Reforma universitaria y revolución Ernesto Guevara, 17 de octubre de 1959
Salven las distancias, no las salven, pongan el grito en el cielo, ignorenlo o refutenlo, hagan lo que quieran pero leanlo.
Estimados compañeros, buenas noches, tengo que pedir disculpas al calificado público asistente
por la demora en la iniciación de este acto, que es culpa mía y del tiempo que
ha estado muy mal en todo el camino, y hemos tenido que parar en Bayamo. Es muy interesante para mí venir a hablar de uno de los
problemas que ha tocado más de cerca a las juventudes estudiosas de todo el
mundo; venir a hablar aquí, en una Universidad revolucionaria, y precisamente
en una de las más revolucionarias ciudades de Cuba. El tema es sumamente vasto; tanto es así que varios
conferencistas han podido desarrollar diferentes facetas de él. En mi condición
de luchador, me interesa analizar precisamente los deberes revolucionarios del
estudiantado en relación con la Universidad. Y para eso tenemos que precisar
bien qué es un estudiante, a qué clase social pertenece, y si tiene algo que lo
defina como entidad o como núcleo, o si simplemente responde en sus reacciones,
a las reacciones generales de las diferentes clases a que puede pertenecer. Y
entonces nos encontramos con que el estudiante universitario es precisamente el
reflejo de la Universidad que lo aloja, porque ya hay limitaciones que pueden
ser de diferentes tipos, pero que finalmente son limitaciones económicas que
hacen que el estudiantado pertenezca a una clase social donde sus problemas -no
sus problemas económicos- no son tan grandes como en otras; pertenece por lo
general a la clase media, no aquí en Oriente, en Santiago de Cuba, sino en todo
Cuba, y podemos decir que en toda América. Hay naturalmente excepciones -todos
las conocemos-; hay individuos de extraordinaria capacidad que pueden luchar
contra un medio adverso con una tenacidad ejemplar y llegar a adquirir su
título universitario. Pero en general, el estudiante universitario pertenece a
la clase media y refleja los anhelos e intereses de esa clase; aunque muchas
veces, precisamente en momentos como ahora, la llama vitalizadora de la
revolución puede llevarlo a posiciones más extremas. Y eso es lo que tratamos de
analizar en estos momentos: las tendencias generales de la Universidad
respondiendo al núcleo social del cual sale, y sus deberes revolucionarios para
con la comunidad entera. Porque la Universidad es la gran responsable del triunfo
o la derrota, en la parte técnica, de este gran experimento social y económico
que se está llevando a cabo en Cuba. Hemos iniciado leyes que transforman
profundamente el sistema social imperante: se han liquidado casi de un plumazo
los latifundios, se ha cambiado el sistema tributario, se está por cambiar el
sistema arancelario, se están creando incluso cooperativas de trabajo
industriales; es decir, toda una serie de fenómenos nuevos, que traen
aparejados instituciones nuevas, están floreciendo en Cuba. Y todo ese inmenso
trabajo lo hemos iniciado solamente con buena voluntad, con el convencimiento
de que estamos siguiendo un camino verdadero y justo, pero sin contar con los
elementos técnicos necesarios para hacer las cosas perfectamente. Y no contamos con ellos porque precisamente estamos
innovando, y esta institución que es la Universidad estaba orientada a dar a la
sociedad toda una serie de profesionales que encajaban dentro del gran cuadro
de las necesidades del país en la época anterior. había necesidad de muchos
abogados, de médicos; ingenieros civiles había menos, y otras carreras seguían
así. Pero nos encontramos de pronto con que necesitamos maestros agrícolas,
ingenieros agrónomos, ingenieros químicos, industriales; físicos, incluso
matemáticos, y no hay. En algunos casos no existe siquiera la carrera; en
otros, está ocupada por un pequeño número de estudiantes que han visto la
necesidad de empezar a estudiar cosas nuevas, o simplemente han caído allí
porque no había lugar en otra escuela, o porque querían estudiar y no había
nada que les gustara exactamente. En fin, no hay una dirección estatal para
llenar todos los claros que estamos viendo que existen en la tecnificación de
nuestra Revolución. Y eso nos lleva al centro preciso del problema
universitario en cuanto puede tener de conflictivo, en cuanto pueden tener de
agresivo, si ustedes quieren, los planteamientos que voy a hacer. Porque el
único que puede, en este momento, precisar con alguna certeza cuál va a ser el
número de estudiantes necesarios y cómo van a ser dirigidos esos estudiantes de
las distintas carreras de la Universidad, es el Estado. Nadie más que él lo
puede hacer; por cualquier organismo, por cualquier instituto que sea, pero
tiene que ser un instituto que domine completamente todas las diferentes líneas
de la producción y esté al tanto también de las proyecciones de la
planificación del Gobierno Revolucionario. Grandes materias que son la base del triunfo de países
más avanzados, como las matemáticas superiores y la estadística, prácticamente
no existen en Cuba. Para empezar a hacer estadísticas de lo que necesitamos,
nos encontramos con que no tenemos estadísticos, con que hay que importarlos, o
buscar algunas personas que han desarrollado su especialidad en otros lugares. este es el nudo central del problema; si el Estado es el
único organismo o el único ente capaz de dictaminar con algún grado de certeza
cuáles son las necesidades del país, evidentemente, el Estado tiene que tener
participación en el gobierno de la Universidad. Hay quejas violentas contra
ello; incluso se levantan entre las candidaturas estudiantiles en La Habana,
casi como cuestión de principio, la intervención o la no intervención del
Estado, la pérdida de la autonomía, como llaman los estudiantes. Pero hay que
definir exactamente qué significa autonomía. Si autonomía significa solamente
que haya que cumplir una serie de requisitos previos para que un hombre armado
entre en el recinto universitario para cumplir cualquier función que la Ley le
asigne, eso no tiene importancia; no es ese el centro del problema, y todo el
mundo está de acuerdo en que esa clase de autonomía se mantenga. Pero si hoy
significara autonomía que un gobierno universitario desligado de las grandes
líneas del Gobierno Central -es decir: un pequeño Estado dentro del Estado- ha
de tomar los presupuestos que el Gobierno le dé y ha de trabajar sobre ellos,
ordenarlos y distribuirlos en la forma que mejor le parezca, nosotros
consideramos que es una actitud falsa. Es una actitud falsa precisamente porque
la Universidad se está desligando de la vida entera del país, porque se está
enclaustrando y convirtiéndose en una especie de castillo de marfil alejado de
las realizaciones prácticas de la Revolución. Y además porque van a seguir
mandando a nuestra República una serie enorme de abogados que no se necesitan,
de médicos que incluso no se necesitan en la cantidad en que en estos momentos
están ingresando, o de toda una serie de profesiones, por lo menos cuyos
programas deben ser revisados para adaptarlos. Surge entonces, frente a esta encrucijada de dos caminos
o siglos, el levantamiento de grupos más o menos importantes, de sectores
estudiantiles que consideran como la peor palabra del mundo la intervención
estatal o la pérdida de la autonomía. En ese momento, esos sectores
estudiantiles, lo digo con responsabilidad y sin ánimo de herir a nadie, están
cumpliendo quizá el deber de la clase a que pertenecen, pero están olvidando
los deberes revolucionarios, están olvidando los deberes contraídos en la lucha
con la gran masa de obreros y campesinos que pusieron sus cuerpos, su sudor y
su sangre al lado de los estudiantes en cada una de las batallas que se
libraron en todos los frentes del país para llegar a esta gran solución que fue
el primero de enero. Y esta es una actitud sumamente peligrosa. No hoy, no hoy
porque no se han definido todavía los campos, porque todavía hay mucha gente
que aun herida en sus intereses económicos, cree que la Revolución ha sido un
acierto, gente que tiene la virtud de ver mucho más lejos que donde alcanza su
bolsillo y ve los intereses de la patria. Pero todo ese pequeño problema, que
gira en torno a la palabra autonomía, tiene correlaciones e interrelaciones que
van aún mucho más lejos que en nuestra Isla. Desde afuera se van tendiendo las
grandes líneas estratégicas encargadas de aglutinar a todos los que sienten que
han perdido algo con esta Revolución; no a los esbirros, no a los malversadores
o a los miembros del anterior Gobierno, sino a los que quedándose al margen, o
incluso apoyando en alguna forma este Gobierno, sienten que han quedado atrás o
que han perdido algún bien económico. Toda esta gente está dispersa en
distintas capas sociales, y puede manifestar su descontento con toda libertad
en el momento que quiera; pero la tarea a que está encaminada en este momento
la reacción nacional e internacional es aglutinar todas las fuerzas
descontentas contra el Gobierno, y constituirlas en un conglomerado sólido para
tener ese frente interno necesario a sus planes de invasión o depresión económica,
o quién sabe cuál será. Y la Universidad, dando batallas a veces feroces,
luchando encarnizadamente en torno a la palabra autonomía, como naturalmente
luchando encarnizadamente en torno a cuestiones de menor importancia como es la
elección de los líderes estudiantiles, están creando precisamente el campo para
que se siembre con toda fertilidad esa simiente que tanto anhelan sembrar los
reaccionarios. Y este lugar, este lugar que ha sido en las luchas vanguardia
del pueblo, puede convertirse en un factor de retroceso si no se incorpora a
las grandes líneas del Gobierno Revolucionario. Y lo que digo no es un análisis teórico de la cuestión ni
una opinión festinada; es que esto es lo que ha pasado en la América entera, y
los ejemplos podrían abundar considerablemente. Recuerdo en este momento el
ejemplo patético de la Universidad de Guatemala que fue, como las Universidades
cubanas, vanguardia del pueblo en la lucha popular contra los regímenes
dictatoriales, y después, en el Gobierno de Arévalo primero, pero sobre todo en
el Gobierno de Arbenz se fueron transformando en focos decididos de lucha
contra el régimen democrático. Defendían precisamente lo mismo que ahora se
está defendiendo: la autonomía universitaria, el derecho sagrado de un grupo de
personas a decidir sobre asuntos fundamentales de la Nación, aun contra los
intereses mismos de la Nación. Y en esa lucha ciega y estéril, la Universidad
se fue transformando, de vanguardia de las fuerzas populares, en arma de lucha
de la reacción guatemalteca. Fue necesaria la invasión de Castillo Armas, la
quema en un acto público de un vandalismo medioeval de todos los libros que
hablaran de temas que fueran mal vistos por el pequeño sátrapa guatemalteco,
para que la Universidad reaccionara y volviera a tomar su lugar de lucha entre
las fuerzas populares. Pero el camino perdido había sido extraordinariamente
grande, y Guatemala hoy está, como ustedes lo saben, saliendo a medias de aquella
situación caótica y buscando de nuevo, entre tropiezo y tropiezo, una vida institucional
de acuerdo con las normas democráticas. Ese es un ejemplo palpitante, que todos
ustedes recuerdan porque pertenece a la historia de estos días. Pero es que podríamos ir mucho más lejos en el análisis
de la gran conquista de la reforma universitaria del dieciocho que precisamente
se gestó en mi país de origen y en la provincia a la cual pertenezco, que es
Córdoba; y podríamos analizar la personalidad de la mayoría de aquellos
combativos estudiantes que dieron la gran batalla por la autonomía universitaria
frente a los gobiernos conservadores que en esa época gobernaban casi todos los
países de América. Yo no quiero citar nombres para no provocar incluso
polémicas internacionales; quisiera, que ustedes tomaran el libro de Gabriel
del Maso, por ejemplo, donde estudia a fondo la reforma universitaria, buscarán
en ese índice los nombres de todos aquellos grandes artífices de la reforma y
buscarán hoy cuál es la actitud política, buscarán qué es lo que han sido en la
vida pública de los países a que pertenecen, y se encontrarán con sorpresas
extraordinarias, con las mismas sorpresas con que me encontré yo, cuando
creyendo en la autonomía universitaria como factor esencial del adelanto de los
pueblos, hice ese análisis que les aconsejo hacer a ustedes. Las figuras más
negras de la reacción, las más hipócritas y peligrosas porque hablan un
lenguaje democrático y practican sistemáticamente la traición, fueron las que
apoyaron, y muchas veces las que aparecen como figuras propulsoras en sus
países de aquella reforma universitaria. Y aquí entre nosotros, investiguen
también al autor del libro porque también habrá sorpresas por allí. Todo esto se lo decía para alentarlos precisamente sobre
la actitud del estudiantado. Y más que en ningún lugar en Santiago, donde
tantos estudiantes han dado su vida y tantos otros pertenecen a nuestro
Ejército Rebelde. Nosotros, como tenemos un ejército que es popular y
dignidad, a nadie le preguntamos cuál es su actitud política frente a
determinados hechos concretos; cuál es su religión, su manera de pensar. Eso
depende de la conciencia de cada individuo. Por eso no les puedo decir cuál
será la actitud misma de los miembros del Ejército Rebelde. Espero que
entiendan bien las líneas generales del problema y que sean consecuentes con
las líneas de la Revolución. Tal vez sí, tal vez no. Pero estas palabras no van dirigidas a ellos, una
minoría, sino a la gran masa estudiantil, a todos los que componen este núcleo.
Yo recuerdo que tuve una pequeña conversación con algunos de ustedes hace
varios meses, y les recomendaba entrar en contacto con el pueblo, no llegar al
pueblo como llega una dama aristocrática a dar una moneda, la moneda del saber
o la moneda de una ayuda cualquiera, sino como miembro revolucionario de la
gran legión que hoy gobierna a Cuba, a poner el hombro en las cosas prácticas
del país, en las cosas que permitan incluso a cada profesional aumentar su
caudal de conocimiento y unir, a todas las cosas interesantes que aprendieron
en las aulas, las quizás mucho más interesantes que aprenden construyendo en
los verdaderos campos de batalla de la gran lucha por la construcción del país. Es evidente que uno de los grandes deberes de la
Universidad es hacer sus prácticas profesionales en el seno del pueblo, y es
evidente también que para hacer esas prácticas organizadamente en el seno del
pueblo necesitan el concurso orientador y planificador de algún organismo
estatal que esté directamente vinculado a ese pueblo, o incluso de mucho más de
un organismo estatal, pues actualmente para hacer cualquier obra en cualquier
lugar de la república, se ponen en contacto tres, cuatro o más organismos, y se
está iniciando recién en el país la tarea de planificar el trabajo y de no
dilapidar esfuerzos. Pero centralizando el tema en el estudio, en el derecho a
estudiar y en el derecho a elegir una carrera de acuerdo con una vocación, nos
tropezamos siempre con el mismo problema: ¿Quién tiene derecho a limitar la
vocación de un estudiante por una orden precisa estatal? ¿Quién tiene derecho a
decir que solamente pueden salir 10 abogados por año y deben salir 100 químicos
industriales? Eso es dictadura, y está bien: es dictadura. Pero ¿es la
dictadura de las circunstancias la misma dictadura que existía antes en forma
de examen de ingreso o en forma de matrículas, o en forma de exámenes que
fueran eliminando los menos capaces? Es nada más que cambiar la orientación del
estudio. El sistema en este caso permanece idéntico, porque lo que se hacía
antes es tratar de dar los profesionales que iban a salir a la lucha por la
vida en las diferentes ramas del saber. Hoy se cambian por cualquier método:
examen de ingreso, o una calificación previa; en fin, el método es lo de menos.
Y se trata de llevarlo hacia los caminos que la Revolución entiende que son
necesarios para poder seguir adelante con nuestra tarea técnica. Y creo que eso
no puede provocar reacciones. Y salta a la vista que la integración de la
Universidad con el Gobierno Revolucionario no debe provocar reacciones. No queremos aquí esconder las palabras y tratar de
explicar que no, que eso no es pérdida de autonomía, que en realidad no es nada
más que una integración más sólida, como la es. Pero esa integración más sólida
significa pérdida de la autonomía, y esa pérdida de autonomía es necesaria a la
Nación entera. Por tanto, tarde o temprano, si la Revolución continúa en sus
líneas generales, encontrará las formas de lograr todos los profesionales que
necesita. Si la Universidad se cierra en sus claustros y sigue en la tarea de
lanzar abogados, o toda una serie de carreras que no son tan necesarias en este
momento (no vayan a pensar que la he agarrado especialmente con los abogados);
si sigue en esa tarea, pues tendrán que formar algún otro tipo de organismo
técnico. Ya se está pensando en La Habana en hacer un Instituto Técnico de
Cultura Superior que dé precisamente una serie de estas carreras, instituto que
tendrá una organización diferente a la Universidad quizás, y que puede
convertirse, si la incomprensión avanza, en un rival de la Universidad o la
Universidad en una rival de esa nueva institución que se piensa crear en la
lucha por monopolizar algo que no se puede monopolizar porque es patrimonio del
pueblo entero, como es la cultura. También esas cosas que se están creando en Cuba se han
hecho en otros países del mundo, y sobre todo de América. También se han
producido esas luchas entre los miembros de organismos, de escuelas técnicas o
politécnicas de un grado de cultura por lo general menor y la Universidad. Lo que yo no sé si se ha dicho o si se ha precisado bien
claro, es que esa lucha es el reflejo de la lucha entre una clases social que
no quiere perder sus privilegios, y una nueva clase o conjunto de clases
sociales que están tratando de adquirir sus derechos a la cultura. Y nosotros
debemos decirlo para alertar a todos los estudiantes revolucionarios, y para
hacerles ver que una lucha de esa clase es sencillamente la expresión de eso
que hemos tratado de borrar en Cuba, que es la lucha de clases, y que quien se
oponga a que un gran número de estudiantes de extracción humilde adquiera los
beneficios de la cultura, está tratando de ejercer un monopolio de clases sobre
la misma. Ahora bien, cuando aquí se hablaba de reformas
universitarias, y todo el mundo ha estado de acuerdo en que la reforma universitaria
es algo importante y necesario para el país, lo primero que se ha hecho es, por
parte de los estudiantes, tomar en cierta manera el control de las casas de
estudio, imponer a los profesores una serie de medidas e intervenir en el
gobierno de la Universidad en mayor o menos grado. ¿Es correcto? Esa es la
expresión de un grupo que ha triunfado, ha triunfado y ha exigido sus derechos
después del triunfo. Los profesores -algunos por su edad, otros por su
mentalidad incluso- no participaron en la misma medida en la lucha, y los que
lucharon y triunfaron adquirieron ese derecho. Pero yo me pregunto si el
Gobierno Revolucionario no luchó y triunfó, y no luchó y triunfó con tanto o
más encarnizamiento que cualquier sector aislado de la colectividad porque fue
la expresión de la lucha toda del pueblo de Cuba por su liberación. Sin
embargo, el Gobierno no ha intervenido en la Universidad, no ha exigido su
parte en el festín, porque no considera que esa sea la manera más lógica y
honorable de hacer las cosas. Llama simplemente a la realidad a los
estudiantes; llama al raciocinio, que es tan importante en momentos
revolucionarios, y a la discusión, de la cual surge necesariamente el
raciocinio. Ahora se están discutiendo programas de reforma
universitaria y enseguida se vuelve la vista hacia las reformas universitarias
del año dieciocho, hacia todos los supersabios que traicionaron su ciencia y su
pueblo después pero que en el momento en que lucharon por una cosa noble y
necesaria como era la reforma universitaria en aquel momento, no conocían nada
de nada, eran simples estudiantes que la hicieron porque era una necesidad.
Teorizar, teorizaron después, y teorizaron cuando ya tenían un sentido malévolo
de lo que habían hecho. ¿Por qué nosotros tenemos entonces que ir a buscar la
reforma universitaria en lo que se ha hecho en otros lados? ¿Por qué no tomar
aquello sino simplemente como información adicional a los grandes problemas
nuestros, que son los que tenemos que contemplar por sobre todas las cosas, a
los problemas que existen aquí, que son problemas de una revolución triunfante
con una serie de gobiernos muy poderosos, hostiles que nos atacan, nos acosan
económicamente y a veces también militarmente; que riegan de propaganda por
todo el mundo una serie de patrañas sobre este Gobierno, de un Gobierno que ha
hecho la reforma agraria en la misma manera que yo aconsejo hacer la reforma
universitaria, mirando hacia adelante pero no hacia atrás, tomando como simples
jalones lo que se había hecho en otras partes del mundo, pero analizando la
situación de nuestro propio campesino; que ha hecho una reforma fiscal y una
reforma arancelaria, y que está ahora en la gran tarea de la industrialización
del país, de este país de donde hay que sacar entonces los materiales necesarios
para hacer nuestra reforma; de un país donde se reúnen los obreros que no han
logrado todas las reivindicaciones y que aspiraron y lógicamente aspiran, y
resuelven, en asambleas multitudinarias y por unanimidad, dar una parte de su
sueldo para construir económicamente al país; de un Gobierno Revolucionario que
lleva como bandera de lucha a la Reforma Agraria, y que la ha impulsado de una
punta a la otra de la Isla, y que constantemente sufre porque no tiene los
técnicos necesarios para hacerla, y porque la buena voluntad y el trabajo no
suple sino en parte esa deficiencia, y porque cada uno de nosotros debemos
volver sobre nuestros pasos constantemente y aprender sobre el error cometido,
que es aprender sobre el sacrificio de la Nación.Y cuando tratamos de buscar a quien lógicamente nos debe
apoyar, a la Universidad; para que nos dé los técnicos, para que se acople a la
gran marcha del Gobierno Revolucionario, a la gran marcha del pueblo hacia su
futuro, nos encontramos con que luchas intestinas y discusiones bizantinas
están mermando la capacidad de estos centros de estudios para cumplir con su
deber de la hora.Por eso es que aprovechamos este momento para decir
nuestras verdades quizás agrias, quizás en algunas cosas injustas, muy molestas
quizás para mucha gente, pero que transmite el pensamiento de un Gobierno
Revolucionario honesto, que no trata de ocupar o de vencer una institución que
no es su enemiga, sino que debe ser su aliada y su más íntima y eficaz
colaboradora; y que busca precisamente a los estudiantes porque nunca un
estudiante revolucionario puede ser, no enemigo, ni siquiera adversario del
Gobierno que representamos; porque estamos tratando en cada momento de que la
juventud estudiosa, aúne al saber que ha logrado en las aulas el entusiasmo
creador del pueblo entero de la República y se incorpore al gran ejército de
los que hacen, dejando de lado esta pequeña patrulla de los que solamente
dicen.Por todo eso he venido aquí, más que a dar una
conferencia, a presentar algunos puntos polémicos, y a llamar, naturalmente, a
la discusión, todo lo agria, todo lo violenta que se quiera, pero siempre
saludable en un régimen democrático, a la explicación de cada uno de los
hechos, al análisis de lo que está sucediendo en el país, y al análisis de lo
que sucedió con los que mantuvieron las posiciones que hoy mantienen algunos
núcleos estudiantiles.Y para finalizar, un recuerdo a los estudiantes
interesados en estos problemas de la reforma universitaria: investiguen la vida
futura, futura pero ya pasada, desde el momento en que se inició la reforma del
dieciocho hasta ahora; investiguen la vida de cada uno de aquellos artífices de
la reforma. Les aseguro que es interesante. Nada más.