De: Francisco Jaramillo [mailto:jaramillo.francisco@gmail.com]
Enviado el: jueves, 06 de junio de 2013 12:57 p.m.
Asunto: ¿Con qué sueña un asaltante de bancos?
Enviado el: jueves, 06 de junio de 2013 12:57 p.m.
Asunto: ¿Con qué sueña un asaltante de bancos?
06 JUN 2013
COLUMNISTAS
HISTORIAS DE LA VIDA Y DEL
AJEDREZ
¿Con qué sueña un asaltante de bancos?
Ramiro Díez
La vida me llevó un día al Banco RBC en Gastonia,
Carolina del Norte. Mientras esperaba, con otros clientes, entró un hombre
maduro, de pelo blanco y ojos azules. Caminaba con dificultad y yo le ofrecí mi
silla. Él se sentó, agradecido, y pidió beber un trago de mi botella de agua.
“Tengo la garganta seca”, me dijo, y se le llenaron los ojos de lágrimas.
Enseguida le permití que pasara primero, para ser atendido. Lo ayudé a
levantarse, y llegó hasta la ventanilla.
Treinta segundos después, los guardias del banco
cerraron la puerta principal y, con gritos perentorios, nos exigieron a todos
que nos arrojáramos al piso. Obedecimos. El hombre que cojeaba hizo lo que
pudo, y apenas caminó, con mucha dificultad, hasta una silla.
Aquel discapacitado se llamaba Richard James Verone y
había decidido asaltar el banco. Cuando se acercó a la ventanilla, había sacado
un papel mugriento y arrugado, en el que se leía: “No tengo armas, pero esto es
un asalto. Entrégueme un dólar”. El cajero pulsó la alarma secreta y los
guardias tomaron control de la situación. Le permitieron a aquel hombre casi
inválido que permaneciera sentado mientras, de todas formas, le apuntaban con
sus armas. Allí permaneció, inofensivo, en silencio, tembloroso, con la cabeza
gacha, hasta que llegó la policía. Entonces lo detuvieron, lo esposaron, le
leyeron sus derechos y se lo llevaron en una patrulla. Todo regresó a la
normalidad.
Richard James Verone, a sus 59 años, había tocado
todas las puertas para tener un empleo y lograr asistencia médica. Un tumor en
el pecho lo estaba matando y le afectaba la columna vertebral. Si no moría
antes, iba a terminar paralítico. Por lo pronto, caminaba con gran esfuerzo,
arrastrando su pierna izquierda.
El asaltante tenía algunas esperanzas en su destino:
imaginaba que el delito podría llevarlo a la cárcel y allí, además de refugio y
comida, podría tener atención médica. Por eso recibió con alivio la condena:
Tres años de cárcel y 40.000 dólares de fianza. Los tres años eran un
alivio. Y los cuarenta mil dólares, una broma que nunca podría ser cobrada.
Richard, en medio de su condena, se sintió ilusionado.
Pero el destino es caprichoso, y el juez modificó la
sentencia. Cuando supo que la atención médica le costaría al presupuesto de la
ciudad y que las manos de Richard llevaban más de un año sin tocar un billete
de 20 dólares, el juez revocó la decisión y lo mandó a la calle. Richard, el
asaltante, habría deseado encontrar a un juez más caritativo, que le salvara la
vida.
El mundo del ajedrez es también despiadado. La
diferencia es que en el tablero, cualquiera que sea la forma de matar, no nos
avergonzamos de los seres humanos y celebramos su inteligencia.
Juegan Gereben y Troianescu, Budapest, 1952:
El sueño se hace a mano y sin permiso
arando el porvenir con viejos bueyes
viejos bueyes....
(Silvio Rodríguez)