Pinochet, criatura de la guerra fría; las víctimas
del otro 11-Saún esperan justicia
A 40 años, EU aún no reconoce que ayudó a orquestar el golpe en
Chile: investigador
David Brooks
Corresponsal
Periódico La Jornada
Miércoles 11 de septiembre de 2013, p. 25
Miércoles 11 de septiembre de 2013, p. 25
Nueva York, 10 de septiembre.
Mientras todos aquí se preparan para el aniversario de los
atentados del 11 de septiembre de 2001 –con las tradicionales columnas de luz
que suben al infinito desde donde estaban las Torres Gemelas y los ensayados
programas oficiales– el otro
11 de septiembre, el golpe de Estado en Chile que hoy cumple 40 años, casi no existe en este país, cuyo gobierno participó directamente en el derrocamiento de un gobierno democrático.
Henry Kissinger, asesor de Seguridad Nacional del entonces
presidente Richard Nixon, comentó al ser electo Salvador Allende:
no veo por qué quedarnos quietos y observar a un país volverse comunista por la irresponsabilidad de su propio pueblo. Los asuntos son demasiado importantes como para dejar que los votantes chilenos decidan por sí mismos.
Dicho y hecho. Washington fomentó, apoyó y colaboró en los eventos
sangrientos –asesinatos, tortura, desapariciones– que marcaron el régimen de la
junta militar de Augusto Pinochet a lo largo de sus 17 años en el poder. Según
documentos oficiales desclasificados por la organización de investigaciones
National Security Archive, se comprueba el papel de Washington durante el
gobierno de Nixon. Por ejemplo, en 1970, el subdirector de la CIA para
planeación escribió: “es política firme y continua que Allende sea derrocado
por un golpe… Es imperativo que estas acciones sean implementadas de manera
clandestina y segura para que la mano del gobierno de Estados Unidos… quede
bien oculta”. (Los documentos desclasificados sobre Chile).
La participación estadunidense y su responsabilidad siguen impunes
hasta hoy.
Pero el histórico arresto de Pinochet en Gran Bretaña en 1998 por
órdenes de un juez español en respuesta a demandas de víctimas de la dictadura
marcó un parte aguas en la evolución de la jurisdicción universal en casos de
derechos humanos que no deja de asustar, y a veces hasta hace temblar, a
figuras políticas, incluidos estadunidenses, que gozan de impunidad por su
participación y complicidad en actos considerados crímenes de lesa humanidad.
Los ecos de esto, y la insistencia de justicia de las víctimas, se
siguen escuchando en Estados Unidos, afirman abogados, investigadores y
activistas que aún exigen un rendimiento de cuentas y que se reunieron en Nueva
York el lunes para recordar el aniversario
del otro 11-S.
El juez Baltazar Garzón y su contraparte chilena Juan Guzmán, así
como los abogados Joan Garcés y sir Geoffrey Bindman, recordaron en un foro el
proceso que encabezaron para perseguir y arrestar a Pinochet, donde enfatizaron
que fue la labor incansable de las víctimas por obtener justicia lo que impulsó
este caso contra Pinochet.
Garcés resaltó que “Pinochet era criatura de la guerra fría
entre los grandes poderes”, pero al concluir ésta, se abrió la posibilidad de
promover la
jurisdicción universalen el ámbito internacional.
Garzón subrayó que el artífice de este esfuerzo contra Pinochet
fue Garcés, quien había pasado el último día con Allende
y salió con un encargo, y pienso que lo ha cumplidoen cuanto a proceder contra la impunidad de los golpistas.
Garzón cuenta que él llevaba los casos sobre Argentina cuando
Garcés le avisa en octubre de 1998 que Pinochet se encontraba en Londres, y que
aunque lo de Chile no le correspondía, sino a otro colega, procedieron al ser
avisados de que el ex dictador podría irse. Recuerda que fue la tarde de un
viernes, en momentos en que ya no había nadie en las oficinas más que una
asistente, cuando se elaboró rápidamente una orden de aprehensión y la emitió.
“Después me fui a Andalucía, a una fiesta popular… Fui a la plaza de toros para
ver a mi torero favorito... cuando me informan que llegaron con la orden de
aprehensión y a las 10 de la noche me avisan que Pinochet estaba bajo arresto”.
Durante los siguientes días redactaron documentos con 105 casos más.
En Londres, Bindman, quien representaba a Amnistía Internacional,
relató cómo el debate giró sobre la inmunidad de un jefe de Estado y si eso
podía sostenerse ante cargos de tortura. La continua fiscalización de Pinochet
también fue posible por la revelación de documentos oficiales secretos
obtenidos al ser desclasificados, algo que continúa siendo clave en los casos
contra los regímenes de las dictaduras en Chile, Argentina y más que se llevan
a cabo hoy día.
Kissinger, el responsable de todo
Peter Kornbluh, director del proyecto de documentación sobre Chile
del National Security Archive, y autor de Pinochet: Los Archivos Secretos, dijo
a La Jornada que a 40 años del golpe
aún falta que Estados Unidos, como país, repare plenamente su papel en el golpe, que el gobierno ofrezca algún reconocimiento de que ayudó a orquestar un golpe y apoyar una dictadura. Agregó que
en particular hay una persona que ante todo tiene que responsabilizarse de todo esto: Henry Kissinger.
Indicó que aquí se tienen que resolver ciertos casos pendientes
como parte del rendimiento de cuentas de Estados Unidos. Entre estos, indicó
que el ex oficial militar chileno Pedro Barrientos, uno de los hombres
formalmente acusados en Chile de asesinar a Víctor Jara, reside desde hace 20
años, en Estados Unidos y ahora es ciudadano, y que el gobierno de Estados
Unidos debería entregarlo a las autoridades chilenas, ya que cada vez hay más
pruebas de que
Estados Unidos está albergando a un asesino.
Joan Jara, la viuda de Víctor, que también participó en el foro
aquí, interpuso una demanda civil a finales de 2012 contra Barrientos en un
tribunal en Florida de acuerdo con leyes que permiten que jueces aquí escuchen
pruebas sobre abusos contra los derechos humanos cometidos en otros países.
Otro caso es el de la ejecución de los estadunidenses Charles
Horman y Frank Teruggi por agentes de la dictadura poco después del golpe,
según documentos desclasificados, con el apoyo de algunos oficiales de Estados
Unidos. El caso –tema de la película Missing, de Costa Gavras– tomó un
giro sorpresivo en noviembre de 2011 cuando un juez chileno acusó formalmente,
entre otros, al ex jefe del grupo militar de Estados Unidos en Chile, capitán
Ray Davis, por estos asesinatos, y en 2012 la Suprema Corte de Chile emitió una
solicitud de extradición a las autoridades estadunidenses.