Un médico alemán blanco viajó a Sudáfrica y se quedó a vivir entre los negros para intentar mejorarles la salud y salvarles la vida. El doctor Albert Schweitzer recibió el Premio Nóbel de la Paz, cuando estos premios se otorgaban seriamente. El ejemplo de este gran hombre marcó para siempre a los seres humanos y entre ellos a dos jóvenes argentinos leprólogos.
Uno cordobés, el doctor Alberto Granado Jimenez y el otro rosarino, doctor Ernesto Guevara de la Serna mas tarde conocido como el Che. Aporta el museo Ernesto Che Guevara de CABA-llito Higuera - Eladio González toto director
foto - en la balsa Mambo-Tango hecha por leprosos peruanos dos amorosos argentinos: Ernesto Guevara de la Serna y el doctor Alberto Granado Jiménez. (padrino de nuestro museo del Che en CABA-llito Higuera.
HISTORIAS DE LA VIDA Y DEL AJEDREZ
A propósito de corazones y Mandela
Ramiro Díez
Era una familia
sudafricana de clase media pobre, hasta que su padre se vinculó a actividades
religiosas que le significaron creciente bienestar. Un día, sus dos hijos
corrían tras un balón, y el más pequeño, de cinco años, cayó para no levantarse
nunca más. Su hermano mayor, de nueve años, intentó reanimarlo en vano.
Después supo que
había sido un infarto fulminante. Entonces, en silencio, se hizo la promesa de
convertirse en médico. Ese niño, con aquella idea fija, hizo realidad su sueño,
y fue conocido después como Christian Barnard, el primer cirujano en realizar
un trasplante de corazón.
Aquella era una
operación de inmensos riesgos. Por eso los primeros pacientes fueron cerdos,
perros y mandriles. Cuando la técnica estuvo garantizada, se esperó al paciente
receptor, ansioso por prolongar su vida, y al donante involuntario.
Y llegó el momento:
el enfermo era Philip Blaiberg, descendiente de alemanes, de 40 años, y tenía
las horas contadas. El donante, declarado clínicamente muerto, tras un
accidente de autos, tenía veinte años y el corazón sano. Era Clive Haupt, un
mestizo.
Tras varias horas,
los especialistas lograron el prodigio: el corazón de Haupt empezó a latir en
el pecho de Blaiberg y la ciencia se congratuló de salvar una vida y abrir las
puertas para muchas otras.
Pero las puertas que
se abrieron, fueron las de la cárcel. Cuando la feliz noticia se dio a conocer
al mundo, Christian Barnard fue acusado de dos actos criminales. El primero,
permitir el ingreso de un paciente mestizo a un hospital de blancos. El
segundo, “contaminar” el cuerpo de un blanco con el corazón de un mestizo.
Barnard fue
salvado de las rejas solo por la presión internacional. En ese momento se
convirtió en el médico más famoso del mundo y le llovieron invitaciones,
premios, distinciones, aplausos, oportunidades. Y también mujeres. Pero esos
asuntos del corazón son otra historia. Lo importante, ahora, es saber lo que
pasó con el paciente.
Philip Blaiberg salvó
su vida, solamente para ser testigo de lo increíble: tanto sus amigos, como
parte de su familia, lo abandonaron y le retiraron el saludo. La poderosa razón
era que tenía un corazón de mestizo. Blaiberg, solitario, murió de
depresión un año más tarde. Tenía corazón de mestizo. Los otros, ninguno.
Esto, para recordar a
otra víctima del racismo: al sudafricano Nelson Mandela. Y no todas las víctimas
del racismo se están despidiendo de este mundo, como este gran líder. Millones
de víctimas más, todavía no han nacido. Se pueden cambiar corazones. Pero para
conciencias y prejuicios, no hay bisturí que valga.
Eso es lo bello del
ajedrez. Que los colores no ocultan ni la inteligencia ni la dignidad.
Wexler vs. Bazan, Mar
del Plata, 1960
Ay! Utopía, cabalgadura
que nos vuelve gigantes en miniatura...
Ay! Utopía, incorregible
que no tiene bastante con lo posible...
Sin Utopía,
la vida sería un ensayo para la muerte.....
(Joan Manuel Serrat)