viernes, 4 de mayo de 2007
Museo en los medios de difusión mundiales
ISSN: 1810-4479 Publicación Semanal. Año 4,Nro.167, Viernes,16 de marzo del 2007
Museo Por Correspondencia; Una Visita Al Museo Del Che
“Un latigazo duro, un golpe helado”... Tal cual las palabras del poeta, así sentí la pasada semana al conocer la muerte de “Toto” Zimerman, y por esas cosas de la memoria, confundir su nombre con el delamigo y camarada Eladio “Toto” González. No era menos valioso el hermano perdido, pero algo así como un gran alivio nos estremeció. Y en memoria de ese instante de alegría que nos llenara de culpa, traemos a ustedes dos artículos de la web que nos acercan a este hombre que conoció Cuba y la amo y a su magnifica obra: el PrimerMuseo Latinoamericano Ernesto Che Guevara.
Texto que publica el Gobierno de Buenos Aires en su página web sobre el Museo:
Desde 1996 el 1º Museo Sudamericano en homenaje y memoria a Ernesto "Che" Guevara atrae a propios y turistas al barrio de Caballito. Unico museo en el mundo que registra a donantes voluntarios de células madre (INCUCAI). Vení y participá en esta lucha entre memoria y olvido, rigor histórico y calumnias, fetichismo light y vacío y firme construcción de su humanismo épico. En un marco irreal en el que alternan antigüedades y juguetes, fotografías, numismática, filatelia guevarista y su escultura hiperrealista tamaño natural, posters, libro visitas y atención personalizada por sus directores. Llegás buscando al rosarino - ícono mundial de la ética - y descubrís que sos quien "nos lo trae". " La casa es chica, el corazón es grande." Te espero.
Dirección: calle Rojas 129 - esq. Yerbal - (Caballito) Tel.fax: 4 - 903 - 3285
E-mail: museocheguevara@fibertel.com.ar
blog: http://museocheguevaraargentina.blogspot.com/
Horario: lunes a viernes 9 a 18 horas.
Entrada: gratis
El Che recibe su merecido homenaje en el Museo Histórico Ernesto Che Guevara, el primero de Sudamérica, dirigido por Eladio “Toto” González y su esposa Irene Perpiñal. Esta institución participa activamente en los emprendimientos barriales y trabaja en red con diferentes organizaciones de Derechos Humanos y opositoras al bloqueo cubano.
En el negocio de antigüedades Bagatela, ubicado en Rojas 129, funciona también el Museo Histórico Ernesto Che Guevara, el primero en América del Sur dedicado a este luchador revolucionario. En ese largo ambiente, plagado de objetos llenos de historia, protagonistas de distintas épocas, fluyen también la resistencia y la solidaridad, y abundan las alegorías al Che y las críticas a las injusticias cometidas no sólo contra el pueblo cubano sino también contra todas las víctimas del sistema capitalista. Es un espacio militante sin ser de ningún partido político, cargado de un compañerismo netamente progresista y combativo.
Es que así son también sus impulsores, Eladio “Toto” González, y su esposa Irene Perpiñal: idealistas, defensores de los Derechos Humanos, opositores a las injusticias y a la desigualdad social. Por eso el Museo es un espacio poco común en la cotidianeidad individua-lista y fugaz que intenta constantemente hacer naufragar los proyectos dedicados a las causas justas.
Según Toto, "el Che era un tipo raro, porque son raros los solidarios" y, teniendo en cuenta su teoría, él también lo es. De hecho, su acercamiento ideológico a Cuba y al Che se dio gracias a un acto noble y altruista: "Yo no tenía noción de quien era Guevara -confiesa Toto-. Nunca había militado en nada. Todo empezó por una donación de sangre".
En 1992 un viaje de Toto e Irene a Cuba coincidió con el atentado terrorista contra tres soldados cubanos, de los cuales sólo logró sobrevivir uno que debía ser intervenido quirúrgicamente. Este lamentable hecho, sumado a todas las vivencias en la isla, motivaron a Toto para que el último día de sus vacaciones hiciera algo para materializar aquel sentimiento de compañerismo y pertenencia propio del pueblo cubano, que experimentaba desde su llegada al país.
En Cuba, Toto se encontró "con una realidad hermosa, con una sociedad diferente" y asegura haber sentido "sana envidia" al ver a un grupo social con sus integrantes funcionando juntos. "Cuando ocurrió esa desgracia salí a caminar y lo que se vivía era un duelo total -recuerda-. Ojo, no había banderas negras ni manifestaciones, era simplemente una cuestión de percepción. Es que el duelo del pueblo se sentía y era abrumador".
Toto estaba conmovido y sentía la necesidad de hacer algo. No lo pensó dos veces y, aunque no lo pedían, fue a donar sangre para el soldado herido sin imaginar, tal vez, que con esa acción estaba cambiando el rumbo de su vida. "Yo quería acercarme y sentir el calorcito de esa gente -explica emocionado-, necesitaba saber cómo era aquello, experimentar esa sensación que se percibía, que para mí era como un milagro".
Intentó donar sangre pero no lo dejaron porque no hacía falta. De todos modos, tuvo la oportunidad de hablar con el padre del muchacho y le dejó una nota que al día siguiente ocupó la primera plana de varios diarios cubanos.
Ya en Argentina, a los pocos días el cartero le entregó cuarenta cartas. Toto pensó que había un error, que le estaba dejando correspondencia que seguramente era para sus vecinos. Pero no, en todos los sobres estaban su nombre y su dirección. Esas esquelas representaban sólo el comienzo de un intercambio epistolar ya que Toto llegó a recibir más de cinco mil notas escritas por cubanos de todas las edades, de distintas profesiones, de diferentes lugares, pero todos con un sentimiento de hermandad común. Luego confeccionó listas con los nombres y direcciones de las personas que le habían escrito y las distribuyó entre argentinos: "Así logramos quebrar un bloqueo de más de cuarenta años -rememora-, ya que a Cuba hasta le intentaron cortar los vínculos culturales, lo que es muy cruel y terrible porque, al separar al mundo, se está deteniendo la cultura mundial, que es la suma de todas las culturas. Bloquear una cultura es destruir a la humanidad".
Un año después el arquitecto Rodolfo Livingston publicó algunas de las cartas en un libro y muchos de sus lectores entablaron contacto con Toto e Irene. De esta manera, a medida que aumentaba y se estimulaba la comunicación, se gestaron nuevos proyectos e innovadoras maneras de combatir el bloqueo. De a poco empezaron a juntar alimentos, ropa, juguetes, útiles escolares y una variedad de donaciones que, con la ayuda de la Embajada Cubana y la empresa Cubana de Aviación lograron mandar a la isla hasta que el gobierno de Carlos Menem empezó a dificultarles la posibilidad de ofrecer esta ayuda solidaria.
La dimensión de las donaciones era de tal magnitud que no les quedó otra que expandirse, lo que dio nacimiento formal al Primer Museo Histórico Ernesto Che Guevara en América del Sur. El Museo funcionó desde 1996 durante seis años en un galpón enorme ubicado en Nicasio Oroño y Avellaneda, en Caballito. Se mostraba la vida del Che, había fotos inéditas, documentación, cartas, manuscritos, monedas, esculturas, estampillas y demás objetos aportados por cientos de personas que, motivadas por el impulso de compartir, donaron sus reliquias guevaristas al Museo. Además tenían libros para prestar, muchos de los cuales hoy es posible encontrar en la biblioteca de la Universidad de las Madres de Plaza de Mayo ya que con el cierre del galpón decidieron donarlos para que puedan seguir circulando.
También se sumaron personas provenientes de distintos partidos, con diferentes historias e ideologías. "Todos los que venían al Museo querían ayudar -explica Toto-, necesitaban hacer algo por los demás" y así, casi sin buscarlo, lograron formar una red de lucha, de ayuda, de resistencia.
Además se impulsó un trabajo cultural muy importante y ofrecieron talleres totalmente gratuitos para evitar "la segregación de bolsillo". De esta manera, se dictaron clases de periodismo, guitarra, tango, salsa, inglés, primeros auxilios, además de apoyo escolar primario y secundario.
Asimismo, desde hace dos años, en memoria del Che, aquel estudiante de medicina solidario "que curaba a los enfermos, jugaba con ellos y les aliviaba el espíritu", el Museo es también un centro de recepción, de información y de registro de donantes de células madre.
Sin subvenciones y víctima de los problemas económicos agudizados desde el 2001, el galpón cerró sus puertas en el 2002. Sin embargo, el Museo sigue vivo y no solamente en el negocio de la calle Rojas. Posee también un espacio ilimitado ya que el Museo Ernesto Guevara, el primero en Sudamérica que rinde homenaje al Che, acompaña a Toto a todos lados y se materializa en cualquier ambiente al flamear la bandera cubana con la leyenda "Hasta la victoria siempre", emblema que incentiva a todos aquellos que desde el anonimato comparten sus sentimientos, a acercarse y coincidir en un proyecto común.
viernes, 23 de febrero de 2007
http://revistaenredados.blogcindario.com/2007/02/00004-museo-por-correspondencia-una-visita-al-museo-del-che.html
Museo del Che
Por Ariel Jonte
Inaugurada en 1996, la muestra sobre Ernesto Guevara cerró seis años después por falta de fondos. Quien la ideó cuenta cómo surgió la iniciativa y por qué recibe, en la actualidad, a miles de turistas en su comercio de bagatelas.
Este local está custodiado por la señora que vende bombachas enfrente. El cartel está a la entrada del negocio de la calle Rojas 129, en pleno barrio de Caballito, advirtiendo a todo aquel cliente de una supuesta acción inoportuna. El interior del comercio posee un mundo de objetos que alguien alguna vez vendió o cedió y que otros acuden a su búsqueda: antiguas lámparas de cristal, destornilladores, afiches de Ernesto Guevara, encendedores, libros de la revolución cubana, juguetes, una estatuilla y fotos del Che, viejos inodoros en un rincón, pequeños guevaritas de plástico, vajillas y varias bagatelas.
Una chica brasileña y un muchacho mexicano se acercan al dueño del local. Tímidamente preguntan: “Perdón, ¿esto es el museo del Che?”.
Un poco de historia
El matrimonio conformado por Eladio Toto González e Irene Perpiñal viajó de vacaciones a Cuba en el verano de 1992. La estadía les produjo una breve sorpresa: la amabilidad con la que fueron recibidos. “Imaginaba encontrarme con una multitud de gente vestida de gris, con moñitos maoístas. Toda una cosa rígida. Pero noté un conjunto de personas que comparte ciertos valores y no miles de autómatas sin vida”, comenta González, entrecortadamente, mientras la clientela le permite un tiempo para la charla.
Entre las sucesivas caminatas que realizaron por la isla, Toto recibió un disparó emocional. Cuatro guardias de frontera fueron baleados durante un ataque -se lo recuerda como la Masacre de Tarará-. Sólo uno quedó con vida.
El turista mexicano deja de observar algunas fotos del Che, que Irene le había acercado, y pone atención en el relato de González: “Fui a donar sangre. No la querían porque había de sobra. Se reían amablemente mientras yo explicaba que mi sangre era valiosa: RH negativo. La jefa de hemoterapia, que era una mulata simpática, de tanto insistir me hizo una prueba para comprobar mi grupo sanguíneo pero no me sacó sangre. Estaba caliente: quería mezclarme con ellos”. Finalmente logró acercarse. Una carta dirigida al policía internado fue respondida por más de cuatro mil cubanos. Tras 14 años de haber transcurrido la masacre, no pasa un día sin que Toto reciba una nueva correspondencia.
La Revolución
El ida y vuelta generado con los cubanos a través de las misivas apuntaló en Toto la necesidad de ayudar con donativos a la población de la isla. La iniciativa contagió a un sin fin de personas con las que conformaron la entidad Chau Bloqueo.
Es imperiosa la necesidad que tiene González por contarle a los turistas cómo se desencadenaron los hechos desde un principio. Por un instante lo que estaba tomando forma se interrumpe para preguntarle a un joven que se le acerca qué está buscando. “Soy noruego, ¿aquí es el museo del Che?” Toto le pide que lo escuche. El relato comienza nuevamente desde el verano del ´92. Siente que cada visitante que acude al lugar “lo hace porque lleva un Guevara en su interior, un sentimiento que necesita sacar a flote”.
Hasta la victoria siempre
En 1996 el material recolectado para ser enviado a Cuba tomó demasiada magnitud. Fue necesario alquilar un local para depositarlo hasta su envío. “Cuando entré al galpón de Nicasio Oroño 458 me preguntaron si me gustaba: yo dije que sí, que era el museo del Che Guevara.”
La inauguración fue increíble. No tenían nada. “Si abrís algo la gente viene y trae”, confiesa el fundador y le aclara al terceto internacional, que no deja de observar las 300 fotos inéditas del Che, que lamentablemente no todo lo que consiguió puede ser apreciado en la actualidad. Esculturas, numismáticas, filatelias, documentos personales, una condecoración, una cantimplora, monedas y estampillas cubanas con su cara, maquetas alusivas a las batallas, su lata de tabaco, ropa utilizada por la guerrilla, son sólo algunas de las pertenencias que no pueden ser vistas en “la guardia permanente” que se mantiene sobre la calle Rojas.
El museo debió cerrar seis años después de haberse puesto en marcha por falta de fondos para pagar el alquiler. “Yo no pido que el Gobierno me dé un subsidio, sólo pretendo que me den un lugar para llevarlo a cabo. Año tras año me dicen que no lo tienen.”
El bloqueo
Los visitantes cruzan las miradas. Agradecen y se retiran sin antes sacarse unas fotos con la estatuilla del Che.“Diariamente me da mucha vergüenza: vienen acá porque el museo figura en la secretaria de Turismo y creen que van a encontrarse con algo lindo”, lamenta González que tras haber guardado las fotografías le enseña a una clienta unos patines viejos por los que había preguntado. Se siente herido. La cara no lo deja mentir.
Un cartero entra al local y sin decir una palabra apoya un sobre en el escritorio. Toto lo agarra y sus facciones cambian al leer el remitente: Apartado 6240. La Habana. Cuba. Siente lo mismo que un soldado herido al que se le aplica una dosis de morfina. El dolor se escabulle. Ve en un futuro no muy lejano como reabre sus puertas el Primer Museo Latinoamericano Ernesto Che Guevara.
http://revistabipolar.blogspot.com/2006/08/museo-del-che.html
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