domingo, 5 de julio de 2009

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VIRTIN RED INFORMATIVA

Portada :: Opinión 02-07-2009

El difícil arte de ser mujer

Frei Betto
Adital

Fuera de concurso, en Cannes, una de las películas de mayor éxito en tan renombrado festival francés fue "Ágora", dirigida por el español Alejandro Amenábar. Su estrella es la inglesa Rachel Weiz, premiada con el Oscar 2006 como mejor actriz de reparto por su trabajo en "El jardinero fiel", dirigida por el brasileño Fernando Meirelles.

En "Ágora" ella interpreta a Hipatia, única mujer de la Antigüedad que destacó como científica. Astrónoma, física, matemática y filósofa, Hipatia nació el año 370, en Alejandría. Fue la última gran científica de renombre que trabajó en la legendaria biblioteca de aquella ciudad egipcia. A los 30 años ocupó, en la Academia de Atenas, la silla de Plotino. Escribió tratados sobre Euclides y Ptolomeo, realizó un mapa de los cuerpos celestes y parece que había inventado nuevos modelos de astrolabio, planisferio e hidrómetro.

Neoplatónica, Hipatia defendía la libertad de religión y de pensamiento. Creía que el Universo era regido por leyes matemáticas. Tales ideas suscitaron las iras de los fundamentalistas cristianos que, en plena decadencia del Imperio Romano, luchaban por conquistar la hegemonía cultural.

El año 415, instigados por Cirilo, obispo de Alejandría, algunos fanáticos arrestaron a Hipatia en una iglesia, la maltrataron con trozos de cerámica y conchas y, después de asesinarla, arrojaron el cuerpo a una hoguera. Su muerte paralizó durante mil años el avance de la matemática occidental. Cirilo fue canonizado por Roma.

La película de Amenábar resulta oportuna en este momento en que el fanatismo religioso se está poniendo de moda por esos mundos de Dios. Pero toca también otro tema más profundo: la opresión contra la mujer. Hoy esta opresión se manifiesta de maneras tan sofisticadas que llegan a convencer a las mismas mujeres de que ése es el camino verdadero de la liberación femenina.

En la sociedad capitalista, donde impera el lucro por encima de todos los valores, el patrón machista de cultura asocia erotismo y mercancía. El atractivo es la imagen estereotipada de la mujer. Su autoestima es desplazada hacia el sentirse deseada; su cuerpo es violentamente modelado según patrones consumistas de belleza; sus atributos físicos se vuelven omnipresentes.

Donde hay ofertas de productos -televisión, revistas, periódicos, folletos, propaganda en vehículos, y toda la parafernalia de las telenovelas- lo que se mira es una profusión de senos, nalgas, labios, piernas, etc. Es como una carnicería virtual. Hipatia fue castrada en su inteligencia, en sus talentos y valores subjetivos, y ahora es escarnecida por las conveniencias del mercado. Es sutilmente manipulada en su ansia de alcanzar la perfección.

Según la ironía de Ciranda da bailarina, de Edu Lobo y Chico Buarque, "Si nos fijamos bien / todo mundo tiene acné / marca de apendicitis o vacuna / y tiene lombrices, tiene amebas, / sólo la bailarina no lo tiene". Si lo tuviera sería rechazada por los patrones machistas por ser gorda, vieja, sin atributos físicos que la hagan deseable.

Si abre la boca debe hablar de emociones, nunca de valores; de fantasías, no de la realidad; de la vida privada, no de la pública (política). Y debe aceptar placenteramente ser reducida a la irracionalidad analógica: "gata", "vaca", "avión", "calabaza", etc.

Para evitar ser repudiada, ahora Hipatia debe controlar su peso a costa de enormes sacrificios (¡qué bueno sería destinar a los hambrientos lo que deja de comer!), cambiar el vestuario lo más frecuentemente posible, someterse a la cirugía plástica por mera cuestión de vanidad (¡y pensar que esta especialidad de la medicina fue creada para corregir anomalías físicas y no para dedicarse a caprichos estéticos!).

Toda mujer sabe que, mejor que ser atrayente, es ser amada. Pero el amor es un valor anticapitalista. Supone solidaridad, no competitividad; compartimiento, no acumulación; donación, no posesión. Y el machismo impregnado en esta cultura volcada hacia el consumismo teme la alteridad femenina. Resulta mejor fomentar la mujer-objeto (de consumo).

En la guerra de los sexos, históricamente es el hombre quien señala el lugar de la mujer. Él tiene la posesión de los bienes (patrimonio); y a ella le toca el cuidado de la casa (matrimonio). Y está claro que ella va incluida entre los bienes... Véase la costumbre tradicional, en el casamiento, de añadir el apellido del marido al nombre de la mujer.

En el Brasil colonial se decía que a la mujer del dueño de esclavos le estaba permitido salir sólo tres veces de casa: para ser bautizada, casada y enterrada...

Todavía hoy, la Hipatia interesada en matemática y filosofía es, como mínimo, una amenaza para los hombres que no quieren compartir sino dominar. Pues ellos están repletos de voluntades y parcos de inteligencia, aunque sean cultos.

Si lo atractivo es lo que se ve, ¿por qué espantarse de saber que la media actual de durabilidad conyugal en el Brasil es de siete años? ¿Cómo exigir que los hombres se interesen por las mujeres que carecen de atributos físicos o cuando ya son vencidas por la edad?

Es lástima que aún no se haya inventado botox para el alma. Ni cirugía plástica para la subjetividad.

Osvaldo Bayer argentino entrevistado Sábato Alemania Nazi Raúl Alfonsín Aldo Rico La Tablada Hijos de desaparecidos Noche de las Corbatas Malvinas


AGENCIA DE COMUNICACIÓN RODOLFO WALSH

Buenos Aires, sábado 4 de julio de 2009

OSVALDO BAYER

«Mi sueño es la unión de la izquierda»

(AW)Desde su célebre La Patagonia rebelde en los 70, hasta la última nota periodística en castellano o alemán de la actualidad, su voz se alzó contra el poder y en favor de los rebeldes de cualquier latitud.

Después de haber ganado por demolición varias polémicas políticas, no abundan quienes se le animen en ese terreno. Esas son sus dimensiones más conocidas.

Sin embargo, este «duro de domar» tiene sensibilidades no tan difundidas como llevar flores a la tumba de la actriz Marlene Dietrich, dos veces por año cuando arriba a Berlín y conservar la imagen de su rostro, bello, en un sitio privilegiado de su habitación porteña.

A los 82, Bayer habla serenamente de la muerte, y sus gestos cobran energía cuando se deleita con la amistad, la escritura y la libertad.

–Desde hace varios años usted viaja permanentemente, es una suerte de conferencista itinerante, ¿disfruta de esas actividades?

–Sí, las invitaciones que me llegan de todo el país. No puedo negarme, a pesar de que esa actividad me quita tiempo para escribir, y más cuando son pueblos pequeños, bibliotecas populares, colegios, secundarios, y aunque parezca mentira, escuelas primarias, universidades, villas, gente muy humilde. Si me invitan es porque leyeron algo de mi obra y les interesa. ¿Cómo no voy a ir?

–De todas sus polémicas, con Alvaro Abós, Ernesto Sabato, Mempo Giardinelli, Günter Lorenz, Rodolfo Terragno o Roberto Baschetti, ¿cuál es la que le dejó mayor satisfacción?

–Todas fueron importantes para mí. Pero la que más me gustó fue la que mantuve, en 1979, con Günter Lorenz, presidente del Centro de Estudios Latinoamericanos de Stuttgart, organismo oficial del gobierno alemán. Me invitaron porque se hizo una reunión de intelectuales latinoamericanos y me sorprendió porque había que presentar la ponencia dos meses antes. La envié y una semana después me comunicaron en rudas palabras que estaba «desinvitado», porque hacía críticas al gobierno alemán. Yo seguí enviándole respuestas a esa «desinvitación», y este hombre me respondía a través de cartas. Pero lo hermoso fue que el día que se inauguró ese Congreso de intelectuales, el diario Frankfurter Rundschau publicó entera mi ponencia, dos páginas. Fue un triunfo absoluto porque el texto lo leyó muchísima gente más que si hubiera dado la ponencia en el Congreso. La derrota de este hombre fue total, y hasta lo hicieron renunciar. Yo también hablaba de cosas positivas de Alemania, pero no podía dejar pasar la venta de armas a la dictadura, por ejemplo. Pero cada vez que defendés una causa justa o hacés una denuncia fuerte, tenés problemas, es así en todos lados.

–En una época usted dedicaba bastante empeño a polemizar con Ernesto Sábato. ¿Cómo está esa relación?

–Él no me contestó más y se acabó. Está muy viejo y ya no puede defenderse. Por eso no lo ataco más.

–¿Qué otras facetas, no tan conocidas, constituyen a Osvaldo Bayer?¿Quién es además del historiador, del cronista con opinión, del defensor de los perseguidos y rebeldes?

–Me gustan mucho las plantas, desgraciadamente no tengo tierra para cultivarlas, si no me pasaría sembrando diversos verdes, flores y árboles. Nuestros ancestros eran campesinos, acá tenemos un patiecito que está todo verde, y salieron plantas maravillosas, altísimas. Claro, esto siempre que uno las acaricie, les hable y les de agua. Noto que esto tiene su gran valor. Cuando vuelvo de mis viajes de Alemania reviven apenas las acaricio y les digo algo: que hay que tener confianza, seguir creciendo, adornando a la vida, ayudando a la naturaleza como lo hacen los vegetales, les doy palabras de elogio y de aliento, sobre todo cuando son chiquititas.

–¿Qué opina acerca de lo que generó política y mediáticamente la muerte de Raúl Alfonsín, meses atrás?

–Tuve algunos recuerdos: el primero fue esa represión feroz e innecesaria en La Tablada. Alfonsín se había negado a reprimir a Aldo Rico, nos dijo «la casa está en orden» y, cuando ocurrió lo de La Tablada, pese a que el jefe de Policía expresó que lo resolvía con lanzagases y medidas menores, él envió al general Arrillaga, quien había sido represor en Mar del Plata, responsable de la Noche de las Corbatas, durante la que desaparecieron varios abogados militantes de derechos humanos. Ese general vive acá a cuatro cuadras, con los pibes de Hijos y otras organizaciones le hicimos un escrache, y yo fui quien dijo el discurso frente a la casa de ese hijo de puta.

–Al morir Alfonsín muchos lo reivindicaron como «el padre de la democracia»…

–Bueno, es que «supo morirse» Alfonsín. Su muerte le devolvió cierta importancia al partido radical, tanto es así, que su hijo fue candidato en las elecciones, cuando antes no tenía ninguna o escasa presencia. Yo también recuerdo cómo hicieron los alemanes para superar al nazismo –vivía en Alemania en ese entonces–, y esperaba otra medidas de la democracia argentina, y no ese tanteo «quesiquenó» propio de Alfonsín.

–¿Alguna vez habló con él?

–Sí. En una ocasión nos invitó una universidad alemana a un debate titulado «Argentina después de Malvinas». Invitaron a seis intelectuales que vivieron durante la dictadura en la Argentina y seis que estuvieron en el exilio, y ahí tuvimos este encuentro antes de que asumiera Alfonsín como presidente. El primero en hablar fue él, pero los alemanes mismos esperaban otra cosa, que explicara por qué había sido posible esa tiranía, y noté que los alemanes habían quedados decepcionados por la intervención de Alfonsín. Cuándo pasamos a las preguntas, traté de ayudarlo y dije que habíamos recuperado la democracia pero teníamos que preguntarnos cómo los argentinos permitimos que fuera posible una dictadura que llevó a la desaparición a decenas de miles de personas, el robo de niños, las torturas de los prisioneros. Le señalé que faltaba autocrítica, que los partidos políticos habían fracasado porque hicieron posible esa dictadura. Así había caído el radicalismo en el año 1930 con el golpe de Uriburu. Y cómo los partidos habían colaborado con ciertas dictaduras, por caso, el radicalismo les dio el ministro del Interior, el señor Mor Roir, a la tiranía de Lanusse. Además señalé que existieron tremendas represiones durante períodos constitucionales y esos partidos no se habían hecho la autocrítica. Como, por ejemplo, el radicalismo con la Patagonia Rebelde, la Semana Trágica y La Forestal.

–¿Cómo reaccionó él?

–Se paró –estábamos todos sentados– y en forma desaforada, señalándome con el dedo, gritó: «Parece mentira que un exiliado, uno que se escapó de la Argentina, viene a enseñarnos democracia a nosotros que estuvimos allá luchando por la democracia y no nos escapamos. Y además miente, el radicalismo nunca ha colaborado con una dictadura». No fue la reacción de un hombre genuinamente democrático.

–¿Cuál es su balance del gobierno de Néstor Kirchner y el actual de Cristina Fernández?

–Hay que decir la verdad, no se puede disfrazarla. Este gobierno ha hecho posible que algunos represores vayan a la cárcel, muy pocos, pero fueron. Los juicios marchan lentos, pero hay juicios. Ahora, en lo demás, creo que no se ha hecho mucho. Le falta una línea social, una política y una económica. Todos vivimos entre la noche y la niebla, no sabemos qué va a pasar el día siguiente, es todo una cuestión de candidatos. No se pueden hacer alianzas con gente que participó de golpes militares, como Aldo Rico u otros de extrema derecha. No se puede seguir con gente comiendo de la basura o prostituyéndose desesperada para sobrevivir. La comida debería estar al alcance de todos y la carne no puede ser un artículo de lujo en nuestro país. No podemos continuar con el «gatillo fácil». No se puede hacinar y matar a los presos sociales sin que haya responsables. Cómo es posible que haya chicos ajeros que trabajan en Mendoza 12 o 14 horas cuando tienen 8 o 10 años, ¡hay que ver sus manitos! ¿Se callan la boca como si fuera un problema provincial? Esto sólo es motivo para intervenir esa provincia. ¿Y la maniobra contra militantes del Movimiento Teresa Rodríguez y el Frente de Acción Popular que terminó con 12 encarcelados? Ellos sólo fueron a repudiar los crímenes del Estado de Israel y los acusan de antisemitas, un disparate.. Y otra cosa que no quiero olvidarme: cómo puede estar presa y sin las salidas transitorias que les corresponden Karina Germano López, «La Galle», una militante de Hijos, y el mismo tribunal que no la deja salir a ella, dictaminó la excarcelación de Astiz y de Acosta, dos genocidas de la Esma. ¿Qué hacen esos jueces en funciones?

–A pesar de estas críticas usted firmó un texto de Carta Abierta, un espacio que apoya al Gobierno….

–Yo firmé porque es un ámbito de debate entre intelectuales y la firma no implica un apoyo incondicional al Gobierno. Pero las críticas que uno pueda tener no significan un aval al avance de una oposición completamente de derecha. Porque lo que viene después de este gobierno es peor, es la derecha. Así parece que siempre hay que elegir el mal menor en la Argentina. Por otro lado, la izquierda sigue dividida, entonces esa es la tristeza de una persona como yo, que siempre estuvo actuando en política, no en los partidos, pero sí en contacto con las bases.

–¿Cuándo empezó a definirse como anarquista?

–Mirá, mi padre era socialista, pero él hablaba siempre de socialismo en libertad. Si bien era socialdemócrata, simpatizaba con el movimiento obrero anarquista, sin estar demasiado comprometido. Yo soy un hombre que no cree en las divisiones, las internas me destrozan, mi sueño es la unión de la izquierda. Yo no hago ninguna división entre socialistas, comunistas, trotskistas, anarquistas o peronistas de izquierda. Los considero a todos esforzados luchadores. Lo que dijeron Marx, Trotsky, Lenin y Bakunin, entre muchos otros, lo dijeron en otras sociedades y contextos. Ahora el capitalismo tiene otras armas, y hay que lograr la unidad. Por eso la izquierda argentina debería ponerse de acuerdo en tres puntos: no más niños con hambre, eliminar las villas miserias y que todo el mundo tenga trabajo. Eso sería un gran comienzo.

–¿Qué es el anarquismo hoy?

–Sigue siendo una utopía, es el socialismo en libertad, donde todo tiene que conseguirse en la libre discusión y en la asamblea. El mundo se ha complicado muchísimo para seguir creyendo en eso, pero sí se puede alimentar el debate, favorecer la discusión y respetarse, resolver las cosas por lo menos por mayoría y no por un pequeño núcleo de dirigentes y ahondar paso a paso el socialismo. Por ejemplo, recomendar las cooperativas como alternativa al capitalismo es fundamental. Y lo que han logrado las cooperativas en el mundo con sus gobiernos surgidos en asambleas es notable, saben repartir las obligaciones y los productos. Tenemos que aprender de todos y aprender a no refugiarnos, ya no en torres de marfil, sino en altillos de azotea sin escuchar lo que dice la calle.

–En un plano más íntimo, ¿cuál fue su modelo de pareja?

–Con mi pareja tuve mucha suerte, nos casamos muy enamorados y ahora se van a cumplir 57 años que estamos juntos. Tuvimos cuatro hijos, diez nietos, y mi mujer fue muy compañera mía, muchas veces me quedé sin trabajo, fui dejado cesante, y ella nunca me reprochó ni me dijo que cambiara mi forma de vida. Cuando aparecí en la lista de la Triple A, en 1974, conversé con mi mujer y le dije: «Tenés que irte ya mismo del país con los chicos, yo no quiero irme». Ella lo comprendió y se fue a Europa en barco, a empezar una vida desde cero. Y allá empezó a trabajar en la sección administrativa de un supermercado. Por supuesto, después tuve que irme yo, porque acá vivía en la ilegalidad y no podía hacer nada. Allá empezamos de cero y continuamos la crianza de nuestros cuatro hijos. Y eso que acá habíamos logrado un sueño: teníamos una casa en el bajo Martínez, con árboles, donde hacíamos asado para los amigos y la familia. Yo regresé del exilio, pero mis hijos estudiaron allá, se casaron allá, los nietos nacieron allá. Mi mujer no quiso venir a la Argentina, le gusta vivir allá, ahora yo viajo dos veces por año allá, y ella lo hace dos veces por año para acá.

–¿Cómo fue su relación con el escritor Osvaldo Soriano?

–Como tiene que ser la amistad entre dos seres humanos que buscan otra cosa en la vida. Y como siempre pasa con las grandes amistades, empezó con una pelea. Una vez, en el año 68 o 69, creo que en la revista La Semana leo un artículo sobre Severino Di Giovanni escrito por un tal Osvaldo Soriano. Y, justamente, yo estaba haciendo una investigación sobre Severino, donde descubrí que su vida era totalmente opuesta a la versión policial. Pero en la nota veo que era precisamente la versión policial, entonces llamé indignado a la revista. Y el director, piola, me dice: «Mirá, te doy con el redactor que la escribió». Entonces aparece en el teléfono él: «Soriano, mucho gusto». «Ah, usted es el autor de la nota». «Sí». «¿Usted escribe solamente lo que dice la policía?». «¿Por qué me lo dice?». «Porque su nota sobre Severino es un disparate total». «¿Y qué quiere?, el mismo día del cierre me dicen que debo escribir la nota, fui al archivo y era todo lo que había en el sobre». «Ah, ¿y si el sobre dice la gran mentira de siempre de la policía usted la escribe?» . Y no se por qué, me agarró tanta bronca que le dije: «¿Sabe lo que es usted, Soriano?». «No, qué soy». «Usted es poco hombre». «Bueno, gracias», y colgó. Esto pasó en 1974 o 1975.

–¿Cuándo se volvieron a ver?

–Muchos años después, en la Feria del Libro de Frankfurt. Lo veo al editor Daniel Divinsky, que está con un gordito. Y Divinsky me dice: «Te presento a Soriano». Yo no me acordaba ya del otro episodio, acababa de leer ese gran libro Triste, solitario y final, de Soriano. Y entonces le digo: «Vos sos un escritor maravilloso, me gustó mucho tu libro». Y Soriano me responde: «Sí, pero yo soy poco hombre». «¿Qué sos qué», le pregunto. «Soy poco hombre, me lo dijiste vos por teléfono hace ocho años cuando escribí una nota sobre Severino Di Giovanni». Y ahí mismo fuimos a tomar una copa y nació una amistad entrañable. Durante el exilio le gustaba venir a Alemania, muchas veces fue a visitarme, pasó semanas enteras con nosotros, primero en Hessen, donde vivía, y después en Berlín. Y cuando volvimos a la Argentina, seguimos siendo amigos, hacíamos reuniones acá, ahí donde está la mesa, ahora llena de diarios, ahí nos reuníamos un grupo de cinco: León Rozitchner, David Viñas, Tito Cossa, Soriano y yo.

–¿Cómo eran esos encuentros?

–Bueno, comíamos empanadas salteñas, hay una casa aquí cerca que las hace muy ricas, y tomábamos buen vino. Y las discusiones casi siempre las llevaban Viñas y Rozitchner, porque Soriano llegaba 15 minutos tarde, después de las nueve, a propósito. Era un pícaro tremendo, tiraba un tema sobre la mesa y ahí empezaba la discusión. Entonces Rozitchner y Viñas terminaban discutiendo como locos. Y Soriano nos miraba y sonreía.

–¿Recuerda alguna de esas discusiones ?

–Sí. Una vez, cuando llegó tarde, nosotros creo que ya estábamos tomando las primeras copitas y Osvaldo dijo: «¿Saben por qué demoré? Porque vine caminando, pasé por la iglesia, ahí enfrente de la iglesia redonda de Belgrano, y no sé, hubo algo que me atrajo, me atrajo, me fue llevando hasta adentro de la iglesia. Entonces me metí, vi esa atmósfera y uno de los altares donde estaba Cristo crucificado me empezó a atraer, tuve que ir allí y terminé arrodillado». Entonces León Rozitchner dice: «y claro, ahora te comprendo, porque ustedes los católicos son todos degenerados, porque se posternan ante un elemento de tortura como es la cruz esa y gozan viéndolo torturado. Y en la cama matrimonial, siempre un crucifijo, un instrumento de tortura, para gozar, ahí gozan, degenerados». Intervino enseguida David: «No, no León, pará la mano. Vos hablás como judío, pero yo también puedo opinar con fundamento porque mi madre fue judía y no es tan así, eso no es el cristianismo, y la cruz no es solamente un instrumento de tortura». Así empezó la discusión entre ellos dos, eclipsaban toda la conversación, y seguían hasta que terminaban diciéndose de todo. Fue una gran joda urdida por Soriano. Le gustaba la provocación.

–¿Qué cambió en su escritura ahora, a los 82, respecto de su juventud?

–Uno atesora tanto la juventud cuando es viejo porque antes era capaz de escribir 48 horas seguidas. En cambio, ahora llegás a las 7 de la tarde y adiós. Pero hay más intimidad cuando uno escribe ahora. Ya no quiere decir tantas cosas, sino que transmite una especie de síntesis. Escribo siempre en la computadora, pero no sabés lo lindo que es escribir a mano, como antes. Porque cuando escribís a mano, las letras persiguen al pensamiento.

–¿Qué obras pensó en escribir y luego y dijo «ya no la escribo»?

–Me pasó algo parecido a eso hace poco. Escribí un libro sobre una montonera, que es una biografía absolutamente real. Ya está hecho, pero lo quiero revisar. Hace un año más o menos que está ahí, pero no sé, no sé si he logrado realmente el clima que quería. Ahora la voy a leer nuevamente y evaluaré si vale la pena o no.

–¿Cómo se relaciona con la idea de la muerte?

–Mirá, yo a la muerte la espero como algo que tiene que venir. Recuerdo cuando el médico alemán que me operó de cáncer me dijo que tenía tres meses de vida. En ningún momento decaí o me puse triste, pensando en todos los jóvenes que murieron durante mi vida y allí mismo, donde estuve internado, viendo los jóvenes que morían de cáncer, yo tenía más de 70 años y me dije «qué me puedo quejar yo, si ya viví 70 años». De tal modo que lo tomo como el destino, como hay que tomarlo, como algo que no se puede eludir. Lo único que me gustaría, sí, es quedarme dormido, cualquier noche, acá en mi habitación.

–Hablando de su habitación, ¿qué fue lo que lo cautivó de la actriz y militante antinazi Marlene Dietrich cuyo cuadro ocupa ese lugar de privilegio?

–Ja, ja, ja. Son varias cosas. Primero porque desde chico me gustaron mucho sus canciones en ese lenguaje berlinés reo. Es realmente un lenguaje sabio. Luego, es una actriz fundamental del cine mudo y hablado, pero mientras estuvo en Alemania, porque cuando fue a Estados Unidos y empezó a hacer películas de Hollywood, fue del montón. Está claro que me gustó su posición antinazi, daba ánimo a los soldados en el frente. Ella era una auténtica berlinesa que anhelaba estar en Alemania y recién volvió después de la guerra. Cada vez que voy a Berlín, visito su tumba y le llevo flores. También me encantaba su libertad, siempre luchó contra el machismo. En un célebre reportaje le preguntaron cuántos amantes había tenido. Marlene dijo: «Tuve diecinueve, quince hombres y cuatro mujeres». ¡Era una atorranta divina! Y bueno, ella y Greta Garbo fueron amantes, imaginate, ¡qué dúo ¿no?!

Oscar Castelnovo

(Agradecemos a la revista Acción, donde se público originalmente esta entrevista)

OEA resolución sobre expulsión de Honduras por golpe de estado contra Manuel Zelaya democracia burlada violencia burguesa cardenal cómplice

foto Toto : hay una mano negra tras el golpe de estado hondureño ó por lo menos un cómplice


Resolución de la OEA sobre expulsión de Honduras

domingo, 05 de julio de 2009

05 de julio de 2009, 00:51Washington, 5 jul (PL) La Asamblea General de la Organización de Estados Americanos (OEA) suspendió a Honduras del sistema interamericano, condenó el golpe de Estado que depuso al presidente constitucional José Manuel Zelaya y exigió su restauración.

Con una votación unánime de sus 33 miembros (excepto Honduras que es el 34) fue aprobado el texto leído por el canciller argentino Jorge Taiana durante una reunión extraordinaria que comenzó ayer y terminó las primeras horas de hoy.

El documento señala que la Asamblea General, profundamente preocupada por el agravamiento de la crisis actual en la República de Honduras como resultado del golpe de Estado en contra del gobierno constitucional y la detención arbitraria y expulsión del país del presidente constitucional José Manuel Zelaya Rosales que produjo la alteración inconstitucional del orden democrático;

Reafirmando la importancia del respeto irrestricto a los derechos humanos y las libertades fundamentales, y el principio de la no intervención en los asuntos internos de otros Estados;

Habiendo recibido el informe del secretario general sobre las gestiones diplomáticas realizadas según lo previsto en el artículo 20 de la Carta Democrática Interamericana y dirigidas a restaurar la democracia y el Estado de Derecho, y a la restitución en su cargo del presidente José Manuel Zelaya Rosales, y observando que estas gestiones han sido infructuosas;

Constatando que el régimen surgido del golpe de Estado rechazó acatar lo establecido en la resolución AG/RES. 1 (XXXVII-E/09) adoptada por el trigésimo séptimo período extraordinario de sesiones de la Asamblea General de la OEA, el 1 de julio de 2009; y

Habiendo tenido una votación entre los Estados miembros en los términos del artículo 21 de la Carta Democrática Interamericana, resuelve:

Suspender al Estado de Honduras del ejercicio de su derecho de participación en la OEA de conformidad con el artículo 21 de la Carta Democrática Interamericana. La suspensión tendrá efecto inmediatamente.

Reafirmar que la República de Honduras deberá continuar observando el cumplimiento de sus obligaciones como miembro de la Organización, en particular en materia de derechos humanos e instar a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) a que continúe adoptando todas las medidas necesarias para la tutela y defensa de los derechos humanos y la slibertades fundamentales en Honduras.

Enconmendar al secretario general que, junto a representantes de varios países debidamente designados, intensifique todas las gestiones diplomáticas y que promueva otras iniciativas para la restauración de la democracia y el estado de Derecho en la república de Honduras y a la restitución del presidente José Manuel Zelaya Rosales de manera que pueda cumplir con el mandato para el cual fue democráticamente elegido e informe de inmediato al Consejo Permanente. Ninguna gestión implicará el reconocimiento del régimen surgido de esta ruptura del orden constitucional.

Alentar a los Estados miembros y a las organizaciones internacionales que revisen sus relaciones con la república de Honduras durante el período de las gestiones diplomáticas para la restauración de la democracia y el estado de Derecho en la república de Honduras y la restitución del presidente José Manuel Zelaya Rosales.

Instruir al secretario general que remita esta resolución a los demás organismos del sistema interamericano y al secretario general de Naciones Unidas.

lma