Marco Antonio Moreno
EL BLOG SALMÓN */30.08.13
*Publicación
digital que realiza un grupo de jóvenes profesionales españoles apasionados por
la economía y motivados por el análisis de la actualidad para –según sus
propias palabras- “entender cómo nos afecta”.
Les recomendamos
leer el artículo completo al final:
Resumen:
1.- Mucho
antes de que George Bush Jr. Iniciara la cacería contra Saddam Hussein en el
Irak de 2003, Washington había elaborado el mecanismo de la repartición de ese
importante botín de guerra que prometía acceder a las segundas mayores reservas
de petróleo mundial y a la colosal reconstrucción del país.
2.-
Un documento de 99 páginas elaborado por la USAID
(Agencia de EEUU. para el Desarrollo Internacional) se filtró a The Wall Street Journal y luego
a The Guardian, es posible que muchas empresas de España y
el Reino Unido se hubiesen quedado sin su parte del tesoro.
3.- USAID había enviado una invitación secreta a cinco grandes empresas
de Estados Unidos para que presentaran ofertas en la reconstrucción de
edificios, puentes, hospitales, caminos, aeropuertos, puertos, plantas para
tratamiento de agua, etc. El piso inicial que ofrecía el gobierno a estas
empresas fue de 900 millones de dólares, con la promesa de que los trabajos se
harían… ¡aunque
ya estuviesen hechos!.
4,.- La
filtración de esta noticia provocó consternación en el gobierno de Tony Blair, en marzo de 2003. Las tropas británicas
compartían de igual a igual los riesgos con las tropas de Estados Unidos en
Irak, por lo que Tony Blair hizo ver que no era justo
que solo Estados Unidos se quedara con el botín de guerra.
5.- Las
cinco empresas contactadas por la USAID eran: Halliburton Company (a través de Kellogg Brown & Root), Bechtel Corp, Parson
Engineering, Lewis Berger
Group y Fluor Corporation.
6.- Para
Estados Unidos, el control de Irak significaba el control de las
segundas mayores reservas de petróleo mundial.
7.- La administración
Bush aseguró al Congreso que la guerra iba a ser rápida y con pocas bajas, y
que se pagaría sola.
8.- El
principal objetivo de la guerra de Irak fue terminar con la industria estatal
de ese país y permitir el acceso a las petroleras transnacionales.
La codicia y
los peligros latentes del lucrativo negocio de la guerra
Marco Antonio Moreno
EL BLOG SALMÓN */30.08.13
Mucho antes de que George Bush
Jr. Iniciara la cacería contra Saddam Hussein en el Irak de 2003, Washington
había elaborado el mecanismo de la repartición de ese importante botín de
guerra que prometía acceder a las segundas mayores reservas de petróleo mundial
y a la colosal reconstrucción del país. De no ser porque ese documento de 99
páginas elaborado por la USAID (Agencia de EEUU. para
el Desarrollo Internacional) se filtró a The
Wall Street Journal y luego a The
Guardian, es posible que muchas
empresas de España y el Reino Unido se hubiesen quedado sin su parte del
tesoro.
La USAID
había enviado una invitación secreta a cinco grandes empresas de Estados Unidos
para que presentaran ofertas en la reconstrucción de edificios, puentes,
hospitales, caminos, aeropuertos, puertos, plantas para tratamiento de agua,
etc. El piso inicial que ofrecía el gobierno a estas empresas fue de 900
millones de dólares, con la promesa de que los trabajos se harían… ¡aunque ya estuviesen hechos!
Uno de los representantes de estas empresas favoritas del gobierno (o quizás
sea al revés) lo sintetizó con estas palabras: “la verdad es que hay una
enorme ironía en esto de pedir contratos para reconstruir puentes que aún no se
bombardean”. Los costos de esa guerra fueron cubiertos con fondos públicos
(la deuda pública de Estados Unidos pasó de 6 a 16 billones de dólares en 10
años), mientras los beneficios derivados de la reconstrucción de Irak y la
explotación de petróleo quedaron en manos privadas.
Consternación en Londres
La filtración de esta noticia
provocó consternación en el gobierno de Tony Blair,
en marzo de 2003. Las tropas británicas compartían de igual a igual los riesgos
con las tropas de Estados Unidos en Irak, por lo que Tony
Blair hizo ver que no era justo que solo Estados Unidos se quedara con el botín
de guerra. The London
Times alertó de este escándalo y el 3 de junio de 2003 preguntaba
con qué derecho “sólo las empresas de Estados Unidos serían las beneficiadas
de esta guerra”. El gobierno de Bush daba por descontada su posesión del
petróleo y el impulso que tendría la industria de armamento y por eso había
firmado el compromiso con empresas cuyo rol prioritario era la construcción. Mediante los
jugosos contratos a las empresas constructoras se licuarían los grandes
excedentes que dejaba el petróleo.
Las cinco empresas contactadas
por la USAID eran: Halliburton
Company (a través de Kellogg
Brown & Root), Bechtel Corp, Parson Engineering,
Lewis Berger Group y Fluor Corporation. Estas cinco empresas estaban profundamente
arraigadas en el gobierno y sus contribuciones al mundo político sumaban más 55
millones de dólares, el 68% destinado al partido republicano. Kellogg Brown & Root y su
matriz Halliburton Company,
habían sido dirigidas desde 1990 por Dick Cheney quien, además de su sueldo,
recibía un cheque anual por un millón de dólares y cuando renunció en 2000 para
entrar en el gobierno de Bush, recibió un premio de 20 millones de dólares como
jubilación.
Para Estados Unidos, el control
de Irak significaba el
control de las segundas mayores reservas de petróleo
mundial, donde de 70 campos petroleros, solo quince eran
explotados. A su vez, las británicas British Petroleum y Shell llevaban tiempo
sugiriendo al gobierno iraquí que le convenía aceptar a las petroleras
extranjeras y dividir los ingresos de la explotación del petróleo. Esto obligó
a hacer un cambio en la ley que otorgaba a la Compañía Nacional de Petróleo de
Irak la supervisión de los campos petroleros, afirmando que el petróleo era un
recurso estatal y que debía ser explotado por el Estado. La modificación
consistió en anteponer una palabra y dejar la supervisión a los “campos
existentes” que eran menos de un tercio del petróleo de Irak. Con ello, el 70%
de los campos “no existentes” fueron abiertos a las trasnacionales petroleras.
Las grandes constructoras
Las gigantes constructoras de
Estados Unidos habían comenzado a repartirse el botín dejado por las guerras
del Medio Oriente desde el fin de la Guerra Fría en 1990. Lewis Berger Group y Halliburton
acumularon gran experiencia reconstruyendo ciudades en Kuwait, Turquía,
Georgia, Afganistán, Jordania y Uzbekitstán. El 24 de
marzo de 2003, y después de otorgar contratos menores a puertas abiertas, USAID otorgó a puertas cerradas un contrato a Halliburton por 4.800 millones de dólares por reabrir y
operar el único puerto de aguas profundas de Irak que es el Umm
al Qasr.
La administración Bush aseguró
al Congreso que la guerra iba a ser rápida y con pocas bajas, y que se pagaría
sola. El subsecretario de Defensa, Paul Wolfowitz, señaló que los ingresos petroleros de los
próximos dos a tres años (2004-2007) aportarían a Irak de 2 a 3 mil millones de
dólares, lo que sería suficiente para reconstruir el país y establecer la
democracia.
Sin embargo, el Chicago Tribune (20 de marzo de 2003) señaló que el gobierno estaba
mintiendo, y que los republicanos serían la vergüenza de la irresponsabilidad
fiscal al disparar la deuda pública. El periódico señalaba que la invasión a Irak
podía superar los 100 mil millones de dólares, una suma
mayor al presupuesto anual de Energía, Comercio, Vivienda y Desarrollo Urbano,
Interior y Justicia combinados, y que en una década el costo total podría
superar los 600 mil millones de dólares. El año 2008, cuando se cumplían cinco
años del inicio del la invasión a Irak, Joseph Stigliz
calculó los costos en 3 billones de dólares, cinco veces más que lo
estimado por el Tribune.
Según el Instituto Watson de la Universidad Brown de Estudios Internacionales,
la guerra de Irak ha costado 1,8 billones de dólares. Se incrementa a 2,2
billones de dólares cuando agregamos los costos futuros del cuidado a los
veteranos de guerra, y a 3,9 billones de dólares cuando se incorporan los
intereses de la deuda nacional hasta el año 2053 (desde los años 90 las guerras
se financian con crédito bancario). Una cosa que indigna a los estadounidenses
es que cuando el gobierno realizó sus estimaciones de costes, nunca consideró el
coste en vidas humanas.
Hasta el New York Times, sin
duda más sabio que en aquellos años, señala ahora: “diez años después de su
inicio, la guerra de Irak todavía persigue a Estados Unidos en los casi 4.500
soldados que murieron allí, los más de 30.000 estadounidenses heridos que han
llegado a casa, los más de 2 billones de dólares gastados en operaciones de
combate, la reconstrucción, el déficit y las lecciones aprendidas sobre los
limites del liderazgo y el poder (Ver Ten years after.)
El principal objetivo de la
guerra de Irak fue terminar con la industria estatal de ese país y permitir el
acceso a las petroleras transnacionales. Diez años después de la invasión, toda
la industria petrolera está privatizada y dominada totalmente por empresas
extranjeras. Hoy nadie niega que esa guerra fue
por el petróleo y que los únicos que ganaron fueron Exxon,
Chevron, Shell y British Petroleum.
El petróleo iraquí que antes
era de propiedad estatal, facilitaba el agua y la electricidad a la población.
Desde que esa riqueza fue privatizada en unas pocas manos, los iraquíes deben
pagar el agua y la electricidad a precios elevados. Además, como las empresas
petroleras importan sus trabajadores, el desempleo en Irak es del 50%.
Contrariamente a lo que decía
el gobierno de Bush, Irak no necesitaba empresas petroleras trasnacionales para
aprovechar la riqueza. Antes de la invasión de Estados Unidos, Irak producía
2,5 millones de barriles de petróleo al día. Desde la invasión, este promedio
ha bajado 2,2 millones de barriles e incluso 1,7 millones de barriles. El
petróleo de Irak es el más barato de producir y su costo en 2003 no llega a los
60 centavos de dólar por barril. Años en que el petróleo promediaba los 25
dólares el barril, por tanto ofrecía un espectacular retorno de la inversión.
La administración Bush no dijo
que iba por el petróleo, como hoy se reconoce, sino que justificó la invasión a
Irak con la promesa de librar al mundo de las armas de destrucción masiva de
Saddam Hussein, armas para una guerra biológica que nunca se encontraron. Esta
ha sido la mentira más burda e infundada de la historia. Diseñada para provocar
miedo, mientras se entregaba el mundo a cinco empresas privadas.
*Publicación
digital que realiza un grupo de jóvenes profesionales españoles apasionados por
la economía y motivados por el análisis de la actualidad para –según sus
propias palabras- “entender cómo nos afecta”. ( Panorama Mundial.)