Cárcel
Real Vs Cárcel Virtual.
Por Susana Merino.
Buenos Aires.
La cárcel a cielo abierto que ha montado el sionismo
en la Franja de Gaza no es menos cárcel que la que mantiene para
los ciudadanos israelíes en el interior del propio estado de Israel
Aunque como dice Noam Chomsky: ”Incluso una sola noche en la
cárcel es suficiente para tener una idea de lo que significa estar bajo el
control total de alguna fuerza externa. Y difícilmente se requiere más de
un día en Gaza para apreciar lo que debe ser tratar de sobrevivir en la
prisión al aire libre más grande del mundo, donde alrededor de 1.5 millones
de personas en una franja de territorio de aproximadamente 140
millas cuadradas (unos 360 kilómetros cuadrados) están
sometidas al terror y al castigo arbitrario, al azar. Sin más propósito que
humillar y degradar”.
Es cierto que la primera atenta criminalmente contra la vida
toda de los palestinos, pero también es cierto que la segunda no deja
sobrevivir la libertad de conciencia y el sentido humano del espíritu
dentro de las rejas virtuales que Israel ha venido construyendo para sus
propios ciudadanos en su mal adquirido territorio. Creo que hasta podría
decirse si no diera lugar a malas interpretaciones que son más libres más
dueños de soñar, de tejer esperanzas, de alimentar ilusiones, los
palestinos confinados en sus mezquino y precario reducto territorial
que los israelíes sometidos al permanente lavado de cerebro de una
educación orientada casi excluyentemente hacia el odio étnico y hacia
el desprecio por sus hermanos árabes.
Un reciente artículo de Rudi Barnet excelentemente documentado
traduce bien a las claras la insidiosa campaña de menosprecio que vienen
instalando los sucesivos gobiernos israelíes entre sus propios compatriotas
y en contra de los palestinos no solo extraterritoriales sino también
contra los ciudadanos árabe-israelíes (el 20% de la población) que
habitan Israel y parte de la Cisjordania. Una campaña que se
articula sobre la base de dos herramientas esenciales: la legislación y la
educación.
La legislación israelí no otorga los mismos derechos a los
ciudadanos de origen árabe que hayan nacido y habiten el suelo israelí que
a los considerados étnicamente judíos. Base inalienable del apartheid
y del no disimulado fascismo que la inspira. Su misma ley fundamental (que
no establece límites geográficos y que reemplaza a una inexistente
constitución) declara que Israel es un estado judío, de modo que quién no
profese o mínimamente aparente profesar la religión de Abraham y de Moisés,
está legalmente excluido como ciudadano.
Ello le impide aspirar, en igualdad de las demás condiciones,
a desempeñar, un cargo público, o comprar propiedades, o transitar
libremente por las rutas del país, solo es reconocido como tal el
matrimonio religioso judío y los civiles no judíos de los territorios
anexados pueden ser juzgados por tribunales militares con el agravante de
que las sentencias también serán discriminatoriamente más severas.
Estas y muchas otras reglamentaciones van cercando a parte de
la población del estado y cercenando libertades que a los ojos de los
mismos ciudadanos judíos se han ido convirtiendo en normalidad
“democrática”. Y sin embargo nada puede ser más diametralmente ajeno a los
principios democráticos que los condicionamientos que mediante la
persuasión o la imposición han ido modelando la mentalidad del pueblo de
ese país. Como dice el intelectual israelí Amnon
Be’eri-Sulitseanu: “En 2010 la segregación de los judíos y los árabes
en Israel es casi absoluta. Para quienes vivimos aquí, es algo normal”
Esta cárcel mental hábilmente diseñada, que tiene barrotes
casi más indestructibles y persistentes que los del mismo acero, cuenta con
otro imprescindible pilar, la educación.
En principio, en la cultura israelí, los árabes son
considerados primitivos, agresivos y casi subhumanos. De modo que matar a
un árabe, por ejemplo es mucho menos condenable que a cualquier
otro ser humano. En tal caso es probable que el israelí no vaya a la cárcel
sino que tenga solo que pagar alguna multa. No solo los jóvenes soldados
israelíes son adiestrados con esta convicción sino que se trata de un
concepto que les es infundido desde la más tierna infancia.
Los libros infantiles abundan en imágenes y en textos
que incitan al odio y a la guerra y están concebidos con el propósito de
crear y mantener la idea de la superioridad racial judía y de la
necesidad de preservarla.
De este modo se ha ido inculcando paulatinamente en el pueblo
la masiva lealtad hacia un estado que no admite críticas, ni oposición, ni
disidencias, ni internas ni en lo posible externas, es decir un pueblo que
se ve encarcelado en una ideología que los líderes sionistas
les han inculcado y que les impide imaginar siquiera la posibilidad de
generar alternativas de convivencia social, política, económica y cultural
con sus coercitivamente despreciados hermanos árabes.
No es que esta concepción del mundo israelí se haya iniciado
con el establecimiento del estado de Israel. Mucho antes desde sus
prolegómenos a fines del siglo XIX, los sionistas auspiciados por Theodore
Herlz su fundador planteaban separarse del resto de la población
austro-alemana lo que los convirtió, aunque parezca insólito en un
poderoso auxiliar del régimen nazi que pretendía erradicarlos.
Además y por otra parte Victor Klemperer un profesor
universitario alemán de origen judío equiparó, ya en 1941 a los
sionistas, con los nacionalsocialistas señalando la afinidad existente
entre los criterios políticos de Theodore Herzl, y la doctrina de Hitler,
aunque a pesar de eso fuera posteriormente declarado no-alemán y perseguido.
Con anterioridad Wolfgang von Weisl, director financiero
de la Nueva Organización Sionista, una corriente interna del
sionismo, declaraba en una entrevista en 1936 que “aunque hubiera
distintas opiniones entre los revisionistas en general simpatizaban con el
fascismo y que el personalmente apoyaba al fascismo”
Suele decirse que “a confesión de parte relevo de
pruebas” y aunque estas sean solo unas pocas referencias sobre las
bases del sionismo es indudable que se trata de un movimiento que sigue
manteniendo una cada vez más acendrada vigencia, que ha seguido
perfeccionando los instrumentos con los que trata de lograr sus objetivos
aún a contracorriente de los derechos humanos de los propios ciudadanos de
Israel que se ven virtualmente obligados a permanecer en la cárcel del
“pensamiento único” que sus mismos líderes les vienen construyendo desde
hace ya más de un siglo.+ (PE)
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