CARTA A BARTOLOMÉ MITRE Y VEDIA” Esta carta a Bartolomé Mitre y Vedia, director de La Nación, expresa clara mente el espíritu que animaba a Martí en la redacción de SUS notables correspondencias, que merecieron los más altos elogios; entre otros, los del gran argentino Domingo Faustino Sarmiento y los de nuestro Enrique José Varona. New York, 19 de diciembre de 1882 Señor y amigo: Contesto ahora, en medio de verdaderas premuras su carta, sólo en lo cuerda igual a lo generosa, de 26 de septiembre último. Me pareció un rayo de mi propio sol, y palabra del alma;-ni me parece ahora que escribo a amistad nueva, sino a amigo antiguo, de corazón caliente y mente alta. No hay bien como el de estimar,-y acaso sea éste hoy mi único placer. Queda, pues, dicho que leí con verdadero gozo sus observaciones acerca de la naturaleza de las cartas en que su buena voluntad permite que me empeñe, y que el gozo fue tanto porque vi mis pensamientos en los suyos, cuanto porque penetró Vd. en los míos. No hay cosa que yo abomine tanto como la pasión. Cierto que no me parece que sea buena raíz de pueblo, este amor exclusivo, vehemente y desasosegado de la fortuna material que malogra aquí, o-pule sólo de un lado, las gentes,-y les da a la par aire de colosos y de niños. Cierto que en un cúmulo de pensadores avariciosos hierven ansias que no son para agradar, ni tranquilizar, a las tierras más jóvenes, y más generosamente inquietas de nuestra América. Cierto que me parecería cosa dolorosísima ver morir una tórtola a manos de un ogro. Pero ni la naturaleza humana es de ley tan ruin que la oscurezcan y encobren malas ligas meramente accidentales; ni lo que piense un cenáculo de ultraaguilistas es el pensar de todo un pueblo heterogéneo, trabajador, conservador,-entretenido en sí, y por sus mismas fuerzas varias, equilibrado; ni cabe de unas cuantas plumadas pretenciosas dar juicio cabal de una nación en que se han dado cita, al reclamo de la libertad, como todo a los hombres, todos los problemas. Ni ante espectáculos magníficos, y contrapeso saludable de influencias libres, y resurrecciones del derecho humano ,-aquí mismo a veces-aletargado,-cumple a un veedor fiel 16 MARTí/EN LOS ESTADOS UNIDOS cerrar los ojos, ni a un decidor leal decir menos de las maravillas que está viendo. Hoy, sobre todo, en que en ciertas comarcas de nuestra América, en que arraigó España más hondamente que en otras, se capitanea, bajo bandera literaria y amor poético de la tradición, una mala empresa de vuelta a los estancados tiempos viejos, -urge sacar a luz con todas sus magnificencias, poner en relieve con todas sus fuerzas, esta espléndida lidia de los hombres. Siendo esa mi manera de pensar, bien hizo Vd., pues: en mermar de mi primera carta,-por cuya publicación y afectuoso anuncio le quedo agradecido,-10 que pudiera darle, por ser primera e ir descosida de otras, aire de prevenida J acometedora. Es mal mío no poder concebir nada en retazos, y querer cargar de esencia los pequeños moldes, y hacer los artículos de diario como si fueran libros, por lo cual no escribo con sosiego, ni con mi verdadero modo de escribir, sino cuando siento que escribo para gentes que han de amarme, y cuando puedo, en pequeñas obras sucesivas, ir contorneando insensiblemente en lo exterior la obra previa hecha ya en mí. Y esto creo que se lo dije en carta, al enriarle mi correspondencia, a nuestro amigo benevolentísimo el señor Carranza, y le rogué que pidiera a Vd. perdón por ello. Ahora ya sé que ando entre gentes de alma noble, y que me siento a buen festín, y no tengo sino dejar salir el alma, en la que tengo fe. Y fío en que la he de hacer sentir, por cariñosa y por humilde. No me parecen definitivas sino las conquistas de la mansedumbre. Me dice Vd. que me deja en libertad para censurar lo que, al escribir sobre las cosas de esta tierra, halle la pluma digno de censuras. Y esta es para mí la faena más penosa. Para mí la critica no ha sido nunca más que el mero ejercicio def criterio. Cuando escribía juicios de dramas, callar sobre los malos era mi única manera de decir que lo eran. Puesto que el ap!auso es la forma de la aprobación, me parece que el silencio ea forma de desaprobación sobrada. No tema Vd. la abundancia de mis censuras que se desvanecen delante de mi pluma, como los diablos delante de la cruz. Yo sé que es flaqueza mía; pero no puedo remediarlo. Suelo ser caluroso en la alabanza, y no hay cosa que me guste como tener que alabar,-pero en las censuras, de puro sobrio, peco por nulo. Cuando haya cosas censurables, ellas se censurarán por sí mismas; que yo no haré en mis cartas-pues va dicho. sin decirlo que acepto el honor de escribirlas para La Nación,-sino presentar las cosas como sean, que es sistema cuerdo de quien por no ser de la tierra, tiene miedo de pensar desacertadamente, o amar demasiado, o demasiado poco. Mi método EscENAs NORTEAMERICANAS 17 para las cartas de New York que durante un año he venido escribiendo: hasta tres meses hace que cesé en ellas, ha sido poner los ojos limpios de prejuicios en todos los campos, y el oído a los diversos vientos, y luego de bien henchido el juicio de pareceres distintos e impresiones, dejarlos hervir, y dar de sí la esencia,- cuidando no adelantar juicio enemigo sin que haya sido antes pronunciado por boca de la tierra, -porque no parezca mi boca temeraria;-y de no adelantar suposición que los diarios, debates del Congreso y conversaciones corrientes, no hayan de antemano adelantado. De mí, no pongo más que mi amor a la expansión-y mi horror al encarcelamiento del espíritu humano. Sobre este eje, todo aquello gira. ¿No le place esta manera de zurcir mis cartas? Ya las verá sinceras,-con lo que Vd., que lo es tanto-no me las tendrá a mal. Dicho ya, tan a la ligera que va a parecerle acaso violento y confuso, mi modo general de ver; y puesta por delante mi alegría de hallar a tanta distancia un corazón vecino,-le pediré perdón por no haber aprovechado el correo anterior para responder su carta, y por no comenzar con mi correspondencia hoy la serie definitiva de las mías para el periódico. Pero después de dos años de no ver a mi mujer e hijo, me han venido en estos mismos días, en medio de este crudísimo diciembre, a alegrar mi casita recién hecha, que es toda de Vd. Y primero las ansias de aguardarlos, y los miedos de que no viniesen, y luego las faenas del establecimiento, y las enfermedades de aclimatación,-me han quitado el sosiego de espíritu y claridad de mente necesarios para escribir con honradez y serenidad cosas que han de leer gentes sensatas. No lo achaque, por Dios, a informalidades de gentes letradas, que en esto no fui nunca, ni quiero yo ser, gente de letras. Sino a calor del espíritu, que me deja sin fuerzas para obras menores cuando me lo solicita y concentra toda obra mayor. Ahora mismo le escribo, sin papel apenas en que dejar caer estos renglones, y muy entrada ya la noche fría, fatigado de un día muy laborioso, de todo lo cual le pido excusa. Pero ya con buena parte de los míos a mi lado, y calmado el afán de verlos venir, me doy sin tardanza a mi nueva sabrosa tarea. Y cada mes, como Vds. bondadosamente me lo piden, comenzando por el próximo enero, y por el vapor directo, o el primero que en el mes salga, le enviaré en mi carta noticia, que procuraré hacer varia, honda y animada, de cuanto importante por su carácter general, o especialmente interesante para su país, suceda en éste. Lo pintoresco aligerará lo grave; y lo literario alegrará lo político. Cuando hablo de literatura, no hablo 18 MARTí/ EN LOS ESTADOS UNIDOS de alardear de imaginación, ni de literatura mía, sino de dar cuenta fiel de los productos de la ajena. Aunque ya han muerto Emerson y Longfellow, y Whittier y Holmes están para morir. De prosistas, hay muchedumbre, pero ninguno hereda a Motley. Hay un joven novelista que se afrancesa, Henry James. Pero queda un grandísimo poeta rebelde y pujante, Walt Whitman, y apunta un crítico bueno, Clarence Stedman. Esta noticia se me ha salido de la pluma, como a un buen gustador se va derechamente, y como por instinto, una golosina. Réstame sólo, por ser contra mi voluntad, tiempo de poner punto a esta carta, darme los parabienes de haber hallado en mi camino a un caballero bueno de las letras, que de fijo lo es bueno en todas las cosas de la vida. Escribiré para La Nación fuera de todos los respetos y discreciones necesarias en quien sale al público-como si escribiera a mi propia familia. No hay tormento mayor que escribir contra el alma, o sin ella. Por lo generosa,+ b’ len sé cuán valiosa es la hospitalidad que en La Nación venerable me brinda,-tengo las manos llenas de gracias. La estimo vivamente, y haré por pagarla. Ojalá sienta Vd. en esta carta el cariño y efusión con que se la escribe su amigo y servidor afectuoso JOSÉ MARTÍ ESCENAS NORTEAMERICANAS3 1 1881-1883 3 En su carta testamento literario a Gonzalo de Quesada, Martí indicó que sus correspondencias los periódicos La Opinión Nacional, El Partido Liberal J La Na&%, se publicaran con el titulo de ESCENAS NORTEAMERICANAS. 1 CARTA DE NUEVA YORK Mejoría de Garfield. - Ansiedad pública. - Periódicos y médicos. - El Presidente y el Vicepresidente.-Los dos rivales.-Nuevo atentado de Guiteau.-Complicidades misteriosas.-El general Hancock. - La candidatura de Tilden.-Hartmann, su extradición, su caracter Nueva York, 20 de agosto de 1881 Señor Director de La Opinión Nacional: Tal es el acontecimiento que absorbe aquí toda la atención, y tales pudieran ser las consecuencias que de él se derivasen, que ni la presencia del famoso nihilista Leo Hartmann en Nueva York, ni la energía con que el partido democrático se prepara para las próximas elecciones, ni el movimiento anticipado del comercio de otoño que ha comenzado ya desde el verano,-ni las peculiaridades curiosas de este pueblo en la terrible estación que atravesamos,-son bastante a distraer los ánimos del capital asunto que les interesa, preocupa y alarma a todos: la vida del Presidente, de ese hombre fuerte y cristiano, tan diestro para combatir a los envilecedores del sistema republicano, como valeroso para sufrir la cruenta tortura a que le expone su terrible herida. El tiempo que ha pasado desde que la recibió no ha hecho más que aumentar la simpatía que el noble enfermo inspira, “el-enfermo de la Nación” como lo llama el Herukk. Es el saludo de todos, de ricos y de pobres, de potentados y de mendigos, de apasionados y desentendidos: iCómo está el Presidente? Pero son muy ambiguos los datos, que hora tras hora publica el cuerpo médico encargado de su cura, y sería en verdad tan grave toda aserción equivocada acerca del estado del enfermo, que se conciben sin esfuerzo la vaguedad y prudencia que envuelven estos ansiados bole tines. Tres días hace, creyóse que moría; la ansiedad pública creció tan súbita y marcadamente, que bien se ve qué estrago haría en este pueblo la muerte de su hidalgo jefe. Pero recobró las fuerzas que parecían abandonarle por completo, desaparecieron los síntomas de infección purulenta de que se le creía amagado; cejó la tenaz fiebre que lo viene consumiendo, y hoy salió ya de labios del médico de cabecera esta frase consoladora: “iOh, va espléndidamente!” Ciertamente, es de esperar que, puesto que retiene mayor suma de alimento, desciende SU 24 YARTi/EN LOS ESTADOS UNIDOS fiebre, y desaparecen los síntomas de infección, sa!gn al fin vencedor el resignado enfermo de los graves trances que siguen a su herida. Mas la bala aún no ha sido extraída, y continúa amenazando a todas luces, desde su aposento misterioso, algún órgano importante. Ni se extrañen estos detalles, ni parezcan minuciosos. Sibese aquí a cada minuto la menor alteración del pulso del Presidente, que se repite de boca en boca, en el correr de las calles de acera a acera, en medio de los mas arduos negocios, como una palabra de pésame, o de felicitación. Se sabe la menor frase que el herido murmura, el cambio más sencillo de su fisonomia, el lado de que está acostado, la clase de alimento que toma, por quién pregunta, a quién sonríe, quién está cerca de él. Cuatro o cinco columnas dedica diariamente el Herati a estos detalles, a recontar pláticas de la casa, a censurarlas, a acusar de error a los guardianes, a registrar los más agrios comentarios de los médicos; a informar en ediciones sueltas al país’, del menor cambio que ofrezca la salud del Presidente. 1 Cuánto plan! iCuánta envidia de los doctores! iCuánta extravagancia! Médico ha habido que afirma que Garfield ha tenido dos asesinos: el malvado que disparó contra él, y el médico que dirige la cura. Disgusta esta falta de respeto al gran dolor público y a sí propios. En tanto, una sonrisa de bondad ilumina perennemente .el rostro demacrado del enfermo; su mano generosa estrecha con gratitud las de los que lo asisten; como que se quiere hacer perdonar el que hayan de ocuparse tanto de él; y cuando tiene fuerzas para hablar, dice palabras de amor o reconocimiento. iQuién enfrenaría la cólera de esta Nación, quién ampararía de su ira y de la ceguedad de su dolor al vulgar asesino, si este hombre magnánimo muriese? El asesino, en tanto, con los pies desnudos, nervioso y azorado: esperando confusamente en una salvación de que a poco desconfía, rumiando ideas siniestras, que se copian en el fulgor vago y visible de sus ojos, gira como una hiena en torno a las paredes de su calabozo, atrae la atención de sus celadores con movimientos inusitados, y cuando uno de éstos entra al fin en la celda a investigar la causa de aquella especial agitación, salta al cuello del empleado, esgrime contra él un trozo de acero, que se usa aquí dentro de la suela de los zapatos, afilado y cortante, echa al ce!ador en tierra, procura arrebatarle su pistola, rueda con él por sobre el suelo contra los muros, contra la tarima, en un desesperado duelo a muerte, hasta que otros celadores que acuden al disparo casual de la pistola, caída en tierra en la lucha, salvan a su compañero amenazado de aquel ataque bárbaro y extraño. ‘iQué miedo de no salvarse puso espanto en el espíritu de este hombre? iQué plan súbito de fuga concibió? ¿Imaginó acaso, cometiendo en un hombre ignorado un nuevo crimen, llegar a ser tenido por maniaco de homicidio? S510 responde con una frase vacia a las preguntas que se le hacen. “No he querido lastimar a nadie”. Sus guardianes le temen por la rapidez de su penetración, de que da constantes muestras. Ocúpase de su comodidad personal, y de pequeños deseos de comida y de bebida, con tranquilidad y minuciosidad repugnantes. H e a h í una gran ambición injustificada, que ha llevado al crimen. Mas iquién sabe cuántos empujan la mano que al fin cae sobre la víctima? iquién sabe qué misteriosos y grandes cómplices tendrá este hombre, de cuya complicidad ni él mismo sospecha? iQué lazo singular ha venido a unir, a un mismo tiempo, el resultado de los insanos y desmesurados apetitos del asesino, y el interés de un partido político, que con la vida y actos de Garfield no tenía ya esperanza alguna de existencia? iQué sutil veneno no se habrá tal vez vertido por hábiles manos en el espíritu de este criminal, conocido y servidor de todos aquellos en quienes caería irremediablemente la herencia del poder, si muere Garfield? A tales abismos desciende el interés humano, y había postrado en tierra la inusitada y brillante energía del nuevo Presidente tantos intereses; habia arremetido, con tan noble vehemencia, contra los que, en su provecho y el de su gloria, estaban en camino de deshonrar a su partido y a su patria; había levantado tan alta valla a ambiciones desmedidas, ilimitadas, criminales; había hecho saltar, como acero mal templado, planes e intrigas tan trascendentales y sombríos, que si el ánimo generoso se aflige de dar cabida a una sospecha injusta, las lecciones históricas, los intereses en lucha, y el carácter y momento del suceso la hacen surgir y la autorizan. En la sombra, y en posición desgarbada, a que lo reduce su reconocida y vehemente enemistad contra Garfield, espera el vicepresidente Arthur, y con él el soberbio, elocuente y hábil jefe del partido republicano de Nueva York, Roscoe Conkling, la solución de este atentado, que ha de darles el poder que ansiaban, o alejarlos de él para siempre. De frente están aún los dos enemigos fieros que encabezan los dos grandes bandos republicanos,-Blaine, el Jefe del Gabinete de Garfield, y su auxiliar impaciente y brioso;-y Conkling, el mantenedor infatigable de los proyectos grantistas, vastos e impenetrables, pero de seguro tan culpables como ignorados y tenebrosos. Blaine, en quien brilla luz de genio, quiere nación libre, tesoro puro? derecho asegurado; quiere la grandeza americana por las libertades que han hecho la fortuna ESCENAS NOFlTEUfEFUCANAS 27 26 MARTÍ/ EN LOS ESTADOS IJhD0.S de este pueblo, y la gloria de sus fundadores. Conkling, abogado altanero de un Gobierno aristocrático y fuerte, no ofrece más programa definido que la reelección de Grant, ni manifiesta su actividad pasmosa, y sus especiales dotes políticas, sino en la desesperada defensa de su preponderancia en el Estado, y la del partido de su Estado en el partido que gobierna a la Nación: todo esto, proyectos sombríos de Grant, ambiciones y altiveces de Conkling, colosales fortunas adscritas a ellas, vanidades y riquezas poderosas, habían venido a tierra a los primeros embates de la limpia lanza que movían Garfield y Blaine. Y todo esto vuelve a flote, y Blaine, de este grupo tan odiado, muerde el polvo, si el Presidente muere. Este es el gran combate. Una cuestión grave, que han hecho tratar a la prensa, porque a ellos les impide el decoro tr@rla, preocupa ahora a los conklinistas. Verdad es que por la especial situación de la política; por la enemistad pública del Presidente y el Vicepresidente; por el trastorno radical que causaría en el país, y por las sospechas de ambición irreverente que caerían sobre Arthur,-éste no podría intentar el ejercicio del derecho que la Constitución parece concederle, sin que se asemejase este acto a un atentado. Su sola tentativa cubriría de merecido descrédito al general Arthur, para quien se convierten en silenciosas censuras y desaprobaciones tácitas las simpatías que inspira el Presidente. La cuestión, aunque grave, es simple. La Constitución establece que cuando entre otros casos, el Presidente esté en inhabilidad de ejercer las funciones de su cargo, debe entrar a reemplazarlo el Vicepresidente. No hay ampliación: no hay atenuación: no hay interpretación posible: la frase es neta y seca. Y el Presidente está en verdad en inhabilidad para ejercer las funciones de su cargo. Mas honor, y prudencia, y bien parecer prohíben al general Arthur solicitar la realización de un derecho que la Constitución le concede, ni ocupar en vida de su enemigo el puesto que deja vacante un adversario, de cuya desgracia le viene a él tanto provecho. Pone la honra vallas que ningún código salva. He aquí la ley suprema, legislador de legisladores, y juez de jueces:-la conciencia humana. En tanto que así se batalla en el campo republicano, desbandado y lleno de iras, los demócratas se agrupan y reorganizan, y se escuchan de nuevo dos nombres a quienes la fama no escatima elogio;-+!1 del general Hancock, vencido por traiciones de los suyos, y por intereses de orden vil, en las últimas elecciones, y el del estadista Tilden, el anciano paciente, vencido en las elecciones anteriores por la astucia y deslealtad del partido republicano, que dio la Presidencia a Hayes. De Hancock se habla para celebrar un caballeresco rasgo suyo: en respeto a su vencedor, el general demócrata no ha asistido a ninguna de las diversiones públicas y privadas que el verano ofrece, y en tanto que el Presidente que lo venció se debilita en el que puede ser su último lecho sobre la tierra, él no abandona el recinto austero de su casa de Gobernador. De Tilden se habla para presentar su candidatura a la Presidencia en las elecciones próximas, y volverlo por un nuevo voto, indudable e invencible, a la dignidad que le fue arrebatada. El sabio político cree oportuno el momento de la nueva campaña, mantiene que el partido demócrata fue vencido en las elecciones de 1880 por haber dudado de la eficacia de su nombre, y sustituido con el de Hancock,-y se muestra seguro del éxito de ellas. Reina animación desusada en las filas de los discípulos de Jefferson: parece, en suma, como que cansados de tanta política mezquina, corre un aire puro por las asambleas políticas de este país, señor en apariencia de todos los pueblos de la tierra, y en realidad esclavo de todas las pasiones de orden bajo que perturban y pervierten a los demás pueblos. Y es ésta la nación única que tiene el deber absoluto de ser grande. En buena hora que los pueblos que heredamos tormentas, vivamos en ellas. Este pueblo heredó calma y grandeza: en ellas ha de vivir. Un hombre pequeño y delgado, de bigote y perilla castaños, de grandes ojos azules, astuto y móvil, precavido y parlero, inquieta hoy a Nueva York. Ese es Leo Hartmann, el nihilista acusado de tentativa de asesinato contra el zar, tentativa inútil, que causó la muerte de numerosos seres infelices. Jovialidad, serenidad, actividad y desembarazo distinguen al nihilista. Su caso apasiona a los americanos, como apasionó a franceses y a ingleses. No b ien llegó, surgió la cuestión que en Inglaterra y Francia había surgido: la de su entrega a Rusia, en el caso de que Rusia, amiga de los Estados Unidos, solicitara aquí como solicitó allá, su extradición. Los abogados le dieron respuesta favorable, mas como el Vicesecretario de Estado indicó confidencialmente que sería entregado, Hartmann se refugió en el Canadá. La opinión, en tanto, se esclareció en la prensa: Wendell Phillips, el gran orador humanitario, rechazó con indignación, como Víctor Hugo en Francia, la idea de la entrega. La prensa americana ha decidido que sería una ignominia para la nación la entrega de un refugiado que si es un criminal, es un criminal político. Cítanse- a esto grandes autoridades de derecho; y Hartmann tranquilo y alegre vuelve del Canadá, prepara la publicación de su libro sobre Rusia, habla en ruso a los reporteros que le hablan en inglés; de 28 MARTí/EN LOS ESTADOS UNIDOS señalan sus respuestas por su habilidad en esquivar las preguntas importunas, mas en vano se buscarían en !as minuciosas denuncias de espías rusos, y cartas referentes a su caso que dirige a los periódicos, un concepto grandioso, un pensamiento desusado, una consagración apostólica. una fe sobrehumana, una idea alada. Es una naturaleza de combate. inquieta y persistente: es un roedor y un derribador. Su fe política no exculpa su crimen frío e innoble: vale más continuar en indeterminada esclavitud, que deber la libertad a un crimen. Curiosidad inspira: no afecto público. Es un caso, una novedad: un escándalo, una atracción. Pero, cualesquiera que sean las simpatías que la causa del pueblo infortunado de Rusia inspire a los corazones generosos,-hay un vacío, un irreparable vacío entre este hombre y los hombres. Uniendo mi plegaria cariñosa a la ferviente oración que por la vida de su abnegado enfer?o alza al cielo este pueblo, conmovido, suspendo aquí esta carta por no enojar a Ud. con ella, y saludo a Ud. afectuosamente. M. DE 2. Ultimas noticias (a la salida del Claudius). Agosto 20 El Presidente continúa mejor. Retiene más alimento. No progresa la inflamación de la parótida, que se creyó sintoma de piohemia. El Patriarca de Armenia le ha dirigido desde Constantinopla una tierna felicitación. La reina Victoria telegrafía frecuentemente a la esposa de Garfield. M. DE Z4 L
Gobiernos y periodismo del mundo cómplices de Trump por Eladio González toto
90 por ciento de los gobiernos del mundo, HAN SIDO por 55 años y SON cómplices
del holocausto espiritual que ha sufrido el pueblo cubano. Estados Unidos decidió en 1961
aislar a todos los habitantes de la isla. Con su pecaminosa, inhumana y genocida actitud
separó a once millones de seres humanos del resto de la humanidad. Repitió multiplicado trescientas veces al ghetto de Varsovia hitleriano, desgajando de la PATRIA HUMANIDAD a esta pequeña hija que es Cuba. Pequeña pero no por ello menos necesaria, para el saludable equilibrio de la raza humana. Anualmente estos gobiernos cómplices emiten en la ONU un hipócrita voto contra el bloqueo “lavándose como Poncio Pilatos las manos” para luego hacer el juego que dicta el despótico pero “democrático” dueño del mundo. La UNIÓN EUROPEA obedece la voz del amo también y bloquea a los hermosos locos que ostentan la MENOR
MORTALIDAD INFANTIL de toda América (del Norte, del Centro y del Sur). El gobierno de Israel no tolera que los revolucionarios cubanos tengan CERO en Desnutrición Infantil y a pesar de que millones de judíos murieron en el Holocausto ( ¿cómplicidad mundial por no intervenir? ) los israelitas son hoy quienes votan año tras año para que se perpetúe el BLOQUEO – GHETTO a la patria de José Martí. Y la humanidad se pierde la hermosa y fructífera experiencia de interactuar con el criterio amoroso, la ciencia, la cultura, el arte y la experiencia de vida cubanas. En Argentina mi patria de cada mil niñitos nacidos vivos mueren doce antes del año de vida. La prohibición de vincularnos a ellos y a su experiencia médica hace que no podamos aprender como es que de mil cubanitos nacidos mueran solo CUATRO en el primer año de vida. Ellos “ahorran” ocho niños, nosotros vemos morir a nuestros ocho finaditos (“Ay, ay, ayaya, yita pobre, pobre mi guagüita”. Al rincón más apartado del planeta que haya sido tocado por la tragedia llega primero y donado el plasma cubano. No tienen dinero, no tienen transportes ultrasofisticados pero tienen lo que muchos no tienen…. El PLASMA. Que no es un modelo de televisor chato, es la concreción de un hecho amoroso que los seres humanos deben practicar… la donación de sangre. Y en Cuba rebosan los bancos de sangre porque jóvenes y adolescentes acuden dos veces por año voluntariamente a aportar amor o “combustible” para los cuerpos de sus semejantes en el mundo. En Georgia, Estados Unidos, de la Escuela Militar han egresado miles de militares extranjeros convertidos en TORTURADORES deshumanizados (hoy siguen egresando). En La Habana miles de jóvenes extranjeros del tercer mundo han egresado tras seis años de estudios gratuitos, prácticas y el Juramento de Hipócrates como MEDICOS y ejercen el amor con los pacientes pobres de sus pueblos. Hoy siguen egresando de la Escuela Latinoamericana de Medicina de La Habana y de la Primera Escuela de Medicina de Santiago de Cuba, fundada por un petizo pícaro, argentino, cordobés que a instancias de su íntimo amigo Ernesto Che Guevara dejó fama y dinero en Venezuela para compartir su suerte con los pobres de la tierra de la Revolución Cubana y fundó dicha Universidad. ¡ Honor a Alberto Granado Jiménez el dueño de la moto “Poderosa” y fabricante de médicos para el mundo !. Cuba cuenta solo en el paupérrimo nordeste brasileño con CINCO MIL médicos solidarios. Estados Unidos envía marines y soldados a matar a cualquier lugar del mundo. El periodismo argentino al servicio de los medios hegemónicos cumple su triste, traidora y miserable misión. Ocultaron medio siglo y ocultan hoy estas realidades y acompañan el coro de mentiras que fabrican los gobiernos norteamericanos. Malhaya triste destino periodistas argentinos, traidores a la patria, anexionistas culturales destructores de la memoria histórica nacional para injertar en alma y cerebro de nuestros niñitos y preadolescentes un cóctel de Harry Potter, He Man, Pokemon y el Hombre Araña. Reiteraría nuestra poetisa María Elena Walsh su…“Argentina es un país Jardín de Infantes”. Ciudadanos y medios INTACHABLES: (no entran en un tacho de basura). ¿ QUÉ TIENEN EN COMUN ? Ambito Financiero, diario Clarín, La Nación, Baby Echecopar, Chiche Gelblung, Ernestina Herrera De Noble, González Oro, Hadad, Feinman, Lage, Jorge Lanata, Mariano Grondona, Mario Markic, Mirta Legrand, Nelson Castro, Openheimer, Petinato, Rolando Hanglin, Susana Gimenez, Marcos Aguinis, Gerardo Sofovich y Pepe Eliaschev ya fallecidos pero no me olvido, Julio Bárbaro, Leuco (padre) Chiche Duhalde, Jorge Giacobbe, Felipe Solá, Beatriz Sarlo, Alejandro Fantino, Joaquín Morales Solá, Juan Sebrelli, Salvia, Mauro Viale, Tenenbaun, Majul, Pablo Docimo, Santiago del Moro y algunos otros. Aunque “siniestro” es sinónimo de izquierda, entre estos comunicadores sociales, medios y personajes políticos hay muchos de derecha (diestra). Eso sí, todos coinciden siniestramente en denostar con fruicción a las Revoluciónes cubana, venezolana, boliviana, ecuatoriana y es que son soldados del colonialismo. Trabajan para que “democráticamente” la administración Macri nos esclavize al máximo.