No estoy seguro…
Eduardo de la Serna
Como algunos me enseñan cotidianamente –quizás más con la palabra que con el ejemplo- qué debo y qué no debo decir,
ahora me encuentro confundido. Porque me parece que “asco” no puedo decirlo, para no correr el riesgo de que los
fiscales morales de la Nación me quieran hacer juicio. Tampoco puedo decir nada que tenga que ver con las “camas” de
ninguna o ninguno, porque me enseñaron que no debería entrometerme en la vida privada de nadie. Creo que tampoco
puedo decir “macho” aplaudiendo al que logró conseguir a la chica más linda del barrio, ni tampoco “prostituta” a una
que aprovechó sus atributos para recibir regalos, prebendas, y algunas cositas más… Claro que hay cosas que tienen su
límite, y si los regalos son robados, secuestrados, confiscados por el “macho” a víctimas inocentes, secuestradas y
encapuchadas, la cosa es diferente; si se trata de llegar a la cima (cima bastante chata, por cierto) a costa de favores;
si para eso se acuesta con uno de los seres más repugnantes de nuestra historia, la cosa sigue cambiando de color.
Si se banaliza el dolor, la muerte, la sangre de otros, ¡de tantos!, el color se oscurece más aún. Pero como también me
enseñaron que “no hay mal que por bien no venga”, a lo mejor quizás sigamos aprendiendo que muchos y muchas
que todavía están allá arriba, en el chato “arriba” de la superficialidad, no llegaron siquiera por chatos méritos, sino por
atributos. Y no será la primera –vimos fotos de un tigre con un gato, por ejemplo- y tampoco hace falta más que hacer
memoria y recordar quienes fueron tapas y quienes eran exitosos a diario en los tiempos oscuros de la Dictadura genocida
o la Dictadura económica riojana, para sospechar, al menos sospechar, si una vez más, los Medios no nos vendieron gato
por liebre (gato total, en este caso), y alguna vez nos hicieron creer que eran personas importantes.
Y quizás me dé asco. Perdón.