sábado, 11 de diciembre de 2010

Mario Vargas Llosa Jean Ortiz* Universidad PAU Francia

 

"¡ AY  QUE  DOLOR !" (Vieja rumba de Los Chunguitos)

Por Jean Ortiz*

 

 

Mario Vargas Llosa se merecía desde hace tiempo el Premio Nobel. Su obra es una catedral de la literatura y el autor un revolucionario de la palabra.

 

Pero ¿cómo uno puede ser tan genial literariamente y tan mediocre político, tan rencoroso, tan enajenado por el "fundamentalismo liberal" al que medio mundo rechaza?

 

Vamos a dejar de lado la campana presidencial de 1990 que llevó adelante Llosa en Perú, con propuestas ultraliberales inspiradas de Reagan y Thatcher. Eso sí, en un océano de miseria, es haber hecho el payaso para la oligarquía. A no ser que Llosa pensase que la miseria, como el hambre, son epidemias, y la desigualdad social de origen genético.

 

En la Academia sueca de Estocolmo, Llosa acaba de recibir su merecido Nobel con un discurso de politiquero de aldea, en medio de una terrible crisis mundial que deja de mármol al novelista. Los olvidados, los relegados, los “chingados”, aparecen en sus novelas, pero desaparecen en sus proclamas, para priorizar lo que, en su criterio, verdaderamente amenaza América latina: el "populismo", el "indigenismo"(¡malditos Indios que se han metido en política!) y las "payasadas" de Chávez, Evo, Correa... Tremenda clase, elegancia, y altura de vista. Con desprecio y agresividad, el Nobel arremete contra los nuevos libertadores y silencia el protagonismo nefasto y la aciaga injerencia de los Estados Unidos en la "patria grande", sus crímenes y desmanes en todo el continente, los métodos mafiosos e imperialistas revelados por Wikileaks. Para el converso Llosa, que ya no padece "marxismo", "el norte revuelto y brutal", ése es el modelo. Y en su penoso esperpento de Estocolmo, esto es el colmo, el nuevo Nobel acude a estereotipos y tópicos más desgastados que calcetín centenario...

 

Da pena ver tan brillante escritor rebajarse a ser lacayo de un imperio poco virtuoso... Las palabras no son neutrales. Llosa se vuelve un panfletario de segunda categoría contra la emancipación de los pueblos, y se desprestigia frente a todos nosotros que amamos sus novelas.

 

El arte y la cultura tienen que ir parejos con su democratización. ¿Para qué sirve un arte sólo "elitista"? Los intelectuales, quieran o no, tienen un papel social. Recordemos en 1898 el "Yo acuso" del gran Zola, el "caso Dreyfus", etc. ¿Cómo se puede tachar de "payasadas" las políticas de gobiernos que alfabetizan, que llevan la cultura, la educación, a los más pobres? No hay alternativa: o quedan "invisibles" los marginados o se vuelven ciudadanos; pero según Llosa, ilustrados, votan mal. ¡Qué mal agradecidos son los pueblos! Amargado, carente de verdadera generosidad humana, renegando de sus raíces y de "los de abajo", el tremendo novelista, sí que ha hecho el payaso... ¡Ojalá los papeles del Departamento es Estado no revelen que Bush le quería mucho y viceversa, carteándose como viejos compinches!

 

Me quedo con Pantaleón, la tía Julia, "la Ciudad y los perros" de mi adolescencia... y trato de cerrar los ojos, de olvidar al Llosa político de mala muerte. La historia se encargará de poner a cada cosa en su sitio y al Mario novelista, con Gabriela Mistral, Neruda, Márquez, Asturias, Vallejo, Carpentier, Guillén, Mariátegui, Benedetti, Galeano, Taibo 2, Lezama Lima, Donoso, Cortázar, Roa Bastos, Fuentes, etc... pocos de ellos indiferentes a sus pueblos. “¡Ay, qué dolor!

 

*Jean Ortiz, Profesor de Universidad en PAU (Francia), universidad que otorgó a Llosa el Doctorado Honoris Causa.

 

 

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