FRANCISCO ROMERO ANGELELLI IGNACIO ELLACURIA RUTILIO GRANDE LUIS ESPINAL GUTH HERMOGENES LOPEZ BERNIE VALENCIA CANO MARTIRES
Alfonso E. Lizarzaburu
Consultor Internacional en Educación de
la UNESCO
Miembro del Buró del Grupo de Trabajo
sobre Educación para Todos del Comité de Enlace ONG-UNESCO
Profesor Honorario de la Universidad
Ricardo Palma (Perú)
Miembro del Comité Ejecutivo del Comité
Mundial para el Aprendizaje a lo Largo de Toda la Vida (Francia)
7,
rue Carrière Mainguet
75011
Paris
FRANCE
Teléfono:
(33) (1) 43.79.31.03
Correo electrónico: alfonso.lizarzaburu@gmail.com
EN EL 33º ANIVERSARIO
DEL ASESINATO DE MONSEÑOR ROMERO
La Teología de la Liberación es la gran asignatura pendiente de la Iglesia que hereda el papa Francisco
Cuando se acaban de cumplir treinta y tres años del asesinato del arzobispo de San Salvador, las "tres idolatrías" a las que él se oponía en defensa de los pobres, oprimidos y marginados se han enseñoreado de nuevo de nuestra sociedad: la oligarquía, la represión y el poder político impune
RAFAEL PLAZA VEIGA Madrid 30/03/2013 08:59 Actualizado: 30/03/2013 08:59
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Marcha en recuerdo de monseñor Romero en el 33º aniversario de su asesinato. JOSÉ CABEZAS / AFP
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Óscar Arnulfo Romero, el arzobispo de San
Salvador asesinado el 24 de marzo de 1980, había denunciado poco antes de su
muerte a tiros mientras celebraba la Eucaristía en su catedral las «tres
idolatrías» que, según él, estaban poniendo en un grave peligro a su
país: la riqueza y la propiedad privada («El deseo absoluto de
tener más destruye la convivencia fraterna de los hijos de Dios»);
la Seguridad Nacional («Vivimos en una estructura de
injusticia social que es la raíz de los demás males. La Seguridad Nacional
transforma la fuerza armada en guardia de los intereses de la oligarquía»), y
la Organización(«Esa que persigue a muerte todo movimiento
de oposición»).
Éstas y otras denuncias mucho más directas le
llevaron a la muerte hace ahora justo 33 años. Óscar Romero murió como un
profeta, aunque, en honor a la verdad, no se puede decir que la Iglesia de
Latinoamérica esté muy surtida de profetas. Los mártires «de la Iglesia» hoy se
pueden contar con los dedos de unas cuantas manos, y aunque la Iglesia se siente
azotada por sus desapariciones, es, en el fondo, el pueblo más herido,
el más convulsionado.
Los verdaderos mártires del pueblo
Los hombres de Iglesia que a lo largo de los
últimos 40 años han ido cayendo en América Latina (monseñor Romero o el teólogo
jesuita Ignacio Ellacuría, y Rutilio Grande y
otros seis curas, todos ellos en El Salvador; en Bolivia, Luis Espinal;
y antes Gaspar García Laviana, en Nicaragua; y otros dos
obispos, Valencia Cano y Angelelli, en Argentina;
y los padres Aguilar yEscamillas, en México; y los
sacerdotes Guth y Hermógenes López, en Guatemala;
y el padreBernié en Brasil; y los curas y catequistas de Honduras,
y los de Colombia, y los de Chile, Paraguay y Uruguay)... Todos estos y muchos
más, cristianos anónimos valientes y comprometidos, no cayeron precisamente por
defender unos dogmas católicos de alto coturno, ni una moral sacramental
ortodoxa, ni una liturgia impecable, ni una predicación escatológica. Murieron
por algo mucho más sencillo, más cercano, más real, más vivo: por defender
al pueblo, al campesino, al pobre, al oprimido, al aplastado y silenciado por
el poder civil, por el poder militar, y a veces incluso por las propias
jerarquías católicas instaladas en la seguridad y en el mismo poder gobernante
del continente latinoamericano.
En
Latinoamérica hay, al menos, dos Iglesias: una conservadora y otra identificada
con el pueblo sin esperanzaSon, han sido, más que mártires «de la Iglesia católica,
apostólica y romana», mártires del pueblo llano, que peca y pasa hambre
por igual. Por eso se puede decir que en Latinoamérica hay, al menos, dos
Iglesias, y quizá más. Una Iglesia conservadora, amiga de nunciaturas,
diplomacias, abalorios, Ejército, poder, capital y patronos, y otra
identificada totalmente con el pueblo, el pueblo latinoamericano sin tierras,
sin trabajo, sin dignidad, sin seguros de nada, sin esperanzas y sin sonrisa. Y
es por este pueblo por el que han muerto ya tantos. No consta, todavía, ningún
mártir por los otros.
«No pisaré la Presidencia del Gobierno mientras
no se esclarezcan las muertes de los 500 campesinos», había prometido monseñor Romero después de
la masacre de 1978 en la sufrida nación salvadoreña. Cada vez se fue
alejando más del poder -él, que era más bien conservador hasta que la muerte
del padre Rutilio Grande le convirtió definitivamente al pobre- y esto fue,
probablemente, lo que le llevó a la muerte. Lo que ha ido llevando a la muerte
a muchos hombres y mujeres de la Iglesia latinoamericana, sin contar, claro, la
de los campesinos y militantes jovencísimos de aquellas latitudes. ¡El poder!
La carta de Romero al presidente Carter
Pocos días antes de su asesinato, monseñor
Romero escribía una carta -que leería en la catedral de San Salvador- al propio
presidente Carter, denunciando la injerencia de los Estados
Unidos en la dictadura salvadoreña. ¡Qué casualidad! Menos de diez días
después caería asesinado de un tiro en el corazón. El domingo anterior había
denunciado sin ambages al Gobierno y al Ejército salvadoreños. ¡Era ya
demasiado! Casualmente, en aquellos mismos días merodeaban por las proximidades
de El Salvador las salvadoras fuerzas norteamericanas, que
iban (y siguen yendo), presumiblemente, en apoyo de aquella atroz Junta
Militar, tantas veces denunciada por el arzobispo Romero.
foto - Oscar Romero
Oscar Romero fue uno de los mayores defensores
de los derechos humanos en el turbulento continente latinoamericano. Como lo ha
sido otro obispo, éste español, que ha pasado más de 30 años entre los
campesinos del Matto Grosso, una de las zonas más deprimidas (y oprimidas) del
Brasil: Pedro Casaldáliga, al que el Papa Juan Pablo II destituyó de
su sede antes de cumplir los 75 años, poniendo en su lugar a un prelado que no
le produjera problema alguno. Amenazado de muerte por la oligarquía brasileña y
humillado por las jerarquías vaticanas, Casaldáliga es otro profeta de los que
llevan la muerte puesta.
La Teología de la Liberación se
consolidó en la Conferencia de Puebla de 1979, a la que asistieron 115 obispos americanos
"Tú has hecho tuyos cada vez más los
problemas y los combates de los campesinos y trabajadores con los que una
minoría, aferrada a la riqueza y al poder, no quiere compartir en la
igualdad", escribieron a monseñor
Romero los 115 obispos latinoamericanos participantes en la Conferencia
de Puebla, a primeros de 1979. Esta Conferencia constituyó uno de los
hitos que más claramente consolidaron la necesidad de lo que, desde años atrás,
se conocería por Teología de la Liberación en América Latina.
Durante meses, el arzobispo de San Salvador
había denunciado incansablemente las maniobras represivas y la dictadura
insoportable del general Romero, que sería por cierto derrocado en un golpe de
Estado, ¡militar también por supuesto! Los delitos del arzobispo eran "muy
claros": "Algunos me han tratado de comunista, hoy otros me
consideran como un traidor". Romero era más bien un obispo
conservador cuando llegó a la capital. Pocos días después de tomar
posesión la oligarquía salvadoreña le había ofrecido una casa adornada
con mármol en uno de los barrios más elitistas, y un Cadillac. Y
Romero dijo "no". En efecto: para unos y otros sólo podía ser un
"comunista" o un "traidor". La cosa empezaba mal para el
pobre (pobre entre los pobres) arzobispo.
A Romero le habían acosado desde fuera y desde
dentro. Desde dentro de la Iglesia, se entiende. Una Iglesia a la que a
partir del final de la década de los 70 le repugnaba cada vez más la
"revolución" interna que impulsó el Concilio Vaticano II, donde
se consagró el diálogo con los comunistas, con los ateos, con los no creyentes,
y el compromiso con los más pobres de la tierra, que hasta entonces habían
basado sus creencias en la "resignación cristiana".
foto - Padre Carlos Mujica
Habría que preguntarse hoy: ¿han cambiado tanto
las cosas en América Latina? Habría que preguntarle al reciente y flamante (de
humilde apariencia, pero de discutible pasado) papa Francisco, procedente de la
Argentina donde las dictaduras militares cometieron tantos crímenes, siendo él
ya una autoridad episcopal e influyente: ¿Apoyará, con la valentía, la decisión
y elcompromiso que no han querido mostrar sus dos pontífices antecesores,
al sufrido pueblo latinoamericano?
José Rouillon Delgado
"POR
LA UNIÓN DE LOS PUEBLOS DE AMÉRICA LATINA Y EL CARIBE"
Presidente
del Foro-Red Paulo Freire, Carlos Villacorta Valles : <cvillavalle@hotmail.com>,
y Director Responsable
del blogspot.com.
Aniversarios de Paulo Freire: Nace. 19 setiembre 1921-
Fallece. 02 mayo 1997
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