¡Dios, no permitas que pierda la memoria! Con los años una va cambiando los miedos, miedo a andar en bicicleta, miedo a las gallinas, a las alturas, a las arrugas. Hoy mi miedo mayor es perder la memoria. Y ruego a Dios que me la conserve porque siento que sin ella se me va la vida, aún cuando la misma haya estado rodeada de más muertes que las que hubiera querido rememorar. Quienes me conocen no necesitan más explicaciones. El 20 de diciembre de 2011 estaba sentada frente al televisor cuando veo las corridas de la gente en la plaza. Ese día tenía que estar en el centro por otras cuestiones pero no me sentía bien. Luego de chequear donde estaban mis hijas e hijo salí para la plaza. Me fui directo a Madres (Línea Fundadora). En el trayecto el clima se visualizaba denso, angustioso, tenso. Al llegar ya estaban algunas de las Madres, junto a dos compañeras de militancia. Llamábamos al Serpaj y nadie contestaba. Lo mismo el CELS. Finalmente a gente de Familiares. Dos de las madres dijeron "vamos a la plaza". Era jueves, y no habían podido llegar. Y ahí fuimos con las viejitas lindas. Eran cinco. Otras ya estaban en la plaza y cuatro de nosotras, las guardaespaldas de siempre. Curioso nombre para estas mujeres adultas que ninguna llega al metro 60. En estos 25 años posteriores al Proceso, fuimos corridas, siempre en medio del desorden. Respetadas las Madres. No nosotras. Ese día un gobierno democrático, cuyo líder radical ostentaba la imagen del hombre serio y honrado que mostraría como gobernar más allá de los fanatismos, permitía, avalaba, sostenía, la más cruenta represión a los sectores urbanos vivida desde la famosa corrida del 82. A pocas cuadras del Cabildo nos corrieron con agua y gases. Salimos con las Madres, por la calle Piedras hacia la plaza. Detrás de nosotras, a una cuadra, la montada. Cuando llegamos a Perú la montada de un lado, los tiros, no de goma, de los otros. Las Madres en fila. En ese momento sentí que todo era posible. Golpeamos en la Legislatura y entramos. Tomamos respiro. Un poco de agua. Hasta que una de ellas dijo "vamos a la calle". Marcela, Liliana, no sé si Alicia y yo, nos miramos. Como siempre acatamos esa verticalidad basada en el amor. En la confianza. En la continuidad de sentir que de alguna manera el sí es el que hubieran querido escuchar de sus hijas e hijos que ya no están. Salimos. A la media cuadra los chicos de Hijos avanzaban a pesar de las balas. Uno de ellos prefirió quedarse frente a mi insistencia de que se replegara. Fue agarrado. Torturado en el mismo camión de la policía. Luego lo encontraron muerto. ¡¡¡Que espanto!!! ¡No recuerdo el nombre! Después de una tercera corrida y la insistencia de las compañeras, logramos convencer a las Madres de ir a la CTA. Allí nos reunimos para ver como se seguía con los organismos. Nos dividimos entre los que se quedaban y los que recorrían hospitales. La consigna era contar heridos, muertos y garantizar "en democracia" la vida de los compañeros y compañeras. Cuando escucho en el super, en la calle, a veces también en la iglesia…tantas macanas -permita el lector y la lectora que lo diga en este "suave tono"- vuelvo a repetir la plegaria "DIOS NO PERMITAS QUE PIERDA LA MEMORIA" + (PE) PreNot 9752 111220 Agencia de Noticias Prensa Ecuménica 54 291 4526309. Belgrano 367. Cel. 2914191623 Bahía Blanca. Argentina. www.ecupres.com.ar asicardi@ecupres.com.ar |