Reflexiones de Semana Santa
Estamos en la Semana Santa, que para muchos era de recogimiento espiritual y de sufrimiento con la crucifixión del Señor, y que ahora es de esparcimiento playero y casi de gozo y celebración pagana, especialmente para la banca y los comercios. Recuerdo la solemnidad con que la gente escuchaba aquellas Siete Palabras y el respeto con que se encontraban en las iglesias. Ahora, aquellas Siete Palabras se han convertido en los siete puñales del Apocalipsis: baile, baraja, botella, narcisismo, cafrerismo, nadismo y consumismo.
No sé si me motiva la nostalgia de aquel ayer, pero es que oigo hablar tanto de la falta de valores que aquí estoy, reflexionando sobre el tema. A los pueblos, como a los individuos, si se les quiere controlar sin que se resistan, hay que primero extirparles los valores, ya sean patrióticos, religiosos, morales, culturales, filosóficos, sociales o de cualquier naturaleza, que les puedan servir de coraza defensiva o que les den un sentido de ser. Quien es, se resiste; quien no es, se rinde. De ahí parte que para controlar a los pueblos haya que desnacionalizarlos, despersonalizarlos, desnaturalizarlos, desespiritualizarlos: convertirlos en seres sin identidad propia. Solo así podrían ser transformados en meros sujetos sin personalidad propia, en simple muchedumbre abierta a la asimilación y a la transferencia de intereses, de los propios a los ajenos, intereses que decidirán los que les controlen y manipulen: Fondo Monetario Internacional, Banco Mundial, etc.
Los seres sin valores tienen muy floja la resistencia y van y vienen al compás de sus manipuladores. Hasta sus gustos son programados y canalizados. La falta de valores en nuestro Puerto Rico de hoy no es casualidad, ni tan solo un parto del sistema. Le han desarmado de sus defensas psíquicas premeditadamente. Somos víctimas de un sofisticado y diabólico plan de genocidio en que la víctima es convertida en su propio victimario, algo así como cometer haraquiri. Al matarnos psíquicamente, lo demás se cae de la mata pues perdida la resistencia, perdida la razón de ser. No habrá pelea, solo rendición y entrega total.
Se habla mucho de la pérdida de valores, pero como si fuera algo natural. Pues no lo es, ni son cosas del diablo, ni porque Dios lo quiera así. Aunque sí son diabólicas, pero de fabricación mundana. El avance de la tecnología aparentemente eclipsa a la psicología, pero es porque la psicología es menos visible, menos obvia, pero no menos letal. En manos asesinas, la psicología puede causar más daño que una flotilla de buques de guerra pues puede conducir a un pueblo al suicidio colectivo. En cierta ocasión dijo Lyndon Johnson –quien fuera presidente de los Estados Unidos anglosajones– que a un pueblo que se le desarma mentalmente, no hay que desarmarlo físicamente. Y podríamos añadir que también se le podría armar contra sí mismo. La historia así nos lo demuestra. Invito a que aquellos cuya psiquis aún no ha sido destruida a estudiar científicamente este fenómeno. Conozcamos todas las armas de las que se valen los opresores de los pueblos o nuestra resistencia bien puede convertirse en condescendencia. Lo que se ignora puede acabar con nosotros sin siquiera darnos cuenta, y los radicales de hoy pueden convertirse en los incondicionales de mañana. No exagero.
Se entiende a todas luces que la misma dinámica del sistema amoral, colonial-capitalista desvaloriza, deshumaniza, descristianiza, pero creo firmemente que los jerarcas del sistema no lo dejan a la buena de Dios, a la deriva, sino que tienen especialistas –que ellos llaman think tanks– orquestando el desmantelamiento de nuestra psiquis y de los valores que nos definen como pueblo. Con los medios de comunicación que controlan y a través de los cuales nos programan, nos forman opiniones y ponen en nuestras cabezas sus intereses por sobre los nuestros. Tanto es así que morimos y matamos por sus intereses mientras renegamos del derecho de hacer lo mismo por los nuestros.
Con el desarrollo de la técnica subliminal, bastante usada en las pasadas elecciones coloniales, despersonalizarnos es menos complicado que alimentar una computadora, igual que hacernos aceptar con una sonrisa o con un que le vamos a hacer, lo inaceptable. ¿Acaso no se está aceptando sin casi resistencia alguna el control poblacional, residenciales convertidos en campos de concentración, la invasión por parte de la policía a escuelas de menores, la militarización de nuestros estudiantes en plena adolescencia, la imposición a la trágala del idioma del invasor, la corrupción y el chantaje en la política, el degradante endiosamiento de los opresores, la mutilación rampante de nuestro territorio nacional, la resignación a que el yanqui decida nuestra suerte ¡aún entre independentistas! y otras tantas anomalías que serían inaceptables y combatidas por un pueblo de valores.
La agresión psicológica no solo es usada contra nosotros por las agencias publicitarias, sino que también por el gobierno estadounidense y sus llamadas agencias de inteligencia. El programa de modificación de conducta (behavior modification) que iniciaron en las cárceles (me tuvieron 18 meses en unidades de control bajo ese programa) lo han extendido a la población civil.
Hablemos de la falta de valores, pero sin quedarnos ahí, ni en las lamentaciones. Conozcamos a fondo al enemigo. Conozcamos todas sus armas y que no nos pase como con don Pedro y las radiaciones ¡que nos tomó 40 años para creerlo y solo porque los mismos yanquis lo confirmaron! De no haber sido así, todavía habría quienes seguirían llamando loco a don Pedro. Cuando empecemos a creer más en nosotros mismos que en nuestros opresores, es entonces cuando empezaremos a excarcelar nuestra psiquis y a rescatar nuestros valores y nuestra razón de ser, y la Semana Santa volverá a ser de recogimiento espiritual, y la Heineken, la Medalla y la botella de ron dejarán el paso al Sermón de la Montaña, las Siete Palabras y a Cristo, el Redentor. Así sea.
27 de marzo de 1997
Publicado en: Cancel Miranda, Rafael. Mis dioses llevan tu nombre. Cuarto ideario. San Juan, 2000.
Rafael Cancel Miranda
Se llega más pronto a la meta de pie que de rodillas.