jueves, 5 de marzo de 2009
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CAMBIOS DE MINISTROS EN CUBA
Con la venia de Fidel Castro, el presidente metió mano en el Gabinete y cambió ministros
O los servicios secretos norteamericanos son inútiles o estaban en otras pesquisas. Lo cierto es que de los numerosos cambios de ministros en Cuba se enteraron por la platinada Glenda Umaña del informativo de la CNN.
EMILIO MARÍN
Umaña no sabía nada, fuera del texto leído por un colega de Cubavisión, que anotició al mundo de la Nota Oficial del Consejo de Estado dando cuenta de los cambios. Morgan Neill, el corresponsal de esa cadena en La Habana, desde su suite 2024 del Habana Libre, tampoco podía aportar ni una idea.
Preguntado el portavoz del Departamento de Estado, Robert Duguid, dijo: “los estamos observando (a los cambios) de cerca”, pero rehusó emitir comentarios. La jefa Hillary Clinton estaba en Israel ofreciendo ayuda inquebrantable y permanente a Shimon Peres y Benjamin Netanyahu, por lo que tampoco podía decir ni una palabra.
Los que salieron a dar sus versiones, siempre interesadas, fueron los elementos anticastristas de Miami, que publican en “El Nuevo Herald” de esa ciudad y “La Nación” de Buenos Aires.
Wilfredo Cancio Isla, en el primer medio, deslizó que las destituciones del canciller Felipe Pérez Roque y el secretario del Consejo de Ministros Carlos Lage, podían obedecer a que eran fanáticos de la amistad con Venezuela. “Algo que igualó la proyección internacional de los dos altos dirigentes sustituidos fue su excesivo entusiasmo hacia el fortalecimiento de los lazos políticos con la Venezuela de Hugo Chávez”. Se daba la impresión de que sobrevino un castigo por esa relación exagerada con Caracas.
Wilfredo vive de cuestionar a la isla. En estos años, mientras cobraba por sus artículos en “El Nuevo Herald”, simultáneamente lo hacía por la ventanilla del Departamento de Estado de George Bush. En setiembre de 2006 se descubrió que él y otros dos periodistas de ese medio percibían dineros del gobierno supuestamente sin conocimiento de su patronal.
Todo indica que esa versión del periodista-servicio es falsa. Fidel Castro y su hermano pusieron en marcha en mayo de 2005 el ALBA como tratado con Venezuela. Y siguen fieles a esa amistad con Hugo Chávez y a esa política bilateral, ahora multilateral por el ingreso de Bolivia, Nicaragua, Dominica y Honduras.
Otra opinión del Herald, de Miguel Cossio, sostiene que “no hay cambios en Cuba, señores. Lo que hay es un cambio de guardia en la finca de los Castro”. En su odio Cossio la rebaja de “república bananera” a una “finca”.
Más irónico, pero igualmente anticastrista, César González Calero, escribió en “La Nación” que se estaba ante un “castigo público en lenguaje cifrado”. Recordó que en 1999 había sido despedido al canciller Roberto Robaina, quien “acabó de jardinero en el parque Almendares de La Habana. Ahora corren otros tiempos. Fidel ya no es presidente. Pero el bateador todavía golpea. Y parques, en La Habana, hay unos cuantos”. González Calero presenta a los líderes cubanos como despóticas, pero sin querer deja una buena idea a los argentinos. Sería interesante que los sospechados de corrupción, como lo fue Robaina, fueran a trabajar a las plazas, con pala, rastrillo y tijera de cortar el pasto. De paso, los acusados por estos casos menos graves, hasta podrían regenerarse mediante el trabajo.
Los hechos
Más allá de esas interpretaciones antojadizas, la Nota Oficial informó a su población el lunes que Raúl Castro había dispuesto, en consulta con la dirección política del partido gobernante y el propio órgano estatal, una amplia modificación de la estructura gubernamental. Al día siguiente se supo de puño y letra de Fidel Castro, que él había sido consultado sobre esas modificaciones y había dado su consentimiento.
En síntesis, diez ministros habían sido relevados (“liberados” según el texto) y cuatro carteras se habían fusionados: las de Comercio Exterior y para la Inversión Extranjera y la Colaboración Económica, y las de Industria Alimenticia y de la Industria Pesquera.
Movimientos en el tablero ministerial estaban pronosticados desde que Raúl Castro asumió el cargo de jefe de Estado en febrero de 2008. En la ocasión había planteado: “hoy se requiere una estructura más compacta y funcional, con menor número de organismos de la administración central del Estado y una mejor distribución de las funciones que cumplen”.
Lo que pasa es que si Cuba mueve ministros se presenta como un cataclismo. En cambio, si Barack Obama designa a Bill Richardson como Secretario de Comercio Interior, al senador Tom Daschle como Secretario de Salud y a Nancy Killefer para supervisar la reforma al gasto y presupuesto, quienes no pudieron asumir por problemas de tráfico de influencias, manejo irregular de fondos de campaña y deudas previsionales y otros defectos, eso pasa casi desapercibido. Lo mismo si en Argentina se suceden cinco presidentes en un par de semanas de 2001.
Lo objetivo es que en La Habana han compactado ministerios y designado nuevos funcionarios. Parecen decisiones lógicas en un país bloqueado por Estados Unidos desde hace casi 50 años y que en un contexto de crisis económica y financiera internacional debe hacer más productiva su economía. Es muy posible que las autoridades que dejan sus cargos no hayan sido todo lo buenos que requería la situación de una población que vive modestamente y que, de rebote, sufrió una catástrofe por tres huracanes seguidos. El fenómeno destrozó decenas de miles de viviendas y la propia economía fue afectada, con cosechas perdidas.
No por nada el área de gobierno con más cambios fue Economía y carteras conexas. Los medios extranjeros podrían haber escudriñado que Raúl Castro cambió porque quiere mejorar la condición de vida de su gente. Y las novedades pueden avecinar nuevas medidas económicas, pragmáticas, tipo NEP de la naciente URSS y la China de hoy. Pero es inútil. “El Nuevo Herald” y nuestra “Gaceta Ganadera” son de madera. Interpretaron que la “dictadura” sólo movía fichas para perpetuarse.
“Papel indigno”
De la Nota Oficial surge esa lista de despidos y designaciones, que debe interpretarse como un cambio anunciado en búsqueda de mejores resultados, sobre todo económicos.
Pero el martes 3/3, una nueva “Reflexión del compañero Fidel”, publicada en Cubadebate, incorporó un elemento político para explicar al menos dos de las remociones. No hizo allí nombres propios pero todo parece indicar que se refiere a Lage y Pérez Roque. Sostuvo: “no se ha cometido injusticia alguna con determinados cuadros. Ninguno de los dos mencionados por los cables como más afectados, pronunció una palabra para expresar inconformidad alguna. No era en absoluto ausencia de valor personal. La razón era otra. La miel del poder por el cual no conocieron sacrificio alguno, despertó en ellos ambiciones que los condujeron a un papel indigno. El enemigo externo se llenó de ilusiones con ellos”.
Primero habría que saber si la alusión es en efecto para esos dos ex ministros, lo que tiene una certeza del 80 por ciento (podría tratarse de un “palo” para Rodríguez, hasta ahora en Economía, u algún otro).
Fidel tuvo la delicadeza de no poner nombres propios, pero en cambio fue frontal al señalar el fondo del problema: “ambiciones”, “papel indigno”, “ilusiones” del imperialismo, etc.
El primer dolido por ese fenómeno, en dos cuadros que crecieron trabajando a su lado, debe haber sido el propio comandante en jefe. Debe haber sufrido una amarga decepción con quien fuera varios años su secretario personal (Pérez Roque) y su “primera espada” económica en el “Período Especial” (Lage).
Habrá que aguardar para conocer más pruebas de esas acusaciones, pero la crítica pública del líder histórico fue un mensaje claro sobre los motivos de esos dos cambios. Hay que aclarar que ya en noviembre de 2005, al hablar en la Universidad de La Habana, Fidel había llamado a un combate contra la corrupción y las debilidades de los revolucionarios. Más aún, advirtió que la revolución podía caer no por empuje del imperio sino por flojera de sus defensores cubanos. Y en abril de 2008 pidió la destitución del ministro de Educación, Luis Ignacio Gómez, porque “había perdido energía y conciencia revolucionaria”. Gómez había viajado al exterior más de 70 veces en una década (sus giras internacionales eran una por mes en los últimos tres años), “utilizando siempre el pretexto de la cooperación internacional de Cuba”.
En definitiva, estos cambios dan cuenta de que en la isla sigue, a fondo, la llamada “Batalla de Ideas” para que los cubanos vivan mejor y no surjan capituladores como Mijail Gorbachov y Boris Yeltsin en la Moscú de 1991.