domingo, 11 de junio de 2017

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Paraíso desigual

Por: Susana Gauster*

En enero de este año, Oxfam presentó un informe (Una economía para el 99 por ciento) que destaca que los 8 hombres más ricos del planeta concentran la misma riqueza el 50 por ciento de la población más pobre del mundo. Un dato alarmante, que muestra lo lejos que ha llegado la desigualdad a nivel global. Guatemala, de acuerdo con el estudio, se sitúa entre los cuatro países más desiguales en América Latina (siendo América Latina la región más desigual del mundo), ubicándose, según indicadores, entre el rango 15 y 18, de 18 países evaluados.

A diferencia de lo que habitualmente se cree y se nos hace creer la riqueza se genera por iniciativa, talento humano, ambición y trabajo se evidencia que, hoy, la riqueza en alto grado proviene de rentas, herencias y, solo en una pequeña parte (alrededor de una tercera), por méritos propios.

Eso supone un sistema poco justo e incentivador y, por ende, poco apropiado para el desarrollo adecuado de las sociedades. De hecho, la desigualdad está íntimamente ligada a diversos fenómenos sociales nocivos, pero durante décadas se ha separado las consecuencias de la desigualdad falta de crecimiento económico, pobreza, violencia, corrupción, etcétera, en lugar de abordarlos como síntomas de un solo fenómeno.

Desigualdad y pobreza: Hablar de desigualdad y combatirla es absolutamente necesario para enfrentar la pobreza y construir un futuro en el cual mujeres y hombres disfruten en igualdad todos sus derechos. En Oxfam hemos calculado que si entre 2011 y 2019 la desigualdad en la región se redujera en cinco puntos, unos 17.4 millones de personas podrían salir de la pobreza. Y al contrario: cinco puntos más podrían dar lugar a unos 18 millones de nuevos pobres.

Desigualdad y crecimiento económico: La desigualdad no solo es lesiva para las personas más pobres; también lo es para el conjunto de la sociedad. Un reciente estudio del Fondo Monetario Internacional (FMI) calcula que si aumenta el porcentaje del ingreso total que reciben los pobres y la clase media, la economía crece. Mientras que si lo que aumenta es el porcentaje del ingreso que capturan los más ricos, la economía de ese país se reduce.

Desigualdad y violencia: La correlación entre desigualdad socioeconómica y violencia ha generado mucho interés en años recientes. Existe una elevada incidencia de desigualdad y violencia en Latinoamérica. A nivel mundial, la región latinoamericana cuenta con diez de los 15 países más desiguales y ocho de los diez más violentos, a pesar de contar solamente con el ocho por ciento de la población global. Avances en materia de reducción de pobreza y desigualdad se han concentrado en países como Brasil, Ecuador, Bolivia y Colombia. En el caso de México y el Triángulo Norte de Centroamérica, la tendencia ha sido en dirección contraria, con un aumento en términos de pobreza absoluta así como en las tasas de desigualdad y violencia desde el año 2010. Si estamos cansados de tanta violencia y conflictividad, es indispensable tomar las medidas necesarias para reducir no solo la pobreza, sino también la desigualdad.

Desigualdad y corrupción: Existe hoy un amplio consenso entre los expertos acerca de la correlación entre la corrupción y la desigualdad socioeconómica.

La corrupción tiende a empobrecer a los pobres y enriquecer a los ricos. Se destaca que la corrupción se derive de los niveles agregados de pobreza, sino más bien de los niveles relativos de desigualdad. Y aunque los expertos aún no se pongan de acuerdo de la dirección de influencia de la correlación entre desigualdad y corrupción, sí existe un consenso importante: la corrupción y la desigualdad se refuerzan mutuamente. En un país como Guatemala, por lo tanto, la lucha en contra de la corrupción debe ir de la mano de acciones robustas dirigidas a reducir la desigualdad. De lo contrario, será imposible salir del círculo vicioso.

Desigualdad y captura política: La enorme desigualdad económica alimenta la concentración de poder, elites que controlan las decisiones y reglas creadas a su favor, impidiendo que se garanticen derechos como la salud, educación, agua potable y seguridad a las mayorías.

Es importante tener en cuenta que la desigualdad no afecta a toda la población por igual. Mujeres y poblaciones indígenas (y dentro de ellas nuevamente las mujeres) sufren particularmente las consecuencias de la desigualdad, pues la discriminación que sufren se entrelaza con las desigualdades socioeconómicas.

Desde Oxfam en Guatemala creemos que es posible revertir esta situación de desigualdad. Consideramos existe un ambiente habilitador para que, desde diversos sectores, se desarrolle un debate constructivo, aceptando como una premisa inicial que los excesivos niveles de desigualdad son nocivos y que el debate debe centrarse no sobre si combatirlos, sino en el cómo hacerlo. Y es imprescindible que la ciudadanía tenga un papel protagónico en este debate.

En este marco, el martes 23 de mayo, entre varias organizaciones preocupadas por la temática, se lanzó la iniciativa ciudadana Paraíso Desigual, a la cual personas interesadas así como instituciones pueden unirse desde sus propios campos de acción. Podemos elegir un futuro donde el Estado y los diferentes sectores adopten decisiones que permitan garantizar derechos a todos y a todas, donde haya igualdad de oportunidades y justicia social.

 

*Coordinadora de Influencia de Oxfam



https://elperiodico.com.gt/domingo/2017/05/28/paraiso-desigual-2/

 

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