foto Toto: Bartolomé Masó presidente de Cuba en la Manigua y su Estado Mayor, antecesores revolucionarios e independistas de Raúl Castro
Raúl Castro, de la sobria lectura a emotiva arenga – (Revista Semanal 3ra de abril de 2009)
El presidente de Cuba, Raúl Castro, sorprendió en una cumbre en Venezuela al arrebatarle el turno y micrófono a su par nicaragüense Daniel Ortega para lanzar un emotivo discurso antimperialista en el que, sin embargo, reiteró su disposición a dialogar “de todo” con Estados Unidos.
El escenario fue la reunión de gobernantes de los países miembros de la Alternativa Bolivariana para los Pueblos de nuestra América (Alba) e invitados especiales, realizada el 17 de abril en la nororiental ciudad venezolana de Cumaná, como escalón previo a la V Cumbre de las Américas, en Trinidad y Tobago.
En ese encuentro, Cuba tuvo el apoyo de Bolivia, Dominica, Honduras, Nicaragua y Venezuela, que conforman el Alba, además de los mandatarios invitados de Ecuador, Paraguay y San Vicente y las Granadinas.
Castro se destacó por ser el único de los gobernantes congregados que trajo escrita y leyó su intervención inicial, consagrada a criticar el impacto de la crisis económico-financiera global sobre los países en desarrollo, elogiar el trabajo del Alba para crear una moneda común y reiterar su apoyo a la integración latinoamericana y caribeña.
Pero la formalidad se hizo a un lado ante la avalancha de reconocimientos a la ayuda que La Habana ha prestado a la región en alfabetización y salud, de elogios a su conducta frente al bloqueo estadounidense de casi 50 años, y de solidaridad por habérsele excluido del sistema de cumbres hemisféricas y de la Organización de Estados Americanos (OEA).
Incluso el presidente de Bolivia, Evo Morales, recordó que el gobierno cubano fue suspendido de la OEA en 1962 por considerar que su permanencia en ese foro continental era incompatible con su credo marxista-leninista.
Por eso, el propio Morales se declaró “comunista, marxista y leninista, a ver si la OEA expulsa entonces a Bolivia”.
Observadores tomaron nota de que el escenario, un cuadrilátero de mesas dispuestas para el diálogo, daba la sensación de que todos rodeaban a Castro para compensar, de algún modo, que el suyo fue el único gobierno no invitado a la cita de Trinidad y Tobago.
Cuando ya estaba por terminar la cumbre y el anfitrión Chávez le daba la palabra a Ortega, el presidente Castro se levantó y pareció ir a un descanso, pero giró bruscamente sobre el micrófono del nicaragüense y anunció que debía hablar para agradecer las expresiones recibidas.
Y entonces, tras un “discúlpame Daniel, por la interrupción”, improvisó un discurso que liberó un torrente de evocaciones e ideas sobre la relación de la isla con Washington.
“El planeta entero, con excepción de Estados Unidos y su principal aliado, Israel, y de algún otro país que se ha abstenido (en votaciones de la Asamblea General de la Organización de Naciones Unidas sobre el tema), condena el bloqueo” contra Cuba, precisó.
“No quiero hablar de la OEA. Esa organización rezuma sangre por todas partes. Cuba es un ejemplo, pero hay muchos más, como su ignominiosa complicidad cuando se produjo la invasión a Guatemala, orquestada por John Foster Dulles, abogado de la compañía (transnacional estadounidense) United Fruit Company y secretario de Estado (canciller, entre 1953 y 1959), y su hermano Allen, jefe de la CIA (Agencia Central de Inteligencia) de Estados Unidos”, recordó.
Esa invasión, perpetrada en 1954, “de mercenarios dirigidos por un tal (Carlos) Castillo Armas, se lanzó para derrocar un gobierno (de Jacobo Arbenz, iniciado en 1950) porque se atrevió a entregarles un poquito de tierra a los indígenas descendientes del pueblo maya”, postuló Castro.
“Podría mencionar la muerte de cubanos por epidemias de dengue que, según científicos, están fuera de lo normal, y fueron esparcidas por el imperio, o el atentado del avión en Barbados, que cobró 73 víctimas, incluido el equipo completo de esgrima que había ganado todas las medallas de oro en un campeonato celebrado en Caracas”, acusó.
El 6 de octubre de 1973 y cuando sobrevolaba Barbados, estalló en pleno vuelo, producto de un explosivo colocado por exiliados de origen cubano adversarios del gobierno cubano, un avión civil de la isla caribeña con 73 ocupantes.
“No hablaré de los que cayeron en (Playa) Girón”, la batalla con una fuerza de exiliados que invadió la isla en abril de 1961. “Allí tuvimos más bajas que ellos” (176 frente a unas 100 de los invasores) porque como se trataba de una ciénaga no pudimos desplegar el ejército y debimos avanzar en fila india”, para recapturar la playa.
Pero contrariando su anuncio, lo que más hizo Castro, ante su auditorio embelesado, fue hablar de Girón. “¿Por qué debíamos ganar antes de 72 horas? Porque si los mercenarios consolidaban una cabeza de playa instalarían un gobierno provisional que la OEA reconocería y entonces vendrían fuerzas en apoyo de ese gobierno títere”, indicó.
“Una flota yanqui (estadounidense) ya estaba lista a poco más de tres millas, que era el límite marino en ese entonces, para intervenir. Por eso la OEA no había suspendido o expulsado a Cuba, que es lo mismo, porque esperó hasta después de Girón para ver si intervenía”, expuso.
“¿Qué hubiera pasado si nos invaden? Si con los años el conflicto en Guatemala causó entre 200.000 y 300.000 muertos, ¿cuántos habría tenido Cuba, con más habitantes, más armas y una población motivada por la revolución? ¿Iba a permitir el imperialismo la humillación de una derrota?”, se preguntó.
“Por eso instalamos los cohetes soviéticos, y por eso tuvimos discrepancias con Nikita Kruschev (líder entonces de la Unión Soviética de 1953 a 1964) en la solución (de la crisis de los cohetes en octubre de 1962), porque nos ignoró y a nosotros no hay quien nos ignore”, aseveró.
Bajo los aplausos, Castro dijo a continuación que “le hemos mandado a decir al gobierno norteamericano que estamos dispuestos a discutir todo: derechos humanos, libertad de prensa, presos políticos; todo, todo lo que quieran, pero en igualdad de condiciones, sin la más mínima sombra sobre nuestra soberanía y derecho a la autodeterminación”.
En Estados Unidos, opinó Castro, “hay un solo partido y no dos, y lo verá quien estudie la historia de las decisiones importantes. ¿Cómo es posible que un gobierno republicano (el presidente Dwight), Eisenhower (1953-1961), organice una invasión contra Cuba y tres meses después un demócrata (John F. Kennedy, 1961-1963) la concrete?”
“Podemos estar equivocados, lo admitimos, somos humanos, y estamos dispuestos a discutir, lo que quieran”, planteó como dirigiéndose de nuevo a Washington y en particular al presidente estadounidense Barack Obama, del Partido Demócrata.
“¿Por qué no sueltan a nuestros cinco héroes que buscaban información no contra Estados Unidos sino contra el terrorismo?”, interrogó.
Cuba defiende como héroes a sus nacionales Gerardo Hernández, Ramón Labañino, René González, Antonio Guerrero y Fernando González, condenados en 2001 en Estados Unidos a largas penas tras ser acusados de espionaje al infiltrarse en organizaciones anticastristas que, según La Habana, preparaban atentados contra la isla.
Castro ha propuesto canjear a esas cinco personas por un grupo de cubanos condenados en la isla tras ser acusados de recibir dinero de Estados Unidos para actuar en contra del gobierno, y reiteró la propuesta en la cita cumanesa.
“Si quieren la libertad de esos presos políticos, entre ellos terroristas confesos, suelten a nuestros prisioneros, y les mandamos para allá, con su familia y todo, a esos disidentes y ‘patriotas’, como los llaman”, planteó.
Bajo una nueva lluvia de aplausos, miró el reloj. “Bueno, disculpa, Chávez, que le quité el turno a Daniel. Como cargo el uniforme (casaca y gorra de general de cuatro estrellas), esto ha sido un abuso de poder”, concluyó.