viernes, 5 de diciembre de 2008

Patinando sobre sangre asesinos somos todos los padres, abuelos, tios, maestros, policias, vecinos, matar a la mujer ó a sus hijos Argentina enferma










AGENCIA DE NOTICIAS PRENSA ECUMENICA

El genocidio escondido.

Por Liliana Rainiero y Mara Nazar.

Del Centro de Intercambios y Servicios

Cono Sur Argentina-Red Hábitat de América Latina (CISCSA)

Córdoba. Argentina.


Ante el crimen aberrante de un padre que asesinó a dos hijitos en venganza contra su ex pareja, ocurrido el martes 2, el diario La Voz del Interior pidió a CISCSA una nota para analizar el tema que, escrita por Liliana Rainiero y Mara Nazar, se publicó en la edición de ese diario el jueves 4 y que CISCSA remitió para su difusión.





Estos hechos son parte de una sociedad que sólo reacciona ante la situación límite, invisibilizando las alertas y señales cotidianas, y de un Estado que está lejos de ejercer su responsabilidad indelegable de proteger la vida de sus ciudadanos y ciudadanas.



Ante el horror y el espanto que causa adentrarse en realidades como esta, nos alarmamos sobre todo por la magnitud del hecho y más nos estremece la posibilidad de asociarlo a la violencia ejercida hacia las mujeres de la que da cuenta la prensa cotidianamente y donde este desenlace es la manifestación límite de ella. Lo que está en juego es el daño y, en este caso, la muerte de los hijos como castigo máximo a infligir a una mujer.



A pocos días de la conmemoración del Día de la No Violencia hacia las Mujeres, periodistas de numerosos medios han compartido datos que, no obstante estar por debajo de las cifras reales, muestran una realidad contundente sobre la violencia de género.



Por ejemplo, en la provincia de Buenos Aires se realizan 166 denuncias por violencia “familiar” en las comisarías de la Mujer. En 2008, se han registrado al menos 165 asesinatos de mujeres.



Violencia que se ejerce hacia las mujeres por el solo hecho de ser mujer; esto es la violencia sexista, ejercida por las propias parejas, allegados al entorno de las víctimas, o ejercida en algunos casos por desconocidos (violaciones seguidas de muerte).



En Córdoba, este diario publicó días atrás una nota en la que se resaltaba: “Cada día, hay 240 consultas por violencia. Se cuadruplicaron los llamados en dos meses. El 85 por ciento de las víctimas son mujeres”.



En la historia de esta joven madre podemos imaginar el proceso de dominación previo, que aun al decidir romper el vínculo con su agresor no encontró las garantías necesarias, por parte del Estado y de la sociedad, para vivir una vida libre de violencia.



Varones que ejercen la violencia donde más duele, instituciones que naturalizan y reproducen la violencia ad infinitum, patologizando al agresor, culpabilizando a las víctimas.



Es el “genocidio escondido” del que hablan algunas autoras. El término supone a las mujeres como usables, prescindibles, maltratables y desechables, incluidas en situaciones de una crueldad tan infinita como el hecho que nos ocupa.



Este como otros hechos cotidianos, que van desde el abuso, la violación y la muerte de mujeres, nos interpelan como sociedad, nos obligan a reflexionar sobre la responsabilidad del Estado, de los gobiernos locales, provinciales y nacionales de garantizar el derecho de las mujeres a una vida libre de violencia. Implican legislaciones que condenen, acceso a la Justicia, asignación de recursos para programas de atención a las mujeres víctimas de violencia, garantías para que cuando denuncian no sean doblemente victimizadas y culpabilizadas sino saber que encontrarán la protección y acompañamiento necesario para ella y sus hijos e hijas. Estas acciones involucran a distintas dependencias y responsables gubernamentales con la capacitación adecuada, policías, agentes de salud y de justicia. Para prevenir la violencia y no actuar cuando sus consecuencias son irreversibles.

Estos hechos de los que nos lamentamos –dos niños asesinados– no son únicos ni aislados sino que son parte de una sociedad patriarcal donde prevalecen en el siglo 21 pautas culturales que posibilitan situaciones como éstas. Una sociedad que sólo reacciona ante la situación limite, invisibilizando las alertas y señales cotidianas, y un Estado que está lejos de ejercer su responsabilidad indelegable de proteger la vida de sus ciudadanos y ciudadanas.+ (PE)

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