Mentiras increíbles Manuel E. Yepe • Argenpress
Me pregunto cuantos lectores en todo el mundo habrán perdido el habla al conocer de un informe sobre la situación de los derechos humanos en el mundo en 2006 publicado recientemente por el Departamento de Estado de los Estados Unidos de América en el que se alerta sobre el 'retroceso de las condiciones de los derechos humanos en Irak y Afganistán, a pesar de los esfuerzos de las tropas estadounidenses por derrotar a los extremistas en ambos países'. La doctrina propagandística estadounidense -un campo en el que la nación norteamericana ha marcado la pauta desde hace muchos años con técnicas muy depuradas- ha enaltecido la 'credibilidad' como requisito indispensable para que los medios triunfen con sus 'mentiras' cuando necesiten acudir a ellas.
Una suerte de regla no escrita precisa a los grandes medios, aquellos que el gobierno controla a nombre del 'establishment', a no faltar innecesariamente a la objetividad, a fin de tener credibilidad a la hora buena.
A ello atribuyen algunos especialistas en asuntos mediáticos el hecho de que Washington haya logrado tan amplia aceptación en la opinión pública de su país para sus falsedades en momentos cruciales, como cuando ha necesitado justificar una declaración o una acción de guerra. Recuérdese la explosión del acorazado Maine en la bahía de La Habana; el ataque a Pearl Harbor; los incidentes del Golfo de Tonkin y la presencia de armas de destrucción masiva en Irak, que respectivamente sirvieron de justificaciones para lanzar las guerras contra España en 1898, Japón en 1941, Vietnam en 1964 e Irak en 2003. Estados Unidos ha sorprendido al mundo por la ingenuidad con que su opinión pública ha asimilado las versiones oficiales acerca del asesinato del presidente John F. Kennedy y el abominable acto terrorista contra las torres gemelas del World Trade Center de Nueva York, dos historias que se parecen más a cuentos de horror y misterio hollywoodenses que a cualquier otra cosa.
La segunda de estas dos entelequias le sirvió de pretexto para el lanzamiento de su llamada 'guerra contra el terrorismo' y, como parte de ella, al recorte de las libertades públicas de sus ciudadanos. Quizás sea por estos significativos logros de hipnosis masiva a través de los medios que el cuidado de la credibilidad (o de la legitimidad relativa) está siendo olvidado con mayor frecuencia. En la campaña propagandística contra la revolución en Cuba se aprecian muchos ejemplos en este sentido. Como regla, el gobierno cubano ha evitado responder caso a caso cada una de las engañifas mediáticas contrarias al proceso revolucionario para no contribuir a su resonancia. Han sido los hechos mismos, y las denuncias a cargo de amigos y simpatizantes, los que han contestado a ellas. La excepción más sobresaliente de esta regularidad ocurrió en 2005, cuando la revista norteamericana Forbes publicó un informe en el que se incluía al presidente cubano Fidel Castro entre los gobernantes más ricos del planeta.
Cualquier persona inteligente advierte que, al lanzar al vuelo mentiras tan evidentes como aquella, se echa por la borda toda la credibilidad de la persona, la institución o el medio de prensa que lo hace. Y el líder cubano garantizó que así fuera al anunciar que renunciaría a todos sus cargos y responsabilidades públicas si la revista lograba probar una sola de sus imputaciones acerca de su patrimonio personal. Similar absurdo se aprecia en el reciente anuncio de un supuesto proyecto ''Archivo Cuba', en Madrid, que trata de documentar supuestos crímenes que se habrían producido durante el proceso revolucionario en Cuba 'que suman 8,190 casos'. Con procacidad inaudita, los promotores afirman, según la información difundida, 'que este registro no solo quiere reflejar las victimas que se han producido desde 1959 -año en el que la revolución llegó al poder-, sino ampliarlo hasta el ano 1952, cuando comenzó la dictadura de Batista, para que todos sean considerados como victimas y no haya rencor'. Aparentemente se trataría de sumar, a los 20,000 mártires que dejó la tiranía batistiana, el número de asesinos y torturadores del régimen depuesto ejecutados por sentencia judicial de los tribunales revolucionarios populares, así como el de agresores y agredidos fallecidos a causa de la invasión de Playa Girón (Bahía de Cochinos) patrocinada por Washington y las víctimas de los miles de actos terroristas y atentados promovidos por Estados Unidos contra Cuba. Todo ello para tratar de manchar, con tan grosera manipulación, el limpio expediente de respeto a los derechos humanos de la revolución, un sostenido propósito de Estados Unidos para justificar sus agresiones contra el pueblo cubano. (Lo más sorprendente e inexplicable por el momento, y quizás lo más significativo, de esta 'iniciativa' y de otra similar contenida en un libro también recién lanzado en España, es que sacan a relucir los crímenes de Batista, para servirse de la justa condena a que ellos convocan en función de una inventiva contra la revolución cubana, hecho que sin dudas no debe agradar a los descendientes de los colaboradores del dictador que constituyen el núcleo central de la ultra derecha cubano americana del sur de la Florida). En muestra inequívoca de proyección de su propia ideología, así como de falta de objetividad e imaginación, se imputan al proceso cubano los vicios y crímenes que la superpotencia practica en sus guerras imperiales y que ha extendido por todo nuestro continente, como la tortura de prisioneros, las ejecuciones extrajudiciales y los desaparecidos. Ignominiosamente desconocen el comportamiento ético y humanitario para con sus enemigos que ha caracterizado a la revolución cubana desde los tiempos de la lucha guerrillera en las montañas y en la clandestinidad de las urbes durante la guerra de liberación contra la tiranía de Batista, así como a lo largo de casi medio siglo de desarrollo del proyecto socialista, tan agresivamente objetado por la superpotencia vecina. Estas acciones de apariencia tan absurda, tienen el propósito de dejar, como pica en Flandes, esas falsedades en el subconsciente de millones de personas, aunque sea al precio de la ignominia para el calumniador al quedar reestablecida la verdad. Si buscamos motivaciones para estos ejercicios, constatamos de inmediato que el más reciente plan oficial del gobierno de los Estados Unidos encaminado a subvertir el orden constitucional en Cuba asigna para tal objetivo en los años 2007 y 2008 un presupuesto de 80 millones de dólares, de los cuales 24 millones están destinados a reforzar la propaganda contra la isla.
El resto se dedica a financiar una oposición interna que no han podido lograr que se maneje por si misma, realizar actividades de reclutamiento de desertores, así como para tratar de conseguir apoyo de otras naciones para sus planes contra Cuba. Estas asignaciones se suman a aquellas que, para similares fines, manejan públicamente o de manera encubierta diversas instituciones de la superpotencia, entre las que siempre ha sobresalido, por la intensidad de su trabajo y el volumen de los recursos de que dispone, la Agencia Central de Inteligencia (CIA), significativamente incrementadas a partir del fin de la 'guerra fría'. No son, por ello, ni remotamente gratuitas las increíbles mentiras que de vez en vez se construyen contra la revolución de los cubanos. Y se descalifican por si mismas.
Manuel E. Yepe Menéndez es abogado, economista y politólogo. Se desempeña como Profesor en el Instituto Superior de Relaciones Internacionales de La Habana. Fue Embajador de Cuba, Director General de la Agencia Latinoamericana de Noticias Prensa Latina, Vicepresidente del Instituto Cubano de Radio y Televisión, Director Nacional fundador del Sistema de Información Tecnológica (TIPS) del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) en Cuba y Secretario del Movimiento Cubano por la Paz y la Soberanía de los Pueblos.
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