UN DIA
EN NUEVA YORK
por José Martí y Pérez
Amanece y ya es fragor.
Sacan chispas de las piedras los carros que van dejando a la puerta de
cada sótano el pan y la leche. La
campanilla anuncia que el repartidor ha dejado el diario en la caja de las
cartas. Bajan los ferrocarriles aéreos,
llamando al trabajo. Los acomodados
salen de la casa, después de recio almuerzo de carne roja, papas salcochadas y
té turbio con mucha lonja de pan y mantequilla.
Los pobres van en hilera, desde muy mañanita, al brazo el gabán viejo,
por si enfría a la vuelta, y de la mano la tina del lunch: un panazo, de mano
casera, con buen tajo de carne salada y un pepino en vinagre. Y debajo de la ciudad la vida ruge: se
atropella la gente, los carros, como en las batallas épicas, se traban por las
ruedas; sube por el aire seco un ruido de cascada. Unos pasan riendo como el niño que acaba de
apresar una mariposa, y entran en la cantina de ónix y oro a celebrar su
ganancia en la bolsa con champaña verde que llaman acá “leche de uva”. Otro viene lentamente, con los ojos fuera de
las órbitas y descolorido, con la barba al pecho: un vagabundo le ofrece en
cien pesos un cachorro de terrier para su querida y echa al vagabundo contra la
pared de una puñada: ¡ jugó a la baja
del trigo y el trigo ha subido ! . ¿Dónde acaba el negocio en las bolsas y
empieza el robo? ¿O todo es robo y no
hay negocio?.
Llega el mísero a su despacho luminoso, con las paredes
de estuco y el piso de bronce, se sienta delante de la mesa nueva de arce,
donde impera en marco de piedras falsas el retrato de una bella tragavidas,
apura de un sorbo el whisky de la botella de cristal cuajado, se levanta el
pelo de la sien y se dispara un tiro. Así mueren los pueblos, como los hombres,
cuando por bajeza o brutalidad prefieren los goces violentos del dinero a los
objetos más fáciles y nobles de la vida: el lujo pudre. - ¡ Ahí esta el hombre, frío ! . ¡
Ahora se ve lo que era, un tahúr ! ¿ Qué
más es el azar de la bolsa, que cualquier otro azar ? Ver venir la ruleta ¿dónde es oficio de
hombre?. La ruleta del trigo, que es lo
mismo que la otra. Se ha de hacer lo que
decía Mondragón el valenciano: “El que quiera pan, que lo cave, y mientras más
blanco, más hondo.” Y se ha de ajustar
el deseo a límites naturales. Dése obra
de espíritu a los pueblos, el verso que enamora, el discurso que atrae, la
pintura que deslumbra, el drama que interesa, el paseo que calma, para que la
vanidad, que reina en todo, se modere por la virtud de los asuntos en que se
emplea…
José Martí
y Pérez