Por Diana Rocco Tedesco. (*) Es ilustrativo reflexionar sobre como los reformadores protestantes expresaron necesidades sociales generales que estaban muy presentes en el imaginario del Siglo XV. La genialidad de Martín Lutero residió en expresar cabalmente aquello que el pueblo alemán sentía, apoyándose en los reclamos de los eruditos humanistas y de la clase media alemana quienes, en ese momento, eran los verdaderamente revolucionarios y los que llevaron adelante los cambios que en la Francia del Siglo XVIII se conoce como Revolución Francesa. La Reforma Protestante comienza con una serie de acontecimientos que marcaron a fuego a la Europa de la Baja Edad Media, en transición a la modernidad. Después de un ciclo de auge de la economía europea, fruto de la activación del comercio y del minucioso trabajo de pillaje que realizaron los cruzados, hubo una apertura hacia los bienes de lujo que llegaban desde Oriente, lo que generó una necesidad del metálico que escaseaba en Europa. El recurso para enfrentar ese tema fue explotar más a los campesinos y exigirles tributo tanto en especies como en metálico. De esa forma se beneficiaban los comerciantes y banqueros que vendían y prestaban para que la nobleza pudiera comprar y financiar las guerras de los reyes y lograron endeudar a todo el mundo. Hubo familias que progresaron, como los Fugger en Austria y los Medici en Italia. Ciudades, como Barcelona y Valencia, que tuvieron un auge localizado en contraste con el resto de Europa que seguía con la organización feudal de su economía. Fue lo que se conoce como protocapitalismo, precapitalismo o auge mercantilista. La mentalidad de los nuevos protagonistas no consistió en ser académica o elitista sino estrictamente pragmática. No eran guerreros ni eclesiásticos eruditos, sino ciudadanos de ciudades libres, que se dedicaban a la manufactura, al comercio e inventar las herramientas de la contabilidad que necesitaban. Fueron los primeros banqueros. Estos hombres enriquecidos gracias a su trabajo y a la confianza en sus propias fuerzas, replantearon las grandes cuestiones filosóficas y teológicas. Todo se pone en duda. La fe se separa de la razón. El tomismo y su escolástica dan lugar al Humanismo, donde el centro está puesto en la capacidad del hombre para entender al mundo, que se presupone racional. Se producen cambios en todos los órdenes. Los nuevos ricos se rodean de lujos y bienes que, entienden, le dan el prestigio que no tienen por apellido y por no ser hombres de guerra. Esto favorece al desarrollo artístico del norte de Italia donde se produce esa revolución que se conoce como Renacimiento. Aparecen la ópera y el "balleto", que amenizan los grandes banquetes de esas familias. Nace la pintura de caballete y los retratos, ya que ahora hay quienes compran obras de arte. Cambia la temática de la pintura y de la escultura. Los temas seculares reemplazan parcialmente a los eclesiásticos. Los que pagan las obras aparecen representados junto a santos y personajes divinos, en actitud de oración atestiguando su devoción y el poder del dinero que está en sus manos. Al mismo tiempo la nobleza feudal agoniza entre deudas y una fuerte tendencia al centralismo que, con el tiempo, moldeará los estados nacionales. En Francia y España los reyes se imponen a la nobleza y dominan a la Iglesia. Se firman concordatos con el Papa por los cuales los reyes se reservan el privilegio de nombrar a los señores eclesiásticos de más alto rango que, por supuesto, lo hacen entre sus leales seguidores. En Alemania e Inglaterra la situación es diferente. La Iglesia es la principal "señora feudal", la que concentra la mayor cantidad de tierras y de bienes. Los reyes no pueden controlar a los obispos, arzobispos y monasterios, dueños de la tierra, ni firmar acuerdos ventajosos con el Papado. La Reforma Protestante y la separación de la Iglesia inglesa facilitarán el traspaso de sus propiedades al Estado o a los señores locales, pudiendo así nombrarse súbditos más dóciles en los cargos eclesiásticos importantes. La consecuencia fue una gran concentración de bienes en pocas manos (la corona inglesa en un caso, los grandes señores alemanes en el otro), pero esas propiedades no sirvieron de salida para la nobleza menor, lo que a corto plazo provocó problemas. A todo ello se le agrega la presión de los turcos, que ya estaban instalados en Europa y querían participar en los juegos de poder. Ante estos enmarañados factores políticos, el papado consideró que debía enfrentarlos por medio de las armas y las alianzas familiares. Pero, ese complicado panorama político es el que deja el hueco necesario para que Martín Lutero atacase a la Iglesia Católica. Lo hizo apoyado por príncipes alemanes, lo que le posibilitó que no terminara en la hoguera, como le había pasado a Juan Huss 100 años antes. Lutero expresa el sentir alemán. El no querer más a los romanos como intrusos dentro del territorio. El no querer más que señores feudales pro-romanos -los obispos y monasterios alemanes- explotaran al pueblo alemán en su propio beneficio, produciendo un drenaje de bienes hacia Roma que ya no se podía soportar. Es de notar que una de las primeras rebeliones, fruto de la Reforma llamada Radical, fue contra un monasterio de monjas que explotaban a los campesinos quienes, además de trabajar para sostener a su propia familia, aportaban para mantener a su cura parroquial, al Obispo de la zona, al señor feudal y también el diezmo que iba a Roma. Por cierto, eso no les eximía el pago de misas, por ellos y sus familiares vivos y muertos, y el comprar indulgencias. La presión tributaria sobre los campesinos se intensificó a niveles nunca antes alcanzados. Eso produjo una serie de revueltas campesinas que comenzaron antes de la Reforma y que, luego, tomaron como bandera conceptos divulgados por Lutero para enfrentar ideológicamente a sus más duros señores feudales, los monasterios y los obispos. Dos papas Medici ocuparon el trono del Vaticano, León X y Clemente VII. Para los Medici la vida en el Vaticano no era justamente una vida austera y moderada. Se atribuye a León X la frase: "Dios nos ha dado el papado, disfrutémoslo". Así lo hicieron, él y todos sus parientes que fueron nombrados en puestos claves. Las obras de Miguel Ángel y de toda una pléyade de artesanos artistas que se trasladaron a Roma, contribuyeron a embellecer la ciudad y sus iglesias, consumiendo los bienes del papado. Miguel Ángel, Rafael, Bramante, Bernini, Bellini y muchos otros vivían de los fondos papales. La venta de Indulgencias y de cargos fueron los recursos más importantes para la recaudación de fondos por parte de estos papas. León X, endeudado con los banqueros romanos, saneó con éxito sus finanzas por esos medios. El sentir popular sobre la opresión de Roma y sus obispos y monasterios, el don de la oportunidad y un sincero cuestionamiento surgido de su propia lucha interior por encontrar la verdadera justificación de sus pecados, convierten a Lutero en el portavoz de todos los alemanes en un tema central para entender una soteriología centrada en Cristo y no en la voluntad humana. Eran los ecos de la lucha entre Agustín y Pelagio, allá por el Siglo V, que resonaban en el Lutero agustino. La Reforma antes de la Reforma había preparado el camino. El Humanismo con su cuestionamiento a la escolástica tomista y medieval. El Renacimiento que saca a la Iglesia y su clero del centro de la reflexión teológica valorando al ser humano y sus posibilidades de conocimiento. El confuso momento político, con los turcos a las puertas de Viena, que produce vacíos de poder aprovechable por los alemanes. El progreso artístico, técnico y económico aportado por los nuevos ricos, tales como los mismos Medici, que luego explotaron a toda Europa en pos de una Roma digna del Renacimiento. La decadencia económica de los señores feudales menores. El auge de las ciudades. El endeudamiento de los reyes. Éstos y muchos más fueron factores que coadyuvaron a que Lutero pudiera expresar sus ideas con cierta libertad, muy protegido por sus compatriotas, ya que en realidad se había convertido en su vocero, dándole así voz a los que no la habían tenido hasta ese momento. La aparición de la imprenta posibilitó que el pensamiento de la Reforma fuese dado a conocer "multitudinariamente" y a una velocidad no conocida en ese entonces, por medio de la publicación de grabados, escritos doctrinales, sermones y la importante himnología luterana. La Reforma Protestante fue una revolución de las conciencias. La misma clase económica llevaría a cabo, 200 años más tarde, una revolución política, culminando así el proceso que coloca al ser humano por sobre los dogmas eclesiásticos y no a su servicio. El recuerdo simbólico, punto neurológico, fue ese 31 de octubre de 1517 en el que Martín Lutero colocó sus 95 tesis, tópicos a discutir, en la Catedral de Wittenberg, Alemania. + (PE). (*) Doctora en Historia en la Universidad de Buenos Aires, profesora de Patrística en ISEDET. (Instituto Superior Evangélico de Estudios Teológicos). PreNot 9172 101029 |