lunes, 28 de noviembre de 2022

En las garras del Cóndor

Periódico cubano "JUVENTUD REBELDE"  18 de Abril de 1999  Año del 40 aniversario del triunfo de la Revolución página 6  INTERNACIONAL  

EN LAS GARRAS DEL CÓNDOR    por   Marina Menéndez Quintero

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Víctima, el mismo del mas terrible plan de represión intercontinental fraguado por las dictaduras latinoamericanas, el hombre que descubrió los llamados Archivos del Terror, cuenta su historia a JR.  Cualquier indicio podía convertirse en una acusación.

 

Cuando Martín Almada supo que Baltazar Garzón había interpuesto una demanda para juzgar a Pinochet en España invitó al Juez a Paraguay y puso a su disposición los archivos.  Para él no se trata sólo ya de un asunto entre víctimas y victimarios en una u otra nación, sino de denunciar todo un engranaje clandestino que, en los años 70, implicó a 46.000 militares latinoamericanos en la tortura, secuestro y desaparición de miles de argentinos, paraguayos, uruguayos, chilenos…..     La CIA ha denunciado Almada, también participó en el suministro de información para ejecutar los crímenes y amparó a los asesinos.  "Por eso, estima el abogado paraguayo, Estados Unidos también debería pedir perdón a los pueblos latinoamericanos".   Han transcurrido más de 20 años desde que él mismo, parado ante una suerte de "tribunal de inquisición" compuesto por militares de distinto acento, todos con gafas oscuras y entorchados como para una fiesta, sintiese por primera vez el pánico.  Entonces era apenas un joven de 33 años recién graduado de Ciencias Pedagógicas en la Universidad argentina de La Plata, donde había defendido su licenciatura con una tesis que, dedujo después, sin dudas había sido considerada subversiva: Educación y Dependencia, "un estudio donde concluía que en Paraguay la educación solo beneficiaba a la clase dominante y profundizaba el subdesarrollo."  "Apenas regresé a Asunción, fui secuestrado".

TERRORISMO INTELECTUAL 

A través del hilo telefónico intento adivinar la imagen de este hombre que se queja entre leves accesos de tos del frío de Barcelona, donde se encuentra luego de su última entrevista con Garzón el día que, en Londres, el titular británico del Interior, Jack Straw, daba luz verde al proceso extraditorio de Pinochet.

Modesto, asequible; honrado  - dice – DE RECIBIR UNA LLAMADA DESDE Cuba, habla con voz tenue y conserva su acento de paraguayo humilde de las afueras de Asunción, a pesar de que es hoy el presidente de la Asociación Americana de Juristas.   Me pregunto como habría sido nuestra entrevista si pudiesemos prescindir del teléfono.  Confiesa que le hubiera gustado "con un buen café".   Pausadamente locuaz, se retrotrae detalle por detalle a esos lejanos tiempos apenas le pregunto cuáles fueron los móviles que le llevaron a los Archivos.

Muchas tazas de buen café necesitaría, precisamente, durante aquel interrogatorio donde se le acusaba de comandar un operativo de secuestro y de estar organizando la cárcel del pueblo de un supuesto grupo de guerrilla urbana.  Asustado, no reconocía los edificios que le mostraban en las fotos.  Querían que dijera además que armas tenía…. FAL, cohets, bombas, cocteles, granadas, armas cortas, largas… "Y yo no sabía nada".

Dos, entre todos aquellos militares engalanados, eran particularmente incisivos. "El uno, rubio, alto, de ojos azules, tenía el clásico acento que había conocido durante mis estudios en la universidad de Arica, era el coronel Oteiza, de la Fuerza Aérea Chilena.  El otro, petiso, gordo, supe también mucho después era el comisario argentino Héctor García Rey.  Y yo me preguntaba: ¿por qué argentino;  por qué chileno…?.

No tardaron en pasar a la tortura;  largas sesiones que consistían entonces en Paraguay en sacar las uñas, cortar la lengua, cercenar las orejas….  Pero él nada podía contestar.  Ignoraba entonces que en su contra había otras agravantes: un libro y su fama de "andar animando cooperativas".  Tipificaron su delito como terrorismo intelectual.

"En los años 65-72 me había ido con mi mujer, directamente, a trabajar en una escuela. Pero con el salario de un maestro podíamos vivir apenas 15 días.  Y la necesidad nos empujó.  Por razones económicas, puramente económicas – insiste como si otra vez ahora hiciera falta demostrarlo – juntamos un día en una sala de la escuela diez bolsas de papas, azúcar, fideos…. Una especie de autoayuda.  Después hicimos algo increíble: los maestros pobres comenzamos a levantar modestas viviendas.  Hasta que alguien nos dijo que estábamos haciendo cooperativas.   "¡Y no sabíamos que cosa eran cooperativas!.  Un amigo nos avisó que cerca de allí, en el mismo pueblo de San Lorenzo en los alrededores de la capital, un cura había hecho un estudio sobre eso…. Y fuimos a verlo."   "algún tiempo después, ante el tribunal, deduje que para acusarme mi secuestrador había cambiado aquellas bolsas de comida. Los alimentos se convirtieron en explosivos.  Y me pasaron de ahí directamente a las torturas". En la casa, su esposa también era sicológicamente fustigada.  "La telefoneaban constantemente para hacerle escuchar mi voz, mis llantos, mis alaridos por los tormentos.  Le enviaron mi ropa con las prendas íntimas ensangrentadas y una aguja de zapatero, con lo que ella seguramente entendió que ya yo esta sin uñas, sin lengua….  Al décimo día, le avisaron de madrugada que fuera a buscar el cuerpo del maestro subversivo".   Le queda a Almada el segundo e irremediable dolor de pensar que tal vez ella estaría viva si alguien la hubiera socorrido pero, por temor, ningún médico del vecindario acudió.  (Tenía su esposa 32 años cuando murió de un infarto.   "Y yo he visto allí, en un mes, 1.200 sesiones de torturas".

  EN EL SEPULCRO

El traslado, podo tiempo después, a una comisaría primera que había sido la sede de Interpol en Paraguay, fue definitoria para sus investigaciones posteriores. "El sepulcro de los vivos", dice todavía con cierta conmoción.  "El lugar mas siniestro del Paraguay".  Era más o menos enero de 1975, cuando conoció allí al argentino Amilcar Latino Santucho, "el hermano del famoso guerrillero", su vecino de celda "que había pasado las mismas peripecias que yo".  Estaban Maidana, Alcorta, Rojas, dirigentes del partido Comunista de Paraguay. Y también un comisario de nombre Mario Mancoello.  "Permanecía allí esposado, humillado junto conmigo por no decir el paradero de su hijo, que había estudiado en la misma universidad que yo en La Plata y que había formado parte del Fondo de Estudiantes.  Por no denunciarlo lo metieron dentro, pero al hijo lo liquidaron igualmente después cuando llegó a Asunción, y a la nuera la llevaron a un campo de concentración con una criatura de dos o tres meses.  "Fue él quien me dijo los nombres de mis torturadores. Le pregunté como lo sabía y me contestó: "Estamos en las garras del Cóndor" ¿Cóndor? ¿esa ave de rapiña?, le riposté.  "Sí el Cóndor empieza a volar"  "Fue la primera vez que escuché esa palabra".

SABER,  BUSCAR

Cóndor siguió siendo terrible vocablo repetido una y mil veces después en el campo de concentración.  La Emboscada, más o menos a unos 45 ó 50 kilómetros del centro de Asunción, adonde Almada fue trasladado el 7 de setiembre de ese año.  Eran unas 400 personas, de ellas, cien mujeres "y 20 criaturas".   "Pero quien más sabía de Cóndor allí era una paraguaya de origen alemán, la doctora Gladys de Saneman, entregada a Paraguay desde Buenos Aires y luego devuelta nuevamente a Argentina a Astiz, el ángel rubio de la muerte.  Ya yo tenía alguna claridad sobre lo que ocurría.  Los agregados militares eran embajadores de la represión en el cono sur latinoamericano.  Miembros natos del operativo.   "A diferencia de los torturadores de Argentina o Chile, los de Paraguay no se encapuchaban ni se cubrían el rostro, de manera que con Mancoello fui averiguando otros nombres.  Yo quería saber.  Y el comisario me había advertido, más o menos así:  "Martin Almada, si tú sales vivo de aquí, busca La Revista Policial del Paraguay.  Ahí está todo lo que quieres saber".   Vivo salió.  Mucho tiempo después, tras una huelga de hambre de 30 días, le dieron libertad condicional.  Se asiló en la Embajada de Panamá y de ahí salió a tierra istmeña.  Allí le recibió el mismo General Torrijos.  Poco después se gestionó su viaja a París como consultor de la UNESCO para los asuntos de América Latina.   Fueron casi 15 años de larga y paciente investigación.  Recordó los consejos de Mancoello, y "junte la Revista Policial".  Siguió buscando.  Sólo cuando cayó la dictadura de Alfredo Stroessner pudo regresar a Paraguay.  Ya era abogado y andaba "en busca de mis antecedentes".   Registro en los libros, abrió legajos, y tuvo la colaboración de algún informante "cuyo nombre nunca digo a la prensa".   Quiere la extradición de Stroessner desde su refugio en Brasil. "Inicié la acción judicial en su contra, el 25 de mayo de 1989.  Recurrí a la justicia y seguí indagando.   No da detalles sobre la forma exacta en que el 22 de diciembre de 1992 llegó a los Archivos del Terror, las secretas pruebas documentales que dan cuenta del engranaje que conectó en la misma red represiva a la CIA y a las dictaduras militares latinoamericanas durante los años 70, para barrer con todo lo que oliera a izquierda.  "Pinochet fue el cerebro del operativo Cóndor, asegura, y Manuel Contreras, el exjefe de la DINA chilena y Stroessner sus cómplices.." .   Tose nuevamente.  "Hay otros altos exmilitares de Latinoamerica implicados, dice.    Apresura el relato:   debe colgar.  Del otro lado del hilo, alguien le recuerda a Martín que allí mismo, en la casa donde se hospeda en Barcelona, otro periodista espera.   - ¿Qué son, en fin, los Archivos, Almada?   "Mire, mi hijita: cinco toneladas de papel y diez mil fotografías que pesan sobre las cabezas de los asesinos.      Las pruebas de como se ejecutó el terror…."   Fin

 

Querido compañero y amigo Martín Almada.   Irene tuvo la iniciativa de fotografiarte el artículo pero seguramente te será mucho más legible de esta forma y más útil por si querés reenviarlo.   Un fraternal abrazo admirado paraguayo.       Eladio González Rodríguez  toto

CHAUBLOQUEO.

 

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