foto: Josefina Salgado Madre de Plaza de Mayo (en el pecho su hijo asesinado)
ASOCIACIÓN MADRES DE PLAZA DE MAYO
22 de Octubre de 2001
LOS ENEMIGOS DEL PUEBLO
Por Alfredo Grande
“El extremo es el punto medio de una serie infinita” (aforismo implicado)
En una de sus obras teatrales de más alta definición política, Henrik Ibsen cuenta la historia del doctor Stockman. Recuerdo una versión teatral interpretada por Ernesto Bianco y una película que protagonizara Steve McQueen.
Es la historia de un médico que regresa a su pueblo natal. Por diferentes síntomas de pacientes que atiende, sospecha que hay una contaminación de las aguas. Cuando confirma su teoría con estudios de laboratorio cuidadosamente realizados, el doctor le dice a todo el pueblo que las aguas están contaminadas.
Por lo tanto no podrá utilizarse el balneario en la muy próxima temporada veraniega. Esto lo convierte, a través de una planificada campaña de difamación encabezada por su hermano, el intendente, en un enemigo del pueblo.
Como me enseñó un maestro de arte dramático, en el desenlace se juega la ideología del autor. Dime cómo terminas y te diré quién eres, esto dicho más allá de los desarrollos de la moderna sexología.
La forma de terminar da cuenta de por qué se empezó, por qué se siguió y a dónde diablos o dioses se quería llegar. (Es más peligroso cuando se quiere llegar a los dioses que a los diablos.)
El doctor Stockman, mientras el pueblo que lo ha decretado su enemigo, ataca la casa con elementos contundentes (no tan contundentes como los decretos de necesidad y urgencia, pero igualmente consistentes) le dice a su familia: “el hombre más fuerte es el que está más solo”.
Con el telón de fondo de las piedras lloviendo sobre la casa y con menos futuro que un profesional en la Argentina, no se le pueden reprochar sus afirmaciones a Stockman. Sin embargo, es un buen comienzo para pensar cuáles son los enemigos del pueblo, que cada tanto algunos descubren o inventan, y que para que nadie tenga dudas, señalan o directamente acusan en los medios de difusión posible que tienen a su alcance. Los denominados enemigos del pueblo serían los muy apresurados, los que no reconocen la justa medida y se empeñan en no conseguirla armoniosamente, los que se quedaron en el 25 de Mayo de 1810, o en el 9 de Julio de 1816, o en el ‘17, o en el ‘45, o en el ‘58, o en la parada del tranvía 84 (Constitución-Villa del Parque), en la ventanilla de pago del “ingreso per cápita” (al decir de Galeano), en el privilegio de los niños, en la condición curativa, nutritiva y educativa de la democracia, en la esperanza del shock salarial.
Son enemigos por su “impaciencia desestabilizadora” (recordando un artículo del año 1984 de Enrique Vázquez contestando a Osvaldo Soriano y que apareciera en la revista Humor). Serían los enemigos de la democracia, porque no aceptan que la única antinomia posible sea dictadura- democracia. Democracia que ha degradado a la “demosgracias”: gracias porque todavía trabajo, gracias porque todavía me pagan, gracias porque no me rebajaron demasiado el sueldo, gracias porque me echaron pero me recontrataron, gracias porque se pueden pagar los servicios con patacones, gracias porque seguimos empatando con el dólar 1 a 1, gracias porque no perdemos por goleada, gracias, muchas gracias. Los gobernantes del “no hay por qué, no es nada, fue un placer” eructan satisfechos y pipones de tanto fervor democrático.
Esta “demosgracias” es la democracia de la desgracia, y no deja de ser una alegría pequeña, pequeña, que haya perdido todailusión de representatividad. Después de las últimas elecciones, a lo único que pueden recurrir los políticos del modelo y del sistema es a una alucinación de representatividad. Un psiquiatra ahí. Acá estoy. La realidad se ha psiquiatrizado y actualmente la biblia que naturalmente sigue junto al calefón, ha dejado de llorar. “Si querés llorar, llorá” al decir de la Moria. Pero la escritura sagrada se quedó sin lágrimas o aprendió alguna que otra lección de anatomía y el anexo de las relaciones carnales.
El cambalache es demasiado evidente en esta forma bizarra de la alianza que nos desgobierna. Por eso el calefón no calienta gracias a las tarifas de Metrogás, y las biblias sonríen con el cinismo de los cómplices. Podemos coincidir plenamente con Tony Negri cuando dice que el terrorismo es una enfermedad del capitalismo globalizado (Página/12, suplemento RadarLibros, domingo 21 de octubre). Agregaría, que además es una forma de enfermedad mental. Pero para nada diferente de las producidas por toda forma de globalización, sea laica, clerical, civil o militar.
A las organizaciones globalizadas de la historia Sigmund Freud (que fue el primer psicoanalista freudiano y algunos pensamos que el último) las denominó “masas artificiales”. Entre varias condiciones básicas, la más importante es que permiten que todos los lobos se vistan con piel de cordero. Esta piel puede conseguirse a diferentes precios en: Universidades públicas o privadas; fundaciones, partidos políticos burgueses (autodenominados nacionales, democráticos, mayoritarios, populares, etc.), organismos financieros internacionales, división de poderes, y otras ofertas que pueden buscarse en las mejores casas del ramo. (Sugerimos Puerto Madero y no sugerimos Plaza Miserere.)
La piel del cordero puede ser la del cordero, la del borrego, y naturalmente la del lobo democratizado. (La loba en general se ponía piel de armiño, con la cual, como enseña el tango, se hacía un tapado.) Los lobos de la gran masa artificial de la democracia siempre tienen discurso como recurso para explicar el curso, siempre mejor que el de mañana pero peor que el de ayer (esto se ha denominado pérdida de la esperanza cuando en realidad es una formidable intuición colectiva). Como la diferencia entre el optimista y el pesimista es que el pesimista tiene más información, el saber ocupa actualmente el lugar de la angustia, el dolor, el terror. Como cada uno tiene los terrores que se merece, daré cuenta del mío. Me aterroriza pensar que sean señalados como enemigos del pueblo los muy pocos que nunca vieron al lobo como cordero, por más pieles que tuviera. “Es necesario producir una razón distinta, un modo de pensar la lucha diferente a la del enemigo” (Política y Desastre, Página/12. 19 de octubre, pág. 6., Rozitchner, Ulloa, Carpintero, Grüner, González). Tan necesario es que ya se ha producido.
Hace veinticinco años con las primeras Marchas de las Madres de Plaza de Mayo, hace más de 35 con las defensas de los presos políticos del onganiato y el loperreguismo. Luego de la dictadura genocida.
La razón distinta, el modo de pensar diferente la lucha ha sido encarnada por muchos compañeras y compañeros. En mi convicción y afiliación militante de hoy, estos amigos de esa forma distinta y diferente de pensar la lucha son, entre otros, pero también, Hebe de Bonafini y Vicente Zito Lema.
Ambos nombres tienen, también, una dimensión metafórica. Son lógicas institucionales y por lo tanto, están en exceso en relación al sujeto que las soporta. “Cuidado con las falsas satisfacciones instantáneas” (op. cit.). Como supongo que no se refieren los autores de la nota al café instantáneo, en lo que a praxis política se refiere, me parece mucho más instantáneo la reparación económica por las desapariciones o la construcción de un museo de la memoria, que esperemos no sea la del Alzheimer.
Si algún desastre hay en la política, es realizar todo tipo de advertencias, del tipo “que no te sorprenda”, sin decir claramente a quién se realiza la advertencia. Pero como dije: el desenlace da cuenta de la intencionalidad del autor. Las palabras últimas de la”opinión” son: “sea en la Kabul bombardeada o en la Nueva York absorta”. (Debo reconocer que prefiero estar absorto que bombardeado, si me dejan elegir, claro.) Fiat lux. Aunque parezca un nuevo modelo de auto, simplemente significa que la luz se hizo.
Se prendió la lamparita. Zito Lema escribió un trabajo que es un poema político llamado “Cuestiones con la Vida: de Nueva York a Kabul”. La tangencial referencia no es necesariamente un escaparse por la tangente. Sin embargo, a diferencia de lo que los autores proponen, tomaré la parte por el todo.
La parte (Hebe, Zito) por el todo (la Asociación Madres de Plaza de Mayo, la Universidad Popular). Lo hago por decisión política, porque al no ser ninguna de las dos organizaciones-masas-artificiales globalizadas, sus partes, todas sus partes sostienen su condición de tal sin dejar de estar inscriptas en un todo que las coherentiza institucionalmente. Ayercito nomás, el 17 de Agosto, Zito Lema publica: “Reflexiones sobre una creación apasionada” en el suplemento de la Universidad Popular de Página/12. Tomo astillas de ese palo, que les servirán a los que somos del palo.
A los que nos quieren dar con un palo espero que no les sirvan. “Compartir junto a las Madres un proyecto es subirse a la cresta de una de las olas más altas de este mar nada calmo que es la sociedad argentina.” “Lo vamos aprendiendo día a día en la Universidad Popular: no hay un destino fijo que nos aguarda al final del camino de lo sueños, somos el resultado de un proceso, de un proyecto.” “Admito también otro temor (...) ¿Cómo seguir unidos sin que nadie renunciara a su ideología ni a sus creencias para apuntar a un proyecto de convivencia y crecimiento en un orden de diferencias fraternales?”
Las olas más altas... ¿Acaso otra forma de torres? Si lo son, seguramente no gemelas. La Asociación Madres de Plaza de Mayo es la génesis política de la Universidad Popular. Pero el origen no es gemelar ni especular con el destino. De lo mismo venimos, pero el final del camino de nuestros sueños seguramente será muy parecido, pero seguramente también no será idéntico.
Pero son olas altas, anchas, poderosas, y como sabe el nadador desprevenido, revuelcan al que decide enfrentarlas con ingenuidad, con malicia, con astucia, con prejuicio, con hipocresía, con oportunismo, con sectarismo, con iluminismo, y muy especialmente, por fuera de los mares que le han dado origen. Un colectivo de docentes y alumnos de alta heterogeneidad, con una conflictividad potencial y real no siempre dialectizable, facilita que de lo familiar se pase en forma instantánea a lo siniestro, sin poder nadar en las aguas embravecidas de lo diferente. Pero de lo diferente radical, no del narcisismo de las pequeñas diferencias. Lo diferente radical no rompe la alianza fraterna. La tensa, la conmueve, la resignifica, la terremotiza, pero no la rompe. Cuando eso sucede, es porque se ha dejado incubar durante mucho tiempo el huevo de la serpiente de la duda y del doble discurso (se dicen cosas por delante, se dicen cosas diferentes por detrás). La ambivalencia de sostener la adhesión a líneas fundadoras y a territorios fundadores, el pasaje de la dramática institucional a la novela familiar, la degradación del acto en acting, el triunfo a lo Pirro y a lo pillo de guerras que nunca debieron librarse, constituyen terrenos poco firmes para sostener contradicciones extremas. Cuando la serpiente rompe el huevo, el efecto es siniestro, incompatible. He leído escritos de compañeros para los cuales Hebe es terrorista y stalinista. Supongo que también habrán escrito que es asesina, pero por suerte eso no lo leí. Que el primer documento de Madres haya sido por la paz y en repudio de la guerra, poco parece importar. De ser Hebe “la otra mujer”, han intentado descubrir “la otra Hebe”. Supongo que también habrán descubierto “al otro Vicente”.
En el final del trabajo sobre la Universidad (op. cit.), Zito Lema escribe: “Abramos las puertas. Desde los escondrijos de la verdad, se asoma en puntas de pie la belleza”. Esta apelación ética y estética ha sido desbordada por los que han tirado las puertas sin abrirlas y se han hecho un espacio a puro pisotón. Enestos malambos cuasi amistosos y fraternales no hay ninguna belleza. Escuchar de algunos compañeros, leer de algunos compañeros que el enemigo no es solamente el imperialismo y su canalla local, sino que el eje del debate es la caracterización que del atentado se hace, o los sentimientos más profundos que su realización despierta, y que entonces de eso es de lo que hay que hablar. Pero se habla mucho menos para adentro (para el adentro de la Universidad Popular, por ejemplo) de lo que se habla para afuera (para afuera en medios periodísticos de mucho o mediano prestigio). Pienso que muchos no se han liberado de las trampas de las teorías de los dos demonios, o de los tres o de los cuatro, que son los demonios que dicen cosas que no se deben decir. Lo que se dice, lo que se siente, lo que se piensa, es tanto o más importante que lo que se hace. Y acá aparece una dimensión fundante de lo que son muchas de las críticas, reproches o directamente acusaciones escuchadas y leídas en estos días en relación a las Madres, especialmente en la persona de Hebe y en relación a la Universidad Popular, especialmente en la persona de Vicente. Cuando el deseo, expresado como discurso o como sentimientos, es tomado con la misma lógica del acto, se ha producido un fenómeno de captura superyoica. La instancia repelente, resistente y represora que Freud describiera como un ejército de ocupación en nuestra propia subjetividad. Ejército invisible, es decir, inconsciente. Ejército de ocupación, es decir, de sometimiento del sujeto pero construido dentro de sí mismo. Y sostenido por el propio Yo encadenado. De una forma análoga es el trabajo del pueblo el que sostiene todos los ejércitos que lo dominan. Esta captura superyoica genera efectos acusatorios, denigratorios, y es arrasada hasta la misma condición de compañeros. El contagio superyoico la demoniza a Hebe porque se alegra por el atentado a las Torres, lo demoniza a Vicente porque dice que Bin Laden es revolucionario, lo demoniza a David Viñas porque su análisis incluye una perspectiva de clase. La lógica superyoica es tan implacable que, al decir de Freud, ataca más al santo que al pecador. Los que realmente están alegres con los atentados terroristas son los miembros de la corporación militar industrial, una de las primeras y más poderosas globalizadoras del mundo. El terrorismo más implacable es el financiero, que además publica diariamente sus masacres, pero piadosa y encubridoramente la denominan riesgo país. La perspectiva clasista de la guerra está dada por la diferencia entre los que mueren y los que mandan matar. Entre los que son la carne de cañón y los que apuntan sus cañones a la carne, aunque se denomine a esta situación como daños colaterales. En este sentido la diferencia fundante puede ser entre asesinos y no asesinos. Pero el asesinato, al decir de Freud, abrió el paso del colectivo natural de la horda dominada por el protopadre cruel y despótico, al colectivo cultural de la alianza fraterna.
Entonces, la diferencia fundante es: “matar para vivir o vivir para matar”. El matar para vivir se inscribe por derecho en la lógica de la legítima defensa de lo propio. El vivir para matar se inscribe como hecho en la lógica del ilegítimo ataque a lo ajeno. Lógicas excluyentes, lógicas incompatibles. ¿Puede pensarse una lógica de la vida que no necesite matar para sostenerse? Solamente puede ser respondida en cuanto sepamos cuánta vida hay en la muerte y cuánta muerte hay en la vida... Si sostenemos y nos sostenemos en la “aparición con vida”, axioma ético y político de las Madres, es posible pensar una vida sostenida solamente desde la plenitud de la vida. Esta plenitud es la profecía fundadora de la Universidad Popular, sueño compartido de Hebe y Vicente que ningún poder sobre la tierra podrá convertir en pesadilla. En diferentes foros nacionales e internacionales, en los piquetes de los que tienen voz y se hacen oír, en los reclamos de los trabajadores que quieren seguir siendo trabajadores, la otra forma de vida no deja de aparecer. Y aparece también en el territorio fundador de la Universidad Popular. En Cambiar el Mundo deBetty Raiter una joven militante le escribe una carta de despedida a su madre: “y quiero contarte que ésta puede ser una derrota, pero momentánea. No significa que nos vencieron, a nuestros sueños de un mundo mejor, digo. No nos vencieron. Solamente te pido que no niegues, nunca niegues, mi lucha , mis ideales. Yo no soy una rebelde sin causa. Mi causa es clara: cambiar el mundo”. Cuando el sistema represor niega que niega para sostener sus crímenes, las Madres reafirman sin claudicaciones el enfrentamiento a vida con el monstruo genocida.
En LOCAS, Cultura y utopías, revista editada por la Asociación Madres de Plaza de Mayo y dirigida por Vicente Zito Lema, escribe Hebe (Nº 2, contratapa): “Estamos para decirles que el día que el pueblo sea feliz, que la revolución triunfe, ahí habrá sido recogida para siempre la sangre de todos los nuestros. La sangre de nuestras furias y de nuestros amores”. Para el gran diario argentino, la pobreza es un tema de seguridad: “El escenario internacional, dominado ahora por los imperativos de la seguridad y la defensa, se puebla también de una apreciable movilización de organismos e instancias multilaterales, líderes y referentes instando a noolvidar la bomba de tiempo que representa la posible agudización de la exclusión social y la pobreza” (editorial de Clarín del 13 de octubre).
Para las Madres, la pobreza tiene que ver con un tema de felicidad. Por eso las Madres son vida, son alegría, son poesía. Escribió Vicente Zito Lema: “yo no soy la dueña de la vida de mis hijos, yo no soy la dueña de la aventura y el martirio de mis hijos, sólo ellos podrán tener piedad y perdonar, de ellos es la paz porque de ellos fue la fortaleza”. Por eso cuando atacan al monstruo, el mismo que conocía José Martí por haber vivido en sus entrañas, especialmente con la cuña de un palo engendrado en sus mortíferas entrañas, puede ocasionar la fugacidad de una alegría que también hay que saber honrar. O al menos respetar a quienes no se sienten obligados a ocultarla.
Hace muchos años, en un programa de radio en el cual tenía una columna semanal, “Travesía Institucional”, llegó la noticia que habían baleado al médico torturador Bergez. Al aire, sin advertir a la espantada conductora, expresé mi alegría. Me reprocharon hasta una falta al juramento hipocrático. Hipocrático, no hipócrita, intenté defenderme. Fue inútil. ¿Lo será hoy?
Es necesario entender que no hay alegría en ninguna muerte, ni siquiera en la de los enemigos. Mucho menos en la de los amigos, con la excepción de la alegría de haberlos conocido y amado. La alegría es solamente por la verificación sensible, visual y auditiva, de la vulnerabilidad del monstruo. Lo vulnerable lo baja del Olimpo de la impunidad y de la extraterritorialidad jurídica, para obligarlo a caminar con sandalias parecidas a las de los demás pescadores. Quizá no sean sandalias, sino zapatillas Nike, inspiradoras inadvertidas del ataque: ¡Just do it!. ¿Cómo entender si no la explosión de humor negro que el atentado produjo? A lo mejor es un adicto a las satisfacciones instantáneas el que escribió este grafitti en Córdoba: “Empresa de demoliciones Bin Laden. Llámenos. Venimos volando”. El humor es una de las formas culturalmente aceptadas, y no siempre, de burlar al aparato de censura superyoica y político-social. Por supuesto que hay una parábola del humorismo pequeñoburgués de Tato Bores al sadismo liberal de las jodas de Tinelli. Pero el humor es siempre un territorio de resistencia. Es serio pero no solemne. A diferencia de la bomba neutrónica desarrollada por el Imperio, que destruye a las personas pero preserva las cosas, necesitaríamos antibombas que destruyeran ciertas cosas sin dañar a las personas. Una forma de terrorismo seco. Algo así como la quema de los elementos de tortura que realizó la única Asamblea revolucionaria, la del Año 13 (1813).
Pienso que en la propia sede de la Universidad Popular es siempre posible, aunque nunca fácil, que discutamos muchas de estas ideas. Pero cuando la jugamos de visitantes, cuando nos invitan a otros territorios,es más importante aún sostener las convicciones. El IX Encuentro de la Cooperación se realizó el 19 y 20 de octubre en Villa Carlos Paz, organizado por la Cooperativa Integral. Leí un trabajo, que en una versión abreviada voy a incluir. La adhesión de los participantes al texto fueron verificación se que ciertos temas pueden, todavía, ser discutidos entre compañeros. La cooperación fraterna es la premisa solidaria para que un proyecto de Universidad Popular pueda desplegarse.
LADEN O PERON:
Acerca de la mezcla nada milagrosa de sabihondos, confusos y suicidas
El ejercicio de construcción puede organizarse en tres espacios lógicos y formales: la cooperación, la competencia y la rivalidad. Como la racionalidad siempre es encubridora, el que rivaliza dice que compite, el que compite dice que coopera y los pocos que realmente cooperan se sienten tan boludos que por las dudas no dicen nada.
De lo que quiero ocuparme, lo que no significa que me vaya a ocupar, porque hago muchas cosas que no quiero, es de las ansiedades básicas que hay que sostener primero, y elaborar después, para que la cooperación no solamente sea algo deseable, algo valorado, sino algo humanamente posible. Y cuando hablo de humanidad me refiero a la bondad, al placer y a la inteligencia. Funcionarios abstenerse. Para Freud una condición inmanente del sujeto es la ambivalencia. Amor y odio, simultáneos, hacia el mismo objeto, sin medida y casi nunca armoniosamente. Como el año pasado desarrollé el tema del odio (Odio, luego existo, publicado por Página/12 en el suplemento de la Asociación de Madres Plaza de Mayo), este año haré referencia al tema del amor. Esto no significa que este año esté más bueno. Todos sabemos que hay amores que matan, por lo tanto nadie puede estar demasiado seguro. Sucede que este año llego conmovido profundamente por un debate que ha tomado una dimensión de extraordinaria intensidad.
El año pasado llegué porque mi compañero y amigo Vicente Zito Lema sugirió mi nombre como invitado. Lo que me permitió la cooperativa experiencia de conocerlos. Este año está Vicente, estoy yo, y estando los dos no puedo, es decir, puedo pero no quiero, hablar desde una negación oportunista de mi implicación. Yo estoy con las Madres. Yo estoy con la extraordinaria organización popular que soñaron y construyeron Hebe de Bonafini y Vicente Zito Lema. La Universidad Popular, a la cual no represento pero sí presento, como la presento en todos los lugares que estoy, desde la Escuela Argentina de Psicoterapia para Graduados, la Universidad Nacional de Buenos Aires y de Lomas de Zamora, y muchos otros territorios donde siempre presento el lugar más importante que tengo. Porque a través de la Universidad Popular tengo nuevos y nuevos hermanos, y sé que con un poco de esfuerzo, también los puedo contar.
Las experiencias instituyentes y constituyentes son cultivo puro de pulsión de vida, es decir, sembradíos de amor. Creo que las utopías no necesitan cazadores, sino sembradores. De los que la trabajen, será la tierra. La Universidad Popular es una tierra de extraordinaria fertilidad, que ya ha tenido varias cosechas. Es cierto: cosechamos nuestra siembra.
La yerba buena tampoco muere. Al menos, nunca morirá del todo. Pero hoy no son pocos los que pretenden decirnos que hemos sembrado la discordia en la casa de nuestro hermano, y por lo tanto heredaremos el viento. Y si esto escribo, no es porque está Vicente. Es que no sería justo callarlo porque él está, porque yo sé como él, que lo sabe mejor que yo, que la soledad nunca nos da poder. El poder emancipador siempre es un ejercicio colectivo y autogestionario.
El poder emancipador del pensamiento es especialmente necesario en estos momentos porque han sembrado la yerba mala, que alguna vez ha de morir, de la difamación y la descalificación. Huyendo, y no precisamente hacia delante, del ejerciciode la construcción del debate fraterno.
Por eso hoy quiero hablar de otra forma de amor. El amor a todas las ideas de los que son y nadie puede dudar que son, nuestros compañeros. No me resulta suficiente decir que las ideas no se matan. Tampoco quiero que se mate, se dañe, se lastime a los compañeros cuando expresan sus ideas. Pero han arrojado tantos guantes, que voy a agarrar por lo menos uno. El guante es decirles y decirnos que se alegran y nos alegramos de la muerte.
Soy de los que piensan que para muestra basta un botón, porque si creemos que una golondrina no hace verano, llegaremos al invierno y seguiremos contando. Y lo único que me interesa contar, es una pequeña historia. Como dice Ignacio Silone en su novela Fontamara, cada uno tiene derecho a contar una historia a su manera. Haré mío ese derecho.
Hace muchos años me consultó una señora. Me dijo por teléfono que todos en la familia estaban muy preocupados porque hacía dos semanas que el marido no dejaba de reírse. Los fugaces momentos en que podía mantenerse serio, eran interrumpidos con sonoras carcajadas, que en alguna ocasión terminaron en arcadas y una vez al menos, me lo repitió con insistencia, en un vómito sobre la moquete.
También parece que ligó parte del vomito un gato siamés, que de las 9 vidas, al menos 6 las usó en limpiarse. Lo primero que pensé como buen psiquiatra fue en un tumor de lóbulo frontal. Produce el denominado síndrome pseudobulbar en el cual el paciente no puede dejar de reírse... No descarté el comienzo de una esquizofrenia y el correlato sintomático de la risa inmotivada. Otra posibilidad era una fijación edípica a un padre payaso, pero ante mi sugerencia la esposa me aclaró que el suegro, ahora en mejor vida, había conseguido una jubilación de privilegio, lo que explicaba claramente la mejor vida.
El padre del paciente que reía había sido juez de una Cámara Federal, lo que a la distancia me hace reconsiderar el tema de la fijación infantil al payaso. Tuve finalmente la entrevista con el paciente, la esposa y un hermano del paciente. Estos dos últimos con una facies, es decir rostro, cara, expresión, que bien podría denominarse “de culo”, si no fuera por la evidencia porteña y cordobesa de que ciertos culos parecen caras.
La entrevista terminó abruptamente cuando la esposa y el hermano se levantaron con un aumento notable de las caras chatas. Yo no podía dejar de reírme, y varias veces tuve que interrumpir la escritura de una receta de Valium porque mis carcajadas lanzaban la lapicera, una recordada Tintenkulin, a varios metros de distancia. Cuando se fueron los familiares, el paciente fue al diván, pero no para asociar libremente como un buen paciente psicoanalítico, sino para reírse más libremente aún. Qué cosa extraña es la mente humana. Cuando pudo reírse sin ningún tipo de censura ni cuestionamiento comenzó a calmarse. Yo también, y realmente me tranquilizó que seguramente no era un tumor del lóbulo frontal ni tampoco el inicio de una esquizofrenia.
En no más de veinte minutos me contó todo. El iba caminando por la calle Salcedo, sin mayores apuros porque salía bien temprano con la excusa de que el médico le dijo que tenía que caminar treinta cuadras por día. En realidad, el psicólogo le había dicho que la zona de intercambio matutino con su mujer debía reducirla al mínimo, y la zona de intercambio nocturno debía reducirla a cero.
De lo contrario, debido a los enfrentamientos y discusiones cada vez más frecuentes, podía llegar a tener un tumor frontal o incluso una reacción esquizofrénica. Qué curioso, pensé. Qué curioso. La cuestión es que al ratito nomás ve acercándose dos inmensas moles, un matrimonio que en total estaría en los 300 kilos.
Si se les sumaban a los kilos de carne en pie, las toneladas de prejuicios, mentiras, violencias barriales, atentados contra vecinos, Moby Dick y señora eran, a no dudarlo, una forma de mirar con simpatía a los balleneros japoneses.
Me explicó que la sola posibilidad de cruzarlos le hacían recordar con ternura a su esposa. A menos de diez metros del cruce, ocurrió lo inesperado. Lo sorprendente. La gorda resbaló, aún se está tratando de averiguar con qué, y comenzó a realizar movimientos desordenados, inconexos, de una increíble torpeza, como si en el agitar de extremidades pudiera impedir o al menos retrasar la inevitable caída.
Lo peor o lo mejor es que el marido, que venía agarrado a la esposa como si fueran dos torres gordas y gemelas, sintió los estremecimientos del efecto de implosión de su mejor es algo, y con irrevocable sentido del fin de la historia, tratando de impedir un desastre, estaba provocando el segundo.
El bamboleo grotesco de las Torres Ballenas, como se las empezó a llamar en el barrio, duró más de lo pensado. Se desmoronaron en tres tiempos, como si fuera una danza lánguida y mortal. Se juntaron muchos vecinos, la mayoría con cuentas pendientes con las Torres Ballenas.
Además de gordos, muy gordos, eran prestamistas, racistas, explotadores, prestaban dinero a una tasa más alta que el Citibank. Por esas cosas de la mente odiaban a Carrió y adoraban a Beliz. Para no abundar, eran dos gordos de mierda.
El estruendo de la caída fue algo más que un trueno entre las hojas. Ahora recordaba el paciente, debía lamentar las víctimas inocentes, como el puestito de flores que aplastado por las Torres, lo único que podía vender era puré de gladiolos.
El diariero apenas pudo rescatar algunos ejemplares de Ambito Financiero, que volvió a tirar enseguida. El moisés de un bebé quedó reducido a una cestita de mimbre y el bebé casi muere asfixiado. Hubo daños severos, incluidos los daños irreparables a un fitito que de tan chatito y finito que quedó quizá pudiera servir como pisapapeles. Pero a pesar del desastre realizado, y sin entrar a discutir el carácter revolucionario de la cáscara de banana que inició el derrumbe, mi paciente no pudo dejar de lanzar una carcajada, una terrible carcajada hiriente y contagiosa, que en poco tiempo construyó una cooperación de risas y más risas.
De la reacción inicial, visceral, casi refleja de festejo y celebración, comenzaron a escucharse voces discordantes. Algunos se acercaron a los restos de las torres, golpeados, heridos, sucios y peor entretenidos.
El único que no pudo dejar de reírse era mi paciente, por lo cual fue rápidamente señalado como vengativo, energúmeno, autoritario, loco, cruel. Lo demás es conocido.
Yo había resuelto incluso no darle el Valium, pero por las dudas me tomé uno yo. Las dos Torres Ballenas se cayeron por su propia podredumbre interior y porque hacía años que venían caminando en muy falsa escuadra.
El paciente siguió tratándose conmigo, porque se transfirió totalmente cuando me vio reírse casi más fuerte que él mismo. Comenzó a estudiar Arte, Locura y Sociedad con Vicente Zito Lema y a bailar tango con el Indio, todo en la misma Universidad Popular.
La alegría de la muerte no es la alegría por los muertos. La alegría porque alguien o algo, un avión o una cáscara de banana, matara a la muerte, tiene que producir alegría. La misma del pueblo francés cuando rodó la cabeza de Luis XVI. Y no fue por amor a la guillotina.
José Martí escribió que conocía al monstruo porque había vivido en sus entrañas. Entrañas en las cuales se hace la digestión de las incontables muertes que el monstruo produce desde los tiempos de la historia. Proceso de digestión que termina generando productos secundarios del terror, como las formas actuales de las neodemocracias, que apenas son un listado de desgracias.
La acusación de alegrarse de la muerte es igual al reproche a mi paciente por haberse reído cuando cayeron las Torres Ballenas. Y sugerir que la alegría es por los muertos, incluso agregando a los muertos por el ántrax, es una confusión no ingenua entre los genofílicos (los que aman) y los genocidas (los que matan). Cinco intelectuales de la buena razón, han escrito ayer en Página/12: “No gozar con el martirio de seres inocentes es nuestra fuerza. Allí toma su punto de partida una racionalidad distinta y por lo tanto otra estrategia”. Otra vez la acusación de habernos alegrado por los muertos.
En realidad, nadie sabe exactamente quién tiró la banana, decía mi paciente. Al menos yo no la tiré, aceptaba o se lamentaba, no supe bien.Alguno sospechó que fueron los mismos gordos los que tiraron la cáscara al suelo porque no podían dejar de comer mientras caminaban. Y las bananas son ricas en potasio. Cayeron de un exceso de potasio, como se puede caer de un exceso de capitalismo financiero.
Nosotros también tenemos nuestras torres, aunque no son gemelas. La Asociación Madres de Plaza de Mayo y la Universidad Popular. Estas torres que no son para arriba ni para los de arriba, sino que son para los de abajo, no caerán. A pesar de que en las difíciles coyunturas por las que estamos pasando, la espiral dialéctica que definiera Pichon-Rivière y que permite el crecimiento, la elaboración y el amor, puede congelarse en un doble vínculo paradojal. Las que han sostenido la vida con sus cuerpos, son ahora resignificadas como portadoras de la muerte.
La dimensión paradojal del doble vínculo consiste en dos mensajes que se contradicen, y al estar expresados en diferentes niveles lógicos, no es posible elegir uno u otro. El sujeto que está atrapado en un doble vínculo inmediatamente se siente paralizado y confuso. Es como si un manto de neblina le impidiera ver, pensar, sentir.
Cuando estamos bajo los efectos del doble vínculo no podemos reflexionar, pensar o desdramatizar. La dimensión paradojal se abre cuando dos compañeros muy queridos dicen lo que no creemos que hayan dicho. ¿Sabés lo que dijo? No... ¿Cómo va a decir eso? No lo dijo... Lo dijo, lo dijo, lo dijo... ¡¿Lo dijo? !Lo dijo...! ¿Para qué carajo lo dijo?
La mezcla nada milagrosa de los sabihondos, como los cinco grandes de la buena razón, de los confusos, como los que se ofenden y enojan identificados con el discurso del Departamento de Estado y sus representantes en las tierras coloniales, y de los suicidas que se tiran de las torres planas para despegarse de cualquier modo posible pero arrastrando en su caída todo lo que encuentran, esa mezcla impide el ejercicio de la cooperación de pensamientos necesaria para volver a espiralar dialécticamente el doble vínculo paradojal... Esta confusión que la situación paradojal produce puede ser despejada desde la confianza básica, desde la doble afirmación erótica de la Madre-Padre generadora y protector.
Esta confianza es básica porque tiene el fundamento político de las luchas por los derechos humanos, que aunque empezaron en diferentes momentos de la Historia, se abrazaron para siempre en la Plaza de las Madres. Esta confianza básica es una política del amor. La confianza básica permite despejar la ansiedad confusional expresada en: “Lo dijo, no lo dijo, porque lo dijo”, sin tener que huir hacia la ansiedad persecutoria ni la ansiedad depresiva.
No hay que huir porque este barco no se hunde, no hay que culparse porque construimos el amor por el conocimiento y el compromiso por el cambio social. No enseñamos el arte de los atentados ni la ciencia de la destrucción.
El sistema perverso reniega: niega que niega. El sistema virtuoso reafirma: afirma lo que afirma. Por eso la cooperación se constituye como una doble afirmación, en tanto incluye la dimensión de los otros, pero de los otros que me han incluido en su propia dimensión. Cooperar nunca es dormir con el enemigo. Cooperar es estar despiertos y unidos, porque seremos ocasionalmente vencidos, pero ya nunca más convencidos.
Ni siquiera por la mezcla nada milagrosa de sabihondos, confusos y suicidas.
¿Así que Alfredo Grande dijo Laden o Perón? Lo dijo... ¿Pero cómo pudo decir eso?
No lo dijo... Pero te digo que lo dijo... Lo dijo... Habrá sido Braden o Perón... No, dijo Laden o Perón... Eso dijo... ¿Ves? Te dije que era un gorila.
No hay que escuchar a los sabihondos, confusos y suicidas. Solamente hay que escuchar a los compañeros.
Eso es lo que dije.
Y esto es lo que escribo. Estos compañeros, ni los que seguimos estando con ellos en las buenas y en las malas, que son siempre buenas porque es el compromiso con el cambio social que nos exige el amor por el conocimiento, no son enemigos de ningún pueblo. Ni del que nunca se equivoca, ni del que no acierta ni una.
Son los amigos del pueblo. Las aguas contaminadas deben ser implacablemente denunciadas, y parte de esa contaminación es la mentira y la hipocresía. Son nuestros compañeros. Como dijo Benedetti: “Con tu puedo y con mi quiero, vamos juntos compañeros”.
Y tomando prestado una dedicatoria que escribiera Gregorio Baremblitt, dedico este trabajo a los amigos que lo hicieron posible y a los enemigos que lo hicieron necesario.
Buenos Aires, 22 de Octubre de 2001.
Alfredo Grande es médico psiquiatra, psicoanalista y escritor. Docente de la Universidad Popular Madres de Plaza de Mayo y uno de los responsables de la Escuela de Psicología Social de nuestra institución.
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