La Jornada, México
Maíz, censura y corrupción en la ciencia
Silvia Ribeiro*
E
n 2012, un equipo científico liderado por Gilles-Éric
Séralini publicó un artículo mostrando que ratas de laboratorio alimentadas con
maíz transgénico de Monsanto, durante toda su vida, desarrollaron cáncer en
60-70 por ciento (contra 20-30 por ciento en el grupo de control), además de
problemas hepato-renales y muerte prematura. Ahora, la revista que lo publicó
se retractó, en otra muestra vergonzosa de corrupción en los ámbitos
científicos, ya que las razones esgrimidas no las aplica a estudios iguales de
Monsanto. El editor admite que el artículo de Séralini es serio y no peca
de incorrecto, pero que los resultados no son concluyentes, algo que atañe
a gran cantidad de artículos y es parte del proceso de discusión científica.
La retractación viene luego de que
la revista contratara como editor especial a Richard Goodman, un ex funcionario
de Monsanto, y como corolario de una agresiva campaña de ataque contra el
trabajo de Séralini, orquestado por las trasnacionales. El caso recuerda la
persecución que sufrió Ignacio Chapela cuando publicó en la revista Nature que
había contaminación transgénica en el maíz campesino de Oaxaca.
En otro contexto, pero sobre el
mismo tema, Randy Schekman, galardonado con el Nobel de Medicina 2013, al
recibir el premio llamó a boicotear a las publicaciones científicas “como Nature, Science y Cell”,
(y podría haber incluido a la que ahora retractó a Séralini) por el daño
que le están haciendo a la ciencia, al estar más interesados en impactos
mediáticos y ganancias que en la calidad de los artículos. Schekman aseguró
que nunca más publicará allí y llamó a publicar en revistas de acceso
abierto, con procesos transparentes. Se suma a otras denuncias sobre la
relación incestuosa de las industrias con este tipo de revistas, para lograr la
autorización de productos a través de publicar artículos científicos.
El estudio de Séralini es muy
relevante para México, porque las ratas fueron alimentadas con maíz 603 de
Monsanto, el mismo que las trasnacionales solicitan plantar en más de millón de
hectáreas en el norte del país. Si se aprobara, este maíz entraría masivamente
en la alimentación diaria de las grandes ciudades del país, cuyas tortillerías
se abastecen principalmente en esos estados. Como México es el país donde el
consumo humano directo de maíz es el más alto del mundo y durante toda la vida,
el país se convertiría en una repetición del experimento de Séralini, con gente
en lugar de ratas, con altas probabilidades de desarrollar cáncer en algunos
años, en un lapso de tiempo suficiente para que haya cambiado el gobierno y las
empresas nieguen su responsabilidad, alegando que fue hace mucho y no se puede
demostrar el maíz transgénico como causa directa.
El artículo de Séralini fue
publicado en la revista Food and Chemical Toxicology, luego de
una revisión de meses por otros científicos. A horas de su publicación y en
forma totalmente anticientífica (no podían evaluar los datos con seriedad en
ese tiempo) científicos allegados a la industria biotecnológica comenzaron a
repetir críticas parciales e inexactas, curiosamente iguales, ya que
provenían de un tal Centro de Medios de Ciencia, financiado por Monsanto,
Syngenta, Bayer y otras multinacionales.
Para retractar el artículo, ahora se
alega que el número de ratas del grupo de control fue muy bajo y que las ratas
Sprague-Dawley usadas en el experimento tienen tendencia a los tumores. Omiten
decir que Monsanto usó exactamente el mismo tipo y la misma cantidad de ratas
de control en un experimento publicado en su revista en 2004, pero sólo por 90
días, reportando que no había problemas, logrando la aprobación del maíz
Mon603. Séralini prolongó el mismo experimento y lo amplió, durante toda la
vida de las ratas, y los problemas comenzaron a aparecer a partir del cuarto
mes. Queda claro que la revista aplica doble estándar: uno para Monsanto y otro
para los que muestran resultados críticos.
El equipo de Séralini explicó que el
número de ratas usadas es estándar en OCDE en experimentos de toxicología, pero
para estudios de cáncer se usan más. Pero su estudio no buscabacáncer, sino
posibles efectos tóxicos, lo cual quedó ampliamente probado. El mayor número de
ratas en estudios de cáncer es para descartar falsos negativos (que haya cáncer
y no se vea), pero en este caso la presencia de tumores fue tan grande que incluso
para esa evaluación sería suficiente. Igualmente su equipo señaló desde el
inicio que se deben hacer más estudios específicos de cáncer.
A nivel global hay varios
comunicados firmados por cientos de científicos defendiendo el estudio de
Séralini, pero en México la Cibiogem (comisión de bioseguridad) haciendo gala
de su falta de objetividad y compromiso con la salud de la población, solamente
publica el lado de la controversia que favorece a las trasnacionales, ignorando
las respuestas de numerosos científicos independientes.
Esto es más preocupante ya que el
gobierno afirma que la liberación de maíz transgénico en México se decidirá por
criterios científicos. Sin embargo, consulta solamente a científicos como
Francisco Bolívar Zapata, Luis Herrera Estrella, Peter Raven y otros que tienen
conflictos de interés por su relación con la industria biotecnológica. El tema
del maíz en México excede los aspectos científicos, pero cualquier consulta
debe ser abierta y con científicos que no tengan conflictos de interés. Por
ejemplo, tomar en cuenta los documentos de la Unión de Científicos
Comprometidos con la Sociedad, apoyados por más de 3 mil científicos a nivel
mundial.
*investigadora del Grupo ETC