miércoles, 8 de agosto de 2007

Hugo Chávez en Argentina entrevista de Martín Piqué Firmó la compra de 500 millones de dólares en bonos argentinos


CHAVEZ EXPLICO POR QUE HAY TRABAS EN EL PROCESO DE INTEGRACION
“El imperio tiene sus lacayos”


El presidente venezolano, Hugo Chávez, en el Sheraton.



Por Martín Piqué
Drácula dormía de día, de noche se dedicaba a lo suyo: clavar colmillos en cuellos bien jugosos. Hugo Chávez no piensa lo mismo. Para el presidente venezolano, quien se despidió de Buenos Aires tras otra visita a puro vértigo, el conde de Transilvania no duerme nunca. “Estados Unidos es como Drácula”, comparó ayer en otra muestra de su discurso florido en metáforas y chistes. “Tiene el cinco por ciento de la población mundial y consume el veinte por ciento de la energía”, argumentó desde el primer piso del hotel Sheraton. Allí, en una conferencia de prensa que previsiblemente se extendió por más de dos horas, Chávez intentó despejar las dudas de la prensa sobre la publicitada compra de 500 millones de dólares en bonos argentinos. “Ayer se firmó”, remarcó. Enseguida prometió que comprará otros 500 millones en unos meses. Antes de partir hacia Montevideo, cuestionó los artículos que habían señalado que los intereses cobrados por su país eran superiores a los del FMI. “Es una gigantesca mala intención”, dijo. “En Sudamérica el imperio tiene sus manos metidas hace mucho tiempo. Tiene lacayos.” Más tarde, en una charla más íntima con Hebe de Bonafini y algunos dirigentes K, atribuyó esa publicación al ubicuo Drácula, el vampiro que nunca duerme y está en todos lados.
La visita de Chávez se había comenzado a preparar con un viaje del ministro de Energía y Minas venezolano, Rafael Ramírez, quien hace casi un mes se había entrevistado con Kirchner y el ministro Julio De Vido. Desde entonces se hablaba de una visita de bajo perfil político, para no complicar la campaña de Cristina Kirchner. Se suponía que el encuentro con Chávez sería en la quinta de Olivos, lejos de las cámaras y de los flashes que pueblan los salones de la Rosada. Hasta último momento (el lunes mismo), el jefe de la Casa Militar de Venezuela estuvo coordinando el operativo de seguridad sin prever ningún paso por Balcarce 50. Todo cambió en un flash. Horas antes de la llegada de Chávez, los militares venezolanos y sus contactos en Buenos Aires se enteraron de que habría un acto institucional en la Casa de Gobierno.
El entusiasmo de la delegación venezolana (esperaban una visita de un contenido político más diluido, como habían anticipado todos los diarios) se completó con la sorpresa que se llevó Chávez en la cena con el Presidente y su esposa en la quinta de Olivos. En esa comida del lunes a la noche, Cristina Kirchner habló mucho más que otras veces. El invitado estuvo muy atento; luego compartiría sus impresiones con un grupo de dirigentes argentinos que están muy cerca del chavismo. “Va a profundizar el rumbo”, fue el pronóstico que Chávez hizo en confianza ante esos invitados VIP. “Los procesos se van a acelerar”, fue otra de sus frases.
La charla fue ayer a la tarde, tras la conferencia de prensa de dos horas y media. Antes de que comenzara el diálogo se produjo una de las perlitas de la jornada: el titular de Techint, Paolo Rocca, apareció de imprevisto para saludar a Chávez y pedirle una reunión. No había podido hacerlo el lunes en la Rosada.
Los elegidos fueron Bonafini, el diputado Edgardo Depetri, el titular de la CTA, Hugo Yasky, el cooperativista Carlos Heller, el subsecretario de Capacitación Jorge Ceballos y el ex funcionario porteño Angel “Lito” Borello. Chávez les presentó a su nuevo embajador en Buenos Aires, Arévalo Méndez Romero. En tren de confesiones, el venezolano reconoció que había seguido con atención las declaraciones de Cristina Kirchner durante su visita a España. Allí le preguntaron a la candidata por la relación con Venezuela. El bolivariano se refería a un reportaje al diario El País de Madrid y a un encuentro con empresarios. Chávez festejó sobre todo las declaraciones de Cristina Kirchner sobre el mapa energético de América del Sur, que no cierra “sin Venezuela”.
Tanto en la conferencia de prensa como en la reunión posterior para unos pocos, Chávez dijo que los roces de Venezuela con Brasil no se deben a una “disputa de liderazgos”, sino a una confrontación de “modelos energéticos”. Según ese análisis, el planeta se está dividiendo entre los países productores de gas, petróleo, carbón y energía nuclear, por un lado, y aquellos que impulsan la energía biodiesel, por otro. En su visita anterior a Buenos Aires, aquella que coincidió con el desembarco de George Bush en Montevideo y que ganó centrimetraje en la prensa mundial con el acto de Ferro, Chávez había hecho el mismo diagnóstico. Para el boliviariano, el planeta está a las puertas de una crisis energética de magnitud (sobre todo porque la mayoría de los países productores de crudo habrían falseado en la declaración de sus reservas). “Estados Unidos no tiene reservas aseguradas para muchos años”, advirtió ayer el venezolano.
La despedida de Chávez dejó a la mayoría de sus invitados con la certeza de que los chisporroteos con la Argentina –que existieron, aunque la diplomacia los haya sabido disimular– quedaron en el pasado. Los más informados se sorprendieron con que Luis D’Elía, quien parecía haber asumido el rol de ser portavoz de ciertas críticas en política exterior, no se haya dejado ver. El fundador de la FTV estuvo el lunes en la Rosada; se entrevistó con el jefe de Gabinete, Alberto Fernández. En suma, la visita de Chávez dejó en sus aliados argentinos una sensación de euforia. El bolivariano estaba más que contento con la candidata del Frente para la Victoria y lo hacía notar. Los kirchneristas se llevaron música para sus oídos.