Las
últimas palabras que los obreros ajusticiados injustamente en Chicago en 1886
dijeron antes de morir:
August
Spies, nacido en Alemania en 1855, era un orador ardiente:
"Hemos
explicado al pueblo sus condiciones y relaciones sociales. Hemos dicho que el
sistema del salario, como forma específica del desenvolvimiento social, habría
de dejar paso, por necesidad lógica, a formas más elevadas de civilización. Al
dirigirme a este tribunal lo hago como representante de una clase enfrente de
los de otra clase enemiga. Podéis sentenciarme, pero al menos que se sepa que
en Illinois ocho hombres fueron sentenciados a muerte por creer en un bienestar
futuro, por no perder la fe en el último triunfo de la Libertad y la Justicia».
Y concluyó con estas palabras: «¡Mi defensa es vuestra acusación! Las causas de
mis supuestos crímenes: ¡vuestra historia! (...) Ya he expuesto mis ideas. Constituyen
parte de mi mismo y si pensáis que habréis de aniquilar estas ideas, que día a
día ganan más y más terreno, (...) si una vez más ustedes imponen la pena de
muerte por atreverse a decir la verdad y los reto a mostrarnos cuándo hemos
mentido digo, si la muerte es la pena por declarar la verdad, pues pagaré con
orgullo y desafío el alto precio! ¡Llamen al verdugo!"
Alberto Parsons, nacido en EEUU en 1848:
"Yo
como trabajador he expuesto lo que creía justos clamores de la clase obrera, he
defendido su derecho a la libertad y a disponer del trabajo y de los frutos del
trabajo. Yo creo que los representantes de los millonarios de Chicago
organizados os reclama nuestra inmediata extinción por medio de una muerte
ignominiosa. ¿Y qué justicia es la vuestra? Este proceso se ha iniciado y se ha
seguido contra nosotros, inspirado por los capitalistas, por los que creen que
el pueblo no tiene más que un derecho y un deber, el de la obediencia. El
capital es el sobrante acumulado del trabajo, es el producto del trabajo. La
función del capital se reduce actualmente a apropiarse y confiscar para su uso
exclusivo y su beneficio el sobrante del trabajo de los que crean toda la
riqueza. El sistema capitalista está amparado por la ley, y de hecho la ley y
el capital son una misma cosa. ¿Creéis que la guerra social se acabará
estrangulándonos bárbaramente? ¡Ah no! Sobre vuestro veredicto quedará el del
pueblo americano y el del mundo entero. Quedará el veredicto popular para decir
que la guerra social no ha terminado por tan poca cosa."
Jorge Engel, nacido en Alemania en 1836:
"¿Por
qué razón se me acusa de asesino? Por la misma que tuve que abandonar Alemania,
por la pobreza, por la miseria de la clase trabajadora. Sólo por la fuerza
podrán emanciparse los trabajadores, de acuerdo con lo que la historia enseña.
¿En que consiste mi crimen? En que he trabajado por el establecimiento de un
sistema social donde sea imposible que mientras unos amontonan millones otros
caen en la degradación y la miseria. Así como el agua y el aire son libres para
todos, así la tierra y las invenciones de los hombres de ciencia deben ser
utilizados en beneficio de todos. Vuestras leyes están en oposición con las de
la naturaleza, y mediante ellas robáis a las masas el derecho a la vida, la libertad,
el bienestar. Yo no combato individualmente a los capitalistas; combato el
sistema que da privilegio. Mi más ardiente deseo es que los trabajadores sepan
quienes son sus enemigos y sus amigos."
Adolfo Fischer, nacido en Alemania en 1857:
"En
todas las épocas, cuando la situación del pueblo ha llegado a un punto tal que
una gran parte se queja de las injusticias existentes, la clase poseedora
responde que las censuras son infundadas, y atribuye el descontento a la
influencia de ambiciosos agitadores. La historia se repite. En todo tiempo los
poderosos han creído que las ideas de pro se abandonarían con la supresión de
algunos agitadores; hoy la burguesía cree detener el movimiento de las
reivindicaciones proletarias por el sacrificio de algunos de sus defensores.
Pero aunque los obstáculos que se opongan al progreso parezcan insuperables,
siempre han sido vencidos, y esta vez no constituirán una excepción a la regla.
Este veredicto es un golpe de muerte a la libertad de prensa, a la libertad de
pensamiento, a la libertad de la palabra en este país. El pueblo tomará nota de
ello. Si yo he de ser ahorcado por profesar las ideas anarquistas, por mi amor
a la libertad, a la igualdad y a la fraternidad, entonces no tengo nada que
objetar. Si la muerte es la pena correlativa a nuestra ardiente pasión por la
libertad de la especie humana, entonces, yo les digo muy alto, disponed de mi
vida."
Luis
Lingg, nacido en Alemania en 1864:
"Para
nosotros la tendencia del progreso es la del anarquismo, esto es la sociedad
libre sin clases ni gobernantes, una sociedad de soberanos, en la que la
libertad y la igualdad económica de todos producirían un equilibrio estable con
bases y condición del orden natural». (...) «Me concedéis, después de
condenarme a muerte, la libertad de pronunciar mi último discurso. Me acusáis
de despreciar la ley y el orden. ¿Y qué significan la ley y el orden? Yo repito
que soy enemigo del orden actual y repito también que lo combatiré con todas
mis fuerzas mientras tenga aliento para respirar... Os desprecio; desprecio
vuestro orden, vuestras leyes, vuestra fuerza, vuestra autoridad. ¡AHORCADME!”