Por Benito Garrido. La utilidad de lo inútil, de Nuccio Ordine. «Cuando la crisis atenaza a una nación es más necesario que nunca duplicar los fondos destinados a los saberes y a la educación de los jóvenes, para evitar que la sociedad caiga en el abismo de la ignorancia.»Nuccio Ordine (Diamante, 1958) es profesor de Literatura italiana en la Universidad de Calabria y autor de diversos libros, varios de ellos sobre Giordano Bruno. Ha sido profesor visitante de centros como Yale, Paris IV-Sorbonne, CESR de Tours, IEA de París, el Warburg Institute o la Sociedad Max Planck de Berlín. Es también miembro del Harvard University Center for Italian Renaissance Studies, de la Fundación Alexander von Humboldt y del Instituto de Filosofía de la Academia Rusa de Ciencias.
La utilidad de lo inútil. Nuccio Ordine. Editorial Acantilado, 2013. 176 páginas. 9,50 € «Si dejamos morir lo gratuito, si renunciamos a la fuerza generadora de lo inútil, si escuchamos únicamente el mortífero canto de sirenas que nos impele a perseguir el beneficio, sólo seremos capaces de producir una colectividad enferma y sin memoria que, extraviada, acabará por perder el sentido de sí misma y de la vida. Y en ese momento, cuando la desertificación del espiritu nos haya ya agostado, será en verdad difícil imaginar que el ignorante homo sapiens pueda desempeñar todavía un papel en la tarea de hacer más humana la humanidad.» La utilidad de lo inútil recoge citas y pensamientos coleccionados por Ordine durante muchos años de enseñanza e investigación, centrados en la idea de utilidad de aquellos saberes cuyo valor esencial es del todo ajeno a cualquier finalidad utilitarista. El libro está dividido en tres partes: una dedicada a la útil inutilidad de la literatura, y a aquellos personajes de la cultura que a lo largo de la historia han tratado este tema; otra que se consagra a los efectos que la lógica del beneficio ha tenido en el campo de la enseñanza, la investigación y las actividades culturales en general; y una tercera, da ejemplos de clásicos que han tenido efectos devastadores sobre la dignitas hominis.
P.- Te vales de filósofos y literatos para reflexionar sobre la utilidad de lo inútil y sobre la inutilidad de lo útil. ¿Es precisamente en momentos de crisis como estos cuando se hace más necesario que nunca sentarse y pensar? Estoy convencido de que, como la misma etimología de la palabra crisis implica, es una ocasión o una oportunidad para reflexionar sobre ciertas cosas que quizás antes vivíamos pero sin tener una conciencia fuerte de ellas. Creo que ahora la dictadura del beneficio, del utilitarismo, es una dictadura que ha invadido todos los aspectos de la vida humana. Era necesaria una reflexión sobre el tema, sobre la importancia de aquellos conocimientos que no producen beneficios, sobre todo porque en nuestra sociedad solo se considera útil aquello que produce beneficio. En cambio, este libro es una invitación a pensar en torno al hecho de que hoy, precisamente en momentos de crisis, tenemos más necesidad que nunca de aquellos conocimientos inútiles que nutren el espíritu, que invitan al amor por el bien común, al respeto del otro, a la solidaridad, a la paz, y sobre todo, a luchar contra la corrupción del dinero y el poder.
P.- Todo tiene un precio menos el conocimiento… ¿Quizá la motivación por saber es lo único que permite romper esa política del beneficio?
Efectivamente, el saber puede ser la única forma de oposición y resistencia a la dictadura del beneficio, por dos motivos:
1.- Todo se puede comprar. En un país como Italia que últimamente se conoce sobre todo porque se compran jueces, parlamentarios, televisiones, éxitos, cualquier cosa… todo tiene un precio. Lo único a lo que no se puede poner precio es al conocimiento: es el resultado de un esfuerzo individual que nadie puede hacer en tu lugar. Si yo pago a alguien para que haga el esfuerzo de saber, es esa persona la que aprende, no yo.
2.- En la lógica mercantil siempre hay una adquisición y una pérdida: si compro un reloj, entrego y pierdo un dinero. En cambio, en la transmisión del conocimiento yo puedo enseñar un teorema a los estudiantes, que concretamente yo no pierdo, y ellos sí adquieren. En el círculo virtuoso de la enseñanza y el saber el que da se enriquece, a la vez que se enriquece el que recibe. Es el único espacio a donde la influencia negativa del dinero no puede llegar.
P.- ¿La búsqueda de la belleza (arte, literatura, música) está en contra de los principios económicos que rigen hoy la sociedad? ¿Para qué sirve entonces un libro, o un cuadro? Hay una cosa importante que debemos tener en cuenta: en una sociedad totalmente contaminada por la lógica utilitarista es mucho más fácil hacer entender la importancia de una cuchara o unas botas, que la importancia de un cuadro o un poema, porque una cuchara tiene una aplicación práctica, pero ¿para qué sirve un verso? La respuesta a esta cuestión es más difícil de hacerla ver, aunque esté ligada directamente al espíritu. Este es el esfuerzo que yo intento hacer como profesor.
Intenta imaginar un mundo sin flores… desde el punto de vista material podríamos vivir sin flores, pero aunque parezcan inútiles, tienen un papel muy importante en nuestra vida porque son portadoras de la belleza. Kakuzo Okakura, en una bella metáfora, mantiene que la humanidad pasa del estado animal al humano cuando el primer hombre recoge una flor para dársela a su compañera. Este gesto inútil nos hace entender lo que es el arte.
Kant explica que la adhesión hacia lo bello es algo gratuito y desinteresado. El deseo interior de disfrutar de la belleza es lo que me convierte en otra persona. Y a veces, tenemos más necesidad de esas cosas llamadas inútiles que de las útiles.
P.- La obsesión por ganar, por tener, por sacar beneficio… ¿Crees realmente que el culto a la utilidad terminará minando la dignidad del hombre, su espíritu, su ser social? No es que lo crea, lo veo todos los días. Lo estamos viendo en este momento en cualquier parte del mundo donde expliquen que la crisis justifica la expropiación de la dignidad humana… cuando se empiecen a eliminar aquellos derechos que permiten al hombre considerarse como tal. Si yo elimino la asistencia sanitaria, si anulo las ayudas a los discapacitados que les permitan llevar una vida normal, si despido a las personas en condiciones que impidan el normal mantenimiento de la familia… entonces, ¿qué tipo de hombre podemos imaginar? ¿podemos plantearnos a unos hombres que se ven obligados a renunciar a aquellos derechos por los que tantos años han luchado? Hoy, en nombre de la crisis, están matando el derecho a tener derechos. Pero eso no es cierto, si lucháramos contra la corrupción, podríamos tranquilamente mantener los fondos para mantener esos derechos. Piensa que todo el dinero que se quite a la educación, sanidad, empleo… repercutirá en la creación de una sociedad inhumana, sin futuro, abocada al fin de la democracia.
P.- ¿Estamos diciendo que la dictadura del dinero podría llevar a una deshumanización de la sociedad? El proceso de deshumanización se fundamenta sobre el hecho de que hoy la lógica del beneficio ha invadido aspectos de la vida a donde no tendría que haber llegado. Ha acabado por corromper incluso los afectos, llevando a que muchas relaciones humanas se basen a menudo en el propio interés o en la competitividad. En la ambición personal de poder, el compañero de trabajo ya no sería entonces un colega sino un enemigo. En nombre del interés personal estoy dispuesto a pisar a quien esté a mi alrededor… ¿deshumanización? Si la política del beneficio invadiese instituciones (donde no tendría que llegar) como las escuelas y universidades, entonces el estudiante se convertiría en cliente y el colegio en empresa. Y lo mismo pasaría con la sanidad: los médicos serían burócratas empresarios y los pacientes meros clientes.
P.- ¿Hasta qué límite es el hombre capaz de aguantar la sutil y continua eliminación de aquellos valores que le definen: generosidad, altruismo, solidaridad, fraternidad…? Es difícil contestar esta pregunta porque la historia no es precisamente una maestra de vida, en el sentido de que la historia puede enseñar muchas cosas, pero los hombres pueden no tenerlo en cuenta… No se justificarían entonces tantas masacres o guerras.
Todos deberíamos ir de la mano para hacerles entender a los políticos que destruir la educación y la cultura en general significa destruir el líquido amniótico en el cual es posible hacer vivir la humanidad, la democracia y la solidaridad humanas.
P.- Viendo la situación actual de muchos gobiernos, ¿podría pensarse que poder y corrupción van siempre de la mano? Históricamente, ahí donde hay poder siempre existe el peligro de la corrupción. También ha habido personas que han sabido reaccionar a ella. El problema es que hoy la corrupción está muy difundida porque no existe una correcta moral, y la política del beneficio ha transformado las conciencias incluso en las células más pequeñas de la sociedad como es la familia. La preocupación de un padre por el futuro de un hijo es algo lógico, del mismo modo que nosotros deberíamos preocuparnos por las nuevas generaciones en cuyas manos está el futuro. Sobre ellas deberíamos incidir para concienciarlas de ese tema, pero me parece que los gobiernos no están mucho por esta labor. El destino de un banco les parece más interesante que el futuro de una universidad…
P.- La música, el pensamiento humanístico, la poesía… ¿no podrían ser vistas como armas vitales en un alegato por la libertad individual, por el futuro? Podría contestarte directamente con un texto escrito en 1848 por Victor Hugo y que está recogido en el libro: «Habría que multiplicar las escuelas, las cátedras, las bibliotecas, los museos, los teatros, las librerías. Habría que multiplicar las casas de estudio para los niños, las salas de lectura para los hombres, todos los establecimientos, todos los refugios donde se medita, donde se instruye, donde uno se recoge, donde uno aprende alguna cosa, donde uno se hace mejor; en una palabra, habría que hacer que penetre por todos lados la luz en el espíritu del pueblo, pues son las tinieblas lo que lo pierden.»
P.- ¿Qué puede hacer el ciudadano de a pie para rebelarse contra esta dictadura del poder, de la utilidad, de la apariencia? Creo que el primer paso es el de mantener la educación como valor y derecho indispensables. El deber de nuestra generación es el de formar jóvenes de tal manera que ellos mismos puedan en el futuro defenderse de esa dictadura de la utilidad. No veo otra solución.
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