actuación política nunca fue la de un dogmático sino la de alguien que, como buen cronopio, desde la sensibilidad cotidiana que está en su obra literaria y sin desdeñar la ironía ni el sentido del humor, se comprometió con el ser humano al que consideró siempre por encima del capital y el liberalismo burgués. Un auténticorevolú-cronopio-nario.


Descreimiento de la democracia burguesa

En 1969, Julio Cortázar concedió una entrevista a la revista LIFE, en Español[2], que este transformó en un texto reflexivo y que se ha convertido en un documento relevante al momento de escrutar sus ideas políticas y estéticas. El texto es una incursión en territorio ideológicamente minado, la revista LIFE, que Cortázar aprovecha para desenmascarar y, al mismo tiempo, para decir todo aquello que, en otra circunstancia o con otro personaje, no hubiera sido posible de que sea publicado en dicha revista. En términos estrictos no se trata de una respuesta a una situación coyuntural sino una crítica estructural al sistema capitalista que requiere de las empresas periodísticas para la reproducción ideológica del mismo sistema. De entrada, Cortázar deja sentada las diferencias ideológicas insalvables que lo separan a él de la prensa liberal y de cómo no se engaña frente a las veleidades democráticas de dicha prensa:

No solamente desconfío de las publicaciones norteamericanas del tipo de LIFE, en cualquier idioma que aparezcan y muy especialmente en español, sino que tengo el convencimiento de que todas ellas, por más democráticas y avanzadas que pretendan ser, han servido, sirven y servirán la causa del imperialismo norteamericano, que a su vez sirve por todos los medios la causa del capitalismo.[3]

Cortázar consigue transformar un cuestionario para una entrevista, en un artículo en el que la pauta de lo que se dice está marcada no por la urgencia de la pregunta sino por la meditación de la prosa reflexiva del entrevistado. Se trata de un acto político profundo: Cortázar no cuestiona al campo ideológico contrario desde alguna idea más o menos problemática, sino que pone en cuestión su existencia misma desde la estructura de poder económico que sostiene a la prensa liberal. La desconstrucción que, en términos semióticos, realiza Cortázar al comienzo de su texto es de un contenido altamente subversivo aunque, de manera paradójica, esté limitado en sus efectos por aparecer, justamente, en la revista que es objeto de dicho análisis:

A mí me basta una ojeada a cualquier de sus números para adivinar el verdadero rostro que se oculta tras la máscara; consulten los lectores, por ejemplo, el número del 11 de marzo de 1968: en la cubierta, soldados norvietnameses ilustran una loable voluntad de información objetiva; en el interior, Jorge Luis Borges habla larga y bellamente de su vida y de su obra; en la contratapa, por fin, asoma la verdadera cara: un anuncio de Coca – Cola. Variante divertida en el número del 17 de junio del mismo año: Ho Chi Min en la tapa, y los cigarrillos Chesterfield en la contratapa. Simbólicamente, psicoanalíticamente, capitalísticamente, LIFE entrega las claves: la tapa es la máscara, la contratapa el verdadero rostro mirando hacia América Latina.[4]

Cortázar no se queda en la crítica estructural al sistema capitalista y a la prensa liberal como unos de sus instrumentos de propaganda ideológica y cultural sino que, con un lenguaje conversacional y sin poses de politólogo, avanza propositivamente hacia definiciones concretas respecto de su postura política y aclara que su "idea del socialismo no pasa por Moscú sino que nace con Marx para proyectarse hacia la realidad revolucionaria latinoamericana"[5]. Cortázar sostiene que esta última —estamos en 1969—, se expresa en la revolución cubana y en figuras como Fidel Castro y el Che Guevara. Aclara que su idea del socialismo "no se diluye en un tibio humanismo teñido de tolerancia" ni acepta la alienación intrínseca que requiere el capitalismo para reproducirse ni la que se deriva de la obediencia burocrática. Y, como parte de su actitud lúdica desde la literatura, concluye: "parafraseando el famoso verso de Mallarmé sobre Poe (me regocija el horror de los literatos puros que lean esto) creo que el socialismo, y no la vaga eternidad anunciada por el poeta y las iglesias, transformará al hombre en el hombre mismo"[6].
En esa entrevista, Cortázar deja sentada varias razones por las que es solidario con la revolución cubana, pero sobre todo porque considera que la lucha revolucionaria de Cuba nace de "la primera gran tentativa en profundidad para rescatar a América Latina del colonialismo y del subdesarrollo" y que desde Cuba se proyecta "la lucha contra el imperialismo en todos los planos materiales y mentales"[7]. Asimismo, define los motivos de su "sentimiento antiyanqui" desde una crítica que cuestiona la máscara de la democracia liberal. La respuesta de Cortázar, nuevamente, apunta a la médula de la columna vertebral de la dominación neocolonial:

…si cualquier sistema imperialista me es odioso, el neocolonialismo norteamericano disfrazado de ayuda al tercer mundo, alianza para el progreso, decenio para el desarrollo y otras boinas verdes de esa calaña me es todavía más odioso porquemiente en cada etapa, finge la democracia que niega cotidianamente a sus ciudadanos negros, gasta millones en una política cultural y artísticas destinada a fabricar una imagen paternal y generosa en la imaginación de las masas desposeídas e ingenuas.[8]

Y, hacia el final de esta sección de la entrevista, señala que en la conferencia de la UNCTAD, a comienzos de 1968, en  Nueva Delhi, un informe oficial indicó que, en 1959, los Estados Unidos obtuvieron ganancias en Latinoamérica por 775 millones de dólares, de los que reinvirtieron 200. Pero no se piense que Cortázar fue un "antiyanqui" sectario y fanático. Como siempre tuvo claridad de qué es lo que un intelectual revolucionario tenía que combatir, a renglón seguido hace una distinción entre el capitalismo norteamericano y los valores de Lincoln, de Poe y de Whitman, y concluye: "amo en los Estados Unidos todo aquello que un día será la fuerza de su revolución, […] cuando la voz los Estados Unidos dentro y fuera de sus fronteras sea, simbólicamente, la voz de Bob Dylan y no la de Robert McNamara"[9].

PD: Esta es la primera de las cuatro entregas en las que he dividido el artículo "Cortázar: revolu-cronopio-nario", Casa de las América (La Habana) # 278 (enero - marzo 2015): 10-26.



[1] Versión libre de la conversación que Plinio Apuleyo Mendoza sostuvo con Mauricio Vargas, dentro de la programación del VIII Carnaval de las Artes, Barranquilla, el viernes 14 de febrero de 2014.
[2] Julio Cortázar (sobre preguntas de Rita Guibert), "Julio Cortázar. Un gran escritor y su soledad", LIFE, en Español, (New York) v. XXXIII, n. 7 (7 abril 1969): 43 – 55.
[3] Ibídem, p. 45.
[4] Ibídem.
[5] Ibídem.
[6] Ibídem, p. 46.
[7] Ibídem.
[8] Ibídem, p. 48.
[9] Ibídem, p. 49.
Publicado por Raúl Vallejo Corral en 10:34 a. m. 
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Datos personales
Bogotá, Cundinamarca, Colombia
Manta, Ecuador, 1959, originario de la cultura manteño - huancavilca, pues creció desde los cuatro años de edad en Guayaquil. Ha publicado, entre otros, los siguientes cuentarios: Máscaras para un concierto (1986); Solo de palabras (1988); Fiesta de solitarios (1992); Huellas de amor eterno (2000); Pubis equinoccial (2013). Las novelas: Acoso textual (1999) y El alma en los labios (2003). Los poemarios: Cánticos para Oriana (2003), Crónica del mestizo (2007) y Missa solemnis (2008). Los ensayos: Emelec, cuando la luz es muerte (1988), Una utopía para el siglo XXI (1994); Crónica mestiza del nuevo Pachakutik (1996); Lectura y escritura: manías de solitarios (2010). Es autor de un Manual de escritura académica (2003). Desde 1993 dirigie Kipus, revista andina de letras.
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Manías de solos
Escribir y leer son manías de solitarios; son correspondencias de dos extraños que terminan siendo cómplices mediante la intermediación de la palabra. Tal vez por eso pienso que el arte de fácil lectura no suele ser estimulante, como nos enseñara Lezama Lima. Es la dificultad, entendida como el desafío de las múltiples resonancias que una obra plantea a su lector y no, necesariamente, como los enmarañamientos experimentales, la que nos convida a ser parte de la estirpe de Pierre Menard, aquel borgiano autor del Quijote que fundó la raza de los que reconstruyen todo texto en el acto de leer.
Invención de mí mismo
Si lo que hacemos de nosotros mismos es una invención, la construcción del personaje que camina en nosotros, me imagino lo que soy o aquello que quisiera ser; y digo: que tengo o que quisiera tener —siguiendo algunas preguntas del cuestionario Marcel Proust— entre mis rasgos sobresalientes, paciencia china y perseverancia de tallador de piedra de iglesia colonial. Busco en una mujer la voluntad de vencer y en un hombre la sencillez; en ambos la transparencia, no de fantasma, sino de aire, la solidaridad desde las cosas simples, el sentido del humor consigo mismo y, por supuesto, la inteligencia sin arrogancia. Detesto la inconsecuencia en materia de ideales y desprecio a los gobernantes sanguinarios o incapaces de escuchar; me persigo y atormento por mi poca facilidad para olvidar las ofensas y por la permanencia sorprendente de viejos rencores; me aterro ante la desgracia de quedarme ciego de espíritu y no alcanzar a percibir mis propias estupideces; y soy indulgente, tal vez como una forma de curarme en salud, ante la cobardía y el ridículo. Querría tener en mi naturaleza el oído de un afinador de pianos, el paladar de un catador de vinos, y el inefable sentido de orientación con el que sobreviven en su cotidianidad los ciegos. Mi lema sigue siendo el que aprendí de Baden Powell, el fundador del movimiento scout, cuando tuve catorce años: "Dejar el mundo en mejores condiciones de cómo lo hemos encontrado". Mi espíritu está en alerta permanente conmigo mismo, en rebeldía constante contra la intolerancia y en exaltación íntima con la noche.
Procuro comprometerme con la estética y la ética de un tiempo en que el arte lucha por no convertirse en mercancía y la ética por sobrevivir al cinismo asesino de utopías desde la pragmática del mercado.Como el ayunador de Kafka que no encontró comida que le gustara, yo escribo porque no he encontrado otra manera de ser y estar en la vida. Sé que al bucear en la condición humana me toparé con el dolor, el ansia, la explosión de un instante feliz, la tormenta del lenguaje; por eso, la escritura es una consunción personal que acepto como una forma de la plenitud.Y ya que no fui cello de un quinteto de música prebarroca o cantante de boleros cuyos discos sean martillados en las rocolas de ese último puerto del Caribe que es Guayaquil, soy un escritor que, en medio de una soledad vital, escribe porque no puede dejar de hacerlo.
Mi vida sin la literatura sería la vida de otro que no soy yo.
En la finca de Juan León Mera

Escritorio de Juan León Mera
Autorretrato, 2003
He sido en otras vidas parte de la transparencia condenada
mancebo y aprendiz en academia de filósofo griego
prostituta azotada en las cercanías de un templo repleto de mercaderes
predicador escondido en catacumbas o expuesto en la arena de un coliseo
bruja servida para saciar los escrúpulos de Torquemada
adorador de huacas en tiempos del virrey Toledo
negra en Alabama judío en Auschwitz poeta en Wall Street.

He sido lo que está al margen del camino y que el viajante escupe
la basura que arrojan los decentes sin que nadie los vea
el mal pensamiento de la anciana que no sabe bien por qué suspira
la desenfrenada mano solitaria del quinceañero
el espejo en donde mira el nacimiento de sus formas la núbil desconcertada
las cartas de aquellos amantes que transgredían el espacio con papeles perfumados
soga de ahorcado bola de cristal enmudecida piedra de sacrificio maya.

He sido aquello que el orden y el poder marcaron con fuego
remero de galeón sacudido por el latigazo continuo en las espaldas
enano y hazmerreír en castillos medievales
crítico del mecenazgo en la Florencia renacentista
monja de clausura ávida de mundo y con vocación para las ciencias
curaca sublevado y seguidor de Túpac Amaru
palafrenero de palacio concubina fea madrastra en cuentos de hadas.

He sido lo que se habla en voz baja, lo que está prohibido para menores
lo que se acepta bajo la mesa, lo que se compra a hurtadillas
muchacha adolescente de espectáculo nudista en Bankok
inmigrante trasvestido en el Bosque de Bologna
jinetera comunista en las noches del malecón de La Habana
acompañante de ejecutivos de una agencia de Dupont Circle
mulatillo que deambula madrugadas por las playas de Río
VIH positivo aprendiz de masajista amante del alcalde en pueblo chico.

Soy
el mundo lapidado
por los que arrojaron con rabia las primeras piedras.
Alina & Raúl

Con Alí, en Nayón
Luneras

Luna de románticos,
del lado oscuro emergen enigmas
ante la insinuación de claridad.
Natura de interrogantes...
Ella suspira e ilumina las dudas.

2

Luna de éxtasis,
contemplo el nómada reflejo
de tu luz prestada a mis ansias.
Baño de silencio...
Ella duerme y en sueños canta.

3

Luna de secretos,
me asfixia el clandestino pasaje
del misterio de cuerpos prohibidos.
Celebración del riesgo...
Ella estalla y en duelo vive.


Luna de paradojas,
el asombro camina diseminado
en la naturaleza abierta de mi egoísmo.
Ánfora de huérfanos...
Ella brota y alumbra la rosa próxima.


Luna de sacerdotisas,
la trasgresión incendia los bosques
tupidos de las sombras ceremoniales.
Faro de inteligencia...
Ella embruja y expande su sabiduría.

6

Luna de pálpitos,
la angustia estremece los muros
agitados de las fronteras revueltas.
Plenitud de asombro...
Ella grita y derrumba murallas.

7

Luna de modernistas
el agua golpea las piedras extrañas
de los caminos del jardín japonés.
Extravagancia del cisne...
Ella danza y espanta la Muerte.

8

Luna de celebración
el tiempo es pasión del eterno
instante y también sosiego cotidiano.
Fiesta de vidas tejidas entre sí…
Digo que Alina es todo y digo poco.


Santa Ana de Nayón, Febrero 14, 2006 
Paso de dromedarios

En el camino hacia el Mar Muerto
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Repti (L) ápiz
Ars poetica

Había una vez un/una varón/hem­bra a quien Dios regaló un lápiz.
El/ella fue feliz porque, en ese momen­to, pudo representar/testimoniar el mundo que le/la rodeaba a través de las palabras que de los/las mayores hubo aprendido.
Pero a medida que el mundo creció, las palabras se agotaron y ya no sirvieron para decir aquello que los/las varones/hembras sueñan, desean, temen.
Entonces, él/ella se dio cuenta de que necesitaba inventar palabras de la misma manera como se inventan juegos solitarios y laberintos de fiesta.
Pero fue tarde.
Ninguna paz sería posible en adelante: el lápiz se había transformado en una serpiente que reptaba enloquecida sobre su (de él/de ella) espalda desnuda.

De Fiesta de solitarios, 1992 
Primera lectura de Adiós a las armas

Estudio de Hemingway en finca La Vigía, en San Francisco de Paula, La Habana, Cuba
Cuando tenía diez años y estaba en cama con paperas, una muy querida prima mía me regaló Adiós a las armas, de Ernest Hemingway. Yo, sobre mi lecho de niño abandonado y oyendo cómo mis amigos jugaban fútbol en la calle frente a mi casa, leía la historia de aquel voluntario de la Cruz Roja durante la Primera Guerra Mundial y sentía, en mi precocidad, el crecimiento de todos los hervores de la temprana adolescencia. Personalmente, no me importó entonces ni me importa ahora si aquella historia la vivió, la imaginó o la adornó a su gusto Hemingway; o sea, no me interesa en lo absoluto cuanto de verdad contenga aquella mentira que ahora puedo decir que es toda novela; lo que me importa es que, desde entonces, para mí la lectura de literatura tiene una profunda relación con el placer de la plenitud humana, con la posibilidad de asumir esa plenitud en su profundidad y contradicción, y con la certeza de vencer, en celebración efímera, a la Muerte. 
Martìn Vallejo, su abuelo y el Presidente Rafael Correa

El dìa de la segunda boda de los abuelos Raúl y Alina
Imágenes de plantillas de andynwt. Con la tecnología de Blogger.

Cortázar, los intelectuales y Cuba

Retamar y Cortázar, en Casa, 1979.
La relación de Cortázar con Roberto Fernández Retamar y la Casa de las Américas fue la de una amistad sólida en lo personal y nunca complaciente en la esfera de lo político, que comenzó en 1963, en los años iniciales del proceso revolucionario cubano. Existen dos cartas, en medio de la copiosa correspondencia entre Cortázar y Retamar, que he considerado emblemáticas para ejemplificar el compromiso solidario de Cortázar con Cuba y el socialismo, así como para entender su posición política despojada de sectarismo y expresada siempre con sentido lúdico. Leer artículo completo



El diablo no es el príncipe de la materia, el diablo es la arrogancia del espíritu, la fe sin sonrisa, la verdad jamás tocada por la duda.
(Dicho por Guillermo de Baskerville, en El nombre de la rosa, de Umberto Eco)