viernes, 12 de junio de 2015

La banda del Sapo Programa Chazarreta Platón La Matanza Strauss CTEP

Dora Giannoni <dora.giannoni@gmail.com>
Me pregunto con pena, por qué estas noticias no aparecen nunca en los medios de

comunicación que solo transmiten desgracias, crímenes, y negatividad? Lo comparto

porque me ha emocionado.    dora

Por las dudas, les recuerdo que en la ciudad de Bs. As, Macri, prohibió las orquestas

juveniles......como un montón de centros culturales.

 

MÚSICA

 

Juan Grabois* 

Le decían el Sapo porque era feúcho. Tenía once años. Vivía en una casilla con un montón de hermanos, en Villa La Bombilla, uno de esos rincones de la Patria donde en cada esquina te acordás de todo lo que falta. En La Bombilla se arranca rápido con el paco y las balas cantan bajo la lunita tucumana. Iba a la escuela a pasar el rato, al menos ahí no lo fajaba su padre alcohólico, pero su verdadera escuela era la calle y su maestra, la junta.  

Un buen día, enojado con la vida, se calzó la visera y agarró un estuche negro que tenía escondido adentro del colchón. Bajó al centro e irrumpió en casa ajena con otros pibes de su banda. El Sapo, con esa fuerza que sólo tienen los oprimidos cuando deciden enfrentar al mundo que los humilla, abrió el estuche... No sacó un fierro sino un charango. Toda la banda se sentó en ronda y arrancó la chacarera.  

 En un mundo que ha perdido el rumbo, la música es una brújula que puede sacarnos del pantano existencial al que hemos llegado. Y para el Sapo, como decía Platón, la música es al alma lo que el deporte al cuerpo. Fortalece, tonifica, revitaliza. Pero el mercado, que todo lo privatiza y le quita el alma, también se robó la música, la subordinó a la tiranía del dinero. No quiere que el Sapo la practique, a lo sumo que se aturda con los productos que la "industria audiovisual" desarrolla para su clase. Tal vez porque la música verdaderamente popular no contiene a las fieras, las libera.   

 Hoy quería contar sobre un proyecto poco conocido pero maravilloso que combina cultura, organización y economía popular. Se trata del Programa Social Andrés Chazarreta, una iniciativa que apunta a desarrollar orquestas infantiles de música latinoamericana en los barrios humildes. El programa es un verdadero éxito e insume poquísimos recursos, generando un enorme impacto social.  

Tal vez porque, como todas las cosas que funcionan bien acá abajo, el Chazarreta no es un proyecto enlatado en los laboratorios del Banco Mundial sino fruto de una demanda genuina que surgió desde la base y maduró en la lucha de los pobres. El Estado supo –nada más y nada menos– tomar una iniciativa de los pobres para fortalecerla y multiplicarla. 

 El programa lo crearon los piqueteros. Sí, los piqueteros del barrio El Tambo, en La Matanza. Y la semilla que ellos sembraron en la lucha creció y dio 23 frutos, 23 orquestas dispersas a lo largo de la Patria que alimentan el corazón de más de 2000 niños. Bandas como la del Sapo armadas hasta los dientes con  guitarras,  charangos,  ronrocos, bombos, cajones, congas, bandolas, cicus, quenas, bongós. Se habló mucho de batalla cultural en estos tiempos. Este es un verdadero ejemplo.   

 El Chazarreta no es el único programa de orquestas infantiles de la Argentina pero tiene una característica que lo distingue del resto: su impronta popular y latinoamericana. Hay cierto morbo por ver a una piba villera de rasgos indígenas ejecutando Mozart con un violonchelo. Esto no quita valor a las orquestas clásicas que tanto bien hacen en las barriadas, aunque a veces se implementen con una mirada colonizada y colonizadora, como intentando civilizar la barbarie.  

Además, la interpretación de la música clásica requiere un prolongado trabajo académico que no siempre es posible y, en general, al Sapo no le entra Strauss. La música popular latinoamericana, en cambio, va por un tubo. Está en los genes de los pibes, les sale por los poros y se manifiesta en la genuina emotividad de sus ejecuciones.  

 El Programa se complementa con un componente de economía popular al impulsar la producción comunitaria de ciertos instrumentos en peligro de extinción. La Cooperativa Orbe de Florencio Varela, por ejemplo, fabrica excelentes guitarrones cuyanos. El Estado paga 800 pesos cada pieza contra los 18.000 de la flauta traversa Yamaha que requiere una orquesta clásica. La interculturalidad es otro valor agregado de estas experiencias.  

Ejemplo de ello es Musicantes,  creado por un puñado de profes-militantes en un barrio de la cordillera patagónica, esta orquesta se sumó al Chazarreta en 2008 y hoy cuenta con 150 alumnos, muchos de ellos de origen mapuche.  Su director, Heber Lopez, afirma que el chamamé tiene un ritmo que está presente en el movimiento del choique (ñandú) y el repiquetear del cultrún, tambor ancestral de ese noble pueblo. Tal vez por eso en el paraje Payla Menuco los chicos la rompen con el bandoneón.  

 Fieles a sus inicios piqueteros, las orquestas latinoamericanas también participan activamente de las luchas del pueblo. La Obispo Angeleli de La Rioja, por ejemplo, supo acompañar la resistencia popular contra la Barrick Gold en Famatina. Musicantes hace lo propio en los actos reivindicativos del pueblo mapuche o las actividades de las organizaciones sociales de su región. Es que cuando dejamos de mirar al Norte, recuperamos la memoria histórica y valorizamos la cultura popular, nos da más ganas de defender lo nuestros del coloniaje y el saqueo. 

 Heber está precupado por la continuidad de las orquestas en la etapa política que se asoma. A pesar del gran avance que implicó el Chazarreta, estas experiencias no tienen una inserción institucional sólida y las relaciones con el Estado siguen siendo precarias e inestable. Los educadores no son reconocidos ni gozan de derechos laborales. Las orquestas tampoco tienen personería jurídica y obtener una matrícula como cooperativa o asociación civil es una verdadera odisea burocrática.  

¡Qué parecida es su situación con la de tantos proyectos de la economía popular! El Programa Chazarreta provee a las orquestas los instrumentos musicales, ¡qué bueno sería que el Estado brindara los instrumentos institucionales para consolidar estos procesos! Aunque sean imperfectos, aunque no sean del todo adecuados, pero que le permitan al Sapo seguir tocando porque como afirma Heber, "el instrumento no te define, te define la música que tocás con él". 

* Referente de la Central de Trabajadores de la Economía Popular (CTEP)

 

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