El caso de Jorge Julio Lopez pone sobre el tapete el desafío de ser testigo de los crímenes de lesa humanidad en la Argentina. Somos ahora centenares de personas que vivimos las distintas alternativas de esa misma batalla interior. Como sobrevivientes del terror tenemos un papel fundamental para que se condene a los responsables del genocidio. Si no se presentara ningún testigo en los juicios, los que torturaron, desaparecieron y asesinaron quedarán libres. ¡Ni más, ni menos! Y lo saben bien nuestros verdugos. Por eso las amenazas y la desaparición de Julio López el 18 de septiembre de 2006.
Pero este riesgo es solo parte de un duro oficio cuando se pone a relatar hechos ignominiosos en una sociedad que se acostumbró al silencio y a la impunidad. Los sobrevivientes somos hombres y mujeres quienes un día, siendo jóvenes, fuimos violentamente detenidos y llevados a un centro clandestino donde sufrimos tormentos inimaginables para delatar amigos, amigas, compañeros y compañeras. La mayoría fuimos militantes por un cambio radical en la sociedad pero nunca pudimos haber imaginado tal tamaño castigo sufrido como supuestos "delincuentes subversivos".
Después de sobrevivir las torturas más atroces con sus marcas indelebles en nuestros cuerpos y mentes, fuimos viviendo la experiencia de un cautiverio humillante e inhumano a veces por años. Allí es donde entran en escena nuestros familiares quienes desde afuera compartían lo que estábamos viviendo detrás de los muros. Hubo solidaridades extraordinarias pero también dolorosos desencuentros. Sin darnos cuenta nos fuimos transformando en otro tipo de persona.
Y llegó el día esperado de la libertad y a recuperar lo perdido junto a los seres queridos. No fue fácil acomodarse nuevamente a la vida cotidiana en una sociedad indiferente. Se tuvo que aprender a callarse generalmente sin la asistencia medica- psico- social tan necesaria para atender el estrés postraumático provocado por la tortura.
Con la democracia todo empezó a cambiar. Salimos de la noche para decir nuestra verdad a la sociedad en la CONADEP y en el Juicio de las Juntas. Pero las leyes de Obediencia Debida y Punto Final terminaron con estas posibilidades. Otra vez a callarse y a llevar nuestros testimonios a los juicios en España , Italia u otros países.
Finalmente después de casi treinta años, ante la nulidad de las leyes de la impunidad, llegamos a los juicios históricos que se están realizando.
¿Qué hacemos un testigo?
Nos convoca el tribunal y hacemos el relato escrito en una secretaria, una tarea que puede llevar varias horas para quedar uno totalmente exhausto después. Luego antes del juicio oral tenemos reuniones para la protección de testigos y para tomar decisiones que puedan afectar nuestras familias por bastante tiempo. Llega el día esperado y nos aíslan desde temprano en la sala de testigos. Luego el llamado a la sala de audiencias para relatar recuerdos del infierno vivido. Nos toca dar esa narrativa siendo observados por los mismos verdugos responsables por nuestro dolor. Se nos invade una nueva sensación de desigualdad ante ellos con su abogados que los defienden. Contamos situaciones donde ellos, revistiendo el poder estatal, nos tenían vendados los ojos sometidos enteramente a su voluntad y a sus caprichos más crueles. Pero tenemos los abogados de los organismos cuyas miradas y preguntas nos alientan a seguir. Y en la galería publica, están los amigos y los familiares para apoyarnos. Al final el deber cumplido y los abrazos inolvidables.
Llega la sentencia que no es siempre favorable. Todo el esfuerzo realizado puede resultar insuficiente para lograr la condena esperada. Pero interiormente se siente finalmente en paz con su historia y su conciencia. Ha podido decir su verdad en los tribunales. Todos los especialistas señalan que es necesario ese paso para poder rehabilitarse verdaderamente de la tortura.
Pero aun quedan pendientes muchos temas en Argentina. Es absolutamente necesario poner fin a una cultura y a un sistema judicial que se resigna ante la tortura o malos tratos. Por ejemplo, no vemos suficientes condenas por estas situaciones en los juicios. No fuimos reconocidos en las leyes reparatorias ya que el concepto de "lesión grave" usado no fue aplicable por no encontrarse gravemente dañado ningún órgano vital. Sin embargo los especialistas saben de lo dañino que puede ser, de por vida, el estrés postraumático de la tortura.
Pertenecemos a un movimiento internacional de sobrevivientes de la tortura (www.tassc.org) que viene luchando desde hace diez años para denunciar ese flagelo de la humanidad. En definitiva los sobrevivientes de Argentina y del mundo vamos a poder estar tranquilos solo el día en que la tortura y los malos tratos de cualquier detenido sean considerada un crimen abominable.
Un primer paso pendiente es encontrar y enjuiciar a los responsables por la desaparición de Jorge Julio Lopez quien ejerció ese duro oficio de testigo de crímenes de lesa humanidad en forma ejemplar y heroica hace tres años en un juzgado federal en la ciudad de La Plata.
Buenos Aires, 18 de septiembre 2009
Patricio Rice y Fátima Cabrera
Testigos en la Causa "Masacre de Fatima")
Miembros de la Coalición internacional de Sobrevivientes de la Tortura (TASSC)