Cuidar el luto (duelo) y las pérdidas
2011-09-30
Las pérdidas y el luto pertenecen inexorablemente a la condición humana. Todos estamos sometidos a la férrea ley de la entropía: todo se va desgastando lentamente; el cuerpo se debilita, los años dejan marcas, las enfermedades nos van quitando irrefrenablemente nuestro capital vital. Esa es la ley de la vida que incluye la muerte.
Pero hay también rupturas que quiebran ese fluir natural. Son las pérdidas producidas por eventos traumáticos como la traición del amigo, la pérdida del empleo, la pérdida de la persona amada por el divorcio o por la muerte repentina. La tragedia también es parte de la vida.
Representa un gran desafío personal hacer frente a las pérdidas y alimentar la resiliencia, es decir, el aprendizaje de las crisis. Especialmente dolorosa es la vivencia del luto, pues muestra todo el peso de lo Negativo. El luto posee una exigencia intrínseca: exige ser sufrido, atravesado, y superado positivamente.
Hay muchos estudios especializados sobre el luto. Según la psiquiatra Elisabeth Kübler-Ross, su vivencia y superación consta de varios pasos.
El primero es el rechazo: ante el hecho paralizante, la persona de un modo natural exclama: «no puede ser», «es mentira». Irrumpe el lloro desconsolado que ninguna palabra puede contener.
El segundo paso es la rabia que se expresa: « ¿por qué justamente conmigo? No es justo lo que ha pasado». Es el momento en que la persona percibe los límites incontrolables de la vida y no quiere reconocerlos. No es raro que se culpe por la pérdida, por no haber hecho o por haber dejado de hacer lo que debía.
El tercer paso se caracteriza por la depresión y el vacío existencial. Nos cerramos en nuestra propia cápsula y nos apiadamos de nosotros mismos. Nos resistimos a rehacernos. Aquí todo cálido abrazo y toda palabra de consuelo, aunque suene convencional, ganan un sentido insospechado. Es el anhelo del alma de oír que hay un sentido y que las estrellas-guía se oscurecieron solamente pero no han desparecido.
El cuarto es el autofortalecimiento mediante una especie de negociación con el dolor de la pérdida: «no puedo sucumbir ni hundirme totalmente; tengo que aguantar este desgarro hasta criar a mi familia o hasta licenciarme». En medio de la noche oscura se anuncia un punto de luz.
El quinto se presenta como la aceptación resignada y serena del hecho insoslayable. Acabamos incorporando en nuestra trayectoria existencial esa herida que deja cicatrices. Nadie sale del luto igual que entró. La persona madura forzosamente y experimenta que la pérdida no es necesariamente total, sino que trae siempre alguna ganancia existencial.
El luto es una travesía dolorosa, por eso tiene que ser cuidado. Me permito un ejemplo autobiográfico que aclara mejor la necesidad de cuidar el luto. En 1981 perdí a una hermana con la que tenía una afinidad especial. Era la última de las hermanas de los 11 hermanos. Como profesora, una mañana hacia las 10, estando delante de los alumnos, dio un inmenso grito y cayó muerta. Misteriosamente, a los 33 años, la aorta se había roto.
Todos los de la familia, venidos de varias partes del país, quedamos desorientados por el choque fatal. Lloramos copiosas lágrimas. Pasamos dos días viendo fotos y recordando, entristecidos, hechos de la vida de la hermanita querida. Los demás pudieron cuidar del luto y de la pérdida. Yo tuve que partir poco después hacia Chile, donde tenía que dar conferencias a todos los frailes del Cono Sur. Fui con el corazón partido. Cada charla era un ejercicio de autosuperación. De Chile seguí para Italia donde tenía charlas de renovación de la vida religiosa para toda una congregación.
La pérdida de mi querida hermana me atormentaba como un absurdo insoportable. Comencé a desmayarme dos, tres veces por día sin una razón física manifiesta. Me tuvieron que llevar al médico. Le conté el drama que estaba pasando. Él intuyó todo y me dijo: «tú todavía no has enterrado a tu hermana ni has guardado el luto necesario; mientras no cuides tu luto y no la sepultes, no vas a mejorar; algo de ti murió con ella y necesita ser resucitado». Cancelé todos los demás programas. En el silencio y la oración cuidé el luto. A la vuelta, en un restaurante, mientras recordábamos a nuestra hermana querida, mi hermano teólogo Clodovis y yo escribimos en una servilleta de papel lo que luego pusimos en su recordatorio:
«Fueron treinta y tres años, como los de Jesús/Años de mucho trabajo y sufrimiento/pero también de mucho fruto/Claudia cargaba con el dolor de los otros/En su propio corazón, como rescate/Era límpida como la fuente de la montaña/Amable y tierna como la flor del campo/Tejió, punto por punto, y en silencio/Un brocado precioso/Dejó dos pequeños, fuertes y hermosos/Y un marido, orgulloso de ella/Feliz tú, Claudia, pues el Señor al volver /Te encontró de pie, trabajando/Lámpara encendida/Y tú caíste en su regazo/Para el abrazo infinito de la Paz».
Entre sus papeles encontramos esta frase: «Hay siempre un sentido de Dios en todos los eventos humanos: es importante descubrirlo». Hasta hoy seguimos buscando ese sentido que solamente en la fe podemos sospechar.
Asunto: Leonardo Boff: Experiencing Mourning, and Loss
Experiencing Mourning, and Loss
Leonardo Boff
Theologian
Earthcharter Commission
Loss and mourning inexorably belong to the human condition. All of us are subjected to the unbreakable law of entropy: everything wears down slowly; the body debilitates, the years leave their mark, illnesses uncontrollably take away our vital capital. Such is the law of life, that includes death.
But there are also ruptures that break the natural flow. These are the losses produced by traumatic events such as betrayal by a friend, loss of a job, loss of a loved one due to divorce, or to sudden death. Tragedy is also part of life.
It represents a big personal challenge to face these losses and still nourish resilience, this is, to learn from the crises. Especially painful is the experience of mourning, because it reveals all the power of the Negative. Mourning possesses an intrinsic characteristic: it demands to be endured, crossed, and positively overcome.
There are many specialized studies about mourning. According to psychiatrist Elisabeth Kübler-Ross, her experience and overcoming consisted of several steps.
The first is denial: confronting the paralyzing event, the person exclaims in a natural way: «It cannot be», «it is a lie.» Disconsolate cries erupt that no single word can express.
The second step is the rage that exclaims: «why me? It is not fair what has happened.» It is the moment when the person sees the uncontrollable limits of life and does not want to accept them. It is not uncommon to blame one's self for the loss, for not having done something, or for having left undone what had to be done.
The third step is characterized by depression and an existential vacuum. We close ourselves into our own shells and take pity on ourselves. We resist remaking ourselves. Here all warm embrace and all words of consolation, conventional as they may sound, take an unsuspected meaning. It is the yearning of the soul for meaning, and to know that the guiding stars have only darkened, but not disappeared.
The fourth step is self strengthening, through a species of negotiations with the pain of the loss: «I cannot succumb or totally withdraw; I have to endure all this pain to take care of my family, or until I get my degree.» In the middle of the darkest night, a ray of light is seen.
The fifth appears as a resigned and serene acceptance of the unavoidable fact. We end up incorporating into our existential journey the wound that left the scar. No one exits a period of mourning as he entered it. The person is forced to mature and experience the fact that the loss is not total, but that it always brings some existential gain.
Mourning is a painful journey, and therefore, it has to be experienced. Let me offer an autobiographic example that would better clarify the need to undergo mourning. In 1981 I lost a sister with whom I had a special bond. She was the youngest of the sisters of 11 brothers. As a professor, one morning around 10 am, in front of her students, she let out an immense cry, and fell dead. Mysteriously, at 33 years of age, her aorta vein had ruptured.
The whole family, coming from different parts of the country, was disoriented by this fatal shock. We cried plentiful tears. We spent two days looking at photographs and, saddened, remembering the facts of the life of our beloved little sister. The other members of the family could go through this mourning and loss. I had to leave shortly thereafter for Chile, where I had to hold conferences for all the friars of the Southern Cone. I left with a broken heart. Every talk was an exercise in self-overcoming. From Chile, I continued to Italy where I had to deliver talks on the renovation of religious life for everyone in the congregation.
The loss of my beloved sister tormented me as an unbearable absurdity. I started to faint two or three times a day, without any physically obvious reason. I had to be taken to a physician. I told him about the drama that was going on. He understood everything and told me: «you have not buried your sister yet, nor have gone through the necessary mourning; as long as you do not undergo your period of mourning and do not bury her, you will not get better; something of yourself died with her and that needs to be resurrected.» I canceled all the other programs. In silence and in prayer I went through my mourning. When I was back home, in a restaurant, as we remembered our beloved sister, my theologian brother Clodovis and I wrote in a paper napkin something that we later put in a memorial card:
«There were thirty three years, as the years of Jesus/Years of much work and suffering/but also very fruitful/ Claudia was burdened with the suffering of others/In her own heart, as a rescue/She was as clear as the mountain fountain/Loving and tender as the flower of the field/She knitted, step by step, and in silence/ A precious brocade/She left two little ones, strong and beautiful/And a husband, proud of her/Happy you, Claudia, because the Lord, when He was back/He found you standing, working/Lamp alight/And you fell in his lap/For the infinite embrace of Peace.»
Among her papers we found this phrase: «There is always a meaning of God in all human events: it is important to discover it.» Until today we continue searching for that meaning, that only in faith can we divine.
Leonardo Boff
09-30-2011
Free translation from the Spanish by
Servicios Koinonia, http://www.servicioskoinonia.org.
Done at REFUGIO DEL RIO GRANDE, Texas, EE.UU.
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en estos links verás entrevistas y video sobre nuestro museo.
España nos entrevistó http://www.elmundo.es/f5/comparte/2017/10/08/59da50d6ca4741eb708b467f.html
Tania la argentina que murió en la guerrilla del Che https://youtu.be/mgtVfWNyGAA
la revolucion en Argentina que quiso el Che Museo Ernesto Che Guevara Primer Museo Suramericano en Buenos Aires CABA Argentina
https://www.youtube.com/watch?v=jGPLj1nGEsY
Argentina: El Che lives on! Get lost in Buenos Aires ... Izquierdista entusiasta, y compañero revolucionario Eladio Gonzalez muestra el contenido de su afamado museo Che Guevara en Caballito, Buenos Aires.. |
informó el Museo “ ERNESTO CHE GUEVARA ” de Caballito, CABA
calle Rojas 129, esq. Yerbal, Buenos Aires (AAC 1405) Argentina
Visitar lunes a viernes de 10 a 19 hs. (corrido) – entrada libre y gratuita
Escuela de Solidaridad con Cuba “ CHAUBLOQUEO ”
Registro donantes voluntarios de Células Madre (INCUCAI)
Coordinador ex Mesa Vecinal Participativa en Seguridad de Caballito
Tel. 4 903 3285 Irene Rosa Perpiñal - Eladio González (Toto)
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¡ Salven a los argentinos !..... “las ballenas”.
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