El juego del Truco
y la Política por el Dr. Miguel Julio Rodríguez Villafañe
No hay argentino que no recuerde momentos de su vida
asociados a encuentros de amigos, con mate y partidas de “Truco”. Ese juego de
cartas, tan consustanciado con nuestra nacionalidad, en su dinámica, más de una
vez, describe y escenifica nuestra realidad política cotidiana y hasta nos
define en algunos perfiles que nos caracterizan como pueblo.
En el Truco, hay conciencia que se miente, que se dicen
verdades a medias, aunque a veces se dice la verdad. Si se descubre la mentira
se puede perder, -no necesariamente se
pierde-, pero si no se descubre, se consigue ganar y lograr reconocimiento por
el logro. Vale más el triunfo cuando se obtiene engañando a los otros y sin
tener cartas buenas. En el jugador se valora, además, la habilidad, la
verborragia, la audacia y la picardía. También se apuesta a la suerte. Es
machista, en el juego, el “macho”, (as de espada), vale más que la “hembra”,
(as de basto). Asimismo, se recrimina al que no respeta las reglas, por
ejemplo, inventarse un tipo de señas diferentes a las previstas, pero, se
festejan esa picardías, si no son descubiertas. Lo mismo sucede en el caso, de
mirarle las cartas al adversario o preparar el mazo de cartas para obtener la
mejor jugada en el reparto de los naipes, (“hacer paquete”).
A lo que hay que sumar que, en la jugada, participan
pocos -2 a 6 jugadores-, y a los que no juegan les está prohibido denunciar las
trampas. Y, si alguno o algunos de los que presenciaran el juego hicieran
conocer una actitud tramposa de un jugador, hasta aquellos jugadores que se
benefician con la denuncia, recriminarán a los denunciantes, porque “los de
afuera son de palo”. Los que no participan de la partida no tienen poder, solo
pueden ver, oír y callar; eso si, están autorizados a elogiar y festejar las
picardías de los que juegan y la habilidad para el triunfo, especialmente, de
los que ganaron utilizando la mentira, con cierta “viveza criolla”.
Reglas del Truco, pero no para la vida Política Como se
ve, al explicar la dinámica del Truco, en algunos aspectos, es tan
representativo perfiles de la vida política de la Argentina, a la mejor manera
de los nuevos juegos de realidad virtual que se activan en las computadoras,
celulares o en las Playstation.
El juego del Truco, en su funcionamiento, configura una
verdadera escenificación de paisajes humanos de nuestro poder político, en su
comportamiento interno y en la interacción con la sociedad. Visto así, es
necesario hacer un esfuerzo para distinguir lo que es regla del juego criollo
del Truco, de lo que es una descripción de la realidad que nos toca vivir, en
la relación del pueblo espectador, con respecto a los participantes de lo que
podemos llamar el juego de la Política. Pero a diferencia del Truco, que tiene
un objetivo de divertimento, la comunidad toda debe tratar de cambiar algunas
actitudes que valen para un juego como el Truco, pero no para configurar
una modalidad de la política en una
sociedad democrática, con objetivos de bien común.
En Democracia, la regla debe ser la verdad y no admitir
excepciones como las “posverdades”. No debe aceptarse el engaño como
metodología para triunfar, -típico aspecto del doble mensaje-, tan común en
nuestras costumbres políticas electoralistas. La ley debe ser respetada por
todos, como el elemento civilizador que caracteriza al Estado de Derecho y, en
función de ello, se tiene que rechazar toda salida tramposa que pretenda
degradar la vigencia y credibilidad de las normas fundamentales y menos transformar
en ley a las trampas, porque todo se vuelve tramposo. La igualdad y la no
discriminación deben ser las pautas de convivencia fraterna y solidaria entre
el hombre y la mujer. Por su parte, las acciones de los poderes del Estado
tienen que transparentarse e informar al pueblo adecuadamente de su accionar y
no depender de señas o códigos secretos o ininteligibles, que marginen o
permitan ocultar el debido control social respecto del desempeño del gobierno
de turno. Se debe poder denunciar las trampas y requerir justicia y castigo
para quienes no respeten los derechos, los valores y los mecanismos propios del
sistema, cuanto más, si los responsables de las transgresiones ejercen
funciones gubernamentales. Y por sobre todas las cosas, la ciudadanía no puede
ser una convidada de piedra ante aquellos que detentan el poder, porque en
Democracia los que tienen las cartas nos representan y el pueblo es el
verdadero dueño del “mazo de naipes”.
El Truco no tiene la culpa
No obstante lo señalado, no puedo dejar de rescatar y
resaltar, con afecto, al gran juego criollo del “Truco”, porque la simetría de
su dinámica con la realidad política actual, no es su culpa, pretendía y
pretende sólo entretener. Además, me quedo con él, en lo que tiene de mentor de alegría, cuna de
lo fraterno y favorecedor de la fibra popular y poética. Una partida de Truco
es un espacio de expansión espiritual, escuela de solidaridad y raíz de nuestra
identidad cultural. Estos perfiles del juego, son importantes a fomentar y de
eso debemos enorgullecernos, cuando ellos nos definen y representan; lo demás,
es un desafío a trabajar entre todos, en aras de construir un destino común
mejor y dignificante, en Democracia.
Miguel Julio Rodríguez Villafañe
Abogado constitucionalista cordobés
y Periodista columnista de opinión