miércoles, 1 de abril de 2015

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SE NOS FUE ANÍBAL…

 

Pasada las 10 de la noche del 20 de febrero de 2015, me llamó el teniente Richard Bolitho y comunica que el Comandante del Ejército Rebelde Belarmino Castilla Mas, (ANÍBAL) acababa de fallecer. No por esperada la noticia, ---muy triste para mí---, me consternó. Tuve el privilegio de conocerlo como ser humano y trabajar en su equipo, un jefe admirable, exigente, educador y solidario hasta donde el ejercicio del mando no chocara con ´´la misión encomendada´´ como sucede en la vida militar, añadidas ciertas situaciones inesperadas muchas veces complejas planteadas por la realidad, enriquecidas, __y a veces edulcoradas según la visión omnipotente del mando superior, independientemente de tu opinión personal o de cualquier tipo de ´´razón racional´´ o atenuante divina.

Llevaba unos meses en estado crítico, luchando por sobrevivir a una enfermedad cada vez más acrecentada… Siempre un grupo de sus leales colaboradores me mantenían al tanto, llenos de tristeza, porque sabíamos que era irremediablemente inminente el desenlace.

Fue a mitad de la década de los años 60 del siglo pasado que Jaime Crombet me dice con su calma olímpica en su oficinita del séptimo piso del edificio de Misiones: __”El viernes te vas con Tony Pérez y el guajiro Hernández, jefe de la UJC en las FAR para la Isla de Pinos, que ellos te explicarán más ampliamente durante la visita… te vas para las Fuerzas Armadas, a seguir atendiendo lo mismo, (los institutos tecnológicos agropecuarios) pero ahora de verde olivo…” Así comenzó todo, hasta pasado el año 1972, zafras del pueblo incluidas, en que regresé voluntariamente al comité nacional de la UJC como jefe del departamento de estudiantes de la enseñanza media, teniendo ahora como jefe al chino Juan Mok, que por el buró nacional atendía el sector estudiantil en conjunto, en lugar de Guerrita que había pasado como director de Juventud Rebelde. Pasaron más de cuatro años de una candela en otra por todo el país, en un proceso de paso de un sistema educacional docente civil a uno militar, en internados con régimen de unidades militares, incluidos los claustros de profesores y jefes militares para llevar a cabo una experiencia única en su género; por mil razones, finalmente todo volvió a la vida civil, de nuevo bajo la tutela del Ministerio de Educación, y un vice ministerio para esa enseñanza tecnológica en todos los perfiles tanto industriales, agropecuarios, economía, etc. El Ministro de Educación era entonces José Llanusa. Belarmino Castilla fue su relevo, por decisión del Gobierno quien con parte de su gente, asumió la nueva misión, aún más compleja que la anterior, pues incluía la enseñanza superior. Y en especial la universidad de La Habana, donde Fidel desarrollaba sus ideas renovadoras acerca de la universalización de la enseñanza en fábricas y granjas de La Habana y otros lugares del país con la FEU y los futuros técnicos en plena formación revolucionaria y científico-técnica que mientras se formaban, vinculaban el estudio con el trabajo productivo. Eran noches y madrugadas enteras de Fidel con los estudiantes de la UH discutiendo acerca de este proyecto que debería cambiar las concepciones de la vieja universidad libresca, separada de la realidad del país, y sus trabajadores.

Recuerdo tantas y tantas tareas mientras estuvimos en el vice ministerio de la enseñanza técnica militar ubicado en 23 y F, Vedado, que resultarían casi imposible describir las más importantes; siempre bajo la conducción de Aníbal y del Cmdt. Enrique Borbonet, hombre de lealtad sin límites a la Revolución y al Cmdt. en Jefe. Borbonet era su segundo en el ejercicio del mando, quien hacía la función de control y análisis integral del funcionamiento del vice ministerio, y muy especialmente, la observación y evaluación sistemática de la conducta de los cuadros y oficiales de mando a ese nivel, a nivel provincial y de centros de estudio a lo largo del país. Ambos hacían un binomio cuadrado perfecto, y combinaban magistralmente la exigencia y la labor amorosa de formar nuevos cuadros y jefes bajo el estricto principio de cumplir la tarea y educar a subordinados, profesores y estudiantes lo mismo cortando caña en Camagüey como en las sedes permanentes o en los talleres o pastoreos intensivos del tipo A. Voisin, experimentos con vacas Holstein canadienses de pura raza,  luego inseminadas con Cebús, formando nuevas generaciones de vacunos del tipo F-1 y F-2 y así, produciendo tanta leche y carne como la que necesitaba todo nuestro pueblo, especialmente los niños. Aquellos eran debates y discusiones irrepetibles con Fidel, nadie se aburría, ni se dormía, hasta la llegada del sol, y de ahí cada cual a su brega, empezando por el rector de la UH y acabando con los otros jefes y dirigentes que a veces acompañaban a Fidel. Allí estaba Aníbal tomando notas al lado del Jefe; de ahí siempre salían millones de acciones y recorridos para verificar en el terreno lo orientado por Fidel, aparte de estar varios días en diferentes áreas de experiencia en el instituto Sierra Maestra o el Rubén Martínez Villena en Boyeros, o en la ciudad escolar Camilo Cienfuegos del Caney de las Mercedes, en la Sierra Maestra... Fue un gran honor ser testigo de aquellos concilios con la historia y con las esperanzas más limpias amasadas por siglos por los dirigentes del pueblo cubano en cada momento: el pueblo se estaba posesionando del futuro, porque lo estaba creando con sus propias manos…

Después de 1970, vino un momento de rectificación y reacomodo de fuerzas, mientras las discrepancias con los soviéticos parecían no tener fin, lo que hacía en extremo difícil “construir el socialismo” en tales circunstancias, y al mismo tiempo mantener a raya a los yanquis, especialmente en lo ideológico. Había en nuestro sector de fuego una explosión de matrícula en sexto grado y no se tenían los profesores necesarios. Había que buscar nuevas fórmulas para garantizar el desarrollo y la defensa de la Patria, sin dejar de ser solidarios e internacionalistas, siguiendo el espíritu del Che y de Fidel, un convencido de que Patria es Humanidad, __y de que ningún pueblo podía salir adelante en solitario. Fue en 1972, en el II Congreso de la UJC donde Fidel dio la misión a la juventud cubana de formar el destacamento pedagógico que después adoptaría el nombre del mártir adolescente de la Campaña de Alfabetización Manuel Azcunce Domenech, que aún en diferentes variantes existe en nuestros días. Los jóvenes estudiantes se cubrieron de gloria y dieron el paso al frente, y se formaron como maestros, como profesores, muchos hoy tienen grados científicos y un alto nivel académico, otros son dirigentes de la educación en diferentes niveles del sistema. Ellos mismos, los estudiantes de la enseñanza media formaron poco después el destacamento pedagógico internacionalista Ernesto Che Guevara que cumplió misión de enorme trascendencia en la República Popular de Angola en plena guerra contra los mercenarios de la UNITA y el ejército de ocupación de África del Sur. El Cmdt. Aníbal, implementó con su equipo y las demás fuerzas políticas de la nación cubana, estas indicaciones del Cmdt. en Jefe, llevándolas a feliz término, lo que después se multiplicó en cientos y cientos de escuelas en el campo, especialmente en el programa de escuelas internacionalistas de Isla de Pinos, declarada en 1978 Isla de la Juventud por la ANPP en ocasión del XI Festival de la Juventud y los Estudiantes por su entonces presidente, el Canciller de la Dignidad Raúl Roa García en el mismo Presidio Modelo: símbolo de la opresión colonial y la sumisión al imperio de los EEUU. Aníbal quiso escribir un libro sobre estos temas, y dio los primeros pasos para hacerlo realidad contando con muchos de sus colaboradores civiles y militares más cercanos, pero no le alcanzó el tiempo para darle el jaque mate final.

Su obra de entrega, lealtad y consagración a la Revolución Cubana, a Fidel, a Raúl, a Frank, y a los combatientes del 26 de Julio en su natal Santiago de Cuba, a su familia toda, a su entrañable columna 19 José Tey de tantos y tantos aguerridos combates por la liberación nacional en el II Frente Oriental Frank País al mando del Cmdt. Raúl Castro Ruz, al cual quería como jefe y como hermano, es un legado de dignidad y entrega a la Patria que jamás deberemos olvidar los que de un modo u otro lo acompañamos en su bregar de estos años de gloria y de combate en frentes complejos y diversos.

Fue un honor para mí ser soldado de la tropa de este ser humano en la construcción del socialismo en Cuba. Su legado de ecuanimidad, mesura, ojo previsor con la eficacia de los cuadros y su prestigio personal, alta exigencia en el cumplimiento del deber y honradez a toda prueba, de modestia absoluta, serían suficiente para recordarlo toda la vida. No fue perfecto, nadie lo es. Ni Jehová mismo. Pero a la hora de tomar decisiones difíciles brillaba en su personalidad la justicia por sobre todas las cosas, a pesar de la peste negra de la guataquería que pulula desgraciadamente entre algunos jefes como una maldición. Es una enfermedad letal que aún hace estragos irreversibles en nuestras filas revolucionarias, en el ejercicio del poder y en sus resultados. Su mayor virtud fue siempre contar con la gente, sin populismos, independientemente de su alcurnia política o hereditaria, a contrapelo de buscarse muchas broncas ante el capricho, la arbitrariedad o el abuso de poder de algunos dueños de feudos modernos donde florece el marabú y el cardo santo que debimos evitar como especie invasora en la lucha histórica por crear un mundo mejor y socialista, más seguro para todos nuestros congéneres. Era un cuadro de la Revolución con una proyección estratégica integral, dotado de una pedagogía científica y natural, capaz de enlazar las misiones con el corazón de la gente, independientemente de su complejidad y obstáculos por delante. Así lo recuerdo, vivo, entusiasmado con su tarea educativa, ideológica, influyendo suavemente, mientras subía con el apoyo de Evaristo el Pico Real del Turquino junto a Yoyo Aldereguía y Néstor del Prado, muy buenos presidentes del movimiento estudiantil cubano; y allá en las cumbres más altas de la Sierra Maestra, llamar a cumplir las grandes metas de la juventud cubana, como un dirigente juvenil más. Era por antonomasia un magnífico estudiante de la época para todos nosotros: un líder político formado originalmente bajo el influjo eterno de Frank País García y sus huestes invencibles antibatistianas del Instituto Cuqui Bosch mucho antes de sus hazañas en la Sierra Cristal como soldado guerrillero y jefe de columna, de lo que dejó constancia histórica en muchas obras de su autoría como historiador de la guerra de guerrillas contra la oligarquía batistiana y pronorteamericana.

Después me llamaron para decirme que sus cenizas heroicas serían expuestas como gesto póstumo en el panteón de los combatientes de la necrópolis de Colón, un día puntual, a las 15 horas. Desde mi casa, meditando lo tanto vivido durante casi medio siglo, fui caminando por calle Colón y entré al camposanto por la Avenida Espada, hasta la mini catedral católica, rumbo al panteón de los combatientes. Estaba copado de personas en su catacumba de honor, algunas muy conocidas; en el centro, un receptáculo con las cenizas gloriosas;  más abajo, sobre un paño rojo, medallas y condecoraciones de todo tipo. Al fondo, la bandera de la estrella solitaria y algunas coronas pomposas rematando el triste paisaje. Avancé, __y me detuve frente a la sagrada urna, y como en otras ocasiones en su espacio de trabajo de Kholy, le comenté algunas impresiones desde el silencio  más absoluto, y le rendí mi postrera y anónima guardia de honor. Decidí salir de inmediato. El clima era asfixiante y el ambiente humano me recordó de golpe un poema del rojo hombre de la Pupila Insomne, tan querido y respetado por mí. Al salir ya, al nivel de la calle asfaltada, rumbo a la Avenida Espada y la catedral diminuta con ínfulas divinas,  colisiono con dos guardias profesionales de seguridad y protección del cementerio, impecablemente vestidos. Y pude, de pasada, escuchar esta lapidaria frase: “¡__Oye, compay, esa Dama que le dicen La Muerte, es la justicia verdadera; no cree ni en Ñaña Seré… y le pasa la cuenta a Malanga, sea quien sea… por eso yo, me cuido como gallo fino…!”

Aquello me llegó como un flechazo láser al cerebro junto a la tristeza por la partida de Aníbal, con su sonrisa eterna, preparándose para el próximo combate y un poema final que jamás llegó a escribir, dejándolo en final abierto, como en las películas o novelas clásicas… o como en los últimos sintagmas sagrados de Sinuhé el egipcio, del escritor finlandés Mika Waltari: Porque yo, Sinuhé, soy un hombre y como tal he vivido en todos los que han existido antes que yo, y viviré en todos los que existan después de mí. Viviré en las risas y en las lágrimas de los hombres, en sus pesares y temores, en su bondad y su maldad, en su debilidad y su fuerza. Como hombre, viviré eternamente en el hombre y por esta razón no necesito ofrendas sobre mi tumba ni inmortalidad para mi nombre.”

Tales recuerdos de la novela del egipcio mítico, retumbaron como un eco cósmico en mi corazón de soldado: sin dudas, eran su mensaje de jefe y amigo una vez más: simplemente su orden de combate para estos tiempos recordándome que él seguía vivo,  acompañándome como en la zafra de 1970 en Camagüey donde muchas veces sudamos tinta china en los cañaverales quemados de Morón, __y luchamos hasta el final por la victoria, como las mismísimas huestes hieráticas de Jericó por convertir lo imposible en posible.

 

 

REPÓRTER,

JMPF

LA HABANA, 15 DE MARZO DE 2015.

 

 

 




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