jueves, 27 de agosto de 2009

COMUNICACION AUDIOVISUAL DEMOCRATICA NACE EN LA ARGENTINA AMORDAZADA Y COACCIONADA POR LEYES MILITARES

Presentación del proyecto de ley de Servicio de Comunicación Audiovisual
jueves, 27 de agosto de 2009

PALABRAS DE LA PRESIDENTA DE LA NACIÓN, CRISTINA FERNÁNDEZ, EN EL ACTO DE PRESENTACIÓN DE LA LEY DE SERVICIO DE COMUNICACIÓN AUDIOVISUAL


Muy buenos días a todos y a todas.

Señores gobernadores; vicegobernadoras; legisladores; Madres y Abuelas: tal cual lo enunciara en el mensaje que dirigí al Parlamento con motivo del inicio de las Sesiones Ordinarias este año, 1º de marzo de 2009, el Congreso va a debatir este año, el proyecto de ley de Medios Audiovisuales que sustituye a la vieja ley de la dictadura.

No es casualidad tampoco que hayamos elegido este día, Día de la Radiofonía y además el 5º aniversario de la constitución de la coalición democrática que precisamente fue el conjunto de organizaciones no gubernamentales que impulsó una nueva ley de medios que sustituyera a la dictadura. A ellos muchas gracias por haber tenido la férrea voluntad durante tanto tiempo. (Aplausos)

Es de ellos, es de ustedes, es de todos los que queremos vivir en una Argentina más democrática y más plural, este proyecto. No es de este Gobierno, no es de un partido político; es de la sociedad, es también en nombre de los 118 periodistas detenidos desaparecidos durante la dictadura, (Aplausos) que con su vida dieron testimonio de lo que es el verdadero ejercicio de la libertad de prensa.

Esta ley tiene una metodología novedosa. Como anteproyecto la presentamos un 18 de marzo en la ciudad de La Plata para que fuera discutida en foros en todas las provincias y en todas las regiones argentinas; más de 23 foros, más de 80 conferencias, participación de todos los sectores para que realmente constituya un proyecto colectivo, un proyecto común.

Algunas de las cuestiones fundamentales de sus contenidos: el establecimiento de tres segmentos de la información y de los medios audiovisuales. El campo de los medios audiovisuales que hoy mayoritariamente es de carácter comercial y solamente hay un pequeño espacio para el sector cooperativo, para el sector de las ONG, va a cambiar en forma estructural, porque un tercio será para el espacio comercial, un tercio para el espacio público y un tercio para las organizaciones no gubernamentales; universidades, iglesias, sindicatos, asociaciones de profesionales, podrán acceder también a frecuencias para poder hacer conocer su voz. (Aplausos)

Se sustituye el viejo directorio militar por un organismo amplio, plural en el que participan Poder Ejecutivo y oposición parlamentaria creándose también organismos como el Consejo Federal donde van a intervenir todas las provincias y todos los actores, los privados, los públicos, los cooperativistas, las organizaciones no gubernamentales, los pueblos originarios, para el control de lo que significa el derecho al acceso a la información pública y a la libertad de prensa.

Alguien decía, Mariotto creo, que pasaron veintiséis años sin que ningún Poder Ejecutivo -y cuando digo ninguno es ninguno- enviara este proyecto de ley al Congreso. Es curioso, se ha hablado en los últimos tiempos, fundamentalmente a partir del año 2003, de gobiernos con superpoderes, los mismos poderes que se tenían durante los años ´90 en todas las legislaciones y que tienen en numerosas provincias. Lo que pasa que esas facultades que tenían en todas las legislaciones eran facultades que se ejercían no a favor de la sociedad sino para privatizaciones, para bajar sueldos, para achicar presupuestos sociales. Mientras eso fue así, nadie habló de superpoderes. Se comenzó a hablar de superpoderes cuando esas facultades que estaban años en nuestra legislación comenzaron a usarse a favor de la sociedad, a favor del pueblo. (Aplausos)

Yo me permito una hipótesis, una hipótesis porque uno tiene la obligación de ciertos términos, pero para mí, en mi fuero más íntimo es una certeza. Yo tengo una respuesta para esa pregunta que se hacía Mariotto de por qué durante 26 años nadie envió un proyecto. Porque mientras hablaban de los superpoderes en realidad había un suprapoder en la República Argentina, un suprapoder, suprapoderes, lo que significa que por sobre los poderes instituidos por la Constitución, del Ejecutivo, del Legislativo y del Judicial, hay otros poderes, sutiles y no tanto, que tienen la suficiente fuerza para imponer y arrancar decisiones en cualquiera de los tres poderes a partir de la presión.

Por eso conceptos como libertad de expresión, como libertad de prensa, como derecho a la información, deben ser concebidos e interpretados en su correcta dimensión. Porque libertad de expresión no puede convertirse en libertad de extorsión. (Aplausos) Porque libertad de prensa no puede ser confundida con la libertad de los propietarios de la prensa. (Aplausos) Y porque el derecho a la información significa el derecho a toda la información, no al ocultamiento de una parte de la información y a la distorsión y manipulación de la otra parte. Porque en definitiva libertad de prensa, libertad de expresión, derecho a la información, sus titulares no son los que tienen la noble función de ejercer el periodismo y lo han elegido como vocación, tampoco está su titularidad en la cabeza de los que son propietarios de las grandes empresas periodísticas; libertad de prensa, libertad de expresión, derecho y acceso a la información están en cabeza de todos y cada uno de los ciudadanos que conforman este bendito país que son los verdaderos propietarios de estos derechos. (Aplausos)

Esta ley busca consagrar esa pluralidad, estos principios de que todos puedan ser escuchados, que la voz de todos y de todas pueda ser escuchada, la de los que nos gustan y la de los que no nos gustan; la de los que nos conviene y la de los que no nos convienen a cada uno de nosotros.

Pero además también sería ingenuo no advertir la necesidad de esta norma como un salto a las nuevas tecnologías. Cuando se sancionó esta ley, además de haberlo sido por una dictadura, lo más moderno que existía en materia de comunicaciones era el fax. Esta es también la historia contemporánea de la sanción de esta ley.

Hoy el advenimiento de las nuevas tecnologías, la digitalización, la incorporación de nuevas normas exige la apertura de nuevos y mayores actores, pluralidad de actores que garanticen a todos los ciudadanos que vamos a poder acceder a las mejores tecnologías y a los mejores precios también de esas tecnologías; la necesidad de garantizar esa apertura es imprescindible.

Yo creo que esta ley va a poner a prueba a la democracia argentina, va a ponerla a prueba porque vamos a ver si en nuestro Parlamento..., y hablo de nuestro porque yo me siento allí como ciudadana, yo tengo representantes. Tengo representantes como miembro del Poder Ejecutivo, en toda organización democrática hay un sector oficialista, pero también tengo representantes como ciudadana simple y como ciudadana rasa porque yo voté diputados y senadores para que representaran los intereses precisamente del conjunto. Y creo que como nunca se va a poner a prueba la capacidad de ese Parlamento, que en otras oportunidades y en otras etapas históricas se vio agobiado por las secuelas de lo que fue la tragedia de 30 años de historia que arrancaron a ese Parlamento leyes no queridas. Creo y estoy convencida de que hemos adquirido la madurez institucional para poder decidir en nombre y representación precisamente de los que nos han votado y de los intereses del colectivo social.

Estoy absolutamente convencida de que en esta prueba a la que va a ser sometida nuestra democracia va a salir victoriosa. ¿Y saben por qué? Porque creo que han sido demasiados años en los cuales todos, no solamente quienes trabajan en política o tienen responsabilidades institucionales, sindicales o empresariales, han visto coartadas sus libertades al no poder escuchar su voz frente a otra voz, su expresión y su verdad frente a otra verdad o frente a otra mentira. Pero en definitiva creo sinceramente que es una oportunidad histórica que tenemos los argentinos para mostrar ante el mundo eso que tanto reclamamos permanentemente y que es la calidad institucional.

No hay calidad institucional únicamente por las formas, la calidad institucional es de fondo, es de contenido, es de sustancia, es cuando las instituciones de la Constitución sirven al pueblo y solamente al pueblo y no a otros intereses.

Muchas gracias a todos los que durante tanto tiempo esperaron, trabajaron y lucharon por este momento. Muchas gracias. (Aplausos)

Mónica
monica@loquesomos.org


difunden: el 1er. Museo Histórico Suramericano "Ernesto Che Guevara", la Escuela de Solidaridad con Cuba "Chaubloqueo" y el Centro de Registro de Donantes Voluntarios de Células Madre
Irene Perpiñal y Eladio González - directores   calle Rojas 129  local (Caballito) Capital -AAC1405-Buenos Aires-República Argentina  telefax: 4-903-3285 email: museocheguevara@fibertel.com.ar
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a solo 25 metros de la Estación "Caballito" del Ferrocarril Oeste y a cien metros de la Estación de Subterráneos "Primera Junta" de la vieja línea "A"
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¡Salven a los argentinos! "las ballenas"

COLOMBIA RECUERDA A ERNESTO GUEVARA Y A ALBERTO GRANADO A SU PASO POR BOGOTÁ Eduardo Santa Eladio González Toto CHAUBLOQUEO MUSEO CHE GUEVARA

COLOMBIA   RECUERDA   A   ERNESTO GUEVARA  Y  A   ALBERTO  GRANADO   A

SU  PASO  POR   BOGOTÁ      

 Eduardo Santa    -    Eladio González  Toto

CHAUBLOQUEO -   MUSEO CHE GUEVARA

 
Bogotá ,  1º de Marzo de 1997.  
 
Por varias personas colombianas que han tenido la oportunidad de visitar el importante Museo Ernesto Che Guevara, de Santa Clara, Cuba, me he enterado de que en una de sus salas se exhibe el primer libro que publiqué, circunstancia que me honra. 
 
Se trata de la primera edición de "La Provincia Perdida", un pequeño volumen de estampas aldeanas, editado en Bogotá en 1951.
 
El ejemplar que se conserva en el Museo tiene una dedicatoria mía a Ernesto Guevara:  fue a él que le entregué personalmente en el mes de Julio de 1952, cuando él pasó en compañía de Alberto Granado, por la ciudad de Bogotá.
 
En realidad, yo tenía ya conocimiento de que tal ejemplar se encontraba en Cuba, como parte de una donación que le fue destinada a ese Museo, hace relativamente muy poco tiempo, según me informó el intelectual argentino Eladio González (Toto) a su paso por nuestra capital colombiana en 1995.  El quería saber cómo y en qué circunstancias había ocurrido aquel encuentro con el Che. 
 
Todo parece indicar que el intelectual argentino escribió algo ó le comentó a alguien sobre el tema, pues al poco tiempo empecé a recibir un buen número de cartas de cubanos, residentes en La Habana, Guanabacoa, Ciego de Avila, Camagüey, Manzanillo, Bayazo, Santiago de Cuba y otras poblaciones.  Bellas y cordiales cartas, de vinculados al grupo Chau Bloqueo, de personas de diferentes ocupaciones y edades: profesionales, enfermeras, estibadores, oficinistas, amas de casa, taxistas, ancianos, jóvenes y niños; todos ellos con el deseo de saber cómo había sido aquel encuentro que le relaté al amigo Eladio González, quien rinde un verdadero culto al formidable ideólogo y gran prócer de la revolución social latinoamericana.   
Todavía sigo recibiendo cartas en este sentido, las cuales guardo con cariño y deferencia especiales, porque ellas son el testimonio del calor humano que caracteriza a ese noble pueblo de Cuba y constituye un lazo de amistad que me aproxima cada vez más a su lucha por la dignidad, por la independencia, por la libertad y hacen crecer mi admiración por su historia y por sus tradiciones democráticas. 
 
Esa gran cantidad de misivas que han llegado a mis manos desde la gran isla caribeña, me obliga a escribir, por primera vez en tanto tiempo transcurrido, sobre las circunstancias particulares de aquel encuentro con el Che, y el recuerdo que conservo fresco desde entonces. Cuando el Che pasó por Bogotá, en julio de 1952, yo tenía veinticinco años, estaba terminando mi carrera de abogado en la Universidad Nacional de Colombia y hacía apenas unos meses que había publicado "La Provincia Perdida" con mis pocos ahorros de estudiante.  Recuerdo que, para hacerlo, había tenido que sacrificar el dinero que mi madre me había enviado, desde una lejana población del Tolima, para la excursión que por toda Suramérica proyectaban mis compañeros de curso para celebrar la terminación de nuestros estudios universitarios. 
 
Fuí el único que dejó de asistir a tan espléndido viaje, porque preferí gastar la cuota de la excursión en la que fue mi primera experiencia de editor y de autor, privándome de un viaje tan halagüeño; de salir por primera vez de mi país; de conocer otras ciudades tan interesantes como Lima, Quito, Valparaíso, Santiago, Buenos Aires, Montevideo, Río de Janeiro; de apreciar otras culturas y gozar de las múltiples atenciones de las que fueron objeto mis afortunados compañeros.  En el fondo, mi inapelable decisión de privarme de todo aquello fue una afirmación de mi verdadera vocación de escritor. Un compromiso indeclinable con las letras, a las cuales me he dedicado por completo y sin desfallecimientos, desde aquella época lejana.
 
Por aquel entonces yo vivía en la Ciudad Universitaria.  Ocupaba un modesto cuarto en el tercer piso del edificio Santander (que todavía existe) en las residencias universitarias, donde se albergaba buena parte de los estudiantes de provincia.  En las primeras horas de la tarde de aquel día de julio de 1952, alguno de mis compañeros residentes pasó por mi pieza para avisarme que dos jóvenes argentinos querían hablar conmigo y me estaban esperando en la recepción del edificio. 
 
Bajé de inmediato, movido por la curiosidad de saber quiénes eran aquellos inesperados visitantes.  Se trataba en efecto, de Ernesto Guevara y Alberto Granado.  Venían desde el extremo sur del continente, desde Argentina, viajando ambos en motocicleta, recorriendo miles de kilómetros por carreteras destapadas, atravesando muchos países, cruzando por altas cordilleras, inhóspitas selvas y caudalosos ríos, venciendo toda clase de obstáculos, como si con ello quisieran probar no solamente su fortaleza física sino la fe inquebrantable en la realización sistemática de todos sus nobles ideales, hasta conquistar metas casi inalcanzables.  
 
Este peregrinaje heroico por países convulsionados e inseguros, sin dinero, ni papeles de recomendación, desafiando las fuerzas mismas de la naturaleza, ya nos pone de manifiesto el carácter del Che Guevara desde los primeros años de su juventud.
La primera impresión que me causó el que entonces era un joven de veinticuatro años llamado Ernesto Guevara, fue bastante favorable.  Como éramos casi de la misma edad (estábamos entre los veinticuatro y los veinticinco años) y ambos éramos universitarios, la comunicación fue fácil y espontánea. 
 
Guevara estaba terminando sus estudios de Medicina y yo los de Derecho.  Quería hablar conmigo porque yo era, en aquel entonces, un destacado líder de la izquierda estudiantil.  Junto al ideólogo Antonio García y los estudiantes Rubén Darío Utría y Mauro Torres luchaba por darle vida a un nuevo partido socialista que tenía por siglas M.S.C. (Movimiento Socialista Colombiano) y por máximo ideólogo a Harold Laski.  Además había sido presidente de la Asamblea Nacional Universitaria, había intervenido activamente en la revuelta popular del 9 de Abril de 1948 y tenía en mi hoja de vida varias entradas a la cárcel:entre ellas, una por editar y distribuir un periodiquillo clandestino que bautizamos con el expresivo nombre de "Llamarada". 
 
Fuera de esta especie de prontuario, acababa de publicar el pequeño libro ya mencionado, que la prensa nacional había comentado muy favorablemente.   A poco de hablar con Ernesto Guevara y Alberto Granado, ya había nacido entre todos una inmensa simpatía.  Los dos visitantes además de inteligentes, estaban admirablemente informados sobre la situación social y política de nuestros países latinoamericanos.  Sufríamos, en casi todos ellos, la terrible pesadilla de las dictaduras y de los caudillos tropicales.  El ambiente que se vivía en Colombia, tanto en las ciudades, como en los campos, era de terror, de persecución y de exterminio.
 
 El Che llegó a Bogotá en aquellos días de extrema violencia, cuando en todas las esquinas de la ciudad había militares y policía con fusil y bayoneta calada, y por todas partes se respiraba una pesada atmósfera de miedo colectivo.  Esa fue la Colombia que conoció el que sería gran líder revolucionario.  La situación era tal que al poco tiempo de haber abandonado, el futuro Che nuestro país, grupos armados de empleados oficiales, asesorados y dirigidos por el detectivismo y siguiendo instrucciones del alto gobierno, el 6 de septiembre de 1952 incendiaron, saquearon y destruyeron en plena capital de la República la Casa Liberal, las residencias de los ex presidentes Alfonso López y Carlos Lleras Restrepo y redujeron a cenizas por completo los dos grandes periódicos liberales, que hacían la oposición, bajo censura, al régimen de terror imperante. 
 
Más tarde ambos periódicos se recuperaron de aquel vil atentado, y siguen entre los más leídos e importantes del país:  "El Tiempo" y "El Espectador".  Esa situación que en aquel momento vivían nuestros países latinoamericanos y, en particular, las condiciones de miseria y explotación que padecían y siguen padeciendo las clases obreras y campesinas, fueron uno de los temas principales de nuestro encuentro. 
El Che estimaba que la única solución para la liberación de nuestros pueblos era la revolución popular.  Había visto con sus propios ojos la situación de abyección y minusvalía de las gentes menesterosas, no solamente en su país, sino de los que acababa de conocer en su heroica gira, especialmente las de las tribus de las selvas amazónicas que visitó y a las cuales se refería con alguna frecuencia.
Consideraba que nuestros sitemas políticos no podían ser la solución a esos grandes problemas sociales y económicos que padecían todos nuestros pueblos latinoamericanos.  Tampoco se mostró de acuerdo con los planteamientos políticos de Antonio García sobre una democracia orgánica ó funcional, que traté de explicarle infructuosamente aquella tarde y al día siguiente cuando los acompañé a él y a Granado a la Rectoría de la Universidad Nacional.
 
Ellos querían solicitarle al Rector, doctor Julio Carrizosa Valenzuela, que les permitiera hospedarse en las residencias estudiantiles, que habían conocido a raíz de la visita que me habían hecho, y tomar, además, la alimentación en los comedores de aquéllas.  La primera noche en que comimos en las residencias estudiantiles, el Che me había dicho, con mucha sorna y su sonrisa a flor de labios: "¡ Ustedes sí que llevan aquí una vida regalada ¡ No parece que esto haya sido hecho para estudiantes socialistas. ¿No sería posible que nos permitieran vivir aquí por unos pocos días?  Para decirle la verdad, estamos sin dinero."  Le dije que quizás no fuera difícil obtener lo que pedían, pero que era necesario hablar con el Rector para que diera la autorización.
 
 Les prometí acompañarlos a hablar con él al día siguiente en las horas de la mañana.  Y para devolverle su cordial ironía, le dije en tono chancero: "Pero no se te vaya a ocurrir decirle al Rector que eres marxista."  Todos los compañeros de mesa rieron de buena gana y la cosa se quedó de ese tamaño.
A la mañana siguiente nos encontramos en la modesta cafetería de las residencias, decoradas con un mural muy festivo y alegre que acababa de pintar Hernando Tejada, casi tan joven como nosotros y profesor de la Escuela de Bellas Artes.  Aquel mural fue destruído ese mismo año por orden de la dictadura, como lo habían sido un poco antes, y por orden expresa de
Laureano Gómez Jaramillo en el Capitolio Nacional se salvaron porque fueron cubiertos con láminas de cobre que, posteriormente, se retiraron, en el gobierno de Alberto Lleras, en 1960, para que volvieran a ser admirados. 
 
Nuestra visita al Rector de la Universidad fue todo un éxito.  Después de exponerle, con algo de dramatismo, la situación de los jóvenes argentinos, los autorizó para que tomaran sus alimentos en los comedores de las residencias estudiantiles, al lado nuestro, pero, ante la imposibilidad de darles piezas en ellas, por estar todas ocupadas, les autorizó su alojamiento en el Hospital de San Juan de Dios, atendido por profesores y estudiantes de la misma Universidad.  El Che y Granado fueron bien recibidos en el Hospital, dada su condición de estudiantes avanzados de Medicina.  Pero volvamos a la impresión personal que me causó este primer encuentro con el Che Guevara.  Lo recuerdo como un jóven pálido, de ojos oscuros y penetrantes, más alto que bajo, de cabello abundante y algo desordenado.  Su indumentaria era muy informal, pantalón de dril y una especie de chompa del mismo material, camisa a cuadros, sin corbata, ligeramente abierta en la parte superior de la pechera, y le daba a aquel rostro descuidado y sin afeitar, cierto aspecto de adolescente rebelde y trotamundos.  Alberto Granado vestía tan informalmente como su compañero.  Pero tenía cierto aire de intelectual, de asceta, discreto en el hablar y parco en todo su comportamiento.  El Che, en cambio, se mostró desde el principio muy extrovertido, con cierta alegría juvenil, muy expresivo y cordial y pude advertir en él un excelente sentido del humor que le permitía hacer, de vez en cuando, alguna broma ingeniosa.  Era mordaz y a la vez convincente.  Durante los ocho días que permanecieron en Bogotá pude verlos, muy a menudo y generalmente en las horas de la tarde, jugando fútbol en los prados de la Ciudad Universitaria, con algunos de mis compañeros residentes y con meseros de la cafetería, con quienes habían logrado hacer una magnífica relación amistosa y quienes se acostumbraron a verlo a él y a Granado como dos nuevos habitantes de aquel entrañable conglomerado estudiantil.
 
El Che tenía la cualidad de saber escuchar con atención a sus interlocutores, clavándoles siempre aquella mirada profunda, inquisitiva, dispuesto siempre a la pregunta oportuna, a la objeción perpicaz, al argumento demoledor.  Era polémico y casi todas sus intervenciones, cuando hablábamos de política, estaban matizadas con citas pertinentes de Marx, Engels, Lénin, Mao y otros teóricos del materialismo dialéctico. 
 
Tenía además aquella sonrisa franca y espontánea, para subrayar con ella sus argumentos, para repeler las críticas y las observaciones que pudiéramos hacer a sus intervenciones. Durante el curso de nuestra primera conversación, el Che se mostró muy interesado por saber algo del líder popular colombiano Jorge Eliécer Gaitán, asesinado por sicarios de la reacción aquel 9 de abril de 1948 y cuya violenta muerte fue el detonante de una terrible explosión de ira popular brutalmente aplastada por las armas oficiales. 
 
La ciudad de Bogotá fue destruída en buena parte.  Por cierto, en ese histórico episodio intervino un joven cubano llamado Fidel Castro, a quien el destino y sus condiciones personales señalaron, al lado del Che y de otros combatientes, para derrocar la dictadura de Batista e implantar un nuevo orden en la Isla de Martí.
 
¡Teníamos pues, tanto que contarnos! Su deseo de saber algo de Gaitán fue colmado casi por completo, pues yo había militado activamente en sus filas, había estado cerca de él y le he conservado un culto especial a su recuerdo.  Mi participación en la revuelta popular de aquella fecha la consigné posteriormente en mi libro "¿Qué paso el 9 de abril?" 
 
De manera que, tanto el Che como Granado me escucharon con el interés con que se recogen las palabras de un testigo presencial y de un protagonista desprevenido y sincero. 
 
En ese libro, escrito muchos años después de mi encuentro con el Che, figura la actuación del joven Fidel Castro (cumplió veintidós años en 1948) en la mencionada revuelta popular en las calles de Bogotá.
 
  Al poco tiempo de conversar sobre estos temas políticos de interés común, y pensando en lo inconveniente que resultaba hablar de aquellas cosas en la cafetería de la Ciudad Universitaria, donde no debían faltar detectives a sueldo y soplones de oficio, los invité a mi modesto cuartito en las residencias estudiantiles. 
 
Y fue allí donde, sentados sobre el borde de la cama y en alguna silla destartalada, abordamos el tema de la literatura.  Mis dos contertulios hicieron gala de sus conocimientos sobre casi todos los autores europeos y norteamericanos, que leíamos los muchachos de nuestra generación. 
 
Hablamos de Thomas Mann, Stefan Zweig, Hermann Hesse, Franz Kafka, Pierre Lagerkvist, Curzio Malaparte, Alberto Moravia, John Steinbeck, William Faulkner, Ernest Hemingway.  También de los latinoamericanos de moda: Ciro Alegría, Jorge Icaza, Rómulo Gallegos, César Vallejo, Germán Arciniegas, Arturo Uslar Pietro, Jorge Luis Borges, Miguel Angel Asturias, Pablo Neruda, a quien el Che profesaba una honda admiración. 
 
En alguna oportunidad, después del almuerzo, invité al Che a que diéramos un paseo por el barrio "El Recuerdo" aledaño a la Ciudad Universitaria.  Por aquel entonces, este barrio apenas estaba en construcción, y tenía tan poco tráfico que se podía caminar a pie por mitad de sus calles sin ningún peligro ni sobresalto, razón por la cual los universitarios acostumbrábamos visitarlo, para gozar de su tranquilidad y tener también la ocasión de admirar a las muchachas que se asomaban a las ventanas y balcones de sus casas para vernos pasar.  Con algunas de ellas teníamos una grata e inolvidable amistad.
 
 Ibamos caminando por aquellas calles, algo solitarias, hablando de poesía, de los versos que más nos habían conmovido, desde que éramos lectores.  De repente el Che se detuvo y, tomándome cordialmente del brazo, me dijo:
 
 "Eduardo, en materia de poesía nadie es mejor que Pablo Neruda. Me fascinan sus poemas de amor y me los he aprendido todos de memoria.  Pregúntame por cualquiera de ellos, para que veas que puedo decírtelo sin equivocarme". 
 
Acepté el reto de mi amigo y le dije enfáticamente, pensando que podía rajarlo "Poema número 20".  De inmediato brotó en los labios del Che, con voz muy bien timbrada, el bello canto del poeta chileno: 
 
Puedo escribir los versos más tristes esta noche
Escribir por ejemplo "La noche está estrellada"
Y tiritan azules, los astros, a lo lejos….
 
La voz del Che, del joven romántico de aquéllos días, se fue deslizando como el agua de un arroyo limpio y transparente, por entre el cauce de las palabras que estaban interpretando, en ese instante, nuestra profunda emoción de jóvenes que ya habían descubierto los paraísos del amor. 
 
Era admirable su sensibilidad poética, su gran capacidad para vibrar con las cosas bellas de la existencia humana.  Era el Che que muchos no tuvieron la oportunidad de conocer.
 
Durante aquella conversación en mi dormitorio de la residencia estudiantil el Che, Granado y yo hablamos asimismo de otros autores que empezaban a ser conocidos o por lo menos difundidos en nuestros países latinoamericanos, especialmente de Ernesto Sábato, Alejo Carpentier y Jorge Amado. 
 
Entonces todavía no existía el llamado boom, y el único latinoamericano que había conseguido el Premio Nóbel era una mujer: Gabriela Mistral.  Andando la conversación entre los tres, llegamos a donde teníamos que llegar:  a la gran literatura rusa y a sus referencias obligadas: Dostoievski, Tolstoi, Chejov, Gorka, Andreiev, Mogol, Turgueniev, Lermontov, Pushkin, Korolenco y Kuprin.  Era ése el campo literario donde el Che se movía con mayores soltura y conocimiento.  Creo que él, poco a poco, fue llevando la conversación hacia esos territorios.  Discrepamos en muchos aspectos y nos esforzábamos todos por elaborar argumentos y justificaciones. 
 
A Granado creo que lo entusiasmaba Dostoievsky, en especial su obra mas conocida e importante: "Los hermanos Karamazov" El Che – lo recuerdo muy bien – hizo una apología de "Sachka Yeguliov", de Andreiev.  Pasados los años, comprendí el porqué de aquella preferencia. 
 
Quería ser como Sachka.  Y en verdad que lo fue, solo que su lucha fue más cruenta y compleja, pero a la vez más fructífera y fecunda.  Yo, en cambio señalé mi preferencia por "La muerte de Iván Ilich" de Tolstoi.  Desde mi adolescencia ha sido el libro que más me ha marcado y me ha puesto a pensar en el destino del hombre, en su camino existencial.
 
Cuando la discusión estaba más animada, recordé que ya era hora de cenar y pensé que el comedor de la Ciudad Universitaria se cerraba a las 9 de la noche.  Los invité a comer y les presenté a mis compañeros de mesa.  Después volvimos a subir a mi cuarto. 
 
No queríamos ser escuchados por los siniestros informantes del régimen de Gómez y Urdaneta.
 
Volvimos entonces a nuestros paliques literarios.  El Che hacía poco que había leído algún libro de Jean Paul Sastre y estaba visiblemente entusiasmado con su lectura.  A su consejo le debo haber leído por primera vez a este padre del existencialismo moderno, aunque no con el entusiasmo con que seguramente lo había leído el futuro famoso Comandante. 
 
 Hacia las once de la noche terminó aquella velada inolvidable.  Antes de despedirnos, saqué de alguna gaveta de mi escritorio un ejemplar de mi primer libro y lo dediqué con el corazón al Che Guevara y a Alberto Granado. 
 
Es el mismo ejemplar que hoy está en el Museo del Che Guevara en la ciudad de Santa Clara, Cuba. 
 
                       
Bogotá  1º de Marzo de 1997                 Eduardo   Santa
 
Año 1994 – Eladio González (Toto) argentino, fundador de la Escuela de Solidaridad con Cuba "Chaubloqueo", dona para el Museo del Che en Santa Clara, Cuba el libro "La Provincia Perdida" de Eduardo Santa, escritor colombiano que en la contratapa escribió con pluma y tinta, de puño y letra una dedicatoria:  "A los distinguidos doctores Ernesto Guevara y Alberto Granada – Eduardo Santa – Bogotá 1952.  (este libro que le fuera entregado por su autor a los dos jóvenes argentinos, fue llevado a su destino en las vitrinas del Museo por el propio Dr. Alberto Granado a quien Toto se lo entregó como donación.
Eladio González hizo llamar a Eduardo Santa y lo anotició de lo ocurrido y difundió el hecho en todo Cuba, lo que provocó que el Embajador Cubano en Bogotá se interesara, lo visitara y emocionado le sugiriera al colombiano escribir el artículo que luego escribió para la Revista Casa de las Américas, sobre esos días que compartió con Ernesto Guevara futuro Che y el Dr. Alberto Granado.    

difunden: el 1er. Museo Histórico Suramericano "Ernesto Che Guevara", la Escuela de Solidaridad con Cuba "Chaubloqueo" y el Centro de Registro de Donantes Voluntarios de Células Madre
Irene Perpiñal y Eladio González - directores   calle Rojas 129  local (Caballito) Capital -AAC1405-Buenos Aires-República Argentina  telefax: 4-903-3285 email: museocheguevara@fibertel.com.ar
http://museocheguevaraargentina.blogspot.com/
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a solo 25 metros de la Estación "Caballito" del Ferrocarril Oeste y a cien metros de la Estación de Subterráneos "Primera Junta" de la vieja línea "A"
doná sangre, doná órganos, doná células madre, sé solidario, SÉ VOS.
¡Salven a los argentinos! "las ballenas"
 
Foto:en Buenos Aires, el amigo del Che Guevara, doctor  Alberto Granado Jiménez con Delia Duque su esposa, Irene Perpiñal y Eladio González (de Chaubloqueo) quienes donaron el libro al Museo de Santa Clara.

SOTANAS ENTRAN POR UNA PUERTA Y SALEN POR LA OTRA JUSTICIA CELESTIAL vec

----- Original Message -----
Sent: Thursday, August 27, 2009 7:57 AM
Subject: Grassi sigue esperando en libertad. Página 12. Argentina


Nota Original: http://www.pagina12.com.ar/diario/sociedad/3-130671-2009-08-27.html

  LO RESOLVIO EL TRIBUNAL DE CASACION PENAL BONAERENSE


A partir de un recurso de hábeas corpus presentado por sus abogados defensores, el cura Julio César Grassi, condenado a 15 años de prisión por abuso sexual de un menor, permanecerá en libertad un tiempo más. El cura acusado de pederasta estará alejado de los barrotes hasta que la Cámara de Casación Penal bonaerense resuelva las apelaciones presentadas por la querella y la fiscalía. Es decir, la cárcel para Grassi se hará efectiva en el caso de que se confirme el fallo, recién cuando la sentencia sea definitiva. "Por temor a la fuga o a otro posible contacto con niños, requerimos la detención inmediata ante la Cámara de Garantías de Morón y el pronunciamiento estaba por salir esta semana. Pero los defensores interpusieron un recurso y el tribunal de Casación lo hizo efectivo –explicó a Página/12 el abogado Juan Pablo Gallego–. Celebramos la celeridad de Casación para expedirse tan rápidamente ante el pedido de los letrados de Grassi, ahora esperamos igual trato para abocarse a la cuestión de fondo, los pedidos de aumento de la condena, para dejar tranquilas a las víctimas."

El 10 de junio pasado, el ex director del hogar Felices los Niños fue condenado por el Tribunal Oral en lo Criminal 1 de Morón a 15 años de prisión por el abuso sexual de un menor, pero no se dispuso la detención hasta que esa condena quedara firme. Primero, la defensa, las querellas y la fiscalía apelaron la sentencia. Después, el abogado Gallego del Comité de Seguimiento de la Convención Internacional de Derechos del Niño (Casacidn)– y el fiscal general, Federico Nieva Woodgate, presentaron "ante la Sala I Cámara de Garantías un pedido de detención inmediata de Grassi", basándose en el peligro de fuga y en la magnitud de los delitos por los que se lo condenó.

La defensa de Grassi presentó otro recurso ante la Cámara para que no sea este tribunal sino Casación el que resuelva las apelaciones de los querellantes. Los camaristas rechazaron este recurso de la defensa por lo que los letrados recurrieron a la Sala II de Casación bonaerense, a través de un recurso de hábeas corpus. El máximo tribunal penal ordenó a la Cámara no expedirse sobre la cuestión y resolvió que las apelaciones por la detención sean analizadas más adelante, junto con la cuestión de fondo, y no esta semana.

Daniel Cavo, abogado defensor de Grassi, aseguró que "la Cámara de Garantías no tiene competencia para revisar sentencias". Para el letrado, "como el régimen de libertad está incluido dentro de la sentencia, no es materia de revisión de los jueces de Garantías sino del Tribunal de Casación".

Según el fiscal Nieva Woodgate, "es la primera vez que un hábeas corpus preventivo actúa antes de una decisión posible de un tribunal". "Visto la celeridad utilizada para este pedido, esperamos que la sentencia definitiva esté para fin de año", concluyó Gallego.

Informe: Mariana Seghezzo.

Enrique Stola
Buenos Aires, Argentina

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