viernes, 19 de diciembre de 2008
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Cuba festeja los primeros 50 años de revolución
Y después, a estar por lo visto en estos primeros 50, vendrán otros 50 años. Dice la historia que el gran Lenin festejó cuando la revolución bolchevique sobrevivió los mismos 71 dìas que había durado la Comuna de París, en 1871. Se comprende cuánto festejarán Fidel y Raúl Castro y millones de cubanos el 1 de enero, cuando la revolución cubana sople 50 velitas.
El acto central será en Santiago de Cuba y ojalá el comandante en jefe pueda asistir a la ceremonia. Sería un acto de estricta justicia pues fue él quien encabezó el asalto al Cuartel Moncada en esa ciudad, en julio de 1953 y que desde entonces estuvo en la primera línea, orientando la revolución cubana desde el desembarco del Granma hasta hoy. Esto es así, aún cuando a fines de julio de 2006 debiera dejar el timón de los asuntos de Estado por razones de salud.
Los cubanos tienen muchos motivos para festejar. La primera es haber llegado a las cinco décadas de revolución invicta, a pesar del bloqueo y agresión que les dispensa el imperialismo yanqui. Y La Florida, con su gusanera, queda a sólo 90 millas.
Desde que triunfó la revolución sobre la dictadura de Batista comenzó ese bloqueo, establecido en forma total desde febrero de 1962. Y no se trata sólo de limitaciones al comercio, incluso afectando a terceros países, sino también una injerencia y agresión que nunca descartó la invasión militar, practicada en abril de 1961 en Bahía de Cochinos. Desde esa extraordinaria victoria cubana en adelante los yanquis no volvieron a invadir aunque lo planificaron varias veces, sobre todo en los últimos años tras la debacle socialista en la ex URSS y luego de la invasión a Afganistán e Irak. “Ahora a Cuba”, clamaban los apátridas gusanos de Miami.
Un país que en 1961 hizo la campaña de alfabetización y proclamó que era el primer territorio liberado de ese flagelo, ya justifica el hecho revolucionario. Pero en este medio siglo hubo mucho más, por caso haber bajado a 5,3 por mil la tasa de mortalidad infantil, en el mejor resultado de los países del Tercer Mundo y superando incluso a varios del Primero. La isla tiene en conjunto mejor tasa que Washington, capital del imperio del mal. Con eso está todo dicho.
La expectativa de vida de los cubanos se ha estirado como un chicle y ya bordea los 80 años. El Granma informó que hay más de 1.400 ciudadanos que superan los cien años de edad. ¡Tan mal no se debe vivir en el socialismo para llegar a tanto! Y la receta parece sencilla pues los isleños no vendieron su alma al diablo: es vivir en un país que se ocupa de la salud de su gente en su sentido más amplio y hoy debate una nueva ley de seguridad social. Hay tantas naciones donde los viejos son material descartable, igual que los niños pobres, que viven y mueren en la calle.
Cuando Juan Pablo II llegó a La Habana en enero de 1998, un cartel proclamaba: “Esta noche millones de niños dormirán en la calle. Ninguno de ellos es cubano”. ¿Propaganda? No. La pura verdad.
Los escolares cubanos tuvieron las mejores notas en las pruebas sobre rendimiento escolar tomadas en 2006 por el Segundo Estudio Regional Comparativo y Explicativo (SERCE) de la UNESCO. Las notas eran tan sobresalientes que hubo dudas de terceros países y se repitió el examen, para disiparlas, con el mismo resultado. Cuba seguía primera. Algo parecido al deporte, donde hizo podio en varias disciplinas deportivas en Juegos Panamericano y en Juegos Olímpicos.
Hay naciones que fueron bendecidas con grandes reservas de petróleo y otras que rapiñaron capital. Cuba en cambio es hoy una potencia cultural, con sus nueve grados, sus facultades e institutos, incluso de Informática, sus polos científicos, la biomedicina, su televisión que no es basura, su Feria del Libro y tantos otros adelantos. Cuba exporta médicos y alfabetizadores de “Operación Milagro” y “Yo sí puedo”, respectivamente; en el primer caso 30.000 médicos, enfermeros y tecnólogos que asisten a más de sesenta países. Eso es humanismo en grado de máxima pureza. El imperio en cambio exporta misiles y marines, repone flotas e invade y bombardea países, o los bloquea como a Cuba a pesar de que 184 países le reclaman lo contrario en la ONU.
Por cierto que nunca hubo ni habrá revoluciones perfectas. La cubana admitió en 1987 haberse alejado en cierto modo de las enseñanzas del Che Guevara en la construcción económica. Hoy en día alerta contra fenómenos de corrupción, que distan de ser generalizados pero sin duda preocupan, lo mismo que la indisciplina laboral y otros defectos.
Pero con la dirección del Partido Comunista de Cuba, de Fidel y de Raúl Castro y la participación conciente de la población, esos problemas pueden ser superados. Otros muchos más graves lo fueron. ¿Por qué éstos no? Sobre todo cuando la revolución ha madurado y se ha ganado, a pulso, la solidaridad de muchos pueblos y ha aparecido en 2005 el ALBA con Venezuela, Bolivia y otros hermanos.
Los revolucionarios argentinos el 1 de enero próximo no solamente brindarán por sus motivos de felicidad de clase y familiar para 2009. También brindarán por Cuba, porque sencillamente fue y es la vanguardia de la revolución en América Latina. La “Operación Milagro” permite volver a ver a muchas personas afectadas de cataratas. Pues bien, la revolución cubana abrió los ojos de los pueblos sobre que otro mundo sin explotación del imperialismo y sus aliados oligárquicos es materialmente posible.
Por haber abrevado en el arsenal de José Martí, Fidel Castro supo que había que empezar desde oriente, desde Santiago de Cuba, el Moncada y la Sierra Maestra, para tomar finalmente La Habana. Mao Tsé tung escribió que el éxito de las revoluciones requería disparar la flecha marxista al blanco de la revolución de cada país. Fidel lo hizo, con una flecha que en primera instancia era martiana y a medida que volaba hacia el blanco de 1959 se hacía más marxista, sin perder aquella condición inicial.
SERGIO ORTIZ
Secretario General del Partido de la Liberación (PL) de Argentina.
Liberación nº 244, órgano del PL, diciembre de 2008
www.pl.org.ar