martes, 28 de julio de 2015

Lo que decimos de Cuba y lo que ella hizo, hace y hará

Lo difundo porque está genial, pero no se quien lo escribió.     Eladio González toto

Digo que voy a decir apenas dos palabras sobre Cuba o, mejor, sobre las cosas que decimos de ella.

Cada vez que entramos a discutir la estatura de la isla, incluso en el seno de la izquierda, aceptamos inevitablemente los términos del falso debate amañado por la derecha; es decir, concedemos que lo que verdaderamente importa, el metro de las adhesiones y las condenas, la prueba aritmética de su éxito o de su fracaso, tienen que ver con la respuesta a la pregunta cómo se vive en Cuba: si la cartilla se queda corta, si la vivienda encoge, si los cubanos "resuelven", si la prostitución aumenta, si los jóvenes no entran en los hoteles, si los "opositores" se asfixian.
A nadie puede extrañar que los enemigos de la Revolución, tan poderosos que hasta pueden ignorar el principio de no contradicción, utilicen este criterio estrechamente económico para condenarla mientras atribuyen el infierno de Haití o de Bolivia a obscuros atavismos culturales y piden paciencia -un plazo más, una década aún- a los que mueren de hambre en Guatemala o en la República del Congo; o mientras defienden, invirtiendo ahora el razonamiento, que la zozobra cotidiana de Iraq es el medio necesario para alcanzar el muy espiritual objetivo superior de la democracia. Más extraño es que los propios izquierdistas afinen sutilmente sus reservas (con majestuosísimos peros y dolientes decepciones) en el terrreno del más abstracto de los empirismos, desde la contabilidad y la experiencia, como si la Revolución fuese un experimento de laboratorio y no una revuelta aún sin ganar; y como si se tratase de contar -cuentas y cuentos- y no de resistir. Incluso los incondicionales de Cuba acaban tratando de compensar las dificultades innegables de los cubanos citando los innegables logros en materia de enseñanza, salud, deporte o investigación, sin darse cuenta de que la importancia de estas conquistas reside menos en su valor objetivo -indiscutible para sus beneficiarios- que en la diferencia de la que surgen. Y no deja de ser triste que finalmente los propios Estados Unidos, aunque sólo sea para combatirla, sean más sensibles a esta diferencia que algunos intelectuales que saben ser muy de izquierdas en Iraq, en Palestina o incluso en Nepal.
En otro sitio demostraré por extenso que Cuba es una lengua de tierra; y demostraré que es, al mismo tiempo, la última lengua de nuestros antepasados, la voz ya residual de los gigantes de 1789 y de los vencidos cíclopes de las guerras anticoloniales. Es una franja delgada, una uña, un cabello, un corcho en el mar, un cordel muy fino, muy frágil, quizás mal anudado, quizás debilitado, pero constituye el único hilo que aún nos recuerda el proyecto emancipatorio de nuestros mayores ilustrados, el último vestigio de la modernidad devorada por la biocracia del capitalismo.
Si Cuba cayera, si Cuba fuese pasada por las aguas, si se hundiera en la lava sin fronteras, no tendríamos ya ni siquiera un monte Ararat en el que volver a plantar las primeras viñas después del diluvio; si Cuba cayera, si Cuba dejase de alzarse como un escollo frente al aluvión, no sólo los cubanos: todos tendríamos que empezar desde cero, como si no hubiese habido ni Grecia ni Espartaco ni Bastilla ni nada.
Tendríamos que volver a empezar desde el Ancien Regime o incluso desde más atrás, contra Tiberio y contra Carlos V, contra Thiers y contra Mussolini, desde la aceptación natural -de nuevo- de la esclavitud, la teocracia y el racismo. Defender Cuba no es defender la sanidad pública y universal, la enseñanza gratuita, la cultura generalizada, la investigación pionera, la medicina solidaria y también la alimentación insuficiente, las viviendas estrechas, la escasez de gasolina, los apagones, la ejecución de delincuentes y el encarcelamiento de Raul Rivero, como si Cuba fuese un lote de criaturas inevitablemente ligadas entre sí o un conjunto floral nacido enrevesado de la misma tierra; defender Cuba es más bien defender esa diferencia -la llamemos socialismo o no- en la que se asientan los valores que siempre hemos defendido y que sobrevive (la diferencia) incluso a las cosas que no apoyamos o que no nos gustan.
No se trata, pues, de cómo se vive en Cuba sino de qué está en juego. ¿Cómo se vive? Digamos la verdad: se vive mal y de nada sirve a los que querrían vivir mejor saber que hay al menos 87 países en los que se vive peor. Pero, ¿qué está en juego? Está en juego no sólo la conservación de algunos milagros que se han convertido en costumbres y que tienen que ver con la igualdad y la fraternidad; están también en juego la libertad y la independencia en una trama universal de sumisiones injustas, humillantes y mortales. La diferencia cubana es inseparable de y está condicionada a la victoria en una guerra de liberación nacional que han perdido uno por uno todos los países de Latinoamérica y del mundo y que se viene librando en la isla, sin solución de continuidad, desde 1868, cuando Carlos Manuel de Céspedes proclamó la libertad de los esclavos en La Demajagua. Por esta diferencia sí, por esta independencia, condición de todo lo demás, también; por esta independencia-diferencia hay muchos cubanos que no sólo aceptan vivir mal sino que aceptarían vivir un poco peor; y medir sus angosturas desde nuestro salón, despreciando su sacrificio como inútil y hasta improcedente, es lo mismo que burlarnos de su superior conciencia política, su superior estatura moral y su superior dignidad humana. Cuba no habría sobrevivido 45 años si la Revolución, a la que no dejan desarrollarse económicamente, no hubiese triunfado intelectual y moralmente; es decir, si la mayor parte de los cubanos no tuviese menos presente cómo se vive en Cuba que lo que se están jugando allí.
Cuba es, pues, una trinchera a la que EEUU no permite ser un país. En las trincheras también se vive; en las trincheras la gente fuma, habla, se enamora, se ríe, escribe libros y silba canciones; y en una trinchera tan grande y tan hermosa, con tanta ceiba, tanto flamboyán y tanta palmera, con tanta inteligencia y tantas manos, a veces luchar es una fiesta.
En una trinchera, en todo caso, la claridad se mezcla con las sombras, el heroísmo con la normalidad más cenicienta. Nunca la paideia de la resistencia es tan completa como para evitar -frente a la presión radical del enemigo- las rendiciones individuales: los que desertan, los que buscan su propia ventaja en la apretura, los que acaban cediendo -pobrecitos- a la solución individual o al apaño privado. Pero en esta trinchera, en todo caso, la diferencia alienta y no se trata -lo diré rápidamente para ponerme a cubierto de la justa reprimenda de mi admirado Juan Jesús Rodríguez Fraile, que hace no mucho me hacía algunas certeras observaciones en estas mismas páginas- no se trata de una diferencia sólo de grado: no es que en Cuba se viva menos mal, se oprima menos, haya menos injusticia o menos violencia. Es verdad que desde la grada superior, donde no tenemos que disputarle ni la tierra ni las vacunas a un invasor, solemos tender a menospreciar las diferencias de grado, olvidando que un grado -a menudo menos- es en la mayor parte del planeta la diferencia que existe entre la vida y la muerte. Pero es que, en un sistema mundial de explotación e intercambio desigual, las diferencias favorables de grado sólo pueden entenderse como privilegios conquistados y defendidos a costa de los otros o como discontinuidades cualitativas reñidas contra un sistema de privilegios.
Menos mala, menos violenta, menos injusta, este menos de Cuba no es sencillamente la resta satisfecha de un cupo invariable, resignado, de máxima maldad; es en la historia la apertura cualitativa -la cierren o no- a otro mundo. Restar y resistir no es complacerse en una injusticia relativa: es atravesar el capitalismo, en las condiciones -sí- que todavía decide él, con un hilo de otro color; incubar en el ambiente más hostil que pueda imaginarse el huevo de otra lógica. Triunfe o no, la arrodillen o no, Cuba es al mismo tiempo de este mundo y de otro mundo; y ese otro mundo sólo podemos defenderlo allí, en esa roca, contra esas fuerzas, dentro de esas paredes. ¿Dónde si no? ¿Fuera de la historia? ¿Sin geografía ni armas ni memoria ni líbidos ni estrategias?
(Añadiré de paso que entiendo muy bien lo que invoca Juan Jesús Rodríguez Fraile con su imperativo de "querer siempre lo universal", pero quizás es mejor plantearlo de otra manera, al pie del árbol y no desde la copa. No, de ninguna manera y -aún más- todo lo contrario: hay que querer siempre lo más concreto: la tierra, la casa, el novio, los hijos, los geranios, el aire limpio, el agua corriente y hasta la luz eléctrica y comprender, al mismo tiempo, que nada de esto está individualmente asegurado -y precisamente porque no sería justo- si su disfrute no es formal y materialmente universalizable.
Esto es lo que Cuba ha entendido muy bien, aunque no pueda verificarlo del todo: la necesidad de defender simultáneamente lo universal (las estrellas y las leyes), lo general (la alimentación, la sanidad, la enseñanza) y lo colectivo (los medios de producción y, por ejemplo, los de transporte) en medio de un huracán mundial que ha privatizado ya no sólo los bienes generales y los bienes colectivos sino que está privatizando también los colores, las formas y la mismísima excelencia moral -que Kant asociaba a la visión de las estrellas. "Querer lo universal", "estar sólo pendiente de lo absoluto" y no admitir ni una sola concesión por debajo de esa ambición total, es sencillamente concedérselo todo a los más fuertes y quitárselo casi todo a los más débiles).
Si algo nos falta a los intelectuales europeos de izquierdas es un poco de modestia. Sentados en nuestro sillón, la nevera surtida y la habitación caldeada; o ligeros y apátridas, de avión en avión y de congreso en congreso, discutimos algunos pasajes de Marx o algunas líneas de Gramsci y nos preguntamos si en Cuba hay o no socialismo y cuánto y desde cuándo y hasta qué punto.
Algunos llegan a la conclusión irrefutable de que en la isla no hay socialismo y de que, en consecuencia, cualquier cosa que sea lo que haya allí, no vale la pena. Así que ceden la isla con todos sus habitantes al capitalismo estadounidense, que es la única alternativa realmente existente: si Cuba no es verdaderamente socialista, mejor dejarla caer junto a Haití o Nicaragua o El Salvador u Honduras. ¡Que se la queden ellos!
Ambiguos, reticentes, quisquillosos, puntillosos, bizantinos, más inteligentes que nuestros colegas caribeños, acabamos convirtiéndonos sin saberlo, sin quererlo, en el embrague del imperialismo. Porque nos resulta difícil aceptar que no somos nosotros, sino los cubanos, quienes tienen que decidir si la Revolución vale o no la pena; como nos resulta difícil aceptar que todavía hoy, cuarenta y cinco años después, no obstante todas las penalidades, contra todas las penurias, entre apagones y achuchones, la mayor parte de los cubanos no quiere entregar la isla, sea socialista o no, a los privatizadores de escuelas y de estrellas enrocados en Miami.
Incluso apoyar la Revolución es tan fácil, tan arrogante, tan inmodesto, como condenarla. Confieso que no la apoyo sino que me apoyo en ella. No la apoyo. En la trinchera, en las penosas condiciones de la resistencia, hay cubanos que claudican, que no pueden más, que se rinden, que se cansan, que desesperan y se inclinan por la solución individual; a ésos los compadezco, pues no puedo estar seguro de que no haría yo lo mismo en su lugar.
Pero a los otros, a los que aguantan, a los que "resuelven" y no reniegan, a los que saben lo que está en juego y aprietan los dientes, a los que no ceden, a los que admiten las dificultades e improvisan todos los días soluciones, a los que concentran en sus cuerpos el decoro -como decía Martí- que debería estar mejor repartido también entre los hombres; a los que se sienten cansados y no se rinden (y se ríen y se enamoran y escriben libros en la trinchera); a ésos los admiro locamente, insensatamente, y les doy las gracias.
Y si al final sólo quedara uno -porque vivir mal es siempre real, aunque no siempre verdadero-; si sólo un cubano en pie dijese "no" a los estadounidenses, la razón, la moral, la dignidad y la belleza estarían de su parte; y yo lo admiraría locamente, insensatamente, y le daría las gracias.
¿Cómo se vive? ¿O qué está en juego? "El verdadero hombre" -decía también José Martí- "no mira de qué lado se vive mejor sino de qué lado está el deber". Eso quizás no es socialismo, pero es sin duda su condición irrenunciable. Parece mentira que todavía haya que empezar por ahí. Parece mentira que todavía haga falta explicar eso.
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informó el Museo “ ERNESTO CHE GUEVARA ” de Caballito, CABA
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Triunfó EE UU Juegos Panamericanos en Toronto y Cuba estuvo bien con algunos retrocesos Emilio Marín Chaubloqueo La Arena Museo Che Guevara


FINALIZARON LOS JUEGOS PANAMERICANOS DE TORONTO

EE UU ganó y Cuba estuvo bien con algunos retrocesos

Terminaron los Juegos Panamericanos. Argentina tuvo un desempeño aceptable. EE UU ganó, como casi siempre. Lo de Cuba no fue la actuación esperada, pues bajó al cuarto lugar. A la isla, como siempre, la bombearon algunos arbitrajes y el espionaje yanqui.

EMILIO MARÍN

Después de once días de competencia en numerosas disciplinas, llegaron a su fin los Juegos Panamericanos en Toronto. Como se realizan cada cuatro años ya tomó la posta la confederación peruana, pues Lima será la sede en 2019, y ya le fijaron varias prioridades para su organización. Debería comenzar a trabajar ya, algo difícil por la compleja situación del gobierno de Ollanta Humala y las denuncias que también pegan sobre la primera dama.
El ganador de la edición canadiense fue Estados Unidos. Los Panamericanos llevan 17 series y sólo dos veces el imperio cedió el primer lugar, ante anfitriones: Argentina (1951) y Cuba (1991).
El dominio estadounidense en la mayoría de las disciplinas es tal que tuvieron 103 medallas de oro, 81 de plata y 81 de bronce, o sea 265, con un equipo que ellos catalogaron como mezcla de sus categorías B y C. O sea sin poner sus deportistas de elite, de la A. No aclararon si éstos no tenían interés en competir o bien sus sponsors no querían arriesgarlos o si hubo negativa de sus clubes dependientes del dios Dinero.
Como sea los norteamericanos volvieron a triunfar. Muchos de ellos son afroamericanos y fueron ovacionados en Canadá, a diferencia del trato que reciben muchos de ellos y sus familiares en las calles a manos de una policía de "gatillo fácil" con negros y latinos. En Toronto todo fue aplauso y reconocimiento.
Esas victorias tan seguidas y previsibles no dan lugar a un intenso aprovechamiento político de la Casa Blanca. Barack Obama siguió de recorrida por Kenia, en vez de hacerse ver en los estadios canadienses. Quizás se mantuvo distante también para no aparecer personalmente implicado en maniobras de la CIA y otras agencias que organizaron la deserción de atletas cubanos, tema que se tocará más adelante.
Mientras los deportistas de 41 países batían 80 récord en varias disciplinas, los patrocinantes buscaran recuperar sus inversiones anudando negocios. Entre ellos el banco chino ICBC, Cisco y Chevrolet, entre otros sponsors. Puede que ellos también hayan mejorado sus tiempos...

Todo es relativo
Lejos del podio pero mejorando sus performances anteriores, hubo otros festejos más modestos pero no por ello insignificantes. Por caso, y por razones políticas los medios hegemónicos no le prestaron atención, el de Ecuador.
Su presidente Rafael Correa lo destacó en su cuenta de Twitter: "¡Felicitaciones Ecuador! El mejor puesto en la historia de los Juegos Panamericanos: nueve entre 41". La delegación ecuatoriana era modesta, con 167 deportistas, y se llevó para Quito 7 medallas de oro, 9 de plata y 16 de bronce. El avance fue por la aplicación de planes alentados por el Palacio de Carondelet desde 2012 en adelante. Y alentado por esos progresos es de esperar que en la cita de Lima, dentro de cuatro años, esos países con gobiernos progresistas que apoyan al deporte suban algún peldaño más.
Incluso otras naciones que vienen remando desde más atrás, como Bolivia, se dio el gusto de lograr tres medallas, aunque todas conseguidas en el raquetbol. La república plurinacional y multiétnica tiene que ser sede de los Juegos Sudamericanos 2008 en Cochabamba y viene atrasada en la organización. Ojalá el pequeño paso le sirva para acelerar esos trabajos porque no faltan quienes quieren quitarle la sede argumentando el retraso.

Bien Argentina
El cronista, como muchos argentinos, buscó primero cómo iba la blanquiceleste en fútbol, donde ha sido habitualmente ganador. Y no encontró al equipo. Se desorientó. Luego supo por qué de la ausencia: al ganar el torneo en Uruguay, el equipo argentino se clasificó a Nueva Zelanda (donde fue eliminado) y a los Olímpicos de Brasil 2016. No participaba en Toronto.
Lo obtenido por Argentina fueron 15 preseas doradas, 29 plateadas y 31 de bronce, un total de 75, con lo que se ubicó en séptimo lugar del medallero (ver aparte).
Si se analiza lo cuantitativo, hubo un descenso respecto a las doradas de los juegos anteriores, en Guadalajara 2011, donde la cosecha había sido de 21 de ese tipo, 19 de plata y 35 de bronce.
Ahora hubo seis menos de oro, pero en el total sólo faltó una para empardar lo hecho en tierra mexicana. Sin embargo esos aspectos que podrían tildarse de negativos, no pueden ser considerados como lo principal. Sin subestimarlos y tomando nota de esos patrones de referencia, también hay que ver lo bueno de la actuación en Toronto, donde a pesar que no se participó en fútbol, el básquet quedó rezagado a una quinta posición y las Leonas no rugieron como saben hacerlo.
Hay que destacar el oro del voley masculino frente a Brasil, luego de veinte años sin ganar Panamericanos en este deporte; el bronce del maratonista Mariano Mastromarino; la dupla femenina Ana Gallay y Georgina Klug que ganó el oro a puro músculo en voley de playa, el primer lugar de los karatecas Julián Pinzás y Miguel Amargos, el oro del equipo de varones en hockey y el de Federico Grabich en los 100 metros de natación.
En el cotejo entre Guadalajara y Toronto hay que tener en cuenta que Canadá como organizador sacó de los Juegos a la pelota, donde Argentina había obtenido 4 de sus 21 oros de 2011.
Hasta "La Nación" tuvo que admitir el apoyo del gobierno nacional a los deportistas, en la nota firmada por Hernán Sartori: "Fue inevitable el agradecimiento al ENARD de parte de quienes vistieron la celeste y blanca, porque para estos Juegos hubo una preparación inigualable: una inversión de 350 millones de pesos durante 15 meses, con giras, competencias y equipamiento deportivo. La pata fuerte de ese ente es la administración de los recursos dedicados al deporte olímpico".
Para Sartori "la enorme cuenta pendiente es el apoyo de sponsors privados que identifiquen a su marca con los valores de esos deportistas que hoy les agradecen a sus pares y al Estado". Poniendo estaba la gansa...

Oro y deserciones
Un análisis especial merece la actuación de Cuba que desde la revolución de 1959 en adelante se fue convirtiendo en lo que es hace décadas: una potencia deportiva mundial.
El aspecto principal es que la isla, bloqueada desde hace 53 años por el imperio estadounidense, mostró otra vez sus músculos, inteligencia y valor grupal e individual. Con ese acervo reconocido por amigos y adversarios, ocupó el cuarto lugar panamericano, con 36 medallas de oro, 27 de plata y 34 de bronce, un total de 97. Eso supone objetivamente que se trata de un país de potencial enorme y demostrado en diversas disciplinas, no sólo en el boxeo o el béisbol que supieron ser por mucho tiempo las dos pocas en que brillaba.
Pero la cosecha fue inferior a lo estimado previamente y al historial de los juegos Panamericanos, donde desde 1971 en adelante la isla ocupaba regularmente el segundo lugar. Ese sitial no se mantuvo pues esta vez fue cuarta. Tuvo 22 medallas de oro menos que en Guadalajara, cuando había atesorado 58.
A esos problemas deportivos, con algunos fallos arbitrales adversos y discutibles, se le añadieron los problemas políticos. Al menos doce de sus deportistas desertaron en plena competencia, para cruzar rápidamente la frontera con EE UU, distante 200 km de Toronto.
Hasta ahora estarían confirmadas las deserciones de 8 integrantes del equipo de hockey masculino, por lo que Cuba debió afrontar con 3 jugadores menos su match con Trinidad y Tobago. Asimismo hubo 4 remeros que se fueron a ese destino norteamericano. Se habla sin confirmar que dos clavadistas mujeres también se fueron.
Sin duda que ese fue un fruto amargo, cosecha del espionaje yanqui, la CIA, la AID y de tantos diplomáticos en la SINA que el 20 de julio se convirtió en embajada de EE UU en El Malecón, etc. Son deserciones movidas por esos servicios y por el dólar del capitalismo, que corrompe y al que muchas personas se venden.
El Departamento de Estado está en la base de las deserciones. Siempre las alentó y ahora también incide pues los potenciales desertores piensan que la reanudación de relaciones diplomáticas puede terminar con el excepcional sistema de bienvenida a los cubanos que escapan a EE UU. "Pies mojados son devueltos, pies secos se quedan en USA", es el anzuelo de la "ley de ajuste cubano". Ante la duda que se termine, los desertores se hicieron humo...
No hay que subestimar ni exagerar lo sucedido. El grueso de los atletas se quedó abrazado a su bandera. Mijain López, bicampeón olímpico en lucha declaró: "yo no pensaría jamás en abandonar Cuba. Amo mucho a mi pueblo, a mi país; los que desertaron han traicionado a nuestra revolución. Que sean felices, que han dejado atrás algo muy lindo, que es el socialismo y la dignidad".
Por otro lado, si son 12 los desertores, frente a una delegación de 461 integrantes, significa que sólo desertó el 2,60 por ciento de los atletas cubanos.
Finalmente, lo ocurrido no borra una comparación general. Hasta el triunfo de la revolución, la isla sólo tenía 6 medallas entre Olímpicos y Panamericanos. En Toronto tuvo 97 y en numerosas disciplinas. El socialismo se preocupó por el deporte no tanto por el medallero sino sobre todo por la salud de su gente.


Sergio Ortiz
facebook.com/sergio.ortiz.906
twitter: @Sergioortizpl


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Medalla de oro a la Crisis en Puerto Rico en el huracán de los buitres Oppenheimer funds, Franklin Templeton, Casa Blanca almas negras Chaubloqueo Museo Che Guevara Caballito

De: Purificación González de la Blanca [mailto:p.delablanca@hotmail.com]
                                                                 Ojos para la Paz
De Puerto Rico apenas se comenta nada, sin embargo padece una crisis aún peor que la de Grecia.
"
Aunque en los últimos meses las autoridades han demandado una reestructuración de la deuda, hasta ahora nada indica que se llevará a cabo. Detrás de la negativa de la Casa Blanca se encuentran los intereses económicos de poderosos fondos de inversiones (Franklin Templeton, Oppenheimer Funds, etcétera), que se dedican a poner contra la pared a gobiernos a través de la especulación financiera, conocidos con el nombre de fondos buitre."
- - - Servicio Informativo "Alai-amlatina" - - -
                         Puerto Rico en el huracán de la crisis

Ariel Noyola Rodríguez
ALAI AMLATINA, 27/07/2015.- Por todos los medios posibles, los dirigentes políticos de Estados Unidos pretenden hacer invisible la crisis económica que tienen ante sí. Mientras que hace apenas unas semanas la presidenta del Sistema de la Reserva Federal (Fed), Janet Yellen, insistía que el incremento de la tasa de interés de los fondos federales (federal funds rate) se llevaría a cabo finalmente durante el año en curso (tightening), ahora todo parece apuntar a que no será sino hasta el primer trimestre de 2016 cuando la Fed comience a cerrar el grifo de la liquidez global.

Tanto la caída de los precios (deflación) –consecuencia de la caída en la rentabilidad capitalista–, la extrema debilidad en las expectativas de inversión, como la volatilidad de los mercados financieros, producto de la debacle económica en Grecia y los países más castigados por la crisis de la Eurozona, y el desplome de la bolsa de valores de China, son los determinantes que, según Yellen, postergan la decisión para el próximo año.

Es evidente que Estados Unidos se inclina más en buscar culpables en el exterior que en mirar a sus adentros para resolver su propia crisis. El deterioro industrial de Silicon Valley, Detroit, Virginia occidental, Misisipi, Alabama, así como el atolladero fiscal de la isla de Puerto Rico son signos sintomáticos de la decadencia económica estadounidense, que aunque se han mantenido poco atendidos por Washington en los últimos años, ahora empiezan a ganar presencia mediática.

El caso de Puerto Rico es, por mucho, el de mayor notoriedad. Incluso, voces como la de Hillary Clinton (precandidata a la Presidencia de Estados Unidos por el Partido Demócrata) buscan sacar ventajas electorales haciendo eco de una crisis que, según sus palabras, debe resolverse urgentemente a través del apoyo solidario de la llamada Unión Americana.

Desde hace ya casi 10 años la isla de Puerto Rico se hunde en un mar de deudas. Ahora suman aproximadamente 70,000 millones de dólares, monto que equivale a más del ciento por ciento de su producto interno bruto (PIB).

¿Cuáles son las causas que explican ese alto nivel de endeudamiento? Más que por ser un centro turístico de prestigio mundial, la economía de Puerto Rico venía sobreviviendo gracias a la actividad manufacturera, sobre todo de la industria farmacéutica. Sin embargo, el protagonismo de Puerto Rico en el sector comenzó a disminuir una vez que sus contrincantes asiáticos y del Este de Europa se adelantaron en términos de productividad laboral y desarrollo científico, desde mediados de la década de 1960.

Ya en la siguiente década, las crisis petroleras provocadas por la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) llevaron a que Estados Unidos obligara a la isla a aplicar leyes fiscales que permitieran incrementar la rentabilidad de las empresas estadounidenses. De esta manera, a partir de 1976, las corporaciones multinacionales instaladas en la isla estuvieron exentas de pagar impuestos sobre sus beneficios económicos, situación que marcó el principio de su debilidad fiscal.

Sin embargo, la mundialización capitalista a lo largo de la década de 1990 terminó por socavar todavía más la manufactura del país. El Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) precipitó la salida masiva de capitales hacia México y Canadá, países que se mostraron dispuestos a otorgar mayores condiciones de explotación a los capitalistas norteamericanos en comparación con Puerto Rico: disminución de impuestos, estancamiento de los salarios, desregulación ambiental, etcétera.

De manera paulatina, la economía puertorriqueña comenzó su largo declive. Para colmo de males, a principios del siglo XXI, la isla atravesó por una grave crisis inmobiliaria producto de la desregulación estatal, ya ni qué hablar de las consecuencias de la incorporación de China a la Organización Mundial de Comercio (OMC) en 2001, acontecimiento que terminó por socavar la competitividad de la actividad productiva de la isla del Caribe.

Así, en 2006, bastante agobiado por la desaceleración del crecimiento del PIB, el gobierno de Puerto Rico se decidió finalmente a eliminar el sistema de exenciones fiscales. No obstante, la cura resultó peor que la enfermedad. Ese mismo año la economía se sumergió en la recesión. Desde entonces el país se ha convertido en víctima de una crisis fiscal de enormes proporciones, producto tanto del cierre de empresas como de la emigración masiva de personas hacia Estados Unidos “continental” en busca de oportunidades.

El desempleo en Puerto Rico ya es alarmante. Actualmente la tasa se ubica en un máximo de 14%, casi tres veces el promedio nacional (5.5%). Ante las débiles perspectivas de la economía, las personas emigran a razón de 50,000 por año. Actualmente, la isla apenas posee 3.5 millones de habitantes, en tanto que en territorio estadounidense viven cerca de 5 millones de puertorriqueños (una quinta parte de ellos en el estado de Florida). No hay duda de que cada vez menos personas creen en un futuro promisorio para el país.

Ante el desplome de la economía y la menor captación de impuestos, el gobierno de Puerto Rico optó –de manera equivocada– por incrementarlos, disminuir el gasto público y aumentar las emisiones de bonos. Es evidente que resultaría imposible mantener esa estrategia de manera indefinida. Las medidas sólo contribuyeron a aumentar la deuda, socavar la economía y contraer aún más los recursos a disposición del gobierno.

Después de la bancarrota de Detroit, los inversionistas se desprendieron de los títulos municipales y, con ello, las primas de riesgo (prime interest risk) de los bonos de Puerto Rico aumentaron, limitando severamente su acceso a los mercados de crédito.

Aunque en los últimos meses las autoridades han demandado una reestructuración de la deuda, hasta ahora nada indica que se llevará a cabo. Detrás de la negativa de la Casa Blanca se encuentran los intereses económicos de poderosos fondos de inversiones (Franklin Templeton, Oppenheimer Funds, etcétera), que se dedican a poner contra la pared a gobiernos a través de la especulación financiera, conocidos con el nombre de fondos buitre.

Entre 2006 y 2013, la isla emitió más de 60,000 millones de dólares en bonos, mismos que derivaron en cerca de 1,500 millones de dólares en honorarios para los banqueros de Wall Street y en un gran negocio para los despachos de abogados que defienden el cobro de deudas fraudulentas.

En suma, a Puerto Rico de poco le ha valido la fraternidad del gobierno estadounidense, más dispuesto a salvaguardar las ganancias de los banqueros que apoyar el alivio de la deuda y la recuperación económica en sus municipios y colonias más castigadas por la crisis.


- Ariel Noyola Rodríguez es economista, egresado de la Universidad Nacional Autónoma de  México. Contacto: noyolara@gmail.com. Twitter: @noyola_ariel. 

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