Orgasmo colateral
Heinz Dieterich Steffan
5 de abril del 2003
El general Tommy Franks, comandante de los milicianos estadounidenses y británicos que llevan la civilización a los árabes, afirma contento que "estamos disfrutando nuestro trabajo". Ha de ser de naturaleza robusta para disfrutar un "trabajo" que consiste en matar a miles de personas, incluyendo a niños y mujeres.
Mover a formidables máquinas de destrucción, desde tanques y aviones hasta cohetes y robots humanos, observar su operación en tiempo real e intervenir como amo absoluto de vidas y destinos, ha de ser, sin duda, un enorme placer erótico; más cuando se produce en sistemas biológicos que carecen del software cultural que llamamos ética. Lo que el Marqués de Sade gozó a pequeña escala en el uso y abuso ritualizado del poder, el general Tommy Franks lo disfruta en su forma bruta, no elaborada, a escala industrial.
No es un Eros sublime que transforma la energía vital y la agresividad del animal en amor hacia su entorno social y natural. No, es un Eros sarcástico en el sentido original del término griego: una satisfacción primaria a través del desgarramiento de la carne. Desde sus bunkers aireacondicionados, con una buena botella de wiskey importada en el refrigerador, premiados por los panegiristas de CNN, ABC, NBC y Fox, como grandes estrategas y héroes de las artes marciales, el general y sus colegas han de disfrutar uno que otro "orgasmo colateral" que viene con su trabajito.
El general no se encuentra solo en el disfrute de la fiesta bacanal. El Eros de la guerra, la estética de la destrucción, el delirante festejo de la muerte ajena y la destrucción de su indefensa corporalidad por el exterminador, contagia también a la fauna acompañante de la comunicación. La gran mayoría de los reporteros de CNN que están "incrustados" (embedded) en las columnas blindadas, que les proporcionan prácticamente la misma seguridad del reportaje que sus confortables estudios televisivos de Atlanta ---porque las temibles fuerzas de Sadam no tienen nada para enfrentarse a ellas---, sienten el casi insoportable peso de su responsabilidad histórica, de ser cronistas de la humanidad ante la segunda caída de la Torre de Babel.
Todos unos pequeños Tucidides, que registran para la posterioridad la heroica gesta griega ante las hordas persas. Cronistas de la toma de Jerusalén por los cruzados de Godofredo de Bouillon, que rescatan en 1099 ese santo grial del cristianismo para Occidente. Pequeños John Reed, que testimonian las tres semanas de la guerra de Irak, que "estremecieron al mundo". Todos, unos grandes oportunistas que con su chovinismo quieren llegar a la corte del emperador: a ser el nuevo Ari Fleischer en la Casa Blanca, cuando el actual haya dejado el cargo.
Sus máscaras liberales se les han caído. Ya no son liberales o conservadores, "palomas" o "halcones".
Ahora, son de la familia de los "buitres" que alimentan su carrera con la guerra de agresión contra Irak. Un nuevo milagro de la transubstanciación. Wolf Blitzer, el simpático comentarista estrella de la CNN, no se deja rebasar en su patriotismo: ni por la derecha, ni por la izquierda. Es el Pelé del chovinismo estadounidense.
Su colega liberal, el afable moderador de la guerra de CNN, Aaron Brown, ha dejado de ser afable. En tiempos de cólera el Eros cambia; no en el vapor novelístico de García Márquez, pero, sí en el acorazado de CNN. Durante la guerra de Afganistán, los estrategas de la Casa Blanca descubrieron que carecieron del indispensable opio para las masas árabes: la televisión. Y cuando la televisión Al Jazeera mostró una cara de la guerra que no coincidía con los idílicos escenarios de liberación divulgados por CNN y el Pentágono, la Casa Blanca resolvió que sus "operaciones quirúrgicas" militares tendrían más eficiencia si se hicieran con anestesia.
El opio escogido para las masas árabes se llamaba CNN. Su tarea: desplazar a Al Jazeera de la sala de operaciones, perdón, del teatro de operaciones, porque la necesidad de futuras guerras por el petróleo era evidente. Sin embargo, la operación "Opio para el Pueblo" no funcionó, tal como habían planeado sus operadores. El día de hoy, CNN tiene una clientela de diez millones de televidentes en el mundo árabe, mientras Al Jazeera sigue alcanzando un auditorio tres veces mayor.
El disfrute del trabajo en los bunkers del poder, es por supuesto superior al del trabajo en la trinchera.
Un marine estadounidense, entrevistado después de una batalla nocturna, fue preguntado por un reportero de CNN acerca de sus sentimientos, cuando veía en la mañana centenares de soldados iraquíes calcinados y muertos al lado de la carretera. Acariciando su rosario y tocando cariñosamente la cruz que colgaba sobre su pecho, contestó: "Nada. Solo estamos haciendo nuestro trabajo" - "we are just doing our job".
Después, servicio religioso en el desierto. Un capellán militar da consolación a los soldados cristianos, uno de los cuales ha muerto. Rezan sobre los tanques y debajo de los cañones, Biblia en mano, continuando mil quinientos años de blasfemia del Dios- Hombre Jesús y su praxis reformadora y pacífica, bendiciendo la opción preferencial para los ricos que domina a la iglesia y contradiciendo el débil mensaje del representante de su Dios en tierra, el Papa Juan Pablo II; quien no repitió el error del fundador de su credo, de entrar a Jerusalén para ser crucificado en su opción preferencial por los pobres y la paz.
Y mientras algunos "gozan de su trabajo" ---otros simplemente lo cumplen y los terceros practican la eterna filosofía del Estado global más antiguo de la historia, " Al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Díos"--- los "daños colaterales", aunque se produzcan entre bebés en un hospital de maternidad, no tienen más importancia para la cruzada de Irak, que una pequeña lluvia en la fiesta bacanal. Porque, además de no causar daño a los invitados principales, sino solo a la chusma del Tercer Mundo que no cuenta, es tan natural como la lluvia y, por lo tanto, inevitable.
Donald Rumsfeld, el pontifex maximus, el sumo sacerdote del petróleo y de la fiesta orgiástica, nos aleccionó oportunamente sobre el tema. Muertos civiles y por "fuego amigo" ha habido en todas las guerras de la historia, pontifica. Entonces, ¿ por qué molestarse de algo, que no se puede cambiar? "Pequeñas inconveniencias no deben perturbar una gran fiesta", decía Vladimir I. Lenin, refiriéndose al cinismo de esos políticos de la burguesía mundial. Paradojas de la existencia humana, diría el señoriíto intelectual del poder. Tuvimos que quemar al "indio", para salvar su alma del diablo, profesaban otros destacados miembros de la histórica hermandad del orgasmo colateral, o también, our boys en Vietnam, que tuvieron que "destruir el pueblo, para salvarlo del Vietcong".
Naturalezas robustas, tan robustas o más que la del médico alemán que hacía su "trabajo" en el campo de concentración en Auschwitz. Después de cada ardua jornada de matar, tuvo que relajarse en la noche, decía, tocando música clásica en el piano.