sábado, 19 de diciembre de 2015

Argentina en decadencia otra vez sopa volver a sufrir la patria esclavizada


                                              
Columna de opinión
OTRA VEZ SOPA

Alfonso Prat Gay, el hombre de la Banca Morgan, apoderado, asesor para fugar divisas al exterior y para la evasión impositiva de la Flia. Fortabat, émulo de Martínez de Hoz y Domingo F. Cavallo, elegido por Macri para pilotear la economía, finalmente anunció un conjunto de medidas financieras que ya habían adelantado en la campaña electoral
Entre las principales : levantamiento de todas las restricciones a la compra de dólares (mal denominado cepo) y devaluación de nuestra moneda.
Fieles a sus mandantes del poder económico dominante, le van cumpliendo todas sus promesas y compromisos.
De un solo “saque” como se dice en el “rioba”: 45% de devaluación del peso.
Algunos argentinos, sobre todo quienes componen el espacio social de las capas medias y medias altas, alentaron antes y seguramente estarán festejando ahora, pensando quizás en un posible viaje al exterior (que paradójicamente les resultará más caro que antes), sobre todo a Miami que es la “Meca” de la pequeña burguesía “nacional”, o en que los dólares que compraron a menos de $10 cuando la “yegua” les puso el “cepo” les reportarán una ganancia (que no será la de los dueños del poder económico, pero algo es algo), o bien que cumplirán sus sueños de seguir amarrocando dólares en las cajas de seguridad. Han interpretado esta feroz devaluación como una reivindicación cumplida.
La mayoría de la población mira, quizás pasivamente en los primeros momentos, tal vez porque no tenga los suficientes elementos para evaluar la implicancia de estas decisiones sobre su futuro aunque sobran elementos históricos de quienes fueron siempre el pato de la boda, pero seguramente reaccionará cuando las consecuencias se vayan extendiendo por toda la actividad económica.
Estas mayorías están más preocupadas por como llegar a fin de mes, pasar las fiestas, pagar sus deudas, que en desesperarse por atesorar los famosos billetes verdes.
Los resultados de esta política aún no se viven en toda su dimensión y lo más probable es que seguramente pasará un tiempo, aunque no muy largo, para que todos sus  efectos se expresen, negro sobre blanco, sobre el trabajo, los ingresos y la vida de todos los argentinos
Sus primeras consecuencias ya se adelantaron, a partir de los anuncios electorales sobre la futura devaluación, con la estampida de precios en noviembre y diciembre, pero desgraciadamente lo peor está por llegar.
Además, estas primeras consecuencias fueron, como siempre, más dolorosas (o unicamente dolorosas) para los de abajo.
La alegría de Macri, Prat Gay y compañía al anunciarlas me recordó aquella frase famosa de Fernando De La Rua cuando se refirió al blindaje y el megacanje  de Cavallo y Sturzeneger ( el mismo que hoy dirige el Banco Central), con los que terminamos en la virtual quiebra del país, con aquel “Que lindo es dar buenas noticias”.
Para analizar cualquier medida económica que se tome desde el Estado, es decisivo saber distinguir a quienes beneficia y a quienes perjudica. El falso e  hipócrita discurso de que “los beneficios son para todos” o que “afectarán a todos por igual”, no es más que un lugar común, generalmente expresado para ocultar a los reales beneficiarios y atenuar el impacto para los afectados.
Y en esta oportunidad, como casi ha sido regla en la historia (con las excepciones que la confirman), quienes se llevan el premio mayor son un sector minúsculo, muy minúsculo, compuesto por los grandes propietarios de la tierra, los bancos y financieras, las cerealeras y las empresas multinacionales de la industria y el comercio.
Al cese de las restricciones con el dólar y la devaluación inmediata que ronda el 40 o 45% hay que sumarle otras medidas como la apertura de importaciones y exportaciones, el aumento de los intereses a depósitos bancarios y a los créditos.
La conclusión inevitable, aumento de la inflación (que en agosto, septiembre y octubre habían comenzado a descender) lo que significará una enorme caída del valor de los ingresos de los asalariados, monotributistas, jubilados y pensionados, beneficiados con la AUH, etc, haciendo retroceder la recuperación alcanzada en la distribución de la riqueza, que aunque insuficiente, significaba un avance para millones de argentinos, son los perdedores en esa regla histórica.
Además el traslado de esas riquezas al sector concentrado del agro irá seguramente en desmedro del desarrollo industrial y denuncia el objetivo del retorno a un esquema de país agrario y de servicios, dependiente, subordinado a la distribución del trabajo que impone el imperialismo. 
Para sustentar esta política necesitaban dólares, muchos más de los existentes en las reservas en el Banco Central. Parte importante de esos dólares estaban en los silos de las multinacionales cerealeras y en los silo-bolsas de la oligarquía y la gran burguesía agraria que extorsionaron al gobierno kirchnerista antes y exigieron al nuevo gobierno que primero levantara las retenciones y devaluara para luego empezar a soltar a cuenta gotas esas divisas. Otra parte, seguramente, vendrá de quienes para eludir impuestos, no invertir en el país, fugaron sus capitales al exterior y ahora regresarán una parte de esos capitales, aprovechando una ganancia increíble sin riesgo alguno y sin producir ni un miserable tornillo.
El remache y quizás la cuota mayor de estos dólares necesarios, será el retorno al endeudamiento, siguiendo los consejos del FMI, a manos de la banca transnacional. Una parte, como en el menemismo, será para quedarse con empresas nacionales redituables o simplemente cerrarlas para introducir desde afuera sus productos, otra parte será en inversiones extractivas, especialmente el petróleo y el gas de Vaca Muerta y finalmente entrarán los capitales “golondrinas” que adquirirán pesos, los pondrán en los bancos con intereses superiores al 30% y si la cosa no camina levantarán vuelo nuevamente dejándonos “culo para arriba” como en el 2001.
Una elemento más son los Yuan (aquellos papelitos sin valor), que estaban ya en el Central producto de los acuerdos de comercio establecidos con China y firmados por el kirchnerismo, que ahora, casi por arte de magia, se transformaron en una parte importante de las reservas.
En lista de espera inmediata habrá que sumarle: aumentos de combustibles, aumentos de la electricidad y el gas, fin de los subsidios al transporte.
En todos los anuncios habidos, y han sido muchos en estos pocos días, ni una sola palabra ni una sola medida estuvo referida a reparar los salarios, las jubilaciones y pensiones, la AUH, la sobrevivencia de las Cooperativas Argentina Trabaja, la continuidad del plan procrear, el límite inmediato al plan Ahora 12, la desaparición de Precios Cuidados y así de seguido.
Como respuesta al pedido que encabezo la CTA de los Trabajadores de un bono compensación para fin de año, al que sumaran luego las tres CGT;  la respuesta esquiva del gobierno fue desconocer el reclamo acompañado de un “arréglesela con los empresarios”.
Todo esto sin ocuparnos de los DNU contra los avances democráticos logrados, la elección a “dedo” de dos cortesanos, los nombramientos a rufianes de la dictadura en cargos de gobierno, etc, etc.
Como “salida” a este desfalco a los trabajadores y el pueblo plantean la vieja propuesta de un “acuerdo político y social” con el claro objetivo de  empaquetar a los trabajadores en la resignación a estas políticas y “acordar” con algunos dirigentes gremiales amigos un tope salarial en las paritarias, recién para comenzar en marzo, por debajo de la inflación.
La resistencia a estas políticas, que ya se ha iniciado, logró en algunos casos las renuncias de un par de personajes y una parcial marcha atrás en la designación a dedo de los dos jueces para la Corte, el freno a los despidos en la Legislatura, en Techint y en Cresta Roja. También se han producido las primeras movilizaciones en las calles y en las plazas del país con participación multitudinaria de distintos sectores de la población, ignoradas por los medios dominantes.
Sin embargo falta aún incorporarle el rol decisivo y transformador de la clase obrera. En este sentido, pagaremos caro la ausencia de  democratización de las organizaciones sindicales, la permanencia en muchos sindicatos y centrales de dirigentes burócratas y conciliadores, que operaron desestabilizadoramente contra el gobierno de Cristina Kirchner y  que aún hoy, como quién le pasa una mano sobona a las espaldas del macrismo, siguen cargándoles la responsabilidad de este ajuste.
Personajes como Andrés Rodríguez, Secretario General de UPCN, que expresó sin ponerse colorado que: “todos intuimos hace meses que muchas de estas medidas había que tomarlas, pero queremos equilibrio para que el ajuste no recaiga sobre los trabajadores”. O el propio documento cegetista que diagnosticó “que había una economía inflacionaria y estancada” y alertándonos de que “el nuevo presidente (Macri) deberá vencer las resistencias internas y posibilitar condiciones que faciliten un primer entendimiento”.
Parecieran retomar el papel que jugaron en las épocas menemistas cuando fueron cómplices de las políticas de entrega de las riquezas nacionales, de las empresas del Estado, de los despidos en masa y del hambre y la miseria que eso acarreó a los argentinos.    
La batalla contra este retroceso conservador y neoliberal no será fácil pero estamos en un momento distinto al de los fines de los 90, con avances en la organización popular que hay que profundizar, pero que representan un piso distinto y superior para enfrentarlo y derrotarlo. Un factor determinante para ello será sin duda la construcción de imprescindible unidad programática. política y de acción de todas las fuerzas dispuestas a cerrarle el camino a la derecha para, como elementos de una unidad indestructible, defender lo logrado y a la vez proyectarse en dirección a cambios más profundos en la estructura económica, política y social del país, concientes que la experiencia nuevamente ha confirmado la máxima de si no se avanza la alternativa es el retroceso.   

Alberto “Cacho” Rodríguez