miércoles, 2 de julio de 2008
Medio ambiente Deodoro Roca Cordobés Argentino un grande, la Gran Prensa y la Paz Armada del pensamiento, Rafael Alberti le cantó
AGUAFUERTES AMBIENTALES
Homenaje a Deodoro Roca
Seguramente muchos al leer este título se preguntarán; quién es o quién fue, o por qué, un homenaje a este personaje. Por las dudas, antes de que se ofenda, le aclaro que este interrogante no es síntoma de ignorancia, ya que Roca es uno de los grandes soslayados de la historia oficial argentina. “Algo habrá hecho”, afirmará algún corifeo del poder.
Deodoro Roca (1890-1942), buen cordobés,(como a él le gustaba adjetivarse) fue, producto de su rebeldía y gran sensibilidad social, el más esclarecido ideólogo de la Reforma Universitaria de 1918.
Su estatura intelectual y compromiso, parieron el célebre 'Manifiesto Liminar' de la Reforma, que expone el 'derecho sagrado a la insurrección', y que al comienzo dice: “Hombres de una República libre, acabamos de romper la última cadena que, en pleno siglo XX, nos ataba a la antigua dominación monárquica y monástica. Hemos resuelto llamar a todas las cosas por el nombre que tienen. Desde hoy contamos para el país una vergüenza menos y una libertad más Los dolores que quedan son las libertades que faltan. Creemos no equivocarnos,…: estamos pisando sobre una revolución, estamos viviendo una hora americana”. Y efectivamente lo era. Fue en la historia, la última revolución de las ideas amasada en nuestro país.
No es casual tanto olvido, los molinos de viento contra los que batallaba eran demasiado poderosos para permitir que su ejemplo y sus ideas echaran raíces y crecieran fuertes y los “malos pensamientos” se diseminaran por todo el campo nacional y popular argentino, exportando la revolución universitaria a todos los aspectos de la realidad nacional.
Por ello y más que cualquier cosa que pueda expresar en torno a Roca, el mayor homenaje que se le puede hacer, es reproducir sus escritos, donde temas como el poder de la prensa, el “campo”, tan mentado en estos días o la defensa del ambiente urbano, lo tienen como un esclarecido, que a más de 70 años conservan todo la actualidad y vitalidad con que fueron redactados.
En el editorial del periódico: “FLECHA, por la paz y la libertad de América”, del 22 de Noviembre de 1935, decía:
“No tenemos armas para más largo alcance. Sólo la ‘Gran Prensa” dispone de ellas. Pero le sirven (más aún mientras más poderosas las hace el crecimiento técnico) para una especie de ‘Paz Armada’ del pensamiento.
Máquinas prodigiosas. Millones de escribas. Publicidad pasteurizada….Paz Armada del pensamiento.
Eso es, a eso ha llegado con su prodigioso crecimiento técnico, la ‘Gran Prensa’. Es la proa de bastas empresas comerciales enlazadas por una monstruosa trampa.
Alguna vez la máquina servirá para la liberación del hombre.”
En estos días, en que parece que la divisoria de aguas pasa por, campo si o campo no, y en función de ella los medios de comunicación nos inundan la vista, los oídos y la vida, vale la pena leer: “Apuntes de un Observador”:
“Súbita transformación de la Argentina. Mucha prosperidad, mucho campo sembrado. Mucha riqueza. Sin embargo, el criollo pobre.
El campo sin lirismo. Recorremos leguas y leguas. El campo es el mismo. Monótono y triste. Todo sembrado de maíz, de trigo, de lino. (Hoy de soja.)
Todas las espigas irán a engordar el bolsillo de Bunge y Born y de Dreyfus: Pareciera que estos pueblos de la pampa sólo tienen un objeto: enriquecer a Bunge y Born y Dreyfus.” (agreguemos unas pocas empresas, pero como se ve, nada ha cambiado desde Enero de 1936, en que se publica esta nota en “Flecha”. Hablarán del mismo campo?)
Por último reproduzco una página genial, escrita frente a una poda irracional de árboles en su Córdoba natal, impulsada por el intendente de esa ciudad, al que apodó el “Loco Leñador” y que debe ser tenida como precursora en la defensa del ambiente urbano, titulada: “PEDIMOS LA CABEZA DE LOS ASESINOS DE LOS ÁRBOLES” (en “Las Comunas”, 04-08-1939)
“Córdoba presencia un antiguo espectáculo local –especie de rito invernal y sádico del cordobés medio, que lo tolera-: ¡el asesinato de los árboles!
Se renueva, ahora, al parecer, con furor deleitoso de sierra sin fin…
¡Pedimos la cabeza de los asesinos de los árboles!
Pero no la pedimos para cercenarlas, ni para martirizarlas, conforme ellos lo hacen con los indefensos árboles, valetudinarios (pocos), paralíticos, mutilados de guerra -¡de la guerra al árbol!- que se afirman en sus muletas y calientan sus muñones, al sol del invierno, en paseos y plazas.
Pedimos sus cabezas para satisfacer una antigua curiosidad: ¡para ver que tienen dentro!
¡Nada más!”
Tampoco es casualidad que el gran poeta español Rafael Alberti, haya despedido a Deodoro Roca a su muerte, con la siguiente poesía:
ELEGÍA A UNA VIDA CLARA Y HERMOSA
Yo se a quién preguntarle, a quién decirle
cantos, cosas, razones de su vida;
por qué altura de álamo medirle,
por qué piedra indagarle
la densidad de agua conducida,
remansada en su río;
por qué estrella llorarlo sin llorarle,
por qué decirle nuestro y por qué mío.
Yo sé como llenar ese vacío
que deja un árbol ya desarbolado,
una roca tocada de inclemencia,
una hundida creciente,
la luz de un resplandor arrebatado.
Sueñe el bosque su verde trasparencia,
su voz el mar, la cumbre alta su frente,
la llama el corazón de su pasado.
Como se pierde un barco iluminado
entre dos tristes selvas litorales;
se extermina de pronto una arboleda,
un hombre verdadero;
así sus claras hondas fraternales,
lo que descuajó el hacha y que nos queda:
libre, un claro sendero,
difícil y advertido de señales.
Mudos, los largos llantos funerales.
Alta estrella, mas no para loores.
Alto río, mas no para la escoria.
Árbol alto, mas para bien movido.
¡Arded, bullid, sonad, labradores!
La vida clara, hermosa la memoria
La vida clara, hermosa la memoria,
hermoso su sentido,
claro su ejemplo y claros sus deudores.
Agregar algo, sería redundante, simplemente era un homenaje que se lo debía y me lo debía.
Hasta la próxima Aguafuertes.
Ricardo Luis Mascheroni
Docente e investigador U.N.L
Ref. “PROHIBIDO PROHIBIR”, Prólogo de Sanguinetti, Horacio, Edic. La Bastilla, 1972