miércoles, 17 de noviembre de 2010

Che Guevara Antonio Peredo Evo Morales Fidel Castro

Una mirada estratégica

 

Antonio Peredo Leigue

Noviembre 4, 2010

 

Hemos recibido ya dos tomos de la estrategia revolucionaria del Comandante Fidel Castro. Nos da importantes enseñanzas para las luchas emprendidas por nuestros pueblos, recorriendo otros caminos, con el propósito de llegar a las mismas metas, de cumplir los mismos objetivos. Es la estrategia que utilizó, primero, para enfrentar la ofensiva de las fuerzas batistianas y, después, inmediatamente después, lanzar la contraofensiva que lo llevó sin obstáculos, hasta el mismo Santiago de Cuba.

 

El 2 de diciembre de 1956, 83 guerrilleros desembarcaron en Los Cayuelos. Desde el primer momento fueron hostigados por la dictadura y sus fuerzas, en hombres y armas, se redujeron dramáticamente. Pero se hicieron fuertes en la Sierra Maestra y, en las ciudades, el Movimiento 26 de Julio muchas veces, sintió que las condiciones estaban dadas para iniciar una huelga general que derrocara a Fulgencio Batista. Lo plantearon más de una vez y, aunque Fidel no estaba conforme con la medida, tuvo que acceder. El resultado fue la derrota de la huelga, traicionada por los dirigentes de la CGT, la que además no encontró una respuesta vigorosa, como esperaban los militantes del M-26, por el temor a la represalia dictatorial.

 

Transcurría mayo de 1978. En la montaña, con escasas pero combativas fuerzas, la guerrilla había alcanzado un dominio casi total sobre la Sierra Maestra. Envalentonado por el fracaso de la huelga, el régimen ordenó una ofensiva para sacar a los guerrilleros de la Sierra y terminar con su resistencia. Pero, año y medio en el terreno, donde habían instalado una escuela y un hospital, una zapatería y una armería, una radio y hasta una pequeña editora de “El Rebelde”, hacía que los guerrilleros conocieran en detalle el terreno.

 

Fidel organizó la defensa dejando que avancen para entramparlos en los lugares que convenían. Desde tres frentes avanzaron las tropas de la dictadura y hubo un momento en que estuvieron nada más que a siete kilómetros de distancia entre sí; pero ese fue un trecho insalvable, porque allí estaban los pelotones de la guerrilla. La proporción de diez bajas del ejército a una de la rebelión, es insuficiente. Fue mucho mayor la diferencia y la tropa desorganizada de la dictadura tuvo que retirarse.

 

En ese momento, Fidel Castro pudo cantar victoria, afianzar su posición en todo el macizo de la Sierra Maestra y esperar los resultados del Segundo Frente, en la región de Guantánamo comandado por Raúl Castro.

 

Pero Fidel se puso a organizar la contraofensiva. Esta vez tenían que participar todas las fuerzas y, mediante mensajes escritos, se dirige a cada uno de los comandantes que están en otros lugares. De agosto a diciembre de 1958, no sólo que se hizo fuerte en la Sierra, ni esperó resultados del Segundo Frente, sino que inmediatamente ordenó la formación de dos columnas que entregó a Camilo Cienfuegos y Che Guevara quienes, en heroica campaña, recorrieron cientos de kilómetros para llegar a sus destinos, hostigados por la aviación enemiga. Fue la columna del Che que, en Santa Clara, en una audaz emboscada, destruyó el refuerzo enemigo y la dictadura se derrumbó. Ocurrió el 30 de diciembre de 1958. Al día siguiente, Fidel entraba triunfante en Santiago y, el 1 de enero de 1959, Batista huía del país y las fuerzas de la dictadura entregaban sus armas a los rebeldes.

 

La guerra es la continuación de la política, dice Clausewitz. Por lo tanto, las enseñanzas van en ambos sentidos. En este caso, las lecciones son extraordinarias. Si hemos ganado las elecciones y las consultas populares en siete oportunidades en un lapso de cuatro años, es porque conocíamos el terreno en que nos movíamos, al detalle. El enemigo debió entrar en ese terreno, de mala gana, pero confiado en que contaba con armas suficientes para vencernos. De nada le sirvieron esas armas. Hemos seguido emboscándolo de diverso modo. El siguiente paso es pasar a la contraofensiva.

 

Se trata, así lo muestra Fidel, de llevar a nuestros mejores cuadros con sus columnas fortalecidas en el combate, a los lugares donde el enemigo se cree dominante. No es cuestión de ganar una batalla y retirarse. Tenemos que alcanzar, definitivamente, la guerra en ese punto y asentarnos seriamente en el terreno. Un solo hombre, recorriendo esa vasta zona, donde el enemigo se ha hecho fuerte, es insuficiente.

 

Hay que tomar en cuenta el discurso de Fidel Castro, el 1 de enero de 1959, en Santiago de Cuba, advirtiendo al pueblo sobre los peligros que corría la Revolución en el momento de su triunfo. Decía Fidel: “Esta vez, por fortuna para Cuba, la Revolución llegará de verdad al poder. No será como en el ’95 que vinieron los americanos y se hicieron dueños de esto. Intervinieron a última hora y después ni siquiera dejaron entrar a Calixto García que había peleado durante 30 años, ni quisieron que entrara en Santiago de Cuba. No será como en el ’33 cuando el pueblo empezó a creer  que una Revolución se estaba haciendo, vino el señor Batista, traicionó la Revolución, se apoderó del poder e instauró una dictadura por once años. No será como en el ’44, año en que las multitudes se enardecieron creyendo que al fin el pueblo había llegado al poder, y los que llegaron al poder fueron los ladrones. Ni ladrones, ni traidores, ni intervencionistas. Esta vez sí que es la Revolución”.

 

Hay muchas cosas que aprender de ese proceso tan apretado, tan impaciente y, a la vez, tan sereno y meditado que llevó a cabo Fidel Castro y la guerrilla de la Sierra Maestra. Un lema que recorrió el continente en los años ’60, decía que los Andes será la Sierra Maestra de América Latina. Hagamos posible que, desde los Andes, baje hasta los llanos, el verdadero proceso de la revolución que encabeza el presidente Evo Morales.