sábado, 18 de junio de 2011

Che Guevara y sus testigos celebres Cuba Fuser

En nombre de nestorgiturbe
Viernes, 17 de Junio de 2011
 

CUBA:    ESPECIAL  SOBRE  EL  CHE

El guerrillero heroico nació hace 83 años
Nada pudo frenar la voluntad de lucha de Ernesto Che Guevara
14 junio 2011 |

Mucho antes de convertirse en el Che, el joven Ernesto Guevara de La Serna -nacido un día como hoy en la ciudad argentina de Rosario- tuvo que vencer las limitaciones que desde niño le intentó poner el asma. La enfermedad lo hostigaba sin piedad, y él le respondía esforzándose por hacer todo cuanto le estaba vedado: practicó natación, tenis, ciclismo y rugby.
Su amigo Alberto Granado, que falleció el pasado 5 de marzo, recordó siempre con admiración al frágil jugador de 14 años que, balón en mano, atacaba a sus contrincantes duro y a los hombros mientras gritaba: "¡Acá va el Furibundo Serna!" Así se convirtió en el Fuser, aguerrido deportista e infatigable estudiante a quien su debilidad le sirvió de combustible para templar un carácter de fuego y una voluntad incendiaria. El poeta Roque Dalton recalca ese rasgo suyo cuando dice que quienes lo crucificaron como a un cristo le pusieron en la frente una tablilla que decía "INRI: Instigador Natural de la Rebelión de los Infelices".

HABLÓ CON HECHOS

La historia demostró que el terco empeño del Fuser por sobreponerse a todos los obstáculos iba mucho más allá de un reto de autosuperación personal. El joven Guevara era también un hombre políticamente inquieto y de una gran sensibilidad social, que a los 25 años, cuando se graduó de médico, había recorrido en bicicleta y en moto Argentina, Chile, Perú, Colombia y Venezuela en compañía de Alberto Granados para conocer la realidad de muchos pueblos que él consideraba un solo pueblo.
Las jornadas de Ernesto Guevara por los Andes están llenas de gestos y acciones que revelan su decisión de no ser un observador, sino un activista. Entre esos gestos destaca su trabajo voluntario en un leprosario ubicado en la selva a orillas del Amazonas, río que cruzó a nado el día que cumplió 24 años para pasar la noche con los enfermos que nadie quería tener cerca.
Esa hazaña, que se hizo legendaria, afirma un dato real: no había nada que hiciera desfallecer a Guevara cuando se trataba de llevar a los hechos lo que promulgaba.

VOLUNTAD  DE  LUCHA

Cuando llegó a Guatemala en diciembre de 1953, para ayudar como médico, ya tenía una clara conciencia de lo que podía hacer. Y en julio de 1955, cuando se alistó junto a Fidel Castro en la expedición que zarpó en el yate Granma a liberar a Cuba, ya había definido su destino. Abordó la nave y desembarcó como médico, pero a las pocas horas, con una herida rasante en el cuello, cambió las medicinas por un fusil.
En la carta de despedida que les escribió a sus "queridos viejos" cuando se marchó del primer territorio libre de Nuestra América para proseguir su lucha acuño este comentario: "Una voluntad que he pulido con la delectación de artista sostendrá unas piernas fláccidas y unos pulmones cansados. Lo haré". Era el de 1967, el Fuser, que ahora tenía 37 años, revelaba con esas palabras que siempre se había preparado para ser el Che. ¿Pero quién es el Che? Para acercarnos a una respuesta, el Correo del Orinoco presenta algunas de las semblanzas que se han hecho del médico soldado que el poeta Roberto Fernández Retamar describió así: "Hombre superior, que es nuestro orgullo y nuestra vergüenza, porque nos recuerda en todo instante lo que puede ser un hombre y lo que somos los hombres".    

                                T/ Carlos Ortiz      aracas

FIDEL: SEAMOS COMO EL CHE

"Si queremos un modelo de hombre, un modelo de hombre que no pertenece a este tiempo, un modelo de hombre que pertenece al futuro, ¡de corazón digo que ese modelo, sin una sola mancha en su conducta, sin una sola mancha en su actitud, sin una sola mancha en su actuación, ese modelo es el Che! Si queremos expresar cómo deseamos que sean nuestros hijos, debemos decir con todo el corazón de vehementes revolucionarios: ¡Queremos que sean como el che!"
                                        Fidel Castro (La Habana, Plaza de la Revolución, 18 de octubre de 1965)

WALSH:   NO  SE  VEÍA  COMO  HÉROE

Guevara no se proponía como un héroe: en todo caso, podía ser un héroe a la altura de todos. Pero esto, claro, no era cierto para los demás. Su altura era anonadante: resulta más fácil a veces desistir que seguirlo, y lo mismo ocurría con Fidel y la gente de la Sierra. Esta exigencia podía ponernos en crisis, y esa crisis tiene ahora su forma definitiva, tras los episodios de Bolivia.
Dicho más simplemente: nos cuesta a muchos eludir la vergüenza, no de estar vivos porque no es el deseo de la muerte, es su contrario, la fuerza de la revolución, sino de que Guevara haya muerto con tan pocos alrededor. Por supuesto, no sabíamos, oficialmente no sabíamos nada, pero algunos sospechábamos, temíamos. Fuimos lentos, ¿culpables? Inútil ya discutir la cosa, pero ese sentimiento que digo está, al menos para mí y tal vez sea un nuevo punto de partida.

                                       Rodolfo Walsh

 

CORTÁZAR: YO TUVE UN HERMANO

Yo tuve un hermano
que iba por los montes
mientras yo dormía.
Lo quise a mi modo,
le tomé su voz
libre como el agua,
caminé de a ratos
cerca de su sombra.

No nos vimos nunca
pero no importaba,
mi hermano despierto
mientras yo dormía,
mi hermano mostrándome
detrás de la noche
su estrella elegida.

Julio Cortázar

DALTON: CREDO DEL CHE

El Che Jesucristo
fue hecho prisionero
después de concluir su sermón en la montaña
(con fondo de tableteo de ametralladoras)
por rangers bolivianos y judíos
comandados por jefes yankees-romanos.
Lo condenaron los escribas y fariseos
revisionistas
cuyo portavoz fue Caifás Monje
mientras Poncio Barrientos trataba de lavarse
las manos
hablando en inglés militar
sobre las espaldas del pueblo que mascaba
hojas de coca
sin siquiera tener la alternativa de un Barrabás
(Judas Iscariote fue de los que desertaron
de la guerrilla
y enseñaron el camino a los rangers)
Después le colocaron a Cristo Guevara
una corona de espinas y una túnica de loco
y le colgaron un rótulo del pescuezo en son
de burla
INRI: Instigador Natural de la Rebelión de los
Infelices
Luego lo hicieron cargar su cruz encima de su
asma
y lo crucificaron con ráfagas de M-2
y le cortaron la cabeza y las manos
y quemaron todo lo demás para que la ceniza
desapareciera con el viento
En vista de lo cual no le ha quedado al Ché
otro camino
que el de resucitar
y quedarse a la izquierda de los hombres
exigiéndoles que apresuren el paso
por los siglos de los siglos
Amén.

Roque Dalton

SARAMAGO: EXISTÍA ANTES DE HABER NACIDO

Una de las lecciones políticas más instructivas, en los tiempos de hoy, seria saber lo que piensan de sí mismos esos millares y millares de hombres y mujeres que en todo el mundo tuvieron algún día el retrato de Che Guevara a la cabecera de la cama, o en frente de la mesa de trabajo, o en la sala donde recibían a los amigos, y que ahora sonríen por haber creído o fingido creer. Algunos dirían que la vida cambió, que Che Guevara, al perder su guerra, nos hizo perder la nuestra, y por tanto era inútil echarse a llorar, como un niño a quien se le ha derramado la leche. Otros confesarían que se dejaron envolver por una moda del tiempo, la misma que hizo crecer barbas y alargar las melenas, como si la revolución fuera una cuestión de peluqueros. Los más honestos reconocerían que el corazón les duele, que sienten en el movimiento perpetuo de un remordimiento, como si su verdadera vida hubiese suspendido el curso y ahora les preguntase, obsesivamente, adonde piensan ir sin ideales ni esperanza, sin una idea de futuro que de algún sentido al presente.
Che Guevara, si tal se puede decir, ya existía antes de haber nacido, Che Guevara, si tal se puede afirmar, continúa existiendo después de haber muerto. Porque Che Guevara es sólo el otro nombre de lo que hay de mas justo y digno en el espíritu humano. Lo que tantas veces vive adormecido dentro de nosotros. Lo que debemos despertar para conocer y conocemos, para agregar el paso humilde de cada uno al camino de todos.

José Saramago (fragmento de Breve meditación sobre el Che)